Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
—45→

Capítulo XI

Echenique

SUMARIO

La alternabilidad en el poder determinada en la Carta de Huancayo, exigió en 1851 la elección de un nuevo gobernante.- De los cinco candidatos que se exhibieron, Echenique, Vivanco y Elías brillaron por su prestigio y popularidad.- La inmensa mayoría del país reconoció en Echenique el hombre que la Nación necesitaba para continuar la obra de Castilla.- Favorable situación política, internacional y financiera del Perú en 1851.- Habiendo subido Echenique al poder en momentos tan propicios y habiendo encontrado la paz pública consolidada con siete años de un buen orden no interrumpido, ¿cómo fue posible que la revolución que triunfó en 1855 lo trajera abajo?.- Conceptos emitidos por Timoleón acerca del gobierno del general Echenique.- Efecto que en la opinión produjo la lectura de las célebres cartas políticas de Elías en 1852.- Elías es tomado preso y desterrado.- Desembarca en Guayaquil y poco tiempo después invade Tumbes.- Aparece nuevamente en Ica, donde es totalmente derrotado en la batalla de Saraja.- Castilla oye el clamor de sus amigos, sale para el Sur, se radica en Arequipa y da unidad y energía a la defensa de la ciudad.- No sólo consigue defender la población, sino que también amaga —46→ las posiciones de los sitiadores, que al fin se retiran a Lima.- Castilla insurrecciona todo el Sur, avanza hacia el Norte y llega hasta Ayacucho, donde se hallaba la vanguardia de Echenique.- Derrota de las fuerzas del Gobierno, en Izcuchaca.- Echenique reconcentra sus fuerzas en Jauja y viéndose flanqueado por Castilla se retira a Yauli y casi en fuga baja a Lima.- Batalla de la Palma.- Parte económica.- Las ventas de guano siguen en aumento.- Guano que se vendía a 45 pesos la tonelada, sólo dejaba al Perú una utilidad de veinte.- Pérdidas por diferencias entre la tonelada de registro y la tonelada efectiva, y por el guano que iba al mar al tiempo del embarque.- Se estudia la necesidad de sustituir las consignaciones con las ventas directas en las islas.- Impracticabilidad del proyecto.- Nada más triste que la forma onerosa y hasta ridícula como los consignatarios prestaban al Fisco el propio dinero del Estado.- Publicaciones imprudentes hechas en 1851 originan cuestiones de soberanía, las mismas que fueron promovidas por Estados Unidos e Inglaterra.- Primer acto de expansión de Chile por causa del guano.- Raros y anodinos sucesos que en la vida doméstica del Perú comenzó a producir el guano.- Profundas perturbaciones e inauditos males que su riqueza causó.- Lo que fue la Consolidación.- No hay nada en la Historia económica del Perú, ni aun el reparto de los tesoros de Atahualpa, ni el posterior despilfarro de millones en la época de Balta, que presente los caracteres vergonzosos que encontramos en ella.- La ley de Consolidación fue dada con la mayor imprevisión y puesta en práctica sin detenido estudio.- Vindicación de Echenique.- Conceptos del doctor Casós.- El dinero repartido en vales de Consolidación no produjo bienes a las industrias.- La vida encareció; aumentaron el lujo, la ociosidad y el juego.- La disipación y la extravagancia aparecieron en las familias.- En muchos, la riqueza causó espanto y para no devolver lo recibido se ideó la Conversión.

—47→

- I -

Seis años gobernó Castilla constitucionalmente la república. Antes de que terminaran, la alternabilidad en el poder determinada en la carta de Huancayo, exigió, en 1851, la elección de un nuevo gobernante. Por primera vez en la vida independiente, tan augusto acto pudo realizarse en medio del más profundo respeto a la voluntad libre del ciudadano y sin que le hubieran precedido el desorden de las revueltas, el estrépito de las armas, el humo de los combates o el prestigio de la victoria. Presentáronse en demanda de los votos de sus conciudadanos cinco candidatos, tres de los cuales, Echenique, Vivanco y Elías, brillaron por su popularidad y prestigio.

Un folleto anónimo, como casi todos los de la época, y que se titula Refutación del libro titulado Vindicación de don José Rufino Echenique, dice de este período electoral lo siguiente:

Las prematuras y ardientes aspiraciones de la candidatura Echenique estimularon la exhibición de otras... El general Vivanco había llegado al Perú y los antiguos directoriales, cuya fe en su caudillo no se había apagado en seis años, creyeron favorable la oportunidad de ensayar de nuevo sus principios administrativos, dentro del seno de la Constitución que había derrocado al Directorio. Pero apenas se exhibió esta nueva candidatura, cuando el partido de Echenique le declaró guerra a muerte y se originó una polémica a tal punto odiosa y encarnizada, que los hombres de orden comenzaron a temer seriamente que se comprometiese la paz pública; y esto ocasionó la creación de una tercera candidatura que, libre de los odios de los partidos, pudiese ofrecer un término medio que reuniese en obsequio de la paz a los hombres de uno y otro bando; este tercer partido, después de haber explorado por algún tiempo la opinión, proclamó la candidatura de don Domingo Elías. Además de éstos, se propusieron las candidaturas de San Román y Bermúdez, sostenidas por los amigos de estos antiguos generales.

—48→

Cada uno de los partidos procuró tener el apoyo del Gobierno; y aunque muchas autoridades hayan podido favorecer las aspiraciones de Echenique, no puede atribuirse su conducta al general Castilla, que oficialmente y con repetición los ha excitado al cumplimiento de sus deberes y que indistintamente conservaba en posiciones influyentes a los hombres de todos los partidos.

En el curso de las cuestiones eleccionarias se suscitó la nacionalidad de Echenique, y las dificultades que éste encontró para probarla fueron tantas y tan extraordinarias, y las partidas de bautismo tan contradictorias y las explicaciones de éstas tan inverosímiles, que lo que principió por simples sospechas de algunos se convirtió en formal duda para todos y en convicción contraria para muchos. Amenazaba esta cuestión con un trastorno al país si no se decidía legalmente la duda, y el Gobierno cumplió su deber al someterla a un Congreso extraordinario: y su conducta prueba más bien el interés en evitar un desquiciamiento que en procurarlo o permitirlo.

Cuando llegó el 20 de Abril, el Gobierno, que con tanta firmeza como prudencia había evitado el choque de los partidos el 17 de Febrero, y que con tanta franqueza como buena fe había sometido todas las dificultades de la situación, y toda la responsabilidad del congreso reunido, cumplió los últimos deberes de su cargo entregando la Administración al sucesor proclamado por el Congreso, don José Rufino Echenique.


Exceptuando las quejas y pretextos de los candidatos vencidos por Echenique, la inmensa mayoría del país reconoció en el elegido al hombre que la Nación necesitaba para continuar la obra de Castilla. Esta obra superior y como antes nunca la tuvo el Perú, dio al nuevo presidente oportunidad de hacer buen gobierno, lo que comenzó a realizar con sólo seguir la orientación comenzada. Pero no solamente encontró Echenique marcada esta orientación, sino que halló en el camino recorrido pruebas inequívocas de la prosperidad que el nuevo rumbo había proporcionado al Perú. Por esos años, nunca la situación financiera de la República fue tan favorable como la que se vio en ese de 1851, en que el elegido de los pueblos subió al poder. No se debía ningún pago ordinario, y las listas civil y militar estaban al día; lo mismo las deudas interna y externa en amortización e intereses. —49→ En las oficinas de Hacienda las operaciones se verificaban con tal pureza y exactitud, que llegaban muchas veces al exceso. El ejército brillaba por su disciplina, organización y moral. Los parques hallábanse repletos de armamentos, de equipo y de todos los elementos de guerra para triplicar el número de soldados que en esos días ascendía a 4,000. La marina de guerra era superior a la de Chile. El crédito de la Nación en el exterior rivalizaba con el de las más poderosas y ricas naciones. En el interior ocurría lo mismo. Habiendo buen manejo en las entradas fiscales, el aumento de ellas era continuo.

Las relaciones exteriores estaban sostenidas con interés y honra para la República. El entredicho con el gobierno de Bogotá, por la no admisión del general Obando como Ministro neogranadino, fue arreglado sin consecuencias desfavorables. Obando -a quien se atribuía el asesinato de Sucre- no recibido como ministro por esta causa, siguió viviendo en Lima a expensas de Castilla. Con Bolivia tampoco existía desavenencia ni dificultad, habiéndose arreglado satisfactoriamente las diferencias suscitadas con motivo de la moneda feble y de las incursiones en nuestro territorio. Con las demás naciones reinaba también la mejor armonía. Fueron palpitantes las pruebas de satisfacción del gobierno inglés con motivo del embargo de la escuadra. El gobierno de Norte América retiró sus poderes a un agente diplomático que no mereció la confianza del gobierno del Perú, y lo mismo pasó con un agente consular de Chile.

Habiendo subido Echenique al poder en momentos tan favorables y habiendo encontrado la paz pública consolidada con siete años de un buen orden no interrumpido, ¿cómo fue posible que la revolución que triunfó en 1855 lo trajera abajo? Es oyendo a sus contemporáneos y sobre todo a los que brillaron por su independencia y sano criterio -entre —50→ ellos el doctor Felipe Barriga Álvarez (Timoleón)- como es posible formarse concepto claro de lo que fue la vida nacional en aquellos pretéritos tiempos. La literatura en materia política en esos años de 1851 a 1857 es abundante, apasionada y conceptuosa. Ella pone de manifiesto la vida pública de esos cuatro hombres que se llamaron Castilla, Echenique, Vivanco y Elías, ninguno de los cuales superó al primero, quien resultó tan superior y tan necesario para el gobierno de la Nación, que éste es el momento de lamentar que la Constitución de Huancayo no hubiera permitido la reelección presidencial. Si esta disposición hubiera existido en aquella Carta, Castilla, fuera de toda duda, con el beneplácito general, habría gobernado nuevamente desde 1851 hasta 1857.

Dice Barriga en su opúsculo El Gobierno del general Echenique.

Don José Rufino Echenique era un personaje desconocido en la política. Cayó en el olvido después del desenlace de la guerra civil de 1834, hasta que bajo el Gobierno dictatorial en 1843 volvió a presentarse como uno de sus más activos colaboradores, y ciertamente que ese gobierno que, por todo pacto con la Nación, exigió de ésta el juramento de obediencia ciega, era el menos a propósito para rehabilitarlo ante la opinión; así es que al triunfar la causa Constitucional sobre el Directorio debió Echenique sumergirse otra vez para no volver a exhibirse en la escena política.

El general D. Ramón Castilla tenía entonces la gloria inmaculada de defensor y Restaurador de la Constitución; era y merecía ser el regulador de los destinos del Perú. El general Castilla sostuvo entonces con su diestra poderosa a D. José Rufino Echenique, lo ascendió a General del Ejército; lo hizo Ministro de Guerra, Consejero de Estado y finalmente Presidente de esa elevada Corporación en el último bienio de su mando. Colocado Echenique en tanta altura, teniendo en ella el prestigio e influencia de la segunda persona de la República, fue presentado como el candidato del Gobierno en la inmediata elección de Presidente. El General Castilla recomendó esta candidatura a todos los Prefectos y funcionarios de la República y aun manifestó su desagrado a todos los que no secundaron inmediatamente sus miras. El Regimiento Escolta desempeñó, —51→ el 17 de Febrero de 1850, en que se formaron las mesas electorales en los colegios de Lima, el servicio contradictorio de pasear las calles aparentando conservar el orden y de prestar un considerable número de soldados, que con el disfraz de paisano y con sus carabinas ocultas se presentaron en los colegios y se apoderaron de las mesas por la fuerza. Estos soldados fueron los que batieron al pueblo en la plazuela de la Merced y lo persiguieron a balazos hasta el santuario de ese templo. De este modo el Poder contribuyó eficazmente a hacer triunfar la Presidencia de D. José Rufino Echenique, y es indudable que si el Poder hubiese salido mal en esa empresa, los acontecimientos de Enero de 1834 se habrían repetido en Lima, y una revolución militar idéntica a aquélla habría echado abajo la elección de los pueblos y del Congreso.

El Presidente Echenique heredó de su antecesor el precioso depósito de la paz interior y exterior, el crédito restablecido, la negociación del guano en los momentos de duplicar los consumos y de llevar las rentas públicas a un desconocido auge. El Consejo de Estado, las Cámaras, los Tribunales, la opinión entera del país estaban dispuestos a secundar al nuevo Gobierno, y en presencia de estos elementos de orden y de estabilidad, cualquiera ambición aislada que tal vez existiese debía permanecer muda y oculta sin que por entonces hubiese hombre alguno que pudiese alterar la marcha constitucional del país.

El Gobierno del expresidente sólo necesitaba dejarse llevar del suave impulso de tan favorables circunstancias y hacerse reformista, contrayéndose a cortar lenta y atinadamente los abusos introducidos en tantos años de desórdenes.

Pero el General Echenique no podía improvisar en sí mismo las altas cualidades que se requieren para el mando de los Estados. Perteneciendo al número de aquellos jóvenes que en su temprana edad y en el entusiasmo de la guerra de la Independencia abandonaron la casa paterna para alistarse en el Ejército patriota, su espíritu no recibió el cultivo necesario; ni la luz de las ciencias, ni las lecciones de la historia le hicieron formar ideas exactas acerca de lo que es la sana política, de lo que son las Naciones, y de lo que los gobiernos deben ser respecto de ellas. Echenique, como tantos otros, que han manejado el timón de esta destrozada nave que se llama el Perú, cree que un general tiene derecho innato de gobernar su patria, que es necesario llegar al mando por medios buenos o malos, y que una vez en él, no hay que hacer otra cosa que gozar de los placeres que proporciona el poder.

Sin el saludable respeto a las leyes y a la opinión moral del país, únicas barreras que pueden contener los fuertes impulsos —52→ que el hombre tiene a abusar del poder, nuestros gobernantes no han tenido pues otro temor que el de la revolución, que como un espectro sangriento ha atosigado su vida y los ha hecho desconfiados y aun crueles. Los verdaderos objetos del Gobierno, la educación pública, el comercio, las vías de comunicación han desaparecido de su vista y todos sus conatos se han dirigido sólo a conservarse en el mando. Sí: el instinto de la conservación hizo que desde 1830 se fundase una especie de escuela de Gobierno que ha consistido en rodearse del mayor número posible de amigos, en convertirlos en hechuras, prodigándoles a manos llenas los tesoros públicos, y lo que ha sido más sensible aún, los empleos y las dignidades, ese precioso depósito de que la Nación no debe hacer uso sino con mucha economía para premiar el mérito distinguido y para rodearse de hombres morales y patriotas. Los que no han pertenecido a este número de parásitos han sido alejados de toda participación en los negocios públicos; las persecuciones, los destierros y el cadalso no se han escaseado contra aquellos que de algún modo se han manifestado desafectos al Gobierno.

Don José Rufino Echenique, con un corazón bondadoso y con una inteligencia despejada, estaba llamado a ser en la vida privada un excelente ciudadano y padre de familia. Pero ni la naturaleza ni el arte hicieron de él un hombre de Estado.

Bajo el influjo de estas circunstancias y de este carácter, el desgraciado Presidente estaba destinado, de un modo fatal e inevitable, a cometer muy lamentables errores y a traer sobre el país, contra su corazón y sus deseos, las más espantosas calamidades. Pero determínense con precisión cuáles fueron estos errores y cuáles debieron ser sus consecuencias: que las vagas declamaciones y el veneno del espíritu de partido dejen ver la verdad en toda su fuerza, porque el período administrativo del General Echenique estudiado con imparcialidad y buena fe es fecundo en útiles enseñanzas para los pueblos y para los Gobiernos, y es el que determina la naturaleza de la revolución actual y la del Gobierno que a su sombra se ha formado. Nosotros emprenderemos esta obra tomando sólo los rasgos más característicos, porque la naturaleza de este escrito no permite entrar en largos pormenores.

El General Echenique empezó cometiendo el error de formar su Ministerio con personas a quienes la opinión pública no favorecía con sus sufragios. Las prevenciones que contra algunas de ellas había desde tiempo muy atrás, los recelos que otras inspiraban por sus conocidas opiniones políticas notoriamente contrarias al sistema republicano, empezaron a disipar el júbilo que había causado el antes no visto espectáculo, de un presidente legal que bajaba del poder terminado su período, para —53→ entregarlo a otro que tenía a su favor una elección declarada válida por el Congreso.

Llegó a ser objeto de una discusión seria en el Gabinete si convendría variar la Constitución vigente y sustituirla con otra en la que las bases del sistema fuesen más o menos alteradas, y en la que sobre todo se invistiese al Gobierno de más extensas facultades y se alargase el período de la Presidencia. El General Echenique tuvo la sensatez de oponerse a estos proyectos por extemporáneos; pero no conoció que le era imposible gobernar asociado con hombres que no tenían confianza en las leyes de la República, que desconocían el país hasta el punto de creer que admitiría de buen grado y que subsistiría ese golpe dado a las libertades públicas procediendo a hacer un cambio en las leyes fundamentales por otros medios que los señalados por ella mismas. El General Echenique no tomó parte directa en la expedición de Flores, pero la lamentable debilidad de su carácter lo condujo a adoptar un partido, que en su situación era el más peligroso, y fue el de dejar hacer, el de permitir que altos funcionarios se comprometiesen en ella, y que en Lima y en el Callao se hiciesen enganches de hombres y se reuniesen elementos de guerra.

Fue pues necesario que el Ministro negase en notas diplomáticas lo que todo el mundo veía, y en verdad que nunca ha existido para un hombre público una situación más falsa y más peligrosa. La expedición de Flores fracasó, y el Ministerio que había durado sobrenaturalmente se disolvió, dejando por herencia al Presidente y al país las más graves complicaciones internas y externas. Nunca pudo el gobierno verse libre de esas complicaciones: la expedición de Flores fue como un cadáver atado a sus pies en el que tropezaba y caía a cada paso que en cualquier sentido quisiese dar. El curso de los negocios condujo al Gobierno a nuevas faltas. La ley de Marzo de 1850 había abierto la consolidación de la deuda interna, y en un negocio de tanta importancia el Congreso había caído en inexperiencias e imprevisiones que hacían muy defectuosa su medida. No se exigía que todo cargo contra el Estado se depurase en un juicio en forma: en caso de duda acerca de la validez de los documentos debía estarse a lo más favorable para el acreedor. Con estas dos circunstancias, y atendido el estado de nuestras costumbres y las mil formas de que el agio y el fraude se revisten en estos casos, la Consolidación era un verdadero peligro para cualquier Gobierno: para el del General Echenique fue un torrente que lo arrastró impetuosamente haciéndole perder el resto de simpatías que el país conservaba hacia él.

Muchas razones hay para creer que el General Echenique no se manchó en negociaciones personales de consolidación; y —54→ casi no puede explicarse por qué llevó sus complacencias hasta permitir que se cometiesen en este particular tantos y tan reprensibles abusos. Parece que el inexperto Jefe impresionado por los pingües productos del guano, creyó que era tiempo de repartir sus riquezas entre todos los peruanos, formando capitales nacionales, y que la Consolidación, o el pago de las cantidades que el Estado en sus necesidades había pedido al país, le proporcionaba una excelente ocasión de llenar ese deseo con algunos visos de justicia. Error manifiesto que el General Echenique lamentará eternamente, y la República toda, por los males en que a causa de él ha sido envuelta. Si la ley tuvo vacíos o defectos, siempre dejaba al Gobierno la atribución de decidir definitivamente los expedientes, y haciendo así las funciones de Juez, tenía en su mano la facultad de rechazar las reclamaciones notoriamente exorbitantes, las pruebas falsas y los informes flexibles. Pero el General Echenique no observó en la Consolidación ley ni principio alguno. Sólo cuando se le presentaba algún cargo que rayaba en lo fabuloso, hacía, como vulgarmente se dice, a ojo, rebajas más o menos considerables, con las que el fraude al Estado no se remediaba ni el particular se consideraba completamente indemnizado. Desde que se vieron las primeras condescendencias ya nadie puso límites en los abusos; el público que no podía seguir el curso de cada expediente confundió las reclamaciones justas con las injustas y dio a todos los acreedores al Estado el nombre de Consolidados, y el General Echenique sucumbió justamente ante la opinión del país.

Los errores de la Consolidación trajeron otros de iguales consecuencias. Entre los muchos defectos de la ley de Marzo de 1850, se notó desde el principio que el interés de seis por ciento que se asignó a la deuda consolidada era excesivo, y que se corría el riesgo de que en la eventualidad de nuestras rentas y de nuestra política, tal vez llegase el caso de que no pudiese pagarse y de que el crédito público y los acreedores sufriesen un fuerte golpe. La idea de convertir la deuda interna consolidada del seis por ciento, en externa del cuatro o cuatro y medio, tomando un empréstito en Londres, se insinuó por algunos hombres del Gabinete desde el principio de la administración del General Echenique. Si esta peligrosa operación de crédito era realmente útil al país, o si, como han pretendido algunos de los hombres que la imaginaron, había sólo el deseo de verificar un lucrativo negocio de bolsa comprando anticipadamente grandes cantidades de vales, son cuestiones sobre las que no puede darse por ahora una contestación afirmativa.

El más grave mal de la Conversión estuvo en el modo como se practicó. Este negocio traía a los acreedores del Estado el resultado —55→ de cobrar sus vales poco menos que a la par, y debió por lo tanto tener una inmensa publicidad a fin de que todos participasen igualmente del beneficio, señalándoles una parte proporcional según sus créditos y la cantidad de deuda que iba a consolidarse. Lejos de eso el Gobierno observó un profundo silencio, se rodeó de todos los velos y misterios imaginables, y sólo dio lugar en la Conversión a un reducido número de amigos, de adictos y de instrumentos.

Cuando este sistema de parcialidad, de favoritismo y de injusticia se dejó traslucir en el público, ya el descontento no conoció límites y se convirtió en verdadero furor. El Gobierno dejó de ser a los ojos de la Nación el administrador justo y fiel de los caudales nacionales y pasó a ser el Jefe de una Camarilla de hombres privilegiados cuyas aspiraciones saciaba a costa de la hacienda, del crédito público y de la marcha constitucional del país, que con tales desmanes quedaba expuesto sin defensa a todos los embates de la ambición y de la anarquía.

Éstos fueron los principales rasgos de la administración del General Echenique. Un grande error en política su tolerancia en la expedición de Flores. Mala versación de las rentas nacionales en la Consolidación y Conversión de la deuda, y general despilfarro en todos los gastos del servicio. Tan importante es esta verdad que queremos comprobarla con otro documento irrecusable aun para las personas más apasionadas; y es la carta que con fecha 12 de Agosto de 1853 dirigió D. Domingo Elías al General Echenique, y que fue el preludio de la revolución y de la guerra civil que terminó en la batalla de la Palma. En ella todos los cargos contra el Gobierno están reducidos a los que resultan de la Consolidación y Conversión, y ciertamente que en ese documento destinado a conmover al país, no se habían excusado otros que contribuyesen al fin propuesto.

D. José Rufino Echenique en el período de su mando permitió la dilapidación de los caudales públicos: pero D. José Rufino Echenique respetó los derechos políticos y las garantías del ciudadano: su vida, su honor y su propiedad estuvieron a cubierto de todo ataque y guardó este respeto aun a los mismos jefes de la revolución que estuvieron en su poder y cuyos planes pudo haber frustrado obrando con energía.


- II -

Tuvo punto de partida la revolución que triunfó en 1854, en el efecto que produjeron en la opinión las célebres cartas políticas que a fines de 1852 publicó Domingo Elías. Nada —56→ nuevo dijo en ellas, hallándose por esta fecha el Perú entero perfectamente penetrado de los escándalos cometidos en la Consolidación, como también muy al corriente de la parte tomada por el Gobierno en la desgraciada expedición Flores sobre el Ecuador.

Elías fue preso y desterrado; y posteriormente, en virtud de las facultades extraordinarias que Echenique obtuvo del Congreso, las libertades ciudadanas quedaron en suspenso.

Elías desembarcó en Guayaquil, se entendió con las autoridades ecuatorianas, y más tarde, a la cabeza de algunos hombres mal armados, invadió el Perú, habiendo llegado hasta Tumbes, donde fracasó en su intento de revolucionar aquel entonces distrito. Posteriormente apareció en Ica, y nuevamente su fuerza fue batida en Saraja, el 7 de Enero de 1853. Durante este intervalo, las provincias de Chiclayo y Cajamarca se levantaron en armas y desconocieron la autoridad de Echenique. Ambos movimientos fueron debelados por medio de la fuerza.

Eliminado Elías, no tanto por sus derrotas como por sus escasas condiciones de caudillo, el Gobierno y los descontentos pusieron la mirada en el General Castilla, que hasta entonces, tranquilo en el seno de la vida privada, habíase limitado a deplorar los males de la Patria. Echenique, que le temía, buscó su adhesión. No pudo conseguirla y se puso en guardia. Sabedor Castilla de que se le quería prender, y siéndole imposible resistir por más tiempo los clamores de sus amigos, salió para el Sur, se radicó en Arequipa, y supo dar unidad y energía a la defensa de la ciudad, que en los días de su llegada hallábase amenazada por una división de cerca de tres mil soldados.

Sin más recursos que el entusiasmo de los habitantes, pudo Castilla, no sólo defender la población, sino amagar las posiciones de los sitiadores, quienes se retiraron a Paucarpata —57→ y después hacia Lima, degollando sus caballos antes de partir. Pocos días después de esta retirada, todo el Sur, desde Ayacucho hasta Puno, desconoció la autoridad de Echenique.

Convencido Castilla de que nada conseguiría si no lograba poner en definitiva un ejército rápido en sus movimientos, sin pérdida de tiempo sacó de Arequipa el máximo de sus fuerzas, y uniéndolas a las de Moquegua y Puno las concentró todas en el Cuzco, dejando parte de ellos en la Unión. Hallándose falto de dinero y de armamentos, emitió vales de crédito público, y para conseguir lo segundo celebró diversos contratos con gentes que pasaron a Bolivia.

En combinación con el movimiento que las fuerzas de Arequipa hicieron sobre la línea del río Pampas, Castilla, el 30 de Mayo de 1853, movió todo su ejército hacia el Norte. El 8 de junio llegó a Andahuaylas y el 17 avanzó sobre Ayacucho, la que fue desocupada por la vanguardia del ejército de Echenique, vanguardia que se hallaba a las órdenes del general Deustua.

Impuesto el gobierno de Lima de los movimientos de Castilla, recuperó con sus fuerzas las poblaciones de Islay, Arica e Iquique, recuperación que coincidió con la campaña que desde Iquique comenzó Elías, y que terminó con la derrota total de las fuerzas gobiernistas y el triste y cruel fusilamiento del general Morán.

La retirada de Deustua obligó a Echenique a concentrar sus fuerzas en Jauja y a ponerse él mismo al frente de ellas. Su infantería numerosa, y su caballería bien equipada, su formidable artillería, su armamento todo nuevo y recién llegado de Europa y las cajas de los cuerpos repletas de oro, hacían contraste con las deficiencias de todo género que se palpaban en el ejército del Gobierno Provisional.

—58→

Veintitrés días permaneció el ejército de Castilla entre Acobamba y Huancavelica en espera de nuevas fuerzas, de municiones y de armamentos. Se aguardaba también la tropa que con San Román cubría la retaguardia y que estaba constituida por una división formada en Moquegua.

Situado el puente de Izcuchaca sobre el río Mantaro, a nueve leguas de Huancavelica y a doce de Huancayo, donde Echenique después de revistar sus tropas se preparaba para la ofensiva, su posesión se hizo necesaria, y ambos ejércitos sacrificaron muy buena parte de sus más valientes soldados en la toma de dicho puente, el que al fin quedó en poder de Castilla. Fue el héroe de la jornada el mayor de cívicos Mariano Ignacio Prado, a quien Castilla había hecho jefe de la columna Sagrados. La obra del Deán Valdivia da minuciosos detalles del suceso.

Derrotado Echenique en Izcuchaca, repasó el Mantaro y se situó en Moya en un terreno bastante defensible militarmente. Castilla, que con impaciencia aguardaba a San Román, cuya tardanza le hacía aparecer como traidor, adelantó solamente dos jornadas por la izquierda de Echenique y se situó primero en Conaica y después en las inmediaciones de Moya. En la imposibilidad de sostenerse largo tiempo en tan mala posición, el 11 de Octubre emprendió la marcha por las alturas de Jauja e Izcuchaca, en su deseo de cortar la retirada al enemigo o de comprometer combate con él, sacándolo del valle de Jauja. Este avance hecho únicamente por las punas de la cordillera, es un movimiento militar de primer orden, que mucha honra dio a Castilla. A los cinco días de marcha, su ejército ocupaba posiciones superiores a las del enemigo, que en vano intentó cruzar el Mantaro por Pachachaca. Viéndose flanqueado Echenique y temeroso de que Castilla ocupara la capital, avanzó hasta Yauli, y en segunda bajó a Lima por la quebrada de Matucana, a donde —59→ llegó a mediados de Noviembre. Castilla quedó dueño del departamento de Junín, y habiendo engrosado su fuerzas con la división San Román, que al fin llegó al cuartel general, el 5 de Diciembre salió para la costa, tomando el camino que termina en Lurín.

Echenique, que no le aguardaba por ese lado Sur de la capital, sacó de Lima todas sus fuerzas, las colocó en las inmediaciones de Miraflores y se fortificó en un promontorio llamado la Huaca Juliana. De esta manera cortó el paso al ejército de Castilla, cuyo propósito era llegar hasta el Callao, donde esperaba tomar de los Castillos artillería gruesa de la que carecía.

Habiendo resuelto Echenique iniciar la ofensiva y comenzar el ataque en la madrugada del 5 de Enero de 1855, puso en movimiento sus tropas. Castilla tuvo noticia la noche del 4 de la determinación tomada por su contrario, y como era muy hábil en estrategia, cambió su frente, dejó el sitio que ocupaba, y en esa misma madrugada se puso de flanco sobre la línea de Echenique. Pezet, que comandaba la vanguardia constitucional, avanzó con tres batallones, 600 hombres de caballería y cuatro piezas de artillería, y en lugar de hacer alto al no encontrar al enemigo en el sitio que éste ocupaba el día anterior, llevado de su arrojo siguió avanzando, y sin plan ni concierto alguno le fue necesario presentar batalla. Sabedor Echenique de que Pezet, imprudentemente con una sola división, había comprometido el contracombate y que luchaba con todo el ejército enemigo, mandó en su auxilio a Deustua y a Cisneros. El primero no pudo moverse con celeridad, y suponiendo Echenique que Cisneros lo seguía, ordenó a Deustua el ataque por la derecha de Pezet. Ya éste principiaba a retroceder, cuando Deustua entró al combate sin el auxilio de Cisneros, que cuando llegó al campo de batalla muy poco tuvo que hacer, habiéndose —60→ pronunciado la completa derrota de la división de Pezet. Deustua fue muerto en los primeros momentos del combate, como también su segundo, el coronel Carranza. En tal situación la brillante caballería de Echenique hizo un simulacro de ataque, y sin combatir con nadie se dio a la fuga. Fueron los últimos en batirse el batallón Marina, de la división Guarda de Reserva, el Pichincha y la artillería que comandaba Mendiburu.

«¡Veinte minutos -dice Echenique en su Vindicación publicada en 1855- que hubiera demorado en comprometer la batalla el general Pezet; veinte minutos que duraran las vidas del general Deustua y del coronel Carranza; veinte minutos más que se sostuviera la división Pezet; veinte minutos menos que tardara en llegar el general Cisneros, la victoria habría sido del ejército constitucional, sin duda! Pero nada de esto sucedió: la Providencia lo dispuso de otro modo: yo me someto a sus designios».

Echenique se asiló en la Legación británica y más tarde se le permitió salir del país en un buque de guerra extranjero.

- III -

Con Echenique continuó el auge del guano. Si en 1850 y 1851 se exportaron 302.270 toneladas, ya en 1852 y 1853 ese tonelaje alcanzó a 350.772. En 1854 la exportación alcanzó a 404.400 toneladas, o sea un total de 1.057.042 en cinco años. Habiéndose vendido en promedio la tonelada a 45 pesos de 40 peniques, el producto bruto de ese guano pudo haber llegado a 45.000.000 de pesos. Como el Gobierno daba el artículo en consignación y pagaba una comisión de venta que ya en 1854 alcanzaba sólo a un uno por ciento (anteriormente había sido siete y después 3 1/2 por ciento); como pagaba también el valor de los fletes, los gastos de —61→ carga y descarga, seguros, propaganda e intereses sobre adelantos que se le hacían sobre cargamentos en viaje o en venta, las deducciones que debieron habérsele hecho al Fisco por estos conceptos debieron haber sido crecidas. Añádase a esto que la contabilidad de Hacienda fue siempre mala, y que no solamente hubo deducciones legales de acuerdo con los contratos, sino también muchas imaginarias inventadas por los consignatarios y consentidas o ignoradas por el Gobierno.

«El año anterior -dice el ministro Paz Soldán, en su nota de 5 de Diciembre de 1853, al Encargado de Negocios de S. M. B. en Lima-, los consignatarios de Londres cobraban nueve libras, cinco chelines por cada tonelada, reportando el Perú por única utilidad la suma módica de veinte pesos».

Pero no solamente hubo deducciones notables, al extremo de dejarle al Perú sólo veinte pesos en ventas que se hacían a 45, sino que también hubo mermas de guano por otros conceptos. Durante los años de 1850 a 1854, se habló mucho de lo que perdía el Estado por la diferencia que existía entre la tonelada de registro y la tonelada efectiva. En 1842 se embarcaron después de pesadas 7,623 toneladas, habiendo quedado el guano por tal operación tan recargado en sus gastos, que sólo produjo una utilidad líquida de cuatro pesos, siete reales. Se habló también de la enorme cantidad de guano que iba de las islas al mar al tiempo de ser embarcado por el sistema de transporte en mangueras. Un periódico de la época hizo el denuncio de que el mar entre las islas de Chincha y Pisco estaba cubierto de guano, y que la pérdida podía estimarse sobre 16 a 20 por ciento.

Respecto al peso, ningún remedio se pudo tomar, y el Gobierno tuvo que contentarse con los datos que sobre el peso en aduanas europeas daban sus comisionados. Teniendo en cuenta la corrupción de la época y el criterio que se tenía —62→ entonces de que robar al Estado por concepto de manejos en el guano no era robo, es de suponer que los buques llevaban en sus cargamentos mayores cantidades que las que registraban los empleados del Fisco.

Los numerosos inconvenientes relativos a las consignaciones hicieron pensar en la necesidad de hacer ventas directas en las mismas islas. El proyecto, bueno en principio, resultó impracticable en atención a que el Perú, mientras tuvo guano, tuvo necesidad siempre de un prestamista que teniendo en mano los conocimientos de embarque a él consignados, le diera continuos adelantos sobre los embarques. Nada más triste para el Estado que la forma onerosa y hasta burlesca como los consignatarios le prestaban su propio dinero (el del Fisco), con condiciones entre las cuales figuraron siempre:

1.ª- Obligación del Gobierno de recibir a la par parte del préstamo en títulos de deuda interna que en plaza se podían conseguir por la mitad o la cuarta parte de su valor.

2.ª- Pago de intereses y de violentas amortizaciones con los productos del mismo guano consignado.

3.ª- Prórroga del término pactado en el contrato de consignación.

Los consignatarios maliciosamente retardaban la presentación de sus cuentas. Mediante este engaño conseguían del Estado en sus continuas y apremiantes necesidades de dinero, darle nuevos préstamos a usurarias condiciones, préstamos que se le hacían con el propio dinero del Gobierno, estando ya realizada la venta de los cargamentos entregados.

La palabra oficial en lo relativo al guano, en el período de Echenique, la encontramos en la Memoria que presentó a las Cámaras el ministro de Hacienda, don Nicolás de Piérola, en 1853.

—63→

El guano que constituye el principal ramo de riqueza nacional, merece que ocupe detenidamente vuestra atención, dándoos cuenta de su estado actual y de las esperanzas que en él se fundan para la mejora y adelanto del país.

Nuestro crédito actual tiene, puede decirse, origen en esta materia de que la Providencia ha querido hacernos únicos poseedores; y la amortización de nuestra deuda y el pago de sus intereses, serían una carga insoportable para la República, si no se contase con el guano para hacerles frente.

No puede dejar de ser opinión vuestra la que el Ministro profesó de que invertir capitales en vez de emplear rentas, es llegar a segura ruina; y por esto convendréis en que se necesita muy especialmente no halagarse con las sumas que nos produce el consumo de ese capital nacional; pensemos que no siempre hemos de contar con él. En su lugar llamaré vuestra atención a lo urgente que es perfeccionar nuestro sistema de contribuciones, pero sin supresiones, que no servirán sino para hacer más tarde imposible la marcha de la República.

En lo corrido del presente bienio se han aumentado los consumos de este artículo, como lo veréis después.

En ese crecimiento, cree con razón el Gobierno que tienen no poca parte los contratos hechos para su expendio en Francia y sus colonias, España, Islas Mauricio y Asia, porque probado como está ya por la experiencia que el sistema de consignaciones produce los mejores resultados, lo ha casi completado, y poco falta que hacer para que quede definitivamente establecido el medio de atender a las demandas de todo el mundo de un modo uniforme que cierre las puertas a quejas; da más facilidad para recaudar los productos, y sencillez y claridad en la cuenta y razón.

El 22 de Agosto de 1851, el Gobierno reformó el contrato de Consignación de guano celebrado en Octubre de 1850, con Felipe Barreda y hermano, reduciendo la Comisión de venta y garantía en 1 %, limitando su término a cinco años y segregando a Francia, España, China, el Brasil y las Antillas que comprendía aquel convenio de los Estados Unidos, que únicamente dejó a aquéllos. Por uno de los artículos del contrato, se impuso a los consignatarios la obligación de establecer casas en aquel país para el expendio del guano, y desde 1.º de Junio de 1852 se halla establecida la principal en Baltimore, y organizadas varias agencias dependientes de ella en distintos puntos de la Unión.

Por contratos de 27 de Octubre de 1851 y 24 de Abril de 1852, Montané y Cía. atienden al consumo de Francia y sus Colonias hasta el 27 de Octubre de 1856. En las ventas de Francia, se abona por cada comisión 4 y 6 % en las de las Colonias.

—64→

Murrieta y C.ª contrataron por cinco años en 6 de Marzo de 1852 el consumo de España con el único premio de 5 1/4 % sobre el producto bruto de las ventas, como se ha hecho en todos los convenios de esta especie.

En 13 de Noviembre de 1852 se autorizó a Kendall y C.ª para proveer al consumo de las Islas de Mauricio por cuatro años, con el premio fijado a Montané y C.ª para las colonias francesas.

D. José Sevilla y C.ª tienen el privilegio de abastecer a la China por el término de nueve años, en virtud de contrata de 31 de Enero último con la comisión de 7 1/2 % sobre el valor de las ventas.

En 21 de Marzo de este año, se prorrogó a Antonio Gibbs e hijos el privilegio de vender el guano que se consume en Inglaterra, por el término de seis años que empezarán a contarse en 18 de Diciembre de 1855. Esta medida la demandaban la justicia y nuestro bien entendido interés, porque esta casa es sin duda la que con sus capitales, inteligencia y trabajo constante, ha contribuido no poco a extender el consumo del guano, y ha hecho conocer las cualidades que hacen apreciable este artículo. Por otra parte, siendo una verdad confesada generalmente, que la consignación es el medio preferible para suministrar el guano, nadie debe tenerla con más derecho que los que nos han hecho práctica esa verdad, dedicando a ello su trabajo y capitales. Mucho también ha pesado en el ánimo del Gobierno para tomar esta resolución, aparte de lo que ya os he manifestado, la saneada garantía de Gibbs e hijos, y la facilidad de entenderse con ellos, pues para todo tiene sobrada autorización el Jefe de la casa de ese nombre, establecida en esta capital.


- IV -

Publicaciones imprudentemente hechas en 1851 y que contenían datos que después se confirmaron, pero que en ese año no tuvieron ningún fundamento científico, anunciaron al mundo la existencia de 26.171,407 toneladas en las islas del Pacífico correspondientes al Perú, las que avaluadas en ese año en 45 pesos tonelada, daban la fantástica suma de mil ciento setenta y siete millones, seiscientos trece mil, trescientos quince pesos ($ 1.177.613,315).

—65→

«El término medio del consumo -dice el articulista L. E. S., en su opúsculo Estudios sobre Guano ya citado- se valúa hoy (1851) en cien mil toneladas al año, y suponiendo que permanezca sin alteración, resulta que sólo en estos depósitos tenemos guano para doscientos setenta y un años y con él una renta adicional y extraordinaria de $ 4.500.000 por un tiempo igual». Tan descomunal noticia perturbó el criterio del pueblo inglés y también el del norteamericano, cuyos gobiernos intentaron infructuosamente, el primero, una rebaja en el precio de venta del guano, y el segundo, la posesión de las islas de Lobos. Dice Dancuart al respecto:

La explotación y propaganda del guano hicieron surgir en Estados Unidos y en Inglaterra ciertas extrañas pretensiones, respecto de él, que ocuparon por algún tiempo la atención general y la de nuestra Cancillería.

Ya hemos hecho referencia en el capítulo relativo a las relaciones comerciales del Perú con otras Naciones, a la reclamación que formuló el Gobierno de los Estados Unidos sosteniendo pertenecerle las islas de Lobos por haberlas visitado buques pescadores de su nacionalidad desde 1793, reclamación terminada satisfactoriamente por un acto de elevada justificación de dicho Gobierno, que reconoció solemnemente los derechos de la República sobre dichas islas.

La Real Sociedad de Agricultura de Londres, en una sesión pública que celebró en Agosto de 1853, acordó dirigirse a su Gobierno para que exigiera al del Perú la rebaja del precio del guano, fijando dicha Sociedad el que le convenía pagar.

Las razones alegadas en esta reunión, en la que tomaron parte personalidades prominentes como los duques de Buceleuch y de Richmond, y el conde Derby y otras, fueron verdaderamente amenazantes al derecho de la República para disponer de su propiedad.

Esta gestión fue presentada a nuestro Gobierno por el Encargado de Negocios de S. M. B. en Lima, Mr. E. H. Sullivan, en oficio de 23 de Octubre del mencionado año 1813, y en debida forma contestada por el Ministro de Relaciones Exteriores, Dr. D. José G. Paz Soldán, en 5 de Diciembre del mismo año.


Chile, cuya codicia ha sido siempre manifiesta y que con envidia presenciaba el festín peruano, hallándose entonces —66→ separado del Perú por el desierto de Atacama, y no teniendo fuerzas ni pretextos para reclamar como suyas las islas de Chincha, se limitó a quitar a Bolivia lo que a ella le pertenecía. Por ley de 31 de octubre de 1842, se declararon de propiedad nacional chilena las guaneras existentes en el litoral de Atacama y en las islas e islotes adyacentes. Este primer paso hacia la expansión, motivó las exigencias y protestas de Olañeta, por ese año ministro de Bolivia en Santiago.

Si en el exterior el guano del Perú daba motivo para que se realizaran tan originales sucesos, en el interior era causa de los más raros fenómenos de carácter político, económico y social. Fueron ellos, por la forma brusca e inmoral como se realizaron, motivo de profundas perturbaciones, causa de inauditos males, males que sumieron a la República en gran desgracia y que más tarde la condujeron a la ruina. Entre ellos figura la Consolidación, no habiendo habido nada en la historia económica del Perú desde los tiempos más remotos, ni aun el reparto de los tesoros de Atahualpa, ni el posterior despilfarro de millones en la época de Balta, que presentara los caracteres vergonzosos que encontramos en ella. Fue la Consolidación en los tiempos que siguieron al gobierno de Castilla, un reparto público de los dineros del Fisco entre favoritos y paniaguados, reparto que se hizo a la sombra de una ley que mandó reconocer no solamente las deudas devengadas y los créditos corrientes en plaza, sino también los suministros, cupos, embargos, secuestros y toda clase de bienes tomados desde 1820. Dicha ley, que fue dada con la mayor imprevisión, fue puesta en práctica sin una detenida liquidación y ni siquiera con un plazo fijado de antemano que le pusiera término.

Con anterioridad a los tiempos del guano fueron contadas las dilapidaciones, y ellas, en su mayor parte resultaron —67→ hechas por los recaudadores, y casi nunca por militares cualquiera que fuera su graduación ni tampoco por magistrados civiles. Las fortunas hechas a la sombra de las especulaciones mercantiles e industriales fueron pocas y todas de muy limitada amplitud. La cantidad de cinco a seis mil soles, era el máximum de las concesiones gratuitas que el Gobierno podía hacer o celebrar con un favorito, favorito a quien por tal beneficio la prensa y la opinión pública no dejaban un hueso sano. No hubo por ese entonces ningún mandatario de hecho o de derecho que manchara su honor en especulaciones visiblemente inmorales. Hubo agio pero no robo. Los productos del guano corrompieron al país como anteriormente el oro y la plata del Perú y de Méjico arruinaron y desmoralizaron a España, y ahora el salitre desbarata en rápido tiempo la prosperidad de Chile y le sumerge en la miseria y en la desesperación, después de haberle enriquecido y engañado, haciéndole creer que su prosperidad no tendría término. El guano despertó la codicia de los malos ciudadanos y ocasionó la debilidad de los gobiernos. Habiéndose creído que sus recursos providenciales eran inagotables, todo el mundo se creyó con derecho para tomar parte de ellos.

La deuda consolidada, que, en 1851, al término del período de Castilla, era sólo de cinco millones de pesos, aumentó en 1853 en $ 19.154.200 más, suma que tuvo origen en los siguientes reconocimientos:

PorBilletes$78.300
"Cédulas"248.200
"Cédulas de Reforma"59.000
"Expedientes"16.648.200

Obligado Echenique a vindicarse de los numerosos cargos que se le hicieron antes y después de la Revolución, publicó en Nueva York en 1855 un folleto de 150 páginas. No —68→ omitió en él la defensa que le correspondía en lo concerniente a los pagos por él autorizados, y al respecto dijo:

En cuanto al principal cargo que me hacen Elías y Castilla de ladrón, diciendo que he dilapidado las rentas y locupletado con ellas mis arcas y las de mis amigos; que soy por consiguiente rico, con lo que he robado a la nación, y que la hacienda pública caminaba a su ruina, haré presente que en nada de esto hay hechos, sino sólo palabras desmentidas con la evidencia de las cosas. Hasta que llegó la revolución jamás nadie se había atrevido ni aun a sospechar de mi pureza: ni era esto posible, porque mis propiedades no se aumentaron con la Presidencia, ni fueron mayores los gastos de mi casa, ni mayor el lujo de mis muebles.

En poder de mis enemigos están todas las cuentas y todos los documentos que manifiestan las entradas y gastos del Erario, que aunque no sea más que por seguir alucinando con decretos maliciosos, se han mandado examinar, por fortuna mía, y se ha abierto cargo a todos los que manejaron las rentas públicas.

Ahí están, sin que falte uno, todos los comprobantes y documentos que manifiestan los ingresos y egresos del tesoro nacional, y es natural que en su examen se emplee toda la suspicacia y avidez que demanda el cubrir una calumnia y el no aparecer como infames impostores ante el mundo. ¿Qué se ha encontrado en ellos contra mí?

¿Qué billete hay en mi poder? ¿Qué interés he cobrado nunca? Verdad es que tengo cuarenta y tres mil pesos en vales de Consolidación; pero ellos proceden de trece mil de sueldos, cuya cédula fue dada después de reconocida la deuda en el gobierno de D. Ramón Castilla, y treinta mil con que se canceló la cédula de mi reforma, que se me dio el año 1836. Fuera de esto ¿qué otro crédito he cobrado, y repito, con quién he negociado?

Pero se dice por mis calumniadores que fui pródigo, que derroché y que he gravado a la nación con una inmensa suma; que debí calcular los intereses que podrían pagarse y no reconocer más, que debí mandar examinar los expedientes de otro modo, y que sólo he enriquecido a mis amigos. Voy a contestar estos cargos. Cuando yo me encargué del mando, ya la ley de Consolidación estaba dada en su forma y en su todo; ya en virtud de esa ley se habían reconocido en tiempo de mi predecesor y dádose cédulas por cerca de siete millones de pesos, sólo de una parte de sueldos devengados, y por reformas y billetes, faltando el reconocimiento de gran parte todavía de esos —69→ mismos ramos, y en su todo lo que correspondía a las demás exacciones y gravámenes que habían pesado sobre la nación en treinta años de convulsiones frecuentes, en que regularmente los beligerantes vivían sobre el país y a costa de las propiedades públicas; y de cuanto había costado la guerra de Independencia, que toda gravó sobre la propiedad particular y en la que se destruyeron mil fortunas y valiosos capitales, en la que hubo inmensos secuestros, como todo el mundo sabe, y la que empobreció, podrá decirse, al Perú. Pregunto yo ahora, ¿dieciséis millones reconocidos por esto, son un exceso para llenar el objeto de la ley, ni tal vez para cubrir la cuarta parte de lo que realmente se consumió?

Se dice que en el cumplimiento de la ley hubo favoritismo y que sólo sirvió en provecho de unos pocos. Yo pregunto ¿quién de los que ocurrieron al gobierno con un expediente legal, con favor o sin él, dejó de recibir justicia? ¿Quién ocurrió, que no hubiera conseguido la declaración del derecho que pudo tener? Salga uno sólo de éstos a acusarme. Muchos expedientes dejaron de reconocerse, es verdad, y tal vez fueron los que más empeño tuvieron; pero ellos eran notoriamente injustos; otros eran exagerados, y sufrieron considerables rebajas, cualquiera que hubiera sido la mano que los condujera al gobierno. Puedo gloriarme de haber ahorrado a la nación muchos millones. En una ley que favorecía al reclamante en caso de duda y que tenía un plazo corto, no había otro camino, a menos de que se quisiera que el gobierno hiciese el papel del tramposo entregando los expedientes al tiempo y a las dilatorias que hicieran pasar el plazo para que la ley no tuviera efecto alguno. Mi moral no es ésa; yo debía cumplir la ley, y la cumplí con religiosidad y buena fe. Ninguno, pues, dejó de ser atendido en justicia, y la riqueza pública se repartió como la ley quiso que se repartiera. Se dice que se enriquecieron unos pocos y que sólo para ellos fue la ley. Yo quiero suponer que esos tres o cuatro, o que sean cinco o seis, sobre que se fija la atención pública, que supieron negociar, como se negoció en todas partes, se hubieran hecho dueños de dos o tres millones de pesos o cuatro que sean ¿y el resto hasta veintitrés, dónde está? ¿No se ha repartido entre millares de individuos, que tenían legal derecho? ¿No se ha visto desahogarse mil familias y empezarse a poner en movimiento nuevos capitales? ¿No se ha visto en Lima sólo ponerse a la vez en obra muy cerca de quinientas fábricas, y edificarse o reconstruirse edificios, que arruinados desde la época de los españoles no habían recibido tal vez hasta entonces una mano de pintura? ¿No se han visto, en fin, revivir capitales o formarse otros nuevos por la acción de la Consolidación y recibir un impulso el giro y el comercio?


—70→

La literatura de la época en la parte concerniente a los ataques que se hicieron al gobierno de Echenique, es abundante. En folletos existen las famosas cartas de Elías, la vindicación de Echenique y la refutación de esa vindicación, algunos opúsculos de Timoleón, y el célebre trabajo de Fernando Casós, tal vez el más apasionado de todos, pero también el más minucioso y el que estudia su tiempo con espíritu analítico. El libro va precedido de un prólogo, en el cual confiesa el autor haber sido echeniquista, deplorando haber contribuido a la ruina de la República con el apoyo que él y otros muchos dieron a la candidatura de 1851. Dice Casós:

Llegamos a un punto desde el que vamos a divisar las espesas nubes que se levantan sobre el horizonte para descargar contra el Perú una tempestad destructora de todo orden, de toda virtud, de toda moral, y de todo sentimiento patrio: vamos a ver el cinismo sin careta, la falsificación sin temor, el cohecho sin tasa, el robo sin remordimiento, y en fin, al enemigo implacable del humano linaje, al demonio de la disolución social desafiando al poder omnipotente del Eterno. Tarea ingrata es la nuestra, porque nos atraerá graves males; pero con ella, sabrá en lo sucesivo a qué atenerse la República.

Desde Enero de 1852 en que comenzó con fuerza a grasar la epidemia de la Consolidación, un número determinado de hombres de toda clase y condición social se acercaba al gobierno para pedirle en vales el precio de sus anteriores y actuales servicios. Se creía al crédito nacional un recurso propio de los hombres del mando para satisfacer las exigencias de sus favoritos, un vehículo poderoso para poner elementos disponibles en manos de personas que los supiesen conservar para favorecer miras futuras, y últimamente, un resorte seguro para fortificar la lealtad y la consecuencia de algunos que formaban entonces el apoyo del gobierno. Ante estas ideas, la administración dócil y condescendiente comenzó a hacer promesas y ofrecimientos a cuantos consideraba capaces de ejercer algún influjo popular. Animados con tan poderoso aliento y con la perspectiva de una inmensa y próxima fortuna, dieron principio a esas estupendas maldades que han causado la ruina de la República.

—71→

En Febrero del mismo año se abrieron las puertas de las oficinas del Estado con el pretexto de formar las liquidaciones y ajustes de todos los empleados civiles y militares.

A pretexto, pues, de ejecutar un acto para el cual era indispensable la exploración de todos los archivos fiscales, se introdujeron en ellos agentes con la misión especial de registrar, descubrir y sustraer todos los papeles interesantes de los legajos correspondientes a los primeros y posteriores años de la revolución. Estos legajos eran una especie de protocolos, comprobatorios de los libros Manual y Mayor de todas las Tesorerías de la República, y de las cuentas de las diferentes Comisarías del Ejército. Ellos contenían las verdaderas páginas originales relativas a la única cantidad y a los verdaderos suministros de moneda y especies hechos a la revolución, y abrazaban desde 1820 hasta Abril de 1845, en que había comenzado nuestra era constitucional. En aquellos archivos convertidos en laboratorios del mal se operaban día y noche las más infernales tramas, con el fin de desglobar documentos importantes, centuplicarles su valor por medio de suplantaciones inicuas, y sacar en transparente las firmas de todos aquellos personajes que autorizaron desde la Independencia nuestros acontecimientos históricos.

En tanto que pasaban en Lima estos acontecimientos nocturnos y misteriosos, otros individuos del mismo gremio marchaban a las Provincias del interior, en busca de aquellos inocentes ciudadanos procedentes de antepasados ilustres y patriotas que, en la lucha revolucionaria, contribuyeron con sus respectivos recursos a la causa americana: les sorprendían con palabras ingeniosas, acreditándose por medio de apoyos respetables, y halagándoles con promesas al parecer ficticias, pero desgraciadamente realizables. Quien haya visitado ligeramente a nuestros habitantes de los pueblos del interior está convencido, sin duda, de la nimiedad de sus fortunas que, si desde luego tienen el carácter y representan algún mediano capital, en la parte productiva son muy exiguas y apenas bastan para proveer a subsistencias de familia. Ofrecer, pues, a un hombre honrado, pero inocente, 10 o 15,000 en créditos del Estado con renta metálica de 600 o 900 pesos, por el hecho aislado de una cesión, o de un poder para representarle ante el gobierno, era seguramente el mejor medio de tentar la defraudación con título legal y a favor de circunstancias especiales. Los ciudadanos víctimas de aquellas sugestiones, que no veían sobre sí ninguna especie de responsabilidad, y sobre todo que hacían una adquisición desde que tenían esperanza, se entregaron sin recelo a las propuestas depravadas de sus seductores: otorgaron poderes amplios y generales, o extendieron cesiones, en cuyos documentos, —72→ que hemos visto con cuidado, se leen las cláusulas: «Para que a nombre del otorgante y en representación de su propia persona, acciones y derechos perciba, recaude y cobre del Estado las cantidades que resulten líquidas a su favor por los suministros, cupos, daños y perjuicios ocasionados a sus antecesores en la guerra de la Independencia». «Para que pueda vender o traspasar aquellas cantidades antes o después de reconocidas por el gobierno, conformándose desde ahora con lo que así hiciese y desistiéndose de toda acción y derecho por el resultado de las operaciones del poderhabiente, cualesquiera que ellas fueren». «Para que a su nombre pueda hacer cualesquiera pagos conducentes a la cobranza del crédito contra el Estado, siendo creído por su juramento y declaración simple, sin otra prueba, testimonio ni recaudo, aunque de derecho se requiera porque de ello le releva, con tal que en uso de todas las anteriores facultades quede libre la décima parte del crédito que se reconozca en ejercicio de este poder, etc». En la mayor parte de los documentos de cesión, se encontraba la cláusula siguiente: «En cuya virtud y por la referida sexta parte de las cantidades que el Supremo Gobierno reconozca, cedo a D. N. el crédito que me corresponde como legítimo heredero de los predichos SS. D. N. y D. N.». En otros se encuentra simplemente lo que sigue: «En cuya cantidad cedo y vendo a D. N. todas las acciones y derechos que contra el Estado me corresponden, debiendo verificarse la entrega 15 días después del supremo decreto de reconocimiento».

Los agentes de estas memorables excursiones, que ultrajaban por demás en las Provincias la dignidad y el decoro del gobierno, han contado además con la protección de algunas autoridades políticas. Nadie ignora que ante las Prefecturas de Departamento se han principiado esos trabajos preparatorios para la formación de Expedientes; que se comenzaba por pedir se sometiese a informe de los Subprefectos de Provincia la enunciación general o la noticia de un hecho cierto y diminuto en su origen. Como el agente volvía a la Capital después de recorrer esos lugares dejaba ya en ellos las personas que, como convenía, expusiesen el suceso ratificado en seguida por la autoridad local: entonces se formaba una lista de graves y numerosos suministros, daños y perjuicios, que apoyada por este primer paso oficial, iba ante el Juez de Paz (alcalde) a recibir la autoridad de algunos testigos, preparados de antemano para aparecer oculares, acordes y ratificando los supuestos interrogatorios; apareciendo de allí ante el gobierno reforzados con documentos antiguos enteramente análogos a las deposiciones precedentes que ya tenían sobre sí un falso aspecto de legalidad y justicia.

—73→

En este estado se pedía al gobierno ordenase la tasación y avalúo del crédito resultante contra el fisco, a lo que se accedía con facilidad escandalosa, sin advertir, que desde este supremo decreto de admisión, quedaba ya la más negra infamia cubierta con una favorable presunción oficial: aún hay más, cediéndose a un criminal favoritismo, muchas veces aquellos peritos fueron nombrados de acuerdo y a voluntad del mismo interesado, con lo cual el expediente tomaba las dimensiones que caprichosamente se le suponían. En seguida se entraba de lleno pidiendo el reconocimiento y consolidación del crédito, asegurado ya favorablemente en la oficina general de cuentas, sea por medio de esas suplantaciones ya enunciadas en los libros de Tesorería, sea por medio de órdenes supremas falsificadas y puestas de intento en los archivos fiscales, sea en fin por virtud de manejos inmorales: el hecho es que muy rara vez se encuentra un valor crecido que no fuese apoyado por el Presidente de ese Tribunal, sin el conocimiento de sus subalternos prescrito en los reglamentos, y en cuyo informe no resalte a primera vista un acuerdo preexistente: siguiendo su curso natural, el reclamo pasaba al Fiscal de la Suprema Corte, que casi siempre se reproducía con su autoridad las exposiciones anteriores, en cuyo estado pasaban los expedientes al juicio supremo del gobierno.

Si el cuadro trazado hasta aquí, es sobremanera pálido, melancólico, oprime de aflicción, irrita el amor patrio, fuerza es, para aclarar más los hechos anteriores, imponer al país de otra especie de ocurrencias, que le harán sentir la desesperación, el odio y el desprecio de los hombres del presente.

Ya se ha visto el orden gradual observado en los expedientes de Consolidación, llevados inicuamente al gobierno supremo desde la más inferior escala de los funcionarios de representación. Pues bien: cuando un crédito aparejado ya con todos esos atavíos falsos de ilegalidad iba a marchar a su último término de reconocimiento, torcía su natural camino siguiendo un rumbo distinto y transitorio del cual regresaba completamente transformado. Anticipadamente se había cuidado poner en cifras numéricas todos los valores resultantes de cada una de las operaciones, para por este medio y con una diestra adición triplicar o quintuplicar, en un momento, las cantidades representadas y exigidas. De tal manera se han verificado aquellos perversos aumentos, que sólo, atendiendo a los inmensos y numerosos intereses personales que ocupaban al gobierno, puede creerse posible que no hubiese conocido la pendiente desde la cual se descolgaba al abismo. Cuidadosamente nos hemos informado y pasado por nuestra vista los nuevos legajos instantáneamente rehechos, sorprendiéndonos a cada paso, de la incoherencia —74→ de ciertos documentos aislados, de su ninguna relación de fin ni de principio, y por último, hasta de la grosería material unida al fraude. En apoyo de los asertos anteriores podrían citarse las cantidades, la procedencia, las personas reclamantes y el número que signa cada uno de esos expedientes, si entre los límites de simples narradores no prescindiéramos, en cuanto es posible, de las personas: pero preciso es también sentar aquí los hechos siguientes: el papel sellado de años anteriores se ha pagado en proporción a la urgencia y a la necesidad; se han supuesto órdenes supremas desde 1820 hasta 1845 en papel de oficio timbrado con la más aparente verdad; se han tenido talleres de litografía para falsificar las firmas de todos los personajes de la revolución; hombres diestros y listos para toda clase de suplantaciones, copias, raspados y peritos en el manejo de coser y descoser expedientes, conductores caracterizados y hasta espías de momentos oportunos.

Los meses de Mayo y Octubre, son aquellos en que la Consolidación presenta los fenómenos más raros, los de emplazamiento para el robo y el pillaje al medio día, con el mismo gobierno, y en presencia de toda la nación. En esos meses se encuentran documentos de negociaciones supuestas, para que el derecho de los dueños directos de los reclamos no se extendiese al aumento que debía dárseles después, las papeletas de la Caja de Consolidación con los verdaderos defraudadores, y últimamente la lista de los nombres y vales expedidos, en que se observa perentoriamente descrita la expresión histórica de los hechos gradualmente transformados, de su origen a su término, y de que los siguientes cuadros darán una idea aproximada.

Cuadro de relación de suministros daños y perjuicios presentado en Provincia, ante Juez de Paz de Distrito, para producir información de testigos
20Cabezas de ganado vacunoa10pesos200
10Mulas"50"500
5Caballos de silla"20"100
100Cabezas de ganado lanar"2"200
50Marcos plata"8"400
50Marcos de plata labrada"7"350
50Sacos de arroz en colca"5"250
2Cuarteles de caña quemados"200"400
10Sementeras diversas"50"500
100Varas pañetes finos"1"100
5Esclavos"400"2000
Valor de casa incendiada"1000
Perjuicios causados"5000
______
11,000
—75→

Suman los suministros, daños y perjuicios posteriores causados por el Ejército, la cantidad de 11,000 pesos, que juro ser ciertos por esta señal de la cruz +, fecha, etc.

N. N.

Preguntas de interrogatorio

1.ª Diga si conoció a D. N.

2.ª Si sabe que el Ejército le hubiese causado perjuicios en su Hacienda tal.

3.ª Si es cierto lo contenido en la relación que se presenta.

4.ª Si sabe que su poderdante es heredero de estas acciones.

Deposición de testigos

A la 1.ª dijo que conoció a D. N.

A la 2.ª que le constan los perjuicios.

A la 3.ª que es verdad lo que contiene la relación.

A la 4.ª que D. N. es el heredero.

Cuadro de relación, de suministros, daños y perjuicios de la misma Hacienda, presentado para avalúo y tasación al Supremo Gobierno
200Cabezas de ganado vacunoa20pesos4000
100Mulas"50"5000
50Caballos de silla"200"10000
1000Cabezas de ganado lanar"2"2000
500Marcos plata piña"8"4000
500Marcos de plata labrada"7"3500
500Sacos de arroz en colca"5"2500
20Cuarteles de caña quemados"200"4000
100Sementeras diversas"500"50000
1000Varas pañetes finos"1"1000
50Esclavos"400"20000
Valor de casa incendiada"10000
Perjuicios causados"50000
______
76,000

Suman los suministros daños y perjuicios posteriores causados por el Ejército, la cantidad de 76,000 pesos que juro ser ciertos por esta señal de cruz +, fecha, etc.

N. N.

—76→

Tasación puesta en foja separada a la relación anterior

Los peritos tasadores nombrados en el Expediente seguido por D. N., habiendo examinado detenidamente los precios considerados en cada una de las partidas constantes en la relación que presenta, declaran; que todo está arreglado y no tienen que observar según su leal saber y entender. En fe de lo cual firman.

N. N.

Se encuentran muchos Expedientes, cuya transformación ha partido desde este punto, algunos en que se ha hecho después de ser examinados en las oficinas, y otros después de pasar por la vista del fiscal de la Corte Suprema de Justicia.

Informe del Tribunal de Cuentas

El Tribunal de Cuentas ha examinado escrupulosamente el Expediente sobre reconocimiento que presenta D. N., y encuentra, además de las órdenes supremas originales del año de 1821, comprobadas de toda autenticidad con los documentos constantes en esta oficina; que los testigos que declaran en favor del reclamo actual son presenciales y están unánimes y acordes con el contenido de la relación de fojas; que los peritos aprueban en todas sus partes a fojas. Por lo expuesto el Tribunal cree expedito y de justicia el reconocimiento que se reclama; sin embargo V. E. resolverá lo que juzgue más arreglado: fecha, etc.

N. N.

Vista Fiscal

El Fiscal reproduce lo informado por el Tribunal Mayor de Cuentas.

N. N.

—77→
Cuadro de relación, de suministros, daños y perjuicios de la misma Hacienda, presentado al despacho y para reconocimiento supremo
2000Cabezas de ganado vacunoa20pesos40000
1000Mulas"50"50000
50Caballos de silla"200"10000
10000Cabezas de ganado lanar"1"10000
5000Marcos plata piña"8"40000
5000Marcos de plata labrada"7"35000
5000Sacos de arroz en colca"5"25000
20Cuarteles de caña quemados"2000"40000
1000Sementeras diversas"50"5000
10000Varas pañetes finos"1"10000
500Esclavos"400"200000
Valor de casa incendiada"10000
Perjuicios causados"50000
_______
570000

Suman los suministros, daños y perjuicios posteriores causados por el Ejército, la cantidad de 570000 pesos que juro ser ciertos por esta señal de la cruz +, fecha.

N. N.

Reconocimiento supremo

En atención a que de este Expediente no resultan claramente comprobados los cargos contra el Estado que presenta el reclamante, se rebaja la tercera parte del valor de la relación de f- y de acuerdo con lo informado por el Tribunal Mayor de Cuentas, que reproduce el Fiscal, se reconoce a favor de Don N. la cantidad de 380,000 pesos etc.

De este modo es como la Nación resulta, después de esa horrorosa tormenta, recargada con una deuda de 23.211,400 pesos, aparte 2.000,000 emitidos para uso de Hegan y C.ª, y otras adiciones de distinta naturaleza, que forman un conjunto de 3.000,000 de pesos en efectivo por intereses al bienio.

Los Tribunales de Justicia son en el día el teatro donde se están descubriendo una serie de acontecimientos sorprendentes en consecuencia de la Consolidación: en ellos se reclaman, donaciones privadas y escandalosas, hechas para realizar los créditos; cantidades reconocidas a personas supuestas cuya existencia se ignora por los legítimos dueños; vales entregados y reconocidos a personeros fraudulentos, y en fin, hay litis —78→ en que el verdadero interesado reclama del falsificador 37,000 pesos por el valor de su acreencia presentada, supuesta y recibida por 140,000 pesos en papeles del Estado. (Velázquez y Winder).

Si el entendimiento se confunde y el corazón se agita palpitante al aspecto amenazador de la situación inmediata, una desesperación continua se apodera de los hombres que, viendo más allá de lo presente, se fijan en el porvenir contemplando el vínculo horroroso que ha de pesar sobre las generaciones venideras.

Una vez admitido por el silencio y la inacción de los pueblos aquel crédito de gigantescas proporciones, toca al Gobierno del Perú, sea el de hoy, el de mañana, o el que venga después, pagar religiosamente los crecidos intereses de la deuda; y como por las exploraciones oficiales, la duración del guano, único recurso, no excederá un período de diez años; resulta que pasado ese tiempo, o los impuestos ordinarios de los pueblos sufrirán un alza espantosa para satisfacer las obligaciones del Estado, o los elementos de progreso tienen indispensablemente que ser propuestos al continuo pago de aquellas rentas cuantiosas de familia. Uno u otro partido que se abrace, para que el gobierno posterior sea verdaderamente honrado, o causa una guerra fratricida y de exterminio entre los hombres acaudalados y los pobres contribuyentes de la generación inmediata, o produce el atraso, la destrucción y mengua, en el orden de los intereses materiales. Semejante porvenir, inflamado por los combustibles de la situación actual, empalidece de terror a los hombres de corazón observadores oculares de esos inconcebibles males; semejante porvenir presenta al Perú, errante por segunda vez en los bosques, sintiendo el triste recuerdo de su grandeza; semejante porvenir será el sarcasmo del pasado, el cuadro repugnante de una miserable existencia que envuelta en las costumbres salvajes de la vida primitiva, destruirá toda nacionalidad, convirtiendo nuestros dominios en terrenos conquistables para el aventurero y cazador americano que venga a dominarnos con su rifle.


- V -

El dinero repartido en vales de la Consolidación no produjo bienes. La agricultura y la minería no alcanzaron incremento visible. La vida encareció, aumentó el lujo, también —79→ el vicio, especialmente la ociosidad y el juego. Por primera vez, y a contar desde 1821, la disipación y la extravagancia aparecieron en las familias. Los comerciantes en joyería hicieron negocios estupendos. Con pocas excepciones, los consolidados anteriormente habían sido pobres. A muchos de ellos la riqueza les causó espanto, y apenas recibieron sus vales, los lanzaron al mercado, consiguiendo venderlos a ruin precio. Otros, temerosos de perder lo recibido si la revolución triunfaba, idearon convertir sus vales en deuda externa y situar su dinero en Europa. Este temor dio origen a la Conversión, la que se llevó a cabo en secreto y en la que sólo tomó parte un grupo reducido y en muy íntima relación con el Gobierno.

Por temor a la depreciación, los asuntos con Bolivia y hasta la necesidad de declararle la guerra fueron contemplados con espíritu mercantilista. Oigamos otra vuelta a Casós:

Ya se ha dicho cuáles eran las creencias y los fines del gobierno, cuando abierta la Consolidación distribuía el papel de crédito entre sus favorecidos y secuaces. Se verá ahora el error vulgar que padecía y los efectos contrarios de política tan indigna.

Si es difícil conservar la fortuna adquirida por medio del trabajo, mucho más lo es aquella milagrosa y que misteriosamente improvisan algunos hombres que parecen nacidos para la vida de disipación y desperdicio. Las enormes sumas de la deuda fueron, pues, a incendiar las pasiones comprimidas por la medianía y la escasez: no bien terminaba en 29 de Octubre la expedición de los vales antes de percibir un solo día de intereses, los tenedores salían a plaza pública, no a solicitar el precio ordinario de su papel, sino a duplicar la preferencia por medio de la baja: así se vio que sin motivo alguno, y cuando el gobierno pagaba puntualmente los réditos, los vales en plaza bajaban de día en día, sin que nada, ni las reflexiones, ni los consejos privados del gabinete bastasen a contenerles; porque devorados los favoritos con la calentura del oro, no pensaban más que en hacer una ostenta insultante de las enormes —80→ sumas de que cada uno disponía, para tertulias o juego, para un lujo sin ejemplo o una prodigalidad sin tasa; hubo quien llenara caballerizas, quien tuviera coches, quien hiciera crujir la seda en las paredes de su casa, y hasta quien desde un montón de paja se levantara hasta el más insolente boato y la más escandalosa opulencia.

En esos fatales días la estación del verano llamaba al campo las familias acomodadas de la Capital, y en Chorrillos (pueblo distante siete millas de Lima, y situado sobre la playa de nuestro mar) que es el calvario en donde muchos van a llorar su perpetuo sacrificio, los enriquecidos por el crédito público fueron los primeros en desafiar el lujo de los otros, y hasta la adversidad de la suerte, en el envite de los dados. Un hombre de esos que han transigido ya con todas las consideraciones públicas y que en su misma transacción establecen cierta clase de altura y rango, un hombre consolidado también, fijó en su casa el centro de todos esos derroches y de todas esas dilapidaciones. ¿Quién no se ha escandalizado al oír que, a un azar o a una suerte, se hubiesen puesto 3,000 onzas? ¿Quién no se ha horrorizado al oír que, en una sola noche, un fulano que jamás había poseído un peso, hubiera arriesgado 40 o 60,000? ¿Quién no ha palpitado de terror, viendo emplearse así los caudales sustraídos a la Nación? Sobre la carpeta de juego hemos visto disiparse varias fortunas que, desapareciendo, no han dejado más que el recuerdo del crimen que les sirviera de engendro. La política de colocar elementos en manos de instrumentos futuros ha sido tan superficialmente necia, como su fruto torpe y bastardo. Se creyó, cuando se repartía la fortuna nacional, que aquellos escogidos dueños del guano, los tributos y las contribuciones indirectas etc., conservarían sus rentas de familia, y abrazándolos un instante con una inconcebible realidad, se les ha precipitado en las entrañas de un volcán. Mucha experiencia de la vida y sus desengaños han debido tener las determinadas personas que, ya no en vales sino en dinero, aún tienen completas semejantes adquisiciones; no será extraño que muy pronto disipen lo que aún les quede algunos que, no percibiendo ya más que 3,000 o 4,000 pesos de renta anual, gastan todavía 1,000 o 2,000 por mes; así como es notorio que muchos van siendo ahora mismo víctimas de la desesperación y la locura, y es evidente el impuesto por 24.000,000 de capital, y 3.000,000 al bienio de interés, que grava y gravará por siempre a ésta y las demás generaciones.

Pero para que la política del gobierno llegase a la perfección, era indispensable que sobre los males interiores nos preparara un mal todavía más tremendo, era preciso que la deshonra —81→ doméstica fuese coronada por la deshonra universal, era necesario que pudiésemos aparecer ante el mundo con el sello de la más cobarde ignominia, y era imperioso que Bolivia, conociendo el gabinete, descargara un golpe sobre la República.

En Marzo, Mayo y Octubre de 1853 el honor nacional fue sucesivamente herido, muerto y disuelto; porque con la expulsión de los ministros se amputaron las arterias, con el ultimátum sin ejército se enterró el cadáver, y con la invasión de Pomata volaron por el viento sus reliquias.