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81

Francisco Ayala, «Lección ejemplar», en Obras, páginas 1.329-1.331.

 

82

«Los Siete Infantes de Lara», en Poema del Cid y otras gestas heroicas, tomo XXX, Madrid, Biblioteca literaria dirigida por R. Menéndez Pidal (selección y notas por Jimena Menéndez Pidal), 1923, pág. 113:


...¡E pues que fue muerto
el conde, don Mudarra hóbola
a la mano, e mandóle dar
tal muerte como dio a Ruy
Vasques; e yase enterrada en
Vela! ¡Mal sieglo haya! Amén.



 

83

Francisco Ayala, op. cit., pág. 1.330.

 

84

Francisco Ayala, «El regreso», en Obras, pág. 669.

 

85

Ibid., pág. 678.

 

86

Cervantes, El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, Parte Primera, cap. XXI, pág. 163: «Digo esto porque si no me engaño, hacia nosotros viene uno que trae en su cabeza puesto el yelmo de Mambrino, sobre que yo hice el juramento que sabes». El comentario de Clemencín al «yelmo de Mambrino» que tomamos de la edición del Quijote impresa por Ediciones Castilla, Madrid, 1967, página 1.195, nos da amplia información sobre los antecedentes del famoso Yelmo que utilizara Cervantes en su obra: «Yelmo encantado que ganó Reinaldos de Montalbán matando al Rey Mambrino que lo llevaba, y que usó después en varios combates, como los que tuvo con Gradaso (Garrido de Villena, Orlando Enamorado , libro I, canto 4), con Roldan (libro I, canto 27) y con Dardinel (Ariosto, canto 18). En este último


II primo che feri fu'l Saracino
ma picchio' in vano su l'elmo di Mambrino.



Al describirse en Orlando furioso la comitiva del Emperador Carlomagno (canto 38), se lee que llevaba el yelmo de Mambrino el paladín Oger Danés, que por este nombre y otras señas pudiera ser el mismo que el Marqués de Mantua...

En el Orlando Enamorado se hace mención de otro yelmo del Rey Agricán, de fábrica nigromántica, y según se dice en la traducción de Garrido (libro I, canto 14),


Hízolo Salomón con su cuaderno,
y fue forjado al fuego del infierno.



 

87

Francisco Ayala, op. cit., pág. 684.

 

88

Francisco Ayala, ibid., pág. 704.

 

89

José Zorrilla, Don Juan Tenorio, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1943, pág. 115. Segunda Parte. Acto Primero. Escena V:

D. Juan:
Pero don Juan no se arredra;
alzaos, fantasmas vanos,
y os volveré con mis manos
a vuestos lechos de piedra.
[...]
 

90

Francisco Ayala, op. cit., pág. 705.

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