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Habría que exceptuar a Quintanilla, que, además de las opiniones que ya hemos citado, afirmaba en La Época: «pocas novelas recuerdo yo que ofrezcan una galería tan hermosa de tipos [...] son excelentísimos, y más de tres inmejorables»; art. cit., ejemplar del 3 de marzo. También Coloma elogiaba a la mayor parte de los personajes de La Montálvez con estas palabras: «Así son las mujeres malas del gran mundo en sus tres manifestaciones diversas, Nica, Sagrario y Leticia, rara ésta, como Sagrario, porque lo vulgar siempre abunda, y mas abundante de lo que parece Nica, aunque no se encuentre todas las veces con su mismo talento. La Marquesa vieja es también muy común, quizá más que las otras y está magníficamente dibujada. Luz es lo que usted quiere que sea, un ángel. De los hombres digo lo mismo: el marqués, Gonzalo, don Mauricio, Pepe Guzmán, éste sobre todo, se sale del cuadro; y en una esfera más baja sucede lo mismo con los drogueros, tipos abundantísimos que no sé por cuál decidirme, pues ambos son inmejorables; quizá por doña Ramona, por ser un carácter más pintoresco; y Angel perfectísima media naranja de su tocaya moral, Luz»; de su carta a Pereda publicada en El Atlántico el 28-II-88.

 

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Añadamos a los juicios citados otras opiniones de «Don Félix de Montemar»: los Núñez, padres de Ángel, aunque se parecen mucho a otros tipos galdosianos, los Requejo, son lamentablemente anacrónicos, ya que, en su opinión, los usureros de 1888 ya no son tan lúgubres. En cuanto a Leticia y Rosario, las dos amigas de Verónica Montálvez, también le parecen unos personajes erróneamente concebidos e irreales.

 

1103

ALAS: 1889, pág. 128. También Albino Madrazo opinaba de esta doña Ramona que «marcha a la cabeza de los personajes»; art. cit., ejemplar del 26 de enero.

 

1104

AICARDO: 1907, XVII, pág. 53.

 

1105

Carta del 4-II-1888; en DE PEREDA y SÁNCHEZ REYES, art. cit., págs. 304-305 y 306-307. Cfr. los comentarios de MONTESINOS: 1969, pág. 200, a estos elogios de Menéndez Pelayo: «exagera méritos que de todos modos no serían sustanciales, como la perfección del estilo, cosa de que habría mucho que hablar».

 

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Algo había elogiado Miquel en su artículo: «un estilo y un lenguaje tan espontáneos como elegantes, naturales sin afectación, pulcros también sin exceso, cuando la situación lo requiere, y en todas las ocasiones con el sabor de buena cepa que tanto aplauden en el señor Pereda los amantes de la agradecida lengua castellana»; art. cit., pág. 1.762; pero ni el mismo novelista tomó muy en serio aquellas tópicas alabanzas, a juzgar por lo que comenta en la carta ya citada: «...V. halla la obra escrita en buen castellano...».

 

1107

ALAS: 1889, págs. 127 a 129.

 

1108

DE TANNEMBERG: 1898, pág. 26. También MONTESINOS: 1969, pág. 181, ha comentado esa cuestión así: «técnica inhábil, pues todo el libro da el mismo son y apenas si las comillas que distinguen unos párrafos de otros nos permiten comprender quién lleva la pluma, el autor o la protagonista»; más adelante (pág. 191), basándose en un oportuno ejemplo, alude a «la extraña simbiosis Pereda-Montálvez».

 

1109

Carta del 4-11-88, en DE PEREDA y SÁNCHEZ REYES, art. cit., pág. 306.

 

1110

En BRAVO VILLASANTE, art. cit., pág. 37.