Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.



ArribaAbajo

Capítulo quinto

Del sacristán importuno



 
SEGUIDILLA CORTADA
 
     Señor sacristán, vay con el dia-
     Que no quiero honras que cuestan ca-
 
Mirar de casa con ojos señoriles.      Ya que la gente, después del entierro, me trajo a mi casa y tuve segura posesión del arca del tesoro y del tesoro del arca, paseé la casa toda muy bien y vi el mueble, que era poco, pero no malo. Verdad es que los vestidos estaban más a propósito para sacar dellos polilla que dinero.
       Estando mirandolo que en casa había, llamó a la puerta el sacristán, que era una sal; digo en el color, que en la gracia era una salmuera. Lindo talle para trasgo. El sacristán más asacristanado que comí en toda mi vida. Era lego, soltero y bien soltero, aunque a los principios no se atrevió a soltar. Venía el bueno del hombre por el dinero del entierro, que eran cinco ducados, en honor y reverencia de los cinco sentidos corporales. Hablóme con tres mil retruecanos y cortesías, dicho todo con una manera de angustia, que entendí que era segundo mortuorio a humo muerto. En resolución, él me dijo que entonces no quería más de un ducado y que poco a poco le iría pagando lo demás, que quería cobrar en tres tercios la deuda.
Sacristán, pide el dinero del entierro.
     Yo le dije:
No quiere dares ni tomares con el sacristán.      -Señor, la limosna de la sepultura no es alquiler de casa, que se paga a enviones, ni quiero dares ni tomares con sacristanes. No quiero censos de quita y pon con gente eclesiástica que anda cada día entre la cruz y el agua bendita. Ve aquí todo su dinero y váyase con la paz de Christo.
     Él entonces, por complacerme, me dijo que si a mí me parecía, que él quería hacerme alguna baja.
     Yo le dije:
     -Señor sacristán, ni quiero que me haga baja ni quita. Tome su dinero y déjeme con mí sosiego. A cada cual haga Dios bien con lo que es suyo. V. m. no tiene otra renta sino su trabajo, y deste dinero lo menos es lo que a él le toca; no haga franquezas que le salgan al ojo.
     No le dije a los ojos porque no tenía más que uno, y más que era el del cañón el que le faltaba.
Importunidades del sacristán y a mal tiempo.      Estuvo el sacristán bien importuno, y para mí lo era más, y en la presente sazón mucho más, porque me comían los pies por tornar a acabar de hacer escolta y visita general de las preseas que la vieja había dejado, y se fue haciendo más reverencias que hay en un convento de frailes.
Vase el sacristán.
     Esotro día tornó tan sin vergüenza como si yo le hubiera pedido por amor de un santo que me viese. Díjome mil principios de cosas, y si alguna siguió, fue decir:
El sacristán repregunta.      -Señora, véngola a preguntar si ha de hacer honras a su abuela.
     Yo, entonces, hice el ademán del piojoso y, concomiéndome toda, le dije:
     -¿Y de qué, señor sacristán? Las mayores honras que v. m. y yo la podemos hacer a mi honrada abuela es no hablar juntos, que yo sé della que disgusta mucho que yo hable con sacristanes. Eso de honras guárdese para los caballeros y ricos, que yo no tengo sino tres sillas y dos tornos, un jarrillo, un cántaro y dos cestos, y una triste ropa de cama y un vestido roto. ¡Mire si terné bien que hacer para ganar para pagar el entierro, cuanto y más hacer honras!
Intento ruin, entendido.      A él le pareció que era este buen pie para tomar la mano en proseguir su intento y hacer su oferta, y hízomela de hacer las honras a su costa y pensión; mas, por la cuenta, quería honrar a mi abuela en la iglesia y deshonrarla en su casa.
     Yo, que le entendí la honorífica, le dije:
Vuélvese Justina contra el sacristán y trayérelo con lo que había hecho y dicho.      -¡Tate, señor sacristán! ¡Honrados días viva, que así me quiere cargar de honra! Yo se lo tengo a merced. Honra, el rey tiene harta, descuide de eso. Y, por hablar más claro, dígame, señor honrador, ¿era él el que estimaba tanto la santidad? ¿Era él el que canonizó a mi abuela por profeta? ¿Eran estas las profecías? Pues crea que no se cumplirán en mis días. ¿Era él el que alababa la honestidad con que me crió mi abuela? Sola una excusa tiene, y es que así como lo que el león toca con la boca no queda de provecho, así castidad alabada de su boca no queda a su parecer sino para echar a mal. Diga, pensadero, ¿en qué pensaba cuando dio en pensar que a dos días muerta mi abuela he de perder lo que he ganado por espacio de tantos días?
Enamorados son locos y confiados.      No hay enamorado que no sea loco y confiado. Este pensó que yo le dilataba con esto la cura, y que decirle que mi abuela había solos dos días que era muerta, era darle póliza con plazos y esperanza para el tiempo de por venir. No me salió el sueño del perro. Dicho y visto No me cato, cuando desde allí a otros veinte días tornó con la misma demanda, tomando por terna el preguntarme si quería hacer el cabo de año de mi abuela. Aquí ya perdí pie para no hablar en copla, sino en el estilo de ambausán.
Vuelve a importunar.
     Díjele:
Despide al sacristán sangrientamente.      -Señor don besugo estrujado, no me enfade, que el día que enterré a mi abuela, acabé con sacristanes para todos los días de mi vida, y crea que un sacristán a media legua me huele a requiliternam y a neque especias, lo cual para un vivo tan ruin y pecador como yo es peor que regüeldo de descasado. ¿Adónde o en qué calendario halló que en veinte días se acaba el año, para venirme a acabar la vida sobre que haga cabos de años? Digo, que cuando el sol tornare atrás y concluyere su curso en los veinte días dentro de los cuales dice que es cabo de año, entonces daré a sus porfías cabo. Y no es poco decirle esto, que aunque sé que es imposible la condición, con todo eso, por pensar que pensará que le prometo algo, me animo a mucho, y avísole no me atraviese los umbrales, porque mi abuela me dejó casi concertada en Mansilla con un hidalgo honrado que tiene ya mi honra por su cuenta, y si viene y sabe que aquí entra a ofrecerme esas honras, crea que el menor pedazo será la oreja. Y mire lo que ha hecho en solos tres días que aquí ha venido, que por conservar mi honor, me es forzoso irme a Mansilla, y de hecho lo haré, que ya lo he dicho a mis vecinas y me aconsejan que lo haga.
Desáuciale.
     Con esto, el sacristán voló, despedido de honras y provechos de cabo de año y de todos sus intentos. ¡Cuál iría su ánima!
 
APROVECHAMIENTO
     Un loco amor lo menos que acarrea es deshonor.

Arriba