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1

La expulsión de los jesuitas de todos los territorios del Imperio español fue dictada por Carlos III en 1767.

 

2

Una nota de Miranda en el manuscrito original de Viscardo comenta que «Cet écrit fut apparemment fait en 1791» (Cfr. Merle E. Simmons: Los escritos de Juan Pablo Viscardo y Guzmán, precursor de la Independencia Hispanoamericana. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 1983; esp. p. 80). Los escritos de Viscardo pueden consultarse en la edición de su Obra Completa, publicada en Lima por el Banco de Crédito del Perú (Biblioteca Clásicos del Perú, 4), en 1988.

 

3

John Lynch: Las revoluciones hispanoamericanas. 1808-1826. Barcelona: Editorial Ariel, 1985; p. 43.

 

4

A manera de ejemplo, recordemos los casos de Andrés Bello respecto a Venezuela y Chile, Antonio José de Irisarri (Guatemala, Chile, Colombia), Simón Rodríguez (Venezuela, Chile, Ecuador, Bolivia), Bartolomé Hidalgo (Uruguay, Argentina), etc.

 

5

Véase, por ejemplo, la «Proclama a los pueblos de América» (1809) de M. Rodríguez de Quiroga; la «Arenga» (1809) de Juan Pío de Montúfar, Marqués de Selva Alegre; la «Representación de los Hacendados» (1809) de Mariano Moreno; el «Memorial de agravios» (1809) de Camilo Torres; la «Proclama» (1811) de Camilo Henríquez (firmado Querino Lemáchez).

 

6

Cfr. «Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII en los Campos Elíseos» (1809) de Bernardo de Monteagudo; los «Diálogos» de Bartolomé Hidalgo; «Diálogos de diversos muertos sobre la independencia de América» (1821) de José Cecilio del Valle; «Catecismo político cristiano» (¿1810?, 1811) de José Amor de la Patria (Seudónimo); «Catecismo religioso político contra el Real Catecismo de Fernando VII» (¿1817?) de Juan Germán Roscio.

 

7

No es este el lugar para examinar la cuestión, pero es indudable que se hace necesario revisar críticamente el modo como se han aplicado las determinaciones de «clásico» y «romántico» en la historiografía literaria tradicional (y no sólo en el caso latinoamericano, cabe señalar). En general, parece haber primado el uso circunstancial y restringido que los términos adquieren en las polémicas de la época, sin considerar la conceptualización más integradora que la distancia temporal y posteriores estudios (como The Classical Tradition, de Gilbert Highet, por ejemplo, o los estudios de Mario Praz o Van Thieghem sobre el romanticismo) han entregado.

 

8

Hay algunos casos especiales y destacados, como el del mexicano Manuel Eduardo de Gorostiza (1789-1851), del cual «con una sola excepción todas sus comedias originales fueron estrenadas en Madrid y escritas para un auditorio español, sin que en parte alguna se traduzca la oriundez americana del poeta» (Menéndez Pelayo: T. I, 114-115).

 

9

Publicada en 2 tomos, sin indicación de autor, en la Imprenta de Guillermo Stavely, 1826. El autor de esta obra sigue siendo desconocido. Luis Leal la atribuye, sin seguridad absoluta, al cubano Félix Varela (1788-1853), pero sus argumentos no son del todo convincentes (Cf. «Jicotencal. Primera novela histórica en castellano». Revista Iberoamericana, XXV, 49, enero junio, 1960; p. 9-31). Benito Varela Jácome, en su estudio sobre la «Evolución de la novela hispanoamericana en el siglo XIX» (Íñigo: Historia, T. II, 91-133), la atribuye al escritor español Salvador García Bahamonde («La primera edición, de Filadelfia, es anónima, pero en Valencia, en 1831, se publica con el mismo título una novela cuyo autor es Salvador García Bahamonde». Subrayado por NOT), pero en realidad la novela de García Bahamonde es otra y su título no es el mismo sino Xicotencal príncipe americano (Valencia: Imprenta de José Orga, 1831).

 

10

Este mismo carácter es reconocido por los escritores posteriores; es así como al publicarse la primera antología de escritores hispanoamericanos, América Poética (1836), preparada por Juan María Gutiérrez, el poema es colocado como pórtico de la misma.