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Capítulo tercero

De los pretendientes que ni quiero ni creo



 
Suma del número.
REDONDILLAS DE PIES ESDRÚJULOS
 
Refiérense los pretendientes que desechó Justina, que son varios.         Aquí verás junto al tálamo
     La celebérrima Phílide,
     Y festejar a Amarílide
     El amor con dulce cálamo.
        Aquí verás la matrícula
     De muchos míseros zánganos,
     Que con almas de canícula
     Tienen bolsas de carámbanos.
En fin, verás que amor, si es pobre y pícaro,
Alas da, pero son alas de Ícaro.
 
No consiste la hermosura en solas partes principales.

Aplícase al propósito.

     Así como en un cuerpo humano vemos que su hermosura no consiste toda en ojos, que eso fuera ser el hombre puente, ni toda en pies, que eso fuera ser copla, ni toda en brazos, que eso fuera ser mar, ni toda en manos, que eso fuera ser papel, sino que también requiere la hermosura que haya uñas, cejas, cabellos, vello y otros excrementos, así el conocer el honor de haber sido pretendida no consiste en que se conozcan los amantes admitidos tanto cuanto en que se conozcan los desechados, que son como excrementados. Estos han de honrar mi historia.
Los pretendientes desechados honran a las damas.      Estos desechados honran a las damas como espina a flor, como cabeza de tirano a pies de capitán, como cautivo acoyundado en carro de triunpho. Y créeme que pudiera hacer una historia entera de los varios sucesos que en mi breve doncellez me sucedieron, porque no hay duda sino que una moza, después que se embarca en el propósito de casar, es navío que compite con todos los vientos, derechos y traveses, altos y bajos, mansos y furiosos, y aun es como roca o muro de junto a mar, donde son tan frecuentes las olas, que por instantes unas a otras se van siguiendo el alcance, hasta que mansamente se quebrantan en la ribera, roca o playa arenosa; sino que hay olas que para ser apacibles es necesario que no salgan de madre y otras que para serlo es necesario que salgan de madre. Quédese ansí. Sólo haré, en general, alarde de mis aventureros pretendientes, porque decir en particular de todos fuera reducir a cuenta los átomos del sol, las estrellas del cielo, las gotas del mar y los mínimos de las cosas cuantiosas y continuas y los juramentos falsos de los mercaderes.
Mozas casaderas, compiten con todos los vientos.
Galanes a lo grave, desechados.      Unos de mis pretendientes poníanla gala en mostrarse graves, por parecerles que yo tenía algunas avenidas de toldo y entono grave. Estos pasaban por mi calle tan llenos de este almidón y tan embutidos de juiciazo, que parecían unos senadores de Atenas. De estos me reía yo mucho, considerando su corto entendimiento, pues no veían que el fuego corporal de las minas quita la gravedad a las rocas y peñas y las levanta desde lo ínfimo hasta la torre de Eolo, aligerando su peso, y ellos, siendo de pluma, presumen que el fuego interior de su amor los vuelve en piedras, peñas y rocas de gran peso.
Es necedad pensar que caben juntos gravedad y primor.
     No creo amor tan de a pie quedo, que es amor peñasquino, amor que para cuerdo es loco y para loco es cuerdo. No creo al amor, si ese es amor. Eso fuera creer que el amor sólo por bien parecer tiene saetas ligeras en las manos y en el cuerpo voladoras alas, y fuera pensar que el fuego enfría y la agua seca. No creo en el amor si ese es amor.
El amor, por veloz, tiene alas y saetas con plumas.
Galanes sólo galanes. Píntalos bien.      Otros daban en quererme enamorar por galas, y estos ponían todo su fin en ir muy entablados de espalda, a puro papel y engrudo; sobrepuestos de pantorrilla, a puro embutir calzas estofadas; asentados de planta, a costa de tacón delantero; borneadizos de empeña, a puro torcedor, y sobre todo descontentadizos de cuello, yendo siempre tomando el somorgujo hacia dentro, y finalmente, nunca contentos del asiento del vestido. Allí vi ser verdad que una de las necedades que están en la lista de España es que el galán español siempre se anda vestiendo. Mas no creo en amor, si este es amor, si no es que pensemos haber sido acaso el pintar al amor desnudo y como niño que no se sabe ni puede vestir. Al amante de veras no le ha de sobrar tanto tiempo para acordarse de su vestido, ni ha de ser su amor tan garrapato, que se quede en el vestido del mismo amante sin salir afuera. Eso llamo yo ser Narcisos de sí mismos y no amantes de sus pretendidas. Es su amor fuego de tan poca fuerza, que los enciende por de fuera, como a ungidos con agua ardiente, y por de dentro los deja fríos. Estos son amantes de entre cuero y carne, requebradores de boca de estómago y aun estomagadores de boca.
 
Amor, no atenido a vestidos.
Narcisos de sí mismos.
Enamorados de apariencia.      Otros daban en representarse enamoradísimos y derretidos. Estos iban por la calle como absortos y asustados, haciendo de su corazón Vulcano, y de su frente cielo, y de sus ojos rayos con que abrasar mi casa y persona. Y si les parecía no tan a propósito este ensayo, luego que me vían, mudaban figura, trocando sus guiños locos en un mirar piadoso y tierno, y con él iban mansamente repasando el espejo de mis ojos, y al trasponer de la calle, se cosían como pulpos a un cantón, tan sesgos y enteros como si hubieran venido por cuerda como cohetes. Y si acaso yo al descuido les daba una onza de mírame Miguel, allí era el alcachofar el alma y regraciar mi vista con tanto del meneo, que parecían sus rostros colas de mula rabona, ya ojialegres, ya elevados, ya hacia un lado, ya hacia otro. Aún destos me reía más, y no creo en amor, si este es amor. Amor que, antes de llegar a su punto, representa los extremos de su última perfectión, es como camuesa que sin estar madura huele y está amarilla; amor que sale primero a los ojos y a los meneos que a las manos, no creo en él; manos muertas y ojos vivos es imaginación y chimera de amor. Si con este éxtasis de contemplación tuvieran obra realengas, era entrar por camino real, mas esotras veredas no las conozco. Reniego del amor, si ese es amor. Creer que en mirar ventanas echa el amor su caudal es creer que sin fundamento pintaron al amor con los ojos vendados. Es risa pensar que está atenido el amor a mírame Miguel. No creo en amor, si ese es amor. El amor chapado cierra los ojos y abre los puños, encarcela la lengua y desataca la bolsa; en fin, es calentura, que tiene el pulso en las manos.
 
Galanes alcachofados.
Amor mal maduro.
 
Dios de amor, con ojos vendados.
Enamorados Roldanes.      Otros hubo que pensaron de Justina que se moría por Roldanes, y a esta causa pasaban por mi puerta con espadas de a más de la marca, hechos festones de armas, tozadas de instrumentos bélicos. Esto era de día que de noche todo era sacar lumbre de las piedras con los golpes de sus espadas, intentando ruidos hechizos. Uno destos me acuerdo pasó una vez, entre otras, por mi puerta, y antes de hacer su acostumbrada salva, comenzó a hilar y torcer los bigotes, metiendo el uno en la boca, mientras el otro se hilaba, y, torcidos ambos, dio un soplo que sirvió de goma para entiesarlos; tras esto, recorrió espada y daga y, finalmente, dando un rodeón al chapeo, alzó los ojos y dijo:
Enamorado valentón; necio.      -Reina mía, ¿hale enojado alguno? Que, ¡vive Dios!, que le acabe.
     Yo le dije:
     -Si me hubiera v. m. de matar a quien me enoja, no hiciera v. m. testamento, pero con todo eso, viva mil años para hacer reír a las damas.
Amante contentadizo reprehendido.      Con esto se fue él muy contento, y contaba por favor el ventanazo.
Necedad ser enamorado valentón.      ¡Oh, ignorantes, que pensáis que las damas viven de valentías y roldanajes! Eso es no saber que Cupido jamás ciñó espada ni daga, ni embrazó adarga ni escudo, ni empuñó lanza ni chuzo, ni jugó montante ni alabarda. Son dos cosas entre sí muy diferentes cursar valentía y profesar amor, que lo uno vive en el alma y es huésped del cuerpo, y lo otro vive en el cuerpo y sólo tiene por mesonera al alma. Es el amor humano, si está en posesión, noble, ahidalgado, manso, apacible, quieto, asentado y reposado. Pero la fiereza y braveza es rigurosa, avara, inquieta, impaciente, tirana, espantosa y formidable. De adonde saco que quien lleva el amor por estos cerros no conoce qué es amor, o es su amor cerril, que no puede ser domado menos que con albarda, y aún.
Cualidades del amor.
Recopila varios modos de pretendientes.      Ya quiero callar pretendientes de otras sectas por no hacer letanía de erradores. Callo los donaires que me decían algunos, tan fríos, que al llegar a mi ventana se volvían calamocos o pinganillos. No digo de los muchos billetes, que fueron en tanto número, que no se hacía empanada en el pueblo que no se sentase sobre ellos, ni rueca de vieja que no se enmitrase con un rocadero hecho dellos. Una moza tenía que ganó muchos ochavos a engrudar papel de estraza aforrado en billete, y a cuarto el rocadero rayado con bermellón hecho de teja.
Billetes de necios.
     ¿Qué diré de las músicas zorreras con que me hacían tornar a la memoria el olor del requieliternam con que me sahumaron en el entierro de Rioseco? Pues, ¿qué si contara los pretendientes rústicos que con su humilde bucólica aspiraban a la pretensión y cátedra de la pobre mesoneruela? Fuera un juicio contarlos. Mal digo fuera un juicio, antes fuera una gran locura. ¿Qué cuenta ni qué cuento he yo de hacer de amadores de estómago, indigestos de bolsa, mancos de manos, que piensan conquistar la torre de un corazón atacando el arcabuz de sólo papel de billete y pólvora de apariencias? Si no hay cosa que vale, no vale nada, y es tirar sin bala, que por eso se dijo: «Quien dispara sin bala nunca mata.» Tales amantes, ni los creo ni los quiero.
Desecho de amadores impertinentes.
Símiles de los amantes campanudos.      ¿Saben a qué los comparo yo estos amantes campanudos que hacen aparencias y no ofrecen? Parécenme que son como afinadores de órgano, que le templan y no le tocan; son como hombres de reloj, que amagan a quebrar la campana y sólo la hacen sonar; son como truenos, que hacen ruido y nunca daño; son como fuego, que guisa lo que no come; son, finalmente, como parras locas, que todo es hoja y el fruto no es ninguno. ¿De qué sirven accidentes sin sustancia, plumas sin carne, paja sin grano, apariencias sin verdad? Es disparate pensar que esto puede satisfacer a una mujer. Tal amor, ni le creo ni le quiero.
     Sí que a las damas las despierta el gusto, pero luego se queda como pulso de desahuciado. Es el dinero el plus ultra con quien todo crece y pasa adelante. Gustamos las damas que haya pasajeros por nuestra puerta, que no es buen bodegón donde no cursan muchos. Pero no es ese el finis terrae, que ya la gallardía, gravedad, señorío -y aun el gusto y el amor-, por pragmática usual se ha reducido a sólo el dar. Decía un licenciado soleta, mi amigo, que se halló en la batalla gramatical en que salieron muchos verbos con las narices cortadas, que el amor se declina por sólo dos casos, conviene a saber: dativo y genitivo. El primero por antes de casarse y el segundo por postre. ¡El diablo soy, que hasta los nominativos se me encajaron!
Sin el dinero, nada va plus ultra.
Amor, reducido a dinero.
El amor tiene solos dos casos.
El dinero da todas las partes al galán casadero.Discurso por lo que tienen las armas reales.      En resolución, el arancel con que hoy se miden las cualidades y partes humanas es el dinero. ¿Quiéreslo ver? El dinero, para ser hermoso, tiene blanco y amarillo; para galán, tiene claridad y refulgencia; para enamorado, tiene saetas como el dios Cupido; para avasallar las gentes, tiene yugo y coyundas; para defensor, castillos; para noble, león; para fuerte, columnas; para grave, coronas, y, en fin, para honra y provecho, es dinero, que quien esto dijo lo dijo todo. Un sabio dijo que el dinero tenía tres nombres, el uno por fuerte, el otro por útil, el otro por perfecto; por fuerte, se llama moneda, que quiere decir munición, y fortaleza; por útil, se llama pecunia, que quiere decir pegujal o granjería gananciosa y paridera, y por perfecto, se llama dinero, tomando su apellido del número deceno, que es el más perfecto.
     No anduvo mal este loador de la moneda; sin duda que era letrado o a lo menos escribano. De aquí podrás colegir mi seso y buen acierto, pues no andaba a lo loco, sino a lo cuerdo y aprovechado. Siempre tuve por dotrina cierta que los hombres, cuanto más calificados son, tanto son de mayor capacidad, cuanto más largos son de manos, que es señal que tienen grandes alas de corazón, pues les hace volar fuera de sí.
     Somos las mujeres como astrólogos, que las malas o buenas calidades las conocemos por las manos. Si el amor gana por mano, bésole las manos, y si en otra parte hace su manida, ni le creo ni le quiero.
 
APROVECHAMIENTO
     La mujer vana es terrero de necios en quien hacen suerte los locos y de poco seso, y el vano amante es vil esclavo, que en las minas de su proprio cuerpo y alma cava el azogue y metales para pagar el verdugo de sus gustos, que es la mujer a quien sirve y el proprio amor en quien idolatra. Y finalmente, no hay quien no compre el amor a dinero.

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