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«Si eres algún mendigo necesitado, que de flaquezas has caído y duermes en la calle por faltarte casa en que recogerte y fuerzas para llegarte a un hospital, sígueme. Mi casa será tuya» (NL; 250-1), le dice Tediato al niño que encuentra a su salida de la Cárcel y que acabaría siendo uno de los hijos del sepulturero Lorenzo. Como apunta Martínez Mata en su edición, «hospital», «además de que pudiera ser de enfermos, era albergue de pobres», NL, 251, nota 45.

 

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Sobre la percepción del paisaje y el tema de la naturaleza en la obra cadalsiana, ver Bermúdez Cañete 1982b, 21-38 y Glendinning 2000, XIX-XXII, quien destaca la «ejemplaridad moral de la naturaleza», en los textos del andaluz, orientada a la verdad (2000, XIX). En una perspectiva más amplia, ver Sebold 2003, 242-60 y 341-82.

 

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En esta misma dirección creemos que no es posible tampoco concebir a Tediato, como algunos han querido ver (Helman 1968, 36-40 y Sebold 1974, 172-86 y 2003, 405-7), como modelo de «héroe romántico» ni como expresión del «dolor cósmico» del mismo poeta, como si éste fuese expresión y reflejo de un desconsolador «dolor universal», metamorfoseándose, en palabras de Sebold, «en divinidad suprema, en eje de su cosmos» (1983, 17-8). En una línea similar, más recientemente Gies, al referirse a la vertiente sensualista en la lírica del setecientos, observa que «el nuevo hombre dieciochesco, romántico en términos de Sebold, se deja abrir a las emociones y mediante esta apertura se identifica con la naturaleza como parte del cosmos» (219). Ver a este respecto el parágrafo «De Cadalso ilustrado a Cadalso desenterrador» de Rodríguez (en la red), con cuyas consideraciones, una vez más, coincidimos.

 

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Cadalso dedicó varios poemas a la actriz Ibáñez, siendo tal vez entre los más emblemáticos los versos conclusivos de A la primavera, después de la muerte de Filis, en que el poeta exclama: «Muerta Filis, el orbe nada espera / sino niebla espantosa, noche helada, / sombras y sustos como el pecho mío» (Cueto, I, 268). En opinión de Glendinning (1982a), el delicado estado anímico del protagonista y las consideraciones de la obra deben hacerse teniendo en cuenta no sólo perdida de Ibáñez, sino también a la luz de los conflictos personales y de los problemas sociales que preocupan en aquellos años al autor (desilusiones y pérdida de amistades, como la de Oquendo, frustración en sus aspiraciones profesionales y sociales, dificultades económicas, etc.).

 

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Por otro lado el mismo Cadalso aclaraba en una carta enviada a su amigo Meléndez Valdés la existencia en las Noches de la «parte verdadera, la de adorno y la de ficción» (Escritos autobiográficos 1979, 102). Con estas palabras el poeta gaditano establecía una clara diferencia entre los elementos derivados de su experiencia de vida (la prematura desaparición de su amada María Ignacia Ibáñez y el estado de aflicción y desconsuelo en el que el poeta queda sumido a raíz de la pérdida) y la ficción literaria (el desenterramiento del cadáver, la noche en la Cárcel y su relación solidaria con el sepulturero Lorenzo). Ver a este respecto Arce, 1987: 44-6 y mi Introducción a la edición italiana de las Noches (Quinziano 1995, 23-7).

 

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Ver los interesantes ejemplos que a este respecto enumera Caldera (2000: 254-6 y 2004: 127-30), para quien Cadalso incorpora en sus Noches no pocos aspectos representativos del teatro sentimental, pudiéndose percibir en el texto la alternancia de lo patético con lo sublime terrorífico, con una clara preponderancia de esta última vertiente (Caldera 2004, 125).

 

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Helman (1968, 48), había señalado que este proceso de «tediatización» en Lorenzo puede localizarse en la conclusión apócrifa de la Tercera Noche que se incluyó en la edición de 1815; Glendinning, por el contrario, evidenció de modo adecuado que dicho proceso ya se halla presente en verdad a partir de la parte conclusiva de la Segunda Noche (1961, XLIV, nota 57).

 

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«Años ha que soy carcelero, y en el discurso de este tiempo he guardado los presos que he tenido como si guardara fieras en la jaula. Pocas palabras, menos alimento, ninguna lástima, mucha dureza, mayor castigo y mucha amenaza [hacia el reo]», declara el Carcelero (NL, 246-7).

 

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La cuestión referida a probables contactos o posibles afinidades con ambos personajes excede el tema aquí expuesto. Algunos temas, como la amistad, la nueva sensibilidad y la educación de los hijos es muy probable que Cadalso los haya tomado de la Nouvelle Heloise y el Emile de Rousseau. Ello, sin embargo, no debería llevarnos a conclusiones tan determinantes, puesto que el autor ginebrino de ningún modo ocupa un lugar destacado en la formación del pensamiento del poeta andaluz ni en sus escritos. Para las analogías de temas y actitudes entre Rousseau y Cadalso, se remite a Raimondi Capasso, quien enfatiza los contactos entre ambos autores, concluyendo, en nuestra opinión de modo exagerado, que el gaditano constituye el «primer ejemplo en España» de asimilación del pensamiento de Rousseau. Sobre las posibles afinidades, en nuestra opinión aún más dudosas, entre Tediato y el personaje de Goethe, ver Sebold quien habla de un «común dolor personal en térmicos cósmicos» (1974, 149-53 y 269). Por su parte Penalva y Payá Lledó fuerzan las analogías y apuntan que «asistimos en las Noches lúgubres y Los sufrimientos del joven Werther a dos manifestaciones del dolor romántico, el provocado por la muerte de la amada y el provocado por la ausencia de correspondencia amorosa. A pesar de la distancia geográfica, Tediato puede ser considerado como un hermano mayor de Werther» (red, 2002). Bermúdez-Cañete, por el contrario, sin desconocer el lejano parentesco entre ambos textos, como resultado de un común y apasionado desahogo sentimental, aclara con razón que las similitudes no son tan categóricas, y declara que «no parece que se pueda paragonar estéticamente las Noches con el Werther» (1982a, 267-8). En esos mismos años, Glendinning, aun reconociendo ciertas afinidades entre los dos personajes europeos y el Tediato cadalsiano, precisaba cómo el tema del influjo benéfico de la naturaleza, tan determinantes en Rousseau y en Goethe, se hallaba en cambio prácticamente inexistente en las Noches (1982a, 137).

 

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En sus Cartas marruecas el lujo es concebido por Nuño como «la abundancia y variedad de las cosas superfluas a la vida» (2000, 107). Cadalso aborda el tema de lujo en varias de sus Cartas, de modo especial en la carta XLI, donde advierte sobre los peligros en que un exceso del mismo puede acarrear desastres a la nación. Sobre este tema en las Cartas cadalsianas, ver Derozier.