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31

Ibid., p. 204.

 

32

Ibid., p. 205.

 

33

Ibid., p. 206.

 

34

Ibid., p. 207.

 

35

Lautréamont, Oeuvres completes. Les Chants de Maldoror, París, Garnier-Flammarion, 1969, p. 307. La traducción es nuestra.

 

36

Post-scriptum:

Sólo dos días después de presentar esta comunicación, tuve el privilegio de conocer personalmente en Madrid a Carlos Germán Belli, quien pronunció una conferencia, seguida de un recital de algunos de sus poemas en una de mis clases, con rotundo éxito, por cierto. Me permití en esa oportunidad manifestarle mi discrepancia con su versión del «hada cibernética» como personaje benéfico, en contra de sus propias declaraciones en ese momento, y le ratifiqué de un modo global cuál era mi posición al enjuiciar su poesía. A tanto puede llegar la osadía de un crítico, animada, eso sí, por la extrema bonhomia de un gran creador. Carlos Germán Belli, con cuya amistad me honro desde ese momento, y a quien ahora admiro más, si cabe, me hizo el obsequio de dos libros: Antología personal (Lima, Concytec, 1988) y En el restante tiempo terrenal (Lima, Concytec, 1990). He tenido, así pues, ocasión de cumplir el deseo arriba expresado. Estos nuevos textos requerirán un análisis adicional que desde ahora me comprometo a emprender, pero mi valoración no ha cambiado respecto a lo antes dicho. Creo que la incorporación de elementos guillenianos ha podido enriquecer la estrategia de Belli, pero, por el momento no me cabe sino hacer mías las palabras de uno de sus comentaristas: «¡Qué mensaje más alarmante!» (Roberto Paoli, «Razón de ser del neoclasicismo de Carlos Germán Belli», en Antología citada, p. 221).