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Pero, en cualquier caso, se diferenciaría de los dialectos meridionales, toledano y andaluz. De su forma de hablar solo ofrece uno de sus más tempranos biógrafos una nota acerca de su pronunciación: ceceaba un poco (H. del Pulgar, Claros varones de Castilla, ed. R. B. Tate, Madrid, 1985, p. 140), lo cual, si por aquellas fechas se consideraba como defecto que había que corregir (Vocabulario, p. 80), a la vuelta de siglo y medio, vendría a constituir una cualidad que adornaría las prendas de la bella Dorotea (F. Lope de Vega, La Dorotea, Acto I, Escena VI, ed. J. M. Blecua, Madrid, 1996, p. 146). Mas, pasados tres siglos, serviría para trazar la filigrana grotesca y achulada con que se caracteriza a uno de los «epígonos modernistas»: «DORIO DE GADEX, jovial como un trasgo, irónico como un ateniense, ceceoso como un cañí...» (R. del Valle-Inclán, Luces de bohemia. Esperpento (1924), escena IV, Madrid, 1979, p. 39). Por su parte, Enrique de Villena ofrecería una explicación «naturalista» de dicha peculiaridad de la pronunciación: «... la dispusición de los ayres, e sitio de las tierras disponen estos instrumentos por diuersa manera. [...] e a otros faziendo las varillas de poco mouimiento, e por eso fablan zizilando...» (E. de Villena, Arte, p. 64).

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Un ceñido análisis de la lengua del prólogo a De la providencia de Dios pone de manifiesto, especialmente en lo que respecta al léxico, su carácter cultista, aunque no llega a los excesos latinizantes de la prosa de Juan de Mena (vid. R. Cano Aguilar, Introducción al análisis filológico, Madrid, 2000, pp. 123-136).

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Primo segundo de Alonso de Cartagena; los padres de ambos eran primos hermanos. Cumplida semblanza de esta destacada personalidad en R. B. Tate, «Gonzalo García de Santa María, bibliófilo, jurista, historiador», Ensayos sobre la historiografía peninsular del siglo XV, Madrid, 1970, pp. 212-227 (los datos genealógicos en pp. 214-215).

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«E porque el real imperio que hoy tenemos es castellano, y los muy excellentes rey e reyna nuestros senyores han escogido como por asiento e silla de todos sus reynos el reyno de Castilla, deliberé de poner la obra presente en lengua castellana. Porque la fabla comúnmente, más que otras cosas, sigue al imperio» (apud E. Asensio, loc. cit., p. 403, para la dependencia respecto de Valla, pp. 401-402).

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A. de Nebrija, Gramática, p. 97. Para su dependencia respecto del planteo de Gonzalo García de Santa María, vid. la precisa exposición de E. Asensio: «El prólogo de su Gramática castellana conjuga y une esquemas e ideas de las Elegantiae con reminiscencias, redondeadas y elaboradas de micer Gonzalo» (loc. cit., p. 406). Tal vez no esté de más precisar que la huella de Valla se revela en ecos verbales precisos. Así, el mismo arranque del prólogo. Cfr.: «Cuando bien conmigo pienso [...], i pongo delante los ojos el antigüedad de todas las cosas que para nuestra recordación τ memoria quedaron escripias...» (A. de Nebrija, Gramática, p. 97); «Cum saepe mecum nostrorum maiorum res gestae aliorumque vel regum populorum considero...» (L. Valla, In sex libros Elegantiarum Praefatio, ed. E. Garin, Prosatori, p. 594). Por otra parte, tal vez la visión más genuina de Nebrija de la incardinación del hecho lingüístico en la vida social se manifieste no en la relación lengua-poder, sino en la que media entre lengua, poder y religión (A. de Nebrija, De vi ac potestate litterarum, ed.-trad. A. Quilis-P. Usábel, Madrid, 1987, pp. 37 y 79). Para las ideas del Nebrisense sobre el castellano, vid. R. Menéndez Pidal, «La lengua en tiempo de los Reyes Católicos», Cuadernos Hispanoamericanos, XIII (1950), pp. 20-24.

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«... porque [...] los muy excellentes rey e reyna nuestros senyores han escogido como por asiento e silla de todos sus reynos el reyno de Castilla, deliberé de poner de poner la obra presente en lengua castellana» (apud E. Asensio, loc. cit., p. 403).

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Dejó de pronunciar la f- inicial, característica del aragonés (R. Menéndez Pidal, «El lenguaje», p. 50), como muestra de unificación prosódica.

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M. Á. Ladero Quesada, Castilla y la conquista del reino de Granada, Granada, 19872, pp. 43-46.

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El mesianismo gozaba de cierto arraigo en la Corona de Aragón (A. Milhou, «La chauve-souris, le Nouveau David et le roi caché», Mélanges de la Casa Velázquez, XVIII (1982), pp. 61-78). Visión de conjunto en A. Milhou, Colón y su mentalidad mesiánica en el ambiente franciscano español, Valladolid, 1983, pp. 349403. Para su expresión literaria, vid. A. I. Carrasco Manchado, «Propaganda política en los panegíricos poéticos de los Reyes Católicos», AEM, 25 (1995), pp. 539-542.

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A. de Nebrija. Gramática, p. 100.

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