Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

11

Entre los diversos cambios y añadidos apócrifos que sufrió el texto a lo largo del Ochocientos, merecen recordarse una conclusión apócrifa de la Tercera Noche (Repullés, 1815), una Cuarta Noche, también apócrifa, y la inclusión de un Epílogo, ambos incluidos en la ed. Fonseca de 1848, donde se hacen aún más evidentes la presencia de truenos, relámpagos y en el que en general es posible constatar una acentuación del tono lúgubre y de la escenografía nocturna y sepulcral. Una confirmación emblemática de esta tendencia en concebir el texto como expresión autobiográfica del autor nos la ofrece la edición de J. M. Marés (Madrid, 1847; 1852), que añade al título en su portada un subtítulo bien significativo: Historia de los amores del Coronel Don José Cadalso; subtítulo que incluso algunos años más tarde acabaría por sustituir el título original (Madrid: J. M. Marés, 1867). Al mismo tiempo cabe destacar que en las Noches de Patricio de Escosura, el protagonista es ahora el mismo Cadalso, quien sustituye a Tediato y es presentado con los rasgos del típico héroe romántico. Sobre el éxito editorial de las Noches en el Ochocientos siguiendo la «moda» romántica, ver Camarero 1982 y Dowling.

 

12

En su reciente estudio, Sebold opina que es en el inicio de la Tercera Noche «donde Cadalso más claramente define los dos vacíos [el microscópico de su propio ser y el macroscópico del universo], cuya coincidencia en el alma del poeta conduce al inmenso tormento del fastidio universal» (2003, 146).

 

13

Ver el breve, pero impecable, panorama que traza Reyes sobre la lírica en el XVIII español (1995, 28-48).

 

14

Trascendentales en esta perspectiva han sido los estudios de Maravall y Rudat 1982. Sobre la filosofía sensista en la España del XVIII, se remite a Sánchez Blanco 1982 y 1991, 199-227.

 

15

Aunque dichos estudios trazan un panorama sugerente sobre la evolución del sensismo en la lírica dieciochesca, no coincidimos con sus conclusiones, ambas orientadas a percibir en esta nueva vertiente «sensualista» el germen o, incluso, la constitución plena de un «primer romanticismo» en las letras españolas.

 

16

Ver a este respecto Reyes (1993, 37-40), para quien la anacreóntica, sobre todo siguiendo el modelo que había fijado Villegas, constituye «el género central de esta nueva sensibilidad» (1993: 39). Para el sensismo en la lírica española, ver Gies y el estudio de Sebold 2003, 269-86.

 

17

Otro ejemplo revelador, puesto de realce por Sebold y Gies, es la Carta a Augusta (en Cueto: 61, 259), en la que el poeta soldado plasma imágenes bien significativas de este nuevo impulso sensualista que ha empezado a abrirse camino en la lírica dieciochesca. Son diversos los estudios que se han detenido a examinar el sensualismo lírico en Cadalso (entre otros, ver Arce 1981, 238-50; Caso 1985 y Gies 220-3).

 

18

En un diálogo previo con La Justicia, Tediato le explica que no tiene compañeros, «ni en la maldad, porque jamás fui malo, ni en la bondad, porque ninguno me ha igualado en lo bueno» (NL, 245).

 

19

Arce recuerda que «un erudito y crítico de entonces [Juan Sempere y Guarinos] asignó tres caracteres al filósofo: ser ilustrado, humano y virtuoso; es decir culto, sensible y cumplidor de las normas del bien» (1981, 316. Cursivas mías). Sobre el modelo del «hombre del bien» en Cadalso, pueden consultarse Russell Sebold (1974, 203-213), la Introducción de Arce a su edición del texto cadalsiano, (1987, 35-8), y Froldi (1985, 144-8). Esta vertiente en las letras de España, como es sabido, llega hasta bien adentrado el siglo XIX, como atestigua Manuel Quintana, quien varios años más tarde, en 1830, afirmaba en su Dedicatoria a José Somoza, como «l´homme sensible», lograse conciliar «el corazón más afectuoso y sensible» a la «razón más fuerte y despejada» (360). Otro ejemplo de este impulso en la lírica en Quintana, nos lo ofrece su oda En la muerte de un amigo. En ella el poeta, después de haber desarrollado su composición en torno a la típica escenografía sepulcral, evoca «al hombre sensible, al fiel amigo, al exaltado patriota» (212).

 

20

En tal sentido coincidimos con las oportunas apreciaciones de Martínez Mata, para quien el corazón «es, en primer lugar la sede de la sensibilidad, pero téngase en cuenta que en las Noches su valor se extiende además al campo moral (conciencia)», 2000: 229, nota 2. Sobre la red de significados que organiza el vocablo en las Noches, se remite al penetrante estudio de Vázquez de Castro 1985, 329-335.