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Le sel sur la plaie

Ricardo Gullón





No hace mucho que un breve relato de Jean Prevost, Montcharmont, sirvió para avivar el deseo de conocer con más detalle la obra de este escritor, tan viejo como el siglo, y que cuenta en su haber una docena de títulos y un nombre asentado con firmeza. Y he aquí que su último libro está sobre nuestra mesa; se titula La sal en la herida y es una excelente novela. Una novela toda ella impulsión, movimiento, peripecia, algo que se aleja del tipo de romance en boga y que despierta resonancias de modas pasadas en cuanto a la forma de conducir la acción, que es personalísima por el tono objetivo puesto por el autor al narrar los hechos, que así acusan su línea con un trazo firme, impasible, remarcado por las aclaraciones que el protagonista hace con referencia a sus actos y a las actitudes ajenas. Contrariamente a lo que es sólito, Jean Prevost parece atender más al contenido de su mensaje que a la manera de expresarlo, y lo que así pierde en preciosismo lo gana en intensidad. No trata el autor de ponerse en contacto con las tinieblas, con zonas misteriosas del hombre; el resorte que mueve a Crouzón, protagonista de la novela, es el odio a quienes injustamente desviaron su camino impulsándole a superarlos, a demostrarles hasta dónde puede llegar con su voluntad apretada en la búsqueda de zonas elevadas que alcanza gracias a la amargura que un día y otro le hace tenerse firme, aguantar los embates contrarios, utilizar sabiamente los vientos favorables y triunfar al final, el amor a su lado, en esta lucha que tiene por escenario una capital provinciana, pues ahora se parte de París para buscar el éxito en provincias.

Subrayemos en este libro el valor de sus figuras femeninas: dos de ellas, aun estando bellamente dibujadas quedan ensombrecidas y desvaídas por Ana María, la mujer de Crouzón, altiva, apasionada, creada por Prevost con una delectación y un amor que todo revela y la fija con garbo de personaje stendaliano -imposible no asociarla en el recuerdo a la señorita de la Mole, a la Sanseverina- entre las páginas de la obra, de esta gentil novela de 1934 y de siempre.





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