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Capítulo tercero

Del bobo atrevido

 
Suma de todo el capítulo 3.
LIRAS SEMINIMAS
 
El bobo se atreve casi a Justina, ella se defiende con buena traza.      Es muy recio
     El tiro del dios rapaz,
     Y más necio
     Quien sustenta paz
     Con él, que al mejor tiempo echa el agraz.
 
     ¿Quién pensara
     Que el rey de la afición
     Intentara
     Tirar a un bobarrón
     Flecha, saeta y dardo al corazón?
 
     Mas sin pensar
     Le hizo tal herida,
     Que a perseverar
     Justina dormida,
     Hubiera de caer de recudida.
 
Echar la comida en la cama.      Sentíme muy cansada y, para remediar mi mal, determiné echar la comida, quiero decir echarme yo y la comida sobre la cama, que eso llamo yo echar la comida.
Justina mentirosa.      Quiero confesar una verdad, aunque no la doy de diezmo, que según son pocas entre año, más gana conmigo el alcabalero de las mentiras, que el dezmero de las verdades. Es, pues, la verdad ciclana que, si el barbero Araujo fuera de otro humor, sin género de duda afirmo que no me atreviera a dormir sola en el mesón tan junto a él, que el hombre solo y con mujer fue simbolizado en un nogal junto a la hortaliza, la cual con su sombra se enflaquece y, con sus nueces se deshace. Mas como era un cuitado, parecióme que no se le entendía cosa de provecho y que cuando tuviera algunas trazas, fueran enfermas, que no pasaran del quinto, aunque de el quinto al sexto no hay más que un tabique en medio. Con esto, me acosté tan segura de que él cantara el ala miré, como de que podía yo dormir de re mi fasolá. Pero no hay que fiar en esta materia de hombre nacido, que antes las personas más arrocinadas son más tocadas de este muermo.
Nogal junto a hortaliza, jeroblífico de la mujer junto a hombre solo.
Confianza necia.
Bobos, son menos confiables.
Animales que han acometido mujeres. Pasión de procrear, muy divina y muy humana.      Por esta causa fingieron poetas que animales como son cisne, águila, cigüeña, pato, íbice, elefante y centauro han acometido diosas celestiales. Dijo bien un philósofo de entre cuero y carne, que la pasión de procrear es muy divina y muy humana, muy alta y muy bajaza; por la parte que tira al bien común, es tan divina que pretende que las bestias puedan arribar a las nubes, y por la parte que es tan terrena, pretende deprimir las nubes. Como esta es cosa que no consiste en perfiles de razones, ni en bemoles de palabras, ni en curiosos ardides o estratagemas, por mi fe, que estos asnos presumen de que para el caso hacen al caso mejor que los discretos. Verdad es que se explican mal, pero Dios nos libre de burros en descampado, que como no saben de freno ni le tienen, con todo atropellan.
       Así que estando yo dormiendo a sueño suelto, pasada ya la media noche y digerida la mona, me cantó el gallo muy cerca y despertóme, y a no tener pepita, me fuera mal con él. Fue el caso que el señor doctor Bertol quería hacer otra cura en casa, y no a la huéspeda. Echen la buena barba y vean a quien cabía el miedo. Yo debo de ser. Triste de mí, si no supiera conjurar fantasmas de entre once y mona.
Cura impertinente.
     Yo que le sentí el humor y adeviné de qué pie cojeaba el muy licenciado, díjele muy de priesa:
     -Señor Araujo. ¡Ce, ce! ¿No oye? Escuche, escuche, ¿No sabe? Estése quedo, no haga ruido. ¿Oyeme? Oya.
     Él, con esto, detúvose, y aun creo, si fuera mujer, se le rayara la leche, según tomó el espanto, a lo que él después me confesó.
Traza de Justina para detener al bobo.      -Señor Araujo dije, sepa que después que se acostó han venido un montón de huéspedes, y yo, por la lástima que he tenido desta pobre mesonera y porque no pierda la ganancia, los he hecho las camas y acomodádoselos a todos. Ahí, junto a su cama, está uno, y dice que es muy pariente mío, y me da muy buenas señas de que conoció a mi padre y a mi madre. Por su vida le ruego dos cosas: la una, que si le preguntaren si es mi pariente, diga que sí, porque tiene traza este hombre de matarme si sabe que estoy aquí con él sin ser mi pariente, y parece un Roldán. Lo segundo, le ruego que pise paso, porque no los despierte, que vienen cansados y molidos de la romería. Si se ha levantado a buscar jarrillo de orinar, hacia acá no hay maldito sea aquél por ahora; yo le vi anoche debajo de su cama, hacia los pies; búsquelo bien, que ahí lo hallará o, si no, váyase al hospital de las cien doncellas (el hospital de las cien doncellas llamaba él el corral, por las tejas que en él destilan agua, y habléle en su lenguaje).
     Añadí:
     -Tórnese a la cama y duerma un poco, que ya casi será tiempo que tomemos las del martillado.
Declara la astucia de su traza.      Con esto, amainó. ¿Has oído mi traza? ¿No has atendido cómo en ella acudí a todo? ¿Qué portillo dejé por cerrar? ¿Qué razón sobró ni faltó? Y después dirás que las mujeres somos indiscretas e incapaces, y que por eso no nos dan estudio. Engáñanse, y crean que si nos niegan el estudio, es porque de antemano sabe más una mujer en la cama que un estudiante en la universidad deshojándose. Es nuestra sciencia natural, y por tanto las sciencias de acarreo son de sobra. No conviene que a las mujeres nos ocupen en estudios que duren de media hora arriba, porque si tal nos ocuparan, se acabaran todas las buenas trazas repentinas. Los hombres trazan de tarde en tarde y con tinta y pluma, nosotras en el aire, y por eso, para que se conserven las sciencias repentinas, no es justo nos ocupen en las de asientos. ¿Qué predicador ni qué Apolo pudiera con más presteza remediar un peligro como el que yo remedié con solas cuatro palabras? Acaba, pues, de creer que hay sophías, y que son mujeres.
Por qué a las mujeres no se les da estudio.
Diferencias entre las trazas de hombres y mujeres.
Mujeres hay sabias.
El Bertol creyó y temió.      El bueno del doctor fantasma, como me oyó decir que había en el mesón gente, y pariente mío arroldanado, no sólo no me habló, pero comenzó a temblar y a mover el aposento a puro temblor, tanto que pensé quedara como otro Caín, conocido por malhechor; pero no era su culpa tanta, pues no hubo sangre.
     Solíame decir mi madre
     -Hija, tú fueras buena para falso testimonio, porque te levantas tarde.
       Pero en esta ocasión, como sentí la mosca, avivé, levantéme y vestíme, y aun si hallara una cota, me la atacara; y no contenta con esto, me fui junto a la cama de la mesonera, con achaque de que iba a saber de su salud; mas la verdad era que me pareció a mí que junto a ella no podía correr peligro mujer ninguna, que ansí como a la oropéndola ninguna vez la conoce el macho en el nido porque le tiene sucísimo, así junto a tan sucio nido no me parecía a mí que corría peligro mi honestidad. Ello, pardiez, que si allí viniera, que lo había de pagar la vieja, porque a repelones la había de sacar la bizma de claras de huevos y flotar con ello la cara a Bertol.
Justina, segura junto al nido de Sancha. Oropéndola.
Levántase Bertol y ve su engaño.      Levantóse por la mañana Araujo, y como me vio vestida y en talanquera junto a Sancha, el mesón sin gente, toda la casa yerma, que parecía cosa de encantamiento o aventura de Galiana, echó de ver su necedad y mi discreción, y, de espanto, comenzó a dar manotadas en seco; parecía gato que está a caza de pardales en punta de canal de tejado y, al querer hacer la presa, da una gatada en el suelo por causa de querer echar al aire las dos manos en que estribaba. Este no tenía de donde caer alto, porque siempre andaba a burra, sin peligro de poder caer della; mas lo que es dar manotadillas en seco como gato burlado, dábalas que era un contento. Corrióse de ver que le habían entendido la treta, y defendido el saco, y tanto de corrido y avergonzado, voló sin decir siquiera a Dios que me mudo, y ya disimulara con que no me dijera a mí quedad con Dios, pues estaba excusado de ofrecerme salud de Dios quien me había intentado enfermedad del diablo. Pero el no pagar la posada con un decir, señora huéspeda, mire que vuelvo barras, fue recio caso.
       Para remate de sus desdichas y principio de sus temores, se le olvidaron en la cabecera de la cama de la mesonera cuatro ventosas y una venda de sirgo que él decía que le había mandado su mujer comprar para sangrar las damas, y entre ellas a un muy melindroso capón de mi pueblo que se sangraba muchas veces del tobillo, y, a pesar del diablo, que le habían de poner una venda de sirgo. A este llamaba un sobrino mío mamá, taita, por verle sin barbas. Pérdida fue ésta por la cual fue ásperamente reprendido Bertol Araujo de su mujer, a quien llamamos muerte supitaña. ¿Qué diré?, hasta los tiros de la espada dejó olvidados. Negro tiro fue el suyo, que tan mal salió. Pienso yo que los vientos no llevaban más ligereza que aquella con que la vergüenza le sacó de la posada. Aquí verán que tuvieron razón los que pintaron a la vergüenza con alas, pues el vergonzoso, cuando huye, vuela; y por eso dijo el refrán: «el toro y el vergonzoso poco paran en el coso».
Olvidos del bobo.
     Aunque sea anticipar cuentos, es muy donoso el que me aconteció con Araujo en Mansilla. No había darle un alcance, que la vergüenza de no se haber careado conmigo le hacía no carearse ahora a las derechas. Ya, una vez, no pudo dejar de verme en mi casa, porque le hice llamar para sangrar a un huésped que estaba en ella, de quien él sabía que tenía tan buena sangre en la bolsa como en las venas. Vino, y no le quise hablar hasta que hiciese la sangría, por no le alterar la mano con el miedo, como el emperador, cuando para sosegar un barbero medroso de ver a su majestad, le tomó de la mano.
     Ya que acabó, hice encontradiza con él y díjele:
Da vaya Justina al bobo.      -Señor Araujo, esta es buena hora para sangrar, pero en horas desacomodadas avísole, como amigo, que no use oficios que no son para hacer a tientas Y dígame, mameluco, ¿cómo se ha atrevido a venir a mi casa, que nacen en ella Roldanes de la noche a la mañana, que son espantavillanos?
Decir discreciones a necios es probar corneta donde no hay eco.      Estas y otras mil gracias le dije buenas, pero a hablar con un discreto. Pero decir semejantes gracias a tontos, es como quien prueba corneta donde no hay eco. Con todo eso, si alguna vez estuvo menos necio, fue entonces, que me dijo:
Razonamiento de Justina y Bertol.      -Señora Justina, ¿qué se le antojó decir que había tanta gente en el mesón del país de marras? ¿A media noche ve visiones?
     Yo le dije:
     -¡Ay, el mi buen Bertol, buen Bertol! ¡Y aun por no ver yo una, dije que vía tantas! Diga, bambarria, ¿al maestro cuchillada? ¿Con mesonera burlona quiere burlas en mesón? ¿No sabe que yo en un mesón estoy como Aantheón sobre su madre la tierra, que nadie le podía hacer mal ni de veras ni de burlas, y él a todos sí? Pues aprenda y, para semejantes trances, busque aprendizas, que yo he comido muchas guindas y tirado muchos huesos, y descalabro con ellos.
Justina en el mesón, Antheón sobre la tierra.
 
APROVECHAMIENTO
     No hay hombre que, estando con mujer a solas, comúnmente sea seguro en caso de sensualidad, y aunque más ignorante sea. Antes deben ser reprendidas las que con decir fulano es un ignorante, excusan su flaqueza y falta de recato, siendo ésta razón que antes acusa que excusa, pues la ignorancia es la que carece de freno y suelta las riendas en semejantes casos.

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