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ArribaAbajoXVIII

«E ben, ¿para qué escribo?»


¿Qué pensaba Rosalía de sí misma como poeta? ¿Qué significaba para ella escribir? ¿Fue o no consciente de la importancia social que tuvo su poesía?

Rosalía publica un librito de poesía, La Flor, cuando tiene veinte años. Pero sabemos que su marido tuvo que vencer una gran resistencia para lograr que se publicasen los Cantares gallegos. En el prólogo a este libro encontramos las primeras palabras de Rosalía justificadoras de su quehacer poético. Su propósito es reivindicar para Galicia los méritos que injustamente le son negados, y para ello hablará de sus costumbres, de sus paisajes, del carácter de las gentes, y lo hará en lengua gallega -dialecto, dice ella- «doce e sonoro e tan a propósito como o pirmeiro pra toda clase de versificación». No faltan las palabras, casi de rigor en esta clase de prólogos, en las que declara sus escasas cualidades para llevar a feliz término la tarea de dar a conocer Galicia tal como es, pero confiesa también el buen deseo que la anima:

...naide ten menos que eu teño as grandes cualidades que son precisas pra levar a cabo obra tan difícile, anque naide   —288→   tampouco se pudo achar animado dun máis bon deseo pra cantar as bellezas da nosa terra naquel dialecto soave e mimoso que queren facer bárbaro os que non saben que aventaxa ás demáis linguas en dosura e armonía


(C. G. 15.)                


En el primer poema de los Cantares insiste en su carácter de intérprete de Galicia: ella es la meniña gaiteira que ha de cantar a Galicia en la lengua que habla, porque «así se lo pidieron»:


Cantarte hei, Galicia,
teus dulces cantares,
que así mo pediron
na beira do mare.
[...]
Que así mo pediron,
que así mo mandaron,
que cante e que cante
na lengua que eu falo.


(C. G. 24-25)                


En el cantar final de la primera edición Rosalía se hace ella misma la autocrítica:


Eu cantar, cantar, cantéi,
a grasia non era moita.
¡Mais qué faser, desdichada,
si non nacín máis grasiosa!


(C. G. 154)                


Con mucha gracia comenta un rasgo de su estilo; dice que al principio cantaba dándole vueltas al asunto como el que no sabe una cosa, mediante circunloquios:


   Cantei como mal sabía
dándolle reviravoltas,
cal fan aqués que non saben
direitamente unha cousa.


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Pero poco a poco se fue animando a dejar correr libremente su inspiración:


   Pero dempóis paseniño,
i un poco máis alto agora,
fun botando as miñas cántigas
como quen non quer a cousa.


Y de nuevo insiste en su amor a la patria, en la abundancia del sentimiento que impregna sus canciones:


Non me espriquéi cal quixera
pois son de espricansa pouca;
si grasia en cantar non teño
o amor da patria me afoga.


(C. G. 153-4)                


Casi veinte años más tarde, en el prólogo a Follas novas , Rosalía vuelve a declarar su repugnancia a publicar sus versos. Viejos compromisos la obligan a editarlos, violentando lo que parecía ser su deseo de mantenerlos inéditos. Encontramos aquí expresada una idea que repetirá también en sus poemas; los publica sin saber para qué y no le importa tampoco saberlo:

Gardados estaban, ben podo decir que para sempre, estes versos, e xustamente condenados pola súa propia índole a eterna olvidanza, cando, non sin verdadeira pena, vellos compromisos obrigáronme a xuntalos de presa e correndo, ordenalos e dalos á estampa. N'era esto, en verdade, o que eu quería, mais n´houbo outro remedio; tuven que conformarme co duro das circunstancias que así o fixeron. «¡Vaian en boa hora -lles dixen estonces-, estes probes enxendros da miña tristura!; ¡vaia antre os vivos o que xa é, pola súa propia natureza, cousa dunha morta ben morta!». E fóronse, sin que eu sepa pra qué, nin me faga falla o sabelo


(F. N. 159).                


  —290→  

Para Rosalía, vida y obra van íntimamente unidas. Sus versos brotan de su interior y van inevitablemente teñidos de su estado de ánimo:


   Ando buscando almíbres que almíbaren
estos meus agres versos,
i eu non sei cómo, nin por onde, sempre
se lles atopa un fero.
   I o ceo e Dios ben saben
non teño a culpa deso.
¡Ai!, sin querelo, tena
o lastimado corazón enfermo.


(F. N. 173)                


Y la misma idea aparece expresada en el prólogo del libro:

...as cousas teñen de ser como as fan as circunstancias, e si eu non puden nunca fuxir ás miñas tristezas, os meus versos menos. Escritos no deserto de Castilla, pensados e sentidos nas soidades da natureza e do meu corazón, fillos cativos das horas de enfermedade e de ausencias, refrexan, quisáis con demasiada sinceridade, o estado do meu esprito unhas veces; outras, a miña natural disposición (que n'en balde son muller) a sentir como propias as penas alleas


(F. N. 159.)                


Advertimos que Rosalía ha reflexionado mucho sobre su quehacer poético, sobre su sentido. Se da cuenta de que, aunque sus propios sentimientos sean muchas veces el tema de sus poemas, esos sentimientos son universales:

¿Qué lle pasará a un que non sea como se pasase en todolos demáis? ¡En min y en todos! ¡Na miña alma e nas alleas!


(O. C. 416.)                


Es, además, consciente de la vinculación que el poeta tiene con el ambiente que le rodea. Expresándonos en términos   —291→   modernos diríamos que Rosalía admite la existencia de un compromiso del poeta con su tiempo:

Galicia era nos Cantares o obxeto, a alma enteira, mentras que neste meu libro de hoxe, ás veces, tan soio a ocasión, anque sempre o fondo do cuadro: que si non pode senón ca morte despirse o esprito das envolturas da carne, menos pode o poeta prescindir do medio en que vive e da natureza que o rodea, ser alleo a seu tempo e deixar de reproducir, hastra sin pensalo, a eterna e laiada queixa que hoxe eisalan tódolos labios. Por eso iñoro o que haxa no meu libro dos propios pesares, ou dos alleos, anque ben podo telos todos por meus, pois os acostumados á desgracia, chegan a contar por súas as que afrixen ós demáis. Tanto é así, que neste meu novo libro preferín, ás composicións que puderan decirse personales, aquelas outras que, con máis ou menos acerto, espresan as tribulaciós dos que, uns tras outros, e de distintos modos, vin durante largo tempo sofrir ó meu arredore. E ¡sófrese tanto nesta querida terra gallega!


(F. N. 161.)                


Y también era consciente de su obligación respecto a las letras gallegas: habría que mantener y alimentar el movimiento que ella había contribuido a iniciar de modo decisivo: el gallego debía recuperar el rango de lengua literaria olvidado durante siglos:

.

Creerán algús que porque, como digo, tentéi falar das cousas que se poden chamar homildes, é porque me esprico na nosa léngoa. N'é por eso. As multitudes dos nosos campos tardarán en ler estos versos, escritos a causa deles, pero só en certo modo pra eles. O que quixen foi falar unha vez máis das cousas da nosa terra e na nosa léngoa, e pagar en certo modo o aprecio e cariño que os Cantares gallegos despertaron en algúns entusiastas. Un libro de trescentas páxinas, escrito no doce dialecto do país, era naquel estonces cousa nova, e pasaba polo mesmo todo atrevemento. Aceptárono, i o que é máis, aceptárono contentos, e ieu comprendín que desde ese momento quedaba obrigada a que non fose o primeiro i o último. N'era cousa de   —292→   chamar as xentes á guerra e desertar da bandeira que eu mesma había levantado


(F. N. 163)                


Contrastan estos propósitos sociales con el desinterés por la publicación de sus escritos y por la falta de sentido que llega a verles en ocasiones. Probablemente ella quiso velar al público aquello que consideraba demasiado íntimo, lo que expresaba con "demasiada sinceridad" su estado de ánimo. Quizá a este deseo obedeció su petición de que quemasen sus inéditos al morir.

Rosalía tenía muy clara la idea de la libertad creadora del artista, y así, cumplida la que consideraba una obligación con su patria, anuncia su intención de no emplear en adelante la lengua gallega:

Alá van, pois, as Follas novas, que mellor se dirían vellas, porque o son, e últimas, porque pagada xa a deuda en que me parecía estar coa miña terra, difícil é que volva a escribir máis versos na lengua materna


(F. N. 163.)                


Rosalía se interroga a sí misma sobre su vocación poética: ¿por qué escribo? Lo que ella piensa lo han pensado otros antes; lo que ella siente es común a la humanidad. Sin embargo, escribe. El hombre, como la naturaleza, parece estar inmerso en un eterno retornar. A ella le ha tocado repetir lo que antes repitieron otros:


E ben, ¿para qué escribo?
E ben, porque así semos,
relox que repetimos
eternamente o mesmo.


(F. N. 165)                


Percibe la monotonía de su condición de poeta: ¿es vicio, pasión, o enfermedad del alma? ¿Por qué añadir otra gota al inmenso mar? Pero también percibe el carácter natural   —293→   de su canto: como el sol, como el agua, como el ave, el poeta deja oír su voz:



   Aún otra amarga gota en el mar sin orillas,
donde lo grande pasa de prisa, y lo pequeño
desaparece o se hunde, como piedra arrojada
en las aguas profundas del estancado légamo:

   vicio, pasión o, acaso, enfermedad del alma,
débil a caer vuelve siempre en la tentación,
y escribe como escriben las olas en la arena,
el viento en la laguna y en la neblina el sol.

   Mas nunca nos asombra que trine o cante el ave
ni que eterna repita sus murmullos el agua;
canta, pues, ¡oh poeta!, canta, que no eres menos
que el ave y el arroyo que en ondas se desata.


(O. S. 393)                


Rosalía sufre como todo poeta la dificultad de utilizar un instrumento que no obedece exactamente a sus deseos: entre la idea, entre el sentimiento y la palabra hay un abismo que en vano se intenta superar:



   La palabra y la idea... Hay un abismo
entre ambas cosas, orador sublime;
si es que supiste amar, dí, cuando amaste:
¿no es verdad, no es verdad que enmudeciste?
[...]

   Mas la palabra en vano,
cuando el odio o el amor llenan la vida,
al convulsivo labio balbuciente
se agolpa y precipita.

   ¡Qué ha de decir! Desventurada y muda,
de tan hondos, tan íntimos secretos,
la lengua humana, torpe, no traduce
el velado misterio.


(O. S. 384)                


  —294→  

Las palabras son muchas veces la pantalla que oculta los verdaderos sentimientos que agitan el alma del poeta, y de nuevo Rosalía se pregunta: ¿para qué escribir?, ¿para qué intentar volcar sobre el papel sus dudas, su dolor, sus deseos, sus rencores? En todo caso, será inútil. Sobre él sólo quedará el fruto hueco de las palabras:


Mollo na propia sangre a dura pruma
       rompendo a vena hinchada,
i escribo..., escribo..., ¿para qué? ¡Volvede
      ó máis fondo da ialma,
      tempestosas imaxes!
¡Ide a morar cas mortas relembranzas!
¡Que a man tembrosa no papel só escriba
palabras, e palabras, e palabras!
Da idea a forma inmaculada e pura
      ¿dónde quedóu velada?


(F. N. 173)                


En varias ocasiones Rosalía intentó una justificación del tono triste y dolorido de sus poemas. En el prólogo de Follas novas, cuando habla de los males ocasionados a Galicia por la emigración, afirma:

Historias dinas de ser cantadas por mellores poetas do que eu son. e cuias santas armonías deberán ser espresadas cunha soia nota e nunha soia corda: na corda do subrime, e na nota da delor


(F. N. 162.)                


De modo que en su opinión, es el tema quien impone, en determinadas circunstancias, el tono de dolor a sus versos. En todo un poema que hemos visto anteriormente («Ando buscando meles e frescuras») confiesa que es su propio espíritu dolorido el que tiñe de tristeza sus versos. Y en otra ocasión, burlándose sarcásticamente del título del libro, nos dirá que sus poemas son duros, amargos, secos, porque brotan de la gándara de su espíritu:

  —295→  


¡Follas novas!, risa dáme
ese nome que levás,
cal si a unha moura ben moura,
branca lle oíse chamar.

Non Follas novas; ramallo
de toxos e silvas sós:
irtas, como as miñas penas;
feras, como a miña dor.

Sin olido nin frescura,
bravas magoás e ferís...
¡Se na gándara brotades,
cómo non serés así!


(F. N. 166)                


De todas formas, reivindica para el poeta la libertad de cantar como le plazca: sus versos serán alegres o tristes según los dicte su sentimiento y no el gusto de la masa:


   Y a mi corazón le dije: «si no es vano tu ardimiento
y en ti el manantial rebosa del amor y el sentimiento,
fuentes en donde el poeta apaga su sed divina,
sé tú mi musa, y cantemos sin preguntarle a las gentes
si aman las alegres trovas o los suspiros dolientes,
si gustan del sol que nace o buscan al que declina».


(O. S. 376)                


Rosalía se hace la crítica de su propio estilo; unas veces en tono burlesco («Fas uns versos... ¡ai qué versos!», F. N. 247). Otras, seriamente, analiza las características de sus versos; nos habla de la insólita armonía que poseen, y en verdad que juzgó acertadamente, ya que la musicalidad de los poemas de Rosalía era insólita por sus combinaciones métricas en la poesía de la época. Nos habla también del carácter vago y confuso de sentimientos e ideas:

  —296→  

Diredes destes versos, i é verdade,
que tén estraña insólita armonía,
que neles as ideas brilan pálidas
      cal errantes muxicas
      que estalan por instantes,
      que desparecen xiña,
que se asomellan á parruma incerta
que voltexa no fondo das curtiñas,
i ó susurro monótono dos pinos
      da beiramar bravía.


Y, de nuevo, da a su poetizar el carácter de algo natural, como el rumor que brota del bosque. Y afirma la espontaneidad: sus poemas son tal como salen «en confuso» de su alma:


Eu diréivos tan só que os meus cantares
así sán en confuso da alma miña,
como sai das profundas carballeiras
      ó comenzar do día,
      romor que non se sabe
      si é rebuldar das brisas,
      si son beixos das frores,
si agrestes, misteriosas armonías
      que neste mundo triste
o camiño do ceu buscan perdidas.


(F. N. 166)                


Parece claro que, para Rosalía, la poesía desempeñó dos funciones fundamentales. Le sirvió para ensalzar a Galicia, para luchar contra las injusticias que sufría su pueblo, para expresar los problemas de la tierra donde nació. Cumplió, pues, una función de testimonio o denuncia, una función social. Por otra parte, la poesía era un desahogo de los sufrimientos de su vida; escribía, en cierto modo, para liberarse, y por ello se resistía a la publicación; sólo en la medida en que sus dolores le parecían comunes a los demás,   —297→   en que el sufrimiento de su alma podía expresar el de otras, justificaba el dar a la luz pública los «pobres engendros» de su tristeza. Esas son las dos respuestas que Rosalía se daba a sí misma cuando se preguntaba: «e ben, ¿para qué escribo?».



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