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ArribaAbajoPeríodo de 1951 a 1960

En este período tenemos un total de diez obras narrativas. Seis integran la colección de Historia de Macacos93; una concluye la colección La cabeza del cordero: «La vida por la opinión»94; y pertenecen también a este grupo la novela larga, Muertes de perro95 , otros dos relatos breves: Un ballo in maschera96, incluido en la sección «Diálogos de Amor», del grupo Diablo Mundo, y «¡Aleluya, hermano!»97, que forma parte de Días Felices.

Las alusiones literarias contenidas en las obras de estos años son abundantísimas en comparación con las de épocas anteriores. Nos encontramos ya en presencia del escritor maduro. En diez obras narrativas hay un total de veintinueve alusiones. Con excepción de uno de los relatos que pertenece a Historia de Macacos: «La barba del capitán», todos los restantes contienen alusiones.

Al comienzo de este capítulo señalamos que en Ayala hay un cambio de estilo, de estética. El propio autor anotó que «La cabeza del cordero representa   —55→   el punto de transición». En las obras de este período, Francisco Ayala nos presenta ya

...un mundo sin valores o, mejor, un mundo donde los valores se han hecho irrisorios -o sea, nuestro mundo actual...98



Uno de los relatos breves correspondientes a esta época y que responde muy bien a la estética mencionada es «The last supper», de Historia de Macacos. Sus protagonistas, Sara Gross y doña Trude, se encuentran en un «Ladies Room», en New York, el mismo día que ésta llega a la ciudad. (De las piezas que integran esta colección, sólo este relato y «Encuentro», «están situados -como anotó Ayala- en parajes reales y concretos».)

El título nos remite a la obra de Leonardo da Vinci, y más tarde, en el relato, la propia Trude alude a «La última cena de Leonardo». Son judíos que han sufrido lo indecible -Trude apenas puede contárselo a Sara-, en los campos de concentración de Hitler; pero

...ahora, en América, quieren entregarse con los ojos cerrados a la trivialidad cotidiana, empeñados en tapar el agujero atroz de la experiencia pasada, olvidarla, borrarla, atenidos (porque -se dice- «para las cosas de la cultura es una fiera Bruno; un verdadero fanático») a un sistema de valores   —56→   abaratado hasta el punto de rebajar a marca de un raticida la obra de Leonardo da Vinci, y lo que ella significa99.



Estamos en presencia de un mundo degradado: para «tapar el agujero atroz» de un pasado incontable, una de las víctimas ha inventado un raticida al que da como marca el nombre del famoso fresco de Da Vinci100.

En «Historia de Macacos», que encabeza y da nombre a la colección, encontramos dos alusiones literarias. En este relato, como en el anterior, y en todas las obras de estos años, predomina el tono cómico-grotesco. Ayala nos enfrenta aquí con la realidad de una «colonia» en tierras africanas, una realidad absurda.

El centro de la atención en la colonia, cuando comienza la narración, lo ocupaba «la esposa» de Robert, Rosa; las alusiones sirven para situar al personaje femenino,

...en un casi fastuoso alarde de grosería, poniendo a los pies de los caballos el nombre de la Damisela Encantadora o -como otras veces la llamaban algunos (y no puedo pensar sin desagrado que fui yo, ¡literato   —57→   de mí!, quien lanzó el mote a la circulación)- la Ninfa Inconstante...101



Rosa, la «Damisela Encantadora»102, por quien todos se morían, de quien deseaban recibir una mirada, un beso. Y la canción popular cubana, con su sabor de trópico, crea el clima propicio al personaje.


Damisela Encantadora
Damisela, por ti me muero.
Si me miras, si me besas,
Damisela, serás mi amor.



Rosa es, además, la «Ninfa Inconstante»103. Esta cita, por su parte, cumple la función de aludir en forma irónica a la mujer; ninfa, es palabra que tiene junto a su primera acepción un significado derogatorio de mujer que, como la esposa de Robert, pasa de uno a otro. La novela de Margaret Kennedy a que hemos aludido, titulada The Constant Nymph, había sido traducida al español como La Ninfa Constante. Al adoptar Ayala el título, burlescamente, para su personaje, añadió la partícula negativa que lo convierte en «Inconstante», confiriéndole un sentido cómico y apuntando al mismo   —58→   tiempo a una segunda acepción que la palabra «ninfa» tiene, como prostituta.

Pero, donde las canciones no sólo dan el tono sentimental, sino además, crean el clima idiomático, es en una breve y bonita novela de esta colección: «Encuentro»; desarrollada como «The last supper» en un lugar concreto. Ayala sitúa su novelita en Buenos Aires y en un determinado ambiente, el mundo de la «Nelly Bicicleta» y el «Boneca». La lectura del relato nos lleva a un café de la capital argentina -y lo que logra aquí Ayala por medio del lenguaje nos recuerda a nosotros al Galdós de Misericordia y aquel otro café madrileño donde se reunían Benina y Almudena-. Por medio del lenguaje nos trasladamos, en efecto, al Buenos Aires del Boneca:


«¡Años y años, che!»
« -A vos no te ha ido mal».
«-¿Te acordás, Nelly?»
« ...Decíme, ¿estuviste fuera?»
«...¿qué demonios haces ahora?,
¿Dónde te metes?...»



Frases como éstas contienen la inflexión que trasmite el acento local, dando a la narración un tono bonaerense; luego, los títulos de los tangos que aparecen engarzados en la narración, completan el clima idiomático y confieren el ambiente adecuado al «Encuentro».

...caricatura espesa de aquella nauseabunda edad de oro que se le vino de repente

  —59→  

a la boca; otarios, pendejas, pobres donjuanes de cabaret, su reino precario, el catedrático, Pepe Sieso, Salhanha gargajiento, el chino Avalos (don Martín Avalos, con sus poesías y sus letras de tango) y el Boneca, mi lindo Julián.

-Verás, es un buen hombre. Quizás te acuerdes de él. Trabajaba en el Victoria. Te acordás de ...104



Tangos que todavía podemos escuchar, Edad de Oro, El catedrático, Mi lindo Julián y, por último, Gran Hotel Victoria, o frases o vocablos de otros... A modo de ejemplo recordemos la letra de Mi lindo Julián:


Yo tenía un amorcito
que se llamaba Julián
y en mis horas de tristeza
lo recuerdo con afán.
Era un tigre para el tango
envidia del cabaret
pero un día traicionero
tras de otra se me fue.
¿Por qué me dejaste
mi lindo Julián?
Tu nena se muere
de pena y afán.
En aquel cuartito
nadie más entró
y me paso las noches
llorando tu amor.



  —60→  

y luego el tango de F. Latasa Pesce, Gran Hotel Victoria,


Viejo hotel de mis ensueños...
Hotel Victoria, vos que supiste
lo que he llorado en mi soledad
Verás mañana cuando te olviden
que sólo el tango te recordará...



Sobre esta novelita anotó Ayala que es un relato

...del Buenos Aires de una cierta fecha: Vatteone, el sujeto que se encuentra con Nelly «en la esquina, ahí donde la calle Rivadavia desemboca en la plaza de Mayo», es un caracterizado peronista. Al escribir esta novela me propuse el problema técnicoliterario de crear una atmósfera y un habla locales sin que ello supeditara la comprensión del texto a la eventual familiaridad del lector con el lugar correspondiente...

... «Encuentro» pretende ser una novela de Buenos Aires, pero no sólo para Buenos Aires y sus habitantes, sino también para los de Madrid, Barcelona, Méjico y La Habana. Creo haber logrado en ella la ilusión, no la transcripción, del vocabulario y del acento -inclusive, el acento sentimental- porteños...105



Como antes dijimos, consigue nuestro novelista su propósito. «Encuentro» es una novela que se desarrolla en un café de Buenos Aires, pero el relato   —61→   alcanza a la comprensión de cualquiera que hable español en cualquier rincón del mundo, mientras que Ayala logra, por medio de los tangos y otras alusiones, conferir a la narración «el acento sentimental porteño».

En «Un cuento de Maupassant», las alusiones literarias cumplen una función caracterizadora del personaje, haciéndonos ver «su cultura». El «ilustre escritor» relata los hechos acontecidos, y al hablar del «filósofo Antuña» nos presenta a su mujer como a Xantipa.

...Aunque parezca mentira, el filósofo, nuestro pobre Sócrates, se traga y hace suyas las perentorias opiniones de su robusta Xantipa, a quien...106



Xantipa, la mujer de Sócrates, ha pasado a la historia como ejemplo de un carácter irascible; en los Diálogos, de Platón, nos es presentada así:

...encontramos a Sókrates, al que acaban de desencadenar, y sentada junto a él a Xantippe, a quien ya conoces...

Apenas Xantippe nos vio empezó a lanzar gritos...

...Sókrates volviendo los ojos hacia Kritón, le dijo: -Kritón, que la lleven a casa. Entonces salió gritando y golpeándose el pecho...107



  —62→  

Esta moderna Xantipa, la mujer de Antuña, nos lleva al mundo de la filosofía clásica, pero al mismo tiempo hace que irrumpa ante nosotros el personaje de aquella otra esposa de novela, la insoportable Xuantipa de Pérez de Ayala en Belarmino y Apolinio:

...una mujer... penetraba vestida de huracán y desolación, en aquel círculo que era un cuadrado, e iba a hacer presa sobre Belarmino. Era Xuantipa...

Xuantipa condujo de la solapa a Belarmino a través de las acostumbradas calles de la amargura...108



La mujer de Antuña ha sido dignamente presentada por el «ilustre escritor»; la alusión a la clásica Xantipa hace inútil todo comentario sobre el personaje de Ayala. Se considera la aborrecible mujer disminuida ante el «gran hombre» ya que, aunque comparte «el pan y el lecho, se siente excluida»; de aquí que

Su existencia será pronto un sufragio incesante; pues si «a secreto agravio, secreta venganza», ¿cómo podrían satisfacer en la celosa arpía ocultas claudicaciones de alcoba la pública ofensa de una eminencia espiritual tan ostensible?109



  —63→  

Los versos de Calderón se deslizan en la prosa de Ayala

DON JUAN:
[...]

Por dar a secreto agravio
también venganza secreta,
el galán mató en el mar

[...]
porque el que supo el agravio
sólo la venganza sepa.
REY:
Es el caso más notable
que la antigüedad celebra,
porque secreta venganza,
requiere secreta ofensa110.

Se venga de su marido, le humilla; «esta mujer es una fiera»; coloca a Antuña en situación tal que éste tiene que «enfrentarse a Durán y exigirle pública explicación». Ante esto nuestro escritor afeó al amigo «su conducta de mil maneras»

...invoqué la tradición literaria a que pertenecen el cuento de don Juan Manuel sobre el mancebo que casó con mujer brava, y La fierecilla domada, de Shakespeare, para concluir, ya en forma imprudente, lo reconozco: «Yo que tú, Antuña, antes que dejarme mangonear así por mi mujer, le suelto aunque sea un soplamocos...»

...Me contestó: Cómo se ve que tú no te has fijado en sus bíceps!...111



  —64→  

Entra aquí la alusión al cuento de don Juan Manuel: De lo que contesció a un mancebo que casó con una mujer muy fuerte et muy brava112, y The Taming of the Shrew, de Shakespeare113. Es la cultura del «escritor ilustre» la que nos ha llevado al mundo pretérito para enmarcar convenientemente la personalidad de la mujer del infeliz Antuña. Además, el marco del relato es también, como corresponde a la índole de los personajes, un marco de alusiones literarias. La anécdota que refiere el narrador principal se define por su sustancia como «un cuento de Maupassant», que es a su vez, también, el título de la obrita, y el mismo narrador hace una especulación sobre argumentos que traen ya como el sello de un determinado autor, refiriéndose a uno que él mismo escribió y que no obstante basarse en un suceso real tenía el estilo de Henry James. Por último, comenta uno de los oyentes que si el cuento relatado es de Maupassant, su protagonista parece un personaje de Dostoiewski. La atmósfera de toda la novelita es, como puede verse, densamente literaria.

Cierra la colección de Historia de Macacos «El colega desconocido» -¿será acaso éste el cuento aludido antes como de Henry James?-, un relato   —65→   breve donde Ayala enfrenta lo que podríamos llamar los dos mundos literarios.

José Orozco, el hombre cuya «personalidad de escritor estaba hecha y su firma consagrada», el hombre que gozaba de «envidiable posición» en «la vida literaria» se enfrenta a... otro escritor, para quien su nombre es desconocido. El colega, Alberto Stéfani, tenía también «mucho publicado», era autor de «varios libros: prosa y verso». Nuestro autor trae a la superficie el mundo de la sub-literatura, ante el cual se asombra Pepe Orozco porque

Las largas tiradas de la literatura «stefanesca» o «estefanil», frente a los escasos miles de ejemplares cuya venta él, José Orozco, un autor de tan firme reputación, consideraba como éxito satisfactorio, adquirieron a los ojos de mi amigo el valor de un símbolo, símbolo amargo donde se cifraba el poder social bien cotizable logrado por periodistas sensacionales, el dinero ganado a montones por libretistas de cine y de radio y, sobre todo, lo que más importa: la influencia que sobre la mente y la conciencia de las multitudes ejercían tantos y tantos escritores chapuceros...114



Y Ayala desliza el comentario crítico. Son sí «dos mundos» literarios, pero, aunque Orozco había quedado perplejo,

  —66→  

Por suerte, no había tardado mucho en recuperar la seguridad de que no cualquier brazo es capaz de tender el arco del gran arte...115



La casa de Penélope, nuestro mundo, puede estar llena de pretendientes, de pseudo-escritores, pero «no cualquier brazo es capaz de tender el arco»116, sólo

...el discreto Ulises, después de examinar cuidadosamente el arco, como el buen tañedor de lira pone la cuerda en la clavija, lo tendió sin esfuerzo y ensayó, produciéndose un sonido agudo...117



En la referencia clásica queda incrustada la alusión crítica; luego el escritor Orozco quiso saber más del mundo de esos pretendientes de Penélope y

...más peripecias y detalles me contó Pepe de su descenso a los infiernos literarios, donde, quizás por haberse aventurado sin guía, estuvo a punto de sucumbir118.



El tema de Orfeo119, que ya habíamos visto de pasada en «El regreso», ha sido tratado por innumerables   —67→   escritores desde la antigüedad clásica; llevado por Virgilio a las Geórgicas; al teatro, en 1764, en el poema de Calzabigi con música de Glück, y anteriormente por Angelo Policiano, en 1480; usado en nuestra literatura por Juan de Jáuregui para oponerle al Polifemo; por Pérez de Montalbán; por Lope de Vega; por Antonio de Solís y por multitud de escritores que harían muy dilatada la lista, aparece ahora aludido en las páginas de Ayala para hacernos descender con nuestro personaje ficticio al «submundo literario», a los infiernos, donde el reconocido escritor halló a «El colega desconocido». Es interesante observar que la alusión a Orfeo está complicada con otra alusión no menos ilustre. Al decirse que el protagonista del cuento «se aventuró sin guía», viene en seguida a la imaginación la bajada de Dante al infierno cristiano bajo la guía del poeta pagano, Virgilio, su maestro. Son pues, dos infiernos reunidos en una concentrada referencia única.

Explorados ya los relatos que integran Historia de Macacos, pasamos ahora a considerar «La vida por la opinión» que concluye la colección La cabeza del cordero. Este relato viene a sumarse tardíamente a los cuatro que en la edición original componían el libro al que por su tema corresponde. Sin   —68→   embargo, ya el tono es otro, tanto que, permitió calificarlo a un crítico, Ignacio Soldevila, como «una coda que, en contra de los cánones musicales, es un scherzo»120.

Contiene esta narración cinco alusiones literarias. El título mismo nos transporta de nuevo al orbe calderoniano, esta vez en el ámbito de El alcalde de Zalamea, y el relato trata uno de los temas tradicionales en la literatura de lengua española, el tema del honor. Aparece este tema aquí, sin embargo, en la clave cómico-grotesca, que es la tónica dominante de esta fase de Ayala.

La obrita nos enfrenta, entre otras cosas, con la preocupación del protagonista, por razón de «su puntilloso sentimiento del honor». «Análoga preocupación por evitar que se propale la deshonra se advierte en el teatro calderoniano», anotó Ayala en su ensayo «El punto del honor castellano»121.

Son los años de la Guerra Civil, y a partir de entonces el protagonista de este relato estuvo escondido en «un agujero del ancho de cuatro losetas: en su propia casa y en su alcoba, debajo directamente de la cama matrimonial, durante nueve años». Un día que por Sevilla circularon noticias de que «El momento se acercaba», de que «la hora iba a sonar», (se había producido «el desembarco aliado en África, ídem en las playas de Normandía»); nuestro hombre, Felipe, se descuidó:

  —69→  

...la madre de Felipe le preparó aquel día a su hijo un frito riquísimo de criadillas y sesos con pimientos morrones, y trajo una botella de sidra; brindaron los tres alegremente. Y a la noche el matrimonio se abandonó a las naturales efusiones sin precaución, ni postcaución de clase alguna, puesto que la libertad, y la felicidad, estaban a la vista122.



«Felipe era hombre de honor», «¿a dónde iría a parar ese honor cuando se hiciera notorio y no pudiera ocultarse el embarazo de su esposa?». Tenía que salir del agujero sólo para salvar la opinión.

Se trataría de un «caso de honra», y el cuento podría llevar un título clásico: La vida por la opinión...123



El riesgo era grande pero, y ¿la gente? «¡Nunca! ¡Mejor la muerte!», porque

CAPT. -
¿Que habíais de hacer?
JUAN. -
Perder la vida por la opinión124.


  —70→  

Ya que

...en los dramas calderonianos del honor... aquello que cuenta es, no los sentimientos propios, sino la opinión ajena...125



Hablando del tema del honor en el ensayo citado, señala Ayala que en los siglos XVI y XVII el «honor masculino» dependía sobre todo de «la conducta» de las mujeres de la familia;

...si la conducta de cualquier mujer sometida a su autoridad sufre menoscabo, el varón se considera deshonrado126.



Y en este brevísimo relato plantea Ayala con toda sutileza, valiéndose especialmente de las alusiones literarias, un tema que siendo tradicional en nuestra literatura, ha sido sometido modernamente a un tratamiento negativo, a veces, mediante deformación caricaturesca. Ya la Generación del 98 y la siguiente habían reaccionado en sus obras contra el concepto del honor calderoniano. Bastará recordar, al efecto, un par de títulos: Los cuernos de don Friolera, de Valle-Inclán y El curandero de su honra, de Pérez de Ayala. En esta narración se mantiene y aún acentúa el tratamiento burlesco del tema, pero se le coloca en un contexto de gravedad suma. Verdaderamente el protagonista del cuento de Francisco   —71→   Ayala se juega la vida, aunque no sin tomar algunas precauciones, por salvar su nombre de marido.

Relacionando el problema del gordote Felipe, metido nueve años en un agujero, como un ratón, como un topo, desliza Ayala dos alusiones literarias que contribuyen a situar la narración en el marco cómicogrotesco a que aludimos, mientras que al mismo tiempo, la conectan con otros mundos y la enriquecen. Felipe vivía escondido en su agujero, pero

...de un modo u otro procuraban las mujeres prepararle platos sabrosos (y él protestaba, divertido: «Van ustedes a hacer que me ponga gordísimo, y un día no cabré en el agujero. Ha de pasarme como al ratón de la fábula, sino que al revés: él se quedó preso dentro, y yo no voy a poder meterme cuando haga falta»...

...Sin trabajar tenía Felipe las dos cosas por las cuales, según el libro del Arcipreste, trabaja el hombre: mantenencia, y fembra placentera; ...127



Tiene miedo nuestro hombre de que le suceda lo que al ratón de la fábula, que habiéndose metido por una rendija en un cajón lleno de trigo, comió tanto que luego cuando quiso salir le resultó imposible; sólo que teme que le suceda «al revés», que no pueda meterse en el agujero «cuando haga falta». Gozaba, por otra parte, Felipe de aquellas dos cosas por las que, según «el libro del Arcipreste, trabaja   —72→   el hombre: «mantenencia y fembra placentera»128; siendo precisamente esto último, el gozar de «fembra placentera», lo que le llevaría a exponer la vida por la opinión.

Como vemos, Ayala alude a mundos disímiles, conectándolos entre sí, para situarnos ante los resultados más felices. Pero hay algo más de sumo interés en este relato: la capacidad de nuestro autor para introducir la realidad, los acontecimientos históricos, dentro de la ficción. Una y otra vez nos habla en esta narración de sucesos reales; en Sevilla corrieron, dice, «como reguero de pólvora» las noticias del desembarco de África, de Normandía; en Inglaterra se produjo «el triunfo laborista»; a Bevin le faltó tiempo «para levantarse en la Cámara de los Comunes y ofrecerle a Franco la seguridad de ...». Esto había ocurrido «en agosto; en septiembre empezaron los juicios de Nuremberg»; olvidaron los «camaradas soviéticos» «cierta División Azul» que había, por cierto, combatido «en el suelo mismo de la Santa Rusia». Y así una y otra vez se repiten los ejemplos, pero es sobre todo al hablar de la caída de Mussolini cuando unas conocidísimas palabras de la Divina Comedia, engarzadas en su prosa, amplían hasta lo insospechado el significado de las líneas de Ayala,

  —73→  

...Después de aniquilar a Mussolini y a Hitler, las democracias tendieron amorosa mano, en cambio, a su tierno retoño, que se tambaleaba; no fuera, ¡por Dios!, a caerse. En vista de lo cual, amigos, lasciate ogni speranza129.



La fórmula contenida en el verso del Canto III del «Infierno», de Dante130, le sirve para asimilar éste al cuadro histórico de aquellos momentos en España. Nuestro autor introduce fechas, nombres, batallas, dentro del marco de la ficción y, con ello, la narración adquiere dimensiones de realidad histórica. Siguiendo la «manera cervantina», Ayala ha aprendido la magnífica lección que encierran los capítulos XXXIX a XLI de la Primera Parte del Quijote131, donde su autor nos narra los singulares sucesos de un héroe inolvidable, el Cautivo. Con esto nos referimos a la técnica de composición y no al tono de la obra, pues el episodio de Cervantes donde abundan también fechas, nombres y batallas, está concebido con grandeza épica, mientras que la figura cómico-patética del «gordote Felipe» pertenece de   —74→   lleno a nuestro tiempo; pero tanto la novela intercalada en el Quijote como ésta de Ayala adquieren, mediante la técnica de composición mencionada, concreto emplazamiento histórico.

Para terminar, en la conclusión de este relato, cuando tras de tanta penalidad se escucha la desolada pregunta: «¿Valía para esto la pena...?», creemos hallar confirmado lo que el autor expresa a propósito de sus relatos conectados con la guerra: «los ideales por los que uno mata y muere resultan ser -nos dice- a la postre retórica vana»; y todo ello constituye «una terrible burla de la vida». La pregunta planteada está, además, muy en consonancia con el final del «Diálogo entre el amor y un viejo» (estudiado en nuestro capítulo n), evidenciando una vez más la coherencia de la actitud y métodos en la narrativa de Francisco Ayala. Ahora, sin embargo, el tono es, no elegiaco, sino sarcásticoburlesco. Como el autor precisa

...ese vástago tardío del tema de la Guerra Civil, que se titula La vida por la opinión, está emplazado ya en el plano estético de Historia de Macacos y Muertes de perro: un mundo sin valores...132



Estamos ya en el plano estético de «The last supper»; el mismo donde se sitúa Muertes de perro.

Es ésta una novela larga y acaso la obra más conocida y discutida de su autor. Pero nosotros hemos de reducir nuestro estudio al aspecto de las   —75→   alusiones literarias que la novela contiene: son seis. Uno de los personajes de quien -como apunta Keith Ellis en su libro- Ayala nos ofrece una lograda «pintura psicológica individual» es la «Primera Dama de la República, la inefable doña Concha». Los manejos y malas artes de esta mujer en el transcurso de la acción son notorios; su final, horrible. Leemos:

...la buena señora se tenía muy ganado, en efecto, tan horrible acabóse, y no por la venial, aun cuando contumaz ya, e inveterada culpa de provocar urbe et orbi con sus abultados pectorales encantos, sino en razón de manejos criminales a los que sin duda la llevaron no sé que infelices veleidades de heroína shakesperiana133.



Se refiere, es claro, al personaje de Lady Macbeth, la ambiciosa e intrigante mujer en The Tragedy of Macbeth, de Shakespeare, con alusión que retrata a la también intrigante y ambiciosa doña Concha, en Muertes de perro.

La voz narrativa es aquí la de otro personaje, Tadeo Requena, el mulato trasladado desde su oscuro pueblo al brillante palacio presidencial.

...Ni siquiera sabía dónde me encontraba, -escribe-. Estaba como en un sueño...

...traído como en volandas a aquel salón lujosísimo y para mí nunca visto...



  —76→  

...refiere Tadeo Requena su entrada en la casa presidencial. ...esa noche cenó -como un bárbaro, dice- y durmió -como un tronco- en el cuerpo de guardia; y sólo bien entrada la mañana siguiente, reanudándose el lúcido sueño del nuevo Segismundo...134



Tadeo Requena, el joven mulato, ha sido transportado a un ambiente nuevo, diferente; ha despertado en un mundo desconocido, «reanudándose el lúcido sueño del nuevo Segismundo»135; una vez más reaparece en la narrativa de Ayala la metáfora de la vida como un sueño. El tema de Segismundo, en Muertes de perro, ha sido bien presentado en un estudio del profesor Rodrigo A. Molina. Señala éste

...algunos eslabones en la estructura del libro que me parecen reminiscencias de tipo calderoniano. Véase, por ejemplo, la incubación de Tadeo Requena (al cual el autor llama «monstruo de la naturaleza»), la nebulosa filiación del mismo y cómo es llevado de su oscuro pueblo a la Corte. El carácter simbólico de su actuación como secretario del presidente Bocanegra recuerda La vida es sueño...

...Es claro que la «festinadísima» carrera política del protagonista trae sólo a la mente la primera y segunda jornadas del drama   —77→   calderoniano. Los únicos conocedores del origen de Tadeo Requena son la madre y Bocanegra.

...La madre de Requena muere al «nacer» éste a la vida de la Corte; la de Segismundo, como presagiando la condición de su hijo, muere al darle a luz. Reminiscencia calderoniana podrá encontrarse también en el senador Luisito Rosales, a quien Bocanegra ha nombrado preceptor de Requena. Sus cualidades distan mucho de la bondad e inteligencia del preceptor de Segismundo, Clotaldo; pero a él, Rosales, se le encomienda la tarea de dedicar a Tadeo Requena su tiempo para «desasnarlo, pulirlo (e) instruirlo»...

Tadeo Requena es sólo un «Segismundo» a medias. Aquel que representa la fuerza animal y cínica; aquel cuya ley es el placer y los bajos instintos. Lejos de dominarse, Requena emplea su talento «palurdo» para destruirlo todo. Se convierte así en antihéroe. No logra, como su «antecesor», la más alta victoria, la de vencerse y dirigir sus pasiones...136



Las reminiscencias del personaje calderoniano en el de Ayala han sido finamente captadas en las páginas que extractamos. En cuanto a que Requena sea «sólo un Segismundo a medias», recordemos la   —78→   observación de Ellis acerca de que los personajes de esta novela «son productos de su época»: ello explica las diferencias que muy bien insinúa Molina y que ciertamente existen entre los personajes; el mundo que nos presenta Ayala es, según queda señalado, «un mundo donde los valores se han hecho irrisorios -o sea, nuestro mundo actual». Establecidas tales diferencias, conviene notar ahora que también Requena, como Segismundo, ha tenido su crisis moral en el momento en que se le hace evidente, saliendo del palacio, el sin sentido de su existencia. Esa experiencia de la náusea existencialista es la manera de tocar fondo que corresponde a un mundo desprovisto de valores y de esperanza trascendental.

Más adelante nos encontramos con otra alusión literaria. El senador Lucas Rosales había desarrollado una amplia campaña de oposición al presidente, de ahí que cuando se supo

...que el senador por la provincia de Tucaití, don Lucas Rosales, había sido abatido a tiros en ocasión que remontaba la escalinata del Capitolio para asistir a la sesión del Senado, nadie dejó de pensar en el «impulso soberano»...137



La muerte del senador Rosales queda ampliamente explicada: le asesinó el «impulso soberano». Se recoge el famoso epigrama tan repetido en las   —79→   calles madrileñas con ocasión del asesinato del conde Villamediana,


Mentidero de Madrid, decidme,
¿quién mató al conde?
Ni se sabe ni se esconde
[...]
La verdad del caso ha sido
que el matador fue Bellido
y el impulso soberano...138



El «caso» de Villamediana no fue único en su tipo ni en su época; digamos que se repite una y otra vez como estructura de conducta en relación con el ejercicio del poder. Ayer, hoy, en España; ayer, hoy, en Cuba, mi país; y en tantos y tantos pueblos de Hispanoamérica; el «caso» ni se sabe ni se esconde... el matador fue un felón y el impulso soberano.

Nuestro novelista desliza otras dos referencias literarias al hablar de «las relaciones» que unían a los personajes antes presentados, doña Concha y Tadeo Requena,

...ella fue quien tomó la iniciativa, quien hizo todos los avances y quien desplegó una audacia sin límites, mientras Tadeo, fiel a su táctica cazurra de vergonzoso en Palacio, se limitaba a ver venir las cosas...

Antes de tironearlo hasta la cama, se le había acercado ella varias veces, con diversos   —80→   pretextos; y después del consummatum est...139



Doña Concha sería en este contexto grotesca parodia de la delicada Madalena, de Tirso de Molina, la cual, con toda audacia, fingiéndose dormida confiesa su amor a Mireno. Son otros, por supuesto, los manejos de doña Concha para empujar y tironear a Tadeo Requena «hasta la cama», pero logra, como Madalena, en El Vergonzoso en Palacio140, el «consummatum est». Con lo cual la astuta e intrigante mujer que recuerda a la «heroína shakesperiana» habrá hecho que el secretario incline la cabeza ante ella, le entregue el espíritu. Según el Evangelio de San Juan



-28- ...sabiendo Jesús que todo estaba consumado. ..

-30- ...dijo Jesús: Todo está acabado, e inclinando la cabeza, entregó el espíritu...141



  —81→  

Crea de inmediato el contrastante efecto grotesco, «chocante», que da el tono a toda la novela, haciendo que los personajes de este relato, como muchos de los que veremos en obras posteriores, se nos aparezcan encerrados en un mundo infernal, demoníaco, en nuestro... diablo mundo.

La última de las alusiones contenida en esta novela nos remite a una poesía de Baltasar del Alcázar. Van a enterrar al doctor Luis Rosales, hermano del senador antes asesinado y ministro del gobierno. El presidente Bocanegra no asiste al sepelio, y entonces

...más de uno, al darse cuenta, escurrió el bulto en lugar de seguir al cortejo...

¿Qué comentario merecía todo esto? Yo no voy a hacer ninguno. Inés, ello se alaba-no es menester alaballo...142



Son versos, proverbialmente citados siempre, de la Cena jocosa:


Esto, Inés, ello se alaba;
No es menester alaballo,
Sólo una falta le hallo:
Que con la priesa se acaba143.



El clima artístico ha sido finamente preparado. El ministro don Luisito Rosales se ha suicidado horriblemente, pero a nosotros, los lectores, como a la viuda de Lucas Rosales, a quien la Madre   —82→   Práxedes, del Sagrado Corazón, comunica la noticia, este hecho nos deja «con un fondo de indiferencia», «de cansancio». En contraste con el atroz suicidio, los versos de Baltasar del Alcázar, a la postre, inducen a la carcajada fácil, indiferente, demoníaca si se quiere, ante lo sucedido.

Aunque se ha pretendido con insistencia que Muertes de perro es una sátira política, en verdad lo que se propone esta novela es subrayar lo irrisorio de los valores en el mundo actual. Como dice Murena en su prólogo a El As de Bastos, Ayala nos presenta a la humanidad

...en su estremecedora desnudez, no un mero problema político y social -lo cual favorece la ilusión de que, remediada la injusticia, pasaremos a un estado paradisíaco-, sino la terrible naturaleza humana, que es la fuente de todos los problemas144.



De ahí que el interés del autor se centre en los personajes, y no tanto en los hechos políticos acontecidos, que tienen en la narración una importancia secundaria, sirviendo de mero soporte a la trama argumental para poder presentarnos, en definitiva, al hombre, sumido en las contradictorias situaciones del humano -o inhumano- vivir.

La extraordinaria capacidad que posee Ayala para introducir la realidad dentro de la ficción, y a la que ya nos referimos al comentar La vida por la   —83→   opinión, se pone de nuevo de manifiesto en forma artística dentro de esta novela. El mundo de Muertes de perro es un mundo de ficción que se resiste a toda localización geográfica; pero dentro de la ficción ha introducido hechos reales. La viuda del senador asesinado recuerda, en la carta, a la Madre Práxedes

...¿Acaso no se había saltado la tapa de los sesos, hacía algunos años, en plena cámara, un diputado mexicano? ¿Y, en La Habana, no se había pegado un tiro ante el micrófono de la radio el líder de la oposición145.



Rosales es un personaje de ficción; lo son también la viuda, la Madre Práxedes, doña Concha, Tadeo, el país entero de Muertes de perro; pero está en mis memorias infantiles el recuerdo de una tarde cuando en casa todos nos sentamos a ver la televisión, y apareció el desfile de un gran entierro, La Habana entera se había lanzado a la calle y recuerdo, con claridad a veces y entre brumas a ratos...; efectivamente, un líder de la oposición, Eduardo Chibas, «se había pegado un tiro ante el micrófono de la radio». Era el 16 de agosto de 1951, y estos acontecimientos apresuraban el golpe de estado que a continuación daría el «general» Batista. Es, pues, la realidad de nuestra época, de nuestro diablo mundo, y dentro de ella, inmerso, el hombre, nosotros todos. La novelística de Ayala conecta los   —84→   ambientes más disímiles, los acontecimientos más diversos para ofrecernos una obra que es prueba de que no cualquier brazo puede tender el arco...

Otras dos narraciones se agrupan en las producciones de esta época, Un ballo in maschera y Aleluya, hermano! ambas del año de 1960. En lo que respecta a la primera de estas obras que forma parte de los Diálogos de Amor, su estudio se hace en el lugar oportuno, al ocuparnos de toda la colección. Cierra este período ¡Aleluya, hermano!, que está incluida en Días Felices. El relato, relativamente breve, deja en nosotros ese sabor agridulce y melancólico que encontramos en las distintas piezas de la serie. En esta narración, como en «Fragancia de jazmines», de que nos ocuparemos luego, el autor nos presenta ya el motivo central que desarrollaría en la novela El rapto: el tema del paso del tiempo. El personaje principal de esta obrita narrada en primera persona -un «blanquito»- tiene relaciones con una «negrita» llamada Nieves; es domingo, y Nieves se le ha escapado «por el weekend» con «los suyos» «a una fiesta de bodas en el campo»; nuestro hombre se siente abandonado, desamparado; le circunda la soledad. Se le acerca un amable viejecito que le hace compañía, le ayuda, le invita a su casa. Por último, el viejecito sabe tocar el clarinete y, por medio de la música, «se comunican» los dos hombres. «¡Aleluya, hermano!» como «Fragancia de jazmines» está construida con un fondo musical. En este último relato veremos que son los dulzones compases de un bolero los que nos invitan al recuerdo;   —85→   en la obrita que nos ocupa ahora, otra pieza musical sitúa la narración y expresa, además, la soledad del protagonista; en el aburrido domingo nuestro personaje piensa

...y mi Nieves, que se me había escurrido de entre las manos y ¡quién sabe por dónde andarás!146



Se trata de «Perfidia», la popular canción mexicana, ampliamente difundida por toda Hispanoamérica, y el relato de la «negrita Nieves» y el «blanquito» que sin casarse «vive con ella», es caso muy típico de los países americanos de habla española. Resuenan los compases melancólicos de la canción:


Y tú quien sabe por donde andarás
quien sabe que aventuras tendrás
qué lejos estás de mí...147



Nuestro personaje se siente solo y piensa en su negrita, que «¡quién sabe por donde andarás!»; por último, «Paso a pasito», se marchó a su casa, y, como le dijera el amable viejecito del clarinete, «todo termina por arreglarse».

La canción sirve para situar la obrita, impregnar la narración de una suave melancolía y, unida a las notas que se escapan del clarinete del viejecito, primero «estridentes, destempladas y cómicas», como si realmente fueran «payasadas incansables de un   —86→   niño travieso», luego oscuras y más oscuras «hasta transformarse poco a poco en una especie de llanto convulso», a punto tal que la composición arranca lágrimas de nuestros hombres, el joven y el viejo; hasta que, por último, «las notas que salían de él fueron solemnes, graves, serenas», establece el fondo musical con el cual se marca el paso del tiempo.


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