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11

Ibid., p. 262.

 

12

Primera edición en Roma, «A costa de Bartolomé Grassi, 1585. Edit. facsimilar con Introducción de Félix García (Madrid: Aguilar, 1944), España misionera, II.

 

13

E. U. Knowlion, «China and the Pilippines in El Periquillo Sarniento», en Hispanic Review, 31 (1963). La referencia a este artículo viene dada por F. Reyes Palacios en sus notas a El Periquillo Sarniento, en Obras, IX, Novelas, p. 237.

 

14

Ibid., p. 347.

 

15

Tomás Moro, Utopía. Traducción del latín. Introducción y notas de Emilio G. Estébanez (Madrid: Edit. Zero, S.A. 1980), p. 78.

 

16

Para E. López Estrada, «los relatos del descubrimiento y de las primeras exploraciones de América (las cartas y el diario de Colón. El Orbe Novo de P. Mártir de Anglería, las relaciones de Américo Vespucio, sobre todo) están en el germén de Utopía». Tomás Moro y España (Madrid: ediciones de la Universidad Complutense, 1980), p. 51.

Entre otras opiniones sobre este importante aspecto de la cuestión cabe recordar la de Alfonso Arinos de Melo Franco, quien en As origens brasileiras do Theoria da Bondade Natural (Río de Janeiro, 1937) supone que «el modelo de la isla de Utopía fue ofrecido a Tomás Moro por la descripción de la isla de Fernando Noronha, a que Vespucio se refiere» (cit. por S. Zavala en América en el espíritu francés del siglo XVIII. México, El Colegio Nacional, MCMXLIX , p. 24), y la de jean Servier quien observa que «muchas instituciones incaicas aparecen en la utopía de Tomás Moro». Historia de la Utopía (Caracas: Monte Ávila, 1967), p. 100.

 

17

Obras, III, p. 397.

 

18

Ibid. p. 398.

 

19

19 Sobradamente conocida es, por lo demás, la familiaridad que Fernández de Lizardi tenía con las obras de Rousseau, que ejercieron notable influencia sobre las suyas. No hay alusiones al filósofo ginebrino en El Periquillo, pero sí, en muchos otros escritos en los que durante un tiempo hubo de ocultar o matizar prudentemente su admiración. Por ejemplo en el periódico El hermano del Perico que cantaba la victoria, conseguida y a la independencia. Lizardi no va más allá de afirmar que «Herró en unas cosas y acertó en otras, con lo que hasta para que yo no tenga por infalibles sus decisiones» (17-12-1823, en Obras, V, Periódicos, p. 68). Sin embargo, un tiempo después llegará a decir, refiriéndose a él y otros heterodoxos que el obispo de Sonora «otro día para pronunciar tan respetables nombres debe purificarse los labios con cuidado» (Ibid. p. 333).

 

20

Algo parecido cabe decir respecto al indianismo del periodo inmediatamente posterior en el que, como afirma Emilio CARILLA, «el indio aparece -literariamente- defendido, idealizado, pero no exactamente como ideal de vida o cultura» (El romanticismo en la América hispánica (Madrid: Gredos, 1967). Para Carmelo Virgilio, «The Noble Sauvage in romantic Latin American literature is but a mere artistic creation of little human consequences» (En Albridge. The Ibero-American Enlighenmen. University of Illinois (1971), p. 254.