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El sol que despide sus rayos divinos, |
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el cielo vestido de hermoso color, |
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el bello paisaje que admiran mis ojos |
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parece que dicen: ¡la vida es amor! |
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El viento que arranca las hojas al árbol, |
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y bulle en el cáliz de cándida flor, |
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el ave que canta cruzando el espacio |
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murmuran sin tregua querellas de amor. |
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La palma que agita sus pencas sonoras, |
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la fuente que corre con dulce rumor; |
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la fiel tortolilla que gime en el bosque... |
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arrancan al pecho suspiros de amor. |
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Al dar a los aires mi plácido canto, |
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de gozo impregnado, sin pena y dolor, |
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del fondo del monte respóndeme el eco |
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que va repitiendo: ¡la vida es amor! |
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Dos blancas palomas que tiernas se arrullan |
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emblemas hermosos de paz y candor; |
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también elocuentes le dicen al alma: |
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¡no hay muerte en el pecho que alienta el amor! |
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La plácida brisa que carga en sus alas |
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frescura, armonías, rumores y olor, |
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se lleva distante mi voz y mis cantos; |
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¡me trae de otro pecho suspiros de amor! |
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Si todo me habla de amor, con delicia, |
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y dicha en la tierra no existe mayor, |
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también inspirado mi labio repite: |
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¡dichoso quien ama!... ¡La vida es amor! |
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Gratas memorias de mi edad primera, |
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castas delicias de mis años bellos |
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que nunca olvidaré... |
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pasó aquella risueña primavera, |
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de aquel sol se eclipsaron los destellos, |
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yo triste me quedé. |
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Huyeron para siempre aquellos días |
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de dulce calma y plácida ventura, |
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de dicha sin igual... |
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¡Murieron mis contentos y alegrías, |
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y tan sólo me dio la desventura |
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mi destino fatal! |
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¿Dónde, dónde se han ido aquellas horas |
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que llenaron de gloria mi existencia, |
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y de placeres mil?... |
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¿Dónde se han ido aquellas seductoras |
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imágenes de paz y de inocencia |
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de mi edad infantil? |
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¿Dó se han ido los tiempos venturosos |
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de constante alegría y bienandanza, |
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de goces y placer? |
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¿Qué se han hecho los rayos luminosos |
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de aquel astro feliz que en lontananza |
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miraba aparecer?... |
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¡Todo pasó!... La estrella refulgente |
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entre las sombras de la noche umbría |
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oculta se quedó. |
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El invierno llegó tras la sonriente |
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primavera feliz; y a la alegría |
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el duelo sucedió. |
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Sólo el dulce recuerdo, a la par triste, |
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de mi niñez, en el pasado hundida, |
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conserva mi alma fiel. |
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Que ya el contento para mí no existe, |
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y está llena la copa de mi vida |
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de emponzoñada hiel. |
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¡Tristes memorias de mi edad primera |
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no más vengáis a perturbar mi calma, |
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no me hagáis infeliz! |
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¡Ya ese tiempo pasó!... Fue una quimera... |
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¡Hoy sólo anhela con afán mi alma |
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gozar, y ser feliz! |