«El párroco debe ser en los pueblos católicos la figura más visible y la autoridad más respetada. No se debe olvidar que la cohesión y el poderío de una sociedad católica estuvieron antes, están ahora y estarán siempre [...] en razón directa del prestigio del sacerdote católico» (El Defensor de los Párrocos, 424, 21 mars 1898).

Le même tableau dramatique apparaît dans El Informador del Clero: «Por desgracia en la mayoría de los pueblos la autoridad del párroco se halla poco cimentada; su ascendiente entre ellos es casi nulo y aquella entidad que en tiempos mejores se imponía a los suyos, resolviendo con su palabra cuantas divergencias se suscitaban en su feligresía, ha desaparecido y muchos ya no reconocen en él otra investidura que la de poder cohonestar con su cargo el tráfico que, según ellos, ejerce con la ignorancia de los pueblos» (El Informador del Clero, 15 février 1904, pp. 2-3).

«He aquí, pues, la misión del clero, si quiere responder a su vocación y llenar los altos deberes que le impone su ministerio: debe entrar de lleno en el nuevo campo a que la caridad le llama y no concretar la esfera de su acción a la Iglesia y sacristía, sino aceptar la batalla en el terreno en que se la presenta el enemigo» (El Informador del Clero, 15 février 1904, pp. 2-3).