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Lenguaje de signos

María Ángeles Rodríguez González



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ArribaAbajoPrólogo I

Es un gran honor para mí escribir el prólogo a la primera Tesis Doctoral que se hace en España sobre nuestra Lengua de Signos. El hecho me produce una carga emotiva tal que supera con creces la posible molestia que me causa descubrir ahora, mientras redacto estas líneas, que, entre mis muchos defectos, se encuentran, también, el escepticismo y el «chovinismo».

En efecto, fui escéptico cuando, hace tres o cuatro años «oí» hablar (curiosa expresión para un sordo como yo) por primera vez de María Ángeles Rodríguez y de sus trabajos lingüísticos sobre la Lengua de Signos Española. Pensé: «otra oyente más que llega a nuestro mundo, cree saberlo todo, y ya pretende crear escuela...».

Reconozco mi error, públicamente. Aquella oyente sabía lo que nos traíamos nosotros y lo que ella se traía entre manos (nunca habrá sido mejor empleada la expresión), había tenido buenos maestros, había estudiado con paciencia, y en directo, y su trabajo llevaba cariño, conocimiento y fe, condiciones necesarias para ser plenamente valioso.

Cuando leí su obra, con gran curiosidad, fui saliendo de mi escepticismo, al tiempo que caía en una exaltación exclusivista, aguda e incontrolable: ¡ya estaba bien de autores extranjeros, de lingüistas de otros países, de estudios sobre la lengua de signos del otro lado de las fronteras, de traducciones y de comparaciones aproximadas! ¡Ya era hora de variar un poco las citas que hacíamos en todo trabajo sobre las personas sordas y su lenguaje, mencionando autores de apellidos extraños! Había una laguna, y ciertamente, grande, pues mientras, en nuestro país disponíamos ya de dos diccionarios de la Lengua de Signos Española, con varias ediciones, mientras teníamos también una Comisión que cuida de la evolución, unificación y análisis de nuestra Lengua de Signos, además de seminarios y congresos realizados sobre el tema, nos faltaba «sólo» un lingüista capacitado para explicar las características que facilitan el estudio de una lengua, y más si se trata de una lengua tan peculiar como la nuestra, lo que no era nada fácil, verdaderamente.

María Ángeles iba a hacerlo al fin. Incluiría, además, en su trabajo, un breve estudio sobre la historia de los sordos, perfectamente documentado, un análisis acertado de la comunidad sorda introducido «sin querer» entre sus observaciones, y muchas, sí, muchas cosas más, que contribuyen a hacer de esta obra un libro de consulta -de momento único y, posiblemente, imprescindible- de nuestra Lengua de Signos. Es, también, una especie de «Enciclopedia de la Sordera», útil, por tanto, no sólo al estudioso de nuestra principal forma de comunicación, sino también al padre o al profesor de cualquier persona sorda, y a cualquier persona interesada por el tema.

Por todo esto, dejé de ser escéptico, pero me volví «chovinista»... Si María Ángeles Rodríguez González había hecho este magnífico trabajo, ya no teníamos nada que envidiar de lo hecho más arriba de los Pirineos.

Félix-Jesús Pinedo Peydró
Presidente de la C.N.S.E.
Doctor Honoris Causa de la
Universidad «Gallaudet College»
Miembro del Bureau de la WFD




ArribaAbajoPrólogo II

Este libro es un estudio del Lenguaje de Signos Español (LSE) desde un punto de vista lingüístico. ¿A quién puede interesar conocer la organización y el funcionamiento del lenguaje que emplean los sordos? Profesores, intérpretes, logopedas, pedagogos, psicólogos, que trabajan directa o indirectamente con el sordo saben la importancia que tiene el lenguaje de signos en la vida y en la educación del sordo. Conocer cómo se organiza su lenguaje ayudará, ciertamente, a superar las dificultades de comunicación que tiene el sordo con el entorno oyente.

La aplicación de la lingüística a los estudios sobre el comportamiento gestual comienza en Estados Unidos en la década de los cincuenta, cuando R. Birdwhistell publica Introduction to kinesics, donde analiza la gestualidad según los principios de la lingüística descriptiva norteamericana, sentando las bases de estudio de la quinésica. La trayectoria había comenzado. Ocho años después, también en Estados Unidos, el lingüista W. C. Stokoe publicaría su primer trabajo sobre el lenguaje de signos norteamericano (ASL). Un lenguaje no oral, no auditivo, sino gestual y visual constituiría un nuevo campo de investigación para la ciencia lingüística, centrada, hasta entonces, en los lenguajes hablados.

En España no ha habido ningún trabajo sobre el lenguaje de signos. En 1982 comenzamos su investigación y en 1990 presentamos, en la Universidad de Valladolid, nuestra tesis doctoral sobre el lenguaje de signos de los sordos. Ofrecemos, en este libro, el contenido de nuestros trabajos, para que sirva de base a futuros estudios y para dar a conocer los caracteres esenciales de la organización del lenguaje de signos utilizado en España por muchas personas sordas.

Comienza nuestro estudio con una introducción donde se exponen aspectos sobre la investigación que van a estar presentes a lo largo del libro. Después, aparece el análisis de los tres niveles desde los que se estudia todo sistema lingüístico: el del significado o nivel semántico, el formal o nivel de las unidades de expresión, y el nivel de las relaciones entre los signos o nivel morfosintáctico.

Hemos procurado la máxima objetividad partiendo del uso que hacen los sordos de su lenguaje natural y de procesos de transcodificación entre el lenguaje de signos y el español, evitando todo verbocentrismo arriesgado.

En la introducción, que ocupa el capítulo I, se distinguen cuatro apartados: en el apartado A, tratamos de aspectos prácticos como la transcripción literal de los signos, que presentamos con mayúsculas, y que no debe confundirse con su traducción correcta al español, ya que errores de este tipo son los que han venido motivando juicios como «el lenguaje de signos no tiene reglas», «es rudimentario», etc. Consideramos, también, algunos aspectos de tipo general tales como las diferencias entre comunicación acústica y visual, y la vinculación del estudio del lenguaje de signos con la lingüística y con la semiótica. El estudio de la comunicación del sordo en su complejidad es abordado en el apartado B. El problema de los distintos grados de interferencia con el lenguaje verbal, los niveles de uso que presenta, así como la reflexión sobre su carácter no universal ocupan el apartado C. Ofrecemos datos sobre la consideración del lenguaje de signos a lo largo de la historia, poniendo de relieve que en España tuvo lugar el comienzo de la educación del sordo (apartado D).

El análisis de los tres niveles lingüísticos aparece en cuatro capítulos. Comenzamos por el estudio del nivel del significado (Capítulo II) porque es el que rige la combinación de los signos, no en vano el significado es el plano fundamental en el paso del pensamiento al lenguaje. Destacamos la gran importancia del significado expresivo y su estrecha vinculación con el significado más estrictamente comunicativo. El problema de la iconicidad y arbitrariedad de los signos como propiedades no excluyentes, y el carácter esencialmente pragmático del significado son, también, abordados.

En el capítulo III, presentamos nuestro análisis de la articulación del signo en seis unidades significantes o parámetros articulatorios, que, en número limitado, confieren al lenguaje de signos un carácter abierto, productivo, es decir, el sordo, igual que el oyente, puede producir y entender nuevos mensajes, aunque no los haya percibido con anterioridad.

Los capítulos IV y V se dedican al nivel morfosintáctico del enunciado gestual. ¿Hay partes del discurso equivalentes al nombre, verbo, adjetivo, etc. en el lenguaje de signos?, ¿qué importancia tiene la simultaneidad?, ¿cómo se expresan informaciones de tipo gramatical, tales como el aspecto verbal, el número, el género? Estas y otras preguntas tienen su respuesta en el capítulo IV; mientras que los tipos más frecuentes de interrelación entre los signos son considerados en el capítulo V. El estudio de las diversas maneras de expresar relaciones como la temporalidad, la causalidad, etc. pone de relieve que todas las lenguas humanas presentan coincidencias esenciales.

En el capítulo VI resumimos las conclusiones fundamentales; sin embargo, a pesar del tiempo y el esfuerzo que hemos dedicado a nuestra investigación, somos conscientes de que hay aspectos revisables e incluso discutibles, y otros que están tan sólo esbozados como, por ejemplo, la comparación entre variantes geográficas de distintas ciudades.

Es nuestro deseo que la aportación al estudio del lenguaje de signos español que aquí presentamos estimule nuevos trabajos y acreciente el interés de los investigadores hacia este sistema lingüístico de comunicación no oral.

Mi agradecimiento a la Asociación «Sordos en Acción» de Valladolid y a su eficiente intérprete Juan Carlos Santiago Pardo por la valiosísima ayuda que me han prestado, sin la cual no hubiera podido realizarse esta investigación.

A la Confederación Nacional de Sordos de España, de manera especial a su presidente Félix-Jesús Pinedo Peydró, y a la Fundación ONCE, manifiesto mi profunda gratitud por todo su apoyo para la publicación de este libro.

Agradezco al profesor Antonio Quilis haberme guiado en este trabajo con sus valiosas indicaciones. Su ejemplo científico y humano y el del profesor Hernández Alonso han estado siempre presentes desde mis pasos universitarios. Para el profesor Jorge Perelló mi sincero agradecimiento por su amabilidad al haber puesto a mi disposición libros -a veces raras ediciones-, documentos y datos de su biblioteca.

A los intérpretes y personas que trabajan en la CNSE, a las Asociaciones de Sordos: «La Macarena» de Sevilla y «Cerecursor» de Barcelona y a las Federaciones de Sordos de Cataluña y Andalucía, quiero agradecerles el interés y entusiasmo que han mostrado hacia mi trabajo, procurándome la agradable sensación de que el contenido de este libro puede resultar útil.

En este momento de agradecimientos tengo que recordar a otras personas. María Díez, Cristina Díez, José Luis Díez Rodríguez, José Luis Díez Jorrín y Carmen Blanco me ayudaron en la traducción de gran parte de documentos. María Reyes Laso me proporcionó materiales que me interesaban. Rosa M.ª Alsina, Isabel Salamanca y Silvia Royo me ayudaron a verificar algunas traducciones de textos clásicos. Ana Díez y Susan Plann fueron mis diligentes corresponsales en Estados Unidos. Por último, al tristemente fallecido profesor Francisco Tortosa debo sus valiosos y oportunos consejos desde su fructífera experiencia como profesor de sordos. A todos mi gratitud sincera.

María Ángeles Rodríguez González
septiembre 1991



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