Escena I
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HORMESINDA, INGUNDA.
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(HORMESINDA se deja ver en el fondo del teatro.
Con aire muy triste y doloroso se va acercando al frente
de la escena, con mucha pausa. INGUNDA la sigue, demostrando
también su sentimiento con algunos ademanes de compasión.)
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HORMESINDA | ¿Adónde estoy?
¿A qué mansión horrible | | me han conducido?
Apenas los inciertos | | pasos puede formar el pie cobarde. | | Por todas partes el pavor y el miedo | | se ofrecen a mis
ojos, donde envía | 5 | la triste luz un resplandor
funesto... | | Para este nuevo horror... ¡cruel destino!
| | ¿Me vuelves a la vida...? Yo preveo | | los más terribles
y funestos males | | que me prepara un opresor violento,
| 10 | y expuesta mi inocencia en este sitio | | por blanco a sus
furores, dudo, temo | | y muero de dolor... ¡A qué
funesta | | situación me reduces, oh hado adverso!
| | ¡Ay, hermano infeliz! ¡Ay, triste amante! | 15 | El dolor
que amenaza vuestros pechos | | redobla la amargura del que
sufro. | |
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INGUNDA | Consolaos, señora, y de mi afecto
| | oíd la voz. |
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HORMESINDA | Ingunda,
no interrumpas | | el curso de las lágrimas que vierto; | 20 | combatida de angustias y temores, | | sólo hallará
en el llanto algún consuelo | | mi triste corazón.
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INGUNDA | Pero,
señora, | | no os dejéis oprimir del sentimiento.
| | Yo miro enternecida vuestro llanto; | 25 | vuestro dolor es justo, os lo confieso; | | pero antes de
ceder a una congoja | | es forzoso pensar en su remedio.
| | Una bárbara orden de Munuza | | os tiene en su palacio;
sus intentos | 30 | pueden conjeturarse; sin embargo, | | yo
no creo, señora, que violento | | olvide en este día
cuánto os debe | | a vos y a don Pelayo de respetos.
| | Quizá pretende sólo... |
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HORMESINDA | Calla,
Ingunda, | 35 | deja de atormentarme. El más violento
| | insulto cometido en mi persona, | | ¿no me hará
recelar? Tus ojos vieron | | con qué extremos de furia
y de violencia | | me condujo su guardia; ni mis ruegos
| 40 | humildes, ni mis lágrimas amargas | | pudieron reprimir
el vil intento | | del inflexible Acmeth. Abandonada | | de
mi familia, sola, sin consuelo | | y en un mortal desmayo
sumergida, | 45 | a este odioso palacio me trajeron | | los
crueles ministros de su orden, | | y cuando vuelvo a recobrar
mi aliento... | | ¡Oh Dios! ¡Mira qué objetos se presentan
| | a mis ojos! ¿Y qué, temer no debo | 50 | que Munuza
atropelle mi decoro? | | ¡Ah!, después de este arrojo
sus intentos | | quizá prontos... Pero ¡ay!, en esta
angustia, | | ¿quién me dará favor? Querido
dueño, | | tierno Rogundo, ¿Adónde está
tu brío? | 55 | Hormesinda peligra. Un rival fiero
| | insulta su virtud, y tú, tranquilo, | | ¿no corres
a librarla? ¿Qué, el perverso | | osará despreciar
a la que adoras? | | Pero ¡triste de mí! Quizá
el afecto | 60 | de Rogundo... ¿Quién sabe si dudoso
| | ya no aspira a lograr un himeneo | | que ha de costarle
riesgos y combates? | | No lo dudes, Ingunda: este silencio
| | que reina en el palacio de Munuza | 65 | convence mi desdicha;
los extremos | | y furias de Rogundo deberían | | ser
una prueba de sus ansias. Pero | | Rogundo ya no me ama y
me abandona. | |
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INGUNDA | ¿Y creeréis capaz de un sentimiento | 70 | tan vil al corazón que por vos arde? | | ¿Tan
bajo proceder cabrá en su pecho? | | ¿Haréis
vos a su amor constante y puro | | agravio tan cruel? Si va
a perderos, | | cuando os va a ver robada y ofendida, | 75 | ¿le añadiréis tan bárbaro tormento?
| | Quizá Rogundo ignora esta desdicha; | | pero cuando
penetre los proyectos | | de Munuza, tal vez demasiado | |
pronto... ¡Ah, permita favorable el cielo | 80 | que su amor
no acelere vuestra ruina! | | En fin, si él olvidase
sus derechos, | | ¿creéis que los valientes asturianos
| | no armarán su valor por defenderos? | | A pesar
de las artes de Munuza, | 85 | vos sabéis cuánto
anhelan el momento | | de sacudir un yugo intolerable; | |
el cielo está propicio a sus deseos; | | el arribo
de Suero os asegura | | que vuestro hermano volverá
muy luego; | 90 | entonces su presencia... |
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HORMESINDA | ¡Ah,
cuán en vano | | pretendes adular mi sentimiento!
| | No da treguas el riesgo en que me hallo, | | y en la presente
angustia ya no tengo | | quien me pueda librar de un brazo
injusto. | 95 | El vil perseguidor, astuto y diestro, | | supo
ocupar en Córdoba a Pelayo, | | y ¿quién sabe
si acaso con su acuerdo, | | cómplice en mi desdicha
el jefe moro, | | detiene allá con frívolos
pretextos | 100 | la vuelta de mi hermano? ¡Ah, de qué
tramas | | no son capaces los aleves pechos! | | Pero en tanto
yo pierdo vacilante | | un tiempo muy precioso. Amante tierno,
| | ¿tú me abandonarás? No. Corre, Ingunda, | 105 | busca a Rogundo, dile... Pero, cielos, | | Munuza viene
aquí... ¡Qué horror, amiga! | | Dile, dile que
venga, o que yo muero. | |
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Escena III
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MUNUZA, HORMESINDA,
INGUNDA.
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MUNUZA | Ya, señora, mi amor y mis
deseos, | | llenos de la alta gloria de miraros | 115 | en esta
habitación, se han satisfecho; | | sin embargo, poseo
esta fortuna | | a costa de un dolor: el blando ruego | | de
Acmeth, que fue a llamaros de mi orden, | | hubiera sido inútil,
si los cielos, | 120 | privándoos de sentido, no se
hubiesen | | declarado por mí en aquel momento. | |
Saben ellos las fieras inquietudes | | que este accidente
conmovió en mi pecho. | | Ya, en fin, bella Hormesinda,
vuestros ojos | 125 | honran estas paredes, y ya os veo | |
donde debéis mandar como señora; | | pero si
acaso mi amoroso fuego | | no os encuentra piadosa, si ahora
mismo | | mi tierno amor irrita vuestro ceño, | 130 | mucho dolor se mezclará a mis glorias. | |
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HORMESINDA |
Tan afligida estoy, que apenas puedo | | dar el preciso aliento
a mis palabras. | | Vos habéis ultrajado mi respeto,
| | y a pesar del honor y la decencia, | 135 | por medio de
un insulto el más horrendo, | | me hicisteis conducir
a este palacio. | | Venís aquí a buscarme, y
cuando espero | | que me deis la razón de esta violencia,
| | sólo me habláis de amor. Pues ¿qué,
mi pecho, | 140 | después de una desgracia tan sensible,
| | temerá otra mayor? Pero dejemos | | de recordar
una pasión odiosa; | | mal podrá el corazón
oír sus ecos, | | lleno de otras más graves
inquietudes. | 145 | Decidme, pues, señor, ¿qué
grave exceso | | me hace ser hoy objeto miserable | | de vuestra
tiranía? Cuando os veo | | pronto a olvidar mi estado
y mis mayores, | | no sé si miro en vos un juez severo, | 150 | que intenta condenarme, o un tirano | | entregado al
furor de sus deseos. | | Pero nunca, señor, las santas
leyes | | oprimen la inocencia, y yo sospecho | | que vuestro
proceder. |
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MUNUZA | Señora,
en vano | 155 | baldonáis un delito, que mi afecto | | debiera
disculpar. El amor solo | | ha podido inspirarlo, os lo confieso.
| | Pero cuando el ardor con que os adoro | | no sirva de disculpa,
el desdén vuestro | 160 | hará menor la ofensa.
Apenas puse | | mis plantas en Gijón, y apenas vieron
| | mis tristes ojos vuestro ingrato rostro, | | os rendí
el corazón. Un cruel silencio | | retiró esta
pasión de vuestro oído. | 165 | Yo resistí
su impulso, y conociendo | | que serían sin duda vuestras
gracias | | del todo inaccesibles a mi ruego, | | solicité
olvidaros. Por lograrlo | | se esforzó el corazón;
pero, ¡ah, cuán cierto | 170 | es que el amor arrastra
el albedrío! | | La misma resistencia y el silencio
| | atizaron el fuego de mi llama; | | su ardor me hizo traición,
rompí el secreto, | | os declaré mi amor, y
empleé en vano | 175 | ternuras y suspiros por venceros:
| | todo con vos fue inútil. Nada pudo | | ablandar
el rigor de vuestro pecho; | | siempre un frío desdén
fue triste paga | | de mis ardientes ansias, y a mis ruegos, | 180 | envueltos en el llanto y la ternura, | | siempre opusisteis
un cruel desprecio. | | Por completar mis males, don Pelayo,
| | que era cómplice acaso en vuestro ceño,
| | ingrato a mi amistad y mis favores, | 185 | pretendió
destinaros a otro dueño. | | Tal vez el corazón
más reverente | | sus límites señala
al sufrimiento, | | y así, cansado el mío de
un desaire | | injurioso a su ardor y su respeto, | 190 | supo
dictarme un medio que aquietase | | mi gloria y mi pasión
a un mismo tiempo. | |
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HORMESINDA | ¿Y qué? ¿Debió
aquietarse vuestra gloria | | a costa de mi fama...? Ese vil
medio | | ofende demasiado mi decoro | 195 | y no pudo adoptarle
vuestro ceño | | sin vulnerar mi honor y el de mi hermano.
| |
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MUNUZA | Vuestro hermano no ignora que mis ruegos | | fueron
más de una vez desatendidos: | | su ingratitud produjo
estos extremos. | 200 |
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HORMESINDA | ¿Y os parece bastante esa
disculpa? | | Pues, ¿qué, debió Pelayo en menosprecio
| | de una promesa santa lisonjearos | | con vanas esperanzas,
cuando el fuero | | de los godos, la ley de las naciones, | 205 | el cielo y la razón dan un derecho | | firme
y sagrado al prometido esposo? | | Vos sabéis que Rogundo
fue el primero | | que le arrancó la oferta de mi mano.
| | Por eso mi desdén en ningún tiempo | 210 | podrá justificar vuestra conducta; | | él era
sólo un natural efecto | | del recato que siempre me
inspiraron | | la virtud, el honor y el nacimiento. | | Vos
lo hubierais notado, si miraseis | 215 | mis rigores con ojos
más serenos. | | Y ¿por qué presumís
que yo, insensata, | | tratase solamente de ofenderos | | a
vos, de cuya mano están pendientes | | el bien y el
mal de este infelice pueblo...? | 220 | El honor ha reglado
mi conducta; | | yo respeto sus leyes, y os protesto | | que
ellas solas me dictan estas voces. | | Pero, señor,
vos mismo, que en el centro | | estáis de las grandezas
y las dichas, | 225 | ¿podréis desatenderlas...? No,
no creo | | que en vuestro corazón quepa esta mancha;
| | si al amor hasta aquí seguisteis ciego, | | seguid
ya del honor, que por mí os habla, | | la religiosa
voz, y obedeciendo | 230 | a sus inspiraciones, alejadme | | de esta ingrata mansión, volvedme al seno | | de mis
padres, y haced que una infelice | | pueda tranquila ver la
luz del cielo. | |
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MUNUZA | No, señora, ya es tarde. No
es posible | 235 | revocar una empresa, cuyo efecto | | debe
ser mi quietud y vuestra gloria. | | Vencido el primer paso,
ya no puedo | | volverme atrás. Un público desaire,
| | cuando estoy a la frente del gobierno, | 240 | tendría
muy fatales consecuencias. | | Vuestro hermano y Rogundo verán
luego | | que yo mando absoluto en este sitio, | | y que nadie...
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Escena IV
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MUNUZA, HORMESINDA,
INGUNDA, ACMETH.
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ACMETH | (Que entra con alguna
aceleración.) | Señor... |
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ACMETH | A pesar de una inútil
resistencia, | 245 | Rogundo... |
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HORMESINDA | ¡Cielos!
| | Yo temo que se pierda. |
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ACMETH | Apenas
supo | | que estaba aquí Hormesinda, cuando lleno
| | de orgullo, quiso averiguar qué causa | | la tenía
en palacio. En el momento | 250 | se dirigió a este
atrio. Vuestra guardia | | se le quiso oponer, pero su esfuerzo,
| | penetrando las picas... Mas él llega. | |
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Escena V
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MUNUZA, HORMESINDA, ROGUNDO,
ACMETH, INGUNDA.
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ROGUNDO | Yo venía, no sé
si a pesar vuestro, | | señor, a dedicar a esta princesa | 255 | mis humildes obsequios; pero advierto | | que me estorban
el paso. ¿Desde cuándo | | le es a Rogundo ilícito
el acceso | | hasta vuestra presencia? |
|
|
MUNUZA | Desde
hoy mismo; | | y esta es la última vez que mi respeto | 260 | sufrirá una pregunta tan osada. | |
|
|
ROGUNDO | Los
nobles de Gijón en otro tiempo | | con su presencia
honraron este sitio; | | vos mismo les rogabais menos fiero
| | viniesen a palacio; hoy, orgulloso, | 265 | su entrada les
negáis. Pues ¿qué misterios | | anuncia esta
mudanza? ¿Qué, negaRNos | | queréis una fortuna
que violento | | quizá usurpáis vos mismo? ¿Habéis
pensado | | disfrutar sin testigos el supremo | 270 | honor
de acompañar a esta princesa? | | Y sus fieles paisanos,
que su aspecto | | les consuela de pérdidas tan grandes,
| | ¿no podrán dedicarla algún obsequio? | |
En fin, señor, ausente don Pelayo, | 275 | ¿quién
tiene más legítimo derecho | | para velar sobre
su suerte? |
|
|
MUNUZA | Basta,
| | no puedo sufrir más. En este puesto | | ninguno
debe osar reconvenirme | | sobre cuanto dispongo. A vos, al
pueblo | 280 | y aun al mismo Pelayo, mi voz sola | | puede
dictarles leyes y preceptos. | | Yo soy aquí absoluto,
y en mi mano | | se hallan reunidos los derechos | | de una
entera conquista. |
|
|
ROGUNDO | ¿Y
la conquista | 285 | pudo adquiriros el poder violento | | de profanar
los vínculos más santos? | | La fuerza y la
invasión hicieron dueño | | de esta ciudad al
moro; pero el moro | | contentó su ambición
con el terreno, | 290 | sin pasar a oprimir nuestro albedrío.
| | ¿Y vos queréis por un culpable exceso | | extender
el arbitrio de la guerra | | hasta los corazones? Nuestros
cuellos, | | nunca sujetos a un extraño yugo, | 295 | ¿se doblarán a vos? En fin, yo vengo | | a que restituyáis
a la princesa | | al seno de su casa. Después de esto
| | yo no os disputaré las facultades, | | y cualquiera
que sea el poder vuestro | 300 | será para Rogundo en
adelante | | del todo indiferente. |
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|
MUNUZA | No
gastemos | | en frívolas razones los instantes: | |
retiraos al punto. Y os advierto | | que no saldrá
Hormesinda de este sitio | 305 | sin orden de Munuza. Idos,
soberbio, | | y agradeced a su presencia amable | | que os
dejo sin castigo. |
|
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HORMESINDA | Yo
no puedo | | sufrir tanto dolor. |
|
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ROGUNDO | ¡Cruel!
¿Adónde | | aspiran vuestros pérfidos deseos? | 310 | ¡Hormesinda en poder del vil Munuza! | | ¿Olvidáis
vos mi sangre y mis derechos? | | ¿Sabéis que soy el
dueño de su mano? | |
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MUNUZA | Sólo sé que
su mano es un supremo | | don que me ha reservado la fortuna. | 315 |
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|
ROGUNDO | ¡Oh, gran Dios! ¿Qué es lo que oigo?
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HORMESINDA | ¡Santo
cielo! | | ¿Aun faltaba este colmo a mis angustias? | | ¿Con
que en fin vuestros bárbaros intentos | | están
ya declarados? |
|
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MUNUZA | Sí,
señora, | | yo os descubrí mi amor, y a cualquier
precio | 320 | debo ser vuestro esposo. Los suspiros | | que
os dediqué, los repetidos ruegos | | a que humilló
el amor mis altiveces, | | hicieron más difícil
el intento | | con vos y vuestro hermano. Este desaire
| 325 | no ha de sufrir Munuza, y pues los medios | | suaves y rendidos
no han bastado, | | quiero ver si aprovechan los violentos.
| |
|
|
ROGUNDO | Pero, vil, los servicios de Pelayo, | | el honor
de Hormesinda, mis derechos, | 330 | ¿todo será olvidado
en un instante? | | Y cuando destinado a este gobierno | |
debéis ser el custodio de sus leyes, | | ¿infiel a
la amistad y al deber vuestro | | seréis vos el primero
que las viole? | 335 | ¿Por ventura ignoráis que soy
el dueño | | de la adorable mano de Hormesinda?, | | ¿que autoriza mi dicha el mismo cielo?, | | ¿que un tratado
solemne confirmado | | en nuestros propios fueros...?
|
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|
MUNUZA | Vuestros
fueros | 340 | yacen con sus autores en la tumba; | | los alegáis
en vano. El sarraceno | | es hoy legislador, y en adelante
| | no habrá en Gijón más ley que mis
preceptos. | |
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|
ROGUNDO | En fin, ya el labio impío ha
declarado | 345 | todos vuestros sacrílegos intentos.
| | ¿Pero esperáis que tan infame yugo | | podrá
sufrir cobarde nuestro pueblo? | | ¿Creéis que el infortunio
ha desterrado | | la virtud y el honor de nuestros pechos?, | 350 | ¿que el amor a la patria, afecto santo | | que dio siempre
la ley en este suelo | | y cuyo ardor jamás habéis
sentido, | | no nos podrá inflamar entre los hierros
| | que infelizmente arrastra nuestro brazo? | 355 | ¿Nos juzgáis
tan cobardes? No, perverso, | | no creáis que en los
pechos asturianos | | cabe tan vil flaqueza. Esos proyectos
| | irritan demasiado su bravura; | | gloriaros no podréis
en ningún tiempo | 360 | de haberlos ultrajado impunemente.
| | Temed, traidor, que nuestro heroico esfuerzo | | castigue
la perfidia y sus autores. | | Temed por vos y vuestros compañeros,
| | temed, en fin, que con el tiempo sea | 365 | de nuestra
libertad su sangre el precio. | | (A HORMESINDA.) | Entretanto,
señora, consolaos, | | y esperad de mi amor y mi despecho
| | que os sabré defender, buscando siempre | | la venganza
o la muerte. |
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MUNUZA | Deteneos.
| 370 | Los moradores de Gijón no ignoran | | cuánto
vale mi voz, pero un ejemplo | | hará ver de una vez
quién es Munuza. | | ¡Hola, guardias! |
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Escena VI
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KERIM, MUNUZA, HORMESINDA, ROGUNDO.
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HORMESINDA | ¡Oh,
cielos! | | ¿Qué intentará el cruel? |
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MUNUZA |
Aseguraos
| 375 | de Rogundo; llevadle con secreto | | al castillo y cuidad
de su persona. | |
|
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ROGUNDO | Ya
comprendo | | cuál va a ser mi destino. Sin embargo,
| | espero que la cólera del cielo, | 380 | mirando tu
crueldad y mi inocencia, | | volverá contra ti todo
su ceño. | | Témelo, por lo menos, monstruo
horrible. | | La dicha no es durable en los perversos. | |
|
|
MUNUZA |
Retírate, infeliz, y no presumas | 385 | que me irritan
tus voces. Los dicterios | | suenan mal en la boca de un rendido.
| |
|
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Escena VII
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MUNUZA, HORMESINDA.
|
MUNUZA | Señora, aprovechaos de este ejemplo:
| | en él veréis la suerte que preparo | | al
que resiste altivo mis proyectos. | 390 | Idos a vuestro cuarto,
y advertida | | de que muy luego un público himeneo
| | nos debe unir; mi amor, aunque ofendido, | | os conservó
hasta ahora los respetos | | que a vuestra edad y sexo se
debían. | 395 | Sin embargo, sabed que el mismo afecto
| | que no cedió jamás a los desdenes, | | cederá
aun a la sombra de los celos. | |
|
|
HORMESINDA | Vos seguiréis
el rumbo que os agrade. | | Yo sé que mi opinión
y mis alientos | 400 | están por mi desgracia en vuestro
arbitrio; | | mas no esperéis, señor, que el
ardor vuestro | | sea nunca aceptado de Hormesinda. | | Firme
siempre en su amor y sus intentos, | | a su obligación
y a su decoro, | 405 | jamás podrá aprobar vuestros
deseos. | | Contra la persuasión y los suspiros | |
se hallan tan prevenidos mis afectos | | que intentaréis
en vano sorprenderme | | por este rumbo. En fin, si fiero | 410 | para rendirme usáis, como presumo, | | de un
violento poder, el justo cielo, | | a cuya sombra la virtud
respira, | | sabrá poner a vuestra audacia freno.
| |
|
|
|
(Se van HORMESINDA e INGUNDA.)
|
Escena VIII
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MUNUZA, ACMETH.
|
MUNUZA |
Anda, mujer ingrata; esos rigores | 415 | no podrán
mitigar el vivo incendio | | que mantiene en mi pecho tu hermosura.
| | Acmeth, tú ves cómo un rival soberbio | | me insulta, aun oprimido en las cadenas; | | que Hormesinda,
a pesar del mismo sexo, | 420 | inmóvil a la vista del
peligro, | | descubre sin rebozo un odio eterno | | al enlace
que fino la preparo... | | ¿Y yo no he de triunfar de su desprecio?
| | ¿Débil esclavo de sus bellos ojos | 425 | gemirá
siempre en vergonzosos hierros | | mi triste corazón,
sin que le obliguen | | un duro amor y unos amargos celos
| | a romper o estrechar el fatal nudo? | | No puedo sufrir
más. Yo me resuelvo | 430 | a celebrar este funesto
enlace: | | una vez declarado, a cualquier precio | | se deben
sostener los intereses | | de mi amor y mi gloria. Parte al
templo, | | haz que todo al momento se prepare | 435 | para
la ceremonia. Antes que el cielo | | se cubra con las sombras
de la noche, | | quiero que se concluya este himeneo. | | Corre...
Pero, ¿tú dudas...? ¿Qué recelas? | |
|
|
ACMETH |
Cuanto vos ordenáis en el momento | 440 | correré
a ejecutar, pues sólo aspiro | | a serviros rendido;
pero debo, | | señor, representaros que este golpe
| | va a destruir los rápidos progresos | | que hicieron
hasta aquí vuestras victorias. | 445 | Vos no ignoráis
que habitan este pueblo | | muchos bravos amigos de Rogundo,
| | que se van a irritar. El himeneo | | que os enlaza a la
sangre de Pelayo, | | celebrado en Gijón por unos medios | 450 | tan duros y violentos, es forzoso | | que mueva contra
vos cuantos aceros | | manejan los feroces asturianos. | |
Vos conocéis muy bien el ardimiento | | de estos fieros
y altivos naturales. | 455 | Criados en los montes, sus recreos
| | fueron siempre la lucha y los combates, | | aun los brutos,
señor, no están exentos | | del golpe de sus
mazas y sus chuzos; | | y aunque pocos sabrán a vuestro
intento | 460 | oponer una fuerza irresistible, | | nos hallamos
sin gente; está muy lejos | | quien nos pueda ayudar,
y sobre todo | | nuestra causa es injusta, cuando ellos,
| | llevando la razón en favor suyo, | 465 | lidiarán
arrestados por sus fueros, | | su libertad, su honor y sus
hogares. | | Señor, dejad que el disimulo, el ruego
| | y el tiempo mismo ablanden a Hormesinda. | | Presentadle
las glorias del gobierno | 470 | con mano menos dura, y ofrecedle
| | un amor más sufrido. El rendimiento | | y la ambición
podrán al fin vencerla, | | y cuando no, señor,
vuestros deseos | | tienen siempre un recurso a la violencia. | 475 | Sufrid, pues. |
|
|
MUNUZA | ¿Y
entre tanto seré objeto | | del bárbaro desprecio
de una ingrata? | | ¿La veré siempre sorda a mis requiebros,
| | mientras su amante en la prisión me insulta? | | Y cuando sufro en mi abrasado pecho | 480 | un infierno de
celos y de ansias, | | ¿queréis que el disimulo y que
los ruegos | | me expongan cruelmente a otros desaires? | | No, Acmeth. Los males graves y violentos | | no se pueden
templar con lenitivos; | 485 | vea Gijón la llama y
el acero | | en mi mano, y aprenda a respetarme. | | No obstante,
estimo tu rendido celo, | | y en prueba de que aprecio tus
avisos | | no marcharé al altar sin que primero
| 490 | escuche mis razones Hormesinda. | | Parte, pues, y ejecuta
lo que ordeno. | |
|
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|
(Se va ACMETH.)
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