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Las lectoras en el «Zonda» de D. F. Sarmiento

Rosalía Baltar





En las páginas de El Zonda la mujer se encuentra tematizada -al igual que el periódico, el siglo, la educación, las costumbres, la minería; es decir, que en la cosmovisión general presentada por el semanario, la mujer es uno de los pilares de la evolución y progreso de la Patria, en especial por lo que tiene de «transmisora» en el hogar y en la educación formal de valores y de cambios. Se habla, entonces, de la educación de la mujer en varios momentos, de los cuales comentaré tres. El primero, a través de una carta de lectores, la que escribe es Josefa la Puntiaguda. En ella se expone el estado de su formación y, por extensión, del de las mujeres del interior. Como contrapartida de ese presente indeseable pero que impulsa al redactor a ver en la mujer joven el campo propicio para el depósito de sus planes se exhibe el proyecto paralelo al Zonda, consistente en un colegio para señoritas que, bajo la tutela de una gobernanta -parienta de Sarmiento- y del joven que lo ha fundado -él mismo, desde luego-, con el patrocinio de la Iglesia y la Gobernación y el beneplácito de los padres de familias significativas de la Capital, tendrá como finalidad formar a estas señoritas en la educación para el saber y para la vida. Por último, la intervención de la mujer en la vida pública se sintetiza en la necesidad de cambio de sus costumbres, como se ve en el cierre del periódico.

Además de observar las ideas que se tiene acerca de la mujer y su educación y de la posición que adopta el enunciador frente a esto (y a sí mismo) en un discurso pastiche interesante, esta presencia «femenina» permite remarcar una visión tradicional de la mujer en la que se depositan todos esos deseos de educación y progreso, en el sentido de que resulta notable, por una parte, cómo cuando la mujer habla (Doña Josefa) se convierte en una excusa para mostrar una vez más la barbarie y, cuando se transforma en objeto de discurso -como es el caso de las jóvenes que ingresan al Colegio-, se hace evidente la ausencia en términos de intercambio: las niñas carecen de voz y voto, pero también de oídos puesto que los fundadores del Colegio tendrán en la mira a los padres de éstas y a las autoridades cuando se expresan.


1. La lectora del interior

La carta publicada en el número 3 por Doña Josefa la Puntiaguda dice:

SS. Editores del Zonda.

Angaco Viernes por la mañana.

Después de saludar VV. y desearles la mas cabal salu como mi fino afeuto se las desea, paso á decirles que habiendo mandado mi niño grande al pueblo á comprarme los vicios, me vino trayendo un papel con unos letrones que nunca se han visto tan grandes y medios chuecos no se como y que esto era la noveda en el pueblo de los botones que dice y otras cosas, y como no hay libros ni donde comprarlos de cosas asi que no aburran mucho que una sale del remo de la cocina Dios sabe como, y los niños que lloran y gritan todo el dia, jesus que ya no hay paciencia pa sufrirlos, ni le dejan descanso á una hasta que se duermen, como iba diciendo agarré el papel y me puse á medio leerlo y aun que no he podido entender sino algunas cosas he visto que hablan mucho del siglo y que les dicen que pertenecen al siglo y aunque soy yo una ruda se mease que esto no es cosa buena porque conversando con mi comá, Melcho me dijo que ella abia bajao el año pasao á un sermon de cuaresma y oído decir al padre muy enojao los hombres entregados al siglo las mugeres dadas al siglo y que ella entendia por esto quel siglo era el Diablo Ave maria!


(1939: 3, 3)                


Como se ve, se da a la lectura en crudo de una carta que servirá de exponente del estado de instrucción de la mujer del interior de San Juan (Angaco, en la sierra). La reproducción de la oralidad en este fragmento atraviesa estratégicamente la intención de ofrecer un contrapunto a la voz editorial. Una cosa es la ficción de conversación que escenifican los editores -por ejemplo en el número 1, cuando se discute acerca del nombre que llevará el periódico-, ficción que pone en juego la sociabilidad, sus habilidades para señalar argumentos, para persuadir y rebatirlos- y, otra muy distinta es la exhibición de incompetencia respecto del registro a utilizar, como pasa en esta carta, donde Josefa escribe como habla, dando cuenta de su minusvalía en los dos niveles1. En efecto, se trata de un texto (la carta) cuyo registro adecuado es el de la escritura y que, por ignorancia, se subvierte y se convierte en oral a partir de la selección léxica y, especialmente, la supresión de fonemas que, en el ámbito del castellano, sólo se permiten en lo coloquial e, incluso, determinan el nivel sociocultural del sujeto hablante. Con expresiones tales como «pa» (por «para»), «enojao» (por enojado) el enunciador se pone en evidencia respecto de su formación. A esta cuestión se suman las incorrecciones normativas de la escritura (desconoce el uso de mayúsculas, acentuación, etc.) y los rasgos de familiaridad que si al editor no le resultaban disonantes en sus propias notas porque remitían al orden de la inversión y la sátira, aquí se explicitan como impertinencia respecto del registro público de la carta al periódico -apodos, nombre abreviados, «mi comá», «Melcho» y comentarios de la vida cotidiana. El hecho de que declare su poco contacto con los libros -producto, sin embargo, no de su desinterés si no de la escasa existencia y circulación del material-, que pregunte acerca de lo que significa el Siglo -es decir, desconociendo la coyuntura compleja que el país está atravesando- y la apelación a ciertas autoridades -el cura del pueblo y su comadre- terminan por completar el diseño de un contraejemplo perfecto de mujer del interior y de representante del pueblo iletrado2.

Así, Doña Josefa es el material en bruto sobre el que propone trabajar el editor al crear el Colegio de Pensionistas de Santa Rosa, la iniciativa paralela al Zonda.




2. Lectoras: ángeles y niñas

El Colegio ha sido concebido como internado y pensión escolar para niñas que no fueran de la Capital. El plan de estudios no incluye la enseñanza de las lenguas clásicas y sí una dedicación especial a las lenguas romances relacionadas con el arte -francés e italiano- y con la sociabilidad femenina, por así decirlo. En este sentido, la instrucción apunta a la formación de una dama para la sociedad. Además de las primeras letras, el programa se completa con actividades de salón -dibujo natural, música y baile- y clases de economía doméstica. Prepara, entonces, este plan, para la vida de la casa en la intimidad y de la casa en el afuera del «recibir», de la sociabilidad. El tiempo de trabajo se pautaba con rigor e incluso las diversiones eran instructivas, al estilo de clases prácticas de aquello que estudiaban: visitas en grupo a casas de familias respetables, a la iglesia, en donde las alumnas aprendiesen pautas de urbanidad y comportamiento social. Un sistema de evaluación muy detallado marcaba los tiempos: un examen semanal, otro mensual, uno trimestral y por último el examen anual en el que se consagraba la promoción a partir de una fiesta pública a la que asistía el gobernador y entregaba diversos premios femeninos: anillos, collares, dijes. El uniforme también había estado pensado por Sarmiento y contemporizaba el cintillo punzó con los colores de la patrona Santa Rosa: faja roja a la cintura y doble moño colorado en la nuca para sostener las trenzas (Lugones 172-173).

Con las visitas a la iglesia y el patronazgo de Santa Rosa y la visibilidad de esos actos en la sociedad, Sarmiento parece proponer un panorama conservador y seguro en el que insertará semillas de modernidad dado que en los libros de lectura de las niñas no habrá textos de religión o místicos. Muy tempranamente está pensando Sarmiento en un modelo de educación laico que vendrá de la mano de lo que se lee, la única posibilidad de transformar las costumbres. Al mismo tiempo, llama la atención el tipo de regalos en la consagración de los estudios porque son adornos o, como decían los griegos, elementos cosméticos, secundarios, que reproducen la idea de la niña de la casa, tal como supongo era antes del ingreso al internado.

En efecto, la imagen de la mujer en las páginas del Zonda a través de la publicación de los discursos de Apertura del Pensionado, tiende a la conservación, especialmente porque, como lo ha señalado Prieto3, se adopta un lenguaje idealizado para hablar de las niñas con resonancias de la tradición católica e hispánica -atributos de pureza, virginidad, inocencia, futuras madres ante todo. Fluyen las comparaciones con la naturaleza, las metáforas de rigor -«dieciocho niñas, como dieciocho ángeles»4- que dan lugar a la exposición de los tres tópicos centrales de lo que se quiere hablar: criticar la costumbre -se denuncia el matrimonio como límite para el aprendizaje y la formación de las mujeres al contraer este compromiso a edad excesivamente temprana-, asociar este emprendimiento con la patria -puesto que se inaugura el día de la independencia, lo que garantiza la independencia de la mujer y, por último, publicitar la imagen de Sarmiento, como creador, hacedor de esta iniciativa renovadora y patriótica.

Entre la convencionalidad y el uso colectivo -«nuestra mujer»- las estudiantes, que se suponen destinatarias de los discursos, desaparecen en tanto sujetos y se convierten en depósito de las acciones del orador:

A vosotras, señoritas, poco tengo por ahora que deciros. El entusiasmo y el vivo interés, con que habéis correspondido a los deseos de vuestros padres, me aseguran de antemano que secundareis mis esfuerzos.

Como lo he ofrecido, yo seré el Director de vuestros estudios. Yo os enseñaré el camino, y os ayudaré a vencer las dificultades que lo embarazan. Haré cuanto esté a mi alcance para sembrar de flores la árida carrera, que vais a emprender.


(2001: 35-36. La cursiva es mía)                


Los oradores las olvidan al hablar de ellas como instrumento de transformación; son sus padres los verdaderos acreedores de las ventajas que proporcionará el colegio y también los verdaderamente criticados con la exposición del estado de educación de la mujer y las costumbres tradicionales que las llevan a sostener una vida de frivolidad y desentendimiento de los compromisos públicos.

Los oradores, no obstante, recuerdan una y otra vez al creador del Colegio, su entrega total a la causa y la apoteosis de su gesta:

Todos conocen y aprueban el bien, desean que se extienda a la sociedad; pero son rarísimos aquellos varones fuertes y virtuosos que tienen el suficiente valor, la bastante abnegación de sí mismos para sacrificar sus placeres, su descanso, su tranquilidad, y dedicarse a vencer los obstáculos y llevar sobre sus hombros el enorme peso de una grande obra. -Todo el mérito pues, del grandioso proyecto, del sublime pensamiento, que hoy se realiza, es del virtuoso joven, del ilustre fundador del Colegio de Señoritas.


(1939: 2, 2)                





3. Una perrilla chismosa

En varias ocasiones el cierre del periódico será comentado por Sarmiento: un impuesto al papel, un enojo del gobernador -a quien el periódico no atacaba, nos dice en Recuerdos-, etc. La versión que aparece en el «Testamento» que da a conocer el propio semanario en su número seis, sostiene que el cierre es debido a comentarios de «femenil chismografía» (2001: 75). El testamento escribe el epitafio que se cernirá sobre la tumba del semanario (y por extensión, de la cultura, el cambio, el progreso):


Debajo de esta chilquilla
Yacen del ZONDA semillas:
De su país fue la mancilla,
Causas de muchas rencillas
De descontentos y hablillas...
Mordido de una perrilla
A quien llaman critiquilla
Cómalo ahí la polilla


(2001: 81-2)                


La perrilla que critica parece ser la mujer del gobernador y así se la condena, a través de la sátira, en el primer ítem del testamento. No es la primera vez que Sarmiento exhibe la chismografía como la actividad máxima de la sociabilidad sanjuanina, quien, por otra parte, hace del chisme un culto que es, a su vez, una modalidad de coacción.

Sin embargo, las mismas encargadas de originar, fomentar y ampliar esta costumbre deleznable son las llamadas por el editor a transformar la cultura del país: «lego a las Señoras de San Juan, objetos de toda mi predilección...» y a sustentar -con el éxito que la historia escolar demuestra- la imagen de sí mismo que desde pequeño ha sabido diseñar:

Ítem, todo lo demás que aparezca de mi propiedad se lo lego a las niñas y a los jóvenes como una recompensa del grande cariño que me han profesado y porque estoy seguro que no me han de borrar de su memoria.


(2001: 84)                


Así, la imagen de la lectora en El Zonda está construida desde esta doble percepción de un presente chismoso, inculto y desinteresado y un futuro misionero de la mujer, como hacedora del cambio, instructora y transmisora de la modernidad.








Bibliografía

  • Sarmiento, D. F. (2001), El Zonda, en O no vender el Zonda o comprarlo. Antología. Edición, prólogo y notas Rosalía Baltar. Mar del Plata: Estanislao Balder (1839).
  • Prieto, Adolfo, (1982), El discurso autobiográfico argentino. Buenos Aires: CEAL.
  • Lugones, Leopoldo, (1945), Historia de Sarmiento. Buenos Aires: ediciones Pucará.
  • Baltar, Rosalía, (2003), «La íntima promesa de las formas». En Revista del Centro de Letras Hispánicas, Celehis, año 12, n.º 15, Mar del Plata: pp. 10-33.


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