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«La vida es sueño»: doctrina y mito

Domingo Ynduráin


Universidad Autónoma de Madrid



Sin duda es temeridad escribir a estas alturas sobre La vida es sueño. Quizá sirva de disculpa -si disculpa hay- que no pretendo plantear teorías metafísicas acerca del ser y del hombre; sí revisar algunos aspectos puntuales de los que en el peor de los casos, pueden deducirse algunas consideraciones generales, más o menos abstractas.


ArribaAbajoEl pecado de nacer

Ya en el arranque de la obra, en el primer monólogo de Segismundo, se plantea uno de los problemas que ha preocupado de antiguo a la crítica, me refiero a lo que se suele conocer como el topos «no haber nacido». Puesto que Segismundo dice «el delito mayor del hombre es haber nacido», tiene razón E. Rull1 cuando argumenta, refiriéndose a la bibliografía más recibida: «El problema es que todos estos trabajos atestiguan la tradición de un "topos", pero no establecen una fuente clara para Calderón. La idea de Calderón, por otra parte, es más concreta que la de sus pretendidos antecedentes. No se trata de una desgracia o maldición por haber nacido, sino de un delito, lo cual permite argüir cierta culpa en ello. ¿Será más acertada la idea de algunos críticos que sugieren la culpa original como fundamento explicativo de este texto?»

E. Rull ha planteado el problema en sus justos términos: hay una culpa o un pecado, no una simple maldición, ni un deseo de no estar vivo, de no haber nacido2. La referencia al pecado original es tentadora3, ya que si no hay culpa sí hay pecado, como el mismo nombre lo dice. Sin embargo, a mi parecer, hay otras posibilidades más ajustadas a la situación; a la situación y al texto. Creo que la fuente -una de las fuentes de Calderón- es Plinio el Viejo.

El antecedente de Plinio ha sido aducido y magníficamente estudiado por Alfonso Reyes4 que utiliza la traducción del licenciado Gerónimo de Huerta (Alcalá, 1602-3) que reza así: «Las otras fieras y animales que nacen entre nosotros quedan libres en naciendo, y el hombre -nacido para señor dellos- llorando está, ligado de pies y manos, y como por mal agüero comiença su vida por prisiones y dolor; y este mal no le viene por otro error, sino por aver nacido,». Advierte Reyes la referencia al agüero, y comenta: «exactamente lo que pasa en La vida es sueño5

Sin embargo, Reyes no ha contrastado la traducción de Gerónimo de Huerta con el original latino pues no comenta la significativa alteración que el intérprete castellano ha introducido en el sentido del original latino. Me refiero a la sustitución de la palabra -y concepto- «culpa» por «error». Este hecho, por otra parte, indica que no es Huerta la fuente directa de Calderón ya que aquél ha adaptado el texto -si bien con escasa fortuna-6 al sistema cristiano, mientras Calderón mantiene la idea de delito o culpa en el nacimiento del hombre de acuerdo con el original latino. Y, por otra parte, la noción de culpa es fundamental no sólo como problema puntual (para explicar la afirmación de Segismundo en su primer soliloquio), sino también porque esa idea enlaza con la teoría platónica del origen del hombre, teoría que yo creo relacionada con La vida es sueño, como veremos.

El texto de Plinio dice: «Con justo título se empezará por el hombre, a causa de quien la naturaleza parece haber engendrado todo lo demás, con crueles dones frente a tantos regalos suyos, de modo que no se pueda calcular si no haya sido mejor padre para el hombre, o más bien una triste madrastra. Ante todo, es el único de los vivientes que se cubre con bienes ajenos. Dotó a los otros con varias cubiertas, caparazones, conchas, cueros, púas, crines, pluma, alas7, escamas, pieles; hasta a los troncos y árboles protegió de fríos y calores, a veces con doble corteza; sólo al hombre echó desnudo y sacó a la luz el día de su nacimiento para llanto y vagidos luego, mientras ningún otro de tantos animales lo fue para las lágrimas, y éstas desde el principio de la vida. Por Hércules, la primera risa y más pronta a ninguno se le concede antes de los cuarenta días. Después de este atisbo de luz, ni los animales domésticos reciben nuestros lazos y ataduras. Así, pues, el felizmente neonato yace atado de pies y manos, el llorón que habrá de mandar en los restantes; y empieza su vida con suplicios por una sola culpa, porque ha nacido.»8

La idea de Plinio, donde dice «unam tantum ob culpam, quia natum est», contrasta claramente con el planteamiento cristiano tal como lo expone, por ejemplo, San Pablo: «Propterea sicut per unum hominem peccatum in hunc mundum intravit, et per peccatum mors, et ita in omnes homines mors pertransit, in quo omnes peccaverunt9. No se trata, pues, de la relación de causa efecto que establece Plinio, y los términos relacionados no son nacimiento y pecado, sino pecado y muerte.

Pero, por otra parte, el texto de Plinio recoge el conocido tema de la dignidad del hombre: frente a los demás animales, el ser humano se encuentra en clara desventaja, que es lo que -como señaló Reyes- dice Segismundo al compararse con el bruto, el pez, el ave... Y, en efecto, Segismundo se comporta, en toda la primera parte de la obra, como el animal humano descrito por Plinio, con el que coincide en las ligaduras y llantos, en ir vestido de pieles, etc.10

En general, el tópico de la dignidad del hombre aparece un peu par tout11, de manera que no tengo la certidumbre de que Calderón lo tomara directamente de la Historia natural, aunque bien pudiera ser. Entre las múltiples variaciones del tópico, además de las que cita A. Reyes, hay una que me interesa de manera particular, aunque no hable del pecado de nacer. Es el caso del De Reginime Principum, donde Santo Tomás (si es él el autor) expone la teoría tradicional pero añade una interpretación, y corolario que hará doctrina: El hombre ha sido creado sin pieles que le protejan, sin armas que le sirvan para defenderse de sus enemigos, pero ha sido dotado de razón y de palabra. Puede perfeccionarse, pero, para hacerlo, necesita del concurso y ayuda de otros hombres, esto es vivir en sociedad12.

En otro lugar, Santo Tomás considera propio de la ley natural la comunicación sexual, y la educación de los hijos, como ocurre en los animales13. Pero, a diferencia de los animales, el hombre, como ser dotado de razón, tiende hacia el Bien, al conocimiento de las verdades divinas, y a vivir junto a otros hombres en sociedad, todo lo cual pertenece también a la ley natural, humana en este caso.

De acuerdo con todo esto, Segismundo reacciona como corresponde a su situación: privado de la comunicación de los otros hombres, del concurso de la sociedad, actúa de manera violenta, tiende -aunque de manera confusa- a la comunicación sexual, etc.14. Advirtamos que el comportamiento de la torre es exactamente el mismo que tendrá cuando se despierte en Palacio; ya veremos por qué. En cualquier caso, junto a esas reacciones instintivas, puramente animales, de carácter negativo, Segismundo, en cuanto hombre, posee razón para (intentar) escudriñar su propia naturaleza y las verdades trascendentes. Se encuentran, sin embargo, en muy mala situación para alcanzar la verdad: a pesar de sus esfuerzos, se equivoca, llega a conclusiones erróneas. Estas conclusiones coinciden, precisamente, con las de la filosofía natural: son las mismas a las que llegaron los filósofos paganos. Probablemente, en estos momentos, Segismundo representa la ley natural o, si se prefiere, representa el error a que llegaron algunos filósofos paganos, como se ve claramente en este soneto que Soria Galvarro dedica a B. L. de Argensola:



   El ombre solo en tantos animales,
Leonardo, nació al llanto; él sólo atado
es el día en que nace, desarmado,
sin defensa ni pies, contra los males.

   Assí empieça la vida; a los umbrales
della ofreciendo llanto anticipado:
no entonces por algún otro pecado
qu'el de nacer para miserias tales.

   A él fue dada insaciable sed de vida,
él sólo cuida la sepultura,
i en su alma brama un mar de ansia i afeto.

   Por do algunos digeron no es Natura
madre, sino madrastra aborrecida.
Mira si error oíste más discreto15.



Dejando ahora esto, recordaremos que hay otra teoría, además de la de Plinio, que concibe el nacimiento como un pecado, o como el resultado de un pecado. Me refiero, naturalmente, a la que expone Platón en Fedro, Timeo, y otros lugares. Además, la trayectoria de Segismundo a lo largo de La vida es sueño muestra sorprendentes coincidencias con el libro VII de La República platónica, tanto por la metáfora de la caverna más ajustada al texto de lo que habitualmente se ha señalado (el camino escarpado, las cadenas, etc.), como por el planteamiento general en cuanto itinerario pedagógico. Mutatis mutandis, es la historia de Segismundo, nacido en una caverna de la cual sale para ser deslumbrado y ofuscado por la luz del Sol; sólo tras volver otra vez a la caverna -última prueba- y salir de ella purificado accede a la sabiduría y al mando de la guerra, esto es, llega a obtener el mando propio de los reyes guardianes, guerreros y filósofos a la vez; es una situación que, en definitiva, consiste en ser capaz de poner el bien general por encima del particular. Y añadamos, entre las coincidencias, el descubrimiento de la falsa paternidad, y la subsiguiente entrega a los aduladores a los caprichos elementales, etc. No hará falta glosar punto por punto las coincidencias, que supongo claras para los lectores.

Creo, en consecuencia, que la construcción de La vida es sueño muestra rastros de Platón, Plinio y Santo Tomás, combinados por Calderón para trazar el arranque y desarrollo de la obra, adaptando y alterando lo necesario para lograr un texto coherente dentro de su propio sistema16. De cualquier manera es, probablemente, la obra más platónica de entre las de Calderón, la que da entrada a elementos mítico-simbólicos de una manera más intensa. Aunque, en último término se adapte, dentro de lo que es habitual en Calderón, a la ortodoxia tomista, o se recubra con ella.

Las conclusiones a las que llega Segismundo en la primera parte -ya lo vimos- están equivocadas porque sólo cuenta con sus propias fuerzas, con la razón natural. Como él mismo dice:


y aunque nunca vi ni hablé
sino a un hombre solamente,
que aquí mis desdichas siente,
por quien las noticias sé
de cielo y tierra; y aunque
aquí, por más que te asombres
y monstruo humano me nombres,
entre asombros y quimeras,
soy un hombre de las fieras,
y una fiera de los hombres;
y aunque en desdichas tan graves,
la política he estudiado,
de los brutos enseñado,
advertido de las aves,
y de los astros süaves
los círculos he medido17.



Así pues, Segismundo llega hasta donde puede llegar con su filosofía natural; ya en el asombro reconocemos el primer motivo que, según Aristóteles, llevó a los hombres a la filosofía, y, eventualmente, a quimeras. En consecuencia, Segismundo, como Platón o como Plinio, yerra al creer que el pecado mayor del hombre es haber nacido: el hombre nace en pecado, pero no nace por haber pecado, ni el hecho de nacer es su culpa. Nace, en cualquier caso, con una finalidad que es la que le define como hombre: para despertar en el otro mundo a una vida verdadera, donde las obras realizadas en este mundo serán juzgadas, cosa que ya había entrevisto Platón en Gorgias; son barruntos de la Verdad, atisbos más o menos afortunados.

Parece como si Plinio proporcionara el episodio inicial, coincidente con el arranque de la historia platónica posterior. Historia y desarrollo que se ven desde la perspectiva cristiana como una etapa en el proceso hacia la Verdad trascendente. Con mucha frecuencia, Calderón divide la historia del Hombre en las tres partes canónicas: ley natural, judaísmo y ley de gracia; partición que corresponde a las tres partes en que Santo Tomás divide la Summa. Hasta qué punto la división tripartita, típica de los autos sacramentales, corresponde a las situaciones de la comedia es algo que no voy a discutir ahora ya que se presta a múltiples interpretaciones18.

De cualquier forma que esto sea, no puedo pronunciarme sobre la posibilidad de que Calderón utilizara directamente alguna traducción de La República o haya accedido al mito de la caverna y el desarrollo posterior gracias a alguna fuente secundaria. Sea como fuere, no me interesan tanto las coincidencias textuales, a la letra, como el proceso genérico de carácter pedagógico. En este sentido, tanto La vida como el De regimine son también tratados para la educación del príncipe. Se trata, en definitiva, del tema del poder, de su adquisición, ejercicio y límites. La clave de todo ello reside en la comprensión de la realidad como una totalidad, y en la comprensión de la naturaleza del poder. Y esto en dos niveles complementarios, el de la razón natural y el de la verdad revelada, como vamos a ver.

La autoridad de los príncipes proviene directamente de Dios, tanto en el caso de los reyes cristianos como en el de aquellos que no lo son19. Por ello, la teoría sobre el poder debe servir tanto para unos como para otros; esto significa que no debe apoyarse (salvo que sea necesario) en la teología dogmática, sino en ley natural válida para todos los hombres cualesquiera que sean sus creencias.

Basilio, sin embargo, sirve para ilustrar un comportamiento negativo ya que, arrastrado por la soberbia, se equivoca y, además, toma decisiones erróneas. Sólo cuando se humille comprenderá la realidad en un proceso semejante (aunque tardío) al que sufre Segismundo.




ArribaAbajoEl Horóscopo

Basilio es un rey estrellero, quizá en la línea de Alfonso el Sabio20; desde luego no en la de los magos que fueron a Belén. Pero lo que aquí interesa no son los antecedentes concretos, sino que Basilio, estudiando las estrellas, realiza un pronóstico. Y acierta.

Los horóscopos pueden ser analizados desde dos perspectivas diferentes, doctrinal la una, literaria la otra. Para los teólogos, está claro que los astros celestes influyen en el comportamiento de los hombres y en todo el mundo sublunar: es la diferencia entre las condiciones materiales de nacimiento (latitud, clima, momento, etc.) lo que explica las desigualdades entre los individuos. Esto sirve tanto o más que para las complexiones físicas para justificar los diferentes caracteres intelectuales o espirituales. No puede ser de otra manera ya que todas las almas son iguales, no hay diferencia sustancial entre ellas. Así que las estrellas influyen, condicionan, si se quiere, pero no fuerzan, no determinan el albedrío.

Ahora bien, la cuestión no es tanto si inclinan o no inclinan, problema en definitiva, secundario, sino la posibilidad de predecir (o conocer) el futuro, posibilidad que demostraría que el futuro está ya escrito, aunque sea en los cielos, y por ende es inamovible. La respuesta a este segundo caso también es afirmativa: el futuro puede predecirse mediante el estudio de las estrellas.

La armonía y unidad de todo lo creado establece la existencia de correspondencias (o influjos, depende) entre mundo supra y sublunar, entre macro y microcosmos. Esta unidad y correspondencia se concibe como un todo organizado según una lógica interna, de manera que a cambios y movimientos en un nivel corresponden alteraciones en los niveles inferiores de la misma serie: si alguien es capaz de entender las correspondencias puede deducir de los movimientos de los astros los efectos o consecuencias que se producirán en el mundo inferior21. La unidad y correspondencia (dentro del sistema, pues Dios está fuera) la aceptan mucho sautores, desde Boecio (De consolatione) hasta B. Silvestre (De mundi universitate sive megacosmus et microcosmus)22, aunque S. Agustín la rechace y Lactancio23 mantenga una actitud intermedia: los signos están ahí pero el hombre es incapaz de comprenderlos.

En cuanto a la literatura, la cosa no ofrece problemas. Por lo que respecta al fenómeno amoroso, los poetas enamorados (o viceversa) echan mano sin problemas de la teoría astrológica24. Pero, dejando tema tan abierto a opiniones y controversias, lo cierto es que en las obras literarias, cuando se formula una predicción se cumple. Y se cumple tanto si afecta a triviales asuntos amorosos como si se refiere a otros de mayor trascendencia. La predicción se cumple en el Sendebar, Barlaam, Poridat de Poridades, Libro de Buen Amor, etc., etc. Además, el horóscopo se cumple a pesar de los esfuerzos que despliegan los afectados para evitarlo, en muchos casos se cumple, precisamente, gracias a esos esfuerzos: la paradoja es un componente fundamental en este tipo de predicciones.

Un caso particular se produce cuando los afectados por la profecía procuran la muerte o extrañamiento de la persona, animal o cosa en que se cifra el peligro anunciado. Si se trata de una persona, es frecuente que sea un recién nacido25. No hay que advertir que el remedio nunca funciona; Stith Thompson recuerda a este respecto que «la Biblia contiene varios incidentes paralelos a los motivos bien conocidos en otras relaciones del folklore europeo y asiático. No está siempre clara la exacta relación entre estas tradiciones y las Escrituras ya que no sabemos con certeza cuál depende de la otra. Por ejemplo, sabemos que en la leyenda de Moisés, a éste le abandonaron en una cesta de juncos (L 111.2.1), y la misma leyenda general está unida a Ciro, Beowulf, y a héroes menos conocidos. Igualmente, las aventuras de José contienen incidentes paralelos no sólo en los cuentos folklóricos (Tip. 930) y en la literatura griega clásica, sino también en diversas leyendas populares. La profecía de futura grandeza proveniente de un sueño (M 312.0.1), y el vano intento por librarse del joven que ha tenido el sueño (M 370), se encuentran en varios cuentos folklóricos. El mismo patrón general aparece en el cuento de Edipo, aunque en éste se expone al infante (M 371)»26. Esa exposición (o enclaustramiento) del infante es canónica en la peripecia del héroe, desde Budah hasta Segismundo.

Si hay horóscopo (con o sin niño) la gracia está en que, de manera paradójica e inesperada, se cumpla lo profetizado, cosa que sucede siempre de una manera enrevesada. Suele acontecer que lo anunciado se cumpla de acuerdo con la letra, tal y como ha sido formulado literalmente el horóscopo, aunque la significación sea diferente a la esperada; en cualquier caso de acuerdo con el sentido literal. En el siglo XVII, pueden ilustrar esa posibilidad obras como La boba para otros y discreta para sí, Adversa fortuna de don Álvaro de Luna, etc.

Así pues nada tiene de extraño que se cumpla el horóscopo de Basilio, lo raro sería que no se cumpliera pues para eso se ponen los horóscopos en las obras literarias. En efecto, Segismundo realiza lo que se esperaba de él: en su primera visita a Palacio, se muestra violento y cruel; en la escena final, tiene a Basilio a sus plantas. Como es obvio, la historia no acaba ahí ya que después Segismundo se muestra justo y magnánimo, de manera que la profecía se cumple y no se cumple. Como era de esperar.

Y han sido las medidas que Basilio ha tomado para evitar que el pronóstico se cumpliera lo que ha hecho que se realice. La conclusión -inevitable- es que el hombre propone y Dios dispone; y que la ciencia de Basilio no sirve para nada: aunque llegue a malconocer el futuro, es incapaz de alterarlo; entre otras cosas porque no comprende el sentido ni las implicaciones totales de su ciencia. Basilio confía en su saber de una manera excesiva, y esa confianza, unida a su soberbia y egoísmo, es lo que le ha llevado a obrar de manera injusta y cruel. En efecto, el poder regio también tiene sus límites pues si, según el Digesto, «Quod principi placuit, legis habet vigorem», ello se refiere exclusivamente a la ley positiva (y con determinadas condiciones) pero no a la ley natural instituida por el mismo Dios. Basilio ha transgredido la ley natural que ordena que los hijos sean educados por sus padres, en sociedad, aconsejándoles si son de buen natural, utilizando medios más severos si no lo son tanto27. Porque gobernar (como padre o como rey; como padre y como rey, aquí) no es sino dirigir las cosas hacia su fin28, y el fin del hombre es la virtud, esto es, la salvación de su alma29: Sin embargo, Segismundo, desterrado de su medio natural30, está a punto de perderse.

Basilio es culpable de que Segismundo reaccione como lo hace puesto que le ha privado de los medios con que el hombre cuenta para corregirse y perfeccionarse. Y es culpable de haber atendido a sus intereses particulares, a sus deseos y temores, en lugar de cumplir su deber de príncipe y de padre. Se trata de un abuso de autoridad porque, como dice S. Tomás, el fin de toda autoridad es promover y conservar la virtud31.

Basilio es un rey estrellero pero no es un filósofo, se queda en lo aparente y material, no llega al meollo de las cosas. Ya lo había advertido también Platón cuando, al referirse al estudio de la astronomía, señala que no debe dirigirse a fines prácticos, ni detenerse en la observación de los cuerpos visibles, sino que debe dirigirse al conocimiento de «las constelaciones invisibles y verdaderas»32. Lo cual, interpretado por un cristiano, significa que el estudio de los astros es un medio para descubrir al Creador. Dada esta lectura, Basilio debería haber recordado que Dios está sobre todo, que nadie es condenado desde el nacimiento, etc., y, en consecuencia, haber puesto su confianza en el Señor que puede convertir en cualquier momento la crueldad en mansedumbre, e inclinar al bien a los impíos, o a los tiranos33. Es un razonamiento que no admite discusión, aunque sólo sea porque es lo que sucede finalmente con Segismundo.

No obstante, Basilio, atento a sus estrellas, no se ha enterado de lo que tiene más cerca. Con agudeza ingeniosa, dice Gracián, refiriéndose a las estrellas: «Fáciles son de entender essos brillantes caracteres, por más que algunos los llamen dificultosos enigmas. La dificultad la hallo yo en leer y entender lo que está de texas abajo»34, esto es, el hombre.

A filósofo sólo se llega -dice Platón- cuando el hombre se vence a sí mismo. Por si no fuera autoridad suficiente, ahí está otra vez el De Regimine para aclarar las cosas: la felicidad de los reyes cristianos no reside en los bienes materiales, sino en el ejercicio de la virtud, en dominar las pasiones35. Es un pensamiento tan recibido que aparece por todas partes; hay un caso concreto que me parece interesante, me refiero a la tragedia El pompeyo, de Cristóbal de Mesa, donde Sisibuto exclama: «Que a Sisibuto venza Sisibuto»36, vencimiento que, ahí, consiste en suicidarse. Mas ajustada a nuestra obra, en expresión y planteamiento, me parece la obra de Quevedo, Cómo ha de ser el privado, donde se lee:

REY
Serafina y Porcia están
al paso; fuerza ha de ser
llegarme a hablar Serafina,
a quien la vista se inclina
por un oculto poder
de las estrellas; y así
a las suyas me arrojé;
Príncipe la festejé,
Rey he de vencerme a mí37


versos en los que el vencimiento de sí mismo marca la distinción entre el comportamiento de un príncipe y el de un rey. Más adelante, vuelve a repetirse la misma situación: «Rey.- No hizo más Alejandro38; / vencedor de sí mismo / [...] Descuideme y vila; ¡ay cielos! / Venzamos, razón, venzamos»: es el recurso a la razón lo que propone el buen valido: «Marqués.- ¿Y qué importa mi opinión / cuando ha de ser la razón / ley absoluta y severa?»39; y no faltan tampoco las referencias a la religión: «Marqués.- Señor / pues que libertad me has dado, / mi sentimiento diré / con respeto de vasallo, / con atención de Ministro / y con valor de cristiano: / [...] entra en él, Señor, pensando / que la religión te mira / como a el que es solo su amparo.»40

Como el Marqués de Quevedo debería haber actuado Clotaldo, ejemplo de cómo no ha de ser el valido: Clotaldo no debería haber obedecido las órdenes injustas de su rey41, Claro que tampoco Clotaldo se comporta de manera ejemplar en su vida «familiar».




ArribaAbajoEl soldado rebelde

La actuación de los privados es un problema que ha preocupado siempre a los teórios de la política y del poder. Se trata de evitar la influencia de los lisonjeros que rodean al poderoso y le inclinan hacia el mal, o que, simplemente, no le castigan ni señalan los errores que comete. La corte de Basilio es un hervidero de aduladores que le alaban y le siguen los gustos, sean o no injustos, halagando su desmedida vanidad. Con frecuencia plantea Calderón el tema de los límites de la obediencia42.

Como es bien sabido, los vicios de un rey vician su gente, de manera que Clotaldo, en definitiva, reproduce y refleja el comportamiento de Basilio: ambos reaccionan en el último momento, al final de la obra. Dentro su equivocada actuación, Clotaldo mantiene en todo momento la obediencia y fidelidad debida a su Rey, aunque tenga algún momento de duda y vacilación a causa de Rosaura.

Diferente es el papel que cumple Clarín, que pasa, de acuerdo con sus intereses, de un amo a otro. Significativamente, Clarín encontrará la muerte cuando trata de evitarla, oculto tras unas peñas. De manera equivalente, el Soldado Rebelde recibe un castigo cuando reclama un premio. Por el contrario, Clotaldo es perdonado por Segismundo cuando, en lugar de huir, está dispuesto a recibir el castigo que su (ahora) verdadera lealtad a Basilio pueda acarrearle43. Lo mismo le sucede a Basilio al reconocerse vencido44. Todo resulta al revés de lo esperado, como que corresponde a una justicia superior a la aparente e inmediata.

Toda esa serie de aparentes contradicciones, en definitiva, premian y castigan a quien lo merece y cuando lo merece, y deben ser relacionadas con la paradoja del horóscopo. En efecto, la clave del problema la expone Segismundo en el monólogo final; pero también lo hacen otros personajes cuando acceden a la luz y toman conciencia de la realidad real. Así Clarín, herido ya de muerte, amonesta a Basilio y Astolfo:


Soy un hombre desdichado
que por quererme guardar
de la muerte, la busqué.
Huyendo della, topé
con ella, pues no hay lugar
para la muerte secreto.
De donde claro se arguye
que quien más su efeto huye
es quien se llega a su efeto.
Por eso, tornad, tornad
a la lid sangrienta luego;
que entre las armas y el fuego
hay mayor seguridad
que en el monte más guardado;
que no hay seguro camino
a la fuerza del destino
y a la inclemencia del hado.
Y así, aunque a libraros vais
de la muerte con hüir.
mirad que vais a morir
si está de Dios que muráis.



Reflexión que cifra el sentido de toda la obra: si se aplica a la muerte, con mayor razón se aplicará a cualquier otro intento de variar lo que está de Dios, incluido el horóscopo. Clarín está hablando a Basilio de toda su actuación, no sólo de la presente. Pero, por otra parte, Clarín identifica ahí, con toda claridad, destino o hado con la voluntad divina, que es lo canónico. A partir de este momento es posible ver en toda la obra la mano de la Providencia divina. En fin, Basilio acepta la lección y la aplica a sus pasadas actuaciones:


Mirad que vais a morir
si está de Dios que muráis.
¡Qué bien, ay cielos, persuade
nuestro error, nuestra ignorancia,
a mayor conocimiento
este cadáver que habla
por la boca de una herida,
siendo el humor que desata
sangrienta lengua que enseña
que son diligencias vanas
del hombre cuantas dispone
contra mayor fuerza y causa!
Pues yo, por librar de muertes
y sediciones mi patria,
vine a entregarla a los mismos
de quien pretendí librarla.



Y concluye:


Si está de Dios que yo muera,
o si la muerte me aguarda
aquí hoy la quiero buscar
esperando cara a cara.



Como todos los demás personajes, Basilio accede a la luz al enfrentarse a la muerte, que es lo que proporciona la pauta de comportamiento correcto. En cualquier caso, creo que la explicación de la paradoja del horóscopo está en estos versos, que resuelven el problema del libre albedrío frente al cumplimiento de los designios divinos. Sin duda, lo que está de Dios se cumple, pero el hombre tiene libertad para encarar la ocasión de una forma o de otra, esto es, con un comportamiento moral positivo o negativo. Así pues, ante la muerte, cabe, como Clarín, huir y esconderse, lo que lleva a una muerte vergonzosa, no a evitarla; pero cabe, por contra, aceptar dignamente el trago, cumpliendo hasta el final con la obligación y el deber. Esa es también la opinión de Segismundo.

Por lo que respecta al Soldado Rebelde, creo que su caso hay que verlo dentro del conjunto que forman los servidores, y, además, quizá, como cabecilla o instigador de una revuelta popular contra el poder establecido.

A mi entender, la guerra que da el poder a Segismundo puede ser considerada una guerra justa. A este respecto caben dos posibilidades: una, que el poder sea legítimo, pero que se ejerza de manera tiránica; otra, que el poder haya sido usurpado por quien lo detenta. En el primer caso, hay autores que justifican la sublevación (o el tiranicidio) pero la mayor parte prefieren la resignación; en el segundo caso, todos creen legítimo el uso de la fuerza para restaurar el orden conculcado. No hay que olvidar que, en este nuestro caso, el heredero legítimo de Basilio es Segismundo; ahora bien, al encontrarse desterrado en la torre, la corona irá a parar a la cabeza de Astolfo, por su matrimonio con Estrella. Esa sucesión es injusta, por varios motivos: porque hay un heredero al que no se puede privar de sus derechos; porque Astolfo no puede casarse con Estrella estando Rosaura por medio; y porque es extranjero, hecho que me parece fundamental45 ya que, además, Astolfo no está dotado de una gran virtud, sino de ambición y soberbia.

Pero, por otra parte, para que la guerra sea lícita, se requiere que sea ordenada por quien tiene autoridad para ello, que la causa sea justa, y, además, que se realice para alcanzar el bien e instaurar la paz, no por afán de dominio, deseos de venganza, ni por codicia46.

Las condiciones objetivas de la guerra movida por Segismundo y los suyos pueden ser quizá justas; las subjetivas, por lo que respecta a Segismundo, lo son porque, en definitiva, restablece el orden, da a cada uno lo suyo y se humilla ante Basilio venciéndose a sí mismo: no alcanza otra recompensa que la que depara el ejercicio de la virtud47. Pero frente a la ascética renuncia de Segismundo (y frente al general acatamiento de los demás personajes) disuenan las palabras del Soldado que, al reclamar un premio, demuestra que su intención no fue tanto restaurar el orden y la justicia como obtener un beneficio personal. Así que actuó movido por la codicia y la ambición: puede y debe ser castigado por ello48. Ahora bien, hay otro aspecto de la cuestión que no conviene olvidar. Con la condena del soldado (entre otros gestos semejantes), Segismundo inaugura un nuevo orden: se muestra insensible a los halagos de los servidores al mismo tiempo que pone, por encima de su gusto, conveniencia o beneficio, la justicia49.

Frente a la actuación de Basilio, que tan sensible es a lisonjas y adulaciones, Segismundo ha ofrecido un ejemplo y advertencia a los servidores: entre otras cosas, que el bien común es más importante que el individual, y por ello se puede sacrificar a un hombre en favor del bien social50.

Llegado a la condición de Rey-filósofo, Segismundo imparte justicia y restablece el orden. En él se cumple la sentencia del salmista: «Despierta, tú que duermes; levántate y te iluminará Cristo.»




ArribaRosaura

El desorden introducido por Basilio al desterrar a Segismundo afecta a la sociedad entera. Como rey, sus acciones no le afectan sólo personalmente, sino que adquieren una dimensión social: al ser la clave del arco de la sociedad, cualquier desplazamiento provoca alteraciones en el conjunto del sistema51. De esta forma, la decisión de exponer a Segismundo implica a Clotaldo, influye en el comportamiento de Astolfo, y promueve la sublevación del pueblo. Todos estos hechos pueden ser estudiados, quizá, como temas o acciones diferentes, aisladas; sin embargo, creo preferible verlos como manifestaciones coherentes, emanadas de un mismo principio, aunque situadas en niveles diferentes. Me parece que esto es así porque en la obra que nos ocupa se producen una serie de correspondencias y encadenamientos significativos: Basilio abandona a su hijo de manera equivalente a como Clotaldo abandona a su mujer y a su hija; Astolfo hace lo propio con Rosaura. Se da el hecho de que los súbditos reproducen el comportamiento del Rey en el nivel que les corresponde y en el ámbito de su actuación52.

No creo que, en la concepción antigua de la sociedad, sea posible separar vida privada y vida pública; esto en general, mucho menos por lo que respecta a reyes y grandes señores: los pecados del Rey, por muy secretos que sean, afectan al reino entero53; de la misma manera que los pecados del pueblo afectan al gobierno de la nación. En consecuencia, un comportamiento como el que se produce en la Corte de Polonia debe, necesariamente, tener su efecto en el orden social. Es por esto por lo que la solución de los problemas -o reparación de los pecados- debe ser simultánea es un mismo y único problema. Esta simultaneidad no excluye -más bien exige- la jerarquización, el orden, de acuerdo con los niveles y ámbitos en que se ha producido la trasgresión. Segismundo, una vez reconocido por su padre (bien que a la fuerza) ocupa el lugar que le corresponde; Clotaldo reconoce a su hija; Astolfo reconoce a su mujer y se aviene a cumplir la palabra empeñada.

Como se puede ver, la peripecia de Segismundo es idéntica a la de Rosaura, es la misma historia. De la misma manera que las flores tienen su equivalencia en las estrellas, o que la figura del Rey se manifiesta en el león, delfín o águila. Dado un universo ordenado en niveles jerarquizados según un único principio, la realidad, bajo diferencias circunstanciales, es la misma en cada casilla y en cada nivel. Así, Egidio Romano puede organizar su De regimine en tres partes: el gobierno del hombre particular, el gobierno de la familia, y el gobierno de la república; entre los tres libros hay una correspondencia estricta, aunque varíe el ámbito de aplicación de leyes y principios. Si se acepta que La vida es sueño es un tratado (literario) sobre el poder, sobre el ejercicio del mando, entonces no hay varias historias, sino una sola causa que se manifiesta en varios niveles y aspectos diferentes54.

Por ello, la identidad o correspondencia de los casos de Rosaura y Segismundo está claramente marcada en el texto: cuando Segismundo va vestido de pieles que ocultan su verdadero ser, Rosaura está disfrazada de hombre; cuando aquel recupera vestido y rango, aunque de manera precaria, allí se encuentra también Rosaura vestida de mujer, aunque sin haber declarado todavía que es hija de Clotaldo y sin haber recuperado su honra, esto es en una situación intermedia y ambigua como la de Segismundo. En la batalla final del acto tercero, Segismundo capitanea sus huestes vestido, otra vez, de pieles: ahí está de nuevo Rosaura «con vaquero, espada y daga»55. Si Segismundo es un peñasco que ha rodado de la cumbre, ella ha caído del caballo, símbolo de la pasión, etc. Pero, una vez conquistado definitivamente el Palacio, se ponen de manifiesto las diferencias que separan al Príncipe de Rosaura (que ya no habla, lo hace Clotaldo por ella), y se invierte la jerarquía o dependencia que hasta entonces se había establecido entre ellos56.

Por último, el carácter mítico-simbólico de La vida es sueño se manifiesta también aquí. De la misma manera que el conjunto de la obra permite establecer determinadas semejanzas con la metáfora platónica de la caverna, la historia de Rosaura y Segismundo puede ser comparada con la de Amadís y Oriana. Tampoco ahora es necesario ver una relación genética directa, sino semejanzas o coincidencias tópicas, propias de un pensamiento simbólico o mítico. Por ejemplo, tenemos que Amadís es desterrado a causa de las intrigas de los cortesanos, que le creen un peligro para el reino: el resultado del destierro es opuesto al que habían previsto ya que Amadís se enfrentará al rey57 para restaurar la justicia ...y para que Oriana no sea privada de sus derechos de heredera. Pero, por otra parte, cuando Amadís conquista la Ínsula Firme, pierde a Oriana porque «a sí mismo venzer ni sojuzgar pudo»; al Palacio Redondo sólo pueden entrar si lo hacen al mismo tiempo la dama y el caballero. Oriana, puesto que conoce la identidad de Amadís, es el elemento que permitirá al caballero recobrar su verdadera personalidad. En el combate final con el soberbio rey Lisuarte, Amadís se vence a sí mismo y no mata a su postrado enemigo58... Las diferencias son, por supuesto, mucho más abundantes.

En cuanto al triunfo final, notemos que Segismundo debe conquistar el poder y reconocimiento de sus derechos con la espada; la autoridad, con su discreción y prudencia. Rosaura, de manera simbólica, reconquista de la misma forma su identidad pues es la espada59 que Clotaldo, como nuevo Eneas, dejó abandonada lo que produce el reconocimiento.

El triunfo de Segismundo es el triunfo de la razón acorde con la voluntad divina60. El sistema tomista recubre los impulsos elementales.







 
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