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De especial interés es la rigurosa investigación sobre las primeras traducciones senequistas de Cartagena de Georgina OLIVETTO (ed.), Título de la amistança. Traducción de Alonso de Cartagena sobre la «Tabulatio et expositio Senecae» de Luca Mannelli, San Millán de la Cogolla: Cilengua, 2 011, p. 93-128.

 

52

Alonso de CARTAGENA (trad.), De la providençia de Dios, BNE, ms. 5568, fols. 51 v°-52 r°.

 

53

Que afirma taxativamente la españolidad del emperador Trajano: «Este Traiano fue español, cuemo dessuso es dicho, et natural duna uilla de Estremadura que a nombre Pedraza...». Primera Crónica General de España, R. MENÉNDEZ PIDAL (ed.), Madrid: Gredos, 1977, t. 1, cap. 192, p. 142a.

 

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«E aún ha otra manera, que se faze por omenaje, que es más grave porque por ella non se torna omne tan solamente vasallo del otro mas finca obligado de cumplir lo que le promete como por postura». Alonso de CARTAGENA, Doctrinal de los caballeros, J. Mª VIÑA LISTE (ed.), Santiago de Compostela: Universidad de Santiago, 1995, p. 255; Las siete Partidas del rey don Alfonso el Sabio, Madrid: Real Academia de la Historia, 1807, t. 2, Partida IV, título XXV, ley IV, p. 134.

 

55

Véase al respecto Filippo STELLA-MARANCA, Seneca giureconsulto, Lanciano: Fratelli Mancini, 1926 (especialmente p. 23-27).

 

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Enrique III designó en su testamento como preceptor de su heredero, el príncipe Juan, a Pablo de Santa María. Fernán Pérez de Guzmán, autor nada sospechoso de adulación, pondera los conocimientos de latín del rey. Generaciones y semblanzas, J. DOMÍNGUEZ BORDONA (ed.), Madrid: Espasa-Calpe, 1924, 118. Y no se trataba de elogio alguno; al contrario, las cualidades intelectuales y literarias de Juan II son aducidas más bien para mostrar la negligencia de sus obligaciones regias. Si es que no se trata de una amplificatio de la semblanza de Pérez de Guzmán, la gran biografía latina de Pablo de Santa María, escrita con gran acopio de fuentes de la época, ofrece muy interesantes detalles acerca de la instrucción latina del monarca a cargo de don Pablo: «Literis quoque latinis diligenti cura Regem instituebat, quibus in studiis breui te(m)porsis spatio tantum profecerat, vt in privatis colloquiis, Latino sermone eleganter (habita temporis ratione), vti potuisset, literas quoque dictare, orationesq(ue) ac diuersa alia prolibitu facer componere valeret: & quod adhuc maioris momento in hac facultate est, praestaret facile poterat: nempe carmina suis numeris, ac mensuris constantia, que s(a)epissime co(m)ponebat...». Cristóbal SANCTOTIS, Vita D. D. Pauli Espiscopi Burgensis, apud Pablo de Santa María, Scrutinium Scripturarum, C. SANCTOTIS (ed.), Burgos: Apud Philippum Iuntam, 1591, p. 41b.

 

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Hay que tener presente que las traducciones no iban dirigidas a lectores totalmente desprovistos del conocimiento del latín, de manera que algunas incluso acompañarían al original. Peter RUSSELL, Traducciones..., p. 16-18.

 

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No muy lejos de este concepto estaría el actual de «bien social», adaptación democrática a los nuevos tiempos, que la Real Academia aplica a la ortografía. RAE, Ortografía de la lengua española, Madrid: Espasa, 2 010, p. 23.

 

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«Orador» era uno de los términos utilizados para designar a los humanistas. Giuseppe BILLANOVICH, «Auctorista, humanista, orator», Rivista di Cultura Classica e Medioevale, 7, 1965, p. 163; August BUCK, «Die «studia humanitatis» im italienischen Humanismus», en Studien zu Humanismus und Renaissance, Wiesbaden: Harrassowitz, 1991, p. 118-119. ¿Acaso quería subrayar don Alonso las limitaciones epistemológicas del humanismo, cuya empresa intelectual gravitaba sobre el estudio de la lengua, cuestión para don Alonso eminentemente formal? Por otra parte, para valorar adecuadamente la distancia que podía ser percibida entre humanistas y filósofos, no hay más que reparar en el hecho de que el propio Petrarca aspiraba al final de su carrera literaria a ser reconocido como philosophus. Francisco RICO, El sueño del humanismo. De Petrarca a Erasmo, Madrid: Alianza Editorial, 1993, p. 60. Para la dimensión filosófica de la obra del padre del humanismo véase P. O. KRISTELLER, Ocho filósofos del Renacimiento italiano, México: FCE, 1985, p. 12-34.

 

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Peter RUSSELL, Traducciones..., p. 13. Sumamente significativo de la actitud opuesta a la de don Alonso es el testimonio que al respecto ofrece Ferrán Núñez en su Verdadero nombre de amor: «[...] mi balbuciente lengua en este vulgar, que pierde el dulçor de la eloquençia, e en que ningún buen stillo se puede tomar commo en la sacra lengua latina». Citado por Ángel GÓMEZ MORENO, España y la Italia de los humanistas. Primeros ecos, Madrid: Gredos, 1994, p. 150-151.