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Libro primero

intitulado LA PÍCARA MONTAÑESA

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Capítulo primero

De la Escribana Fisgada



NÚMERO PRIMERO
Del fisgón medroso
   

OCTAVAS DE ESDRÚJULOS

 

 

Suma del número.         Al comenzar Justina, entró Perlícaro,
     Llamado el matraquista, semi astrólogo,
     Miró a medio mogate, al uso pícaro,
     Y viendo un libro sin título ni prólogo,
     Hizo el columbrón y pino de Ícaro,
Da vaya un fisgón a Justina, sobre que se hace coronista de su vida.      Tosió, sentóse, y dijo: Yo, el theólogo,
     Condeno por nefando ese capítulo,
     Pues va sin nombre, prólogo ni título.
     ¡Ah, sora chronicona! ¿Ya es deífica?
     ¿No responde? Pues oya: es un mal pésimo,
     Que porque ha visto ya que no es prolífica,
     De en coronista el año quincuagésimo.
     Métase a bruja, que es arte más pacífica.
     ¿Qué aguarda? Ello ha de ser, y no al centésimo.
     Corrióse Justina, bravea como un Hércules,
     Aquel que dio famoso nombre al miércoles.
 
     Nació Justina Díez, la pícara, el año de las nacidas, que fue bisesto, a los seis de agosto, en el signo Virgo, a las seis de la boba allá.
     ¿Ya soy nacida? ¡Ox, que hace frío! ¡Tapagija, que me verán nacer desnuda! Tórnome al vientre de mi señora madre, que no quiero que mi nacimiento sea de golpe, como cerradura de loba. Más vale salir de dos golpes, como voto a Dios de carretero manchego. Quiero marchar de retorno a la panza de mi madre, aunque vaya de vacío, y estaréme uchoando de talanquera, que todo lo he bien menester para responder al reto de un fisgón, que, andando ayer cuellidegollado, ha salido hoy con una escarola de lienzo tan aporcada como engomada, más tieso y carrancudo que si hubiera desayunádose con seis tazones de asador. Y, para los que no le conocen, yo les pintaré su traza, postura y talle.
Ethimología del nombre de Perlícaro.      Llámase Perlícaro, a contemplación de una su doña Almirez, que por el gran concepto que concibió de sus buenas partes, le llamó Perlícaro, dándole nombre de perla por su hermosura, y el de Ícaro por la alteza de su redomada sabiondez. Mejor me parece a mí que fuera denominarle Perlícaro, de que en ser murmurador de ventaja era perro ladrador (que el perro símbolo fue de la murmuración por el ladrar, como de la lisonja por el lamer), y en el trato era pícaro, y de uno y otro se venía a hacer la chimera de un Perlícaro. Mas pase, que esto de dar nombres jacarandinos es pintar como querer.



Nombre de jaracandina, y entrada de Perlícaro.
     Entró el muy pícaro husmeando como perro perdiguero, jugando de punta y talón, como si pisara sobre huevos, deshombreciéndose por mirar lo que yo hacía, haciendo columbrones de sobre ojo con la mano sobre la frente, empinándose por momentos, al modo que los pícaros se realzan y alean de revuelto, cuando dicen que hacen los pinicos de Ícaro.
Los ademanes del fisgón.      Ya que confrontó conmigo y tuvo llena la barjuleta de lo que pensaba decir de repens, comenzó a retorcer y hilar un bigote más corpulento que maroma de guindar campanas, mirando de lado y sobre hombro, como juez de comisión a criados alquilones, torcido el ojo izquierdo a fuer de ballestero, cabizbajándose a ratos más que oveja en siesta, volteando la lengua sobre el arco de sus dientes con más priesa que perro de ciego cuando salta por la buena tabernera, con un si es no es de asperges de narices, hablando algo gangoso como monja que canta con antojos, y, a puntería, me habló así:
Matraca del fisgón que fisga. Fisga de que la misma Justina escriba su vida.      -Sora Justiniga, sora pícara en requinta, ¿de cuándo acá da en ser chronicona de su vida y milagritos? ¿Escribe la historia de Penélope, de Circe, de Porcia y de otras desta birlada? ¿Su vida guachapea? Bien hace, que quizá no hallará otro historiador que contara la vida de una persona tan necesaria como secreta. Pocos hubiera que a cuatro azadonadas de su leyenda no quedaran oliendo a pastel de ronda. Para coronista no tiene poco andado, que algún día habrá tenido más de cuatro coronas en su casa. ¿Tienes verecundia, coronista de Bercebuc? ¡Qué madre Teresa para escribir sus ocultos éxtasis, raptos y devociones! ¡Qué Eneas para contar a Dido cómo salió libre y sin daño de los abrasadores incendios de la tierra y de los recios infortunios y borrascas de la mar! ¡Qué César para comentar sus hazañas, indignas de que otro que él las tomase en la lengua o pluma, ya corta por envidiosa, ya larga por lisonjera! ¡Qué Esdras para contar la reparación de su pueblo, que obró con una mano y escribió con otra! ¡Qué Moisés para escrebir el Pentateuco sancto! ¡Maldita sea la manta que te escupió! Mas yo me perdono porque voarced me perdone, y me deje llegar otro palmito.
Contraposición de los que escribieron sus historias.

Eneas.

César Esdrás. Moisés.



Fisga de que había comenzado a contar su nacimiento.
       A buen tiempo llegué, señora niña, pues vine a punto en que, por mi gran culpa, la vi nacer envuelta en las pares de los dos oficios más comunes de la república. Pregunte a mamá si quiere que la enalbarde, con miel y huevos hueros, unas torrijas y haga por ella los demás oficios de partero. Mas ¿cómo no gritó su madre pariendo una hija tan grande? Aunque debe de ser que como v. m. es hija tercera, y su madre pare como descosida, la parió sin pujo, como quien se purga con pepinos. Dígale a su madre si quiere unas cuentas de leche para desenconar los pezones. ¡Dígaselo, ande, ea! Aunque no, téngase. No se tenga. La verdad en mi almario, que cumpliera todo lo que la he ofrecido, si su madre tuviera la mitad de años que v. m. alcanza por el presente. No se me enoje, daifa, que vengo enfermo de vómitos. Y aun ahora emprencipio.
 
Motéjala de alcahueta y a su madre de lo otro.
 
Llámala vieja.
Fisga de que el libro trata sin título ni prólogo.      Dígame (así se vea sin esa ruga que le hace la mamona en la frente), ¿en qué ley de historia trágica halló voarced que se puede comenzar un libro sin prólogo, ni capítulo sin título? Este capítulo ¿cómo puede ser capítulo sin cabeza? Este libro ¿cómo lo puede ser sin título, prólogo, ni sobrescrito? ¿Es este, acaso, el original del libro de los naipes? ¿Ella es la humanista? Por cierto, si no supiera más de otras humanidades que de estas escritas, pocas cuentas tuviera que rematar en el valle de Josafat.
Cuenta todas las artes y sciencias, y atribúyelas a sí el fisgón.

Segundo pecado nefando.

     En esto, tosió, y con gran astrondidad se sentó. Y, como si fuera un senador o concilista, dijo:
     -Digo yo, el licenciado Perlícaro, ortógrapho, músico, perspectivo, mathemático, arismético, geómetra, astrónomo, gramático, poeta, retórico, dialéctico, phísico, médico, flebótomo, notomista, metaphísico y theólogo, que declaro ser este primer capítulo y todo el libro el segundo pecado nefando, pues no tiene nombre, prólogo, ni título.
Tráele a la memoria una afrentosa purga con otras cosas de que se trata en el segundo tomo.



Desde los diez años.

     Señora suputante, la que fue nacida del año moquero, en el mes gatuno, ¿a cuántos números o capítulos piensa poner el de mi camarada el alférez Santolaja, llamado por otro nombre el moscón celibato, que fue su marido? ¿No ha de decirnos con muy buena corriente cómo la barqueó, y lo de la purga surrepticia con que le hizo aflojar las cinchas un coto? Avíseme cuando aportare a los arrabales deste capítulo, que yo le pondré de mi mano una o dos márgenes sacadas del río Letheo. Haréle una tabla señalando en ella los lugares comunes de su vida y leyenda, que todos lo han sido desde que su edad encontró con cero, y con la tabla le haré un par de cornucopias no malas. Y aun, si yo quiero, le haré un sotano (digo un soneto) para la cabezada de su libro, porque parezca madeja con cuenda, que, si llega a gozarla, no será la primera madeja de que goce. Y si voarced no quiere que su libro lleve pies ni cabeza, ahórquese en buen día claro, y aun esto no habrá lugar, porque si para colgarla no tiene cabellos, ni pies, ni cabeza, aun para ahorcada no será de provecho. Espéreme, que yo daré la postrer bocada luego, que no acierto a morir de súpito.
Fisga de su abolengo.

Motéjala de christiana nueva, y nota que a esta ni a otras injurias no responde, sino al llamarla vieja.

Motéjala de parlera y enredadora.

Segunda Celestina.



Falencio, enredador, vendía las tripas de su madre

     Díganos, madre Berecinta, si acaso es su intención traspalarnos su vida a enviones de capítulos y sorbetones de números, como si fueran las obras del buen S. Buenaventura (buena nos la dé Dios), ¿por qué se olvidaba los mejores dos tercios de su historia, lo primero, el abolengo de la christiandad de su padre, cuyos abuelos son tan conocidos que nadie lo puede ignorar, si no es quien no sabe que aquellos son christianos a quien dan el sancto bautismo, especialmente cuando son gente que lo hace a sabiendas? Lo segundo, ¿por qué no alegró la fiesta con la cascabelada de los abuelos de parte de madre, que si los pusiera en ringla sonaran más que recua encascabelada? Pues aun, sin estos dos líos, se olvidó otro muy perteneciente a su vida, declárome: ¿por qué calló su concepción, refiriéndonos por estupendísimo portento que supo callar los nueve meses que anduvo en el vientre de aquella su madrona, que en el cuerpo fue ballena y en el alma Celestina? ¿Tan poco le parece que hay que hacer en comprehender lo que hizo en el comedio de aquellos nueve meses de su taciturnidad increíble? Yo seguro que en toda aquella nuevemesada no anduvo ella queda, sino que hizo algún enredo allá en las tripas de su madre, como se escribe en la historia de aquel gran trapacista Falencio (todos somos historieros), el cual en los nueve meses que estuvo en el vientre de su madre, en estando ella dormida, le sacaba algunas tripas y se las iba a vender a las bodegoneras. ¡Ah mi reñona! ¿A nada responde? ¿Ya se nos hace deífica, después que tiene de historia lo que se podía digerir con dos de jirapliega? ¿No oye? No, que está muerta. Pues vaya de responso a humo muerto.
.

Llámala vieja y otras cosas con estilo satírico.      Ánima pecadora: sábete que si va a jeringar verdades por red de matraca, que me parece pésimamente que ahora des en esa flaqueza. ¿Cómo? ¿Ahora que había voarced de aprovecharse de su experiencia para ser maestra de principiántigas, y medio mundo, da en escriba? ¿Háse tardado toda su vida en hacer cortar plumas, tornear tinteros y bruñir papel, sin haber escrito cosa que sea de provecho, y ahora quiere en el más breve tercio de su vida guachapear historias? En fin, que después que la experiencia le enseña que no es prolífica, ni está de provecho para hacer oficios en derecho de nuestro dedo, ¿quiere dar tan en derecho de los suyos, que pretende sublimar en los cuernos de la luna una vida que ha tantos años que anda en los del toro? ¿Y para eso pone en cabeza de mayorazgo que nació en el signo Virgo, olvidándose que aquella hora hubo eclipsi entre Virgo y Capricornio, y quedó Virgo de lodo? ¿Halo por dejar oficios rencillosos y tomar oficio pacífico? Pues métase a bruja, que la mitad del camino tiene andado; ¿a cuándo aguarda? Ello ha de ser, pues es cierto que es v. m. tan diligente, que no ha de haber barranco que no navegue, ni mal paso por do no ande. ¿Por ventura, piensa ser bruja en el año matusaleno? No lo crea, que sería mucho durar vasija tan tresnada, que a mucho que pisa la soga ya se roza. Yo bien estoy, señora miadora, que después de ser quincuagésima de en carnestolendas, pero no historiógrafa. Según eso, ¿a cuándo aguarda? Diráme que es mocita la recién nacida. No medre don Perlícaro, si a buena cuenta, tomada el bisiesto en que nació hasta el presente en que estamos, no hace hoy cuarenta y ocho, tan justos como baraja de naipes, si ya no es que los cinco ceros y un cinco le vengan a plana ringlón por aforrarse con la mejor pinta de entrés.
Motéjala de que no ha sacado a luz ningún hijo.



Zayérela sus mismas palabras.

Llámala bruja.

Llámala vieja de cuarenta y ocho años.
Píntase una mujer que finge las causas de un enojo, y calla la verdadera.      Aquí puso mi paciencia el non plus ultra a la espera de la enfadosa matraca. Ya has oído lo que me dijo este alquilador de verbos. ¿Qué sería bueno que hiciese en este caso una matrona como yo? Enojarse a todo reventar. Y dirán: ¿de qué? Yo te lo diré, amigo preguntador, si me dejas tomar huelgo para el salto.
Cómo es antiguo dar matracas y vayas.

Antiguas son las fisgas y matracas.

     No se me hizo nuevo que hubiese matracas en el mundo, ni que a él viniese quien diese vayas, que el dios de amor las dio a la muerte en diferentes casos y en coyunturas en que el amor tomó por empresa los mismos muertos amantes que la misma muerte había señalado por triunfo de su vitoria. No me dio pena que fray Menos diese matraca a fray Más, pues en las historias consta que ha habido criados que se han puesto a dar matraca a príncipes, sus señores. Tampoco me pareció cosa indigna de pechos nobles sufrir vayas y fisgas de fisgones rateros y de medio mocate, que aun el águila, según vemos, muestra su realeza y condicionaza hidalga en estar muy paciente y serena cuando la corneja se pone, papo a papo, a partir peras con ella, y aun a hacer della burla con visajes y ademanes, sin que esto gaste un adarme de su paciencia. Tanto, que algunos philósofos griegos dieron esto por jiroblífico de la paciencia, a que su misma realeza les obliga a los monarchas.
Aun entre príncipes.
Dando y sufriendo matracas con sus inferiores. Propiedad del águila y corneja, a propósito. Jeroblífico de la paciencia de los reyes.

     Pues dirás, ¿de qué se enojó Justina? Dirélo. Cómeme el pelo. Ahora bien, yo lo diré a sorbitos, que los que enfermamos de corrimientos no podemos estar tan a punto como los otros. Vaya el primer sorbetoncito.
Píntase una mujer corrida que encubre estar enojada.      Enojéme, enojéme de que a tan mal tiempo y en tal mala sazón, como era al punto que tomaba la pluma en la mano para sacar mis partos a luz me hablasen a la mano. No ha salido mala la deshecha de mi enojo y no poco verisímil la razón de mi enfado. Y por si alguno pensare que la razón que he dado es christiana, verdadera y cathólica, yo la quiero confirmar, y sea con una fabulita que no yede. ¿Acuérdanse de la fábula de la zorra que, por otra causa semejante a esta, se enojó, como yo, y echó su maldición a una gata preñada en agosto, y desde entonces salieron los gatos agostizos desmedrados? Pues si no sabes la fábula, oye, que con la fábula de la zorra me destetó mi madre.


Fábula de la zorra, a propósito.

Enojan las burlas sin tiempo.

     Estaba la zorra en una ría, y como siempre anda a buscar de comer de lance, parece ser que quiso engañar a las sardinas para cumplir con su buen deseo de cuaresmar por agosto, y para esto dio en escribir una carta a las sardinas del mar. Escribió, y decía la carta así:
Carta escrita de la zorra para las sardinas con engaño.      «Señoras sardinas: el salmón, mi señor, besa a vuesas mercedes las manos, y dice que, por acá, en agosto hay frío en rostro, y así que vuesas mercedes se vengan acercando adonde suelen, que ahora es buen tiempo, entre siega y vendimia, que andan los pescadores en la labor del campo y le dan franco a vuesas mercedes. Por charidad, las amonesto que no aguarden a venir cuando suelen, que, como las han caído en el chorrillo, no dejarán piante ni mamante a quien no pongan cerco y maten (matados ellos se vean, que tan injustamente persiguen a vuesas mercedes). A mí no me va nada, mensajero soy del señor salmón. Pesarmeía de su daño, por lo mucho que me muero por vuesas mercedes, y también creo se morirán vuesas mercedes por mí. Y, con tanto, nuestro Señor guarde a vuesas mercedes de falsos y engañadores. Fecha en Alba a los Hígados de agosto.»
Retozo dañoso.      Ya que firmó su carta la hermana zorra, contrahaciendo la firma del salmón lo mejor que supo, una gata preñada que allí estaba (pareciéndole que la treta iba buena y que si las sardinas anticipaban su venida, ella y la zorra sacarían el vientre de mal año), de puro contento, comenzó a retozar, y el retozo fue tal, que repeló la zorra, quebró la pluma, borró el papel, y lo peor fue que puso la carta de máscara e imposibilitó el leerla. La zorra (viendo que se le iba el mensajero, que era la lamprea, y que tenía poco tiempo y menos papel), viendo su traza resuelta en retozos y su intento tan deshecho como su vientre desesperado, maldijo con todo su corazón a la gata y a cuanto en el vientre traía, diciendo:
     -Asados veas tus hijos como sardinas.
Por qué los gatos agostizos son frioleros.      Comprehendió la maldición a la pobre gata, y, desde entonces, salieron los gatos agostizos tan desmedrados y friolentos que, a trueco de calentarse, se ponen a asar como sardinas.
La gata acusa a la zorra.      Quejóse la gata criminalmente de la zorra ante el león, y dijo:
     -Muy poderoso señor: Yo, doña gata, digo: que tengo alquilados por un tanto todos los retozos de mar y tierra, sin embargo de que todo el linaje gatuno y todos mis antepasados han tenido ejecutoria desto y privilegios inmemorial. Y, siendo así, que (usando yo deste mi dicho privilegio y ejecutoria) cierto día retocé un poco con ciertas menudencias, la madre zorra me ha echado maldiciones que me han perjudicado a mí y a mis hijos. Por tanto, v. alteza me desagravie. Y pido justicia, etc.
     Dióse un traslado a la zorra, la cual, en descargo de la sobredicha acusación, dijo ansí:
Descargo de la zorra.      -Muy poderoso señor: Yo, doña zorra, digo: que, respondiendo al cargo que falsamente me impone nuestra hermana la gata, afirmo que (caso negado que yo la haya maldecido a ella y a su generación) no lo hice por impedirla sus retozos, que en esto ni entro ni salgo, retoce hasta que reviente, aunque fuera bien que una gata, que es gata de bien y ya madura y preñada, mirara cuán mal le está andarse ahora en retozos. Mas, pues dice que ha ganado privilegio o comprádolo, retoce; pero, señor león, cada cosa en su tiempo. ¿Es bueno que al punto que yo escribo mi carta y hago mi hacienda, y aun la suya, venga la hermana gata con sus manos lavadas y lo eche todo a mal? Antes digo que yo soy la agraviada y ella debe ser castigada con la pena del talión, como acusadora inicua, y pido justicia, etc.
Cada cosa en su tiempo.
Sentencia del león.      El león, como padre, en fin, proveyó una justicia de entre compadres, y mandó que la gata pidiese perdón a la zorra y no hubiese pleito entre personas de una profesión.
Aplícase a propósito que las burlas fuera de tiempo no son buenas.      A propósito, yo no digo que quien tiene por oficio el fisgar no viva de matracas, que es su oficio, como el de la gata retozar, Pero quéjome que haya venido a hablar a la mano a una persona cargada de concetos, a tiempo que comenzaba a parir y hacer hacienda, que fue tanto como helar sobre yemas de vid y ventear sobre cierna de espiga. Esta fue la causa de mi enojo para quien lo quisiere creer. Pero si va a no meter la verdad entre cachibaches, sábete que me enojé... ¿De qué? ¿Dirélo? Otra vez me rasco. Vaya: de que me llamó vieja de cuarenta y ocho años al menorete, y aun, si lo notaste, me llamó quin cuagésima, que es la edad en que las mujeres apelamos para Noé. Quiero decir: apelamos para decir que no es así, aunque nos metan el libro del bautismo en las niñas de los ojos, que antes nuestras niñas, por ser niñas, aborrecen semejante libro, que para ellas no es libro de vida, sino de muerte. Son burlas tan pesadas que no hay mujer, por athlantada que sea, que pueda llevar onza dellas. El querer que la mujer guste destas burlas es querer darle un burro para perro de falda y que guste de sus coces como si fueran paticas de un don Florisel lanudo. El que gusta de decir las semejantes gracias, es tanto como tener gusto de ver patalear las gentes, como hacía Perico de Soria, el de la aguja de descoser almas y tripas; es dar en lo vivo; es ser segundas parcas.
A duras penas dice la verdadera causa de haberse corrido. Mala burla, llamar vieja a una mujer. Decláralo con símiles. Niñas de los ojos.

     Pardies, yo me corrí. Enojéme, y hecha una onza de enojo y una arroba de cólera, le dije en esta guisa.
 
APROVECHAMIENTO
Cuál sea el fin del hablar.      Concedió a los hombres el Autor de naturaleza la política comunicación de palabras, y el uso dellas para ayudarse unos a otros en las miserias desta trabajosa peregrinación, para pedirse socorro en los trabajos, para alentar el amor del prójimo y de Dios, último bien nuestro. Pero los hombres ignorantes y viciosos adulteran la lengua y las palabras, usando dellas para comunicar entre sí mismos cosas frusleras y vanas, más proprias para calladas que dignas de salir a luz. Tales son las que en las fisgas y matracas usan de ordinario pajes, estudiantes, damas cortesanas y gentes de la factión de Justina y Perlícaro, como viste en el número pasado y verás en el siguiente.
Abuso de las conversaciones.
 
 
NÚMERO SEGUNDO
De la contrafisga colérica
 
Suma del número.

TERCETOS DE ESDRÚJULOS

 
Justina fisga del fisgón con mucha cólera, pero con mucha gracia, por el mismo orden que él fue fisgando della.         Justina está de cólera frenética,
     Por ver que la llamaron quincuagésima,
     Como si aquesto fuera ser somética
 
Desmiente al fisgón.      ¡Miente, remiente (le dije) el muy picaño!, que no tengo tantos años como matrícula el contador del diablo, y no porque sea burro de raza ha de retozar con los años, que es burla asnal.
Declara curiosamente cuán mal llevan las mujeres que su edad se declare.      Sepa que la edad de una mujer en teniendo cero es de cera para en caso de andar con ella. No sin causa, mandan los obispos que los años de una persona se queden en la iglesia, en el libro del bautismo, y guarden el libro los mismos curas que guardan los pecados en secreto, todo a fin que nadie ande ni toque ni se burle con los años de nadie. Y pues se precia de haber comido del salpicón de Silva de varia lectión, ¿parécele que fuera tan grave afrenta y maldición ser las mujeres estériles (según consta de las historias), si no fuera que la esterilidad es ajuar de viejas? ¿No sabe que aun los milanos, en sintiéndose viejos (corridos de serlo) no parecen entre gentes, y por no parecer, perecen de hambre? La culebra, por no parecer vieja, se mete en prensa de piedra, aunque le duela, y el águila demostola el pico por no parecerlo, y aun se echa a cocer en agua caliente para renovar sus plumas, porque tiene de coro el refrán que dice: padecí cochura por hermosura.
Salpicón de varia lectión.
Esterelidad, ajuar de viejas y cosa afrentosa. Tráese el ejemplo del milano, culebra y águila.
Refrán.
Los niños enseñan a aborrescer la vejez.      Y aun los niños le pudieran enseñar esto, pues, para significar cuán aborrecible es la vejez, dicen que el repelarles los cabellos por la parte más sensible y delicada (que es la mayor pena que ellos conocen) la llaman estira viejos.
Jiroblífico de la odiosidad a la vejez.

     Y pues v. m. toda su vida ha vivido a ratos perdidos, ¿por qué algunos de los que ha ocupado en leer cartispitis no los aplicó a leer que los griegos, para encarecer cuán odiosa es la vejez aun a los mismos dioses, dijeron que porque una vez entró a ver el cielo, mandó Júpiter que se hiciesen dos escobas de dos rayos y con ellas barriesen el sitio donde la vejez estampó sus plantas, como si su mal olor pudiera corromper lo incorruptible? Y las fábulas refieren que en la república de Gauja, una mujer riñó con dos verdades, llamada la una vieja sois, la otra fea sois, y, finalmente, no paró hasta que las acusó falsamente por sométicas, induciendo muchas mujeres que fuesen testigos; fue de modo que quemaron públicamente por sométicas las dos verdades. ¡Mire él, si yo fuera de las mujeres de aquel tiempo, a qué figurilla se habían puesto! Siempre estas verdades saben a nueces verdes.


Fábula al mismo propósito.  Verdades acusadas por sométicas.
Objetión contra lo dicho.

Respuesta.

Cuento a propósito.

     Diráme que, pues los hombres no se añusgan de que los llamen viejos, antes se afrentan de que los llamen mozos, tampoco es justo que Justina se enoje de que se lo digan. ¡Oh, qué gentil entablar para un penseque! Bien parece que no es hombre, pues no sabe en qué cae el serlo, ni dónde el hombre tiene el tuétano ni la mujer la cañada, y de ignorar estos principios le viene el errar los fines. Es como el otro desollador principiante que, en estando un animal sin orejas, decía que no se podía atinar dónde estaba la cola, porque la ignorancia de los principios es erradora de colas. Si quiere saber que lo que ha dicho allá entre cuero y carne no tiene entre sí más semejanza que un huevo con unas medias calzas, sepa que los hombres, sólo por tener derecho a enfadar de oficio, huelgan que los llamen viejos. Pero las mujeres, como huelgan de ser bonazas, provechosas, salsa de gusto, pollas comedoras, rabanitos de mayo, perritos de falda, por eso gustan de parecer mocitas y desgustan de que las llamen talludas.
Dos razones porque los hombres gustan de que los viejos, y no las mujeres.
Para qué fueron hechos el hombre y la mujer.      Y si va a hablar a lo gordo, como quien gobierna el mundo desde el banco del Cid, sepa que el hombre fue hecho para enseñar y gobernar, en lo cual las mujeres ni damos ni tomamos. La mujer fue hecha principalmente para ayudarle (no a este oficio, sino a otros de a ratos, conviene a saber:) a la propagación del linaje humano y a cuidar de la familia. De aquí nace (atención por charidad), de aquí nace que porque el varón en la vejez está más a propósito para el gobierno por estar más instruido y experimentado, lo mismo es llamarle viejo que decirle un requiebro, y le pesa encontrar con Jordanes que le remocen (digo de día, que de noche hay otro calendario). Por el contrario, la mujer, como fue hecha para ayuda de cámara, en viendo que los años se van de cámaras y los hombres las tienen por decírselo, ponen un gesto de pujo, y el llamarlas mozas o niñas es tañerles una almendrada. Y por eso dijo aquel gran trovador de las plateras:
Por qué no se corre el hombre de que le llamen viejo, y la mujer sí.
 
   Si quies gozar lo que goza,
Y lo que el sabio aconseja,
Llamarás moza a la vieja,
Carilla y niña a la moza.
 
Contrafisga a Perlícaro de que él es más viejo que Justina, y hace diligencia para parecer mozo.      Dígame, irregular, ¿hame visto dejar de comer nueces por falta de muelas?, ¿soy yo como él, que para refinar y ennegrecer la barba overa se peina con es carpidor de plomo, y no ve el pobreto que está como el puerro, con porretas verdes y raíces blancas? No gasto yo mi patrimonio, como él, en agallas, ferreto, nueces, granadas, piñones, mirra, salvia y lejía, con que hace ungüento y liga para que el rey negro restaure su barbacana.
Responde a lo de las rugas de la cara.      Y ya que le parece mal que yo sea historiadora de mi vida, no lo sea él de mis años, ni es bien que se meta en hacer cuentas justas un tan público pecador como él. Sepa que si parece que tengo rugas, es que cuando me enojo con hidarruines como él, hago alforzas en el rostro para embeber la cólera. Y créame que a no saber que ha poco que le hizo de corona el dueño de la montancha, Dios es mi padre, que le diera un cabe a vista de oficiales. Haga cuenta que no soy nacida y que en el vientre de mi madre me estoy todavía, que acá sabremos nacer y ser nacidas sin que nos madure ni partee el muy comadrero. Lo que podrá hacer es: a la señora su espada virginal la partee y saque del vientre de la vaina, que a fe de hija de agrio y nieta de dulce, que pienso que la vaina de la dicha durindana ha mucho años que está preñada, teniendo dentro en sí el intacto Joannes me fecit. Nacidas o por nacer, así nos quieren en nuestra casa.
 
Responde al ofrecerse a ser partero.
Llámale cobarde de espada virgen.
Responde a lo que la dijo de su marido, de quien se hace mención en el segundo tomo.      Y el capítulo del viejo yo le pondré de modo que le amargue y sepan todos cómo mi marido Santolaja, si fue moscón, le picó en las mataduras, y (aunque celibato) le bregó a coces la barriga al muy lebrón. Que si él tuviera sangre en el ojo (aunque parezca pulla el hablar así), no había que atreverse a mirarme a este geme de cara que Dios aquí me puso, ni a estos ojos pecadores, con los cuales le vi tender como cuerpo de notomía y darle más azotes que a pulpo en pila. Todo se andará.
Responde al aviso que le dio de que contase su concepción.      ¿Y quién le mete a él ahora en si cuento o no cuento mi conceta? ¿No sabe que los christianos ni tenemos nombre, ni edad, ni historia hasta estar bautizados, siquiera de socorro?
Hace ademanes furiosos contra el fisgón.      Aún podría ser que una sola cárcel que le falta de visitar le hiciese yo que la tresnase y me soñase. ¡Hola, hola!, ¡conmigo no! ¿Y hace gestos? Por el siglo de mis maridos, que le meta esta pluma por los ojos y le escriba con ella una carta en la piamáter, haciendo tinta de sus sesos, y le despache a las mil, de modo que esta noche llegue a cenar sus sesos con los sesenta caballeros que hundió la tierra.
Amedrentóse el fisgón.      Enojéme con tales ademanes, que se espantó el valentón, mostrándose tan liebre como yo libre. Y, más por costumbre vieja que por audacia nueva, retocó y espolvoreó la halda del chapeo, y mirándome con un ojo de vergüenza y otro de miedo, me dijo lo siguiente el medroso fisgón, entonando en vt:
Respuesta del fisgón.      -Perdone sarcé, sora Justisísima, que no entendí que tenía calafateada esa ánima de tan varia historia, ni entendí que voarced había acusado a la verdad por somética.
Amágale Justina con un chapín.

Huye, y va mirando atrás el fisgón.

     Al punto, baje la mano para desenvainar un chapín valenciano, mas él comenzó a huir y medir tierra a varas de pescar, y, de trecho en trecho, tornaba a mirar como ciervo acosado, cuidando si acaso se le aparecía mi chapín en forma de bala o lágrima de Moisén, que, en fin, los corridos, el nombre se lo dice, que tienen caras de tornillo para bornearse y pies de pluma para el traspontín.
Cómo un necio cansa.      Cansada quedo de acuchillarme con un necio, que es tanto como batallar con una fantasma, que para herir es furia infernal y para herida es aire. Y, por tanto, reservo para el día y capítulo siguiente el dar a mi libro cabeza, pues la mía, por ahora, está encalmada y bocinada de oír las dichas roncerías o rocinerías deste asnal mancebo, el cual (para que veas quién es), pretendiendo hacer su información para graduarse de cola en Alcolá, intentó probar que descendía de Balaán, y sacó en limpio que por línea recta descendía del asna de Balaán.
Probanza del linaje de Perlícaro.
 
APROVECHAMIENTO
     Algunas mujeres hay de tan poco peso, que les pesa de que las llamen viejas, y no porque les pese de carecer de fuerzas con que servir a Dios (que es la causa porque les debría pesar), sino porque, aun cuando el mundo y la carne les despiden de sus vanidades, no se quieren dar por entendidas. Y no sienten otras injurias, y sienten que les digan la verdad más cierta de cuantas hay.

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