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Leyendo a Margo Glantz. Coleccionista, Voyeur y sacerdotisa

Blanca Alicia Martínez Cano





Tenemos que admitirlo, el oficio de escribir y el placer de la lectura han sufrido una metamorfosis completa, las crisálidas rompieron su estado quiescente y se han convertido en adultos independientes, aunque hambrientos, sexuados y adoloridos. Los caminos que se andaban en otros tiempos, las ideas, la belleza y las pasiones, les dieron paso forzoso a túneles, grietas, atajos y portales, entrecruzados todos. La organización y las relaciones de los objetos y sujetos dejaron de tener fronteras y se volvieron un juego de espejos donde el conocimiento lo otorga la definición del propio reflejo en el reflejo del otro.

Desde entonces, nosotros, los que leemos, nos hemos visto obligados a hacer toda suerte de malabares para legitimizar nuestra calidad de lectores. Debemos buscar el texto, el texto adentro del texto, el contexto del texto, la intertextualidad del mismo y hasta el pretexto. Nos volvemos ¿Arqueólogos? ¿Geólogos? ¿Anatomistas? Desmontamos lo que tenemos a la vista: palabras, conceptos, biografía del autor, contexto histórico, ideologías globales y por supuesto, nuestra historia, nuestra circunstancia y con un poco de suerte, hasta nuestros prejuicios, todo lo que esté a la mano para imaginar, intuir, paladear esa construcción sociohistórica-cultural que llamamos libro.

Entonces, ¿cómo leer a una mujeraskenazítrigueñamexicananacidaenlos30'sdivorciadavueltaacasarseparadacontrescarrerasundoctoradoenlasorbonne
condoshijaspremiospremiosymáspremiosyconsideradalaescritoramexicanamásprolíferadelsigloveinte?

Definitivamente, con cuidado, despacio pero exhaustivamente. Como un relojero, frente a una joya excepcional. Con lentes de aumento, con deleite (a veces morboso), comprobando la perfección del engranaje y la modernidad de la forma.

Sus pretextos son tan variados como su colección de zapatos, los contextos circulan tanto entre siglos como entre continentes, así como sus estudios y sus viajes. Y la intertextualidad: ¿Qué decir de ella? Que sería más fácil trabajar de intérprete al pie de la Torre de Babel. La escritura de Glantz afecta a los grandes paradigmas de la tradición cultural hispana en aquellos lugares en que ésta se consideraba más sólida hasta mediados del siglo XX: sus códigos, sus normas, sus modelos y sus valores. Lugares comunes revisitados por una mujer con un bisturí en la mano y absolutamente decidida a utilizarlo en lo que se le ponga enfrente. Lo femenino, su valor, su cuerpo, sus lacras; lo prohibido, sus secretos, sus saberes; lo sagrado, con sus santos y pecados; todo lo desmonta, pieza por pieza, a fin de comprobar cómo está hecho, cuáles son los estratos ocultos que lo constituye y cuáles son las fuerzas no controladas que ahí obran y lo vuelve a armar insuflado de juicios en tiempo presente.

Tomando como hilo conductor los datos que la autora proporciona en «Margo Glantz: una cronología personal» en el 2006 con motivo de la apertura de la página que le dedicó la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes trataré de ir desenmarañando la compleja personalidad de esta autora.

Margarita Glantz Shapiro nació el 28 de enero de 1930 en la ciudad de México. Sus padres fueron inmigrantes provenientes de Europa Oriental y de religión judía. La misma escritora comenta en una entrevista lo que significó en su infancia esta circunstancia: «Yo me crié en una atmósfera bastante mixta. Tenía conciencia de la vida judía pero me sentía muy arraigada a México. Era una niña entre dos mundos y eso me creaba muchas confusiones, la verdad» (Rodríguez 1). Confusiones que debieron ser un desasosiego constante desde muy temprana edad, a raíz de la urgencia de autodefinición, puesto que, sin importar la decisión que tomara con respecto a su identidad, existía, implícitamente, la disolución de una parte de ella misma. Nos cuenta que...:

«[...] en enero de 1939 mi padre fue atacado por un grupo fascista de Camisas Doradas que se reunieron en la calle Dieciséis de Septiembre, donde mis padres tenían una pequeña boutique de bolsas y guantes llamada Lisette. La barba, el tipo de judío y quizá su parecido con Trotski hicieron de Jacobo Glantz el blanco perfecto para una especie de pogrom o linchamiento. Trataron de colocar a mi padre sobre la vía del tren para que éste le pasara encima, mientras otros arrojaban piedras y gritaban insultos tradicionales».


(Glantz 2008:93)                


Apariencias y denominaciones, enemigos y aliados, emigrantes y nacionales, judíos y ateos y católicos, victimarios y salvadores. Y ella teniendo que distinguir a sus 9 años de edad.

Es increíble la precocidad con la que arremetió Margo con las más variadas y difíciles lecturas. Ariosto, la Biblia, Catulo, Dos Passos, Neruda y Verne, por mencionar los menos, ya le eran conocidos antes de ingresar a la preparatoria (Glantz 2008:135). Este hábito, la avidez por la lectura, que la ha acompañado en todo tiempo y lugar, aunado a una memoria excepcional y una mente brillante es lo que proporciona una de las características más distintivas de la autora: su erudición. Después de terminar sus estudios en la Escuela Nacional Preparatoria N.º 1, ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en un momento brillantísimo de su historia como podemos inferir del siguiente recuento de la autora.

«En esa Facultad impartían cursos varios personajes destacados de México como los escritores Alfonso Reyes y Julio Torri, miembros ambos del Ateneo de la Juventud, el dramaturgo Rodolfo Usigli, los filósofos Samuel Ramos y Leopoldo Zea, los historiadores Edmundo O'Gorman, Justino Fernández y Francisco de la Maza y muchos españoles exiliados por la Guerra Civil y la dictadura franquista: también filósofos, poetas, historiadores, filólogos, como Agustín Millares Cario, José Gaos, Eduardo Nicol, Juan del Encina, Gallegos Rocafull, Pedro Urbano de la Calle. Me matriculé en la carrera de Letras Modernas, pero asistí a casi todos los cursos de las carreras de Letras Españolas, Teatro y de Historia del Arte».


(cronología 2)                


Después de terminar la maestría en Letras Modernas, en 1953, ya casada, salió rumbo a París, donde realizó el doctorado en Letras Hispánicas en La Sorbonne. En esta etapa de su vida afloró otra de las peculiaridades de esta autora: ser una viajera incansable. Característica que hasta la fecha, otorga un aura cosmopolita, fácilmente perceptible en sus escritos y un tinte anecdótico autobiográfico, a primera vista, fantástico. Sus viajes por Europa occidental, el Medio Oriente y hasta Egipto, marcaron a Margo, de manera indeleble (cronología 2). A cada recuerdo le correspondía un aroma diferente, un sabor inigualable, un sentimiento y, en definitiva, un dictamen glantzciano. La colección de imágenes, aunque diversa, se irá apretujando con el tiempo, se fusionará y retorcerá hasta lograr exprimir lo esencial, el hilo conductor que, entre lo heterogéneo la hace universal.

De regreso a México, con su título, sus viajes y su marido, se embarcó en tres tremendas aventuras: la docencia, la maternidad y el divorcio. Con respecto a la primera, sigue en la contienda. En mayo del 2003 la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM organizó un homenaje por sus 45 años de magisterio. Tres días, cuarenta y dos ponencias y un nutrido número de asistentes dieron testimonio de la dedicación incansable de la escritora a la indagación de los más variados rubros de las introspecciones humanas que a través de los tiempos nos llegan en forma de escritura. En el Homenaje a Margo Glantz participaron destacados literatos y académicos como Carlos Monsivais, Carlos Pereda, Elena Urrutia, Mónica Mansour, Margit Frenk y Hernán Lara Zavala, entre otros (rindehomenaje 2003:2). Cada uno cubrió alguna pieza de ese formidable rompecabezas que se llama Margo Glantz, pero podríamos identificar tres matices que se tomaban y se retomaban y le daban sentido al todo. El profundo afán ensayístico de esta mujer, ahora, casi octogenaria, el extraordinario gobierno de la palabra y la marcada deferencia hacia el lector, considerándolo, invariablemente, inteligente y sensible a la vez.

Es en los inicios de su labor docente, en la década de los 60's, cuando emprende el vuelo, aunque accidentado, hacia la escritura. Primero fueron artículos, reseñas y ponencias. Más adelante, 2 libros producto de inquietudes académicas y algunos cuentos publicados en una revista bilingüe cerraron el periodo formativo de esta autora. Ya estaba apareciendo la Glantz coleccionista.

Los 70's se ven llenos de otro tipo de retos. Un segundo matrimonio, el nacimiento de su segunda hija, una estadía en el extranjero y una segunda separación matrimonial. El ensayo titulado Onda y escritura, jóvenes de 20 a 33 (1971) tuvo tal trascendencia en el medio académico, que le dio nombre a una corriente literaria, actualmente distintiva y diferenciada en las letras mexicanas, aunque apenas emergente y percibida en ese momento. La edición de su primer libro de ficción, Las mil y una calorías, novela dietética (1978), seguido de otros en el campo de la creación y de la crítica, marcan el despegue de una carrera inigualable. Es aquí donde podemos considerar cabalmente el coleccionismo de Glantz, mencionado con anterioridad. Glantz recolecta patrones de conducta, atesora condicionamientos ideológicos, caza prototipos, encapsula formatos sociales, clasifica con afán casi entomológico, miedos, obsesiones y morbos. Nos dice Diamela Eltit: «[...] lo que marca la crisis de los géneros literarios en el libro de Glantz es su empecinado rigor por la toma de posesión de estructuras diversas en donde lo ajeno y lo propio se intercambian y en donde el fragmento y la unidad se confrontan» (Eltit 3). Modas, iconos, emblemas, axiomas, sofismas y eternamente..., lo femenino, en ella, esta tenaz persistencia de poseer lo observado, no se limita a la consideración de propio sino de sabido, de poseído, ya sea por su rareza o por su cotidianidad.

Pero los 80's, sus cincuentas, fueron espectaculares. Once publicaciones, entre narrativa, ensayo y compilación, dos premios literarios y altos puestos directivos en México y en el extranjero. Su libro Las genealogías (1981) obra narrativa merecedora del premio Magda Donato, le ha dado la vuelta a las aulas de Latinoamérica y España, poniendo en aprietos a jóvenes estudiantes que tienen que presentar algún estudio sobre autobiografía o sobre género o sobre interculturalidad. La temática es obvia, la novedad se encuentra en el tratamiento, en el objeto de su búsqueda, en la agnición final. La autora no intentaba rescatar del pasado la historia de sus padres o su familia, eso sería imposible. Ella misma se refiere al carácter elusivo de los recuerdos: «Dicen que la memoria "se porta a sí misma" y quizás esto se aplique también a los olvidos. Quizás haya memorias repetidas, contadas en la mente de cinco o seis maneras, apenas con variantes, como los múltiples relatos donde muere Miguel Páramo» (Glantz 2008:121). Tal vez por eso no tuvo ningún problema en comentar lo siguiente en una entrevista para El País, refiriéndose a las conversaciones con su padre:

«Era interesante discutir, pero sus recuerdos eran muy frágiles, fragmentarios, se combinaban con cosas muy banales. Como las conversaciones corrían el riesgo de no llegar a ninguna parte, me puse a releer a mis autores rusos preferidos. Como Babel era de Odessa1, me ayudó mucho a rellenar, mejor dicho, a enderezar los recuerdos de mis padres para darles un sentido más poderoso».


(Rodríguez 2)                


Lo que aparentemente encontró fue la fragmentación de su identidad, fue como sumergirse hasta llegar al fondo y regresar con los pedazos de algo, algo perdido, añorado, tal vez adivinado y aunque propio, lejano, amputado. Al final de cuentas, algo que necesitaba atesorar, aunque fuera remendado. Por supuesto, cualquier coleccionista puede entender esta clase de obsesión.

Síndrome de naufragios (1984), ensayo merecedor al premio Xavier Villaurrutia está catalogado por su propia autora como «una especie de autobiografía, pero a partir de lecturas, en donde el naufragio... (Muñiz 1) se vuelve el personaje principal. Si lo que buscamos es el desciframiento de un sentido, resguardado en un texto de Glantz, entonces la clave estriba en enfrentarnos al concepto de interpretación como actividad transformadora, sin conexión con el valor de verdad. Entonces, en la búsqueda escrutamos entre las líneas a fin de producir la estructura significante del texto descubriendo su modo de funcionamiento y de organización, abrimos la lectura en lugar de cerrarla, lo cual nos permite que no se agote su proceso de significación. Glantz al estar haciendo literatura se autodefine como una mujer de letras de su tiempo pero como tal, lleva los grilletes impuestos por las circunstancias que la rodean, sus libros, sus lecturas e interpretaciones. Década tras década de cambios, de paradigmas transformantes, de expectativas evolucionadas, dejarían, forzosamente, violenta o imperceptiblemente, una impronta, que como tal, daría forma y deformaría la propia escritura. Glantz en un afán de buscar la certeza a través del desmembramiento de todo lo establecido funciona, algo así como en un laboratorio escolar, a veces, más bien como en una sala de autopsia y últimamente, como testigo de una tortura brutal. Ya estaba apareciendo la Glantz Voyeur.

Este mismo año, la autora publica una muy peculiar novela llamada Apariciones, no tiene premios pero es imposible dejar de mencionarla. Con una trama laberíntica casi caligráfica, una entrega por goteo, como parpadeos lentos, avistando, por segundos, lo que no se debe ver. Secretos guardados en espacios privados como celdas conventuales o habitaciones infantiles se suceden entre perros apareándose o la imagen de un hombre orinando. El ambiente de morbosidad iconoclasta envuelve al lector y lo lleva a infiernos, propios y ajenos, visitando y exponiendo tabúes de una manera tan descarnada como la espalda de una de sus flagelantes.

«Y las voces dijeron que cambiase las delicadas holandas por una túnica grosera, que cambiase sus sábanas por otras pequeñas cuyas arrugas le lastimaran todo el cuerpo, que no tuviese otro lecho sino dos tablas en donde no hubiese cabezal alguno, ni se hallase más ropa que una delgada colcha que le tapase el cuerpo sin desnudarlo; que en los brazos, en la cintura, en los muslos amarrase cilicios de cuerda y cadenetas de acero; que en los zapatos pusiese pequeñas piedras y que algunas veces esparciese en ellas agudos clavos, y que cuando flaquease Lugarda tomara la disciplina Juana para ayudarla, y, después de pedirle que se desnudara el torso, descargara sobre su espalda los azotes, y después pasase sus filosas uñas sobre las heridas recién hechas».


(Glantz 2008:476)                


Aquelarre de palabras que más que estar invocando pareciera querer exorcizar, en un solo conjuro, lo innombrable. Maravillosa colección de obsesiones tan perfectamente descritas que más parece una serie de estampas botánicas que un glosario de pecados.

La siguiente década, los 90's, su tercera edad, estuvo repleta de trabajo como siempre, pero también de muy importantes reconocimientos. Sólo por mencionar los nacionales, diremos que en 1991 obtuvo Premio Universidad Nacional otorgado por la UNAM, al año siguiente se le otorgó el cargo de Profesora Emérita de la UNAM y un año después fue elegida Miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua.

Es en esta década cuando también se cristaliza el trabajo de cinco años de investigación ya que logra publicar tres importantísimos ensayos sobre Sor Juana Inés de la Cruz, colocándola como la más importante sorjuanista de la actualidad. Ella comentó en una entrevista que no era sorjuanista como Octavio Paz, sino que era sorjuanista contra Octavio Paz. Y no debemos dudarlo. Glantz tiene la particularidad de traspasar nomenclaturas clasificatorias, la profundidad de sus estudios le confieren una bandera de la más rancia escuela europea, sin embargo, su condición de mujer latinoamericana le ofrece una especie de Urím y Tumím que le concede la posibilidad de controvertir lo sagrado, incluyendo, por supuesto el uso de la letra y la palabra. Nos dice López Parada: «En lugar de propiedad, nos propone una expropiación, silencio en vez de identidad y una reiteración disolvente y deforme en lugar de una similitud fundante» (5). Margo menciona en la nota aclaratoria de «Sor Juana Inés de la Cruz: ¿Hagiografía o autobiografía?» algo que debería de ser tomado como brújula para iniciar sus lecturas:

«Mi trabajo está construido a manera de emblema. En su sentido más literal, definida por Covarrubias, en su diccionario del siglo XVII, esta palabra: "es nombre griego, significa entretejimiento o enlazamiento de diferentes piedrecitas o esmaltes de varios colores que formaban flores, animales y varias figuras en los enlosados de diferentes mármores...". He intentado revisar aspectos varios de la obra, tiempo y vida de Sor Juana, reconstruyéndolos para tratar de articular su inserción en la sociedad colonial mexicana del siglo XVII. Quizá he logrado verificar la profunda dicotomía de una cultura con pretensiones ascéticas que adolecía de un exceso de corporeidad».


(2006:1)                


Específicamente, con Sor Juana, sus ensayos parecen más un proceso de absolución que de estudio, un ejercicio de remisión de los pecados más terribles de su época: ser una mujer de letras y ser una monja de carne y huesos.

Para este tiempo el voyeurismo de Glantz es palpable en su obra. Pero, como todo en ella, es atípico. Glantz disfruta contemplando una de las pocas conductas humanas, que han sido y, extrañamente, siguen siendo, de carácter íntimo y privado. A Glantz le fascina ver, imaginar o recrear a un escritor escribiendo. «El tiempo es un espacio caligrafiado...» (2008:45). El momento de la creación o el proceso creativo o la parafernalia inherente. El acto de escribir, la corporeidad del combate. La angustia, el éxtasis y el descanso, «[...] cachitos de papel, cachitos de vida...» (2008:57). La pluma, la tinta, el papel. La tecla, el escritorio, la silla: «[...] en esta casa la única alegría es la máquina de escribir» (2008:160). La mano, los dedos, sus yemas. La lengua, la cintura, el pie. «Quizá alguna vez la pasión humana se midió por su capacidad de escribir cartas de amor, por la verdad inmensa de su caligrafía, por la paciencia infinita de dibujar con precisión las letras necesarias, ordenarlas con elegancia...» (2008:177). Antes de escribir, después de escribir o escribiendo: «[...] va narrando la belleza destazándola en clasificaciones o describiéndola, centímetro a centímetro, en su extraña catadura impertinente y majestuosa» (2008:203). Todo, todos: «Nació con un destino, el de escribirse lentamente entre los espacios caligrafiados con paciencia y disueltos en las miasmas del pasado y las indolencias» (2008:231). Simplemente es fascinante su arrobo. Gracias a él, cada lector, mirón insaciable, miope o muchas veces ciego, puede llegar a niveles imposibles de alcanzar por su propio arbitrio.

Y llega el nuevo siglo y con él los setenta años de la autora, dos novelas más, premios, reconocimientos y antologías. El Rastro (2002) finalista del premio Herralde y merecedora del Premio Sor Juana, nos regala a Nora García, una mujer contemplando su vida al enfrentar la muerte de su ex esposo como una serie de escenas filtradas a la luz del recuerdo de El príncipe idiota de Dostoievsky (por cierto, obra leída veinticuatro veces por la autora) (Glantz 2007:1) La misma Nora que satiriza el objeto de culto más novedoso de nuestros tiempos, Historia de una mujer que caminó por la vida con zapatos de diseñador (2005), es actual, es honesta, es la Margo Glantz hablando sin pausa. Anecdótica, autobiográfica, enfrentando los tema del envejecimiento y la enfermedad con un tono muy cercano. Hablando de lugares, amores y desamores, modas, frustraciones y lengua, eso sí no puede faltar la lengua. Actualmente, en esta casi década, queda al descubierto la tercera faceta de tan compleja escritora. El fetichismo, sí, pero no el de sus personajes, ni el de sus ficciones, el de ella. Podemos advertir un cierto culto, una veneración clara y patente. Margo Glantz idolatra la palabra escrita. El poder que le reconoce y que le otorga aunado a la vehemencia que se advierte en su dedicación, bien puede ganarle el puesto de sacerdotisa. Si la palabra se vuelve poderosa con Glantz es solo por su decisión de convertirla en objeto de culto. Pareciera que Glantz ansia traspasar el umbral de lo establecido para iniciar la nueva manera de ver y pensar las cosas. Con la única seguridad puesta en el devenir, plantea opciones de debate, como plataforma para ese renacer intelectual, para esa oportunidad, tantas veces desperdiciada, de revisión social. Ante todo ser humana, iconoclastas de modelos pasados, sacraliza nuevos modelos. Tal parece que nos da licencia para empezar a buscar todas las otras historias, las que no han sido contadas y que existen en alguna memoria, documento, monumento o texto, listas para ser interpretadas y reinterpretadas tratando siempre de buscar ese resquicio de verdad que es el cimiento de lo que nos hace lectores.

En resumen, las lecturas de esta autora nos abren los ojos y nos otorgan una lente de relojero. Enfatizan nuestra condición de lectores y dimensionan nuestro quehacer dentro de la misma, luchando constantemente en edificar al ser humano sobre las bases de las palabras. Lo dicho, a Margo Glantz debemos leerla despacio, con cuidado y exhaustivamente.






Bibliografía

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  • GLANTZ, Margo. El Rastro. Barcelona: Anagrama, 2002.
  • ——. «El idiota en Mérida». La Jornada. 7 de julio 2007. Visitado 28 mayo 2009:
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  • ——. «Margo Glantz: una cronología personal». La Autora. Estudios. Biblioteca de Autor Margo Glantz. 2006. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, visitado 21 mayo 2009:
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  • ——. «Las hijas de la Malinche». La Malinche, sus padres y sus hijos. México: Taurus, 2001.
  • ——. Obras Reunidas. II. Narrativa/Margo Glantz. México: Fondo de Cultura Económica, 2008.
  • ——. «La ascesis y las rateras noticias de la tierra: Manuel Fernández de Santa Cruz, Obispo de Puebla». Sor Juana Inés de la Cruz y sus contemporáneos. México: Facultad de Filosofía y Letras, 1998.
  • ——. «Sor Juana Inés de la Cruz: ¿Hagiografía o autobiografía?». Su Obra. Biblioteca de Autor Margo Glantz. 2006. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, visitado 21 mayo 2009:
    • <http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref= 13766&portal= 172>.
  • LÓPEZ PARADA, Esperanza. «Reconocer y desconocerse: cuerpo escrito y cuerpo expósito en la obra de Margo Glantz. Estudios. Biblioteca de Autor Margo Glantz. 2006. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, visitado 21 mayo 2009:
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  • MUÑIZ, Aimeé. «Margo Glantz hace más de 20 años». El Informador. 1 de diciembre 2008. [Guadalajara, Jal.] Visitado 26 mayo 2009:
    • <http://www.informador.com.mx/entretenimiento/2008/59051/6/margo-glantz-hace-mas-de-20-anos.htm>.
  • RODRÍGUEZ MARCOS, Javier. «Una escritora de contrastes». El País. 6 de mayo del 2006. Visitado 23 mayo 2009:
    • <http://www.elpais.eom/articulo/semana/escritura/conviven/repulsion/belleza/elpbabpor/20060506elpbabese_l/Tes#despiece1#despiece1>.
  • «La FFyL de la UNAM rinde homenaje a Margo Glantz por su trayectoria académica». Boletín UNAM-dgcs 397. 22 de mayo 2003. Visitado 23 mayo 2009:
    • <http://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2003/2003_397rrr.html>.


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