| Eléctricas, desnudas en el mármol ardiente que pasa de la piel a los vestidos, | | | | turgentes, desafiantes, rápida la marea, | | | | pisan el mundo, pisan la estrella de la suerte con sus finos tacones | | | | y germinan, germinan como plantas silvestres en la calle, | | | | y echan su aroma duro verdemente. | | |
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| Cálidas impalpables del verano que zumba carnicero. Ni rosas | | | | ni arcángeles: muchachas del país, adivinas | | | | del hombre, y algo más que el calor centelleante, | | | | algo más, algo más que estas ramas flexibles | | | | que saben lo que saben como sabe la tierra. | | |
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| Tan livianas, tan hondas, tan certeras las suaves. Cacería | | | | de ojos azules y otras llamaradas urgentes en el baile | | | | de las calles veloces. Hembras, hembras | | | | en el oleaje ronco donde echamos las redes de los cinco sentidos | | | | para sacar apenas el beso de la espuma. | | |
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