Escena III
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MUNUZA, HORMESINDA
y los dichos.
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HORMESINDA | (Viendo a su hermano.) | ¡Pelayo!
¡Cruel momento! |
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MUNUZA | (A PELAYO con falsedad.) | ¡Qué
agradables | | objetos me presentas, oh fortuna! | | Acercaos,
señor, felicitadme, | | pues logro una victoria tan
completa. | | (Se retiran las hachas.) | Este día que
empieza ya a anunciarse | 70 | con luz serena, aplaude mi ventura,
| | y el astro que le rige favorable | | va a mostrarme en
la cumbre de la gloria. | | Ya vos no pensaréis en
disputarle | | a Munuza ninguna de sus dichas, | 75 | y pronta
vuestra hermana a que se acaben | | todas mis inquietudes,
con su mano | | honrará de mis triunfos el más
grande: | | así mi amor lo espera. |
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PELAYO | En
fin, tú triunfas, | | inhumano me insultas y me abates; | 80 | fascinados tus ojos, no conocen | | que la fortuna adula
tus maldades | | con un honor fugaz y lisonjero. | | Tú
no temes al cielo, y esas frases | | con que insultas la suerte
de un rendido, | 85 | de tu pecho descubren el carácter.
| | Pero, vil, mi virtud, aunque oprimida, | | sabrá
arrostrar tus furias y tus artes. | |
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MUNUZA | Tú me hablas
de virtud y sin embargo | | supiste conspirar. |
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PELAYO |
El
que combate | 90 | por defender sus leyes y sus aras | | conspira
noblemente. Tus crueldades | | han hecho justa y santa nuestra
empresa, | | y si no hubiese el cielo formidable | | lidiado
en favor tuyo, ya estaría | 95 | libre el mundo de un
monstruo tan infame. | |
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MUNUZA | No obstante, se ha dignado
el mismo cielo | | de proteger al monstruo que tú abates.
| | Reconoce, orgulloso, en estos golpes | | las señas
de su ira respetable. | 100 | Tú me llenas de injurias
y baldones. | | Pero, dime, insolente, ¿qué maldades
| | distinguen el gobierno de Munuza? | | Si España
está oprimida, los culpables | | delitos de sus reyes
con el cielo | 105 | su grandeza arrastraron al desastre.
| | Hecho el moro señor de todo el reino | | por vía
de conquista, su estandarte | | se fió a la conducta
de mi brazo, | | y no quise oponer un insultante | 110 | desprecio
a esta confianza, y como suele | | doblar la frágil
caña a los embates | | del recio vendaval su dócil
cuello, | | mientras un soplo asolador deshace | | toda la
pompa del robusto roble, | 115 | cedí yo a la invasión
de los alarbes, | | pero fue por comprar con mis servicios
| | la salud de la patria; mis bondades | | y la paz que ha
reinado en estos muros | | fueron un fruto ilustre de la infame | 120 | conducta que envilece tu osadía. | | Tú
lo sabes, infiel, tú disfrutaste | | la mitad de mi
gloria y mis derechos. | | Tu engañosa amistad pudo
inspirarme | | el funesto deseo de una alianza | 125 | que ahora
con orgullo insoportable | | desdeña tu altivez; y
después de esto, | | ¿querrías que Munuza abandonase
| | una idea tan justa y ya explicada? | | ¿Pudiera yo sufrir
que en los altares, | 130 | posponiendo mi amor y mis deseos,
| | otros menos ilustres se aceptasen? | | ¿Pudiera ver que
tú, sin mi noticia | | y a mis ojos formabas otro enlace,
| | (Señala a HORMESINDA.) | disponiendo de aquella
ilustre mano, | 135 | sin que este atroz desprecio me excitase
| | a defender mi honor y mis derechos? | | Demasiado seguí
la voz culpable | | de una infiel amistad, y yo debiera,
| | sin escuchar sus gritos, glorïarme | 140 | de que puedo
vengarme y oprimirte... | | Sí, yo puedo oprimirte...
Pero aún laten | | en mi seno los plácidos impulsos
| | de una misma amistad, y más constante, | | cuanto
tú más ingrato y más rebelde, | 145 |
mueve con fuerza oculta mis piedades... | | Por última
razón, yo voy al templo | | a confirmar mi dicha en
los altares; | | ya todo se me humilla y nadie puede | | oponerse
a la gloria de este enlace. | 150 | Si vos le autorizáis,
todo lo olvido, | | y esta última prueba, que negarle
| | no debéis a un amigo que os perdona, | | sellará
mi fortuna y nuestras paces. | |
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PELAYO | No lo esperéis,
Munuza; muy en vano | 155 | renováis un proyecto abominable,
| | que oiré con horror mientras respire. | | Yo no
quiero admitiros a un enlace | | cuyo recuerdo en los futuros
siglos | | haría mi memoria abominable. | 160 | Ni quiero
que se diga en tiempo alguno | | que aquel mismo Pelayo que
constante | | supo burlar las furias de Munuza, | | fue a vista
del suplicio tan cobarde, | | que, manchando la gloria de
su cuna, | 165 | mezcló a la de un traidor su ilustre
sangre. | | Tú me llamas ingrato; pero ahora | | veo
cuál era el fin de unas bondades | | que yo no he pretendido
y fueron hijas | | de tu ambición perversa e insaciable. | 170 | Ella sólo ha regido tus acciones, | | no el amor
de la patria, cuyos males | | son hoy de tu perfidia triste
efecto; | | unido estrechamente a los cobardes | | hijos e
imitadores de Witiza, | 175 | y hecho parcial de la facción
infame | | del falso don Julián y el traidor Opas,
| | fuiste de los primeros que al turbante | | ofrecieron sus
cultos en España. | | Tú con estos rebeldes
convocaste | 180 | a los feroces pueblos que habitaban | | la
inculta Berbería, y su estandarte, | | junto al de
los facciosos, en tu mano | | fue susto, fue terror de los
leales. | | La destrucción, la muerte y los estragos | 185 | que lamenta tu patria, tanta sangre | | vertida cruelmente
en este sitio, | | tantas víctimas tristes, cuyos manes
| | piden sobre estos muros la venganza, | | son de tus intenciones
execrables | 190 | eternos y funestos testimonios. | | ¡Y no
tienes rubor de recordarme | | los servicios que España
te ha debido! | | Tú, cuya autoridad es el infame
| | precio de la perfidia y las traiciones, | 195 | tú,
que aún estás sediento de la sangre | | de tus
conciudadanos, ¿y tú quieres | | que Pelayo consienta
en un enlace | | que manche eternamente su memoria? | | No...
no..., lejos de serte favorable, | 200 | rindo gracias al cielo,
que propicio | | en el último extremo de los males
| | me reserva el arbitrio de abatirte | | con la vergüenza
de un atroz desaire. | |
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MUNUZA | Tú no tendrás,
traidor, por mucho tiempo | 205 | tan bárbaro consuelo;
los altares | | van a ser los garantes de mi dicha, | | y tú
vas a morir. Tiembla, cobarde. | | Una muerte afrentosa será
el fruto | | de tus baldones. |
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PELAYO | Sólo
al que es culpable | 210 | debe asustar la muerte; el varón
justo | | la espera sin mudanza en el semblante. | | Tú
debieras más bien estremecerte, | | contemplando la
suerte miserable | | que va a llenar tus días. Rodeado | 215 | de amigos lisonjeros, inconstante | | en todos tus designios,
receloso, | | hecho el horror de todos los mortales | | y entregado
al voraz remordimiento, | | vas a vivir inquieto, inconsolable, | 220 | aborrecido y lleno de aflicciones | | sobre el injusto
trono. En tus umbrales, | | y hasta en el fondo oscuro de
tu pecho, | | continuamente asistirá la imagen | | de
la pálida muerte. Su presencia | 225 | vendrá
a llenar de acíbar tus manjares, | | tu lecho de inquietudes
y de sustos; | | y tu aprensión de los eternos males,
| | a que debe su brazo conducirte, | | todo te dará
horror; a todas partes | 230 | te seguirá mi sombra.
Y en fin, siempre | | llevarás arrastrando en ese infame
| | corazón, tu verdugo y tu suplicio. | | Triunfa,
pues, inhumano, triunfa, aplaude | | tu dicha y mi infortunio,
que algún día | 235 | pondrá límite
el cielo a tus maldades. | |
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MUNUZA | Baste ya de delirios. Profetiza,
| | hombre iluso, si quieres, mis desastres; | | pero corre
a sufrir los que merece | | tu ciega obstinación. | (Hace seña a ACMETH de que se acerque.) |
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HORMESINDA |
¡Oh
duro trance! | 240 | ¡Oh conflicto terrible y doloroso! | |
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MUNUZA | Haced
que en el instante | | se conduzca a Pelayo al más
oscuro | | calabozo del fuerte; que se arme | | entretanto
un suplicio en esta plaza; | 245 | marcha después al
templo, y mientras arde | | sobre el altar el nupcial incienso,
| | que muera el que se atreve a despreciarme. | |
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MUNUZA |
Nada escucho. | | Que se cumpla mi orden al instante. | 250 |
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PELAYO | Sí... Yo voy a morir... Recibe, oh cielo
| | en sacrificio mi inocente sangre. | | ¡Ah!, pueda ella expiar
todas las culpas | | que irritan vuestro ceño... En
este trance | | recuerda, hermana tierna, tus abuelos,
| 255 | tus leyes y tu honor... |
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MUNUZA | Acmeth,
llevadle, | | y haced que me reserven su cabeza. | | Ella será,
traidor, | (A PELAYO.) | en mis umbrales | | horroroso espectáculo
que asuste | | a tus imitadores. |
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(ACMETH introduce
a PELAYO en el castillo por la puerta que cae a la escena.)
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Escena V
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MUNUZA, HORMESINDA,
INGUNDA, ACMETH.
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ACMETH |
Ahora salen | | todos los prisioneros del castillo. | | Mientras
duraba el anterior combate | | todo el fuerte quedó
sin centinelas, | 305 | y aprovechando este feliz instante,
| | el traidor Suero y otros violentaron | | las prisiones...
Al punto los cobardes | | corren y se apoderan de las armas;
| | furioso Rogundo a todas partes | 310 | lleva el horror,
la muerte y el estrago. | | Apenas a su vista formidable
| | se presentó Pelayo entre cadenas, | | cuando lleno
de ira y de coraje | | se arroja entre las picas; hiere, mata, | 315 | atropella, y bañado en nuestra sangre | | nos
arranca la presa; el desdichado | | Kerim muere a sus manos;
el combate | | prosigue sostenido por la guardia, | | cuyos
cabos, valientes y leales, | 320 | aumentan el destrozo. Pero
todos | | los sediciosos lidian implacables, | | sin temor
de la muerte, y los oprimen. | | Yo os vengo a suplicar que
en este trance | | cuidéis de vuestra vida; de ella
solo | 325 | pende nuestra victoria, y si faltase, | | ¿quién
pudiera libramos de la rabia | | de un pueblo enfurecido?
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MUNUZA | ¡Oh
suerte instable, | | hado perverso! ¡En qué profundo
abismo | | precipitas mi gloria en este instante! | 330 | ¿Que
conserve la vida me aconsejas, | | y arriesgo la venganza?
No, cobardes, | | yo no os veré triunfar... |
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ACMETH |
Señor,¿adónde
| | corréis de esta manera? |
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MUNUZA | ¡Almas
infames! | | Pues, ¿qué, podré sufrir que el
vil Pelayo | 335 | salve su odiosa vida, y sin vengarme | |
volveré a estar expuesto a sus baldones? | | La muerte
me será más tolerable | | que su infame presencia.
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HORMESINDA | ¡Justo
cielo! | | Yo empiezo a respirar, pero el combate | 340 | (Se oye ruido de armas.) | parece que de nuevo
se ha encendido, | | crece el rumor y cada vez más
grande | | se hace la confusión... ¡Ah, si los nuestros
| | cansados...! Mas, ¿qué veo? ¡Oh, Dios afable!
| | Protegedles. |
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