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101

«Se compadece con el sacramento del matrimonio el justo y devido deleite que los casados gozan, y [...] si él falta, cojea el matrimonio y desdize de su segunda intención» («La fuerça de la sangre», II, 139, 11-15); «casarse los enamorados era el fin de más excelencia» (Don Quixote, III, 274, 24-25, II, 22).

 

102

«Si el ciego guía al ciego, ambos van a peligro de caer en el hoyo» (Don Quixote, III, 168, 22-23; II, 13). «La hermosura, en parte ciega, y en parte alumbra: tras la que ciega, corre el gusto» (Persiles, II, 245, 25-27, IV, 7).

 

103

«No le veréis que pene / de temor que un descuido, una nonada, / en el ingrato pecho / del señor el derecho / borre de sus servicios» (La Galatea, II, 39, 30-34); revistiendo algunos cuentos de palabras, «se hazen algo de nonada» («Coloquio de los perros», III, 160, 1); «todos estos linages y señoríos han acabado en punta y en nonada» (Don Quixote, III, 95, 1-4 y 28-29, II, 6).

 

104

«Los ímpetus amorosos [aquí = lascivo apetito] que suelen parecer en los ancianos, se cubren y disfraçan con la capa de la hipocresía; [...] los viejos, con la sombra del matrimonio, dissimulan sus depravados apetitos» (Persiles, I , 211, 13-18, II, 7). Contrástese con la actitud de Renato, cuya «edad [...] tocava en los márgenes de la vejez» (Persiles, I, 301, 26-27, II, 18): «Recebíla [a Eusebia] como ella esperava que yo la recibiesse, y la soledad y la hermosura, que avían de encender nuestros començados desseos, hizieron el efeto contrario, merced al cielo y a la honestidad suya. Dímonos las manos de legítimos esposos, enterramos el fuego en la nieve, y en paz y en amor, como dos estatuas movibles [...] vivimos en este lugar. [...] Tenemos en la ermita suficientes ornamentos para celebrar los divinos oficios; dormimos a parte, comemos juntos, hablamos del cielo, menospreciamos la tierra, y, confiados en la misericordia de Dios, esperamos la vida eterna» (Persiles, I, 308, 24-309, 10, II, 19).

 

105

«Están nuestras almas siempre en continuo movimiento, y no pueden parar ni sossegar sino en su centro, que es Dios, para quien fueron criadas» (Persiles, II, 5, 10-13, III, 1). Porque alivia las miserias, se elogia tanto el sueño («el sueño es alivio de las miserias de los que las tienen despiertos», Don Quixote, IV, 361, 17-18, II, 70, y vid. infra, pág. 107); el paralelo entre la muerte y el sueño es trazado por Sancho. («En tanto que duermo, ni tengo temor, ni esperança, ni trabajo, ni gloria; y bien aya el que inventó el sueño, capa que cubre todos los humanos pensamientos, manjar que quita la hambre, agua que ahuyenta la sed, fuego que calienta el frío, frío que templa el ardor, y, finalmente, moneda general con que todas las cosas se compran, balança y peso que iguala al pastor con el rey, y al simple con el discreto. Sola una cosa tiene mala el sueño, según he oído dezir, y es que se parece a la muerte, pues de un dormido a un muerto ay muy poca diferencia», Don Quixote, IV, 345, 30-346, 10, II, 68).

 

106

«Si está decretado que la [vida] haya de perder, cúmplase la voluntad de los cielos» (Persiles, I, lvi, 6-7, dedicatoria).

 

107

«Si a dicha, por buena ventura mía, [...] me diesse el cielo vida» (Persiles, I, lvi, 19-21, dedicatoria); «aora se agoste o no el jardín de mi corto ingenio [...] si tanta carga pueden llevar mis ancianos ombros» (dedicatoria a las Ocho comedias); «mi edad no está ya para burlarse con la otra vida [...] tras ellas, si la vida no me dexa [...] fuerças tan pocas como las mías» (Novelas exemplares, I, 23, 2-23, prólogo).

 

108

«Soy ya vieja en los pensamientos, y alcanço más de aquello que mi edad prometen» («La gitanilla», I, 56, 3-5); «en los pocos años está la inconstancia mucha, en los ricos la sobervia, la vanidad en los arrogantes, y en los hermosos el desdén, y en los que todo esto tienen la necedad, que es madre de todo mal sucesso» («El amante liberal», I, 143, 5-9). En su vejez también se parece Selanio a Don Quixote, a Carrizales y al mismo Cervantes. También la ostentosa modestia de Selanio («la rudeza de mi ingenio», 14:11-12; «mi pobre juicio», 14:19; «mis mal limadas razones», 14:21), se parece a la de Cervantes («[yo no soy] el regozijo de las Musas», Persiles, I, lviiii, 21, prólogo; «la pluma humilde mía», Parnaso, 55, 11; «el estéril y mal cultivado ingenio mío», Don Quixote, I, 28, 9-10, I, prólogo; «mi insuficiencia y pocas letras» (Don Quixote, I, 32, 16-17, I, prólogo); «mi corto ingenio» (dedicatoria a las Ocho comedias), «a no averse labrado en la oficina de mi entendimiento, presumieran ponerse al lado de los más pintados», Novelas exemplares, I, 25, 15-17, dedicatoria) y su «afligido espíritu» (13:28-29) es el mismo del prólogo a las Novelas exemplares, citado al principio de este trabajo.

 

109

«Amor [...] / de una en otra semejança / sube a la causa primera. [...] / Un bello rostro y figura, / aunque caduca y mortal, / es un traslado y señal / de la divina hermosura» (La Galatea, I, 70, 6-17); «¡Ay rostro, que en el suelo / descubres quanto bien encierra el Cielo! / ¿Cómo pudo juntar naturaleza / tal rigor y aspereza / con tanta hermosura?» (La Galatea, I, 104, 5-9); «¡Después de la de Dios, / sola es fe la fe que os tengo! / Y puesto que subo tanto / en amar cosa mortal, / tal bien encierra mi mal, / que al alma por él levanto / a su patria natural» (La Galatea, II, 246, 31-247, 5).

 

110

«Mi alma tu belleza, al mundo rara, / vio tan curiosamente, que no quisso / en el rostro parar la vista clara. / Allá en el alma tuya un paraíso / fue descubriendo de bellezas tantas, / que dan de nueva gloria cierto aviso» (La Galatea, I, 163, 7-12); «el amor que la tenía passava del cuerpo al alma» («La española inglesa», II, 47, 28-29).

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