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«De la dulce mi enemiga / nace un mal que al alma hiere...». La estudian Edward M. WILSON y Arthur L.-F. ASKINS, «History of a Refrain: "De la dulce mi enemiga"», MLN, 85 (1970), págs. 138-156.

 

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«Dulce mi enemiga» (La Galatea, I, 176, 29); «esta dulce enemiga de mi gloria» (La Galatea, II, 91, 23); «la bella ingrata mi enemiga» (La Galatea, II, 92, 18); «aquella adorada enemiga mía» (Don Quixote, I, 402, 30, I, 27); «el nombre amado de mi enemiga» (Don Quixote, I, 408, 16, I, 27); «aquella ausente enemiga dulce mía» (Don Quixote, II, 284, 25-26, I, 43); «esta en paz y en guerra dulce enemiga mía» («El amante liberal», I, 203, 8-9); «la dulce enemiga suya» («El zeloso estremeño», II, 248, 25).

 

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«Limpia amorosa guerra» (La Galatea, I, 71, 2); «esta amorosa batalla» (Don Quixote, II, 97, 12, I, 33); «dichosa el alma que tal bien encierra, / y no menos dichoso el que por ella / la suya rinde a la amorosa guerra» (La Galatea, I, 163, 16-18).

 

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También los hombres que Selanio considera sumamente felices (10:21) «compiten sobre la hermosura y gracia de sus amigas» (12:4). Su amor tiene como último fin «tejer de las más perfectas flores guirnaldas que llevarlas, con que las dejan satisfechas de su puro y sencillo amor» (12:6-7; también 12:33). En La Galatea: «vimos que traía cada uno una hermosa guirnalda enroscada en el braço, compuesta de diversas y agradables flores, las quales con graciosas palabras a cada una de nosotras la suya presentaron» (I, 58, 12-16).

 

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SCHEVILL y BONILLA (Novelas exemplares, III, pág. 404): «No se ha reparado bastante en su prurito de presentar por parejas a los protagonistas. [...] Dejando a un lado a don Quijote y a Sancho, así como otras obras cuyos títulos evidencian el fenómeno (v.gr., Persiles y Sigismunda, «Rinconete y Cortadillo», «Las dos doncellas», «El coloquio de los perros Cipión y Berganza», etc.), recordemos el comienzo de algunas novelas, y así veremos que en «El licenciado Vidriera», por ejemplo, se lee: «Paseándose dos caballeros estudiantes por las riberas del Tormes...»; y en «La ilustre fregona»: «En Burgos, ciudad ilustre y famosa, no ha muchos años que en ella vivían dos caballeros principales...»; y en «La señora Cornelia»: «Don Antonio de Isunza y don Juan de Gamboa, caballeros principales...»; y hasta en «El casamiento engañoso», que comienza con el encuentro de dos personajes. Cabe mencionar también a Rocinante y al rucio, «caríssimos amigos» (Don Quixote, 177, 361, 3-4, II, 29), «cuya amistad dél [rucio] y de Rozinante fue tan única y tan travada, que ay fama, por tradición de padres a hijos, que el autor desta verdadera historia hizo particulares capítulos della» (Don Quixote, III, 155, 15-18, II, 12).

 

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«Dulce amigo mío», dijo Timbrio a Silerio, «yo soy el que sin ti no era» (La Galatea, II, 112, 4-5).

 

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«¿Es por ventura esse Silerio que has nombrado el que es mi verdadero amigo, el que es la mitad de mi alma...?» (La Galatea, II, 78, 5-7).

 

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«Los buenos casados..., aunque tienen dos almas, no tienen más de una voluntad» (Don Quixote, II, 107, 18-20, I, 33); «andavan tan a una sus voluntades [de Anselmo y Lotario], que no avía concertado relox que assí lo anduviesse» (Don Quixote, II, 90, 20-21, I, 33).

 

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«Las donzellas y la honestidad andavan como tengo dicho, por donde quiera, sola y señera, sin temor que la agena desemboltura y lascivo intento le menoscabassen, y su perdición nacía de su gusto y propria voluntad» (Don Quixote, I , 149, 12-17, I, 11); Cervantes atribuía la destruición de Troya y, posteriormente, la de Cartago a la lascivia de Paris, y la pérdida de España a la del rey Rodrigo (véase Don Quixote, III, 404, 21-25, II, 32 y IV, 377, 24-30, II, 71). Esta concepción de la edad de oro parece ser un derivado del mito del paraíso terrenal, sin propiedad, sin agricultura, sin muerte y sin reproducción, del que fuimos expulsados por la flaqueza de la mujer ante la serpiente. Lo cual parece a su vez ser un sueño de juventud, como lo es en efecto la vida libre, suelta y desembarazada (10:30-11:1) descrita por Selanio: la falta de preocupaciones y de dinero, la blanca y sabrosa leche (11:21), el hambre con que se come (11:19), el buen sueño (12:12-13), el padre (13:18), la ausencia de interés sexual en las mujeres.

 

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«"No querría que mi plática enfadasse los oídos de los que están presentes, pudiendo passar el tiempo en otra conversación de más gusto". "Ninguna cosa avrá que sea más del nuestro", dixo Darintho, "que oír tratar desta materia, especialmente entre personas que tan bien sabrán defender su opinión; y assí, por mi parte [...] te ruego, Lenio, que sigas adelante la començada plática". "Esso haré yo de buen grado", respondió Lenio, "porque pienso mostrar claramente en ella quántas razones me fuerçan a seguir la opinión que sigo y a vituperar qualquiera otra que a la mía se opusiere" [...] Se holgó infinito el venerable Aurelio, porque en estremo desseava ver aquella junta y oír aquella disputa» (La Galatea, II, 42, 20-43, 31).

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