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Véase cuanto afirma un teórico de vasta doctrina de base filosófica guiada por un sano empirismo adherente a la realidad cultural contemporánea como Hugh Blair, quien en sus Lecciones sobre la retórica y las bellas artes, traducidas al español por Luis Munárriz. En el IV tomo (1801), dedicado en gran parte a la tragedia, se encuentran las siguientes afirmaciones: «Tal poder tiene la virtud sobre el corazón del hombre, por la sabia y feliz constitución de nuestra naturaleza [...] que la poesía trágica no movería nuestras pasiones, si no despertase en nosotros conmociones virtuosas [...] La intención de la tragedia es mejorar nuestra sensibilidad virtuosa. El poeta consigue todos los fines morales de la tragedia si nos interesa en favor de la virtud [...] El primer requisito es que el poeta escoja una historia patética e interesante, y que la conduzca de una manera natural y probable... La tragedia moderna es el teatro de las pasiones [...] De todas las pasiones que dan materia a la tragedia, la que más ha ocupado el teatro moderno es el amor [...] Acudimos a la tragedia con esperanza de ser movidos: el autor si deja de ser patético, no tiene mérito trágico» (Blair-Munárriz, 1801). (N. del A.)
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En la acotación inicial de la tragedia, la autora precisa: «La acción empieza por la tarde y acaba al amanecer del día siguiente». (N. del A.)
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Las asonancias varían de acto en acto: I, a/a; II, e/i; III, a/o; IV, a/e; V, o/o. (N. del A.)
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«Es un inconveniente para juzgarlas atinadamente la circunstancia de no haberse representado» (Quintana, 1805) (N. del A.).
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«Osadía poco común, actividad incansable, ingenio para inventar y concebir, y facilidad para ejecutar» (ídem). (N. del A.)