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Libro cuarto

De la pícara novia



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Capítulo primero

Del pretendiente tornero llamado Maximino



 

REDONDILLAS DE SOLOS DOS CONSONANTES, DE MANO DE JUSTINA

 
Suma del número.         Un Maximino de Umenos,
Máximo de Umenos pretende a Justina; finge ser más de lo que es. Infórmase Justina, deséchale y dale vaya donosa.      Por ir de menos a más,
     Quiso, ni poco menos,
     Poseer en mí lo más.
 
        Fingióme ser, cuando menos,
     Mendoza, Guzmán y aun más,
     Mas todo fue por demás,
     Porque era un pelón y aun menos.
 
        Yo le dije: no haya más,
     Señor mínimo de menos,
     Que ni tengo amor de más,
     Ni tengo seso de menos.
 
        Y no me torne aquí más,
     Señor tornero; a lo menos,
     Visite mi casa menos,
     Si quiere no tener más.
 
        Dijo Umenos: a lo menos,
     No me quitarás jamás
     Que te quiera mucho más,
     Cuanto me quisieres menos,
 
        Si ansí procedes de hoy más,
     Tal es lo más cual lo menos,
     Ruégote vamos a menos
     Y no me envides más y más.
 
        Ni mates, ni mueran más,
     Que Dios nos hizo de menos,
     Y aun es poco más o menos
     Lo que va de más a más.
 
        Y si es extremo tu más,
     Y es otro extremo mi menos,
     Estima menos tu más
     Porque valga más mi menos.
 
        Que aunque yo te viera en menos
     Y me viera a mí en lo más,
     En mi más tuviera menos
     Porque entraras tú en lo más.
 
        Sube un poco más mi menos,
     Baja un poco más tu más,
     Y con eso, desde hoy más
     Umenos no será menos.
 
        Porque siendo tú algo menos
     Y yo también algo más,
     Creceré yo tanto más
     Cuanto tú fueres de menos.
 
        Aquesto me dijo Umenos,
     Y trecientas cosas más,
     Y aunque nunca me amó menos,
     Nunca yo le quise más.
 
Dos cosas en pueblos pequeños que no se pueden esconder.      Dos cosas hay en los pueblos pequeños que no se pueden esconder: almoneda y moza casadera. Y como me olieron a víspera de novia, iban y venían pretendientes como la vanagloria.
Descripción de Umenos.      El primer pretendiente mío (a lo menos, de los primeros) fue uno tan faltoso de hacienda y traza cuan sobrado de amor y buen despejo, mocito espigado, barbiponiente, bermejuelo, pintojo, espadachín, no mal talle, sino que tenía la cabeza chica, que parecía porra de llaves, señal de poco seso, y la cara hoyosa de viruelas, tal que parecía molde de picar botas. Llamábase Maximino de Umenos, y aun era menos de lo que parecía. Este, después de haber hecho algunas demonstraciones, no tan costosas como graciosas, pensando que mi casamiento era de casta de quínola, que se hace sin descarte, o de ñublado, que se hace en el aire, me dijo, como cosa hecha, sin arengas ni exordios:
Razonamiento liso de Umenos en que pide a Justina sea su esposa.      -Señora Justísima, si v. m. me quiere por su criado de las puertas adentro, para almohazar su mula, ensillar su yegua, lavar sus paños, coser sus sayas, y para otros oficios a esta guisa, aquí estoy, hágase su voluntad. Créame que no soy perdido sino de amores, y no por todas, sino sólo por voarced, a quien quiero por mi esponja.
     En parte me cayó en gracia el denuedo del hombre.
     Díjele que me dijese qué oficio tenía. Él titubeó algo acerca deste punto, pero como era descaradillo, limpióse de saliva y de vergüenza y díjome:
Finge Umenos tener muchos oficios y dícelos donosamente.

Torneador toreador, etc.

     -Una alma conjurada no puede negar la verdad, y así sabrá v. m. que no tengo un oficio, sino muchos, y son más que los del libro de Tulio. Mis oficios tienen tiempos, como el ganado pastos. Yo, al verano, torneo; al invierno, pongo en orden lanzas, garrochones y rejones para hacer lo que se ha de hacer en su tiempo, y aderezo garrochas pavonadas para toros, y aun si tomo un caballo entre manos, no hay quien dé mejor cuenta dél que yo. Hidalgo como el gavilán, que soy Mendoza, Guzmán, Cabrera, y de ahí arriba cuanto mandare. Soy vizcaíno, alavés, linda res y mozo que no me duermo en las pajas.
Dormir en pajas.
Empeño del pretendiente.      En esto último, bien sabía yo que mentía, porque me constaba que maldito el colchón tenía en su cama, sino que dormía ras con ras sobre las pajas de un jergón, a causa de que el colchón le tenía empeñado en casa de un sastre que le hizo coleto, ropilla y valones para seguir su pretensión. Yo bien adeviné que este mocito no traía caudal para ser admitido a tálamo y que todo era fruslería, mas con todo eso, no le quise responder de repente porque no me sucediese lo que a la diosa Delio, que queriéndola por mujer el dios Apolo, le desechó por verle que venía mal vestido, y a la ligera. Él pasó de largo, y cuando ella vio que llevaba tras sí todo el ejército del cielo por criados, arrepentida, juró hacer de ciertos a ciertos tiempos un gran llanto y vestirse de luto, y de aquí provinieron los eclipses y diluvios de Delio, que es la luna.
Jeroglífico de los eclipsis y diluvios de la luna, a propósito.
Es necedad de casaderas despedir pretendientes.      Ansí, yo no quise desechar a este pretendiente, lo uno, por lo dicho, que debajo de sayal hay al; lo otro, porque es ignorancia de damas casaderas despedir un pretendiente hasta que pique otro. Es cordura que nunca esté vacío el puesto, que taberna sin gente, poco vende. Mas ya que acudieron al reclamo otros opositores de más suficiencia y partes, yo, que estaba informada de las pocas deste barbiponiente espadachín, le llamé y dije:
Refrán a propósito.
Respuesta de Justina y declaración de los oficios del tornero.      -Señor, yo he pensado en aquel negocio que v. m. me dijo el otro día, y creo que conforme a la relación que v. m. me hizo, me engañaba en la mitad del justo precio. De veras que cuando v. m. me dijo que era torneador en verano, entendí que ocupaba v. m. el tiempo del verano en torneos y justas, y parecíame bien, porque el tiempo del verano, en el cual la sangre se dilata y los miembros se desencogen, es acomodado para los ejercicios belicosos, y yo no estoy mal con personas de esa profesión. Mas según soy informada, el tornear v. m. en verano es que v. m. es tornero, y en el verano tornea trompos para los muchachos. Y me han dicho que el poner v. m. en orden lanzas y garrochones, es que en invierno no tiene qué hacer sino aderezar estos instrumentos a quien se lo paga. Y lo de dar cuenta del caballo, según me han dicho, es que v. m., si se lo pagan, engorda los caballos con zanahoria, pan de linaza y aceituna, que dicho en buen romance, es que v. m. es tornero de niños, garrochero de bobos y almohacén de caballos. ¿Es ansí como lo digo y la fama lo canta?
Torneador de verano.
Tornero de trompos de niño.
Suma los oficios de Maximino.
     El bueno del alavés, que tenía muy poquita vergüenza, se quitó su sombrero y dijo:
Respuesta descarada.      -Sí, señora, lo mismísimo, está vuested en lo cierto; véalo voarced si le arma el mozo.
     Cuando esto oí, quisiera pelarle las cejas de puro enojo, mas templéme considerando que él hacía como discreto en buscar su remedio como mejor podía, y que yo era libre para hacer mi gusto, y por no perder ocasión ninguna que fuese dél, le comencé a dar un poco de vaya, y volviendo el rostro al sesgo como se usa entre matraquistas de la hampa, le comencé a decir veinte cosas.
Matraquea Justina al pretendiente y zahiérele con su misma información.

Fisga de que se llamó tornero.

     -Sor tornasolado (le dije), dígame por vida de ese banco de botonera y por esas barbas de oropel, ¿no halló otro oficio que más me cuadrase que el de tornero veraniego? Pues ¿tan amiga le parece que soy de maridos que tengan oficio de a pie quedo y de siempre en casa? Pues ¿no ve que siendo tornero de dos de queso, en faltándome qué hacer, le enviara por cuernos al Rastro para que torneara tinteros para toda la vecindad? Dígame, ¿tantos toros pensaba correr, siendo mi marido, que se ofreció de aderezar lanzas y garrochones con que torearlos? Consuélese con que sabe poner en orden caballos, que para cuando haya de salir de semejantes ocasiones tan avergonzado como corrido, estarle ha bien, y saldrá encima de esos caballos. Una cosa le quiero preguntar, y respóndame, que yo le doy licencia que me hable: ¿Por qué en aquella relación que me hizo de sus oficios, calidades y partes, no me dijo en qué le podía yo ayudar en aquel oficio de torneador veraniego? No hube bien preguntado esto, cuando el mancebillete me respondió sin maldita la pepita:
Fisga del aderezar garrochones para torear.
Fisga de que dijo daba cuenta de caballos.
Pregunta Justina de qué pensaba servirse della.
Responde sin vergüenza y echa pullas a Justina.      -Sora mía, yo la diré a voarced de lo que me había de servir si matrimoniáramos los dos. Habíame de hacer cordeles de cerro y amolar las puntas a los clavos de trompos y peonzas, porque los muchachos dejaran toda la ganancia en casa.
Enójase Justina con Maximino y hácele fieros.      Aquí confieso que me enoje en un si es no es, y me desprendí dos alfileres de la paciencia, y sin ellos y sin ella, le dije:
     -¡Muy pícaro de a ocho en cuarterón! Lo que ha de hacer es ir a buscar moza a Úbeda, donde son los buenos cerros, y busque una aguzadera de puntas de trompos en la manflota, que, Dios es mi padre, si otra vez me mira al rostro ni estampa el pie veinte y cinco pasos de mi puerta, le haga yo al trompero trompón, no sólo ir trompicando, pero tornearle las espaldas y sacarle la punta de la lengua por el colodrillo de esa cabeza de peonza.
Teme y huye Maximino.      Temióme sin duda el pretendiente, y imaginando que yo tenía de respuesta los diablos de San Antón, se encomendó al caballo de los pies.
Mujeres, ponen temor.      ¡Cosa rara, cuán en manos de una mujer está en coger y en descoger un hombre, ponerle hecho un ovillo y hacerle dar hebra! Ansí le metí a éste las cabras en el corral, como si yo fuera el gigante Golías.
Calidades de un capitán.

Mujeres, temidas y por qué. Jiroglíficos varios a este propósito.

     Mas no me espanto que nos teman los hombres, que -como decía el señor don Carlos- aquel capitán es más temido que sabe mejor vencer con paga y amor la voluntad de sus mismos soldados, y como nosotras pagamos a nuestros Roldanes en moneda de a dos caras, adelantadas las pagas, no hay hombre que no nos tema.
       Una vez oí en casa de unos caballeros, sobremesa, seguir este intento; y uno trajo a este propósito aquella pregunta común de que por qué causa a la fortaleza la pintan como mujer, y respondió diciendo que por la causa dicha. No me pareció cosa muy a propósito. Mejor dijo otro que salió con menos orgullo y más razón. Este prosiguió el intento, y dijo que para significar los antiguos cómo las mujeres somos valientes de acarreo y temidas cuando queremos, pintaron a la fortaleza en servicio de Venus, y que otro pintó a Venus que, yendo volando, arrebató la fortaleza y la llevó gran trecho a mal de su grado y la metió entre unos agrios peñascos convecinos de su jardín, y en estando en ellos, le quitó la capa a la fortaleza y la hizo que cavase y cultivase las peñas, plantando en su lugar árboles deleitosos, y edificase una fuerte torre; y añadió haber leído en muchos poetas que los más copiosos ejércitos del mundo los habían capitaneado mujeres, no por otra causa, sino porque la fortaleza viene a ser esclava del amor y las mujeres.
 
Mujeres valientes de acarreo. Jiroblíficos a propósito.
Sirven las berzas al amor.
     Y concluyendo la plática, dijo:
Descripción de las pagas de las mujeres.      -No se espante nadie que las mujeres sean temidas, que pagan sus soldados adelantado, trazan sosiego y pelean sin peligro.
     Este pretendiente se llamaba Maximino de Umenos, y sobre uno y otro apellido le dije algunos conceptos razonablejonazos, parte de los cuales puse al principio deste número, y parte está escrito en el envés de mi memoria, y, por no descogerla, me perdonarás el cuento.
 
APROVECHAMIENTO
     Los que pretenden casarse en estos tiempos mienten en su calidad y casi en todo, siendo el contrato que con mayor verdad se debe tratar.

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