Escena II
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Los mismos; PUEBLO y LANUZA
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Los soldados se ordenan
y el pueblo se acomoda al fondo, y todos, a la escena
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LANUZA. | ¡Amigos,
viva, | | y los tiranos y traidores mueran! | | ¡Oh pueblo aragonés,
siempre glorioso! | | El ansiado momento ya se acerca | | en que
al mundo valientes demostremos | | que es libre un pueblo cuando
serio anhela. | | Del déspota las huestes orgullosas | | cobardes ya nos miran y respetan; | | compónense de
siervos degradados, | | y almas esclavas el valor no albergan. | | Ved cuál su insana furia se ha entibiado | | sólo
con avistar estas almenas; | | vedlos capitular, y temerosos | | dilatar el combate, pedir tregua... | |
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PUEBLO. | ¡No haya treguas!...
¡La lid! |
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LANUZA. | ¡Oh
noble grito, | | de victoria feliz segura prenda! | | Mas contener
debemos, ciudadanos, | | el santo ardor que hierve en nuestras
venas. | | Si desechamos del contrario jefe, | | con justísimo
enojo, las propuestas, | | hasta el próximo sol le concedimos | | las armas suspender. Y nunca sea | | por un pueblo valiente
y generoso, | | que las virtudes y el honor profesa, | | rota la
fe de un pacto. Los que lidian | | por la justicia y la razón,
cubrieran, | | si la justicia y la razón hollaran, | | sus
claros nombres de baldón y afrenta. | | Los enemigos
dilatar quisieron | | el plazo de la lid; la gloria es nuestra. | | No tememos que aumenten sus escuadras; | | la dilación
disminuirá sus fuerzas; | | pues si al primer momento
no han osado | | acometer nuestras ferradas puertas, | | aún
menos lo osarán mientras más piensen | | lo deshonroso
de su inicua empresa. | | También, aunque nosotros ya
miramos | | seguro el triunfo, la victoria cierta. | | no debemos
privar de los laureles | | a las valientes tropas que se acercan | | de las ciudades. Llegan, pues, y todos | | parte en la lid
y en la venganza tengan. | |
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Escena III
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Los mismos y
HEREDIA
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HEREDIA. | ¿Quién en la fe de los tiranos fía? | | ¡Oh maldad! ¡Oh traición! |
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HEREDIA. | Del arrabal en la almenada torre | | ya el pabellón del rey Felipe ondea. | |
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LANUZA. | ¡Amigo!...
¿Cómo? Dime... |
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HEREDIA. | En
el momento | | que el jefe castellano a sus banderas | | tornó
desde estos muros, con recato | | alguna parte de su gente ordena, | | y mudo el atambor, las tropas mudas | | y en gran silencio
y sin temor se acerca | | por aquel lado al elevado muro, | | donde
ninguna oposición encuentra. | | Allí el virrey
estaba, allí el prelado, | | y con vil oro y seducción
y ofertas | | la multitud comprada ya tenían, | | y el adarve
y las armas todos dejan | | al acercarse el castellano. Algunos | | gritan: «¡Traición!», y pónense en defensa; | | pero pocos, sin plan y divididos, | | sólo la muerte
o el desprecio encuentran, | | y álzanse los rastrillos,
y en los brazos | | reciben los traidores, ¡vil afrenta!, | | al
bárbaro enemigo, que orgulloso | | ocupa el arrabal todo,
y se ceba | | en sangre, en muerte, en latrocinio infame. | | Mas
ya por la ciudad cunde esta nueva, | | y coronan el muro los
valientes: | | las escuadras del rey también se aprestan, | | y todo es confusión. |
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LANUZA. | ¡Guerra y venganza, sí, guerra y
venganza! | | ¡Sangre, sangre tendrán, pues sangre anhelan! | | Vamos a combatir; el alto muro | | guárdase con ardor,
ilustre Heredia; | | a ti te encargo a Zaragoza, Lara, | | en este
sitio un escuadrón reserva | | pronto para lidiar donde
el peligro | | exija concurrir con nuevas fuerzas. | | (A uno de
los pelotones de tropa.) | Y vosotros, venid, seguidme osados, | | que salir quiero de los muros fuera, | | y en campo abierto
nuestro noble brío | | patentizar al orbe en la pelea, | | y aterrar esas huestes ominosas | | que no osan combatir en
noble guerra, | | y vengar el engaño, la perfidia | | con
que abusaron de la pura, excelsa | | virtud de un pueblo libre.
Mas primero | | (Tomando una bandera con las armas de Aragón.)
| jurad por el honor que arde y alienta | | en vuestros pechos,
por la cara patria, | | que su salud de nuestro esfuerzo espera: | | o vencer o morir. | |
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SOLDADOS. | (Los que siguen a LANUZA.) | Sí,
lo juramos. | | O vencer o morir. |
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LANUZA. | ¡Oh
Dios, que velas | | sobre los buenos! Oye nuestros votos. | | Protege,
bondadoso, nuestra empresa, | | y que al hundirse el sol en
el ocaso | | libre por siempre a Zaragoza vea. | |
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(Sale LANUZA
por un lado con el pelotón que eligió, y le
sigue algún pueblo, y HEREDIA se va por otro lado
con algunos otros y VELASCO.)
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Escena IV
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LARA, SOLDADOS
y PUEBLO
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LARA. | (Dice los cuatro primeros versos como hablando
con los que acaban de salir.) | Andad, andad..., ¡oh mísero
Destino! | | ¡Vuestro noble valor qué recompensa | | horrible
va a tener! Sí; ese altanero | | joven voluble al precipicio
os lleva. | | Y vosotros, venid, desventurados; | | aquí
reuníos por la vez postrera, | | ya que queréis
ser víctimas incautas | | de una astuta traición,
de una perversa | | trama que no alcanzáis. ¡Oh patria
mía, | | digna de mejor suerte!... ¿Qué te espera | | después de tantos años de altas glorias? | |
Sólo torpe baldón, infamia eterna. | | ¡Infelices!...
¡Qué horror! No quiera el Cielo | | que yo coopere a
la desgracia vuestra... | | ¿Por qué la muerte perdonó
mis días, | | cuando con fama y con honor muriera, | | y
para presenciar tanto infortunio | | me conservó la mísera
existencia? | |
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LARA. | ¡Desventurados! | | ¿Quién es tan ciego que victoria espera? | | ¿Quién
la debe esperar? Aragoneses, | | ¿no veis la horrible sima que
está abierta | | bajo de vuestros pies?... Abrid los
ojos; | | veréis cuán vana es toda resistencia | | contra el poder del triunfador Felipe, | | del bravo Vargas,
de sus huestes fieras. | | ¿Qué recursos tenemos? ¿Con
qué auxilios | | contamos para hacer una defensa | | que
os salve del rigor de un fiero asalto? | | ¿De Albarracín,
de Terüel y Huesca | | confiáis, acaso, en las supuestas
tropas | | con que os animan y que nunca llegan? | | Lanuza, joven
en su ardor primero, | | se envaneció sin consultar sus
fuerzas | | al ocupar el elevado cargo | | de justicia mayor, que
no debiera | | confiarse jamás ligeramente | | a un mancebo
sin canas ni experiencia. | | El de Aragón comprometió
el sosiego, | | hizo odiosa la causa noble y buena | | que defender
quisimos, y abusando | | del nombre de la patria, horrible guerra | | atrajo a Zaragoza, convirtiendo | | en rebelión al rey
lo que defensa | | debiera ser de nuestras leyes sólo. | | ¿Qué persona, por dicha, veis de cuenta | | sus pendones
seguir?... ¿Los magistrados, | | sacerdotes, prelados y nobleza | | los siguen, por ventura? ¡Y la ignorancia | | apellida traición
a la prudencia | | de aquellos que evitar sólo pretenden | | los funestos horrores que nos cercan! | | Volved atrás
los ojos, ciudadanos; | | recordad el origen de esta guerra, | | y veréis que es salvar la infame vida | | de Pérez,
de un traidor, que es de la Iglesia, | | del Trono y del Altar
vil enemigo. | | ¿Y hemos de perecer en su defensa? | |
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ALGUNOS DEL PUEBLO. |
Por nuestra libertad, por nuestras leyes... | |
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LARA. | Escuchad,
escuchad., ¿Pensáis que intenta | | robároslas
el rey? ¿Pensáis, por dicha, | | que a intentarlo pudierais
defenderlas?... | |
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LARA. | ¿Aun
ciegos te aclamáis? ¡Lanuza!... | | Toda vuestra esperanza
tenéis puesta | | en Lanuza... No debo, no, ocultaros | | la alevosa maldad..., la trama horrenda... | | Estáis
todos vendidos. Sí, vendidos... | |
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LARA. | ¿No
lo veis, oh gente ciega!... | |
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LARA. | ¡Temblad,
cuitados! | | Lanuza es el que os vende y os entrega | | al justísimo
enojo de un monarca | | poderoso, ofendido; él solo... |
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LARA. | Sosegaos,¡oh
compatricios! | | y no paguéis mi amor con tal ofensa. | | Escuchadme y temblad. Y mis palabras | | desharán pronto
la confianza necia | | que en un engañador tenéis
cifrada, | | y que al desastre y perdición os lleva. | |
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LARA. |
Sí,
aragoneses; | | atentos escuchad, que os interesa. | | Lanuza,
si un momento pensó, altivo, | | defender a Aragón,
ya no lo piensa. | | Su pecho, que juzgabais duro bronce, | | se
ha convertido pronto en blanda cera. | | Y dio a la seducción
grata acogida, | | de una débil pasión infame
presa. | | Sabéis que adora a la gallarda Elvira, | | que
en su palacio sin rubor se alberga; | | pues sabed que esa joven
es la hija | | del caudillo sagaz que nos asedia. | | Ahora patente
miraréis la causa | | de concederle entrar, de darle
treguas, | | de no impedir que el arrabal ocupe, | | de retardar
el paso a las banderas | | que alzaron las ciudades comarcanas; | | Y de una vez oídlo, ¡oh trama horrenda! | | Aunque visteis
que habló con el caudillo | | manifestando arrojo y fortaleza, | | en seguida con él y con la hija | | una entrevista celebró
secreta, | | y yo le sorprendí, y otros conmigo | | y que
aquí mismo están. |
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ALGUNOS DEL PUEBLO. | (Estos serán los mismos que salieron con LARA en la
última escena del acto anterior.) | Amigos,
ciertas | | son sus palabras. |
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LARA. |
¿Y
duda os queda? | | ¿No escuchasteis ha poco sus acentos, | | Y
cuál se opuso a quebrantar la tregua, | | como vos pretendisteis,
disfrazando | | con capa de virtud y de nobleza | | sus pérfidos
intentos?... ¿No habéis visto | | cómo ha salido
de los muros fuera? | | ¿Pensáis que va a lidiar, a hallar
la muerte...? | | ¡Sólo ponerse en cobro es lo que intenta | | y dejaros expuestos a la furia | | y a los estragos de la horrible
guerra. | | Ya su dama tal vez está en seguro; | | también
Pérez huyó...; todos nos dejan, | | del temor
del monarca, de la furia | | de una tropa feroz mísera
presa. | |
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PUEBLO. | ¡Qué horror!... Lara, ¿qué haremos?... |
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LARA. | ¿Qué...?
Ahora mismo | | abatir el pendón, abrir las puertas | |
al vencedor altivo humilde ruego | | rendidos dirigir. Dar la
obediencia | | nuevamente al virrey y al arzobispo. | | Podrá
entonces el clero y la nobleza | | contener el furor de los
soldados, | | el perdón impetrar y la clemencia | | del
gran Filipo, y Zaragoza salva | | y Aragón salvo de este
modo sean. | |
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OTROS. | Zaragoza | | ríndase al vencedor. |
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Escena V
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Los mismos;
HEREDIA
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HEREDIA. | ¿Qué
voz funesta | | hiere mi corazón, zaragozanos, | | y toda
la ciudad confusa atruena? | |
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ALGUNOS DEL PUEBLO.
| ¿A qué lidiar? Las armas arrojemos; | | rindámonos
al rey. |
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HEREDIA. | ¡Cielos!...
¿Qué aciertan | | a pronunciar vuestros infames labios? | | ¿Imagináis que un rey perdona ofensas? | | ¿Queréis
vos mismos presentar el cuello | | al dogal del verdugo, entre
cadenas | | ver los hijos, violadas las esposas, | | en llamas
la ciudad, casas y haciendas | | botín de forajidos,
vuestra fama | | en negro deshonor por siempre envuelta? | | Ya
no hay perdón. No le hay para nosotros, | | por más
que los traidores nos le ofrezcan. | | Sólo esperar nuestra
salud nos cumple | | de una firme y constante resistencia. | |
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ALGUNOS DEL PUEBLO.
| Lanuza es quien nos vende. |
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HEREDIA. | Ciudadanos, | | ¡qué horror!... ¿Tal proferís? Esas sospechas | | de la misma virtud y patriotismo, | | ¿quién es el alevoso
que las siembra? | | ¡Lara, pérfido Lara! |
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LARA. | No
me ultrajes; | | el pueblo teme, y con razón recela, | | de ese inconstante joven. Le hemos visto, | | con Vargas en
oculta conferencia, | | de su hija es amante... Su denuedo | |
ha vacilado; consintió en la tregua. | |
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HEREDIA. | Basta,
basta, traidor; ya te comprendo. | |
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HEREDIA. |
Por
piedad no te atraviesa | | el pecho vil, perjuro y delincuente, | | el vengador acero que en mi diestra | | arde para pavor de
los traidores. | | No le fulmino en ti, porque cubriera | | su
lustre de baldón tu impura sangre, | | y mi cólera
justa te desprecia. | | Ciudadanos, seguidme al alto muro: | |
la lid y la victoria nos esperan. | | ¡Venid! |
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HEREDIA. | Cuando
afanoso | | vengo a que toméis parte en sus excelsas | | hazañas, le insultáis... Él, denodado, | | en ese campo con ardor pelea, | | y las contrarias huestes,
destrozadas | | huyen despavoridas y deshechas | | a su ilustre
valor y noble brío, | | que todo lo destroza y atropella, | | y por su bizarría queda libre | | Zaragoza ahora mismo...
¿Y hay en ella | | quien mancillar pretende su heroísmo?... | | ¿Y prestáis atención a tan perversas | | sugestiones?
Venid, tengamos parte | | en la victoria. ¿No escucháis
cuál truena, | | en las murallas el preñado bronce, | | el triunfo asegurando? No se pierda | | tan feliz ocasión... |
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Escena VI
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Los mismos y VELASCO
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VELASCO. | En
vano, amigos, | | es ya oponer inútil resistencia; | | por
doquier la victoria se declara | | en favor, de Castilla. |
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HEREDIA. |
¡Horrible
nueva, | | Velasco! |
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VELASCO. | Hace
un momento que Lanuza | | arrollaba esforzado las banderas | |
del rey en la llanura. Mas de pronto, | | envuelto se encontró
por dobles fuerzas, | | y cargado y deshecho se retira | | a buscar
en los muros su defensa; | | mas al verle desmayan las escuadras | | que ocupan temerosas las almenas. | | Por toda Zaragoza el
miedo cunde, | | y gritos lastimosos doquier suenan; | | y al paso
que se aumentan las legiones | | del rey cubriendo las cercanas
vegas, | | el horrendo cañón por todos lados | |
el muro rompe y la ciudad asuela. | | Un espantoso asalto nos
aguarda, | | y ya no hay salvación. |
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HEREDIA. | ¿Qué
es la fuga, | | o por dónde pensáis el emprenderla? | | Muramos con honor...; aun nuestro arrojo | | y desesperación
tal vez pudieran | | arrebatar el lauro y la victoria | | al odioso
enemigo; y si obtenerla | | no pueden nuestros últimos
esfuerzos, | | el que valiente fuera, al campo venga, | | y sígame
a cumplir su juramento | | y a morir como bueno en la pelea. | |
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