La poesía de Juan de la Cruz entre la oralidad y la escritura1
Paola Elia
Università degli Studi di l'Aquila
Es habitual datar
el comienzo de la actividad poética de Juan de la Cruz entre
1577 y 1578, periodo en el cual permaneció recluido durante
nueve meses en la cárcel conventual de Toledo. «Al religioso que tenía cuidado de dicho
fray Juan le fue pareciendo bien su paciencia y modestia, como no
le oía quejarse de nadie. Y un día le pidió el
padre fray Juan que le hicieran caridad de un poco de papel y tinta
porque quería hacer unas cosas de devoción para
entretenerse. Y se lo trajo»
2.
Probablemente fuera el piadoso carcelero, fray Juan de Santa
María, encargado de su custodia, quien le proporcionara el
material que le permitió transcribir aquellas
Canciones con las que -según refiere Ana de San
Alberto- «se entretenía y las
guardaba en la memoria para escribirlas»
3.
En agosto de 1578,
Juan de la Cruz consiguió eludir la vigilancia de sus
carceleros y se fugó, llevándose consigo un cuaderno
en el que había empezado a escribir algunas poesías.
«Sacó el Santo Padre cuando
salió de la cárcel un cuaderno que estando en ella
había escrito unos Romances sobre el Evangelio
In principio erat
Verbum y unas coplas que dicen: que bien sé
yo la fonte que mana y corre aunque es de noche, y las
canciones o liras que dicen: Adonde te escondiste, hasta
la que dice: Oh ninfas de Judea...»
4.
Estas primeras composiciones poéticas debieron tener una
rápida difusión. Magdalena del Espíritu Santo
declaró haber realizado «muchos
traslados»
de aquel «cuadernillo»
de poesías -dejado
por Juan de la Cruz en Beas- en el que se contenía la
versión primitiva del Cántico de 31
estrofas.
Aunque hubieron de transcurrir aún muchos años antes de que se publicara por primera vez la selección de poemas que figura en el manuscrito de Sanlúcar de Barrameda, los versos de fray Juan, estando aún vivo el autor, eran ya conocidos y ampliamente divulgados en el ámbito carmelita. La primera edición de las poesías se remonta, de hecho, a 1627, mientras que son numerosas las copias manuscritas llegadas hasta nosotros desde el final del siglo XVI o desde los primeros años del XVII. Las numerosas innovaciones, las variantes, los versos inventados, que se ponen de manifiesto en el cotejo de los manuscritos, testimonian que el texto poético de San Juan sufrió múltiples reelaboraciones y adaptaciones por parte de sus lectores. Los que transcribían, declamaban y cantaban las canciones y coplas del poeta carmelita se apropiaron del mensaje religioso que contenían aquellos versos, concediéndose la libertad de aportar modificaciones para adaptarlo a su estado de ánimo, a sus emociones o a su propia cultura.
Aunque la mayor
parte de las innovaciones consisten en malas lecturas del texto
base o en banalizaciones de algunas palabras -como sucede, por
ejemplo, en el Cántico, donde algunos copistas leen
otros
por sotos
(C 22), presto
por austro
(C 127), llamando
por clamando
(C5), padezco
por adolesco
(C 10), tenebrosos
por nemorosos
(C 62), sonorosos
por amorosos
(C 65), llegan
por vagan
(C 31), resonar
por aspirar
(C 186), etc.-, en otas variantes se advierte el
intento, por parte el copista-lector, de apropiarse de la
poesía, de plegarla a su propia experiencia personal. Son
significativas las innovaciones: y en los
ríos de mis ojos
por y en
uno de mis ojos
(C 110); mirando
las montañas
o mi amado
espero las montañas
o mira
amado las montañas
por mi
amado las montañas
(C 61), introducidas estas
últimas para hacer más comprensible el texto
original, totalmente carente de verbos en las estrofas relativas
(ss. 13-14). Pero también
algunas omisiones de versos, como allí me dio su pecho
(C 86) o
donde tu madre fuera violada
(C
140), pueden interpretarse como censuras voluntarias.
Además,
algunas de las innovaciones (versos inventados que en algunos casos
sustituyen a los originales, o sólo anotados al margen) son
aportadas conscientemente por los copistas, casi como una voluntad
de querer transformarse ellos mismos en improvisados poetas. Valga
como ejemplo la estrofa 5 de un manuscrito de la Noche,
donde al margen, la misma mano anota: «Noche que quiaste / noche amable mas que el
alborada / noche que juntaste / alma enamorada / en su Dios la
dejaste transformada»
. También en la
última estrofa del Cántico un copista
añade un verso nuevo: «ya en
nada de mi parte estorbo avia /pues nadie lo mirava»
(C 191, ms. L2).
Podían ser
interpolaciones de copistas las dos estrofas ausentes en el
códice sanluqueño y que, en cambio, figuran en
algunos testimonios poco fiables (G b2) de las coplas que empiezan
con «Que bien se yo la
fonte...»: «en esta noche obscura desta vida / que bien
se yo porfee la fonte frida / aunques de noche»
,
intercalada entre las estrofas 1 y 2; y «bien se que tres en sola vna agua biua /
residen y vna de otra se deriba / aunques de noche»
,
presente entre la 8 y la 9. Andrés de la Encarnación
y muchos editores sanjuanistas piensan, por el contrario, que no se
trata de interpolaciones, sino de sucesivos añadidos del
autor.
En esos mismos
testimonios se encuentran versos interpolados también en el
último romance de la selección
sanluqueña, el que empieza con «Encima de las corrientes...»:
«moríame por morirme / y mi vida me mataba / porque
ella perseverando / de tu vista mepribaba»
-después del verso 28- y «miraba como vian / que el goço les
engañaba»
-después del verso 30.
Las divergencias de variantes, los añadidos de nuevos versos y las innovaciones pueden darnos la medida de las interpretaciones que el texto ha sufrido en el tiempo y su análisis permitiría la reconstrucción del iter autor-texto-receptor. La disección de las variantes demuestra, además, que el texto nos ha llegado a través de un canal mixto, oral y escrito, y que, en consecuencia, ha registrado las manipulaciones y alteraciones propias de ambos medios de transmisión. Las variantes esporádicas comunes a testimonios pertenecientes a distintas familias de la tradición constituyen la prueba de una evidente contaminación.
También las
fuentes biográficas confirman la gran difusión de que
gozaron algunas de las Canciones de Juan de la Cruz, no
sólo a través de la tradición escrita, sino
también a través de la oral. «Las traían de boca en boca -escribe
Jerónimo de San José-, hallando una celestial
suavidad y eficacia en sus palabras»
5.
La misma Teresa de Jesús, como relata una religiosa de
Medina del Campo, «trajo las
Canciones de la esposa a este convento y pidió a
las religiosas que se holgara se entretuvieran en ellas y las
cantasen, y ansí se hizo; y desde entonces se han cantado y
se cantan»
6.
Finalmente, refiere José de la Madre de Dios que «sabían casi todos los religiosos de
memoria la poesía de la Noche oscura de sus libros,
y la solían cantar de ordinario en las quietas
después de comer y en otras ocasiones de
recreación»
7.
No cabe, pues, ninguna duda de que debieron crearse algunas interferencias entre ambos canales de transmisión, canales que, durante un tiempo, debieron correr paralelos, dada la facilidad con la que se grababan en la memoria las poesías que se cantaban habitualmente en las congregaciones carmelitas.
Un ejemplo claro
se encuentra en la varia lectio de las Canciones entre el alma y
el Esposo. En las copias de la versión primitiva de 31
estrofas, realizadas de memoria por Ana de San Bartolomé
fuera de España, se encuentran las mismas variantes que en
manuscritos pertenecientes a ámbitos diferentes. La
sustitución de huerto con vergel, en
correspondencia con el verso «en el
ameno huerto deseado»
(C 132), figura no sólo
en las copias de la secretaría de Teresa de Jesús
realizadas en Flandes, «en el vergel
a manos de su amado»
, sino también en otros
testimonios, como por ejemplo en la copia de María de San
Alberto, del Carmelo de Valladolid (ms. v4), «en el
vergel ameno de su amado»
.
Otra variante
adiafórica, caçadnos
por cogednos
(C 121),
característica de los testimonios de la llamada
«segunda redacción» del Cántico,
se registra también en algunos manuscritos del «texto
primitivo», interferencia que puede encontrar
justificación en el proceso dé
contaminación.
No se puede exlcuir, por tanto, que los copistas supieran de memoria las Canciones y que, conservando en algunos casos un recuerdo distinto de los versos cantados, modificaran luego algunas palabras del texto escrito.
Incluso los versos
inventados «y ninguno me sana / ni
apaga mi deseo»
que se hacen eco de «Ay quien podrá
sanarme»
(C 26) y «Apaga mis enojos»
(C 46); o
bien «dice que no recuerden los
amores»
(ms. m4),
«a las furias y miedos
heladores»
(mss.
h1, v4 y v5), en correspondencia con el verso de Juan de la Cruz
«y miedos de las noches
heladores»
(C 145), que recuerdan vagamente «ni temeré las fieras»
(C 14) y «ven austro que recuerdas
los amores»
(C 127), demuestran, en este caso, el
intento por parte de los copistas de subsanar lagunas de la
memoria.
Interferencias
debidas a la oralidad se encuentran también en la
transmisión manuscrita de las Coplas del alma que pena
por ver a Dios. La semejanza de las glosas que Juan de la Cruz
y Teresa de Jesús desarrollaron en clave mística
sobre la base de la misma coplilla profana que empieza con «Vivo sin vivir en mí»
,
ha causado, durante la transmisión manuscrita, una cierta
confusión. En algunos testimonios de la poesía de
Teresa se recogen, en efecto, estrofas de la copla correspondiente
de Juan de la Cruz. Probablemente, la interpolación fue obra
de copistas minuciosos que, al conocer de memoria otras estrofas
sobre el mismo tema, creyeron oportuno añadirlas a las
coplas de Teresa. En efecto, en los manuscritos que nos transmiten
los dos textos contaminados figuran variantes
características comunes a ambas tradiciones.
También la
poesía del Pastorcico fue compuesta originariamente
para ser cantada. Los críticos sanjuanistas han identificado
el modelo literario que sirvió de inspiración a Juan
de la Cruz en una poesía bucólica anónima, que
comienza con los versos «Un
pastorcico solo está cantando / ageno de plazer y
descontento / y en su pastora firme el pensamiento / y el pecho del
amor muy lastimado»
, que se conserva en tres copias
manuscritas8.
En algunos
testimonios del Pastorcico «a lo
divino»
de Juan de la Cruz, en correspondencia con el
verso 3, se encuentra la misma lectura «firme»
por «puesto»
transmitida por la
versión profana. La variante en cuestión está
atestiguada en manuscritos con más innovaciones respecto al
texto de la tradición. Se trata, pues, de una interferencia
de la variante profana, bien conocida, probablemente, no
sólo por nuestro poeta, que la utiliza como fuente, sino
también por los que transcribían las Canciones a
lo divino de Christo y el alma de Juan de la Cruz.
Hay que
añadir, además, que aún hay otra
composición a lo divino en cuya tradición se puede
encontrar una lectura perteneciente a la fuente profana, la que
comienza con el verso «Tras de un
amoroso lance»
. Algunos manuscritos, en el verso 3
de la copla inicial, leen «subí tan alto»
por
«bolé tan
alto»
. Seguramente la lectura adiafórica
«subí»
de la
poesía anónima ha contaminado una vez más la
tradición paralela del texto sanjuanista, donde se repite
bolar, buelo, buelos en las estrofas sucesivas, mientras
que subir predomina en el texto profano.
Frente a los numerosos manuscritos que documentan las modificaciones operadas en el texto poético sanjuanista por sus lectores en el transcurso de su transmisión, podemos, afortunadamente, contar con el testimonio más fiable de la tradición: el códice de Sanlúcar de Barrameda. Si este precioso ejemplar de la colección poética no hubiera llegado hasta nosotros, nos veríamos obligados a discutir sobre la autenticidad de algunas lecturas alternativas.
Ciertamente, nada impide pensar que Juan de la Cruz volviera sobre sus versos, modificando algunos términos (por ejemplo, en el Cántico, el poeta anota en el ms. S., en la estrofa 8, verso 2, la variante vida como alternativa de alma) o completando algunas composiciones mediante nuevas estrofas.
Sin embargo, ya que no se conservan de ello pruebas fidedignas, pensamos que las lecturas alternativas presentes en los testimonios de la primitiva redacción del Cántico o la integración de nuevos versos en otras poesías, deben ser prudentemente adjudicadas a los transcriptores.
Pero el problema
más importante de la evolución de las obras de Juan
de la Cruz se plantea, principalmente, respecto al iter
redaccional de los tratados en prosa. Una encendida polémica
divide desde hace años a los estudiosos sanjuanistas sobre
la posibilidad de clasificar como «distintas redacciones de autor»
o como
«arreglos de revisores»
las
sustanciales diferencias que nos transmiten los numerosos
manuscritos de las Declaraciones del
Cántico.