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Levantamiento de Arévalo contra su dación por Carlos V en señorío a Doña Germana de Foix y primera campaña militar de San Ignacio de Loyola

Telesforo Gómez Rodríguez


Correspondiente



  —[5]→  

La celebración, en este año, del cuarto centenario de San Ignacio de Loyola, ha dado lugar á que sus principales biógrafos, y con especialidad el sabio é incansable académico D. Fidel Fita, á quien tanto debe la historia, por sus descubrimientos y sus ilustraciones, hayan puesto, sobre el tapete de las inquisiciones críticas, ciertos hechos y acontecimientos que tuvieron lugar en esta muy noble y muy leal villa de Arévalo, en la época que, el hoy venerado santo, residía en ella, al lado de D. Juan Velázquez, alcaide de su fortaleza, contador mayor y testamentario que había sido1 de la inolvidable reina Isabel la Católica; y nosotros, queriendo llevar nuestro pequeño óbolo á la memoria de tan excelso varón, vamos á ocuparnos de alguno de esos sucesos, y especialmente del señorío que á la reina doña Germana de Foix   —6→   concedió Carlos V sobre la citada villa, de los acontecimientos á que dió lugar, y de la participación que en ellos tuvo, tan respetable santo, y que le decidieron á la vida militar.




1.

El rey D. Fernando de Aragón, casado, en segundas nupcias, con doña Germana de Foix, la mandó una renta anual de treinta mil escudos de oro, y cinco mil más, durante su viudez, sobre el reino de Nápoles, por el testamento que otorgó el día de su muerte (22 Enero 1516) en Madrigalejo; y habiéndole recomendado mucho á su nieto, el príncipe Carlos, el cumplimiento de esta manda, en carta que le escribió poco antes de morir (y que copia Dormer en sus Anales de Aragón, este, conociendo la dificultad de su cobro, por las guerras y por la distancia y por querer aparecer allí con toda la plenitud de sus derechos, se los sustituyó á Doña Germana por el señorío de Arévalo, Olmedo y Madrigal durante los días de su vida, y por otra renta de veinticinco mil escudos de oro sobre estas villas y las ciudades de Salamanca, Ávila y Medina, según consta de carta que, la dicha reina escribía, desde la Coruña, en 20 de Abril de 1520, á su apoderado Miguel Sánchez, que poseemos y copiamos íntegra:

«La Reyna=Miguel Sanchez, nos havemos hecho nuevo asiento y capitulacion con ciertos mercaderes alemanes porqe en nro. nombre resciban y cobren los veynte y cinco mill ciento y sesenta y ocho ducados que, como sabeis, tenemos de renta y situado en estas nras. villas y en las ciudades de Salamanca y Ávila y villa de Medina del Campo, para que nos acudan con ellos en Flandes ó en Alemana el tiempo que plaziendo adios, alla estuvieremos; la cual cobrança han de comenzar a hazer desdel primero dia del mes de Enero cerca pasado deste presente año en adelante, y a esta causa havemos revocado el poder q. antes teniamos dado para la cobrança de la dicha renta a micer nicholao de grimaldo para q. no se dél, ni cobre sinó lo q. nos es devido asta en fin del año pasado, segun mas largamente lo bereys por nra. revocacion signada de escribano q. aqui os ynbiamos. Por ende nos bos encargamos   —7→   y mandamos q. por birtud del poder, que para bos ha en la dicha revocacion, la yntimeys y notifiqueys luego á los substitutos que el dicho Nicholao de grimaldos tenia puestos para la dicha cobrança, para q. no vsen mas della. E asi mismo yntimeys y notifiqueys luego la dicha nra. revocacion en todas las dichas ciudades e villas á las personas aquien convenga para que no se acuda con la dicha nra. renta y situado al dicho Nicholao de grimaldo, ni a sus substitutos, sino solamente con lo que nos es devido asta en fin del año passado de quinientos y dizinueve, y con los de alli adelante acudan á nos ó aquien de nuevo tuviere poder nro.; y poned en todo lo suso dicho la diligencia y buen recaudo que de vos confiamos, de manera que llegue á noticia de todos antes que el dicho grimaldo pueda cobrar cosa alguna de nra. renta deste present año, y escrevidnos lueg como lo havreys assi puesto por obra. Dada en la Coruña á XX dias del mes de Abril de D XX.=La reyna.=Romeu, Secret».



La mayor parte de los historiadores2 han creído que la renta de los 30.000 escudos de oro, legados por D. Fernando á doña Germana, fueron sustituídos, por D. Carlos, por solo el Señorío de Arévalo y su tierra; y no fué así, sino que se la sustituyó, como consta de esa misma carta de la Reina (20 Abril, 1520), y sin duda por estar ya casada y darla el señorío de las villas citadas, únicamente de veinticinco mil ciento sesenta y ocho ducados, y no solo sobre Arévalo, Madrigal y Olmedo, que constituían como un solo territorio, sino sobre Salamanca, Ávila y Medina del Campo. Renta, que no perdió, por haberse casado, en 1519, con el hermano del marqués de Brandemburgo, como supone Sandoval, porque según el testamento del rey D. Fernando; solo podía perder, contrayendo segundas nupcias, 5.000 escudos que la aumentó mientras permaneciese viuda. Tan cierto es esto, que hasta 1523, que tenemos cartas de doña Germana; aparece pensionada por el rey D. Carlos, con los mismos cuentos de maravedises, que antes tenía, sobre los encabezamientos de Arévalo, Salamanca y Medina, á pesar de haber perdido el señorío de las villas por la Real   —8→   carta de 1520, que hemos publicado en el BOLETÍN de la Academia3.

La cesión del Señorío de Arévalo, Madrigal y Olmedo á doña Germana por D. Carlos, lo supo D. Juan Velázquez, alcaide que era de la fortaleza, por el Cardenal Cisneros, regente á la sazón del Reino; y la supo, indudablemente á la mayor brevedad, por la amistad que tenía con este, por haber servido juntos á Isabel la Católica, uno como su tesorero y el otro como su confesor, y por hallarse, casualmente, Velázquez en Madrid cuando se recibió, por aquel, la orden del Emperador, desde Bruselas, de su entrega á doña Germana. La noticia sorprendió é irritó á Velázquez, porque, no haciendo veinte años, que había contribuido á que, Isabel la Católica, confirmase los privilegios que tenía Arévalo de don Fernando IV y D. Juan II4 y diese una Real carta ordenando que en tiempo alguno la dicha villa sería enagenada, ni apartada ni quitada de su corona Real, por causa alguna, ni dada en merced á persona alguna; la donación de D. Carlos venía á anular todos los derechos, hacer efímera la buena voluntad de aquella inolvidable reina, y á dejar desairada la palabra real. Había, además, otras muchas consideraciones para que Juan Velázquez recibiese con el mayor desagrado la noticia del desprendimiento de Arévalo y su tierra de la Corona. Juan Velázquez era marido de doña María de Velasco, íntima amiga de doña Germana; y estaban muy recientes las murmuraciones á que había dado lugar en Castilla (año 1513) el potaje que al Rey Católico, decían, habían dado ambas en Carrioncillo5 para que la reina tuviera hijos, y no pasase la corona de Aragón á la Casa de Austria; y lo cual, además de decirse que había sido una de las causas de la muerte de D. Fernando, se criticaba como de poco patriótico, daba lugar á que Velázquez y su mujer desmereciesen, en cierto modo, en el concepto público. La salida de Arévalo de la Corona para ser dado, casualmente, á esa misma doña Germana, y en   —9→   ocasión de ser él alcaide de la fortaleza, le hacía temer, además, que la maledicencia se cebase más en sus personas6, y la caballerosidad del Velázquez y el respeto á la memoria de Isabel la Católica, de quien, además de servidor fiel, había sido testamentario, le indujeron, aun á riesgo de perder, como perdió, la amistad de doña Germana, á pensar en tomar medidas de fuerza para hacer respetar por el rey lo decretado por su abuela.

Doña Germana era, además, extranjera; comenzaban á bullir todas las ideas que dieron lugar al levantamiento de las Comunidades. La traslación á Castilla, desde los Países Bajos, de los 30.000 ducados de la renta de doña Germana, y cuando allá se veían ir todos los tesoros de España, tenían necesariamente que excitar la indignación pública, y dar lugar á que Velázquez, aunque era fervoroso realista, pensase que debía, sin alianzas extrañas, usar de los derechos que como vecino de Arévalo tenía contra los abusos que á la villa dirigiese la Corona. Así es, que Juan Velázquez, desentendiéndose de todo interés personal, porque sabía, conociendo la amistad que tenía con la reina Germana, que, si quería, continuaría conservando la alcaidía de la fortaleza, si rendía homenaje á aquella7, se vino á Arévalo, desoyendo los consejos del Cardenal Cisneros, á protestar de semejante medida ó donación.




2.

Venido á Arévalo, Juan Velázquez, y dado conocimiento á su mujer8, amigos y parciales de lo que ocurría, acordaron dirigirse al Consejo Real, diciendo que no podían ser enagenados de la Corona en virtud de los privilegios de los reyes pasados, que suplicaban les fuesen guardados. E no valiéndoles dicha suplicación, porque el rey se la negó, decidieron sostenerse en la Corona9,   —10→   defenderse y resistir la entrega de la villa; para lo que excitado por su mujer, que, según el doctor Carvajal, desamaba ya á la reina Germana, habiendo sido poco antes su grande servidora y amiga más de lo que era honesto10, levantó barricadas y parapetos desde las orillas del Adaja al Arevalillo, de modo que, según Sandoval, no solo podía defenderse, sino ofender; metió mucha gente de á pié y á caballo, así suya, como de algunos Grandes, sus amigos, y deudos de su mujer; y armas y artillería y se puso en levantamiento. En ese tiempo, San Ignacio de Loyola que, como uno de los pajes de D. Juan Velázquez11, constituía parte de su estado mayor, debió estar en la iglesia de San Pedro, que era un fuerte avanzado del castillo, de cuyo foso distaría unos 100 metros, y con el que se comunicaba por un subterráneo, del que existen pruebas hoy. Nos induce á creer esto, el poema de San Pedro que, según sus biógrafos, hizo en su juventud y por aquellos tiempos, y en el que tal vez le escogía como escudo y como Santo de amparo en su vida militar, por comenzarla en un templo dedicado á él; y también, por lo que, en aquel año de 1517, y después de la rendición de Arévalo, decía al padre González de la Cámara, que desilusionado de las vanidades cortesanas (sin duda por lo que observó sucedió á Velázquez) puso mayormente afición en el ejercicio profesional de las armas ó en seguir la carrera militar, deseoso, por todo extremo, de ganar honra y fama. De modo que, en ese alzamiento de Velázquez, y estando San Ignacio, probablemente, en la iglesia de San Pedro, de jefe de aquella avanzada, fué cuando se desilusionó de la vida cortesana, y cuando, adoptando una vida militar, acogió por patrón tutelar, de su nueva profesión, á San Pedro.

Da también motivo fundado para creer esto, la circunstancia de pertenecer el castillo á la feligresía ó parroquia de San Pedro,   —11→   según una nota que se lee en el libro de esta iglesia, que comienza en 1571 y termina en 1609, folio 186, en que dice: «Los Alcaides del Castillo y los Señores á quien Su Magestad pone en el Castillo y sus criados son parroquianos de esta Iglesia de San Pedro, porque de tiempo inmemorial el Castillo es de la parroquia de San Pedro12».

De modo que, ya estuviera en la misma iglesia de San Pedro, ó en el alcázar, con la que se comunicaba, siempre es lo cierto que se consideró bajo la protección de San Pedro; de quien además, como paje del alcaide del castillo era feligrés, y que debió pensar, como sincero cristiano, al cambiar de profesión, en acogerse y encomendarse al Santo en cuya casa y feligresía estaba ó bajo cuya protección la comenzaba. Que San Ignacio estuvo en el levantamiento, no cabe duda, porque él no se separó de Velázquez desde que de niño se lo enviaron sus padres, ni salió de Arévalo sino en su compañía, hasta que, como veremos después, la viuda de su protector abandonó la villa; y porque habiendo Velázquez, como necesitaba, acudido al auxilio de todos sus parientes, deudos y amigos para defenderse y declararse en justo alzamiento, no había de dejar fuera á su paje, que puede decirse era su ayudante de órdenes.

Muchos meses, según Sandoval, que debieron ser de Noviembre de 1516 á Marzo de 1517, duró la porfía de Velázquez, por no poder hacerle ceder ni las cartas de los gobernadores, ni las del rey que le prometía quedar de alcaide de la fortaleza, hasta que el Cardenal Cisneros, que bien ajeno del levantamiento, había prometido al rey sería entregado Arévalo á la reina doña Genara, sin escándalo, si él insistía, y cansado de él, por temor á otros que pudieran venir, envió al doctor Cornejo con gente que procediese contra él. Mucha sangre y muchos asaltos infructuosos debió costar al doctor Cornejo su cometido, según las relaciones de Mexía y Sandoval, y la más auténtica y explícita que aparece   —12→   del privilegio de Carlos V, que hemos publicado; y solo cuando Velázquez vió herido á su hijo mayor D. Gutierre, que falleció luego13, agotados sus recursos y sin auxilio alguno del exterior, fué cuando capituló, allanándose14 á deponer las armas, conservar la villa en la Corona hasta que el Rey viniese á España, y el mismo rey por sí, nuevamente, resolviese con vista de sus fueros y privilegios la petición que le repetían, quedando, mientras tanto, sin cumplir su entrega á doña Germana, y él la conservaría á nombre del Rey.

Sabida por Cisneros la entrega de Arévalo, ó más bien la cesación de hostilidades, mandó un corregidor en nombre del rey á Arévalo, y esta villa le recibió bien, en la seguridad, como escribía el Cardenal á D. Diego López de Ayala, de que hasta la venida del rey no habría mudanza de entregarla á la reina, por ninguna cosa.

D. Juan Velázquez en Junio se fué á Madrid á ver al Cardenal Cisneros, que le recibió, aunque frío, bien; y se ofreció á hacer por él lo que pudiera; pero al verse arruinado por los desembolsos de la lucha15 y agobiado por la pérdida de su hijo y por los desengaños sufridos, cayó enfermo y falleció en 12 de Agosto siguiente.




3.

Velázquez y los vecinos de Arévalo, al cesar las hostilidades, no reconocieron, como hemos dicho, el señorío de la reina doña Germana, sino que se consideraron incorporados á la Corona mientras el rey no resolviese; y para ello dirigieron, como habían acordado en la capitulación, nueva instancia al rey; en la que, como dice Carlos V en la Real resolución de 9 de Abril de 1520, «pedían por merced que oviésemos por bueno é justo su levantamiento, é averse reducido á nuestra corona real, pues que lo hicieron por nuestro servicio é de nuestra corona real, é á ellos   —13→   les fué permitido según las leyes de los dichos nuestros reinos é los privilegios que cerca de esto tenían é tienen. É especialmente un privilegio rodado escrito en pergamino del Rey Don Fernando é otra carta del Re y Don Juan, é provisión de la Reina Doña Isabel nuestra Señora madre y abuela». Á cuya petición el rey guardó el más profundo silencio; y siguiendo los consejos que le había escrito el Cardenal Cisneros, no hizo mudanza alguna hasta mejor ocasión.

Visto que el rey no resolvía, las Cortes de 1518 le pidieron en la suplicación trece, que «non permitiesen que Arévalo ni Olmedo salgan de la Corona Real», ó lo que es lo mismo, que resolviese de acuerdo con los arevalenses, y no la dejase salir de la Corona, como estos hasta entonces habían logrado con su sangre; porque, de otro modo, la petición no hubiera sido de que no saliese, sino de que entrase y volviese á la Corona. Petición á que el rey contestó, que «no entendía haber enagenado nin apartado de la Corona, las dichas villas por las haber dado á la dicha Reina solamente por los días de su vida, y que daría á las dichas villas todas las cartas que nos pidieren, para que luego, como la Reina muriese y las dichas villas é su jurisdición se tornen ó incorporen en posesión é propiedad á la dicha nuestra Corona, é dende adelante non se pueda enagenar». Contestación, por la que parecía, que el rey estaba decidido á persistir y llevar á efecto la dación del señorío á doña Germana.

Loas las circunstancias políticas iban siendo cada vez más difíciles. Las Comunidades de Castilla adelantaban en su propaganda y proselitismo; y era necesario no aumentar los motivos de acrecentamiento de sus fuerzas. La importancia de Arévalo, en una guerra, se conocía por la que tuvo y el papel que desempeñó en la lucha entre la Beltraneja é Isabel la Católica16; y entonces mismo, ó en la que acababa de sostener con el Dr. Cornejo, se había visto que no había sido realmente vencida. Carlos V se decidió á declarar bien hecho lo hecho, y á decir que «lo que se le pedía por parte del concejo, justicia, regidores de la dicha   —14→   villa de Arévalo é lugares de su tierra era justo; É que se lo debemos otorgar; É que la donación É merced que de la dicha villa de Arévalo é su tierra ovimos fecho é fecimos á la dicha serenísima Señora Reyna de Aragón no se había podido facer, é que era contra las leyes de los dichos nuestros Reynos, É contra los privilegios que la dicha villa tiene; É acatando como el dicho concejo, justicia, regidores de la dicha villa de Arévalo han sido muy leales servidores de los Señores Reyes nuestros progenitores É de la Corona real... declaramos aver seydo é ser ninguna É de ningún efecto é valor la merced que de la dicha villa habíamos fecho é fecimos á la dicha serenísima Señora Reyna de Aragón... é quede sin efecto alguno».

Se ve, pues, que doña Germana no llegó á tomar posesión de su señorío, y en vez de las rentas, pechos y derechos anexos á él, tenía una pensión que anualmente le señalaba el rey sobre los receptores de los tributos reales, según aparece de las cartas de doña Germana que poseemos, y aunque en ellas llama á Arévalo, Olmedo y Madrigal sus villas, porque realmente la estaban dadas, no obra en ellas como señora, porque no puede; y tiene que confesar que solo tiene sobre ellas la renta que el rey fijamente la había asignado y asignaba anualmente; aun después de declarar nulo y de ningún valor el señorío que la había concedido, como puede verse por la carta de 19 de Mayo de 1523, que dice así:

«La Reyna.=Miguel Sanchez, por la voluntad que os tenemos y por la confiança que de vos hazemos os embiamos con la presente vn poder nro y tres libranças originales para que en virtud dellas cobreys en nro nobre y para nos dos quentos seyscientas y cinquo mil y ochenta y cinquo mys que se nos deven y nos estan librados por la maxestad del emperador mi hijo en este presente año. Convyene saber en el receptor de la villa de Medina del Campo y su partido vn quento y seyscientas y cinquenta mil maravedis, y en el Febrero, ó [del] receptor de los encabeçamyentos de la ciudad de Salamanca otras seyscientas y cinquenta y cinquo mil y ochenta y cinquo mys, y en el Gesbrero, ó de[l] de receptor de arevalo y su tierra otras trescientas mil maravedis; que montan las dichas tres libranças dos quentos y seyscientas y cinquo mil y ochenta y cinquo mrs/ de los quales habeys de cobrar el vn tercio   —15→   en fin deste presente mes de mayo y los otros dos tercios de quatro en quatro meses despues y syguientes; Segun mas largamente se contiene y lo vereys en las mismas libranças que van con esta. Por ende mucho vos rogamos y encargamos que hagays todas las diligencias que convengan para cobrar todos los dichos maravedis á los plazos que se deven pagar, y que asimismo trabaxeys de cobrar los otros dos quentos seyscientos quarenta y tres mil quinientos quarenta y cuatro mrs y medio, que estan a vro cargo, de renta de la otra quenta que con vos tenemos; y avisadnos de lo que haveys cobrado y cobráredes, y embiadnos siempre á buen recaudo todo el mas dinero q. pudiéredes como de vos confiamos que [en] ello nos servireys mucho. Y para seguridad y memoria nra, otorgad ante escrivano vn testimonio que va aqui ordenado, de como recebis el susodicho nro poder y las dichas tres libranças, y os obligays de hacer las diligencias necessarias para la cobrança de los dichos maravedis, y de darnos buena cuenta, con pago dellas como es razon; y embiad nos, con este mensaxero, el dicho testimonio signado del Escrivano ante quien lo otorgáredes, y tambien nos embiad otra obligación de dos ó tres fiadores abonados, los quales se obliguen por vos, como principales pagadores, á la paga de los dichos maravedis, que en nro nombre haveys de cobrar; y si por ventura, por hallaros fuera de arévalo, no pudiéredes embiar nos, con este mensajero, la obligación de los dichos fiadores, embiarnosla hays con otro mensaxero lo mas presto que pudiéredes, que en ello nos servyreys. Dada en Vallid á xjx de mayo de mil quinyentos y veyntitres años.=La Reyna.=Romeu Secret.»



El rey, al declarar nulo y de ningún valor el señorío que había concedido á doña Germana, no dice á esta que lo devuelva á la Corona, porque como no había tomado posesión de él, no había para qué ordenarlo; y únicamente se concretó á decir, en confirmación de esto, que «no queremos ni avemos por bien que á la dicha serenísima señora reina de Aragón finque ni quede acción ni recurso alguno para pedir cerca de lo susodicho al dicho concejo, justicia é regidores de la dicha villa de arévalo, É su tierra, cosa alguna, antes le quitamos toda cualquiera acción ó remedio que cerca de esto contra la dicha villa é tierra le pudiesen pertenecer   —16→   ó competiese». Y si dice después «É tomamos É recibimos á la dicha villa de Arévalo é su tierra para nos y para la dicha nuestra corona real», era porque habiéndola sacado de la Corona, al dar una carta de señorío á doña Germana, tenía que volver á incorporarla, no solo legalmente, anulando aquella carta que estaba viva, sino materialmente recibiéndola de los de Arévalo, que por haberse resistido á su cumplimiento se le habían conservado, hasta que él dijese; y así, después de anular la Real cara de concesión que había dado á doña Germana, decía que, recibía la villa porque los que la tenían á nombre suyo, se la daban pidiéndole la aprobación de los actos que verificaron para tenerla.

Las cartas del Cardenal Cisneros, dirigidas á D. Diego López de Ayala, confirman esta opinión, porque en ellas, aun después de muerto Juan Velázquez, aconsejaba al Rey que no hiciese innovación; y el alcaide, que le sustituyó, no fué obra de doña Germana, sino del Rey, porque los arevalenses no depusieron las armas sino para conservar la villa á la Corona.

Las relaciones de Carvajal y Sandoval diciendo que la villa y fortaleza de Arévalo se entregó á la reina doña Germana, y que dió posesión por ella Cisneros á un caballero aragonés, criado del Rey Católico, llamado Navares, es una de tantas inexactitudes que hemos probado han cometido. Las mismas cartas del Cardenal, de Marzo y Agosto de 1517, á D. Diego López de Ayala, dicen su inexactitud, puesto que Velázquez no dejó el cargo de alcaide sino por su muerte, que dió lugar á otra complicación para sustituirle en él, y en el de contador mayor de Castilla.

Las palabras que el rey consigna en su resolución de 1520, que tantas veces hemos citado, dicen bien claro que «no habiéndoles valido (á los de Arévalo) la suplicación que le hicieron para que revocase la merced de la villa á Doña Germana, protestaron, que cada uno y cuando ellos pudiesen reducirla á nuestra corona real y salir del poder de Doña Germana, que lo harían; y luego, como yo, el Rey, salí de los Reinos de España y vine á recibir la corona del imperio para que fuí elegido, el concejo, justicia y regidores de la dicha villa de Arévalo, teniéndose por nuestros leales servidores y de nuestra corona real, como siempre lo fueron sus antecesores, de quien descienden, se levantaron por   —17→   nosotros y por nuestra corona real y se incorporaron en ella, y ahora nos piden por merced que oviésemos por justo su levantamiento». ¿Puede darse una prueba más clara de que los arevalenses no fueron vencidos ni se entregaron, sino que permanecieron incorporados á la Corona, negando y desconociendo, con las armas, el señorío de doña Germana, y que en ella estaban cuando el rey declaró justa la incorporación que tenían á la Corona en la resolución de 1520? El rey, al confirmar sus privilegios, dice también luego «é aprobamos para que sean guardadas é cumplidas las ordenanzas y privilegios á la dicha villa de arévalo, según hasta aquí se la han guardado y debieron guardar E de presente están en posesión». ¿Cómo había de estar, al presente, en posesión Arévalo de sus privilegios y ordenanzas, si doña Germana hubiese estado entonces disfrutando su señorío?

Hemos insistido, acaso demasiado en esto, porque no es de poca importancia para un pueblo, el haber defendido justamente su independencia hasta donde podía llegar.

Después de muerto Juan Velázquez, su esposa doña María de Velasco, que había quedado arruinada, tuvo que salir de Arévalo é irse á Tordesillas con doña Juana la Loca; y antes de salir, y queriendo dar a San Ignacio una prueba de su estimación y cariño, y demostrarle que ya no podía hacer más por él, le dió quinientos escudos y un par de caballos, como hombre de guerra; y en demostración de su ya vida militar, con los cuales el Santo se fué al duque de Nájera, y de allí al castillo de Pamplona, según oyó el padre Antonio Láriz á Alonso de Montalvo, amigo del Santo, contino de la casa real y fundador de la notable capilla de Nuestra Señora de la Concepción, que había en la iglesia del convento de San Francisco en Arévalo, y en la que fué enterrado en 11 de Agosto de 1578, á una edad tan avanzada, que en su testamento otorgado en 8 de Agosto de aquel año, ante Francisco de Arévalo, dejó por sus herederos á nietos de sus hermanos menores y que ya tenían hijos, no pequeños.

Aquí damos fin á nuestro pobre trabajo, que hemos emprendido por si al celebrarse, en Diciembre de este año, el cuarto centenario del natalicio de San Ignacio de Loyola, que tanta influencia tuvo y tiene su fundación en el mundo cristiano, hay   —18→   algún dato nuevo para su biografía; así como para aclarar un punto histórico respecto á la acrisolada lealtad á la Corona Real de la villa de Arévalo, de la que tuvimos el honor de representarla en la Diputación provincial y en las Cortes de la nación.





Arévalo y Junio 17 de 1891.



 
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