En la obra de
Rosalía son muy escasas las metáforas y muy
abundantes las comparaciones. Ambos hechos obedecen, probablemente,
al deseo de claridad de la autora. La sustitución de un
término real por un término imaginario le produce la
inquietud de que su pensamiento no sea comprendido o bien
interpretado. Prefiere tender entre ambos términos el puente
de la comparación, que enriquece con nuevas notas la
realidad y evita el posible equívoco. Las comparaciones,
junto con los contrastes y las repeticiones, son las figuras
retóricas (o los medios expresivos, si preferimos decirlo
así) más empleadas por Rosalía.
Al comienzo, las
comparaciones tienen para la poeta un valor predominante de adorno.
Como los adjetivos de su primera época, son librescas,
trilladas, sirven de relleno a las estrofas o contribuyen a crear
un ambiente romántico (sentimental, fúnebre o
bucólico) con sus resonancias literarias. Y, naturalmente,
algo de esto se mantiene hasta el final, porque en Rosalía
conviven siempre, por lo que al modo de expresión se
refiere, grandes aciertos y lamentables muestras de sus malos
momentos poéticos. Sin embargo, a medida —341→
que Rosalía avanza en su obra, va personalizando los
recursos expresivos, les va dando un tono característico
suyo. Las comparaciones no son una excepción.
En líneas
generales podemos decir que las comparaciones en Rosalía,
salvo los casos de literaturización, tienden a hacer
más clara la realidad de la que trata la poeta; más
clara, no más bella. Y las comparaciones más
típicas del poeta son aquellas en las que lo abstracto se
compara con algo concreto, lo lejano o desconocido con algo cercano
o habitual, lo extraño o maravilloso con lo cotidiano. Hay
un intento de hacer más comprensible la realidad
comparándola con elementos que son conocidos. No faltan,
como es lógico, los ejemplos de lo contrario, pero lo
más característico de Rosalía es la primera
tendencia. Lo característico en ella es comparar las
estrellas con las chispas de fuego hogareño; y no a la
inversa. Vamos a ir viendo con detalle diversos casos.
En La
Flor encontramos el mayor número de ejemplos de
comparaciones librescas, de relleno; ni embellecedoras ni
aclaratorias de la realidad; sencillamente inútiles. Citamos
algunas de ellas aisladamente, porque responden a esquemas que
Rosalía abandonará en seguida. Así cuando en
el poema «Dos palomas» compara a estos animales con un
cisne:
se mecieron
alegres en el viento
como un cisne en las olas...
(O.
C. 217)
La
comparación entre animales es inhabitual en Rosalía,
y además en este caso no añade nada nuevo al primer
término. Tampoco es frecuente la comparación de los
animales (aunque sí de las personas) con el mundo de lo
inanimado. Creemos que los dos ejemplos que siguen, pertenecientes
ambos al libro citado, tienen el mismo carácter libresco,
literaturizante, del que hemos visto primero:
—342→
(las palomas)
en nubes de oro y
de zafir bogaban,
cual ondulante nave
en la tranquila mar, y se
arrullaban
cual céfiro suave.
(O.
C. 218)
Más cercano
a esquemas de comparaciones que persistirán a lo largo de su
obra es un ejemplo el poema «Un recuerdo». En él
compara su dicha juvenil al «fulgor de
una mañana que sueñan las mujeres». Ese
carácter de "soñada" de la mañana hace que la
comparación se establezca entre dos términos
abstractos, lo cual no es muy frecuente en Rosalía:
Dicha sin fin,
que se acercó temprana,
con extraños placeres,
como el bello fulgor de una
mañana
que sueñan las mujeres.
(O.
C. 219)
Veamos dos
ejemplos más de Follas novas. En ellos, para expresar la calidad
de un amor, se vale de la comparación con las flores -de
nuevo-, pero no ya de flores indiscriminadas, sino matizando:
olor de rosas en una mañana de mayo:
Cal olido de rosas
que sai de antre o ramaxen
nunha
mañán de maio, hai amores soaves.
(F. N. 181)
Y continuando en
la línea de lo abstracto, sigue otra comparación: con
«el respirar de los
ángeles»:
brandos así
e saudosos, cal alentar dos ánxeles
(F. N. 181)
—343→
Los restantes
ejemplos de comparaciones de La Flor responden a esquemas
que perduran hasta el final de la obra de Rosalía, aunque a
veces con diferencias de matices que señalaremos en cada
caso.
Comparaciones entre un
término abstracto y uno concreto
Uno de los tipos
más repetidos de comparaciones es el que tiene lugar entre
un término abstracto y uno concreto. Veamos algunos ejemplos
de La Flor y observemos su escasa originalidad, su
repetición y los recuerdos literarios que arrastran:
y trocóse
el albor de mi alegría:
flor que seca, se arroja.
(O.
C. 220)
de paz y amor las
ilusiones bellas,
llenas de horror las
contemplé un día,
cual en cielo sin luz muertas
estrellas.
(O.
C. 221)
Las horas que
soñé desparecieron,
cual la flor que un torrente
arrebató.
(O.
C. 223)
y marcha el dolor
impío
de mis acerbos pesares,
cual se disipa en los mares
la niebla con el rocío.
(O.
C. 234)
Mas, ¡ay!,
que la ventura acá en la vida
es niebla que fugaz se
disipó,
seca flor que en el tronco
suspendida
la ráfaga más tenue
desprendió.
(O.
C. 236)
—344→
Las flores, las
estrellas y las nieblas le sirven en sus primeros poemas a
Rosalía como un comodín aplicable a cualquier
situación cuyo significado quiere hacer más
plástico. En definitiva, lo que nos llama la atención
en estos primeros ejemplos es el comienzo de esa tendencia a
relacionar las cosas de tipo espiritual o abstracto con realidades
más tangibles, cotidianas o habituales.
En Cantares
gallegos apenas encontramos este tipo de comparaciones por una
razón muy sencilla: casi nunca parte de conceptos
abstractos. Su punto de partida son personas, paisajes, sucesos,
cosas que se comparan entre sí, y las realidades de tipo
espiritual o abstracto están tratadas de forma tan sencilla
que se hace innecesario el acercamiento mediante la
comparación. Cuando se usa tiene sobre todo el valor de una
repetición, de la insistencia sobre algo de sobra conocido.
Así en un poema, y refiriéndose a los desprecios
recibidos de una dama, a las «tomas amargas» que ella
le proporcionó, dice un galán:
Déchesmas vós, mi
señora,
con despreso
envenenadas,
inda con fero
máis fero
que pelica de
laranxa.
(C.
G. 99)
Al mismo esquema
abstracto-concreto pertenecen las siguientes del poema
«Castellanos de Castilla»:
alma como as penas
dura
(C.
G. 123)
Triste como a
mesma noite
(C.
G. 125)
—345→
O este, verdadero
tópico literario:
cada mirar dos
seus ollos
fire como cen
saetas.
(C.
G. 43)
Este esquema
comparativo vuelve a ser muy abundante en Follas novas y En las orillas del
Sar, enriqueciéndose con gran número de
elementos y ganando en complejidad. Precisamente el tercer poema de
Follas es únicamente una comparación de este
tipo y muy interesante para ejemplarizar el esfuerzo de
Rosalía por hacerse comprender, por transmitir lo más
fielmente posible sus vivencias. Este esfuerzo lleva al poeta
muchas veces a buscar comparaciones plásticas, casi a
escenificar sus vivencias. En este poema, Rosalía pone en
primer lugar el término concreto y, cuando éste ha
sido ya asimilado, lanza el abstracto, el de más
difícil comprensión y que sólo mediante esa
comparación quedará iluminado:
Tal como as
nubes
que impele o
vento,
i agora asombran,
i agora alegran
os espasos
inmensos do ceo,
así as
ideas
loucas que eu
teño
, as imaxes de
múltiples formas,
de estranas
feituras, de cores incertos
, agora
asombran,
agora
acraran
o fondo sin fondo
do meu pensamento.
(F. N. 165)
Las ideas locas y
las imágenes extrañas que ensombrecen o alegran el
espíritu de la poeta tienden a hacerse comprensibles,
transmisibles, mediante esa comparación con las nubes que,
llevadas por el viento, ensombrecen o aclaran el cielo.
—346→
La
comparación con la hiedra le sirve para ilustrar la calidad
del dolor que algunas personas sufren:
Cal arraigan as
hedras nos muros,
nalgúns
peitos arraigan as penas.
(F. N. 188)
Veamos ahora uno
de los ejemplos más claros de la tendencia a comparar lo
lejano con lo cercano, lo abstracto con lo concreto. En un mismo
poema, Rosalía compara las estrellas con las chispas que
brillan entre las cenizas cuando se han quemado los matorrales del
monte, y compara el tiempo, los instantes que se suceden, con los
granos de cereal que caen en la piedra de un molino:
Uns tras doutros
instantes silenciosos
pasando van, e
silenciosos chegan
outros
detrás, na eternidá caendo
cal cai o grau na
moedora pedra.
(F. N. 191)
En comparaciones
de este tipo (abstracto-concreto) Rosalía logra a veces
imágenes de gran fuerza expresiva. Veamos cómo se
expresa una mujer que teme que asome a su rostro la huella del
pecado cometido, el remordimiento y el recuerdo que lleva dentro de
sí:
I é que o
que dentro levo de min, pensó que ó
rostro
me sai, cal sai do
mare ó cabo un corpo morto.
(F. N. 208)
Otras veces las
comparaciones son más trilladas: el hastío se compara
a una espada que atraviesa el pecho (F. N. 282). Las nubes
siguen siendo un elemento comodísimo para indicar la rapidez
de la vida humana:
—347→
Os
homes pasan, tal como pasa
nube de
vran.
(F. N. 193)
Ahora vamos a ver
algunos ejemplos de este mismo esquema en En las orillas del
Sar.
El «bien soñado», término
inconcreto y vaguísimo que Rosalía emplea varias
veces y siempre con igual indeterminación, concreta
ligeramente sus características mediante la
comparación: es capaz de perdurar en un espíritu ya
acabado, como perdura una chispa entre las cenizas
frías:
aun en lo
más profundo del pecho helado,
como entre las cenizas la chispa
ardiente,
con sus puras cenizas de
adolescente,
vive oculto el fantasma del bien
soñado.
(O. S. 353)
Observemos la
plasticidad con que Rosalía representa las
características de su dolor, un dolor constante,
monótono a fuerza de repetirse, incomprendido por muchos,
puesto que no es dolor por algo concreto, no es pena, sino dolor de
existir; dolor solitario, que la misma poeta se avergüenza a
veces de repetir, pero que, inevitablemente, repite. La
comparación lo presenta a nuestros ojos como una figura
concreta, palpable:
Pordiosero
vergonzante, que en cada rincón desierto
tendiendo la enjuta mano detiene su
paso incierto
para entonar la salmodia, que nadie
escucha ni entiende,
me pareces, dolor
mío...
(O. S. 374)
Notemos la
complejidad del término concreto que, como en
«Tal como as nubes»
(F.
N. 165), anteriormente citado, ocupa el primer
lugar. En ambos casos se trata de lograr el —348→
mismo efecto: echar por delante una figura, un
espectáculo habitual que, al ser fácilmente
comprendido por el lector, favorezca la aceptación del
término abstracto, más extraño o
complicado.
No son originales,
pero el ritmo de las palabras contribuye a aumentar el valor
expresivo, las comparaciones del poema que cierra la primera
edición de En las orillas del Sar:
Hora tras hora,
día tras día,
entre el cielo y la tierra que
quedan,
eternos vigías,
como torrente que se
despeña
pasa la vida.
(O.
C. 661)
Comparaciones entre un
término concreto y uno abstracto
Vamos ahora a ver
ejemplos del esquema comparativo contrario al anterior, es decir:
la comparación de un término concreto con uno
abstracto. Es menos frecuente, y los ejemplos más tempranos
pertenecen al libro A mi madre; parecen un intento de
elevar el tono de la poesía, aunque no pueden calificarse de
aciertos. Hablando del invierno, que extiende sus colores
sombríos sobre el azul del cielo, dice:
Por el azul del
claro firmamento
tiende sus alas de color
sombrío,
cual en torno de un casto
pensamiento
sus alas tiende un pensamiento
impío.
(O.
C. 248)
Otras contribuyen
a crear un ambiente más misterioso y, aunque poco
originales, están más logradas:
—349→
las tenues
lejanas nubes
cual vaporosos fantasmas.
(O.
C. 254)
Dentro de este
tipo son frecuentes las comparaciones del elemento concreto con
estados de ánimo; aunque en algunos casos queda la duda de
cuál es el elemento que queda enriquecido por la
comparación. Así, en el siguiente ejemplo de
Cantares gallegos:
Unha noite, noite
negra
como os pesares
que eu teño.
(C.
G. 72)
lo que se compara
es la noche, pero, indirectamente, son los pesares quienes se
benefician de la indudable nota de negrura de la noche. Un caso
similar tenemos cuando, al hablarnos de sus poemas, Rosalía
los califica de «ramo de tojos y
zarzas» y añade:
irtas, como as
miñas penas;
feras, como a
miña dor.
(F. N. 166)
En otros casos se
ve más claro que es el elemento concreto el enriquecido por
la comparación:
Cruceiro de
Ramírez...
[...]
o sol da tarde
pousa en ti o postreiro raio
coma nun alma
triste pousa un soñó dourado.
(F. N. 274)
Los mayores
aciertos dentro de este esquema los logra cuando en rápida
comparación con un elemento abstracto da hondura y
trascendencia a hechos en apariencia insignificantes.
—350→
Vientos contrarios mueven a las nubes a través del
espacio, y el poeta comenta:
Van
levándoas, cal levan os anos
os nosos
ensoños
i a nosa
esperanza.
(F. N. 175)
Rosalía
observa el movimiento de las olas, cómo llegan hasta sus
pies, cómo se marchan y ella permanece:
Y huyen,
abandonándome en la playa
a la terrena, inacabable
lucha,
como en las tristes playas de la
vida
90
me abandonó, inconstante, la
fortuna.
(O. S. 372)
Y en un atardecer
piensa que:
triste muere el
día
como en el hombre la esperanza
muere.
(O.
C. 660)
Vamos a ver ahora
las comparaciones cuyo primer término es una persona. Las
más abundantes son aquellas cuyo segundo término
pertenece al mundo inanimado, viniendo a continuación las
del mundo vegetal y animal.
Comparaciones entre
una persona y un ser inanimado
Empecemos con el
esquema persona-ser inanimado. Los primeros ejemplos
pertenecen a La Flor, y son tan literarios como todos los
del libro:
Y correré en este vivir
incierto
cual brisa solitaria del
desierto.
(O.
C. 223)
—351→
Este tipo de
comparaciones son muy abundantes en Cantares gallegos.
Veamos uno en el que se comparan unos ojos claros a las aguas
serenas que corren entre peñas. Tiene el error, de tipo
popular, de confundir niña del ojo con
iris. Obsérvese también cómo el
segundo término de la comparación es muy rico en
notas: agua, peñas, que gorgojea al pasar, serena...:
Mais
non sempre as niñas craras
son proba de
craras vistas.
Moitas eu vin,
como a augua
que corre antre as
penas frías
gorgorexando de
paso,
sereniña,
sereniña,
que antre
tiniebras pousaban,
que antre
tiniebras vivían.
(C.
G. 30)
El brillo de unos
ojos la lleva a la comparación con cuentas de cristal:
Deses teus olliños
negros
como doas
relumbrantes.
(C.
G. 33)
En general, estas
comparaciones en que el primer término es una mujer son poco
originales, muy literarias, y algunas, de clara influencia de otro
poeta. Veamos algún ejemplo:
meniña morena,
de branco
vestida,
nubiña
parece
no monte
perdida.
(C.
G. 67)
Veamos éste
en el que la influencia de Camoens es evidente:
—352→
Roxiña cal
sol dourado,
garrida cal fresca
rosa,
iba polo monte
hermosa
co branco pe
descalzado...
Copo de neve
pousado,
deslumbrando
á luz do día
tan branco pe
parecía.
(C.
G. 78)
Estos ejemplos son
poco significativos para determinar la preferencia de
Rosalía por comparaciones con lo animado, lo vegetal o lo
inanimado. Obedecen a tradiciones literarias y suelen presentarse
en series donde inevitablemente aparecen estrellas, nubes, trigo,
mar o flores:
-Meniña, ti
a máis hermosa
que a luz do sol
alumbrara;
ti a estrela da
mañanciña
que en puras
tintas se baña;
ti a frol das
froridas cumbres,
ti a ninfa das
frescas auguas,
ti como folla do
lirio...
(C.
G. 116)
Expresadas
mediante forma negativa, pero del mismo tipo, son las comparaciones
que hace a propósito de Santa Margarita:
Miña Santa
Margarida,
¿con
quén te hei de comparare?
[...]
Nin luceiro nin diamante,
nin luniña
transparente,
luz vertéu
máis cariñosa
que o teu rostro
relucente.
Nin as froles do
xilmendro,
nin a rosa
purpurina.
—353→
nin as neves da
montaña,
nin fulgor da
mañanciña;
Nin alegre sol
dourado,
nin corrente de
augua pura,
miña Santa
Margarida,
che asemella en
hermosura.
(C.
G. 147)
En Cantares
gallegos, junto a estas comparaciones claramente
literaturizantes encontramos, dentro del esquema que ahora nos
ocupa (persona-ser inanimado), algunos ejemplos de gran
expresividad.
Una joven,
hablando de su amado dormido, dice:
Arriméime
paseniño
á
súa beira,
e sospiraba
mainiño
como brisa
mareeira.
(C.
G. 54)
Para indicar el
miedo que la posee, una muchacha se compara con las aguas de una
fuente:
...e trembaba como
tremban
as auguas cando
fai vento,
na pía da
fonte nova
que sempre
está revertendo.
(C.
G. 73)
Para resaltar la
falta de gracia de una mujer sin hombre, de una solterona,
podríamos decir, Rosalía la llama pau viradoiro, que en
principio significa 'el palo que se utiliza en vez de remo', pero
que se emplea también para designar a una persona alta y
desgarbada (de los dos sexos). En realidad, son tres comparaciones
seguidas las que Rosalía emplea para indicar la desgracia de
esa situación:
—354→
Unha
muller sin home...,
¡santo
bendito!
é
corpiño sin alma,
festa sin
trigo.
Pau
viradoiro
que onda queira
que vaia
troncho que
troncho.
(C.
G. 65)
Para expresar su
rechazo al amor, una mujer se compara a sí misma con las
piedras frías:
Eu
contémprote en tanto serea,
dura coma os
seixos fríos.
(F. N. 282)
En su primer
libro, Rosalía comparaba sus ilusiones a muertas estrellas.
En el último será toda la persona la que se compare
con un astro muerto. Pero adviértase cómo se ha
enriquecido el segundo término de la comparación:
astro apagado, solo y perdido:
...sin goces ni
tormentos,
será cual astro que apagado
y solo
perdido va por la extensión
del cielo.
(O. S. 336)
En otras
ocasiones, la comparación no es real, sino deseada.
Así cuando dice que quisiera vivir:
como la
peña oculta por el musgo
de algún arroyo solitario al
pie.
(O.
C. 660)
El corazón
de la persona es también objeto de comparaciones, algunas de
ellas originales:
—355→
Son los corazones
de algunas criaturas
como los caminos muy
transitados,
donde las pisadas de los que ahora
llegan
borran las pisadas de los que
pasaron.
(O. S. 378)
Es el viejo tema
de «un clavo quita otro clavo», pero remozado por una
visión nueva.
Son típicas
de la madurez creadora de Rosalía estas comparaciones que
constituyen el núcleo fundamental del poema, como en los dos
ejemplos que acabamos de citar, y este otro de gran
complejidad:
...todo halla un eco en las
cuerdas
del arpa que pulsa el genio.
Pero aquel sordo latido
del corazón que está
enfermo
de muerte, y que de amor muere
y que resuena en el pecho
como un bordón que se
rompe
dentro de un sepulcro
hueco..
[...]
...jamás el genio pudo
repetirlo con sus ecos.
(O. S. 371)
Veamos como
último ejemplo del esquema persona-mundo inanimado
esta comparación del poeta con las fuerzas de la
naturaleza: