Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


ArribaAbajoCuadro VI

 

Vista exterior de unas ruinas a orillas del mar imaginario. Montones de piedras o asientos rústicos en medio y a un lado.

 

Escena I

 

PAULINO. Luego un REPOSTERO.

 

PAULINO.-  Lo que me figuré. Ningún obstáculo había para llegar hasta la fuente de la verdad. Cargué mi cántaro y me volví por la misma senda. De algo me había de valer la fortuna de mi nacimiento. Con aquella agua he dispuesto que me compongan unos sorbetes y...  (Llama.)  Maese repostero, acá.

REPOSTERO.-   (Saliendo.)  ¿Qué mandáis?

PAULINO.-  ¿Están ya los sorbetes en disposición de sorberse?

REPOSTERO.-  Sí, señor. Ahí entre las ruinas tienen los mozos la garrafa y todo el servicio en paraje fresco.

PAULINO.-  Está bien, retiraos, que ya viene toda la concurrencia.

 

(Vase el REPOSTERO.)

 


Escena II

 

DON TURULEQUE, MARI-CASTAÑA, DOÑA CLORI, DULCINEA, MELISENDRA, MARCOLFA, EL CAPITÁN BADANA, EL BACHILLER COMINO, EL DÓMINE GOLONDRO, EL LICENCIADO RASPÓN, Pueblo y Soldados, entre ellos MATEO. Dos Damas que traen en una bandeja o azafate una corona y un velo. PAULINO.

 

MARI-CASTAÑA.-  Guárdele Dios, hermano Paulino.

PAULINO.-  Señores corregidores, salud... y sentarse. Las damas opositoras en ese banco.

MATEO.-   (Aparte a LUCÍA, que casualmente se ha colocarlo cerca de él con otras muchachas pobremente vestidas.)  ¡Lucía!

LUCÍA.-   (Aparte a él.)  ¿Eres tú, Mateo?

MATEO.-  Sí, Sofronio me proporcionó un traje de soldado para poder concurrir a este sitio.

LUCÍA.-  ¡Siempre haciendo temeridades!

MATEO.-  Ya que me has perdonado otras culpas, perdóname ésta, que es puramente de amor.

LUCÍA.-  La perdono como sea la última.

DON TURULEQUE.-  Honrados Batuecos, el concejo de la Alberca, solícito siempre del bien de sus conciudadanos, va a conferir la corona y el dote, recompensas de la virtud, a la doncella que justa y legítimamente los hubiese merecido. La sabiduría del hermano Paulino ha superado superabundantemente los obstáculos que se superponían a nuestra superficial superintendencia, y su superinteligenciabilísima persona os dirá lo demás.

PAULINO.-  Batuecos ilustrados y por ilustrar: la manera de corregir las picardías que (mejorando a los presentes) se han cometido en los informes acerca de la conducta de las opositoras al certamen es muy sencilla. El dignísimo corregidor leerá el extracto de cada informe. Yo exploraré, es decir, yo interrogaré a cada una de las candidatas y de sus declaraciones aparecerá quién es merecedora del premio. ¿Aprobáis mi propuesta?

EL DÓMINE GOLONDRO Y
EL LICENCIADO RASPÓN.- 
Sí, sí.

EL CAPITÁN BADANA Y
EL BACHILLER COMINO.- 
No, no.

PAULINO.-  Yo la he pensado bien.

EL CAPITÁN BADANA.-  Al pueblo le parece mal.

DON TURULEQUE.-  El verdadero pueblo no es la muchedumbre inerme sino la unidad que dirige decenas, centenas y millares de éstas.  (Señalando las picas de los soldados.)  Yo apoyo la propuesta del hermano Paulino, y al que se oponga a ella le mandaré atravesar a lanzadas. Con esta previa explicación cada uno puede votar libremente. Volved a preguntar.

PAULINO.-  ¿Se admite mi proposición?

TODOS.-  Sí.

DON TURULEQUE.-  Por unanimidad. Se procede al acto.

PAULINO.-  Yo con el beneplácito de nuestro amabilísimo corregidor he dispuesto que se sirvan sorbetes a las opositoras.

DOÑA CLORI.-  Mil gracias.

PAULINO.-  Repostero, servid.

 

(Sale el REPOSTERO con sus mozos y da sorbetes a las damas opositoras.)

 

EL BACHILLER COMINO.-  ¿Tienes esperanza de llevarte el premio?

DOÑA CLORI.-  Sí, señor, que no todos me han de tratar con la injusticia que tú.

EL BACHILLER COMINO.-  ¿A qué es hablar de eso? Si ya estoy pronto a casarme contigo, si estoy convencido de que tú sólo me quieres a mí y de que el capitán sólo quiere a su Dulcinea.

DOÑA CLORI.-  Entonces, con tu permiso voy a dar al capitán una cucharadita.

EL BACHILLER COMINO.-  ¿Por qué no?

EL CAPITÁN BADANA.-  Gracias.

MATEO.-   (A LUCÍA.)  Sal a que te den un sorbete. Tú también eres opositora.

LUCÍA.-  Sería vanidad; y además ese obsequio es para las damas, no para las pobres.

PAULINO.-  Mientras refrescan estas niñas, podéis ir leyendo informes, y yo iré preguntando.

DON TURULEQUE.-  En efecto, abro el expediente general.  (Tomando un libro de manos de un dependiente.)  Informe de doña Clori.

DOÑA CLORI.-  Servidora vuestra.

DON TURULEQUE.-  Dice el extracto: el principal mérito de esta opositora consiste en haber oído sesenta misas sin distracción.

PAULINO.-   (Aquí de la virtud del sorbete.)  ¿Es creíble eso, niña?

DOÑA CLORI.-  ¿Pues no ha de ser? Como que era en misa donde me daba sus billetes el capitán...

EL BACHILLER COMINO.-  ¡Qué sacrilegio!

PAULINO.-   (Aparte.)  Obró el sorbete.

EL CAPITÁN BADANA.-  Señorita, eso es comprometer a un hombre sin necesidad. ¿Qué os costaba echar una mentira?

PAULINO.-   (Aparte.)  Éste ha probado el sorbete.

EL BACHILLER COMINO.-  ¿Conque os ibais a casar conmigo y os carteabais con el capitán? Novios presentes y pasados, que se borre de la lista de las opositoras a esta individua, como yo la borro de mi memoria.

EL DÓMINE GOLONDRO Y
EL LICENCIADO RASPÓN.- 
Que se borre.

MARCOLFA.-  ¡Qué tonta!

DULCINEA.-  ¡Irse a condenar ella misma!

DON TURULEQUE.-  Doña Melisendra.

MELISENDRA.-  Servidora.

DON TURULEQUE.-   (Leyendo.)  La prenda más eminente de dona Melisendra es la bondad de genio.

PAULINO.-  ¿Y es de veras eso, alma mía?

MELISENDRA.-  Sí, señor, yo soy una paloma sin hiel, y cuando repelo a mis hermanas y descalabro a mi dueña y araño a mi madre, nunca lo hago con mala intención.

EL CAPITÁN BADANA Y
EL BACHILLER COMINO.- 
Fuera ese monstruo, fuera.

MARI-CASTAÑA.-  Hermano Paulino, ¿en qué consiste que esas muchachas han dicho la verdad contra sí?

PAULINO.-  En que el sorbete que han tomado está hecho con agua de la fuente de la verdad, que se la hace decir por fuerza.

MARI-CASTAÑA.-   (Aparte.)  Me alegro de no haber refrescado.

DULCINEA.-  Yo me retiro de la oposición.

MARCOLFA.-  Yo renuncio al premio.

OTRAS DAMAS.-  Nosotras también.

 

(Se levantan y se retiran.)

 

PAULINO.-  El banco de la virtud resulta vacío. ¿No queda opositora ninguna?

LUCÍA.-   (Presentándose.)  Yo quedo, señores. Yo no he tomado el sorbete. Venga.

MARI-CASTAÑA.-  ¡Qué temeridad!

DON TURULEQUE.-  ¿Vos sois la extranjera Lucía?

LUCÍA.-  Yo soy.  (Toma el sorbete.) 

DON TURULEQUE.-   (Mirando el libro.)  Pero, hija, vuestro informe cabalmente es el más desfavorable de todos.

MARCOLFA.-  Ya. No habrá buscado empeños como nosotras.

DOÑA CLORI.-  Calla, mujer, que tendremos que decir que nosotras la hemos desacreditado.

PAULINO.-  ¡Buena hilaza se descubre!

DON TURULEQUE.-   (Mirando el libro.)  Consta que una noche a deshora entró en vuestra casa un desconocido.

LUCÍA.-  Un temerario que atropelló mis umbrales, pero no mi honradez.

EL CAPITÁN BADANA.-  No vayáis a decir que fui yo.

PAULINO.-  No, no se sabrá. Entre estos pocos queda el secreto.

DON TURULEQUE.-  Os acusan de avaricia, porque llevabais muy caro por vuestras labores.

LUCÍA.-  Tenía que mantener a mi hermano.

DON TURULEQUE.-  Se os acusa de liviandad por tener un amante.

LUCÍA.-  Nunca le otorgué un favor que no fuese honesto.

DON TURULEQUE.-  Os acusan de embustera, por haber dado un informe falso a un esbirro.

LUCÍA.-  Eso es verdad, señores. Esa vez mentí.

LAS OPOSITORAS.-  ¡Hola!

LUCÍA.-  Fue por salvar la reputación de una dama que aquel mismo día me había dado de...

PAULINO.-  ¿De comer?

LUCÍA.-  De bofetadas.

MELISENDRA.-   (Tapándose la cara con el abanico.)  ¡Ah!

PAULINO.-  Ésta es la que merece el premio.

DON TURULEQUE.-  ¡Viva la extranjera!

TODOS.-  ¡Viva!

DON TURULEQUE.-  Vuestro es el dote señalado, virtuosa Lucía. Venid a recibir la corona.

MARI-CASTAÑA.-  A mí me toca el honor de ceñírsela.

LUCÍA.-   (Aparte.)  ¡Gracias, mi Dios! Ya soy feliz, ya puedo ser de Mateo.

MATEO.-   (Aparte.)  Vamos a salir de miseria. Tiempo era ya.

 

(LUCÍA sube y se arrodilla sobre unas piedras que hay en medio del teatro. MARI-CASTAÑA toma de la bandeja la corona y el velo, y se los pone a LUCÍA.)

 

MARI-CASTAÑA.-  Hija, el señor os bendiga, como os bendecimos yo y todos.

TODOS.-   (Alzando las manos hacia LUCÍA.)  Todos.

 

(LUCÍA se levanta y desaparece su traje pobre y de un color oscuro, quedando con uno blanco elegante.)

 

DON TURULEQUE.-  Esa gala que prodigiosamente os adorna confirma la justicia de vuestro triunfo.

MARI-CASTAÑA.-  Al hermano Paulino se lo debéis.

PAULINO.-  Cierto. No hubiera podido confeccionarse el sorbete de la verdad a no ser yo quien soy.

 

(Se oye a lo lejos tocar a muerto.)

 

DON TURULEQUE.-  ¿Qué es esto? Tocan las campanas.

PAULINO.-  Parece que doblan.

MARI-CASTAÑA.-  Allí viene un grupo de gente.

LUCÍA.-  Y con ellos Alfonso. Que no me vea.  (Échase el velo.) 

DON TURULEQUE.-  ¿Qué será?



Escena III

 

Dichos, EL MAGO VIRTELIO, EL MAGO SOFRONIO, EL MAGO FORTUNIO, ALFONSO y Cortesanos.

 

EL MAGO VIRTELIO.-  Habitantes de las Batuecas, vuestro rey acaba de expirar de repente.

TODOS.-  ¡Cielos!

EL MAGO VIRTELIO.-  Su hijo y heredero, que se criaba en la soledad según ley y costumbre, es este bizarro joven que os presentamos. El príncipe Alfonso es desde hoy nuestro rey.

TODOS.-  ¡Viva el rey!

ALFONSO.-  ¿Conque yo soy el rey, señores? ¿Y qué cosa es ésa?

EL MAGO SOFRONIO.-  Los tres magos tutelares del país os lo enseñaremos en breve.

EL MAGO FORTUNIO.-  Básteos saber por ahora, que según nuestros códigos podéis hacer en todo vuestra voluntad, con una sola restricción.

ALFONSO.-  ¿Conque podré ser amante?

EL MAGO VIRTELIO.-  Siéndolo para ser esposo.

ALFONSO.-  ¿Y podré ser esposo de quien yo quiera?

EL MAGO SOFRONIO.-  Ésa es la restricción: no podéis casaros sino con una joven que haya obtenido el premio de la virtud.

EL MAGO FORTUNIO.-  Aquí está la modesta hermosura que acaba de obtenerlo. Miradla.  (Alza el velo a LUCÍA.) 

ALFONSO.-  ¡Mi cigüe... digo, mi bella desconocida! Vasallos, yo adoro a esta joven, y ella me pertenece. Yo la he cazado allá en mi desierto, en el término de mi propiedad. No quiero ser vuestro rey si ella no es la reina.

LUCÍA.-  ¡Ay infeliz!

MATEO.-   (Gritando.)  Que se consulte la voluntad de la novia.

EL MAGO FORTUNIO.-  A la pretendida del rey no se le admite la dimisión. Díganlo mis ilustrados colegas.

EL MAGO SOFRONIO.-  Harto siento decir que tal es la ley.

EL MAGO VIRTELIO.-  Cierto es, hija mía.

LUCÍA.-  ¿Conque no puedo rehusar al monarca mi mano?

EL MAGO FORTUNIO.-   (Aparte.)  Yo triunfo. Su virtud solamente la sirve para casarse a disgusto.

EL MAGO VIRTELIO.-  El deber os impone un sacrificio más. Un día hallaréis la recompensa de todos.

LUCÍA.-  (¡Ay, mi Mateo!) Señor, vuestra soy.

MATEO.-  (Aparte.) ¡Máteme un rayo!

ALFONSO Y
TODOS.- 
¡Viva la reina!

EL MAGO FORTUNIO.-  A disponer la coronación de los reyes.

ALFONSO.-  Ven, amada mía. Esta vez no te me escaparás, no. En cambio le haré escapar de aquí al que fue tu amante.  (A PAULINO.)  Adiós, maestro. Celebraré que no nos veamos.

PAULINO.-  Lo mismo digo.

MATEO.-   (Aparte.)  Yo sí que vendré a verme con él.

 

(Vanse todos, menos PAULINO.)

 


Escena IV

 

PAULINO.

 

PAULINO.-  ¿Si creerá el rey novicio que apartándome de su corte me da una gran pesadumbre? Yo con una gruta y un prado tengo bastante. Pero no señor. ¡Cuidado que es mucha simplicidad la mía! Yo le estoy sirviendo de comodín a ese galopo de Fortunio, y le sirvo de balde. Lo cierto es que hubiera podido ser un señorón de primer orden, y hasta ahora me he contentado con ser un miserable santero. Nada, nada, ésta es la ocasión de pronunciarse. Quiero riquezas, dignidades, golosinas, turrón, por ejemplo; sólo renuncio a las dulzuras del matrimonio, por su porqué. Yo soy hombre nuevo; yo he prestado servicios de peso al país; yo tengo una opinión cada día, que es el modo de atinar con la verdadera; yo poseo habilidad suficiente para apropiarme las ideas de otro, como he hecho con la de traer el agua de la verdad. ¿Qué me falta para hacer carrera? Voy derechito a interpelar a Fortunio.



Escena V

 

MATEO, PAULINO.

 

MATEO.-  ¡Infeliz! Fortunio te abandona, porque le eres ingrato.

PAULINO.-  ¿De dónde os ha venido el parte, mocito?

MATEO.-  Él propio me lo acaba de decir.

PAULINO.-  Pues a fe de Paulino que le he de cantar la paulina.

MATEO.-  Te ha perdido el orgullo de querer merecer tu próspera suerte.

PAULINO.-  ¡Hola! ¿Para ese brujo es un crimen querer desasnarse?

MATEO.-  Por eso toleró que los genios, mis auxiliares, se burlaran de ti en la ermita y en la romería.

PAULINO.-  ¿Conque mi protector dio licencia para que me ensartaran como un palomino?

MATEO.-  Por eso, en fin, se pone de parte de los gnomos y salamandras, que van a acometerte bajo la apariencia más espantosa.

 

(Truenos, oscuridad. Música lúgubre.)

 

PAULINO.-  ¡Santos cielos!

MATEO.-  ¿Oyes el ruido del huracán? ¿Oyes los conciertos infernales? Tu inminente exterminio es inevitable.  (Vase.) 



Escena VI

 

PAULINO. Luego Músicos dentro.

 
PAULINO.-

Exterminio dijo. Y esa música que suena es ciertamente de gorigori.

¡Ay humilde y pacífica pradera,
donde creció mi jumentud primera!1045
VOCES

 (Cantan dentro.) 

La ocasión que se tuviere
no se ha de desperdiciar:
la fortuna nunca quiere
que la vayan a buscar.

PAULINO.-  ¿Conque yo he desperdiciado la fortuna, y ya volavérunt? ¡Estoy lucido!

UNA VOZ
Si mal escoge1050
quien dicha tiene,
que no se enoje
si un lance viene
que le despoje
de todo el bien.1055
CORO
Tú te metiste
fraile mostén;
tú lo quisiste,
tú te lo ten.
UNA VOZ
¡Pobre Paulino!1060
Tú, porque hiciste
un desatino,
quedas alpiste.
Ya tu destino
pega un vaivén.1065
CORO
Tú te metiste
fraile mostén;
tú lo quisiste,
tú te lo ten.

PAULINO.-  ¡Pero si yo no soy fraile mostense ni trapense! ¡Vaya!



Escena VII

 

Dicho, EL REY DE LOS GNOMOS y un infinito número de éstos en figura de diablos.

 

EL REY DE LOS GNOMOS.-  Llegó tu hora.

PAULINO.-  Ese reloj adelanta medio siglo.  (Las ruinas, las peñas y el mar se tiñen de fuego. Grupos de diablos aparecen en el aire, en el suelo, en las ruinas, en todas partes. Un tropel de ellos acomete a PAULINO.)  ¡Huy lo que aparece aquí! El infierno debe estar de parto. Señores momos o salamanquesas, o lo que fueren, yo me arrepiento de mis impulsos honrados. Yo me corregiré. Yo me resigno a ser tan afortunado y tan maula o tan estúpido como usarcedes quieran.

EL REY DE LOS GNOMOS.-  No hay misericordia.

PAULINO.-  Hagamos un ajuste: que no me pinchen ni anden a tizonazos conmigo, y me allano a recibir una cuarentena de palos.

GNOMOS.-  No.

PAULINO.-  El doble y pico: ciento.

GNOMOS.-  No.

PAULINO.-  Doscientos. Me parece que me pongo en razón. ¿Acomoda?



Escena VIII

 

Dichos y EL MAGO FORTUNIO.

 

EL MAGO FORTUNIO.-  No. Has de expirar entre horribles suplicios. Llevadle, obedeced a la omnipotencia de la vara que empuño.

PAULINO.-   (Quitándosela.)  Ahora la empuño yo: tu poder es mío.

EL MAGO FORTUNIO.-  ¡Perdido soy!

PAULINO.-  Obedeced a esta vara, chusma precita. Embestid a ese pícaro.  (Los Gnomos se apoderan de EL MAGO FORTUNIO.)  Entrégate, infame, póstrate en tierra sin decirme palabra.  (EL MAGO FORTUNIO cae en el suelo.)  ¡Hola! ¿Conque tú desplegabas contra mí todas las visiones de San Antonio Abad, eh? Pues conviértete en su compañero.  (Húndese EL MAGO FORTUNIO y sale en su lugar un cerdo.)  Soplón, hazle tú aire, para que se ventile mientras yo le toreo.  (Un Diablo, que tiene unos fuelles que echan fuego, persigue al cerdo. PAULINO se queda vestido de torero, y toma una muleta y una espada de manos de unos Chulillos que salen al mismo tiempo.)  ¡Hala, torito, hala! Entra, entra. Banderilleadle, y yo le mataré luego. Así conocerá que con un tonto ni aun la misma fortuna puede.  (Los Chulos capean a la res, tocan a matar y PAULINO la remata de una buena.)  A la zalú e la gente de ezta tierra.



 
 
FIN DEL CUADRO SEXTO