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31

Francisco Ayala, op. cit., pág. 241.

 

32

Ibid., pág. 167.

 

33

Gustavo A. Bécquer, Obras Completas, Madrid, Aguilar 1969, pág. 406, Rima IV:


[...]
Mientras sentirse puedan en un beso
   Dos almas confundidas,
Mientras exista una mujer hermosa
   ¡Habrá poesía!



 

34

Francisco Ayala, op. cit., pág. 173.

 

35

Ibid., pág. 231.

 

36

Encyclopedia Britannica, William Benton, Publisher, Chicago, 1968, pág. 233:

«Alexander Pope (1688-1744): This early emergence of the man of letters may have been assisted by Pope's poor physique... he acquired a curvature of the spine and some tubercular infection which limited his growth, and seriously impaired his health. His full-grown height was four feet six inches... his deformity made him abnormally sensitive to physical and mental pain... he was inevitably precluded from much normal physical activity, and his energetic, fastidious mind was largely directed to reading and writing



 

37

Francisco Ayala, op. cit., pág. 236.

 

38

Cervantes, El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, Parte Primera, tomo I, cap. II, pág. 84:


Nunca juera caballero
De damas tan bien servido
Como fuera Don Quijote
Cuando de su aldea vino:
Doncellas curaban dél;
Princesas, del su rocino.



Clemencín anotó la procedencia del romance. El viejo romance de Lanzarote lo hallamos en el fol. 242 del Romancero de Amberes de 1555 y dice así:


Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido
como fuera Lanzarote
cuando de Bretaña vino;
que dueñas curaban del,
doncellas de su rocino.



 

39

Francisco Ayala, op. cit., pág. 144.

 

40

Fábulas de Fedro, Libro I, París, Librería de Ch. Bouret, 1893, págs. 9-13:

«Fab. II, Las Ranas pidiendo un Rey. - Floreciendo Atenas por la igualdad de sus leyes, la libertad descarada turbó la ciudad, y la disolución rompió el antiguo freno. Con esta ocasión, puestas en bandos las parcialidades, el tirano Pisistrato se apoderó del alcázar. Y como los atenienses llorasen su triste servidumbre, no porque el tirano fuese cruel, sino porque toda carga es pesada para los que no están hechos a ella, y hubiesen comenzado a quejarse, Esopo les contó al caso este cuentecillo.

«Las Ranas, que antes vagueaban libremente por las lagunas, pidieron a grandes voces a Júpiter un Rey, que con vigor refrenase sus licenciosas costumbres. Sonrióse el Padre de los Dioses, y les dio una vigueta pequeña, la cual arrojada de inproviso, con el movimiento y ruido que causó en el agua, aterró a la tímida grey. Como esta vigueta se mantuviese por largo rato clavada en el cieno, por fortuna una de ellas sacó poco a poco la cabeza del estanque, y después de haber observado bien al nuevo Rey, las llamó a todas. Ellas, perdido el miedo, se acercan nadando a porfía y la chusma desvergonzada brinca sobre el leño; y después de haberle ensuciado con todo género de inmundicias, enviaron a pedir a Júpiter otro Rey, porque era inhábil el que les había dado. Entonces les envió un culebrón, que con áspero diente comenzó a morderlas. En vano las desdichadas hacen por huir de la muerte: el miedo les embarga la voz. De secreto, pues, encargan a Mercurio que pida a Júpiter socorro a las afligidas.

« 'Esto no, les dice el Dios; pues no quisisteis contentaros con vuestro bien, sufrid el mal que os ha venido'.

«Y vosotros también, oh Ciudadanos, concluyó Esopo, llevad en paciencia este trabajo, no sea que os suceda otro mayor».



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