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La monarquía: Tarquinio el Antiguo

Pilar Rivero

Julián Pelegrín



Entre los reyes de Roma destaca por sus logros externos e internos Tarquinio Prisco (ca. 616-578), que derrotó a los enemigos de la Ciudad y construyó en ella la Cloaca Máxima y el templo de Júpiter Capitolino. Siendo él mismo el primer soberano etrusco de Roma, introdujo toda una serie de símbolos políticos, institucionales y religiosos de procedencia etrusca que posteriormente, con el final de la monarquía, se mantendrán hasta convertirse en los elementos característicos de la república romana.

El autor romano Lucio (o Publio) Anneo Floro nació en el norte de África y vivió a comienzos del siglo II. Su Epítome de todas las guerras durante setecientos años, es una historia romana basada fundamentalmente en Livio y compuesta por dos libros que cubren desde los orígenes hasta la clausura del templo de Jano por Augusto en 29 a. C.





«Después, pese a su ascendencia transmarina, obtuvo el reino Tarquinio el Antiguo -quien lo requirió expresamente-, gracias a su trabajo y distinción, pues, oriundo de Corinto había sabido combinar el talento griego con las habilidades itálicas. Acrecentó la majestad del Senado y amplió las tribus con centurias en la medida en que Atio Nevio, varón insigne por su capacidad augural, prohibía aumentar el número de aquéllas; a éste le preguntó el rey para probarle, si podría realizarse lo que él había imaginado en su mente; aquél, que conocía la cuestión por su poder augural, respondió que era posible. "Pensaba", replicó, "si podría hendir aquella roca con un cuchillo"; y la hendió. De ahí que lo consagrado por los augurios sea inviolable para los romanos. Por lo demás, no fue Tarquino menos diligente en la paz que en la guerra: sometió a los doce pueblos de Etruria tras frecuentes incursiones; de allí proceden las fasces, las trábeas, las sillas curules, los anillos, las faleras, los mantos escarlatas y las pretextas; de allí la celebración del triunfo en un carro áureo tirado por cuatro caballos, las togas coloreadas y las túnicas bordadas con palmas; en síntesis, todos los adornos y emblemas gracias a los cuales la dignidad del poder adquiere prestancia».


(Floro, Epítome de la Historia de Tito Livio, I, 1 (5), traducción de Isabel Moreno, Madrid, Biblioteca Clásica Gredos, 2000.)                






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