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Capítulo segundo

Del abolengo alegre

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NÚMERO PRIMERO
Del abolengo parlero
 
Suma de todo el capítulo y número primero.
REDONDILLAS CON SU ESTRIBO
 
        Cada cual de sus abuelos
     Dan a Justina una cosa,
     Como a Pandora , la diosa
     Que emplumaron en los cielos.
     Melindres, el titerero,
     El suplicacionero, andar,
     El tropelista, engañar,
     Y locuras, el barbero,
     El mascarero, alegrones,
     Gaitero, quita pesares,
     Y el mesón, que pida pares
     Cuando le ofrecieren nones .
     Mas, ¿cuál será Justina,
     Cuál su sciencia ,
     Que es de tantos enredos
     Quinta esencia?
 
Curiosas semejanzas que declaran que el consejo que da un necio debe ser estimado.      Dicen que el consejo que da un necio es comparado al oro, porque es cosa de tanto precio, que no menoscaba su estima el hallarse entre lodo y cieno. Y asimismo el consejo, aunque se halle en la boca de un necio, es de gran valor y estima. Es también comparado el consejo que da un necio a flor que nace de abrojos, al sol de invierno, a la comida quitada de la boca de león, a la presa cogida a ave de rapiña, a invierno, que con lo que yela aprovecha, a la comida del puerco, que se vuelve en substancia regalada, al palo con que azotan el pulpo, que azotando aprovecha. Así, las palabras de un necio, aunque por ser de su boca enfadan y enojan, pero por ser consejo regalan y aprovechan. También el consejo que se da acaso es comparado al estiércol de ovejas, que queda acaso y hace gran provecho a la heredad.
Símiles del consejo dado acaso.
     ¿Dónde va S. Geminiano con sus símiles? Dígolo, porque ya que aquel necio importuno me dejó espinada, mordida, apaleada y estercolada, será bueno aprovecharme del consejo que me dio, diciendo que para que mi libro no fuese hombre sin cabeza ni madeja sin cuenda, contase mi abolengo. ¡Por vida de mi gusto, que lo he de hacer! ¡A fe, que les he de dar un alegrón de abuelos con que ande la risa al galope!
El que cuenta vida propria está a pique de mentir.      Mas ¿qué hago? ¿Historia de linaje (y linaje proprio) he de escribir? ¿Quién creerá que no he de decir más mentiras que letras?, que si el pintar (que es poco más que acaso) es al tanto del querer, el hacerse uno honrado (que es cosa tan pretendida), ¿quién habrá que no lo ajuste con su gusto, aunque sea necesario desbastar la verdad para que venga al justo? Decía un Guzmán intruso, caballero de don al quitar, camarada de un marido que me tuvo:
Abuso de poner armas.      -Nadie hay que tenga licencia para pintar armas en su casa, que no ponga un castillo y un león, que para esto basta ser castellano o leonés. Y si los oradores tienen licencia para dar el nombre de la cabeza a los pies, sin que se les pueda decir que juegan a punta con cabeza, también pueden los vasallos aplicar para sí los títulos reales, pues todos somos miembro de rey.
Cuento a propósito.      Viene muy a cuento el de un sastre, natural de la provincia de Picardía, el cual vino a ser rico, y se llamó Pimentel, y puso en la portada de su casa un muy fanfarrón escudo de piedra y en él las armas de los Pimenteles. Tuvo soplo de esto la justicia (que quizá fue la fragua símbolo de la justicia, porque la una y otra cosa se gobierna a soplos), y mandóle que, o borrase la pimentelada, o declarase la causa de haberse armado caballero tan de cal y canto y puesto las venerables veneras de los Pimenteles, no habiendo para ello otro fundamento que el haber sacado la piedra de la cantera de su rollo.
     Respondió el caballero sastre:
Con cuán poco fundamento se ponen armas.      -Señor, las razones que me han movido a que lo escrito sea escrito son tres: la primera, que el cantero las puso; la segunda, porque me costó mi dinero; la tercera, que lo mandé hacer por mi devoción y en memoria de las muchas veneras que traje en mi sombrero, yendo y viniendo en romería a Sanctiago tres veces, en los cuales viajes me hice rico con limosnas , y en agradecimiento y reconocimiento pongo estas veneras. Y el que me quisiere quitar mi devoción no está dos dedos de hereje.

     El juez, que era christiano temeroso, respondió:

     -¡A la Inquisición, chitón!

     Y el sastre se salió con lo que quiso.

     Así que todos se salen con poner las armas que pueden pagar, en especial los que son de la mi provincia de Picardía. Y si los pedís razón, cumplen con un pie de banco y con que les costó su dinero. ¿Qué será lo que tan poco cuesta como escribir uno de su linaje lo que soñó? Como el otro, que dijo haber descendido su linaje de la casa de los reyes de Aragón, y fue porque algunos de sus antepasados, mozos de caballos de la Casa Real, huyendo, de miedo de sus amos, se hicieron descolgar en unos cestos desde la muralla abajo, y esto fue descender de la Casa Real.









Abuso en tomar blasones de linaje.
Un parecer, que sólo hay dos linajes en el mundo.      Pues, ¿Qué en este tiempo, en el cual en materia de linajes hay tantas opiniones como mezclas? Verdad es que algún buen voto ha habido de que en España, y aun en todo el mundo, no hay sino solos dos linajes: el uno se llama tener, y el otro, no tener. Y no me espanto, que la codicia del dinero es mondonguera y hace morcillas de sangre de toda broza, por ser toda de un color. Y cierto que no es de espantar que haya tantas opiniones de un linaje, porque después que en una casa entran cuatro o cinco mujeres, cada cual con su suerte, con pan de diezmo o con morcilla rellena, ¿quién atinará cuál es lo gordo, cuál es lo magro, cuál es el piñón, o cuál es el ajo o calavera? Bien haya el tiempo que hacían la torre y el que alcanzó el mundo antes de ser pasado por agua, que en aquellos tiempos todos eran guzmanes y todos eran villanos. Y así, los escritores que se quieren engrandecer toman de atrás el salto, acógense a la torre de Babel o al arca de Noé y salen tan godos como Ramiro Núñez.
De un linaje hay diversas opiniones.
En otro tiempo no había más que un linaje.
El buen pícaro halo de ser por herencia.      Empero, esto de sacar su piedra de la cantera de la torre o del archivo de Noé no se entiende con la escritora que se intitula Pícara, pues para fundar su intento, debe probar que la picardía es herencia; donde no, será pícara de tres al cuarto.
Los fundadores de casas grandes preciáronse de venir de dioses y madres vírgenes. Padres de Rémulo.

Padres de Eneas.

     Y si alguno pensare que por el mismo caso que me hago fundadora de la picardía, se cree de mí que, así como todos los fundadores de casas grandes se preciaron de altísimos principios, así yo me he de hacer de a par de Deus, ¡no, no! No fundo yo Roma, para decir de mí (como dijeron los romanos de Rémulo, su sanguinolento fundador) que soy hija de Marte, nacida por el costado de Ilia,virgen incorrupta; que si Rómulo fue de casta de dolor de costado, la fundadora de la picardía es de casta de dolor de piedra, que acude a las vías de la vejiga, que es camino real. No quiero yo fundar la replública latina, como Eneas, de quien fingieron ser hijo de los dioses, aunque no se le lució, cuando, al salir de Troya, se aperdigó para asado, y, al entrar en Italia, para cocido. Que la pícara nació de las tejas abajo, como tordo. No fundo la escuela de Platón para fingir (como fingieron dél sus discípulos los platoncillos) que nací de una sombra y de la intracta virgen Perictión. Hijo le hicieron de virgen y de sombra. Era agudo. Debía de ser hijo de alguna doncella relamida, y su padre debía de ser de a sombra de tejado, y, por eso, cátale hijo de como Budda, para decir de mí, como mintieron dél, y de Celso, y de Aureoto y Cecloponto, que fueron hijos de vírgines sombra. No soy de casta de sueño, que nazco a la sombra. No fundo yo la escuela de los gimnosofistas, incorruptas, como si el parir fuera rebueldo o estornudo. Ni soy tan hereja ni tan necia.
Padres de Platón.


Padres del príncipe Budda y otros fundadores diversos.

Es mentira necia el fingir tales principios.

     Pregunto: ¿de qué les sirvió a las palomas el honrarlas los poetas con decir que son abuelas de Eneas y madres o hijas de Venus?, ¿por ventura, por eso, túvoles más respecto el pan en que las empanan o el asador en que las asan? Pues ¿de qué le sirve a la pícara pobre hacerse marquesa del Gasto, si luego han de ver que soy marquesa de Trapisonda y de la Piojera y condesa de Gitanos?
Los ridículos fundamentos que hay para tomar los hombres los apellidos honrados.      Yo confieso que este es un tiempo en que el zapatero, porque tiene calidad, se llama Zapata, y el pastelero gordo, Godo; el que enriqueció, Enríquez, y el que es más rico, Manrique; el ladrón a quien le lució lo que hurtó, Hurtado; el que adquirió hacienda con trampas y mentiras, Mendoza; el sastre, que a puro hurtar girones fue marqués de paño infiel, Girón; el herrador aparroquiado, Herrera; el próspero ganadero de ovejas y cabras, Cabrera; el vaquero, rico de cabezas irracionales y pobre de la racional, Cabeza de Vaca; y el caudaloso morisco, Mora; y el que acuña más moneda, Acuña; quien goza dinero, Guzmán. Todo esto, y más que yo me sé, pasa hoy día, pero norabuena pase, que esto y mucho más merece el dinero. Pero la ilustrísima picardía no va por esa derrota, porque eso es querer engualdrapar las verdades.
     Ea, Justina, ya que no quieren veros nacer monda y redonda, sino que vais con raíces y todo, para que adonde quiera que os planten deis fruto, decid vuestra prosapia; vean que sois pícara de ocho costados, y no como otros, que son pícaros de quién te me enojó Isabel, que al menor repiquete de broquel, se meten a ganapanes. Una gente que en no hallando a quien servir, cátale pícaro, y, puesto en el oficio , vive forzado y anda triste contra todo orden de picardía. Yo mostraré cómo soy pícara desde labinición (como dicen los de las gallaruzas), soy pícara de a macha martillo.
Cada cual se ha de preciar de su oficio.      Dijo un labrador de Campos, de los del buen tiempo, a mi padre:
     -Señor Díez, acá, entre los labradores, tenemos por nosotros, que el macho, para ser buen macho, ha de ser bien amachado , el caballo bien acaballado, el burro bien aburrado y el labrador, para ser buen labrador, bien alabradorado.
     Aquí entró mi padre, y dijo:
     -Y el mesonero bien amesonerado .
     Aquí entra Justina, y dice :
     -Y la pícara bien apicarada.
     Por lo cual no enmantaré cosa que a nuestra picardía pertenezca.
Padre de la Pícara Montañesa, de Luna. La madre de Cea. Cuba de Sahagún.





Descripción de Cea.

     Nació mi padre en un pueblo que llaman Castillo de Luna, en el condado de Luna, y mi madre era natural de Cea. Y si no saben dónde es Cea, yo se lo diré: es Cea junto a Sahagún, es Sahagún un pueblo donde reside una reverendísima cuba, la cual, como casi siempre está tan vacía como hueca, da en entonada, y dicen que la deben trigo y centeno, el cual se le paga siempre. A lo menos, después acá que pasó el año del muermo, digo, del catarro, nunca la hincheron de líquido, sino de trigo y centeno. Aquel año de la moquera se hinchó de mosto, y cupo tanto en ella, que molió un molino con él. ¡Bravo espectáculo!, ¡qué sería ver salir sangre de aquella hermosa ballena, herida por las manos de algún inhumano modorro de ropa parda! Y si no conocen a Cea por la cercanía de esta dama, yo se le pintaré. Es Cea un pueblo que está en dos tercios, como lío de sardina. Otros dicen que parece puramente alforjuelas, en razón de que al principio y al fin del pueblo están muchas casas apiñadas y en medio está una puente, que es la faja con que se traba el alforjuela. A lo menos, si las mujeres de aquel pueblo diesen en ser mal entalladas y alforjadas, excusa ternían, por nacer en una villa que parece molde de alforjas. Finalmente, es Cea una villa llana como la palma, no de la mano, sino de las que llevan dátiles. De aquí colegirás, letor christiano (y aunque seas moro colegirás lo mismo) que siendo mi padre natural del Castillo y condado de Luna, puede decir la pícara Justina que de parte de padre es lunática, a pesar de su colodrillo, y siendo de Cea mi madre, podré decir que de parte de madre soy ceática, a pesar de mis caderas.
Justina, lunática y ceática.
     Mas por no torcer el orden de una generación tan importante, diré primero de mis abuelos machunos y hembrunos y luego diré de mis padres. Ello, yo no sé por qué mi padre no me llamó la torda o la papagaya, pues mis padres todos tuvieron oficios que no eran nada deslenguados, antes eran el crisol de la parla. Pero llamáronme Justina porque yo había de mantener la justa de la picardía, y Díez, porque soy la décima esencia de todos ellos, cuanto y más la quinta.
Abuelo suplicacionero.      Fue mi padre hijo de un suplicacionero, el cual, en barajas y cestos y gastos de bergantines cosarios traía más de cincuenta escudos en trato. Él fue el que inventó traer los criados barajas, y por eso le llamaban, por mal nombre, el de Barajas. Él fue el que inventó el echar la buena barba y compuso el terlincampuz de tabla a tabla. En su tiempo, los que ahora se llaman barquillos, se llamaban suplicaciones, porque debajo de cada oblea iban otras muchas que hacían una manera de doblez, mas las de ahora, como no tienen doblez debajo, sino una oblea desplegada en forma de barco, llámanse barquillos. Es vergüenza, todo está sofisticado.
El inventor del terlicampuz.

Nombre de suplicaciones y barquillos.

     Este mi abuelo enviaba todos sus ministros y agentes con general licencia, para que, en campo raso y cuerpo a cuerpo, aguardasen a todo jugador de primera y quínolas, mas no de otro juego, atento a que cartas conocidas (cuales eran las que daba él a los suyos) para ningún otro juego valen lo que para éstos. En los puntos de los naipes tenía notables cifras y había buenos discípulos de cifra. Por oírle echar una buena barba y repicar un terlincampuz se podía ir tres leguas a verle uno, aunque fuera ciego. Murió en Barcelona, a la lengua del agua, y con su lengua, a lo menos, por su lengua, hubo palabras con un rufo, el cual le echó de un traspontín abajo, y aunque puesto de rodillas le hizo suplicaciones, el rufo le hizo barquillo en el agua. No era muy malo este oficio para una espía doble o un enfermo de bazo, pero mi padre no se aplicó a él, porque era barrigudo y pesado, y así, de ordinario, se estaba recogido en casa de su padre, cosiendo monteras y aderezando banastas para los bergantines yentes y vinientes que sulcaban el asturiano seno.



Naipes de suplicacionero. Muerte del suplicacionero.
Bisabuelo titiritero, gran parlero.





Muerte del titiritero.

     Mi bisabuelo tuvo títeres en Sevilla, los más bien vestidos y acomodados de retablo que jamás entraron en aquel pueblo. Era pequeño, no mayor que del codo a la mano, que dél a sus títeres sólo había diferencia de hablar por cerbatana o sin ella. Lo que es decir la arenga o plática era cosa del otro jueves. Una lengua tenía arpada como tordo, una boca grande, que algunas veces pensaban que había de voltear por la boca. Daba tanto gusto el verle hacer la arenga titerera , que por oírle se iban desvalidas tras él fruteras, castañeras y turroneras, sin dejar en guarda de su tienda más que el sombrero o calentador. ¡Malogrado deste cuitado!, que, como parecía gurrión o pardal, dio en aparearse y agarrarse tanto a hembras, que después de haberle comido los dineros, vestidos, mulos, títeres y retablo, le comieron la salud y vida y lo dejaron hecho títere en un hospital. Cuando quiso tomar y, morirse, dio en frenético, y desenfrenóse tanto, que un día se le antojó que era toro de títeres y que las había con una cruz de piedra que había en el zaguán del hospital, y después de hechas algunas suertes en su camisa y en otra de la hospitalera, embistió con la cruz de piedra, diciendo:
     -¡Apera, que te aqueno!
     Y embiste con mi cruz tan fuertemente, que se quedó allí al pie de la letra.
     La hospitalera era simple y bonaza, y viéndole morir así, decía:
     -¡Ay, el mi bendito, al pie de la cruz murió hablando con ella!
     Este abuelo nos dejó un pesar, y es que algunos bellacos, por hacer mal a sus sucesores, nos dicen que nuestro abuelo se mató en la cruz.
Terterabuelo tropelista de masicoral.      Mi tercer abuelo de parte de padre alcanzó buen siglo; fue de los primeros que trajeron el masicoral y tropelías a España . Casó con una volteadora, gran oficiala de todas vueltas y larga de tarea, la cual, con morir de más de cincuenta años, después un año tísica, murió volando. Su marido no quiso casarse más por no ver volar más mujeres. Ganó tanto dinero al oficio, que hombres muy honrados y muy estirados le quitaban el sombrero; y es esto tanta verdad, que un hombre, tan honrado que le sobraba un palmo de honra sobre la cabeza, y tan estirado que murió en la horca, un día quitó a mi tartatarabuelo el sombrero, de tal modo que por pocas le quitarala vida a vueltas del sombrero. Fue el cuento que mi terterabuelo estaba un día haciendo una tropella llamada los nueve pasajes de embudón, y por donaire (que era amigo de decirlos), dijo a fuer de gitano:
Riña del tropelista.
     -¡Garda la bulza!
     Y armó cierta mamona a una faltriquera.
     Oyólo el hombre (que era honrado por parte de su mujer), y creyendo que de veras había montería de bolsas, dio un torniscón a mi tropelista en la cámara de popa, con que le derribó solas dos muelas que le habían quedado de resto en el juego de las encías, y, de recudida, el sombrero que tenía en la cabeza y, dentro dél, la mitad del oficio. Era desgraciado en riñas, que de ahí a poco en una se le cayeron todos los dientes; y fue el caso que, por decir otra gracia, le sucedió otra desgracia en que a cierto roldanillo ratero se le deslizó un puño de dedos y, como habían de dar en otra parte, le dio en los dientes y quedaron vacantes las encías. El pobre tropelista (como aun para hablar entre dientes no tenía resto), viendo que no le podían entender palabra de las arengas, más que si las tropelías fueran arábigas, se fue, de corrido, a una granja de Guadalupe, donde entendía en pasar higo, y el sol de Guadalupe, como le vio un día en una higuera, redondico, arrugado y negro, pensó que era higo pollino y pasóle desta vida a la otra. Tres días después de muerto le tuvo el sol en la higuera, holgándose con él, y los tordos gorjeando al redor , que no tuvo otros parientes más llegados que celebrasen sus exequias.
 
 
 
 
Muerte del tropelista.
Abuelos de Justina en el catálogo de Crino.      De los otros abuelos de parte de padre, no sé otra cosa más de que eran un poco más allá del monte Tabor, y uno se llamó Taborda. Y así, si no se hallaren en este catálogo, hallarse han en el que hizo el presidente Cirino, que ellos y los chuzones están en una misma hoja.
     Los parientes de parte de madre son christianos más conocidos, que no hay niño que no se acuerde de cuando se quedaron en España por amor que tomaron a la tierra y las muestras que dieron de christianos, y con qué gracia respondían al cura a cuanto les preguntaba. Luego los besarás las manos.
     Ves aquí el abolengo parlón de quien nació Justina parlona. Sólo les hago ventaja a mis abuelos, que ellos parlaban cuando el oficio lo pedía, pero yo a los oficios mudos hago parleros.
APROVECHAMIENTO
     No hay perdición ni libertad cuyo principio y fomento no sea la demasiada parlería.
 
NÚMERO SEGUNDO
Del abolengo festivo
 
Suma del número.
GLOSA
 
Nace y vive y trota al son.
Siempre engendra un bailador
El padre tamboritero ,
Pero siempre con un fuero;
Que si acaso da en señor,
Se torna siempre a pandero.
Y porque estos aranceles
No tuviesen excepción,
Justina (que en conclusión
Es hija de cascabeles )
Nace y vive y trota al son.
 
Las hijas heredan de los padres todo cuanto en ellos hay.

Herencias de Eva.

     Tengo por averiguada cosa que los hijos no sólo heredamos de nuestros padres los malos originales y los bienes naturales, pero malo y bueno lo barremos, aunque no sea natural, especialmente las hijas, que el día que nos casan barremos la casa, y el día que nacemos, del cuerpo de Eva heredamos las mujeres ser gulosas y decir que sabe bien lo que sólo probamos con el antojo; parlar de gana, aunque sea con serpientes, como quiera que tengan cara y hablen gordo; comprar un pequeño gusto, aunque cueste la honra de un linaje; poner a riesgo un hombre por un juguete; echar la culpa al diablo de lo que peca la carne, y, finalmente, heredamos comprar caro y vender barato. Y no me digas que estos males se heredan, porque de puro usados se hacen connaturales, y por eso se heredan como naturales. Cree que no es ansí, sino que viejo y nuevo, natural y accesorio, todo lo heredan los hijos . Leonción, médico famoso, pintó los hijos como quiso, sólo con mirar atentamente una hermosa imagen de Venus y Cupido un poco antes de el conflicto maridable. Las preñadas imprimen en los hijos la señal de una flor, si la huelen con intensión. Yo he leído que es cosa muy natural que, si las ovejas poco antes de concebir miran con intensión varas descortezadas, saldrán los corderos manchados. Pero en las cosas racionales hay más notorios ejemplos: una ama ladrona crió con su leche a un emperador, y salió tan inclinado a hurtar, que por satisfacer su inclinación hurtaba; pero, para remediar este daño, pregonó el emperador que cuando, se hallase faltar alguna hacienda mueble a algún cortesano, la primera diligencia que hiciese la justicia fuese buscarla en su imperial palacio. Nise, mamólo en la leche.
Tácita obiecto.
Ejemplos de muchos que heredaron de sus padres y amas cosas muy particulares de las costumbres citadas. Cosa natural el salir corderos manchados, cuando las ovejas miran cosas varias.
Justina muestra cómo sus inclinaciones son heredadas.      ¿Adónde vas, hermana Justina, cargada de prólogos de bulas? ¡Ay, hermano lector! Iba a persuadirte que no te admires si en el discurso de mi historia me vieres, no sólo parlona, en cumplimiento de la herencia que viste en el número pasado, pero loca saltadera, brincadera, bailadera, gaitera, porque, como verás en el número presente, es también herencia de madre.
Abuelos maternos de la pícara. Un tamboritero, un barbero y un mascarero, a los cuales imita en la condición.      Hallarás en el discurso desta historia que soy cofrada de la ventosilla, que antes me faltará el huelgo que un cuento. No te escandalice, que tengo abuelo barbero. Colegirás de mi leyenda que soy moza alegre y de la tierra, que me retoza la risa en los dientes y el corazón en los hijares, y que soy moza de las de castañeta y aires bola, que como la guinda y, por no perder tiempo, apunto a la alilla. No te espantes, que tuve abuelo tamboritero, a quien no le holgaba miembro. Verásme echar muchas veces por lo flautado; no se te haga nuevo, que tuve abuelo flautista, y parece nací con la flauta inserta en el cuerpo, según gusto della. Verás, finalmente, varios enredos, trajes, figuras, estratagemas, disimulos y solapos. No te espantes, que soy nieta de un mascarero y, como tengo dicho, de los padres, madres y lechonas (digo, de las que nos dan leche) chupamos, a vueltas de la sangre, los humores y costumbres, como si fuéramos los hijos esponjas de nuestros ascendientes.
     Vaya de abolengo festivo, que harto hago no le intitular el loco. Y sí hiciera, si no fuera porque no me dijeran que les ensucio el oficio, como dijo el hijo del zapatero, cuando, mientras fue a su padre con un recado, un pasajero se ensució en la esportilla; tornó abajo el muchacho, y hallando el mal recado, comenzó a dar voces, diciendo:
     -¡Padre, que nos han ensuciado el oficio, aquí del rey y del papa!
Abuelo barbero, y sus inclinaciones.      Fue, pues, el padre de mi madre, mi abuelo, y era barbero, el cual, de solas figuras de monas, gatos muertos, armas de túmulo y retazos de monumentos, tenía empleados en su tienda más de seis docenas de reales; y aunque en casa no había seso, había muchas bacías, y aun no había cosa en casa que no lo fuese, en especial su bolsa , que siempre repetía para bolsa de arrepentida jamás hizo la barba a un hombre que le faltase cuento. Almohaba una guitarra por extremo; vez hubo que, por hacer las crines al potro rucio, desechó buenas barbas de su tienda. Muerto por comedias, y ¿cómo muerto?, en Málaga, saliendo a representar la figura de Móstoles, cayó una teja de un tejado que le desmostoló.
 
Muerte del barbero.
Bisabuelo mascarero y sus inclinaciones.      Mi bisabuelo era mascarero, y aun más que carero, que era carísimo. Vivía en Plasencia, donde ganó en alquileres de máscaras, cascabeles y aderezos de farsas muy buenos reales. En lo que él solía echar mucho clavo era en la cuenta de los cascabeles que daba a los danzantes de las aldeas, porque los buenos de los labradores, como venían con gran prisa de llevar los vestidos para ponerse galanes, malcontábanse, porque, al llevar, contábanse a lo sordo, y al traer, contábanse de sorna, y con esto pagaban la cascabelada. Su mujer, a ratos perdidos, hacía aloja, y por dársela un día a su marido en otro rato perdido, perdió el marido: porque por dársela muy fría de nieve la aloja, le alojó el ánima desta vida a la otra, que todo es barrio y pared en medio, y no muy gruesas las paredes.
Muerte del mascarero.
Terterabuelo y gaitero, y sus costumbres.      Mi tertarabuelo materno fue gaitero y tamboritero, vecino de un lugar de Extremadura que llaman Malpartida, que es un lugar que, con estar junto a Plasencia, no simboliza con él más que si Malpartida fuese lugar de la China. El día de las danzas de el Curpus, o en cualquier otro de alegría, el que llevaba a este mi abuelo no pensaba que hacía poco. Hacía hablar a un tamborino, dado que algunas veces hubo menester hacerle que callase algunas tamboriladas, que, si las parlara, fueran más sonadas que nariz con romadizo. No había moza que no gustase de tenerle contento y ser su parroquiana, teniendo muy en la memoria aquel refrán que dice: a ruido de gaitero érame yo casamentero.
Tamboritero casamentero.
     No le holgaba miembro; con la boca hacía el son al baile y, al de el matrimonio con los ojos. A un volver barras, sacara él de la lunada de un corrillo una sartenada de novios fritos. Verdad es que no eran los matrimonios de aquel tiempo tan campanudos como los de éste, en el cual son necesarios muchos arrequives para matrimoniar de modo que aproveche. Por cierto, con más propriedad le pudieran llamar a mi abuelo muñidor de matrimonios que tamboritero. Y todo lo hacía el mi bendito por ganar un real y dejar a sus hijos bien puestos; y salió con ello, pues nos dejó un tamborino relleno de tarjas, que para aquel tiempo era un tesoro. Y porque gatos de dos pies no goloseasen la cañada de el tamborilete, le tenía el mi buen Arias Gonzalo colgado en una estaca muy alta, como atambor ganado en buena guerra. Y decía el buen viejo, con grande desimulación, que no descolgaba aquel tamborino porque era vínculo heredado de su padre, fulano Garzón, tamborinero también de fama, y que le tenía por consuelo de su memoria, y que el día que no le viese, no estaría en sí, y que quería más aquel tamborino roto y remendado que cien sanos. Y, de cuando en cuando, dábale golpecitos, y decía:
El tamborino de Malpartida.
     -Más valéis vos, Antona, que la corte toda.
     Todas verdades apuradas.
Muerte del tamborinero.

     Este murió de desgracia; y fue que, yendo un día de Corpus como capitán de más de docientos tamborileros que se juntan en Plasencia a tamborilar la procesión, tañendo su flauta y tamborino, bien devoto (a lo menos, bien descuidado de lo que podía suceder), sucedió que andaba de bardanza en la procesión un hidalguete de los de la casa de Doña Nufla, el cual (de pesadumbre que mi viejo le había desentablado una amistad de una diechiochena, para acensuarla a otro parroquiano suyo por dos años, o como la su merced fuese) viéndole descuidado, le dio una gran puñada en la hondonada de la flauta y atestósela en el garguero. Debía de tener el pasapán estrecho, y atoró la gaita como si se la hubieran encolado con las vías del garguelo. Y lo peor fue que, al entrar, se llevó de mancomún tras sí los dientes que encontró en el camino, como si la gaita no supiera entrar sin aposentadores. Esta fue gaita, esta fue cuña, esta fue diablo de Palermo, que nunca quiso salir, hasta que de un estirijón se la sacó de el cuerpo un tabernero, pareciéndole que lo mismo era sacar una gaita de aquel cuerpo, que sacar un embudo de un cuero empegado. Y también, como más amigo, quiso ser verdugo en trance semejante. En fin, de aquel envión salió la gaita, y junto a ella, revuelta, aquella animita saltadera, trotadera, brincadera, bailadera, sotadera, que parecía un azogue. Murió en su oficio y su oficio murió en él, que después acá no ha habido tamboritero de consolación en todo aquel buen partido de Malpartida.

APROVECHAMIENTO
Muerte con la flauta en el gaznate.

 Tabernero saca la gaita.


     Muchos hombres de oficios alegres, cuales son tamboriteros y gaiteros, son nocivos en la república y dignos de gran castigo, porque en achaque de entretenimientos lícitos, incitan y mueven a cosas dañosas, en lo cual imitan a los que acompañaron la idolatría con el juego.

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