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La mujer según Augusto Comte

Concepción Gimeno de Flaquer





Es verdaderamente extraño que el célebre matemático, historiador y astrónomo, el gran innovador, el maestro de Littré, Grote, Stuart Mill, Robinet y otros sabios, abrigue ideas tan retrógradas respecto a la mujer, ideas que solo los hombres más oscurantistas pueden admitir. Los reaccionarios han tratado al sexo femenino mejor que Augusto Comte, pues ellos, que le niegan un lugar en el alcázar de la ciencia, le dan alto puesto en el hogar, entregándole el cetro doméstico, mientras que el filósofo positivista confina a la mujer a la vida privada, convirtiéndole la casa en ergástula. No porque lo haga de una manera solapada deja de condenarla al servilismo, pues dice así: El sexo femenino está llamado a la obediencia, por ser el sexo afectivo.

Según el autor de «El catecismo positivista», el hombre es un ser eminentemente activo, y la mujer es solo una influencia moral. Opina que la mujer no debe mezclarse en ninguna cuestión sociológica ni tampoco industrial, porque la biología comparada demuestra claramente que el sexo femenino está constituido en una especie de infancia eterna. Proclama la reclusión de la mujer basándola en que el cumplimiento de sus deberes exige gran concentración de espíritu, y añade sofísticamente: Si los filósofos deben retirarse de la vida práctica para que no se altere la pureza de sus teorías, mucho más la mujer, que es un elemento de influencia moral.

Estas palabras encierran bajo una bella forma la nulificación de la mujer, pues le prohíben toda participación en la industria, en el comercio y hasta en el arte. Augusto Comte concede al hombre la dirección completa de la mujer, bajo el pretexto de que es más enérgico que ella. ¡Cuán falsa afirmación! A cada paso se ven mujeres teniendo que ocultar su energía para que el marido no se abochorne de la que le falta. Al estampar este aserto el célebre socialista, se ha olvidado de muchos hechos históricos que nos presentan a la mujer enseñando al hombre a darse la muerte, antes que sucumbir al enemigo.

Según las teorías de Augusto Comte, la mujer es un ser subalterno en el mundo de la ciencia, subalterno en la vida social y subalterno en la familia, pues en el hogar entrega el mando al hombre sentenciando a la mujer a ciega obediencia. ¿Qué esfera de acción concede a esta? Ninguna: al decir que la mujer es un elemento de influencia moral y condenarla a la pasividad absoluta, contradice su teoría. ¿Cómo ha de hacer sentir la mujer la influencia moral que le otorga si vive ajena al mundo exterior y desconoce la marcha del progreso y los deberes que la sociabilidad impone al individuo? ¿Cómo la ha de hacer sentir careciendo de iniciativa?

Creemos que Augusto Comte se equivoca. En nuestro concepto el hombre debe tomar la dirección en los asuntos políticos, en los negocios y hasta en las relaciones sociales, en toda la vida exterior; pero sin que la mujer sea extraña a ellos.

Después de prohibirle a nuestro sexo la acción y todos los medios para que pueda bastarse a sí mismo, debió comprender Augusto Comte que su teoría era inhumana, pues con tal plan la mujer quedaba sujeta a la miseria, ya que le ha negado hasta la facultad de heredar; y por no retractarse de cuanto había manifestado, coronó su obra con este pensamiento: A falta del marido o los parientes, la sociedad debe garantizar la existencia material de cada mujer.

¡Brava ocurrencia! La mujer tiene que apelar al matrimonio para defenderse de la miseria, ¿y si no encuentra marido? la mujer tiene que ser mantenida por sus parientes, ¿y si son pobres? la mujer tiene que ser protegida por la sociedad, y ¿quién establecerá esas leyes de protección? el hombre, ya que tiene el mando; mas ¿quién responde del acierto y la moralidad de tales leyes? Si todos los hombres estuvieran de acuerdo con el citado racionalista, ¿qué podía esperar la mujer de tan decantada protección? Hay protecciones que aplastan, que abruman, que son un suplicio; y el sexo femenino no puede menos de rechazar la protección que le ofrece el ilustre pensador. La mujer renuncia a tan noble, a tan inusitada generosidad, como renuncia al derecho del amor libre que para ella reclama el sabio Fourier, con el cual perdería todo prestigio al perder el pudor, que es en nuestro sexo como el perfume en la flor.

En vez de inventar Augusto Comte nuevos cautiverios para la mujer, subordinándola a sus parientes o a la sociedad, ¿por qué no inventa medios de remunerar mejor el trabajo femenino para que sea éste su vanguardia? La mujer no quiere depender más que del trabajo, porque el trabajo es la única dependencia que no hiere la dignidad, la única dependencia que no envilece.

La escuela positivista parece esforzarse en querer demostrar a la mujer que no tiene personalidad, del mismo modo que los turcos se esfuerzan en convencerla de que no tiene alma, por cuya razón no puede entrar en el paraíso. ¿No os parece, lectoras mías, que la mujer no podía esperar ser tratada por Augusto Comte como la tratan los turcos, que son los pueblos más atrasados del mundo?





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