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A este respecto Camarero aclara que «ser contradictorio en su siglo no lo excluye [a Cadalso] de entre los ilustrados españoles [...] Era un gaditano formado por los jesuitas, con profundas dudas religiosas [...], cosmopolita y patriota, derrochador y cínico, animoso y desilusionado, irónico y a veces desesperado, misógino y buen amigo de sus amistades» (1988, 72).

 

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Sobre los contactos y los posibles influjos europeos en la obra cadalsiana, además del recién citado artículo de Bermúdez-Cañete (1982a), puede leerse mi parágrafo «Cadalso: tra antiguos e modernos» (1995, 17-23) y el más reciente y amplio estudio de Glendinning (2000).

 

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A inicios de los años 90 del siglo pasado, Sebold y Gies recordaban que el poeta gaditano constituía «el autor dieciochesco más estudiado en los últimos años» (1991, 3) contabilizando unos 80 estudios en el decenio 1982 y 1991; cantidad que ha continuado incrementándose de modo consistente en los últimos tres lustros, como puede desprenderse de las entradas que puntualmente se incluyen en la Bibliografía dieciochista del Centro de Estudios Feijoo del Siglo XVIII (Oviedo) y la sección del Cajón de sastre de la revista Dieciocho (University of Virginia).

 

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Para un panorama sobre el debate y las múltiples interpretaciones a las que han dado lugar el texto, ver Camarero (1988, 66-72), Quinziano (1995, 23-36) y la introducción de la inestimable edición de Martínez Mata (LXI-LXVI).

 

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Todas las citas referidas a ambos textos del autor gaditano provienen de la recién mencionada edición de Martínez Mata (2000), en nuestra opinión una de las aportaciones más relevantes en el campo de los estudios cadalsianos, tanto por el exhaustivo análisis ecdótico y crítico allí emprendido, como por las oportunas notas complementarias y el rigor filológico del que la citada edición hace gala (ver a este respecto Quinziano 2000).

 

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Dicho debate encuentra su origen en la edición de Repullés de 1803, en la que puede leerse: «Habrá conocido el lector que estos diálogos no concluyen como deben. Y, en efecto, el autor los dejó imperfectos y sin darles la última mano, como consta del borrador original», en Camarero 1988, 171. Esta interpretación abrió el camino a una serie de modificaciones y añadidos apócrifos durante el siglo XIX, adecuándose al gusto romántico, y que acabaron alterando el texto de Cadalso. En verdad las Noches constituyen un texto concluso y el mismo Cadalso así lo había considerado en sus Cartas marruecas (Carta 67, 241) y en las misivas que envió a sus amigos, los poetas Iglesias de la Casa y Meléndez Valdés (Escritos autobiográficos 99 y 102).

 

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Glendinning alude a una «distorsión romántica» (1961, 212, nota 3), mientras que Camarero prefiere hablar de «lectura romántica» (1988, 70), a la que también suscribe Rodríguez. Con referencia al acentuado alcance autobiográfico que ambos textos confirieron a las Noches, dando lugar a la leyenda de Cadalso desenterrador, en la anónima Carta de un amigo (ver la edición de Camarero 1988, 165-9), que traza una casi total identidad autor-Tediato y aludiendo al diálogo conclusivo de la Noche Primera del protagonista, puede leerse que el poeta «paró su violento dolor en la extravagancia de desenterrar el cadáver, pasó al pie de la letra todo lo que [Cadalso] describe en la Primera noche», Carta a un amigo (ver Cadalso 1988, 167). Como recuerda Martínez Mata (241, nota 57), a partir de la edición de la Miscelánea (1792) es suprimido del texto el propósito sacrílego en que el protagonista manifiesta la voluntad de volver a la tumba para desenterrar el cadáver, mientras que en la edición de Repullés (Obras del Coronel Don José Cadalso, Madrid, 1830, 132-192) se eliminan totalmente los párrafos dedicados a las intenciones suicidas de Tediato, tanto las del último diálogo de la Primera Noche como el conclusivo de la Noche siguiente que se refiere al suicidio colectivo. Sobre la leyenda cadalsiana y la Carta de un amigo, ver Camarero 1988, 51-2 y Quinziano 1995, 23-7.

 

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En el prólogo a su edición de las Noches, cuya primera publicación se remonta a 1951, Helman ampliaba esta perspectiva, aseverando que además «el título, el escenario, el tema, los personajes y su manera de hablar, su forma de relato corto y melodramático, todo es romántico» (1968, 42).

 

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Subrayando las novedades presentes en las Noches, Arce observó que la obra de Cadalso, además de ser portadora de una nueva sensibilidad virtuosa, gracias a su estilo retórico y enfático orientado a suscitar la conmoción del lector, sancionó «la introducción del estilo prerromántico en España» (1981, 450); estilo artístico que sin embargo, aclara a continuación el destacado dieciochista, no preanunciaba de ningún modo una nueva fase literaria sino que exprimía una corriente o vertiente que remitía a la literatura de la «Ilustración madura» (1981, 426). Diverso ha sido el abordaje de la crítica sobre el término «prerromántico», siendo desechado por varios estudiosos. En dicho sentido Rudat (1982) considera lo prerromántico como «una variante neoclásica en la estética y la literatura española», centrado en el equilibrio de razón y sentimiento en la estética neoclásica, por lo que concluye que la utilización del término es superfluo. Más recientemente, siguiendo las consideraciones de Arce, Mercadier explica que no ve «inconvenientes en encontrar en las Noches lúgubres acentos prerrománticos, con la condición de reconocer en ellos la marca de una sensibilidad propia del movimiento de la Ilustración en su apogeo» (160).

 

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Por ejemplo, en opinión de Russell Sebold, la anacreóntica A la muerte de Filis constituye el primer manifiesto del romanticismo español (1974, 134-8 y 141 y 1983, 95). En esta misma línea, Gies observa que «el ejemplo más claro de esta vertiente romántica en la poesía dieciochesca se descubre en los versos que escribe Cadalso después de la muerte de su amante María Ignacia Ibáñez, la actriz que él bautizó con el nombre pastoril de "Filis"» (220).