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Leyenda piaroa sobre «El diluvio»

(Piaroa)



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Hace muchos miles de años vivía en la serranía Guanary, no muy lejos del cerro Yawy, un cacique deajruaj (capitán de la montaña) «Póman-Ichaj» con su mujer «Jiudej Tucusita».

Póman-Ichaj era un hombre muy bueno y su mujer era muy trabajadora. Durante años no tuvieron hijos.

Una mañana muy temprano subió Póman-Ichaj al cerro Guanaru para traer de la montaña las «piedrecitas que cantan» y fabricar su maraca. Jiudej, su mujer, se quedó en casa trabajando en el conuco (pajtaj).

A mediodía regresó Jiudej a su casa para beber yucuta (irejaj) y entró en la churuata (iichadaj). Mientras estaba preparando la yucuta oyó una voz de arriba de un palo que le decía: «Jiudej, Jiudej, ven». Ella salió de su churuata, pero no vio a nadie. Regresó; y otra vez la voz: «Ichi, Jiudej, ichi» («Ven, Jiudej, ven»). Salió por segunda vez y tampoco vio a nadie, pero notó que la voz salía de un árbol de nopo (ñ'uej), el cual es creencia que fue hecho por el diablo, llamado «Virichaj». Para asustar al diablo, Jiudej tomó en sus manos un ramo de copaiba y lo lanzó con fuerza hacia el lugar de donde venía la voz y a la vez pronunció estas palabras: «Virichaj, marichey day cjevaf», que significan «Oh Virichaj, demonio que mandas las fiebres, yo te expulso con el palo santo del sol». En el mismo momento en que le lanzaba el exorcismo se apareció un hermosísimo pájaro que tenía en la cabeza una corona brillante hecha con los rayos del sol. El pájaro se llamaba «newaj», que significa pájaro del sol.

Jiudej se asustó y dijo: «Oh, pájaro bueno, no es a ti a quien yo quiero golpear con el palo del sol. Yo creía que el diablo quería hacerme daño y por eso le tiré el palo del sol».

El gallito de roca o «newaj» le contestó: «La gente es muy mala. Se matan unos a otros a flechazos y se olvidan del sol. Ya no encienden por las mañanas el fuego santo en mi honor y sólo lo hace tu marido Póman-Ichaj. Aquí me manda el sol, cuyo pájaro soy, para salvarte a ti y a tu esposo Póman-Ichaj. Fabricad vuestra churuata arriba, muy arriba del monte Guanary, como yo hago   —235→   mi nido bien alto, donde no pueden alcanzar las aguas». Y dicho esto desapareció.

La mujer no tuvo paciencia para esperar el regreso de su esposo y corrió en su busca, hacia el cerro; por el camino lo encontró muy contento con sus «piedrecitas que cantan». Allí le contó lo que le había dicho el pájaro «Newaj» y las órdenes que había recibido.

Póman-Ichaj contestó: «Está bien; mañana subiremos a la cumbre y allá haremos una gran churuata para salvarnos de la gran lluvia que nos anunció el pájaro del Sol».

Muy de mañana, apenas salió el sol, Póman-Ichaj encendió el fuego sagrado cantando por última vez:


«Jujtajú adiwáj moro-Kjevaa
Jujtajú adiwáj pidyúa neváa
Jujtajú pidyúa adiwaj diejó
Taa ñuey tabaj niperaméj».



Que quiere decir:


«Ya salió el sol hermoso
Ya se levantó también el gallito lindo de la montaña
Que craquea en la mañana como la maraca
Y baila de tarde cuando se pone el sol».



Póman-Ichaj y Jiudej se bañaron después y quemaron la vieja churuata como se quema el monte para no regresar jamás (el fuego purifica y ahuyenta a los demonios). Trabajaron durante tres lunas y terminaron su churuata redonda sobre la cumbre del cerro Guanay y Guanary, al lado de una quebradita de cristalinas aguas, de donde Jiudej sacaba cada mañana el agua para beber en su totuma y tomaba el baño ritual (los Piaroas toman sus baños matinales cuando se levanta el sol).

Al día siguiente de concluido el trabajo, empezó la lluvia, un día y otro día sin parar. Toda la gente se hundió y los animales se ahogaron con excepción del chigüire, la danta y el perro de agua, que nadan.

Después de un siglo, bajaron las aguas y el Parawi (Orinoco) (el diluvio) se retiró a su lecho. Entonces Póman-Ichaj y Jiudej bajaron del cerro.

El mundo era tierra muerta. Los árboles, con excepción del chicle y del pendare, estaban secos. Nada había para comer.

Póman-Ichaj encontró por casualidad un palo de pendare cargado. Subió a él y tumbó una gran cantidad de frutas. Llegada la noche se acostaron. Póman-Ichaj y Jiudej estaban muy tristes porque habían quedado solitos. «¿Cómo puedo yo poblar el mundo, Jiudej? ¡Tú nunca me has dado hijos! Si me muero, ¿quién me va   —236→   a lavar? Si muero, ¿quién me pondrá en la cueva mortuoria? ¿Cómo podré vivir en el otro mundo...?»

Jiudej a todo esto no respondía palabra, ni daba a conocer su gran tristeza. Pero invocaba al Sol que viniese en su ayuda.

Sucedió una cosa muy interesante. Durante la noche, ambos soñaron la misma cosa. Vieron venir desde el sol al pájaro Galliti, el cual habló así: «Oh, Jiudej, mujer de Póman-Ichaj, me manda el Sol para consolarte y ayudarte en tu gran tristeza. En el porvenir tendrás tantos hijos como frutas quedaron debajo del pendare y con estos niños poblarás nuevamente al mundo». Jiudej respondió: «¿Cómo será posible? Yo sólo tengo dos pechos para amamantar tanta gente».

«Mujer, no te preocupes. El pendare será la mujer que amamante a los niños. El pendare tendrá tantas mamas cuantas sean necesarias». Y desapareció el pájaro.

La mujer se levantó de madrugada y vio una cosa maravillosa. Un gran árbol de pendare lleno de niños que mamaban agarrando cada uno su teta. Jiudej corrió a llamar a Póman-Ichaj gritando: «Mira mi amo, aquí hay muchos más niños de los que yo puedo nutrir. Mi compañera, el pendare, da a todos de mamar. ¡Qué milagro!».

Pero el diablo Virichaj no pudo dormir por la envidia que lo atormentaba y con su poder se propuso imitar las maravillas obradas por el Sol. Sacó del agua a dos peces caribes y los puso a mamar en unas dos mamas que le quedaban sobrantes al pendare. Pero Virichaj no podía hacer cosa perfecta y buena. Se olvidó de arrancarles los afilados dientes a los peces caribes y esos dos nuevos niños quedaron con los dientes de caribe y mordieron y devoraron no sólo las dos tetas donde mamaban, sino también las de los otros niños.

De estos niños voraces descienden los indios antropófagos caribes (así afirman los indios Piaroa) y de los otros niños que poblaron el mundo descienden los haré, los banibas, los guajibos y los demás indios. Aquella noche Jiudej se sintió madre y de ella y el Sol nacieron los Piaroa.

Desde entonces el pendare tiene leche como mujer, pero no tiene mamas, porque los niños caribes se las devoraron.

Consideraciones finales

Aunque nos damos cuenta del valor relativo de lo hasta aquí expresado, nos parece justo añadir unas breves observaciones acerca de la posible identificación cultural de los Piaroa.

Si tenemos en cuenta los elementos individuales de la cultura, da la impresión de que la cultura Piaroa en su base es marginal, aunque ha adoptado ciertos rasgos típicos de otras culturas indias de América del Sur.

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Como rasgo característico a las tribus marginales de la América del Sur, los Piaroa son, en primer lugar, cazadores, pescadores y colectores, explotando su territorio mediante una tecnología sencilla. La agricultura la practican sólo en pequeña escala y, aparentemente, no por todos los grupos. Sólo aquellos que han tenido un contacto más intenso con la civilización preparan conucos extensos, aunque ello no indique necesariamente que ese tipo de agricultura provenga de la civilización. Junto con la agricultura se adoptaron otros rasgos; por ejemplo, el cultivo, hilado y tejido del algodón con el fin de confeccionar guayucos y hamacas. Tanto la técnica como los dos elementos mencionados se suceden en la tribu al lado de una distribución más amplia y de una tradición posiblemente más vieja; con frecuencia las hamacas, en vez de tejidas, se anudan con fibras vegetales; para cubrir los órganos genitales se usan también esta clase de fibras y que se mencionan como los guayucos más originales.

No obstante, señalaremos que el pequeño telar en uso por los Piaroa es una miniatura del tipo andino y discrepa del usado por otras tribus, tales como los Yabarana y Makiritare, quienes tejen con los dedos. El telar de mano de los Piaroa presenta todas las características de un telar genuino y, por eso, podemos presuponer aquí un elemento tomado a las culturas circuncaribes o andinas.

Igualmente podemos destacar como elemento adoptado las grandes casas comunales, que resultaron como efecto de la agricultura desarrollada en gran escala por los grupos obligados a estabilizarse y que tuvieron que construir esos caserones. En su época nómada, construían posiblemente sencillas chozas, idénticas a las que todavía emplean durante sus expediciones de caza y pesca.

Se deben considerar también como elementos culturales recientemente asimilados las bebidas alcohólicas basadas en la fermentación de productos agrícolas, así como también las cestas, sebucanes, y guapas que se usan en la producción del casabe. Dichas cestas se tejen según la técnica usada para la cesta en forma de caja, de modo que se puede asegurar que la cestería tejida es reciente entre los Piaroa. A esos elementos asimilados pertenecen también el budare para la preparación del casabe y, probablemente, los potes crudos, que, de vez en cuando, se encuentran en las casas Piaroa. Estos últimos casi siempre representan objetos comerciales, adquiridos en las tribus vecinas. Parece que los Piaroa no tenían alfarería y preparaban su comida directamente sobre el fuego o sobre brasas. No usaban sal o condimentos y las manos de almirez y morteros se empleaban sólo para cascar frutas y nueces. El tabaco no se cultiva, mientras que el yopo representa un elemento cultural andino.

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El mencionado caso de endocanibalismo es un incidente muy aislado y dudoso, ya que tanto el canibalismo como el endocanibalismo son extraños en la cultura Piaroa.

El único animal doméstico común es el perro. Las embarcaciones originales se fabrican de corteza, mientras que las piraguas se adquirieron como préstamo cultural. Los adornos de orejas, nariz y labios se parecen, en forma y material (placas de plata en forma triangular), a los que emplean sus vecinos de la Selva Tropical. Los instrumentos musicales consisten, en su mayor parte, en maracas y el único juego indicado es el «shuttlecock» (juego de pelota de paja).

Al explotar la agricultura en gran escala se hicieron más sedentarios; bandas de linaje y multilinaje se agruparon probablemente en la gran casa comunal o en una serie de ellas. Los caciques, jefes de algunas familias extensas, unieron grupos locales en clanes provocando así una serie de cambios sociales. Sin embargo, la estratificación social ha quedado todavía en mantillas y no existe una sociedad de estructura clasificada. Parece que los Piaroa creen en un Ser Supremo, pero su vida religiosa se centra más bien alrededor del shamanismo que alrededor de un culto de ídolo-sacerdote-templo.

La guerra, tan importante para algunas tribus de la Selva Tropical y en particular para las culturas circun-caribes, parece carecer de interés para ellos, y el concepto de guerra con su secuela de cautivos, trofeos humanos o canibalismo ritual les es totalmente desconocido.





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