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Leopoldo Alas «Clarín»: sobre tres episodios de su vida

José María Martínez Cachero


(Universidad de Oviedo)

Lo que se ofrece en este artículo es una aportación a la biografía de Leopoldo Alas «Clarín» que versa sobre tres episodios de la misma, menudos si se quiere pero no insignificantes, diversamente curiosos -el segundo y el tercero lo son más que el primero-, desconocidos hasta ahora, aun cuando se relacionen con otros ya conocidos. La materia documental estricta pertenece al expediente del catedrático universitario Leopoldo García Alas y Ureña y se encuentra en el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares junto con otros papeles como los relativos a la estancia del interesa do en la Universidad de Zaragoza (curso 1882-1883), ya publicados.1






La oposición que no hizo Leopoldo Alas, 1882

El primer documento aducido es una instancia firmada por Leopoldo García Alas y Ureña y fechada en Oviedo el 24 de febrero de 1882 (con sello de entrada en el Ministerio de Fomento el día 27), cuyo texto es el siguiente:

Excmo. Sr. Director de Instrucción Pública.

Don Leopoldo G.ª Arias y Ureña, natural de Zamora, de veintinueve años de edad, vecino de Oviedo, apto para el ejercicio de cargos públicos y que ha sufrido los ejercicios del Grado de Doctor en Derecho civil y canónico; todo lo cual consta de los adjuntos documentos que la ley pide; con más la calificación de haber obtenido el PRIMER LUGAR en la terna para la provisión, por oposición, de la cátedra de Economía Política de la Universidad de Salamanca, mérito que alega,

Solicita ser admitido a los ejercicios de oposición de la cátedra de Derecho Romano, vacante en la Universidad de Oviedo y Suplica a V.E. se sirva disponer lo necesario para su efecto.

Favor que espera de V.E. cuya vida Dios guarde muchos años.

Y advierte que su calidad de vecino de Oviedo está acreditada en la cédula de vecindad expedida con el número mil catorce.



Sabido es que la carrera de Alas como opositor a cátedras universitarias comenzó al poco de doctorarse2, en el otoño de 1878 y para la plaza de «Economía Política y Estadística» de Salamanca; sus ejercicios fueron los mejores y así lo estimó el tribunal concediéndole el número uno de la terna preceptiva. Dándolo ya como resuelto favorablemente para Alas, Revista de Asturias, publicación quincenal que salía en Oviedo, anunciaba:3 «El tribunal que juzgó las oposiciones a la cátedra vacante de Economía política de la Universidad de Salamanca, ha colocado en el primer lugar de la terna elevada al Ministerio de Fomento, a nuestro querido compañero y colaborador Leopoldo Alas Ureña, de cuyos brillantes ejercicios se han ocupado los periódicos de Madrid. / La Gaceta Universal y otros órganos de esta misma prensa anuncian que el Sr. Ministro de Fomento está dispuesto y lo demostrará inmediatamente a conceder dicha cátedra a nuestro ilustrado amigo Alas, y al esperar nosotros este acto de justicia del Sr. Conde de Toreno, felicitamos a nuestro compañero y paisano, que goza ya de merecido renombre por sus trabajos científicos y literarios.» Pero he aquí que don Francisco Queipo de Llano, asturiano y conde de Toreno, utilizó la potestad decisoria que legalmente le correspondía en favor de don Teodoro Peña, el segundo en dicha terna,4 y Alas, que en verdad había ganado la cátedra, hubo de seguir esperando mientras su amigo «Saladino» daba así la infausta nueva en Revista de Asturias:5 «Los periódicos de Madrid y los de la localidad han dado una noticia que sólo puedo transcribir, esto es, que apenas puedo comentar. / Mi muy querido amigo Leopoldo Alas, colaborador de la REVISTA, que, después de unos brillantísimos ejercicios, había sido propuesto por el tribunal de oposiciones a la cátedra de Economía política y Estadística de Salamanca en el primer lugar de la terna, ha sido postergado al que ocupaba en ésta el lugar segundo. Hízolo así el Conde de Toreno. / Me consta que, si en todas ocasiones vale más el primero que el segundo, en la ocasión presente tal diferencia era grandísima. Me consta que aquí hay alguien que está de pésame: el profesorado. / ¿Nadie más?».

Fue en ese tiempo de espera (iba ya para cuatro años) que Alas repartió entre Madrid y Oviedo, dedicado principalmente a la tarea de crítico literario inmediato, única fuente de ingresos por otra parte, cuando, fiel a su propósito de llegar a la docencia universitaria, decidió firmar la cátedra de «Derecho Romano» vacante a la sazón en Oviedo y, sin duda, se dispuso a preparar los trabajos pertinentes al caso.

Pero antes de que las cosas siguieran normalmente adelante se produjo una sorpresa en esta historia y fue nada menos que la decisión de José Luis Albareda, titular del Ministerio de Fomento, que desarrollaba (con fecha 17-III-1882, Real Decreto completado y concretado por una Real Orden del 10-VII) una Real Orden circular a los Rectores de las universidades españolas (3-III-1881) para reponer en sus derechos y puestos a «los profesores destituidos, suspensos y dimisionarios» como consecuencia de la ley Orovio; Alas, y alguna otra persona en situación análoga a la suya,6 iba a beneficiarse para el curso académico 1882-1883 de la justa reparación ministerial. Por eso no ha de extrañar que con fecha 13 de junio de 1882 firmara en Madrid la siguiente solicitud de retirada de la antedicha oposición y que pidiese la devolución de los documentos presentados en su día:

Excmo. Sr. Presidente del Tribunal de oposiciones a la cátedra de Derecho Romano vacante en la Universidad de Oviedo.

El que suscribe, habiendo decidido retirarse de la oposición a que había solicitado ser admitido, necesita utilizar los documentos que acompañan a la indicada instancia y suplica a Vd. se sirva entregárselos.

Es favor que espera de V.E. cuya vida Dios guarde muchos años.7



Sólo ese curso duró la permanencia de Leopoldo Alas como catedrático de «Economía política y Estadística» en la Universidad de Zaragoza y de sus vicisitudes como tal tenemos noticia pormenorizada merced al expediente académico del interesado. En otro orden de cosas sabemos que, acompañado por su esposa (eran matrimonio desde hacía unos meses), vivía en el número 1 de la calle Goya y allí compuso algunos de los relatos que serían incluidos en el volumen Pipá (1886); prosiguió su tarea de crítico de la actualidad literaria en publicaciones periódicas de la villa y corte; tuvo destacada intervención en un homenaje a Galdós (26-III-1883), dentro de un homenaje nacional, celebrado brillantemente en el Ateneo de la ciudad -«Aquí se hizo lo que se pudo, y todos me dicen que la fiesta que celebramos en el Ateneo en honor de Vd. fue la más animada que hubo de este género nunca en Zaragoza. / Yo tenía miedo a la frialdad de este país, pero hubo gran entusiasmo. Yo iba a hablar con miedo, pero luego me calenté y dije todo lo que sentía y lo entendieron y sintieron y hubo bravos y bravos para Gloria y Zaragoza. (...)»-;8 conoció sin duda a los escritores aragoneses del momento y entre ellos al torrencial sonetista Valentín Marín y Carbonell, su elogiador de antaño («"Clarín" de voz incomparable») y, también, víctima propiciatoria (ya que su tomo de Poesías líricas había sido maltratado por el crítico,9 con quien, de hacer caso al malintencionado Bonafoux10 tendría ahora Leopoldo Alas un encuentro poco grato.

Lo que hubo después en la recién iniciada carrera docente de Leopoldo Alas fue su traslado a la Universidad de Oviedo para el curso 1883-1884 como catedrático de «Derecho Romano», plaza todavía vacante y sacada ahora a concurso de traslado entre catedráticos. El 20 de julio de 1883 está firmada en Oviedo por el secretario general de la Universidad y con el visto bueno del Rector León Salmeán la diligencia de toma de posesión:

Don Manuel Gómez Calderón, Secretario general de la Universidad de Oviedo.

CERTIFICO: que Don Leopoldo García Alas y Ureña tomó posesión el día de la fecha (de) la cátedra de Historia y elementos de Derecho Romano de la Facultad de Derecho de esta Universidad, para la que fue nombrado por Real orden de seis del actual mediante concurso; habiendo cumplido con todas las formalidades establecidas. Y a los efectos procedentes extiendo la presente autorizada con el visto bueno del Excmo. Señor Rector y sello de armas del Establecimiento.



De Romano pasó a Natural en 1888 y desde entonces hasta su muerte (junio de 1901) Alas, siempre a gusto con sus alumnos y con algunos de sus colegas -«mi cátedra es mis amores. Allí (...) les digo lo mejor de mi alma, lo que es vivir una vida, de fijo»-,11 permanecerá como definitivamente asentado en Oviedo y estimulará con su presencia y ayuda las tareas, por ejemplo, del llamado grupo de Oviedo -«Todos los de ahí me dicen que es usted el mejor profesor de esa Facultad: en su saber, enseñar y calabacear», «¡Qué Universidad -microscópica, sí, señor, pero Universidad- están ustedes haciendo poco a poco!» -le escribía Giner de los Rios.12

Pero también hubo momentos en que a Leopoldo Alas, vencido quizá por el ambiente moral e intelectual de Oviedo ¿Vetusta?, le rondó la idea de ser catedrático en la Universidad Central; le tiraban para ellos algunos amigos (Castelar, por ejemplo). Algo sabemos al respecto merced a su correspondencia publicada con Galdós y Menéndez Pelayo: si en 1885 podía ser la cátedra de «Derecho Mercantil» (una vez conseguida y establecido el crítico literario en Madrid, «habría de procurar hacer algo para que no se hablara tanto de los gaznápiros y se hablara más de las obras de sentido común»,13 diez años más tarde era la de «Derecho Romano» y hasta algún periódico (El Imparcial) anunciaba que «en las próximas oposiciones tomará parte el ilustre crítico don Leopoldo Alas». Llegada la hora de la verdad el interesado brillaría justificadamente -«ahora no deseo salir de Oviedo», la salud de los niños, el dudoso tribunal le participaba a Posada-14 por su ausencia.




El obispo de Oviedo otra vez contra «Clarín», 1892

Uno de los diez y ocho trabajos integrados en mi libro Las palabras y los días de Leopoldo Alas...15 se titula La recepción ovetense de «La Regenta» y ofrece algunos ejemplos de la acogida que esta obra (su primer tomo, sobre todo) encontró en la ciudad donde vivía el novelista y con la cual se identificaba presuntamente Vetusta, escenario de buena parte de la acción narrada. El mayor escándalo lo protagonizó, víctima de una falsa información y de su deplorable apresuramiento, fray Ramón Martínez Vigil, de la orden dominicana, que ocupaba entonces la sede episcopal ovetense, y sus airadas palabras dieron pie a la protesta de los alumnos de la cátedra de Alas, unida a la de cuatro compañeros de claustro y a la suya propia en forma de carta abierta a la prensa (como las anteriores). Ocurría esto en abril y mayo de 1885 y el desagradable incidente quedó zanjado con una breve carta (15-V) del ofensor al ofendido. Después parece que fueron amigos, buenos amigos incluso como lo confirman el testimonio de algunas personas (el canónigo Arboleya Martínez, sobrino de Martínez Vigil, verbi gratia) y el epistolario cruzado entre ambos -se habla en esas cartas de intercambio de libros propios, recomendaciones al obispo vía Alas, petición de indulgencias por parte de éste cuando muere su madre, etc.16 Pero...

El tercero de los documentos aducidos es una carta del obispo Martínez Vigil al Ministro de Fomento fechada en Oviedo el día 23 de marzo de 1892 (en un pliego con membrete impreso «Obispado/de/Oviedo») y que tuvo entrada en el Ministerio (según consta en un sello del registro) al día siguiente; decía la carta:

Excmo. Señor.

Según anuncian varios periódicos y V. E. puede ver en el recorte de uno de ellos, que inserto a la vuelta, el catedrático de Derecho romano de esta Universidad D. Leopoldo Alas y Ureña, acaba de batirse en duelo en las afueras de la corte. / Ya hace más de un año que el mencionado catedrático dio otro escándalo burlándose cínicamente de los dogmas católicos y autoridades eclesiásticas en un diario americano. Sin perjuicio de ocuparme con este asunto en el Senado, si es necesario, lo elevo a su conocimiento, cumpliendo con el deber que me impone mi cargo de Pastor de un pueblo, obligado a entregar a sus hijos a la dirección literaria de semejante Profesor. / Dios guarde a V.E. muchos años.17



El recorte periodístico incluido pertenece al diario tradicionalista ovetense La victoria de la Cruz18 del 22-III-1892 y consta de la noticia transmitida por telégrafo desde Madrid junto a unas líneas de comentario hiriente para la persona protagonista de ella:

«En las inmediaciones de Madrid se ha efectuado esta mañana el duelo entre el eminente crítico y novelista D. Leopoldo Alas (Clarín) y D. Emilio Bobadilla (Fray Candil).

El duelo ha sido a sable, y hubo dos asaltos, de los cuales resultó el Sr. Alas con una contusión en el brazo izquierdo y otra en la boca. El Sr. Bobadilla también fue alcanzado en el segundo asalto, produciéndole un ligero rasguño en uno de los brazos. Fueron testigos del primero de aquéllos el distinguido novelista Sr. Palacio Valdés y el redactor de El Liberal señor Tuero.»19

¿Será éste el drama a cuyo estreno fue Clarín, según nos dijo El Carbayón?

¡Tal vez!

De todas suertes, no ha salido tan mal librado el Sr. Alas.

El duelo ha servido para demostrarle que debe tener cuidado con la boca, ¡por que el crítico, como el pez, por la boca muere!

Tres asturianos se reunieron en el acto salvaje a que se refiere la noticia transcrita.

Fabes, tocín y morciella.

Suponemos que a esto habrá quedado reducido el lance, después que Clarín se puso el tafetán en el brazo y en la boca.

Y puede dar gracias a Garnier por no haber salido peor librado.

¡Pobre Clarín!

Andar por esos mundos ganando unas miserables pesetas con la pluma, para esto.

Para que le den sablazos en la boca.



«Clarín» y «Fray Candil», seudónimo utilizado por el escritor cubano Emilio Bobadilla, habían sido amigos un tiempo y como compañeros en la república literaria se habían intercambiado elogios -Alas prologó Escaramuzas, libro de Bobadilla,20 y había comentado favorablemente el titulado Fiebres en tanto que «Fray Candil», comentador asimismo de algunos volúmenes críticos «clarinianos» (Nueva campaña, 1887, por ejemplo), afirmaría en 1889:21 «Hay que convencerse, señores poetastros y prosistas asendereados: Clarín es el escritor satírico de más ingenio y saber que ha habido en España (...) Larra valía muchísimo; pero no tenía la gracia de Clarín»-. La relación entre ambos cambió radicalmente tiempo después, y quien repase Madrid Cómico desde el número 462 (26-XII-1891) encontrará a lo largo del año 1892 y casi semana a semana ataques y réplicas de uno a otro escritor22 hasta que se llegó, como desenlace previsto e inevitable, al duelo. Vino «Clarín» a Madrid en marzo de 1892 y Rafael Altamira recuerda haberle acompañado el día 14 a visitar a Galdós («el tranvía nos llevó hasta la casita del Paseo de Santa Engracia en que vivía Galdós por entonces»23 y al día siguiente, al estreno de Realidad. En la mañana del 20 se celebró el lance de honor y la prensa madrileña se hizo eco del mismo -en La Ibería del 21 encontramos este suelto: «Alas y Bobadilla tuvieron una cuestión, y cuando estaban en ella el Sr. Alas tuvo la desgracia de caerse, causándose una herida ligerísima en un labio»-. Para compensarle de tanta desazón un grupo de amigos de Leopoldo Alas (entre ellos, Palacio Valdés, Eduardo Palacio, Antonio Vico, Luis Morote y Miguel Moya) le agasajaría en un banquete (martes 22, Hotel Inglés), bienhumorado y ruidoso, con algunos brindis y un breve y expresivo discurso de acción de gracias por parte del homenajeado; así «se demostró que Clarín tiene muchas y merecidas simpatías en la república literaria... y artística».24 Años más tarde, en un artículo necrológico a la muerte de Alas, Bobadilla, que no muestra rencor hacia quien fuera juntamente su amigo y su enemigo, recuerda aquella infortunada peripecia con estas palabras: «nos pusimos de oro y azul, acabando por batirnos en duelo. Palacio Valdés, el coronel Antonio Reina y Francisco de Icaza están vivos y pueden contar lo que allí pasó... / Aquella fue la primera vez que yo vi a Clarín. No le conocía personalmente. Lo que yo padecí, nadie lo sabe. ¡Tener que matarme con un hombre a quien yo quería y admiraba!»25.

El ambiente literario diríase más inclinado al olvido (y al olvido casi inmediato) del episodio y, desde luego, menos riguroso moralmente que la ciudad de Oviedo, con pocos habitantes y harto cerrada sobre sí misma lo cual, unido a la acción periodística (y el recorte transcrito es prueba de ello), pesaría sobre Martínez Vigil quien, por otra parte, se mostraría siempre (igual en 1885 que ahora) muy celoso de su condición de pastor de almas.




El Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes persigue al Catedrático Leopoldo Alas

Antonio García Alix, general togado y político liberal (de la facción cassolista dentro del partido que acaudillaba Sagasta) fue el primer titular del recién creado Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, y juró el cargo el día 18 de abril de 1900; conocía ya los asuntos de la entonces llamada Instrucción Pública porque tiempo atrás había ocupado la cartera de Fomento (que englobaba Instrucción Pública, Agricultura y Obras Públicas). Sus planes de reforma de la enseñanza fueron objeto de muy desfavorable acogida por parte de Alas quien los comentó más de una vez, y con indignación y tono ciertamente desabrido, en varios artículos periodísticos hasta que cansado el ministro, tanto por el contenido como por el tono (y acaso más por el tono) de aquéllos, decidió no aguantar más y proceder contra Alas para lo cual dio los primeros pasos.

A tal vicisitud se refieren los tres documentos que siguen a continuación. Un oficio del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes al Rector de la Universidad de Oviedo cuya minuta (fechada en Madrid a 13-X-1900 y con sello de salida de igual fecha) dice así:

Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Universidades.

Madrid 13 de Octubre de 1900.

Al Rector de la Universidad de Oviedo.

Adjunto remito a V.I. el n.º 3.622 de «El Heraldo de Madrid» fecha de ayer a fin de que inmediatamente proceda V.I. a hacer comparecer en su presencia al catedrático numerario de la Facultad de Derecho de esa Universidad D. Leopoldo García Alas, para que manifieste si son suyos los artículos que aparecen en la prensa con el pseudónimo de Clarín y en caso afirmativo, tomando como base el artículo del número que se le remite encabezado con el título de «Palique», proceda a la formación del oportuno expediente oyendo al interesado, remitiéndolo a este Ministerio una vez ultimado.


Con fecha 16 y en oficio número 189 (con membrete impreso: «Universidad Literaria/de/Oviedo») dirigido al Excmo. Sr. Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, el Rector ovetense (que lo era a la sazón Aramburu y Zuloaga) respondía del modo siguiente:

Excmo. Sr.

Cumplimentando lo ordenado por V.E. en su comunicación del 13 del corriente, tengo el honor de manifestar a V.E. que llamado e interrogado el catedrático de la Facultad de Derecho de esta Universidad, don Leopoldo García Alas respecto a los artículos que aparecen en la prensa con el pseudónimo de «Clarín», hubo de contestar «que nada tenía que ver con cuanto publicase la prensa que no llevase su firma». En vista de esta respuesta y de los términos de la aludida comunicación, el Rectorado cree haber llenado su cometido poniéndolo en el superior conocimiento de V.E. cuya vida guarde Dios muchos años.


Ocho días más tarde, el 24 (según la fecha que consta en la minuta del nuevo documento y en el sello de salida), desde el Ministerio se expresa al Rector la satisfacción del Ministro («me congratula») por la declaración del interesado y se insta para que se haga sabedor del asunto al Claustro general de la Universidad; he aquí el texto:

Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Universidades.

Al Rector de la Universidad de Oviedo.

Madrid 24 de Octubre de 1900.

Enterado por la comunicación de V.I. al dar cumplimiento a la Real orden de 13 del corriente, de la manifestación del Catedrático numerario de esa Universidad Don Leopoldo García Alas, que ha expresado ante la autoridad Rectoral de V.I. «que nada tenía que ver con cuanto publicase la prensa que no llevase su firma» me congratula por el buen régimen y mantenimiento necesario e imprescindible de la disciplina académica que no resulten ciertos los rumores que atribuían al expresado Catedrático el uso del seudónimo «Clarín» en sus escritos y como para desvanecerlos por completo es necesario dar la publicidad debida a la expresada manifestación; dará V.I. cuenta inmediata de ella al Claustro general ordinario de esa Universidad.


Entre el oficio rectoral y la segunda minuta ministerial se había producido una crisis de gobierno -el domingo 21 de octubre-, resuelta en cuestión de horas pues el día 22 juraba el nuevo gabinete (mera «continuación del anterior», como decía Heraldo de Madrid en su editorial) que presidía el general Azcárraga y en el que continuaba García Alix ocupando la misma cartera.

Ignoro si esta pintoresca historia de «entre bobos anda el juego», con averiguación -por parte del irritadísimo ministro- de lo obvio y con cínica negación de ello -por el interesado-, concluyó aquí y así o, por el contrario, hubo alguna continuación de la que no existe constancia documental.26

El artículo de «Clarín» en Heraldo de Madrid (número 3.622, 12-X-1900, pp. 3 y 4) que fue para el Ministro García Alix la gota que colmó el vaso de su paciencia, era un «Palique» de asunto monográfico que comenzaba con la noticia de una posible edición en volumen de los decretos y órdenes relativos a educación emanados de su potestad y terminaba con una dolorosa apelación al país que soportaba ésa y otras personas y cosas; por el medio iba el recuerdo de unos cuantos desatinos contenidos en su reforma de la enseñanza. Abundan, como es habitual en estas prosas «clarinianas», las menciones (cuatro nombres conocidos: Barrio y Mier, Azcárate, Ortí y Lara, Salmerón, correspondientes a muy distinta línea ideológica) y alusiones (a los poetas modernistas y a Rubén Darío, unos y otro objeto siempre de su hostilidad); el estilo es sencillo y escueto y el tono, desenfadado pese a la seriedad e importancia del asunto. He aquí su texto:27

Dicen que el Sr. García Alix va a juntar en un volumen todos sus decretos sobre reforma de la Instrucción Pública.

Es como si Pandora, después de abierta su famosa caja, volviese a reunir en ella todos los males ya esparcidos por el mundo.

El Sr. García, Narciso pedagógico, quiere verse de cuerpo entero en su speculum sapientiae y en toda su horrible desnudez.

Yo también tengo gran curiosidad y deseo ver qué efectos producen tantos absurdos y tantos solecismos juntos.

Si, por meterlos en un libro, se entendiera que esos decretos ya no estaban en la Gaceta, la obra anunciada del Ministro sería meritoria.

Así, como lucubraciones poéticas, debió publicar García Alix su centón de decretos y Reales órdenes; y entonces hubiera sido un poeta lírico más, de esos que escriben ahora sin metro ni rima en versos que lo son tan sólo por el aspecto tipográfico.

Con un pórtico de Rubén Darío -que sigue, inmenso humorista, escribiendo pórticos para niños- hubieran parecido muy bien las decretales y extravagantes de García el de las leyes.

Pero ¡ay! los ripios didácticos de Alix tienen fuerza de ley, y hasta efecto retroactivo.

Gracias a ellos, los estudiantes aquellos de tercer año de Instituto, de quienes hablé otro día tendrán en efecto que contentarse con un año de latín. El segundo -prescripto por la misma ley de Alix- se les suprime por una equivocación oficial, que no quiere el Ministro reconocer.

Dice la ley que habrá dos años de latín. Y debió añadir: menos para los alumnos que empezaron a estudiar por el plan de Gamazo. Para éstos basta un curso.

Otrosí; esos estudiantes que aprobaron el año pasado el primero de francés, en este curso no estudian lengua ninguna, ni viva ni muerta; el segundo curso del idioma de Fenelón, lo estudiarán el año que viene, es decir, cuando ya hayan tenido tiempo de olvidar lo poco que hayan aprendido en el curso primero.

El Ministro ha hecho las cosas con tanta reflexión, que entre mil contrasentidos e imposibilidades, incongruencias y faltas de lógica y de sintaxis, impone a los claustros la obligación de juzgar si son o no legítimas ciertas reclamaciones contra los libros de texto, y siendo tres las causas que para tales protestas señala a los claustros, sólo dice sus atribuciones respecto de una de esas tres causas. Se le fue el santo al cielo al Ministro, y se olvidó de las otras dos.

Y todo así.

No atreviéndose a suprimir las notas, inventa una especie de superfetación de exámenes y siendo el criterio predominante la tendencia a suprimir o escasear esa mala prueba de idoneidad, los multiplica para repartir notables y sobresalientes.

Es decir; que el profesor, a quien el examen aniquila y humilla, tomará taza y media; y a los mismos a quienes podía muy bien calificar desde el primer examen, y aun sin él, tendrá que examinarlos otra vez. No se le aumenta el trabajo útil, docente, sino el de vanas fórmulas, el que se tiende a suprimir.

¡Qué líos en los Institutos y Facultades, que ya disponen de poco personal y pocas aulas, con esta complicación de oposiciones... a las notas de fin de curso!

Todo eso es gongorismo pedagógico en acción.

El ministro debe figurarse la enseñanza como un inmenso pastel.

Mete en el horno a Barrio y Mier y a Azcárate, y quiere que le salga un Chateaubriand... que explique la psicología espiritualista, sin perjuicio de mezclar a Ortí y Lara y a Salmerón para que en Facultad le resulte un Comte enseñando sociología, o sea positivismo, si hemos de ser francos y conscientes.

¡Pero qué mucho que García Alix, que es quien es, haga estas mezclas, si un profesor que es un verdadero sabio y un buen pedagogo opina que la psicología que se debe enseñar es... la escocesa, así, para quedar bien con todos!

Y un ácrata, éste muy ignorante, me coge a mí en contradicción porque soy espiritualista y no quiero que se imponga oficialmente la psicología espiritualista.

¿Eh?, ¿qué tal?

Esto lo da el país. Es la raza.

Los más avanzados tienen esa idea de la ciencia, de la tolerancia y de la libertad de enseñanza y de conciencia.

De modo que ese ácrata, que es ateo, impondría el ateísmo en la Universidad si mandase.

Eso se desprende de su censura, porque soy espiritualista y no quiero que se prohíba no serlo a los profesores de Instituto.

¿Qué hubiera dicho el reciente Congreso de Filosofía celebrado en París, si hubieran sabido que en España un Ministro impone una escuela, un anarquista lo encuentra natural, y un verdadero sabio busca un término medio en la filosofía escocesa para que lo adopten todos los filósofos de segunda enseñanza?

Pero dijeran lo que dijeran los filósofos del Congreso de París, ningún español les oiría ni tendría que avergonzarse. Porque en ese Congreso, donde hubo filósofos de todas las naciones cultas..., ¡no hubo un solo español!

Hace años, en un catálogo de libros de psicología filosófica, que contenía mil quinientos títulos de obras, sólo encontré una de autor español: una de Ramón y Cajal.

En filosofía pura, en un Congreso célebre, donde se reúnen los mejores pensadores del mundo, ¡nada!, España ausente.

Pero en ese Congreso, a lo menos, ¿se hablaría de filósofos españoles modernos?... Si no lo cual, sólo una vez, un señor sacerdote, citó a Balmes.

Un país así merece que García Alix le diga lo que ha de creer, lo que ha de orar, lo que ha de obrar, como dice Astete, y lo que ha de recibir, según Astete también.

No tenemos Marina, ni tenemos filósofos.

Pero consolémonos con Lepanto... y Foxo (sic) Morcillo.


Clarín                


Saco a luz por lo que valieran estos documentos que ilustran acerca de tres episodios de la biografía externa de Leopoldo Alas que, con aportaciones de esta índole, se va completando. Aquí y ahora han salido a plaza alguna de sus gestiones para obtener la condición de docente universitario -1882-; la polémica con un colega en la crítica inmediata, encrespada por el malhumor de ambos y hasta por su grosería expresiva, desenlazada en un incompleto lance de honor que promovió comentarios hostiles y reacciones denunciatorias; su decidido interés por la práctica de la enseñanza que le llevó a enfrentarse, olvidando los previsibles riesgos, nada menos que con el ministro del ramo y, llegado el caso, a burlarse de su desatentado celo disciplinario. Véase que en algún momento de los narrados y sobrepasando los hechos externos, estamos apuntando al talante de Leopoldo Alas.





 
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