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La parodia bíblica como táctica épica

Alan Deyermond



A Francisco Rico1





El papel de la Biblia en la épica medieval española es bien conocido, gracias a varios trabajos recientes, pero algunos aspectos no se han estudiado debidamente2. Uno de estos aspectos es el empleo de la parodia bíblica no para subvertir la religión, sino para propósitos políticos, para desacreditar a los malvados. Voy a comentar tres ejemplos, de tres textos épicos; cada uno emplea la parodia bíblica de manera distinta.

El caso más obvio se encuentra en el Poema de Fernán González: es el empleo por el conde don Julián de un conocidísimo texto apocalíptico de Isaías, II (texto repetido y ampliado en Miqueas, IV), para destruir al rey Rodrigo:

Et iudicabit gentes, et arguet populos multos; et conflabunt gladios suos in vomeres, et lanceas suas in falces. Non levabit gens contra gentem gladium, nec exercebuntur ultra ad praelium


(Isaías, II, 4).                


Et iudicabit inter populos multos, et corripiet gentes fortes usque in longinquum; et concident gladios suos in vomeres, et hastas suas in ligones: non sumet gens adversus gentem gladium, et non discent ultra belligerare. Et sedebit vir subtus vitem suam et subtus ficum suam, et non erit qui deterreat [...]


(Miqueas, IV, 3-4).                


La visión apocalíptica de la paz universal se utiliza, en boca de Julián, para persuadir al rey que abandone las armas defensivas de la España visigoda:



Las armas, ¿qué las quieres?          pues non as pelear.

Manda por tod el reyno          las armas desatar,
dellas fagan açadas          pora vynnas labrar,
e dellas fagan rejas          pora panes senbrar,
cavallos e rocines          todos fagan arar.

Todos labren por pan,          peones e caveros,
syenbren cuestas e valles          e todos los oteros,
enrryquesquan tus reynos          de pan e de dineros,
ca non as contra quien          poner otros fronteros.3


Rodrigo, engañado, acepta el consejo de Julián y manda a sus súbditos que conviertan las armas en instrumentos de agricultura (vv. 62-67); incluso amenaza a los patriotas, que quieren conservar sus armas, con la muerte reservada para un traidor (vv. 66d y 67d). La España cristiana queda indefensa, y dentro de poco el ejército árabe-beréber la vence, para convertirla en una provincia del imperio islámico. ¿Cómo se puede explicar este resultado catastrófico? Es que Isaías habla de la conversión de las armas como algo que pasará al fin de la historia humana, cuando Dios imponga la paz divina en el mundo: «Et erit in novissimis diebus praeparatus mons domus Domini in vertici montium, et elevabitur super colles» (II, 2; compárese con Miqueas IV, 1). Julián no peca tan sólo como traidor, sino también como blasfemo: como su maestro, el Diablo (por ejemplo, Mateo IV, 6), cita las palabras de la Sagrada Escritura para sus propios propósitos.4

No hay nada cómico en el episodio de la traición de Julián. En otro ejemplo de la parodia bíblica, en cambio, -el comportamiento de Diego González frente al león en el Cantar de Mio Cid- lo cómico predomina. El episodio del león se modela en parte en una famosa historia de los Evangelios, la de la tormenta en el mar Galileo, para magnificar al Cid.5 No es, sin embargo, el único elemento bíblico en el episodio: también utiliza Isaías, LXIII, para ridiculizar a Diego González, infante de Carrión.


Diego Gonçález          por la puerta salió
diziendo de la boca:          «¡Non veré Carrión!»
Tras una viga lagar          metiós' con grant pavor,
el manto e el brial          todo suzio lo sacó


(p. 229, vv. 2.288-2.291).6                


En la tradición cristiana de la Edad Media, cualquier árbol, cualquier viga, podría significar la Cruz (a veces, también, el árbol prohibido del Edén, ya que hubo una conocida relación tipológica entre los dos).7 El vino significa a menudo, y en la Eucaristía llega a ser, la sangre de Jesucristo. En un contexto apropiado, por lo tanto, alguien que se esconde detrás de una viga y sale con su ropa teñida con las heces puede muy bien haberse refugiado simbólicamente bajo la Cruz y haberse lavado en la sangre de Jesucristo. En un contexto apropiado, sí, pero este contexto no lo es: la manera de la cual el poeta retrata a los Infantes de Carrión imposibilita tal lectura. Hace treinta años Cesáreo Bandera Gómez intentó otra lectura bíblica, que conlleva un juicio adverso del carácter de Diego:

Ante el peligro que supone la presencia del león, esa «presión providencial», se separa el buen vino de los residuos, de la basura, que se arroja precisamente al corral de los animales, su sitio adecuado. Esta interpretación se ciñe de forma más concreta al impacto poético del episodio y guarda una relación mucho más estrecha con la evidente cobardía de los infantes, que es uno de los elementos decisivos del episodio desde este punto de vista poético.8


Su lectura se apoya en comentarios patrísticos y medievales sobre la Biblia, y en especial sobre un pasaje de Isaías. Empieza con lo que dice Rabanus Mauras: «Torcular est crux Christi, ut in Isaia: "Torcular calcavi solus" [Isaías LXII, 3], id est, discipulis meis fugientibus solus pertuli crucem».9 Bandera Gómez tiene razón en cuanto a la inspiración bíblica de la escena, y al localizar el pasaje de Isaías, pero su lectura no me parece reconocer el acusado elemento cómico de la escena.10 Para entender la manera de la cual el poeta castellano parodia la Biblia para ridiculizar a Diego, conviene citar el pasaje entero:

Quis est iste, qui venit de Edom, tinctis vestibus de Bosra? Iste formosus in stola sua, gradiens in multitudine fortitudinis suae. Ego qui loquor iustitiam, et propugnator sum ad salvandum. Quare ergo rubrum est indumentum tuum, et vestimenta tua sicut calcantium in torculari? Torcular calcavi solus, et de gentibus non est vir mecum; calcavi eos in furore meo, et conculcavi eos in ira mea; et aspersus est sanguis eorum super vestimenta mea, et omnia indumenta mea inquinavi. Dies enim ultionis in corde meo, annus redemptionis meae venit


(Isaías LXIII, 1-4).11                


El tema es sencillo: la ira de Dios contra sus enemigos. La expresión, en cambio, es compleja: vestidos purpúreos, como conviene a un rey, purpúreos porque se han teñido del vino del lagar y luego de la sangre de los enemigos; la complejidad se aumenta con dos juegos de palabras sobre los topónimos Edom ('rojo') y Bosra (parecido a 'el que cosecha las uvas'). El manto y el brial de Diego González quedan indeleblemente teñidos, pero no del vino noble, sino de las heces («todo suzio lo sacó»), y esto indica no su sangre noble («Diego Gonçález odredes lo que dixo: / "De natura somos de los condes más linpios [...]"», vv. 3.353-3.354), casi igual a la de los reyes («De natura somos de los condes de Carrión, / deviemos casar con fijas de rreyes o de enperadores», vv. 3.296-3.297), sino su cobardía. El contraste es expresado por Martín Antolínez en presencia del rey y de todos los nobles reunidos en la cort de Toledo:


Martín Antolínez          en pie se levantava:
«fusted' meter          tras la viga lagar,
¡más non vestist          el manto nin el brial!»


(p. 291, vv. 3.361-3.366).                


Hay más: los Infantes piensan vengarse de su humillación en el episodio del león, que perciben, irracionalmente, como una afrenta:


Muchos' tovieron por enbaídos          los ifantes de Carrión,
fiera cosa les pesa          d'esto que les cuntió


(p. 230, vv. 2.309-2.310).                


y el resultado es el ultraje de Corpes:


«Irán aquestos mandados          al Cid Campeador,
nós vengaremos          por aquésta la del león»


(vv. 2.718-2.719).                



«¡ La desondra del león          assís' irá vengando!»
Alabándos' ivan          los ifantes de Carrión


(p. 259, 2.762-2.763).                


Están tan contentos, tan orgullosos, viendo su comportamiento feísimo como una venganza justa, que podrían aplicarse a sí mismos las palabras de Dios: «calcavi eos in furore meo, et conculcavi eos in ira mea; et aspersus est sanguis eorum super vestimenta mea». Y habrá efectivamente en sus vestidos la sangre de sus víctimas. El poeta nos dice tan sólo que la sangre de doña Elvira y doña Sol salpica sus ciclatones:


essora les conpieçan a dar          los ifantes de Carrión,
con las cinchas corredizas          májanlas tan sin sabor,
con las espuelas agudas          dón ellas an mal sabor
rronpién las camisas e las carnes          a ellas amas a dos,
linpia salié la sangre          sobre los ciclatones


(p. 258, vv. 2.735-2.739),                


pero la sangre limpia de las víctimas, de una limpieza que simboliza la inocencia, la nobleza moral, muy distinta de la nobleza de nacimiento que proclaman los Infantes, habría seguramente salpicado también los vestidos de los agresores. Se crea, pues, un nexo complejo de polaridades y paralelos: el vestido de Diego Gonçález, teñido de las heces del lagar, parodia el de Dios en Isaías LXIII, 1-4, teñido de vino que es también sangre; los ciclatones de las hijas del Cid, salpicados de su sangre inocente, contrastan con los vestidos de los Infantes, también (hay que suponerlo) salpicados de la sangre de las víctimas (y por lo tanto otra parodia de Isaías LXIII); la sangre de las víctimas en la afrenta de Corpes prefigura la de los Infantes en los duelos; la suciedad del manto y del brial de Diego, que él y su hermano pretenden lavar en la sangre de sus esposas, resulta ser indeleble, y la tentativa de lavarla resulta en la proclamación pública, en las palabras de Martín Antolínez, de su vergüenza irremediable («más non vestist el manto nin el brial»); la venganza fracasada de los Infantes provoca la venganza eficaz de los campeones del Cid; la sangre de doña Elvira y doña Sol, vertida en el robledo de Corpes, subraya la nobleza de ellas y de su padre, y esta misma sangre corre en las venas de su descendencia: «Oy los rreyes d'España sos parientes son» (v. 3.724).12

El tercer ejemplo de la parodia bíblica que voy a comentar es muy distinto de los dos precedentes, ya que lo que se parodia no es principalmente un texto sino la relación tipológica entre textos del Antiguo y del Nuevo Testamento: me refiero a la relación, ya comentada brevemente, entre el árbol prohibido del Edén y la Cruz:

Vidit igitur mulier quod bonum esset lignum ad vescendum, et pulchrum oculis, aspectuque delectabile: et tulit de fructu illius, et comedit deditque viro suo, qui comedit [...] Et cum audissent vocem Domini Dei deambulantis in paradiso ad auram post meridiem, abscondit se Adam et uxor eius a facie Domini Dei in medio ligni paradisi. Vocavitque Dominus Deus Adam, et dixit ei: «Ubi es? [...] ex ligno de quo praeceperam tibi ne comederes, comedisti?» Dixitque Adam: «Mulier, quam dedisti mihi sociam, dedit mihi de ligno, et comedi»


(Génesis III ,6-12).                


El pecado de Adán y Eva al comer la fruta del árbol prohibido transmite a sus descendientes la herencia mortífera del pecado original, herencia que se puede anular sólo por el sacrificio de Jesucristo en otro árbol:

Deus patrum nostrorum suscitavit Iesum, quem vos interemistis, suspendentes in ligno. Hunc principem et salvatorem Deus exaltavit dextera sua ad dandam poenitentiam Israeli, et remissionem peccatorum [...]


(Hechos de los Apóstoles, V, 30-31).                


Et nos testes sumus omnium quae fecit in regione Iudaeorum, et Ierusalem, quem occiderunt suspendentes in ligno. Hunc Deus suscitavit tertia die, et dedit eum manifestum fieri [...]


(ibid., X, 39-40).                


qui peccata nostra ipse pertulit in corpore suo super lignum; ut peccatis mortui, iustitiae vivamus: cuius livore sanati estis


(Primera epístola de San Pedro, II, 24).                


Vemos la misma relación entre los dos tablados de los Siete infantes de Lara. El primer tablado, en la boda de Ruy Velázquez y doña Lambra, ocasiona una rivalidad entre Gonzalo González, el más joven de los siete infantes, y Álvaro Sánchez:

ninguno dellos pudo llegar nin alcançar al tablado salvo un gentyl omne que desían Álvaro Sánches, que vino a tyrar, & dio en el tablado un grant golpe [...] Et quando todos sopieron que Alvaro Sánches era el que avía tyrado, luengo la novia doña Lanbra, prima de aqueste cavallero, dixo a todas las otras: «En verdat vos digo, señoras, que yo non vedaría mi amor a un tan gentyl onbre como aquéste que tan bien lo fase, si mi pariente tan allegado non fuese» [...] Pero Gonçalo Gonçáles que era el menor de aquellos ssyete ynfantes, [...] cavalgó en cavallo [...] Et quando al tablado allegó, tomó en la mano un bohordo & tyró con él al tablado & tan grand golpe dio en el tablado que quebrantó una tabla grande de la meytad dél, y cayó en el suelo.13


Así nace la querella entre Álvaro Sánchez y Gonzalo González, la muerte de aquél a manos de éste, y la cadena de venganza y contravenganza que ocasiona la muerte de los siete infantes y el terrible castigo infligido en Ruy Velázquez. La manera del castigo varía de una versión cronística a otra; lo que nos dice la Refundición toledana de la crónica de 1344 es sumamente interesante:

Pero a la fin ovo doña Sancha, su hermana, de ser la que aquel juysio & determinación diese sobre aquel traydor de su hermano. Et mandó luego doña Sancha faser un grand tablado para en que lo pusiesen, porque la trayción & mal fue por otro tablado començada. Et mandó que lo atasen allí por medio del cuerpo, et que viniesen todos los parientes de aquellos muertos que, con sus fijos, los ynfantes, murieron en aquella trayción allí donde aquel traydor estava, et que los mayores lo jugasen a las cañas, et después lo jugasen los pequeños a las piedras, & lo arrastrasen por el suelo


(cap. 217).14                


Ruy Velázquez, atado en el tablado para esperar su muerte, es una parodia de Jesucristo clavado en la Cruz. Más significativo, sin embargo, es lo que dice doña Sancha: «Et mandó luego doña Sancha faser un grand tablado para en que lo pusiesen, porque la trayción & mal fue por otro tablado començada», palabras que describen exactamente la relación entre el árbol prohibido, donde «la trayción & mal [es decir, el pecado original] fue [...] començada», y la Cruz. El primer tablado se parece al árbol prohibido, y el segundo se parece paródicamente a la Cruz; la relación de causa y efecto entre los dos tablados, relación tan explícitamente comentada por doña Sancha, parodia la relación tipológica entre el árbol edénico y la Cruz, y esta parodia refuerza la condenación de Ruy Velázquez.15

No pretendo haber agotado el tema; es casi seguro que una investigación más extensa revelará otras maneras de utilizar la parodia bíblica en la épica. Espero, sin embargo, haber demostrado la variedad de maneras de utilizarla en tres poemas épicos (dos existentes, uno perdido), y la importancia fundamental de dicha parodia en dos de los tres poemas.

Tampoco quisiera dar la impresión de que el empleo de la parodia bíblica para fines polémicos se restrinja a la épica. Hay que pensar, por ejemplo, en la parodia de la historia de David y Golías (Reyes, I) en el romance de «Álora la bien cercada»; de un verso del Cantar de los cantares en La serrana de la Vera; del episodio del cordero pascual (Éxodo) en el desenlace de Grisel y Mirabella.16 Pero éstas son cuestiones para otro día.





 
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