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1

Francisco Ayala: Obras narrativas completas, prólogo de Andrés Amorós, Aguilar, México, 1959, p. 483. El Juicio de Andrés Amorós citado al principio de este comentario se halla en la página 45. «El Doliente» ocupa las páginas 483-499, El «Prólogo» a Los usurpadores, citado varias veces en el presente trabajo, las páginas 453-460.

 

2

Keith Ellis: El arte narrativo de Francisco Ayala, Gredos, Madrid, 1964, p. 83.

 

3

Keith Ellis, op. cit., p. 84.

 

4

Tzvetan Todorov: Poétique de la prose, Paris, Seuil, 1971. Sólo conozco este libro en su versión alemana: Poetik der Prosa, Übersetzung: Helene Müller, Athenäum, Frankfurt a. M., 1972. Aquí, en el capítulo «Wie soll man lesen?» («Cómo se ha de leer»), páginas 233-244, distingue el crítico la lectura intratextual -semejanzas en el interior del texto- de la intertextual -semejanzas del texto con otros del mismo o de diferente autor-; y, dentro de cada uno de estos tipos de lectura, señala las dos operaciones constitutivas: la superposiciónÜberlagerung») o paso de uno a otro de los niveles lingüísticos del texto, y la figuraciónfigurierung») o extracción de aquella figura, forma o diseño que preside y caracteriza el texto.

 

5

Donde sí se reproduce la relación del suceso es en el Sumario de los Reyes de España por el Despensero Mayor de la Reina Doña Leonor, muger del Rey Don Juan el Primero de Castilla con las alteraciones y adiciones que posteriormente le hizo un anónimo, publicado por don Eugenio Llaguno Amirola, Madrid, A. de Sancha, 1781 (véase la edición facsímil de este Sumario de Juan Rodríguez de Cuenca, Valencia, 1971, pp. 82-84). Tal relación no es del despensero Rodríguez de Cuenca, sino del adicionador anónimo, a quien Llaguno considera un urdidor de patrañas.

 

6

Enrique III aparece en varias comedias de Lope de Vega (ahora recuerdo Los novios de Hornachuelos, Porfiar hasta morir, Peribáñez y el Comendador de Ocaña) como un monarca templado, bondadoso y justo. En El Doncel de Don Enrique el Doliente (1834), célebre folletín histórico de Larra, no se alude para nada al empeño de la prenda ni a la prisión de los magnates, y Enrique III actúa como un rey paternal, justo y generoso. Otra narración histórica de esa época, El gabán de Don Enrique el Doliente (1845), de José Muñoz Maldonado, no ha llegado a mi noticia más que nominalmente. Encuentro su título en Amado Alonso: Ensayo sobre la novela histórica. El modernismo en «La gloria de Don Ramiro», Instituto de Filología, Buenos Aires, 1942, p. 64, nota 1. (Por cierto cabría pensar si este libro de Amado Alonso, publicado en fecha en que Ayala residía en Buenos Aires y pronto iba a empezar a escribir los relatos de Los usurpadores, no pudo tener algún efecto sobre su adopción del «género histórico» entendido en un sentido esencial y no arqueológico). ¿Conocería Ayala la olvidada narración de Muñoz Maldonado? Lo ignoro. Rosario H. Hirlart, en su útil monografía Las alusiones literarias en la obra narrativa de Francisco Ayala, Eliseo Torres and Sons, New York, 1972, pp. 41-43, no hace ninguna referencia particular al posible origen literario o historial de «El Doliente».

 

7

Obras del padre Juan de Mariana, II, BAE, t. 31. Madrid, 1950, p. 51 a-b. (La primera edición es de 1854)

 

8

El texto de Mariana se basa, según advirtió Llaguno, en el adicionador anónimo del Sumario mencionado en nuestra nota 5. Pero el texto del adicionador contenía algunos pormenores que no están en Mariana ni (significativamente) en Ayala: son el rey y la reina doña Catalina, quienes no encuentran qué cenar una noche, pues ambos «comían continuamente en uno»: el rey, que asiste disfrazado a la cena del arzobispo, «acordó de los prender y matar a todos veinte», empezando por citar al arzobispo a su castillo; finalmente, después de tener a todos reunidos, «entró Mateo Sánchez, su verdugo, y puso en medio de la sala un tajón, y un cuchillo, e una maza, e muchas cosas, con las quales les mandaba atar las manos». Nada de esto en Mariana, cuyo texto, en cambio, contiene algunas expresiones casi idénticas a las de Ayala que no están en el adicionador, como, por ejemplo, las que en Mariana llevan los números 4, 11, 13 y 18, las cuales en el adicionador tienen su correspondencia en la siguiente forma, tan distinta de Mariana y de Ayala: [4] «El qual le dixo [...] que todo era gastado; e que aun él tenía empeñadas todas sus prendas»; [11] «E por esta manera envió llamar a todos, e fueron venidos e entrados los dichos Caballeros»; [13] «E quando salió de la cámara a la gran sala vino tomando una espada desnuda con su mano derecha»; [18] «y el Rey respondió, que ellos, e cada uno dellos eran Reyes de Castilla, y no él».

 

9

Agudamente nota Andrés Amorós (op. cit. que el protagonista de «El Doliente» «parece, por algunos de sus rasgos, un Lear castellano: es un hombre enfermo, inútil, solo, abandonado, al que cuida una vieja loca. Todo se centra en 'la desolación de su alma'». Añadiré que a mí me recuerda también, o sobre todo, a Hamlet: juventud, enfermedad (real o presunta), vaivén del arrebato a la indolencia, cerco de unos enemigos poderosos, espesa y pertinaz melancolía.

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