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1

En el prólogo a la excelente edición de La vida es sueño. Madrid, Alhambra, 1980, p. 117.

 

2

Alberto Porqueras dedica dos artículos al tema: «Más sobre Calderón: "Pues el delito mayor del hombre es haber nacido". Contribución al estudio de un "topos" literario en España» (Segismundo, I, 2, 1965, pp. 275-299); «Nuevas aportaciones al topos "no haber nacido" en la literatura española» (Segismundo, III, 5-6, 1967, pp. 63-73); en este último artículo, escribe: «Creo indudablemente que el tema tiene un origen bíblico, especialmente del Libro de Job: Pereat dies in qua natus sum... (Job, III, 10), Fuissem quasi non essem, de utero translatus al tumulum (Job, X, 18-19). También Jeremías prorrumpe en invectivas parecidas. No hay que olvidar las famosas palabras de Jesucristo, referidas a Judas: bonum erat ei, si non esse natus homo (S. Marcos, XIV, 21). Por otra parte, los autores griegos, tales como Teognis, Bacquílides, Herodoto, Sófocles, Eurípides, Epicteto, son muy aficionados a esta fórmula que pasa también a la literatura latina: Cicerón, Plinio, Séneca y algunos más. El primer ejemplo en España, que yo sepa, corresponde a principios del siglo XIII, aparece en Vida de Santa M.ª Egipcíaca» (pp. 63-64). Sin embargo, en estos antecedentes (lo mismo que en otros que aduce), Porqueras mezcla dos asuntos muy diferentes. Uno, relativamente trivial, es la maldición dirigida contra el día del nacimiento, acompañada, o no, del pesar por haber nacido. Es la queja del Pobre en El gran teatro del mundo: «Perezca, Señor, el día / en que a este mundo nací; / perezca la noche fría / en que concebido fui / para tanta pena mía [...] No porque así me he quejado / es, Señor, que desespero / por mirarme en tal estado, / sino porque considero / que fui nacido en pecado», a lo que el Mundo responde: «Bien ha engañado las señas / de la desesperación, / que así, maldiciendo el día, / maldijo el pecado Job» (vv. 1.175-1.202; y cfr. el comentario de Fray Luis de León), donde se ve con claridad la referencia inequívoca al pecado original en el cual nacemos; importa señalar que no hay aquí relación de causa efecto pecado-nacimiento, o viceversa. El otro tema que plantean los textos recogidos por Porqueras tiene otro carácter, metafísico, y responde a la pregunta de qué es mejor, nacer o no haber nacido, ser o no haber sido. Es asunto muy interesante que, en literatura, se encuentra por todas partes, en Platón (El político), Petrarca (Triumphi), Flor de virtudes, Juan de Flores (Triunfo de amor), Montemayor (Cancionero), Azpilicueta, Díaz Tanco, Lope de Vega, etc., etc. Pero no es sólo un motivo literario ya que tiene importantes implicaciones filosóficas y teológicas, como las que oponen a Santo Tomás y Guillaume d'Auvergne (véase sobre esto, E. Gilson, «La notion d'existence chez G. d'A.», Études Médiévales. París, 1983, pp. 111-113).

Otra cosa es la teoría platónica expuesta en Fedro, Timeo y, en parte, en Menón, según la cual el nacimiento o infusión del alma en el cuerpo es el castigo cometido en una existencia anterior; prisión que, entre otras cosas, produce los deseos sensuales.

 

3

Eymeric, por ejemplo; escribe: «Habiendo vestido Dios a Adán con este ropage [de pieles] afrentoso, el cual figura al hombre que por el pecado se hizo semejante a los brutos». (Manual de inquisidores. Barcelona, 1974 p. 112), y remite a Luis de Páramo, De origine et progressu oficii Sanctae Inquisitionis, tít. 2.º, liber 2º. Las pieles, en otros autores, significan la carne mortal del hombre, como, por ejemplo, en Filón, Quaest. Gen., 53; Tertuliano, Adversus Vald., 24, 2, etc. Cfr., en cualquier caso, E. W. Hesse, Critical Essays on the theatre of Calderón, ed. B. W. Wardropper, N. Y. University Press, 1965, p. 118; Antonio Caso, La existencia como economía, como desinterés y como caridad. México, 1943, p. 142; F. S. Escribano, «Sobre el origen de "el delito mayor / del nombre es haber nacido"», Romance Notes, III, 1962, pp. 50-51; etc.

 

4

«Un tema de La vida es sueño», Capítulos de literatura española. México, 1945, pp. 11-88. Traza ahí Reyes un excelente panorama de la fortuna del tema de la dignidad del hombre en nuestras letras. Es un estudio imprescindible que tengo muy en cuenta a lo largo de todo el presente trabajo.

 

5

Art. cit., p. 50.

 

6

Con escasa fortuna porque si elimina la noción de culpa, introduce la de error, lo que no concuerda ni con una doctrina ni con la otra. Por otra parte, Baltasar Pérez del Castillo publica en Alcalá (1574), un libro de título sugerente en el cual se funden dos de los temas de La vida es sueño, se trata de El theatro del mundo y de las miserias y de la dignidad del hombre: es traducción de Pedro de Bovistuau, y apenas roza el tema que nos ocupa pues si traduce a Plinio, elimina el problema eliminando la frase conflictiva (en la edición que he manejado, Anvers, 1593, pp. 33 y ss.). En cuanto al tema del nacimiento (ver nota 2), refiriéndose a Timón, dice: «Veys aqui como este pobre Philosopho, aviendo bien contemplado la miseria del hombre, quisiera solo no aver nascido dellos, o ya que nascio ser transformado en otro qualquier bruto animal» (pp. 24-25; cfr. notas 8 y 13).

 

7

E. Von Richthofen escribe a este propósito: «Señalemos que Motámid, después de caer prisionero de Yúsuf en el calabozo de Aghmat en Marruecos, escribía poemas en los que se comparaba a los pájaros, cuya libertad envidiaba. Calderón retomó este tema en el famoso monólogo de La vida es sueño. Parece que los especialistas del drama calderoniano jamás señalaron este hecho», Nuevos estudios épicos medievales. Madrid, Gredos, 1970, p. 158, n. 53.

 

8

«Principium iure tribuetur homini, cuius causa videtur cuncta alia genuisse natura, magna, saeva mercede contra tanta sua munera, ut non sit satis aestimare parens melior homini an tristior noverca fuerit. Ante omnia unum animantium cunctarum alienis velet opibus. Ceteris varie tegimente tribuit, testas, cortices, coria, spinas, villos, saetas, pilos, plumam, pennas, squamas, vellera; truncos etiam arboresque cortice, interdum gemino, a frigoribus et calore tutata est: hominem tantum nudum et in nuda humo natali die abicit ad vagitus statim et ploratum, nullumque tot animalium aliud ad lacrimas, et has protinus vitae principio. At Hercule risus praecox ille et celerrimus ante xl diem nulli datur. Ab hoc lucis rudimento quae ne feras quidem inter nos genitas vincula excipiunt et omnium membrorum nexus. Itaque feliciter natus iacet manibus pedibusque devinctis, flens animal ceteris imperaturum, et a suppliciis vitam auspicatur unam tantum ob culpam, quia natus est. Heu dementia ab his initiis existimantium ad superbiam se genitos! Prima roboris spes primunque temporis munus quadrupedi similem facit. Quando homini incessus? Quando vox? Quando firmum cibis os? Quam diu palpitans vertex, summae inter cuncta animalia imbecillitatis indicium! Iam morbi totque medicinae contra mala excogitatae, et hae quoque subinde novitatibus victae! Et cetera sentire naturam suam, alia pernicitatem usurpare, alia praepetes volatus, alia nare: hominem nihil scire, nihil sine doctrina, non fari, non ingredi, non vesci, breviterque non aliud natural sponte quam flere'. Itaque multi extitere qui non nasci optimum censeret aut quam ocissime aboleri». (VIII, 1)

 

9

Ad Rom., 5, 12.

 

10

En este contexto, es posible proponer algunas interpretaciones de versos poco claros; es el caso, por ejemplo, de la conocida décima:


Nace el bruto y con la piel
que dibujan manchas bellas,
apenas signo es de estrellas
-gracias al docto pincel-
cuando, atrevido y crüel,
la humana necesidad
le enseña a tener crueldad,
monstruo de su laberinto


(vv. 133-140)                


donde el sentido podría ser: «Apenas el docto pincel (es decir, Dios, pues por eso es docto; docto y pintor), cubre la piel del bruto con manchas bellas (como las flores cubren la tierra o como las estrellas cubren el cielo), cuando la necesidad que tiene el hombre de vestirse con la piel de otros animales obliga al bruto a defenderse en su selva laberinto, puesto que guarda su piel como el Minotauro guardaba el vellocino». Cfr. la interpretación de Martín de Riquer en su edición de la obra (Barcelona, Juventud, 1961).