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La noche de los asesinos

José Triana



A María Angélica Álvarez,
a José Rodríguez Feo
.

Ay de tanto! Ay de tan poco! Ay de ellos!


César Vallejo                


...cada uno es para sí un monstruo de sueños.


André Malraux                


...este mundo humano entra en nosotros, participa en la danza de los dioses, sin retroceder, ni mirar atrás, so pena de convertirse como nosotros mismo: en estatuas de sal...


Antonin Artaud                



      ...Can we only love
Something created by our own imagination?
Are we all in fact unloving and unlovable?
Then one is alone, and if one is alone
Then lover and beloved are equally unreal
And the dreamer is no more real than his dreams.


T. S. Eliot                




PERSONAJES
 

 
LALO.
CUCA.
BEBA.
 

Los personajes, al realizar las incorporaciones de otros personajes, deben hacerlo con la mayor sencillez y espontaneidad posibles. Que no se empleen elementos caracterizadores. Ellos son capaces de representar el mundo sin necesidad de ningún artificio. Téngase esto en cuenta para la elaboración del montaje y dirección escénicas. Estos personajes son adultos y sin embargo conservan cierta gracia adolescente, aunque un tanto marchita. Son, en último término, figuras de un museo en ruinas.

   

Escenario: un sótano o el último cuarto-desván. Una mesa, tres sillas, alfombras raídas, cortinas sucias con grandes parches de telas floreadas, floreros, una campanilla, un cuchillo y algunos objetos ya en desuso, arrinconados, junto a la escoba y el plumero. Época: cualquiera de los años '50.

 




ArribaAbajoActo I

LALO.-  Cierra esa puerta.  (Golpeándose el pecho. Exaltado, con los ojos muy abiertos.) Un asesino. Un asesino.  (Cae de rodillas.) 

CUCA.-    (A BEBA.)  ¿Y eso?

BEBA.-   (Indiferente. Observando a LALO.) La representación ha empezado.

CUCA.-  ¿Otra vez?

BEBA.-   (Molesta.)   Mira que tú eres... ¡Ni que esto fuera algo nuevo!

CUCA.-  No te agites, por favor.

BEBA.-  Tú estás en Babia.

CUCA.-  Papá y mamá no se han ido todavía.

BEBA.-  ¿Y eso qué importa?

LALO.-  Yo los maté  (Se ríe. Luego extiende los brazos hacia el público en ademán solemne.)  ¿No estás viendo ahí los ataúdes? Los cirios, las flores... Hemos llenado la sala de gladiolos. Las flores que más le gustaban a mamá.  (Pausa.)  No se pueden quejar. Después de muertos los hemos complacido. Yo mismo he vestido esos cuerpos rígidos, viscosos..., y he cavado con estas manos un hueco bien profundo. Tierra, venga tierra.  (Rápido. Se levanta.)  Todavía no han descubierto el crimen.  (Sonríe a CUCA. Le acaricia la barbilla.)  Comprendo: te asustas.  (Se aparta.) Contigo es imposible.

CUCA.-   (Sacudiendo los muebles con el plumero.)   No estoy para esas boberías.

LALO.-  ¿Cómo? ¿Consideras un crimen una bobería? ¡Qué sangre fría la tuya, hermanita! ¿Es cierto que piensas así?

CUCA.-   (Convencida.)  Sí.

LALO.-  ¿Entonces qué es para ti importante?

CUCA.-  Ayúdame, chico. Hay que arreglar esta casa. Este cuarto es un asco. Cucarachas, ratones, polillas ciempiés..., el copón divino.  (Quita un cenicero de la silla y lo sitúa sobre la mesa.)  

LALO.-  ¿Y tú crees que sacudiendo con un plumero vas a lograr mucho?

CUCA.-  Algo es algo.

LALO.-   (Autoritario.)  Vuelve a poner el cenicero en su sitio.

CUCA.-  El cenicero debe estar en la mesa y no en la silla.

LALO.-  Haz lo que te digo.

CUCA.-  No empieces, Lalo.

LALO.-   (Coge el cenicero y lo coloca en la silla.) Yo sé lo que hago.  (Apuña el florero y lo instala en el suelo.) En esta casa el cenicero debe estar encima de una silla y el florero en el suelo.

CUCA.-  ¿Y las sillas?

LALO.-  Encima de las mesas.

CUCA.-  ¿Y nosotros?

LALO.-  Flotamos con los pies hacia arriba y la cabeza hacia abajo.

CUCA.-   (Molesta.) Eso me luce fantástico. ¿Por qué no lo hacemos? Estás inventando una maravilla. Quien te oiga, ¡qué pensará! (En otro tono.)  Lalo, si sigues fastidiando, tendremos problemas...Vete. Déjame tranquila. Yo haré lo que pueda hacer y se acabó.

LALO.-   (Con intención.) ¿No quieres que te ayude?

CUCA.-  No le busques más los cinco pies al gato.

LALO.-  No te inmiscuyas en mis cosas. El cenicero, ahí. El florero, aquí. Despreocúpate... Eres tú quien trata de imponerse; no yo.

CUCA.-  ¡Ah, sí! ¡Qué lindo! ¿Ahorita soy yo la que me impongo? ¡Vaya, hombre! ¡Esto no tiene precio! ¿Que yo...! ¡Lalo, no sigas! El orden es el orden.

LALO.-  No hay peor sordo que el que no quiere oír.

CUCA.-  ¿Qué dices?

LALO.-  Lo que oíste.

CUCA.-  Pues, chico, no entiendo. Ésa es la pura verdad. No sé lo que te traes entre manos. Todo eso me parece sin pies ni cabeza. En fin, que me hago un lío tremendo y entonces soy incapaz de hacer ni decir... Además, es terrible, si es como me lo figuro. A nada bueno nos puede conducir.

LALO.-  ¿Otra vez el miedo? En el mundo, métetelo en esa cabeza de chorlito que tienes, para vivir tendrás que hacer muchas cosas y entre ellas olvidar que existe el miedo.

CUCA.-  ¡Como si eso fuera tan fácil! Uno es decir y otro vivir.

LALO.-  Pues intenta que lo que digas esté de acuerdo con lo que vivas.

CUCA.-  No me atosigues. Déjate de sermones, que eso no te sienta bien.  (Sacudiendo una silla.) Mira cómo está esta silla, Lalo. ¡Quién sabe cuánto tiempo hace que no se limpia! Hasta telarañas, qué horror.

LALO.-  Qué barbaridad. (Arrimándose a ella cautelosamente, sarcástico.)   Los otros días me dije: «Debemos limpiar»; pero, después nos entretuvimos en no sé qué y..., fíjate, fíjate ahí...  (Pausa. Otro tono.)  ¿Por qué no pruebas?

CUCA.-   (Casi de rodillas junto a la silla, limpiándola.) No me impliques en eso.

LALO.-  Arriésgate.

CUCA.-  No insistas.

LALO.-  Un ratico.

CUCA.-  Yo no sirvo.

 

(BEBA, que estaba en el fondo, limpiando con un trapo algunos muebles viejos y cacharros de cocina, avanza hacia el primer plano con una sonrisa hermética. Sus gestos recuerdan por momentos a LALO.)

 

BEBA.-  Veo esos cadáveres y pienso que sueño. Un espectáculo digno de verse. Se me ponen los pelos de punta. No quiero pensar. Jamás me he sentido tan dichosa. Míralos. Vuelan, se disgregan.

LALO.-   (Como un gran señor.) ¿Han llegado los invitados?

BEBA.-  Subían las escaleras.

LALO.-  ¿Quiénes?

BEBA.-  Margarita y el viejo Pantaleón.

 

(CUCA no abandona su labor; aunque, a veces, se queda abstraída contemplándolos.)

 

LALO.-   (Con desprecio.) No me gusta esa gente.  (En otro tono.)  ¿Quién les avisó?

BEBA.-  ¡Qué sé yo!... ¡No me mires así! Te juro que no he sido yo.

LALO.-  Entonces, fue ella.  (Señala a CUCA.) Ella.

CUCA.-   (Limpiando todavía el mueble.) ¿Yo?

LALO.-  Tú, sí. Mosquita muerta.

BEBA.-  A lo mejor fueron ellos los que decidieron venir.

LALO.-   (A BEBA.)  No trates de defenderla.  (A CUCA, que se levanta y se limpia el sudor de la frente con el brazo derecho.)  Tú siempre espiándonos.  (Comienza a girar en torno a CUCA.)  Asegurándote de nuestros pasos, de lo que hacemos, de lo que decimos, de los que pensamos. Ocultándote detrás de las cortinas, las puertas y las ventanas...  (Con una sonrisa despectiva.)  La niña mimada, la consentida, trata de investigar.  (Entre carcajadas.)  Dos y dos son cuatro. Sherlock Holmes enciende su pipa lógica. (En un exabrupto.)  Qué basura...  (Suave, como un gato en acecho.)  Nunca estás conforme. ¿En qué andas...? ¡Cuéntamelo!

CUCA.-   (Llena de miedo, no sabe cómo entrar en el juego.) Yo, Lalo, yo, al fin y al cabo...  (Bruscamente.) No la cojas conmigo.

LALO.-  ¿Qué buscas, entonces? ¿Por qué te mezclas a esa gente miserable?

CUCA.-   (Con los ojos llenos de lágrimas.) Si quieres que te demuestre que yo no tenía ninguna intención...

LALO.-  Eso es lo que no te perdono.

CUCA.-   (Tratando de seguir en el juego. Con cierta soberbia.)  Son mis amigos.

LALO.-   (Con furioso desdén.)  Tus amigos. Me das lástima.  (Con una sonrisa triunfal.)  No creas que me engañas. Es estúpido. Haces el ridículo. Te opones y pretendes esconderte lo mismo que la gatica de María Ramos.  (Cínico.)  Ya sé que te falta valor para enfrentar las cosas como son...  (Pausa. Otro tono.)  Si eres nuestra enemiga, enseña tus dientes: muerde. Rebélate.

CUCA.-   (Fuera de juego.)   No sigas.

LALO.-  Hazlo.

CUCA.-  Me sacas de quicio.

LALO.-  Ten coraje.

CUCA.-    (Sofocada.) Perdóname, te lo suplico.

LALO.-   (Imperativo.) ¡Lánzate!

BEBA.-   (A LALO.) No la atormentes.

LALO.-   (A CUCA.)  Dame tu rostro.

CUCA.-  Me da vueltas la cabeza.

LALO.-  Ponte frente a frente.

CUCA.-  No puedo.

BEBA.-   (A LALO.) Déjala un rato.

CUCA.-   (Sollozando.)  No tengo la culpa. Soy así. No puedo cambiar. Ojalá pudiera.

LALO.-   (Molesto.)  ¡Qué comebolas eres!

BEBA.-   (A CUCA.)  Ven, chiquilina...  (La aparta y la acompaña hasta una silla.)  Sécate esas lágrimas. ¿No te da vergüenza? Él está en lo cierto y tu atrevimiento es culpable.  (Pausa. Le alisa los cabellos con las manos.)  A ver...  (Muy amable.)  No pongas esa cara. Sonríete, chica.  (Maternal.)  No debiste haberlo hecho; pero si te decidiste, entonces hay que llegar hasta lo último.  (En tono chistoso.)  Esa naricita coloradita parece un tomatico.  (Dándole un golpecito a la nariz con el índice de la mano derecha.)  Bobita, qué bobota eres.  (Se sonríe.)  

CUCA.-   (Aferrándose a BEBA.)  No quiero verlo.

BEBA.-  Cálmate.

CUCA.-  No quiero oírlo.

BEBA.-  Él no se come a nadie.

CUCA.-  El corazón... Óyelo, va a estallar.

BEBA.-  Bah, no seas niña.

CUCA.-  Te lo juro, hermanita.

BEBA.-  ¡Acostúmbrate...!

CUCA.-  Quisiera echar a correr.

BEBA.-  Eso pasa al principio.

CUCA.-  No lo soporto.

BEBA.-  Después resulta fácil.

CUCA.-  El muy nauseabundo.

LALO.-   (Con un caldero en las manos, haciendo una invocación.) Oh, Afrodita, enciende esta noche de vituperios.

CUCA.-   (A BEBA, angustiada.)  Ha empezado de nuevo.

BEBA.-   (A CUCA. Conciliadora.)  No le hagas caso.

CUCA.-  Lo escupiría, lo...

BEBA.-  No lo pinches, que salta.

LALO.-   (Como un emperador romano.)  Oh, asistidme; muero de hastío.

 

(CUCA, incapaz de ponerse al mismo nivel de LALO, lo repudia en tono de burla.)

 

CUCA.-  Qué hazaña más extraordinaria. Es igualito que el tío Chicho. ¡Suma y sigue, hermana!  (Con odio. A LALO.) Eres un monstruo.

LALO.-   (Como un señor muy circunspecto.) Mientras los dioses callan, el pueblo chilla.  (Tira el caldero hacia el fondo.) 

CUCA.-   (Como la madre. En tono de sarcasmo.)  Tira, rompe, que tú no eres quien paga.

LALO.-    (Con una sonrisa. Hacia la puerta.)  ¡Oh, qué sorpresa!

BEBA.-   (A CUCA.) ¿Te sientes mejor?

 

(CUCA mueve la cabeza afirmativamente.)

 

LALO.-   (Saludando a unos personajes imaginarios.)  Pasen, pasen...  (Mímica de estrechar las manos.)  Oh, qué tal... ¿Cómo está usted?

BEBA.-    (A CUCA.) ¿Te decides?

 

(CUCA asiente con una mueca.)

 

LALO.-    (A BEBA.) Están ahí.

BEBA.-    (A LALO.) Déjalos, ya se irán.

LALO.-    (A BEBA.) Han llegado a pasmarnos.

CUCA.-   (A los personajes imaginarios.) Qué alegría, Margarita.

LALO.-   (A CUCA.) Vienen a olfatear la sangre.

BEBA.-   (A los personajes imaginarios.) ¿Cómo están ustedes?

CUCA.-    (A LALO.) Tú siempre con tu mala intención.

BEBA.-   (A CUCA. Como la madre.) No enciendas la candelita.  (A los personajes imaginarios.)  El asma es una enfermedad pirotécnica. Seguramente continúa haciendo estragos.

LALO.-   (A CUCA.)  Esto no te lo perdonaré.

CUCA.-   (Fingiendo que presta atención a lo que hablan los personajes imaginarios. Con una sonrisa malvada a LALO.) Ojo por ojo y diente por diente.

BEBA.-   (Como la madre. A LALO.) Disimula, muchacho.

LALO.-   (A BEBA.) Es un insulto.  (En otro tono. Con una sonrisa hipócrita a los personajes imaginarios.)  ¿Y usted, Pantaleón? Hacía tiempo que no lo veía. Estaba perdido.

BEBA.-   (Acosando a los personajes imaginarios.)  ¿Cómo anda de la orina? A mí me dijeron los otros días...

CUCA.-   (Acosando a los personajes imaginarios.)  ¿Funciona su vejiga?

BEBA.-   (Asombrada.) ¿Cómo? ¿Todavía no se ha operado el esfínter?

CUCA.-    (Escandalizada.) Oh, pero, ¿es así? ¿Y la hernia?

LALO.-   (Con una sonrisa hipócrita.) Usted, Margarita, se ve de lo mejor. ¿Le ha crecido el fibroma?  (A BEBA.)  Atiéndelos tú.

BEBA.-    (A LALO.)  Qué decirles. Se me agotó el repertorio.

LALO.-   (Secreteando. Empujándola.) Cualquier bobada. De todas formas quedarás mal.  (Va hacia el fondo.) 

BEBA.-   (Mira a LALO, angustiada. Pausa. Inmediatamente después se entrega a la comedia de los fingimientos.) Qué linda está usted. Opino que la primavera le da..., un aire especial, una fuerza, vaya usted a saber... Hace una calor y un fogaje. Estoy entripada.   (Se ríe.) Ay, Pantaleón, qué sinvergüencita. Un villanazo. Sí, no se haga el chivo loco. La verruga se le ha puesto de lo más hermosa.

LALO.-    (Como Pantaleón.) No exagere, que no le creo. Los años, mi hijita, lo van a uno deteriorando y acaban por hacerlo un trapo, que es lo peor del caso.  (Se ríe, malicioso.) Si tú me hubieras conocido en mi juventud, cuando las vacas gordas... Ay, si aquella época resucitara... Pero qué va, pido la luna.  (Otro tono.)  Hoy tengo un dolorcito clavado aquí...  (Señala hacia la región abdominal.) Mismitico que una punzadita, la punta de un alfiler...  (Suspira.)  Estoy viejo, hecho un carcamal.  (En un tono especial.)  Y esto día tras día, peor. Los hijos no respetan ni perdonan.

BEBA.-   (Como Margarita, molesta.) No diga eso, hombre. Qué socotroco. (Secreteando.)  ¿Cómo vas a nombrar la soga en la casa del ahorcado?  (Sonriente.)  ¿Qué pensarán estos muchachos tan lindos y tan simpáticos?  (A CUCA.)  Ven acá, muñeca. ¿Por qué te escondes? ¿A quién le tienes miedo? ¿Quién es el coco?  

(CUCA no se mueve.)

  ¿Soy acaso una vieja muy fea?... No te pongas majadera, linda. Dime, ¿y tus papitos? ¿Dónde está tu mamita?

LALO.-   (Saltando de la silla. Violento, al público.) Ya lo ven, ¿No lo dije? A eso vinieron. Los conozco. No me equivoco.  (A CUCA. Acusador.)  Son tus amigos. Sácalos en seguida. Quieren averiguar...  (Gritando.)  Que se vayan al diablo, ¿me oyes?, y sanseacabó.

 

(CUCA se mueve, gesticula para pronunciar una frase y no se atreve o no puede.)

 

BEBA.-   (Como Margarita. A CUCA.)  No me iré tan pronto. Hemos venido a hacer la visita de costumbre. La debíamos desde el mes ante pasado. Además, estoy tan desmejorada, Tu madre debe de tener algunas hojitas de llantén que me regale y un trocito de palo santo.

LALO.-   (Frenético.) Diles que se vayan, Cuca. Que se vayan al carajo. (Empuñando un látigo ilusorio, amenazándolos.)  Fuera, fuera de aquí. A la calle.

CUCA.-   (A LALO.)  No seas grosero.

BEBA.-    (Como Margarita. Dando gritos ahogados de rebeldía.) Nos atropellan. Esto es una infamia, hijos de Belcebú.

CUCA.-   (A LALO. Dueña de la situación.)  Tú, por lo visto, pierdes los estribos muy fácilmente.

BEBA.-    (A los personajes imaginarios.)  Les ruego que lo disculpen.

CUCA.-    (A LALO.) Ellos no te han hecho nada.

BEBA.-   (A los personajes imaginarios.) Tiene los nervios muy alterados.

CUCA.-   (A LALO.)  Eres un inconsciente.

BEBA.-    (A los personajes imaginarios.) El doctor Mendieta le ha mandado mucho reposo.

CUCA.-   (A LALO.) Que falta de tacto, de educación y de todo.

BEBA.-   (A los personajes imaginarios.) Es un ataque inesperado.

CUCA.-   (A LALO, que disimula su risa.)  Esto no tiene perdón de Dios.

BEBA.-   (A los personajes imaginarios.) Adiós, Margarita. Buenas noches, Pantaleón. No se olvide. Mamá y papá fueron a Camagüey y no sabemos cuando... Esperamos que vuelvan pronto. Adiosito.  (Les tira un beso con fingida ternura. Pausa. A LALO.)  ¡Qué mal rato me has hecho pasar!  (Se sienta al fondo y comienza a lustrar unos zapatos.)  

CUCA.-   (Sutilmente amenazadora.) Cuando mamá lo sepa...

LALO.-   (En un exabrupto.) Ve a decírselo, anda. (Llamando.)  Mamá, papá.  (Ríe.) Mamita, papito.   (Desafiante.) No te demores. Sóplaselo en los oídos. Indudablemente te lo agradecerán. Apúrate, corre.  (Toma por un brazo a CUCA y la lleva hasta la puerta. Vuelve hacia el primer plano.)  Eres una calamidad. Nunca te decides a fondo. Quieres y no quieres. Eres y no eres. ¿Crees que con esto basta? Siempre hay que jugársela. No importa ganar o perder.  (Cínico.) Pero tú te contentas con ir al seguro. El camino más fácil. (Pausa.)  Y ahí está el peligro. Porque en ese estira y encoge, te quedas en el aire, sin saber qué hacer, sin saber lo que eres y, lo que es peor, sin saber lo que quieres.

CUCA.-   (Con calma.) No te des tantos golpes de pecho.

LALO.-  Por mucho que lo intentes no podrás salvarte.

CUCA.-  Tú tampoco podrás.

LALO.-  No serás tú quien me detenga.

CUCA.-  Cada día que pasa te irás poniendo más viejo..., y aquí, aquí, encerrado entre telarañas y polvo.  (Con una sonrisa malvada.)  Lo sé, lo veo, lo respiro.

LALO.-  Sí, ¿y qué?

CUCA.-  Hacia abajo, hacia abajo.

LALO.-  Eso es lo que tú deseas.

CUCA.-  No me hagas reír.

LALO.-  Es la verdad.

CUCA.-  ¡Jeringa, y acepta las consecuencias...!

LALO.-  Al fin saltó el gallito de pelea.

CUCA.-  Digo lo que pienso.

LALO.-  Tú no te das cuenta que lo que yo propongo es simplemente la única solución que tenemos.  (Agarra una silla y la agita en el aire.)  Esta silla, yo quiero que esté aquí. (De golpe pone la silla en un sitio determinado.)  Y no aquí.  (De una vez coloca la misma silla en otro lugar.) Porque aquí  (Velozmente vuelve a instalarla en el primer sitio.) me es útil: puedo sentarme mejor y más rápido. Y aquí  (Sitúa la silla en la segunda posición.)  es sólo un capricho, una sonsera y no funciona...  (Acomoda la silla en la primera posición.)  Papá y mamá no lo consienten. Creen que está fuera de lógica. Se empeñan en que todo permanezca inmóvil, que nada se mueva de su sitio... Y eso es imposible; porque tú, Beba y yo...  (En un grito.)  Es intolerable.   (Persuasivo.) Además se imaginan que digo y hago disparates, lo que ellos estiman disparates, por contradecirlos, por oponerme, por humillarlos...

CUCA.-  En una casa, los muebles...

LALO.-    (Enérgico.) Eso es una excusa. ¿Qué vale esta casa, qué valen estos muebles, si nosotros simplemente vamos y venimos por ella y entre ellos igual que un cenicero, un florero o un cuchillo flotante?  (A CUCA.)  ¿Eres tú acaso un florero? ¿Te gustaría descubrir que hasta la fecha eres realmente eso? ¿O que como eso te han estado tratando buena parte de tu vida? ¿Soy yo acaso un cuchillo? Y tú, Beba, ¿te conformas con ser un cenicero? No, es estúpido.  (Con ritmo mecánico.)  Ponte aquí. Ponte allá. Haz esto. Haz lo otro. Haz lo de más allá.  (Otro tono.)  Yo quiero mi vida: estos días, estas horas, estos minutos..., para decir y hacer lo que deseo o siento. Sin embargo, tengo las manos atadas. Tengo los pies atados. Tengo los ojos vendados. Esta casa es mi mundo. Y esta casa se pone vieja, sucia y huele mal. Mamá y papá son los culpables. Me da pena, una profunda pena. Y lo más terrible, no se detienen un segundo a pensar si debiera de ser de otro modo. Ni tú tampoco. Y Beba mucho menos... Si Beba juega, es porque no puede hacer otra cosa.

CUCA.-  Pero, ¿por qué te ensañas con papá y mamá? ¿Por qué les echas la culpa?

LALO.-  Porque ellos me hicieron un inútil.

CUCA.-  ¡Cuentos de caminos!

LALO.-  ¿Para qué voy a mentir?

CUCA.-  Tratas de encubrirte.

LALO.-  Trato de ser honesto.

CUCA.-  Eso no te da derecho a exigir tanto. Tú también te las traías. ¿Recuerdas cuáles eran tus juegos? Destruías nuestras muñecas; inventabas locuras; querías que nosotras fuéramos tu sombra, o algo peor, igual que tú.

LALO.-  Era una manera de liberarme del peso que me imponían.

CUCA.-  No puedes negar que siempre se han ocupado, que siempre te han querido.

LALO.-  Detesto que me quieran de esa forma. He sido cualquier tareco para ellos, menos un ser de carne y hueso.

 

(BEBA, desde el fondo, limpiando los zapatos, imita al padre.)

 

BEBA.-   (Como el padre.)  Lalo, desde hoy limpiarás los pisos. Zurcirás la ropa. Te advierto que tengas mucho cuidado con ella. Tu madre está enferma y alguien tiene que hacerlo.  (Va hacia el fondo y prosigue lustrando los zapatos.)  

CUCA.-  Mamá y papá te lo han dado todo...

LALO.-   (A CUCA.)  ¿A costa de qué...?

CUCA.-  Pero, tú, deliras... Recuerda, Lalo, lo que ganaba papá. Noventa pesos. ¿Qué más querías que te dieran?

LALO.-  ¿Por qué me dijeron desde el principio: «No vayas con Fulanito al colegio»; «No salgas con Menganito», «Perensejo no te conviene»? ¿Por qué me hicieron creer que yo era mejor que Zutano? Mamá y papá piensan que si nosotros tenemos un cuarto, cama y comida, ya es suficiente; y, por tanto, tenemos que estar agradecidos. Han repetido mil veces hasta cansarme que muy pocos padres hacen lo que ellos, que sólo los niños ricos pueden darse la vida que nosotros nos damos.

CUCA.-  Compréndelos... Ellos son así... Después había que sacudirse.

LALO.-  Yo no pude. Creí demasiado en ellos.  (Pausa.)  ¿Y mis deseos? ¿Y mis aspiraciones?

CUCA.-  Desde chiquito quisiste salirte siempre con la tuya.

LALO.-  Desde chiquito, desde que era así, me dijeron «Tienes que hacer esto»; y si lo hacía mal: «¿Qué se puede esperar de ti?» Y entonces vengan golpes y castigos.

CUCA.-  Todos los padres hacen lo mismo. Eso no significa que tú tengas que virar la casa al revés.

LALO.-  Sueño que lo que haga tenga un sentido verdadero, que tú, Beba, y yo podamos decir: «Hago esto»; y lo hagamos. Si queda mal: «Es una lástima. Trataré de hacerlo mejor». Si queda bien: «Pues, ¡magnífico! A otra cosa, mariposa». Y hacer y rectificar y no estar sujeto a imposiciones ni pensar que tengo la vida prestada, que no tengo derecho a ella. ¿No se te ha ocurrido nunca lo que significa que tú puedas pensar, decidir y hacer por tu propia cuenta?

CUCA.-  Nosotros no podemos...

LALO.-   (Violento.) No podemos. No podemos. ¿Vas endilgarme el cuento que me metieron por los ojos y los oídos hace un millón de años?

CUCA.-  Mamá y papá tienen razón.

LALO.-  Yo también la tengo. La mía es tan mía y tan respetable como la de ellos.

CUCA.-  ¿Te rebelas?

LALO.-  Sí.

CUCA.-  ¿Contra ellos?

LALO.-  Contra todo.

 

(En ese instante vuelve BEBA a recrear la aparición del padre. Estas intervenciones serán aprovechadas al máximo desde el punto de vista plástico.)

 

BEBA.-   (Como el padre.) Lalo, lavarás y plancharás. Es un acuerdo que hemos tomado tu madre y yo. Ahí están las sábanas, las cortinas, los manteles y los pantalones de trabajo... Limpiarás los orinales. Comerás en un rincón de la cocina. Aprenderás; juro que aprenderás. ¿Me has oído?  (Vuelve hacia el fondo.) 

CUCA.-  ¿Por qué no te vas de la casa?

LALO.-  ¿A dónde diablos me voy a meter?

CUCA.-  Deberías probar.

LALO.-  Ya lo he hecho. ¿No te acuerdas? Siempre he tenido que regresar con el rabo entre las piernas.

CUCA.-  Prueba otra vez.

LALO.-  No... Reconozco que no sé moverme en la calle; me confundo, me pierdo... Además, ignoro lo que me pasa, es como si me esfumara. Ellos no me enseñaron; al contrario, me confundieron...

CUCA.-  Entonces, ¿cómo disponer, gobernar, si tú mismo confiesas...?

LALO.-  Lo que conozco es esto; a esto me resigno.

CUCA.-  Te aferras...

LALO.-  Me impongo.

CUCA.-  Estás dispuesto, por lo tanto, a insistir...

LALO.-  Cuantas veces sea necesario.

CUCA.-  ¿Y llegar hasta lo último?

LALO.-  Es mi única salida.

CUCA.-  Pero, ¿Y la justicia no va meter las narices en esto? ¿Y tú solo vas a poder contra ella?

LALO.-  Tal vez; aunque quizás...

CUCA.-  ¿De qué manera?

LALO.-  Espera y verás.

CUCA.-  Pues yo no te apoyo. ¿Me entiendes? Los defenderé a capa y espada, si es necesario. A mí no me interesa nada de eso. Yo acepto lo que mamá y papá dispongan. Ellos no se meten conmigo. Me dan lo que se me antoja..., hasta pajaritos volando. Allá tú, que eres el cabeciduro. Bien dice papá que eres idéntico a los gatos, que cierras los ojos para no ver la comida que te dan. (Da unos pasos.)  Apártate. Jamás participaré en tu juego.  (A BEBA.)  Y tú no cuentes tampoco.  (Otro tono.)  Ay, líbrame, Dios mío, de esa voracidad.  (Pausa.)  Ellos son viejos y saben más que yo de la vida... Lo considero una vejación, una humillación. Ellos han luchado, se han sacrificado; merecen nuestro respeto al menos. Si esta casa anda mal, es porque tenía que ser así... No, yo no puedo oponerme.

LALO.-   (Divertido. Aplaudiendo.)  Bravo, estupenda escenita.

BEBA.-   (Divertida. Aplaudiendo.)  Merece un premio.

LALO.-  A inventarlo.

BEBA.-  La niña promete.

LALO.-  Pero es una imbécil.

BEBA.-  Es sensacional.

LALO.-  Es una idiota.

BEBA.-  Es una santa.

 

(Aplauden rabiosamente y en tono de burla.)

 

CUCA.-  Búrlense. Ya llegará mi hora, y no tendré piedad.

LALO.-  ¿Conque esas tenemos?

CUCA.-  Haré lo que me dé la gana.

LALO.-  Haz la prueba.

CUCA.-  Tú no me mandas.   (Da unos pasos atrás, alejándose.) 

LALO.-   (Sarcástico.) Estás cogiendo miedo.  (Ríe.) 

CUCA.-   (Furiosa.) Tengo manos, uñas, dientes.

LALO.-   (Agresivo, retador.) Ahora soy yo el que manda.

CUCA.-  No te acerques.

LALO.-  Harás lo que yo diga.  (La agarra por un brazo y comienzan a forcejear.) 

CUCA.-   (Furiosa.) Suéltame.

LALO.-  ¿Me obedecerás?

CUCA.-  Abusador.

LALO.-  Harás lo que se me antoje.

CUCA.-  Me haces daño.

LALO.-  ¿Sí o no?

CUCA.-  Te aprovechas...  (Totalmente vencida.)  Sí, haré lo que mandes.

LALO.-  Rápido. Levántate.

CUCA.-   (A BEBA.) Ayúdame.

 

(BEBA da unos pasos aproximándose a CUCA. LALO en un gesto la detiene. CUCA hace un simulacro de que no puede levantarse.)

 

LALO.-  Que se levante ella sola.

BEBA.-   (A LALO.)  Perdónala.

LALO.-   (En un grito.) No te metas.

BEBA.-   (Desesperada.)  Ay, gritos y más gritos. No puedo más. Vine aquí a ayudarlos o a divertirme. Porque no sé qué hacer... Vueltas y más vueltas... Igualita que un trompo; y esos gritos de los mil demonios por cualquier guanajería: por un vaso de agua, por un jabón que se cayó al suelo, por una toalla sucia, por un cenicero roto, porque va a faltar el agua, porque no hay tomates... No me explico cómo pueden vivir de este modo... ¿Por ventura no hay cosas más importantes? Y yo me pregunto: ¿Para qué existen las nubes, los árboles, la lluvia, los animales? ¿No debemos detenernos un día en todo eso? Y corro y me acerco a la ventana... Pero mamá y papá siguen gritando: «Esa ventana, el polvo, el hollín... ¿Qué estará pensando esa niña? Entra, que vas a coger un catarro». Si voy a la sala y enciendo el radio: «Están gastando mucha corriente y el mes pasado y el antes pasado se gastó tanto y no se puede continuar en ese tren. Apaga eso. Ese ruido me atormenta». Si me pongo a cantar esa cancioncita que has improvisado últimamente: «La sala no es la sala», entonces arde la casa, es un hormiguero revuelto y sigue la gritería, mamá y papá contra Lalo, Lalo contra mamá, mamá contra Lalo, Lalo contra papá, papá contra Lalo y yo en el medio. Al fin vengo y me meto aquí... Pero ustedes en su pugilato se eternizan discutiendo, como si esta casa se pudiera arreglar con palabras, y terminan fajándose también. Ay, no aguanto más.  (Decidida.) Me voy.  

(LALO la sujeta por un brazo.)

  Déjame. Sorda, ciega. Muerta.

LALO.-   (Con ternura, aunque firme.)  No digas eso.

BEBA.-  Es lo que deseo.

LALO.-  Si me ayudaras, quizás podríamos salvarnos.

BEBA.-   (Lo mira repentinamente alucinada.)  ¿Qué estás diciendo?  (Se aferra a sus brazos.) Sí, hoy podemos.

 

(Inmediatamente, LALO empuña dos cuchillos. Observa el filo y los frota entre sí.)

 

BEBA.-   (A LALO.) ¿Vas a repetir la historia?

CUCA.-  Por favor, no sigan.

 

(BEBA se mueve en los diferentes planos de escenario. Cada personaje exige una posición distinta.)

 

BEBA.-   (Como una vecina chismosa.) ¿Ya lo sabes, Cacha? La noticia apareció en el periódico. Sí, hija. Pero la vieja Margarita, la de la esquina, y el Pantaleón, el tuerto, lo vieron todo, con pelos y señales, y me contaron.

LALO.-   (Frotando los dos cuchillos.) Ric-rac, ric-rac, ric-rac, ric-rac, ric-rac, ric-rac.

BEBA.-   (Como un comerciante español, borracho.)  El viejo Pantaleón y Margarita lo saben de a a zeta... Hay que joderse. Qué clase de hijos vienen al mundo. Aseguran que estaban en un limbo... ¡El acabose, el Apocalipsis!, lo digo yo. Ya lo afirma el refrán: «Cría cuervos...»  (Se ríe.)  ¿Ha visto la fotografía en primera plana?

LALO.-   (Frotando los dos cuchillos.)  Ric-rac, ric-rac, ric-rac, ric-rac, ric-rac, ric-rac.

BEBA.-   (Como Margarita, hablando con sus amigas.)  Nosotros fuimos a eso de las nueve, o de las nueve y media... La hora de las visitas... Pues bien, hija..., yo desde que entré me dije: «Pá su escopeta. Aquí pasa algo raro». Tú sabes como yo soy. Tengo un olfato, y una vista... Y efectivamente... Qué espectáculo, niña.  (Horrorizada.) Qué manera de haber sangre. Era de anjá. Mira, me erizo de pies a cabeza... Un descalabro, mi amiga, porque si uno pudiera... Cavilo y cavilo, y me rompo la crisma... Figúrate, qué situación... Porque uno a las claras..., impotente..., y es horrible, vieja... Y después un reguero, un... Creo que había una jeringuillas... ¿No es verdad, Pantaleón? Y pastillas y ámpulas... Esos muchachos son de mala sangre, y le viene de atrás... Ay, Consolación, pregúntale a Angelita lo que ella vio hace una semana... Un estropicio. Y unos padres tan generosos, tan abnegados. Pero él, ese Lalo, el cabecilla. No cabe la menor duda. Él, y nadie más que él... Ah, si vieras el cuchillo. Qué cuchillo. Un matavaca, ángel del cielo.

LALO.-   (Abstraído en su quehacer.)  Ric-rac, ric-rac, ric-rac, ric-rac, ric-rac, ric-rac.

BEBA.-   (Como Pantaleón.) Yo se lo dije a Margarita: «Mujer, contención». Y en seguida empezó a menear la cuchareta de que si los hijos, de que si estos tiempos eran malos... Usted asimile cómo es ella. La sin hueso que no para un minuto. Ellos... No, ellos no. Él, Lalo... Aunque a veces me inclino a pensar que, bueno, válgame Dios, quién fue... Pero, yo..., casi lo afirmaría... Porque las muchachitas..., me luce que no... Si tú hubieras visto, mi socio, la cara que puso Lalo... Era increíble. Una furia... Sí, un energúmeno... Poco faltó para que nos entrara a golpes. Y yo, con mi artritis..., y mis... Pero, tomando el hilo del asunto, eso sí que no. Él, haga lo que haga, a mí me tiene sin cuidado, allá con su conciencia... Ahoritica, meterse con nosotros..., Dios lo libre. El muy sinvergüenza, el muy degenerado... Ah, si llegas a ver el charco de sangre..., y el olor... ¡Qué raro es todo!  (Risita histérica.)  Aquello... Horrible, sí..., horrible es la palabra. Nosotros debemos manifestarnos.  (Grandilocuente.)  Protestamos contra ese hijo desnaturalizado.  (Otro tono.)  ¿Qué le parece?

LALO.-   (En su extraño quehacer.) Ric-rac, ric-rac, ric-rac, ric-rac, ric-rac, ric-rac.

 

(LALO ha seguido frotando los cuchillos. Este acto, aparentemente simple, crea, acompañado de los sonidos emitidos por el propio LALO, un clímax delirante. CUCA se transforma en un vendedor de periódicos. BEBA va hacia el fondo.)

 

CUCA.-   (Gritando.) Avance. Última noticia. El asesinato de la calle Apodaca. Cómprelo, señora. No se lo pierda, señorita. Un hijo de treinta años mata a sus padres. ¡Corrió la sangre en grande!... El suplemento con las fotografías.  (Casi cantando.) Les sopló a los viejos cuarenta puñaladas. Cómprelo. Última noticia. Vea las fotos de los padres inocentes. No deje de leerlo, señora. Es espantoso, caballero. Avance. (Va hacia el fondo.)  Última noticia.  (Lejano.)  Tremendo tasajeo...

LALO.-   (En su labor.) Ric-rac, ric-rac, ric-rac, ric-rac, ric-rac, ric-rac.

 

(Pausa. BEBA desde el fondo se dirige hacia el primer plano.)

 

BEBA.-   (Como el padre.) Lalo, ¿qué has estado haciendo? ¿Y esa cara? ¿Por qué me miras así? Dime, ¿con quién anduviste? ¿Y esos cuchillos? Responde. ¿Te has tragado la lengua? ¿Por qué has llegado tarde?

LALO.-   (Como un adolescente.) Papá, unos amigos...

BEBA.-   (Como el padre.)  Dame acá.   (Le arrebata violentamente los cuchillos.) Siempre con porquerías.  (Probando el filo de un cuchillo.) Corta, ¿eh? ¿Vas a matar a alguien? Dime. No te quedes como un pazjuato. ¿Piensas que te gobiernas? ¿Crees que lo voy a consentir? Tú, a tus anchas, sin pedirme permiso. Te lo he machacado una y mil veces que estas no son horas de andar mataperreando.  (Lo abofetea.)  ¿Cuándo aprenderás a obedecer? ¡Ya ningún tipo de amenaza te detiene! ¿Entrarás por el aro, sí o no?... Y tu madre martirizada, con el corazón en la boca. ¿Pretendes matarnos de sufrimientos? ¿Qué te propones?... ¡Y conmigo, ninguna consideración! ¡No hagas muecas!  (Lo empuja hacia una silla.) ¡Siéntate! ¡El cuarto oscuro te aguarda!

 

(LALO gesticula.)

 

No me contestes. ¡Esta falta de respeto! Yo, que te lo he dado todo. Mal hijo. Mala entraña. Yo, que me he privado... Y tu madre que me echa en cara que salgo con los amigos y con las compañeras de trabajo. Más de un negocio me ha salido mal por ti, por ustedes... ¿No ves que he renunciado, que he...? Treinta años... Treinta años detrás de un buró, en el Ministerio, comiéndome los hígados y pasando un millón de necesidades, y los jefes a la bartola y sacándome el quilo. No tengo un traje presentable ni un par de zapatos de salir..., para que me pagues de esta manera. Treinta años, que no es un jueguito. Treinta años soñando, para que el hijo me salga un vago, un bellaco de siete suelas... Que no trabaja, ni estudia, y que... Dime, ¿qué es lo que intentas? ¿Qué has estado haciendo?

LALO.-   (Tembloroso.) Estuvimos leyendo...

BEBA.-   (Como el padre.) ¿Leyendo, qué?... ¿Cómo leyendo...?

LALO.-   (Cabizbajo.)  Una revista de aventuras, papá.

 

(CUCA avanza desde el fondo con aplomo y malvada intención, hacia el primer plano. BEBA va hacia el fondo.)

 

CUCA.-   (Como la madre.) Revista. Revistas. Revistas. Mentira. Inventa otra. Di la verdad.  

(BEBA, como el padre, se acerca de una manera agresiva a LALO.)

  No, Alberto, no le pegues.

 

(BEBA, como el padre malhumorado, desparece. A LALO, en otro tono.)

 

Me alegro que esto te haya pasado. Me alegro, me alegro.  (Otro tono.)  ¿Dónde está el dinero que tenía escondido en el aparador?  

(Escena muda de LALO.)

  ¿Lo cogiste? ¿Lo gastaste? ¿Lo perdiste?  (Con odio.)  Ladrón. Eres un canalla, un facineroso. (Con lágrimas en los ojos.)  Se lo diré a tu padre. No, no me digas ni pío.  

(Escena muda de LALO.)

  Víbora.  (Otro tono.)  Te matará, si lo sabe.  (Otro tono.)  Ay, Virgen Santísima, ¿qué habré hecho yo para que me castigues así?  (Furiosa.)  Dame el dinero.  

(Escena muda de LALO.)

  Suéltalo o llamo a la policía...  (Registra los bolsillos de LALO, que está totalmente anonadado.)  Ratero. Mil veces ratero. ¡Alberto! ¡Alberto! Debía golpearte. Arrastrarte. Meterte en un reformatorio.

 

(LALO permanece de espaldas al público, impávido.)

 

BEBA.-   (Desde el fondo como una niña.) Mamá, mamita, ¿esto es un elefante?

LALO.-    (Como el padre.) Beba, ven acá, muéstrame las manos.  

(BEBA se desplaza hasta el primer plano. Le extiende las manos.)

  Esas uñas a cortarlas... ¿Cuándo dejarás de ser tan...?  (A CUCA.)  Tráeme unas tijeras, mujer.  

(CUCA se aproxima a LALO y le secretea al oído.)

  ¿Cómo? ¿Qué me cuentas?... ¿Es verídico? ¿Y Lalo...? ¿Dónde se ha metido?  

(CUCA y LALO miran a BEBA insidiosos, conspirativos.)

  ¿Es cierto lo que me dice tu madre? Confiesa, o... ¿Te has levantado el vestido y le has enseñado los pantaloncitos a un montón de bergantes? ¿Será posible?  

(Escena muda de BEBA.)

  ¡Sucia!  

(CUCA, como la madre, se sonríe.)

  Te voy a...

 

(Entre LALO y CUCA acorralan a BEBA.)

 

Serás una cualquiera, pero no mientras yo viva.  (Sacudiéndola por los hombros.)  Óyelo, sangrona. Te voy a matar por puerca.  (Pausa.) ¿Dónde está tu hermano?  (Llamándolo.)  Lalo, Lalo...  (A CUCA.)  ¿Te robó?

BEBA.-    (Saliendo del juego.)  La cabeza me va explotar.

LALO.-   (Imperativo.)  Sigue, muchacha.

CUCA.-   (Mordaz.) Hazle caso al mandamás.

BEBA.-   (Angustiada.)  Aire, un poco de aire.

LALO.-   (A BEBA.) En ese instante sonaba el timbre de la puerta.

 

(BEBA cae derrumbada en una silla.)

 

CUCA.-   (Como la madre.)  ¿Has oído, Alberto?

BEBA.-   (Desesperada.)  Creo que voy a arrojar.

LALO.-   (Indignado.) Ésta lo echa todo a perder.

CUCA.-   (Como la madre.)  Chist. Un momento, muchachos. El timbre de la puerta ha vuelto a sonar.

LALO.-   (Como el padre. Saludando a un personaje imaginario que se asoma por la puerta.)  Entre usted, Angelita. Dichosos los ojos...

CUCA.-   (Como la madre. A BEBA.)  Dime, cariño. Cielito mío, ¿qué te pasa? (Mímica de abnegación y cuidado.)  

LALO.-   (Como el padre. Al personaje imaginario.)  Déjese de cumplidos, Angelita.  (En el tono de su voz hay un acento de cordialidad y espontaneidad convincente.)  Ésta es su casa. Siéntese.

CUCA.-   (Como la madre. A BEBA.) Ponte cómoda, nenita. ¿Necesitas una almohadita?  (Sus palabras denotan gran sinceridad y la gradual pérdida de la paciencia.)  ¿Te molesta esa posición? Échate para atrás.

LALO.-   (Como el padre.)  ¿Y Lalo? ¿Dónde se habrá escondido? Ay, Angelita, no se percata usted de lo que son estos chiquillos. Son tres, pero dan guerra por un batallón.

CUCA.-   (Como la madre. A LALO.) Alberto, yo creo que... (Al personaje imaginario.)  Perdone usted, Angelita, que no la haya atendido...; la niña me figuro está malita del estómago.

LALO.-   (Como el padre.)  ¿Le pusiste el termómetro?

 

(CUCA afirma con la cabeza.)

 

CUCA.-   (Como la madre.) Esto es terrible.

 

(BEBA forcejea con CUCA.)

 

LALO.-   (Al personaje imaginario.) ¿No se lo decía yo a usted hace un segundo? Son peores que los hijos de Mamá Coleta, pero conmigo no pueden. Mano de hierro y un látigo. En suma, es un decir.

CUCA.-   (Como la madre. Con inquietud. A LALO.)  ¿Qué podemos hacer?

LALO.-   (Como el padre.) ¿Tiene fiebre?  

(CUCA niega con la cabeza.)

  ¿Le has dado un cocimiento de manzanilla?

CUCA.-   (Como la madre.)  No quiere probar nada.

LALO.-   (Como el padre.)  Oblígala.

CUCA.-   (Como la madre.) Todo lo vomita.

LALO.-   (Como el padre.)  Hazle un té negro.

CUCA.-   (Como la madre.) Ay, Angelita, usted no sospecha los sufrimientos, las angustias... ¿Para qué tendrá uno hijos?

LALO.-   (Como el padre. Empuñando una taza, y forzándola a que se trague el líquido.) Tómatelo.  

(BEBA rechaza la taza.)

  Por las buenas o por las malas, te lo tomarás.

BEBA.-   (En un grito. Fuera de situación.)  Déjenme ya.  (Se levanta como una furia. A un primer plano.)  Ustedes son unos monstruos. Los dos, iguales.  (Gritando hacia el fondo del escenario.)  Quiero irme. Déjenme salir.  

(CUCA y LALO se esfuerzan en detenerla, sin embargo ella llega hasta la puerta. Grita.)

  Mamá, papá, sáquenme.  (Cae llorando junto a la puerta.)  Sáquenme de aquí.

LALO.-   (Como el padre.)  Pero, ¿esto qué cosa es?

CUCA.-  Bonito espectáculo.   (Aproximándose a BEBA.) Tú, precisamente tú..., que por hache o por be me has estado empujando: «Únete, no seas boba. Nos divertiremos». Es inconcebible. Lo estoy viendo y me parece una tomadura de pelo. Vamos, levántate.  (La ayuda a pararse. Como la madre.)  Recuerda que estás delante de una visita.  (Al visitante imaginario.)  Son tan malcriados, tan insoportables...  (A BEBA. Llevándola hasta la silla donde estaba sentada.)  Muñeca mía, compórtate como la niña fina que eres, como una niñita educada...

BEBA.-   (Como una niña.) Me quiero ir.

CUCA.-    (Como la madre.) ¿A dónde quieres ir, nenita?

LALO.-   (Fuera del juego. Violento.)  Esto no es así. Esto no sirve.

CUCA.-   (Como la madre.)  No te sulfures, Alberto.

LALO.-  Me dan deseos de estrangularla.

CUCA.-   (Como la madre.) Paciencia, hombre.

BEBA.-   (Llorando.)  Tengo miedo.

LALO.-  ¿Miedo, a qué? ¿Por qué llora?

CUCA.-   (Como la madre.) Ignórala. Es lo mejor, Alberto.

LALO.-   (Como el padre. Con gestos torpes.)  Algunas veces...  (Se golpea la rodilla derecha.)  Compréndeme, mujer.

CUCA.-   (Como la madre.) ¿Cómo no voy a comprenderte?  (Suspira.) Ay, Alberto, tú también eres un niño. ¡Si lo sabré yo, Angelita!

BEBA.-   (Como una furia. En pie.)  ¡Basta!... Quisiera reventar. Quisiera volar. No soporto este encierro. Me ahogo. Voy morir y detesto sentirme aplastada, hundida en este cuarto..., ay no puedo más... Por favor, yo les suplico, déjenme.

 

(CUCA se acerca a BEBA y le echa un brazo por los hombros. Su rostro y sus gestos muestran una ternura disimulada.)

 

CUCA.-    (Como la madre.)  Vete, amorcito. Estás un poquito nerviosa.

 

(BEBA se queda en el fondo oscuro. CUCA regresa con una sonrisa que se convierte en una carcajada.)

 

¿Ha visto algo igual? Parecía que la estábamos torturando. ¡Qué cabeza tienen estos muchachos...!  (Se sienta. Se arregla el pelo.)  Mire como estoy. Debo lucir una mona salida del circo. ¡No he tenido tiempo hoy ni de respirar! ¡Qué lucha, Angelita, qué lucha! Perdone que no la haya atendido antes...  (Oye lo que dice el personaje imaginario.)  Sí, naturalmente... Aunque usted es como de la familia. (Sonríe hipócritamente.)  Pero así y todo, a mí me gustan los detalles... ¿Verdad, Alberto? No te agites por gusto, viejo. Paz y serenidad.  

(LALO se levanta.)

  ¿A dónde vas? Fíjate en lo que haces.  

(Mirada significativa de LALO. Sonrisa de ella.)

  Ah, sí...  

(LALO se dirige hacia lo oscuro.)

  Fue a darles una vueltecita a esos vejigos que me traen al trote. Hay que andar con cuatro ojos, que digo cuatro, cinco, ocho, diez... Vigilarlos, espiarlos, estar de por vida en acecho, porque son capaces de las mayores atrocidades.

 

(Bruscamente aparece LALO con un velo de novia, un tanto raído y sucio. LALO imita a la madre en su juventud, el día de la boda en la iglesia. Al fondo, BEBA tararea la marcha nupcial. LALO no exagera sus movimientos. Se prefiere, en este caso, un acento de ambigüedad general.)

 

LALO.-   (Como la madre.)  Ay, Alberto, tengo miedo. El olor de las flores, la música... Ha venido mucha gente. Pero no vino tu hermana Rosa, ni tu prima Lola... ¡Ellas me aborrecen! Lo sé, Alberto... Han estado hablando horrores: que si yo, que si mamá es esto y lo otro... ¡Qué sé yo...! ¿Tú me amas, Alberto? ¿Te luzco bonita...? Ay, me duele el vientre. Sonríete. Por ahí se asoma el canchanchán del doctor Núñez, y su mujer... ¿La gente llevará la cuenta de los meses que tengo? Si se enteran, me moriría de vergüenza. Las hijas de Espinosas te están sonriendo..., esas pu... Ay, Alberto, me mareo y me late el vientre, pum, pum..., sujétame, no me pises la cola que me caigo... Ay, pipo, quiero sacarme este muchacho... Está clarísimo que tú te decidiste por él, y yo no lo resisto. Ay, qué me caigo... Alberto, Alberto, estoy haciendo el ridículo... Debimos haber aplazado la ceremonia para otro día... Ay, esa música y el olor de las flores, qué náuseas. Y ahí viene tu madre, la muy zorra... Ay, Alberto, me falla la respiración... ¡Esta maldita barriga! Quisiera arrancarme este...

CUCA.-   (Como la madre. Con odio, casi masticando las palabras.)  Me das asco. (Le arranca el velo a viva fuerza.)   ¡Cómo pude parir semejante engendro! Me avergüenzo de ti, de tu vida. ¿Así que..., salvarte? No, chico; deja eso de la salvación... Ahógate. Muérete. ¿Supones que voy a soportar que tú, que tú, te permitas el lujo de criticarme, de juzgarme delante de las visitas? ¡No te has mirado bien el pregenio! ¡Si apenas sabes dónde tienes las narices!  (Al personaje imaginario. Otro tono.)  Excúseme usted, Angelita. No se vaya, por favor.  (Con tono duro.)  Durante mucho tiempo te he rogado que me ayudaras. Hay una caterva de trastos que limpiar en esta casa, y los platos, la fiambrera, el polvo y las manchas de agua en los espejos. Y zurcir y bordar y coser...

 

(LALO se enfrenta a CUCA.)

 

Apártate. Sueñas con virarme la casa patas arriba y eso no lo consentiré, ni aún después de muerta. El cenicero a la mesa.  (Coloca el cenicero en la mesa.)  El florero a la mesa.  (Sitúa el florero en la mesa.)  ¿Qué te has creído? En seguida se lo diré a tu padre... (Con rencor.)  Desgraciado, ¿qué será de ti sin nosotros? ¿De qué te quejas? ¿Consideras que somos unos estúpidos? Si lo piensas, yo te digo que no somos mejores, ni peores, que los demás. Pero si lo que procuras es que nos dejemos mangonear por ti, te advierto que cogiste el camino equivocado. ¿Sabes cuánto he sacrificado y cuántas concesiones he hecho para mantener esta casa? ¿Crees que renunciaremos tan fácilmente a nuestros derechos...? Si quieres, vete. Yo misma te prepararé las maletas. Ahí tienes la puerta.

 

(CUCA permanece de espaldas al público. LALO se arrima a la mesa y contempla el cuchillo con indiferencia. Lo coge. Lo acaricia. Lo clava en el centro de la mesa.)

 

LALO.-  ¿Hasta cuándo, hasta cuándo?

BEBA.-  No te impacientes.

LALO.-  Si fuera posible hoy.

BEBA.-  No seas bobo.

LALO.-  Nunca es tarde.

 

(LALO de un golpe arranca el cuchillo del centro de la mesa. Mira a sus dos hermanas y se precipita hacia el fondo.)

 

BEBA.-  No lo hagas.

CUCA.-  Eso te va a pesar.

BEBA.-  Ten cuidado.

CUCA.-   (Canta muy débilmente.) La sala no es la sala. La sala es la cocina.

 

(Las dos hermanas están situadas: BEBA, en el lateral derecho; CUCA, en el lateral izquierdo. Ambas a la vez, de espaldas al público, emiten un grito desgarrador. Entra LALO. Las hermanas se arrodillan.)

 

LALO.-   (Con el cuchillo entre las manos.) Silencio.

 

(Las dos hermanas comienzan a cantar en un murmullo apagado: «La sala no es la sala. La sala es la cocina. El cuarto no es el cuarto. El cuarto es el inodoro».)

 

Ahora me siento tranquilo. Me gustaría dormir, dormir, siempre dormir... Sin embargo, lo dejaré para mañana. Hoy tengo mucho que hacer.  (El cuchillo se le escapa de las manos y cae al suelo.)  ¡Qué sencillo es, después de todo...! Uno entra en el cuarto. Despacio, en puntillas. El menor ruido puede ser una catástrofe. Y uno avanza, suspendido en el aire. El cuchillo no tiembla, ni la mano tampoco. Y uno tiene confianza. Los armarios, la cama, las cortinas, los floreros, las alfombras, los ceniceros, las sillas te empujan hacia los cuerpos desnudos, resoplando quién sabe qué porquería. (Pausa. Decidido.) Por el momento a limpiar la sangre. Bañarlos. Vestirlos. Y llenar la casa de flores. Luego, abrir un hueco muy hondo y esperar que mañana...  (Pensativo.)  ¡Qué sencillo y terrible!

 

(Las dos hermanas terminan de cantar. CUCA recoge el cuchillo y lo limpia con el delantal. Pausa larga.)

 

CUCA.-   (A BEBA.)  ¿Cómo te sientes?

BEBA.-   (A CUCA.)  Regular.

CUCA.-   (A BEBA.)  Cuesta un poco de trabajo.

BEBA.-   (A CUCA.) Lo malo es que uno se acostumbra.

CUCA.-   (A BEBA.) Pero, algún día...

BEBA.-   (A CUCA.) Es como todo.

LALO.-  Abre esa puerta. (Se golpea el pecho. Exaltado. Con los ojos muy abiertos.)   Un asesino. Un asesino.  (Cae de rodillas.) 

CUCA.-   (A BEBA.) ¿Y eso?

BEBA.-  La primera parte ha terminado.


 
 
APAGÓN
 
 

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