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La tumba de Filidor [Selección]

Homero Aridjis





ANOCHECE.

Hay mundo que se reduce para contenernos.

Tu sexo se hunde adentro de lo hundido. Tu sexo se inhibe, se recrea.

Simiente, he querido a veces pensar, he querido decirme que el hombre que busca por los bares no podrá encontrarnos: se ha ido demasiado lejos, aunque esté aquí, aunque pueda hablarnos, impedirnos.

Pero aquí no entra nadie. Estamos solos con nuestros cuerpos que inquieren, y solos con nuestro miedo natural a liberarnos.

Tus ojos burlan la ventana, miran horizontes cerrados.

Simiente, estás tranquila, nada preocupa tanto como la tranquilidad; estás satisfecha, nada preocupa tanto como la satisfacción.

Descansas. Te extiendes en lo extenso.

Tenemos que volver. Volvemos. Volvimos a retomar la piel, los lazos, la semejanza.

Cópula.

Sensaciones.

Ojos que se cierran hacia dentro. Puertas que me consiguen, que se mecen.

Y nunca creí en tus improvisaciones. Te consideré capaz abriendo las ventanas, mirando de soslayo. Te creí inútil bajando las escaleras.- Frío, demasiado frío el pasamanos. Te consideré indiferente al aire de la calle. Animal sexual caminando. Te creí en la piedad, llorándome y sonriéndome. Por nada. Formando palabras y rompiéndolas.

No eres oscura, presiento tus luces tendidas a lo ancho de este lecho angosto. ¿Hablaremos después de esto, me dirás: He sido feliz a tu ventura?

Nos hemos plantado. Semovivientes. Cauda en ti cometa. ¡Qué horripilante debe ser estar sin nadie... ahora!

Sucedes. Doblegas el tormento en una castidad estrecha que te busca.

Fue en esta noche. Es.

Somos en esta noche. Seremos para siempre en esta noche.

Te pertenece eso. Me pertenece tu piel, la sombra de tu piel.

Abajo de mí, en mí: tu piel.

Cópula.

Infatigables remeros por las villas aéreas.

Te derramas hacia todos los puntos de la alcoba, hacia todos los puntos de los cuerpos.

Sibarita en lo que no haces, en lo que te falta por hacer.

No; yo. Tal vez. Viviéndote, sólo viviéndome.

Pareja trémula. Carne que se profundiza en las fusiones.

Carne de aquí y de allá, de adentro. Respiras avidez.

Anfitriona de seres que se succionan. Dos sobre la alfombra. Resbalas de uno a otro. Uno.

Te conduzco en mis brazos, te conduces sin cubrir tu desnudez. A ese ancho lecho angosto.

Eres suficiente y galopante.

Caballos legendarios recurriéndote, recurriéndome. Hierba mojada por las lluvias.

Bastamos.

Simiente. Libérame. Te digo:

-En esa reunión con seres que no cuentan, estabas.

Mutismo.

Las cortinas se aflojan. Flojedad en nosotros.

Sábanas que se arrugan al paso de tus dedos. Hombres arrugados por el tiempo que acaricia.

Parsimonia.

Flora. Fauna.



Creces por los números

1

2

3

2

1

Desciendes por los números.

En los castillos de naipes eres la doncella ficticia.

Palideces en los silencios, en lo que no dices, y es tuyo.

Eres cuerpo donde se colora un cuerpo, donde se decolora un cuerpo.

Transparencia. Solidez de humana y mundo constructor.

Lámpara de Davy y grisú y explosión.

Caminas por las aguas y asciendes por el templo dorado de Amritsar, Punjab.

No te hundirás, porque los decretos no te contienen. Tal vez Corinto. Tal vez Etruria. Tal vez Saadi. Tal vez. Demostración de luz.

Corazón de los sexuales, los célibes y los asexuales. Mundo cetrino, si tú quieres.

Beberé el agua viva. De Simiente que me crece, me envuelve, me decrece.

Personificas las horas en tu cuerpo. Las apagas.

Quien ha vivido no podrá morir nunca.

Mundo constructor, mundo que se destruye.

Miedo en las esquinas y hambre de cinco años.

Corazón tonante y mndos largos en un mundo.

Déjame pasar. No moriremos.

Humanidad grotesca.

Amanece.





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