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Libro de la caza de las aves


Pedro López de Ayala


[Nota preliminar: edición digital a partir de la de José Gutiérrez de la Vega (Madrid, M. Tello, 1879. Biblioteca Venatoria, T. III) y cotejada con la versión de José Fradejas Lebrero (Madrid, Castalia, Col. Odres Nuevos, 1969), cuyos criterios seguimos en la mayoría de los casos. Recomendamos el estudio preliminar de dicha edición para la correcta valoración crítica de la obra.]

CRISTUS ADSIT NOBIS GRATIA.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Dice y amonéstanos el Apóstol que todas las cosas que hemos de hacer hagámoslas en el nombre del Señor, porque todo don bueno y acabado de Él viene, y sin Él no puede ser hecha cosa alguna.

Y por consiguiente, llamando su ayuda y gracia, comenzaré una pequeña obra para ejercicio de los hombres, por apartarlos del ocio y malos pensamientos y para que puedan tener, entre sus enojos y cuidados, algún placer y recreo sin pecado; la cual obra será un pequeño escrito, que tratará de la CAZA DE LAS AVES Y DE SUS PLUMAJES, DOLENCIAS Y CURACIÓN.




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Prólogo

Al muy honrado Padre y Señor Don Gonzalo de Mena, por la gracia de Dios Obispo de la muy noble ciudad de Burgos. Pero López de Ayala, vuestro humilde pariente y servidor se encomienda a la vuestra merced.

Señor, dice el filósofo Aristóteles en el octavo libro de las Éticas, en la Filosofía Moral, que a los verdaderos amigos, de buena y honesta amistad, no los separa la distancia de lugares; que quiere decir que por estar los amigos verdaderos alejados uno de otro y separados por luenga tierra, la verdadera y honesta amistad no se destruye entre ellos, antes está dura y firme en su valor.

Y Señor, hace gran tiempo que fui y estoy alejado de vuestra presencia y vista por largo espacio de tierra, empero siempre la vuestra buena y verdadera y honesta amistad tuvo siempre en mí todo su valor.

Y señor, como en las quejas y cuidados sea gran consuelo al paciente tener memoria de sus amigos, en consecuencia,

Señor, en la mi gran aflicción o queja que tomé desde algún tiempo acá en la prisión do estoy, tuvo por consuelo acordarme de vuestra verdadera amistad. Porque, según dice San Isidoro, cuando el hombre está en buen estado y seguro, la verdadera amistad hace las cosas más dulces que son. Y si el amigo está en tribulación, la buena y verdadera amistad pone en las cosas adversas y tristes, consuelo y gran alivio. Porque con el consuelo del amigo sostiénese el corazón del atribulado, y no puede caer.

Y como por muchas veces recibí alegría y consuelo de vos en la caza de las aves, en la que os tuve siempre por maestro y Señor; y por cuanto,

Señor, en esta arte y ciencia de la caza de las aves oí y vi muchas dudas, así en el razonar sobre los plumajes y condiciones y naturalezas de las aves; como en domesticarlas y ordenarlas para tomar las presas que deben y también, para curarlas cuando adolecen y son heridas. De esto vi algunos escritos que razonaban sobre ello, pero no concordaban unos con otros; también vi a muchos cazadores conversar sobre esto, y cada uno tenía su opinión, y por esto acordé trabajar, por no estar ocioso, en poner en este pequeño libro todo aquello que hallé más cierto, así por los libros como por las opiniones de los cazadores, según la experiencia que, de este hecho de caza, probé y vi.

Hecho este pequeño libro, acordé enviároslo, porque sois mi Señor y maestro, para que vos lo veáis y enmendéis y añadáis y mengüéis lo que a vuestra merced pluguiere. Porque aquella opinión que vos queráis y determinéis, aquella acepto.

Y en este libro tomaré este orden:

primeramente mostraré cuál fue la razón que movió a los hombres a la caza de las aves;

y después pondré capítulos ciertos de todo lo que aprendí y vi y oí en esta arte, así de los plumajes, como naturalezas y condiciones de las aves;

y después la práctica del halcón neblí, porque es el más noble y más gentil de todos;

igualmente, después, pondré las enfermedades y sus señales; y curas y remedios para ellas.

Nuestro Señor Dios, cuando crió el mundo e hizo el hombre, todos los animales, por Él criados, hizo y puso para estar al servicio del hombre, y por tanto dijo el Profeta David en los Psalmos, alabando a Dios por las gracias y mercedes señaladas que hizo al hombre:

«todas las obras, Señor, por ti hechas sojuzgaste al servicio del hombre, aves del cielo», etc.



Y porque los servicios que el hombre ha de tomar de las cosas, deben ser honestos y con razón, acordaron, siempre, todos los sabios, que los hombres deben excusarse mucho de estar ociosos, porque es causa y achaque de pecar; porque no ocupándose el hombre en algunas cosas buenas y honestas, nácenle, en consecuencia, pensamientos en el corazón, de los cuales nace tristeza y mortificación; de tal tristeza viene escándalo y desesperanza que es raíz de toda perdición. Y también así como el ocio, según dicho habemos, traía estos daños y males al alma, así trae gran daño al cuerpo; que cuando el hombre está ocioso, sin hacer ejercicio y sin trabajar con el cuerpo y mudar de aires, fatíganse los humores y al cuerpo, consiguientemente, le recrecen dolencias y enfermedades.

Y por excusar estos daños, que vienen al alma y al cuerpo estando los hombres ociosos, procuraron aquellos que hubieron de criar hijos de los reyes y de los príncipes y grandes señores, tenerlos, con todo su poder, guardados de estar ociosos, y que trabajasen e hiciesen ejercicio por sus personas y cuerpos en algunas cosas buenas y honestas, con que tomasen placer sin pecado, sirviéndose y aprovechándose de las cosas que Dios crió e hizo para servicio del hombre, según dicho es. Y entre los muchos modos que buscaron y hallaron para esto, vieron, también, que estaba bien que los señores y príncipes anduviesen, algunas horas del día, en la mañana y en las tardes, por los campos, y mudasen de aire e hiciesen con sus cuerpos ejercicio.

Y, pues que así andaban por los campos, era necesario que hubiese conocedores en tal arte, que supiesen capturar aves bravas, y las domesticasen y amansasen, y las hiciesen ami gas y familiares del hombre; y después, con las tales aves tomasen las otras aves que andaban bravas y esquivas en el aire. Y que los tales maestros, para hacer esto, fuesen muy sutiles y muy conocedores de su arte, ya que es bastante sutileza y maravilla que por arte y sabiduría del hombre, un ave tome a otras a las que por su naturaleza nunca cazara, ni en la manera que se la hacen prender.

Así vemos que por arte y sabiduría del hombre, un halcón tagarote, toma una grulla que es ave muy grande y fea; también derriba el cisne y la avutarda y la cigüeña y el ánsar brava, y las embaraza en tal manera que un galgo traba de ellas y las contiene hasta que el cazador llega y las recoge.

Hay, también, otros bienes en la caza de las aves; una virtud que llama el filósofo en el cuarto libro de las Éticas, magnificencia que quiere decir grandeza o hechos de grandes señores; porque noble cosa es, y grandeza a un señor, tener halcones y azores y aves de caza en su casa; porque teniéndolas como se debe, parecen muy bien en las casas de los grandes señores y lo mismo en el campo delante de ellos, cuando cabalgan y van a ver tal caza. Por ello procuraron tener la tal caza de aves.

Y, pues que de ella es la materia del presente libro, pondré aquí el índice de los capítulos por los cuales podrán saber quienes de este arte tomaren placer, algunas cosas provechosas para su ayuda.

Capítulo I.- De las aves que son llamadas de rapiña, así como azores, halcones y gavilanes, esmerejones y alcotanes.

Capítulo II.- De los plumajes de los halcones, y primeramente del halcón neblí.

Capítulo III.- Del halcón baharí y tagarote.

Capítulo IV.- Del halcón gerifalte.

Capítulo V.- Del halcón sacre.

Capítulo VI.- Del halcón borní.

Capítulo VII.- Del halcón alfaneque.

Capítulo VIII.- Cómo se debe regir y gobernar el halcón neblí y ciertas reglas de prácticas para ello.

Capítulo IX.- Cómo se debe limpiar el halcón del piojo.

Capítulo X.- Cómo se debe purgar el halcón del agua común que no es vidriada.

Capítulo XI.- Cómo se debe purgar el halcón del agua vidriada.

Capítulo XII.- De la purga común para purgar del cuerpo al halcón.

Capítulo XIII.- Del halcón tuberculoso.

Capítulo XIV.- Del halcón que está atemorizado.

Capítulo XV.- Del halcón que tiene güérmeces.

Capítulo XVI.- Del halcón al que le remanece el papo.

Capítulo XVII.- Del halcón que tiene el papo y tripas llenas de viento.

Capítulo XVIII.- Del halcón que tiene plumadas viejas.

Capítulo XIX.- Del halcón que tiene inflamación en el buche.

Capítulo XX.- Del halcón que tiene lombrices.

Capítulo XXI.- Del halcón que tiene filandras o filomeras.

Capítulo XXII.- Del halcón que tiene piedra.

Capítulo XXIII.- De la úlcera que se hace en la llaga del halcón.

Capítulo XXIV.- De la comezón que tiene el halcón en las plumas, por lo cual se las come y se las arranca.

Capítulo XXV.- Del halcón al que se le cae la uña.

Capítulo XXVI.- Del halcón que tiene reuma en los pies.

Capítulo XXVII.- Del halcón que tiene hinchados los pies o le arden.

Capítulo XXVIII.- Del halcón que se le quiebra la pierna.

Capítulo XXIX.- Del halcón que se le quiebra el ala.

Capítulo XXX.- Del halcón que se le quiebra el ojo.

Capítulo XXXI.- Del halcón que tiene hinchazón entre el cuero y la carne.

Capítulo XXXII.- Del halcón que devuelve y tiene papo y tripas frías.

Capítulo XXXIII.- De los halcones que son heridos de aves.

Capítulo XXXIV.- De la herida del halcón, así abierta como cerrada.

Capítulo XXXV.- De la caída o abatidura del halcón en que él se hiere.

Capítulo XXXVI.- Del halcón que tiene las tripas fuera.

Capítulo XXXVII.- Del halcón que tiene las quijadas torcidas.

Capítulo XXXVIII.- Cómo debes hacer la muda a tu halcón.

Capítulo XXXIX.- De algunos halcones que no quieren mudar y cómo harás para que tu halcón mude muy deprisa.

Capítulo XL.- Cómo harás después que tu halcón hubiere mudado.

Capítulo XLI.- De los azores.

Capítulo XLII.- De los gavilanes.

CapítuloXLIII.- De los esmerejones.

Capítulo XLIV.- De los alcotanes.

Capítulo XLV.- Del paso de las aves.

Capítulo XLVI.- De cómo se deben injerir las plumas quebradas.

Capítulo XLVII.- De cuáles cosas y medicinas debe andar apercibido el cazador y traer consigo para sus aves.






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Capítulo I

De las aves que son llamadas de rapiña, así como azores, halcones y gavilanes, esmerejones y alcotanes


De cada día vieron los hombres cómo, naturalmente, unas aves toman a otras y se ceban y alimentan de ellas, y las tales aves son llamadas de rapiña: así como son águilas, azores, halcones, gavilanes, esmerejones, alcotanes y otras.

Y estas dichas aves, salvo el águila, nunca comen otra carne si no fuere de aves que ellas por sí toman y cazan; pero el águila cuando no puede tomar o cazar algún ave de las que acostumbra tomar o cazar, torna a tomar liebre, o conejo, o cordero pequeño, y aun viene al perro muerto, por la gran glotonería que en ella hay.

Y hay, también, otras aves que algunas veces se ceban de las aves que toman, pero comúnmente sus viandas son carnizas de bestias muertas, así como son los cuervos carniceros, que muchas veces toman aves vivas, pero su caza natural es carniza de bestias muertas y de aquello tienen su mantenimiento.

También hay otras aves que se cuentan entre las rapaces y toman y cazan aves vivas, e igualmente toman y se ceban de ratones y de tales cosas que se crían en la tierra; y entre ellas están las atahormas y budalones y aguiluchos.

En todas las aves de rapiña son mayores las hembras que los machos.

Y hay otras aves que su mantenimiento sólo es de carnizas, y no toman aves vivas, así como buitres, abantos, quebrantahuesos.

Hay otras aves que su mantenimiento es de carnizas, gusanos de la tierra y frutas, así como son cornejas, picazas, y otras.

También hay otras aves que su mantenimiento es de simientes, así como avutardas, grullas, perdices, palomas, tórtolas, pájaros.

Y también hay otras aves que su mantenimiento es de pescados, así como águila pescadora y alcatraces y otras aves de mar. Y hay otras aves que andan ribera de las aguas y su mantenimiento es peces menudos y gusanos de los que se crían en el agua y fuera, en las hierbas; son ánades, cisnes, ánsares bravas y otras.

Así pues, las hay de muchas maneras y diversidades y de diferentes alimentaciones, pero de todas las aves las más limpias son aquéllas que solamente se alimentan y mantienen de aves vivas, y cada vez que se quieren cebar toman ave viva, y desde que se han cebado de ella no cuidan de lo que queda y aunque al otro día lo hallen, no se preocupan sino de buscar y cazar otra ave viva para su comer. Y estos son azores y halcones, gavilanes, esmerejones, alcotanes.

Tales aves como éstas decidieron a aquéllos que esta arte hallaron, a tomarlas, amansarlas y hacerlas conocidas al hombre, y tomar con ellas las otras aves bravas, y no solamente tomar con ellas a aquellas aves y presas en aquella manera que la naturaleza les otorga; mas con el trabajo y sutileza del cazador, tómanse otras aves y presas, y por más extrañas formas que solían tomarlas. Así como el balcón toma la garza alta en las nubes, perdida de vista o toma la grulla yendo alta por el aire, y así otras aves, en muy extraña manera; lo que nunca tomaran si no fuese por la maestría y sutileza del cazador.

Por esta razón los señores y los que tomaron placer en tal caza buscaron hombres maestros y sabios y de buen tiento, y de gran paciencia para ordenar, y guardar, y cazar con las tales aves. Pues aunque los señores y aquéllos a quienes esta tal caza pluguiese, tuvieren gran placer en poseer tales aves, y cobrarlas, y poderlas tener, faltábales saberlas regir. Y supuesto que las tuviesen, como dicho habemos, y las supiesen regir y alimentar, faltábales saberlas curar y medicinar cuando adolecen y están heridas. Por esto decía Don Juan, hijo del Infante Don Manuel y Señor de Villena, que fue muy gran señor, y era muy cazador y muy ingenioso en esta ciencia de las aves, que gran diferencia había de querer cazar y ser maestro de caza, al saber regir y hacer las aves; y también que había gran diferencia de saber educar un ave, a saber curarla y ser buen cetrero, que quiere decir buen médico para ellas, y buen cirujano.

Consideremos estas tres cosas: primeramente querer cazar y tener gran voluntad de ello; lo segundo, saber hacer y ordenar que tomen tan extrañas aves y por tan desusada manera como hemos dicho; lo tercero, cuando su ave adoleciese o fuese herida, saberla curar. Y porque todas estas tres cosas son menester al buen cazador, hablaron de ello, de diferentes maneras, los que se complacían en esta caza, e hicieron algunos libros, cada uno según entendió y alcanzó su experiencia.

Y como dije en el comienzo, porque había diversas opiniones entre los cazadores, determiné reunir en este libro todo aquello que vi a grandes señores y muy cazadores que más cierto habían hallado, y púselo, sometiendo a la enmienda de los que más entendieron lo que yo oí a grandes señores y cazadores en muchas partes. Y también lo que dijeron algunos de ellos que no vi yo.

Primeramente en

Francia: al Duque de Borgoña y al Conde de Flandes y de Artois y al Conde de Tancarville, y en

Aragón: al Vizconde de Illa, y a don Pedro Jordán de Urríes, mayordomo mayor del Rey de Aragón; y a Don Pedro Fernández de Híjar, rico-hombre. Y en

Castilla: lo que dijo Don Juan, hijo del Infante Don Manuel, Señor de Villena; y Don Gonzalo de Mena, obispo de Burgos; y Don Enrique Enríquez, y Don Juan Alfonso de Guzmán, y Remir Lorenzo, comendador de Calatrava; y Garci Alfonso de la Vega, Caballero de Toledo; y Juan Martínez de Villazan, alguacil mayor del Rey, y don Ferrán Gómez de Albornoz, comendador de Montalbán, y lo que dijeron dos halconeros, el uno del Rey Don Fernando de Portugal, que se llama Pero Menino, y el otro Juan Fernández Burriello, halconero del Rey Don Pedro; porque todos éstos supieron y saben mucho en este arte, e hicieron muchas curas de aves que son muy ciertas y muy probadas.

Luego, primeramente diré de los plumajes de los halcones y cuántas clases de plumajes hay en ellos; también dónde crían y nacen, y qué aspecto y plumas deben tener; y después diré cómo se deben curar cuando adolecen o son heridos de grullas, o de garzas o en cualquiera otra manera.

Me extenderé más en la práctica del halcón neblí y en su gobierno, porque, verdaderamente, ésta es la más noble y mejor de todas las aves de caza, y quien buen cuidado tuviese con el neblí, en todas las otras aves podrá tener buen cuidado.




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Capítulo II

De los plumajes de los halcones y primeramente del halcón neblí


Halcones, entre cazadores, comúnmente, son llamados seis plumajes, o seis linajes de ellos, que es a saber: neblís, baharís, gerifaltes, sacres, bornís, alfaneques. De los tagarotes no hacen mención aparte porque se les considera como baharís, aunque en el plumaje haya diferencia entre el baharí sardo, o mallorquín, o de Romaña, con el baharí tagarote; sin embargo, en todas las condiciones son de una naturaleza, según más cumplidamente diré adelante en el capítulo que habla del halcón baharí.

Y debéis saber que en todas las tierras de cristianos, salvo en España, son llamados estos seis plumajes por sus nombres, porque al gerifalte llaman así por su nombre, gerifalte, pero no halcón, y al sacre dicen sacre; y al borní y al alfaneque llámanlos laneros. Y a todos éstos no los llaman halcones, antes dicen que son villanos, así como quien dice halcones bastardos o fornecinos.

Solamente al neblí y al baharí llaman halcones gentiles, porque tienen las manos grandes y los dedos delgados, y en sus talles son más gentiles, ya que tienen las cabezas más firmes y más pequeñas, y las alas en las puntas mejor sacadas, y las colas más cortas, y más esbeltos en las espaldas y más apercibidos y más bravos, y de mayor esfuerzo; y en sus alimentos son más delicados que los otros que dicho habemos. Y quieren ser alimentados de mejores viandas, y ser traídos siempre muy bien en la mano, por el gran orgullo que tienen, y no sosiegan mucho en la alcándara y son de muy gran corazón.

Los gerifaltes, y sacres, y bornís, y alfaneques son de otros talles y complexión en los cuerpos, y las colas más largas, y las cabezas grandes, y las manos más gruesas, y los dedos más cortos y más gruesos, y sufren mejor aunque les den más toscas viandas.

Cualquiera que sea el plumaje del ave, si le dieren buenas viandas y fuere bien traído siempre, lo hallarás en el su volar y cazar, y en estar más sano; pero unos halcones hay que soportan en su alimentación más toscas viandas que otros, porque si tú dieres la vianda con que el borní y el sacre se sustentan, al neblí, poco tiempo te servirías de él, ya que por su naturaleza es tan delicado, que luego se cargaría de dolencias y se perdería.

Y los halcones neblís en todas las tierras son llamados gentiles, que quiere decir hijosdalgo, y en Castilla y en Portugal son llamados neblís, pero al comienzo fueron llamados nebis y con el tiempo corrompióse este vocablo y llámanlos neblís.

Y en Aragón y en Cataluña llámanlos peregrinos, por comparación de los peregrinos y romeros que andan por todas las tierras y por todo el mundo, que así son los halcones gentiles, o neblís o peregrinos, que todo el mundo andan y atraviesan con su volar, partiendo de la tierra donde nacieron.

Pero en Francia, y en Alemania, e Italia llaman halcones peregrinos a unos halcones neblís que algunas veces se hallan y capturan; tienen ya las tijeras tan largas como los cuchillos mayores, y sobrepasándolos, lo que comúnmente no tienen los halcones; y cuando tales halcones peregrinos son capturados, précianlos mucho porque salen muy buenos.

Debéis saber que los halcones neblís se crían y nacen en Alemania del Norte, en una comarca que es llamada Suecia; también en Noruega y en Prusia. Allí los compran los mercaderes y los traen a las comarcas de Alemania, cuando vienen a Flandes, y traénlos a Brujas, y de aquí los llevan a todas las tierras: a París, a Bretaña, y a Hainaut e Inglaterra; y traen algunos a España, para los reyes y señores que se lo encomiendan a los mercaderes cuando van allá a Brujas.

Y estos halcones así traídos por los mercaderes son muy peligrosos de adquirir, porque vienen cargados de agua, y de malos humores, a causa del alimento de malas viandas que les dieron. Por no hacer gran dispendio y gastos con ellos, suelen darles carne de vaca y de oveja; pero generalmente, los más les dan perros, y aun dicen que la carne más liviana que hallan para ellos es la de perro; mas estos halcones así alimentados están en gran peligro, porque cuando los toman los señores y cazadores que los compran, y los tornan a las buenas viandas, mueren muchos; unos, de lombrices o gusanos y agua vidriada, y otros, tuberculosos.

Esto sucede porque con la buena vianda que después comen, muévenseles los humores malos que habían adquirido con las malas viandas y vienen a resolvérseles en dolencias mortales.

Los tales halcones, de que dicho habemos, son duros de educar, por cuanto son capturados muy cerca de donde se criaron y nacieron, y aun algunos de ellos en los nidos, y no saben mucho de cazar, porque muy poco tiempo se cebaron por sí; pero los que se salvan y se domestican, salen muy buenos y muy seguros.

También hay halcones neblís que se crían en el Condado de Saboya, en las montañas que limitan el dicho Condado de Saboya con la tierra del Señor de Milán; suelen tomarlos en los nidos, por esto no salen tan buenos, y cuando los mercaderes los tienen en venta, entre los otros halcones, luego se conocerán porque, tan pronto como se ilumine el lugar para que el comprador vea los halcones en sus alcándaras, luego, los halcones tomados de los nidos, gritan y chillan, espelúzanse y alzan las alas y exhiben y muestran su pequeño esfuerzo.

Tómanse muchos halcones neblís bravos en muchas partes del mundo, y en muchos reinos, y vienen de la tierra y comarca donde se crían y nacen, con el paso de las aves: sisones, palomas y otras aves de paso. Estos halcones, así venidos, unos suelen capturarse muy jóvenes, en los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre; los que se capturan en adelante hasta comienzo de febrero, son más adultos para domesticarlos, y llaman en Francia a estos halcones tardíos, halcones de rapela, y salen muy buenos, porque saben ya cazar muy bien, y traen todo el plumaje deslanado por las aguas, ya que han dormido mucho tiempo fuera del nido. Traen la cola toda rozada en la punta de las plumas, del estribar que hacen sobre ella cuando toman las presas y se ceban en el campo; estímanlos mucho los cazadores, porque en tales halcones como éstos no hay otro trabajo sino tranquilizarlos y hacerlos señoleros, que cuanto al cazar, ellos lo saben ya.

A los halcones primeros que dijimos, tomados tan jóvenes, llámanlos en Francia halcones presos sobre el país, y en Castilla, a todos los halcones tomados así -de cualquier plumaje que sean- llámanlos halcones zahareños o arábigos.

En cuanto a Castilla, los mejores neblís que se capturan son los de las rocinas, y en tierra de Sevilla; y también son muy buenos en Portugal los que se toman en el campo de Santarem. Todos estos halcones salen muy buenos, porque se apresan muy lejos de la tierra donde nacen, ya que, según todos piensan, vienen de Noruega y Prusia y Suecia y del confín de Alemania del Norte, donde se criaron y nacieron, y vinieron con el paso de las aves, porque en España no existe nadie que haya hallado nido de halcón neblí. Son muy buenos, también, estos halcones capturados en las rocinas y cerca de las marismas, por cuanto se ceban, a diario, de aves de ribera como abocastas y ánades y garzotas y otras ralcas que son buenas, pero que -además- el halcón neblí, por su naturaleza, tiene que cazarlas.

En Castilla se aprehenden otros halcones neblís, en los pinares de Olmedo y lugares comarcanos, pero éstos no salen tan ciertos ni tan seguros como los que decimos que se toman en las rocinas, porque estos halcones tomados en los pinares son más bulliciosos, ya que siempre se ceban en palomas y cornejas y sisones, que son raleas peligrosas: lo uno, porque hay muchas, y lo otro, porque el halcón se va muy lejos, perdiéndose con la presa, y si la alcanza, cébase, y lo pierde muy pronto el cazador.

En muchos reinos y comarcas se apresan halcones neblís bravos y los de una comarca salen mejores que los de las otras. Pero tan noble es el halcón neblí, y de tan buen esfuerzo, que si con él trabajares, siempre lo hará bien, teniendo en cuenta que el plumaje bueno, el ser capturado en buena comarca y en buen tiempo, el tener buen cazador, de gran paciencia, y buenas viandas, mucho favorece al neblí, y lo contrario no hay duda que lo daña.

Debéis saber que el halcón pocas veces acaece al hombre que pueda escogerlo, porque no hay en esta tierra tantos, y cuando uno lo encuentra toma lo que halla; pero si sucediere que lo hayáis de escoger, cuando vayáis a los lugares en que los mercaderes los tienen para vender, o si los rederos que los apresan tuviesen dos o tres de ellos, es preciso conocer sus plumajes por que escojáis lo mejor.

Hay halcones neblís que tienen lo blanco albísimo y abundante, y lo demás como gris; son llamados en Francia halcones de dames, que quiere decir, halcones de dueñas; y son muy hermosos, muy mansos de educar y de muy buen talante. Tienen el plumaje muy bueno y no tan brozno como los otros plumajes y aun tienen las colas más largas y salen buenos garceros. A estos halcones, en Castilla, llaman los halconeros y cazadores, doncellas; y en Francia blanchantes.

Hay otros halcones neblís, cuyo plumaje es rubio y el pico grueso; son de grandes cuerpos y salen muy buenos altaneros y garceros.

Otros halcones tienen su plumaje pardo y la cabeza pintada y el pico orlado de amarillo y son halcones corpulentos, de buena complexión y muy emplumados; llámanlos en Castilla coronados, y si lo hallares, trabaja con él, no te duela el tiempo que con él afanares.

Otros halcones neblís hay, que en su plumaje tienen una pinta menuda, delgada, ancha y amarillenta. A éstos llaman en Castilla zorzaleños, que quieren decir halcones pintados como zorzales, y generalmente son halcones menudos, muy bulliciosos y van mucho a las presas y a las palomas; son de poco sosiego. A los tales, cárgalos de cascabeles hasta que vayan sosegándose, pues de éstos suelen salir buenos altaneros.

Otros halcones hay con el plumaje negruzco; son llamados roqueces y son duros de educar, pero acaban por someterse y salen muy buenos altaneros y garceros y grueros: guárdate de irritarlos, porque fácilmente se enojan.

Después que por el plumaje, según he dicho, hubieres observado tu halcón, le mirarás las proporciones de esta manera: que tenga las espaldas descargadas y buen pecho, y de mucha carne en el cuerpo y en las cujas; el zanco grueso y corto, las manos grandes y los dedos delgados y largos, las ventanas bien abiertas, que tenga unas pocas plumas que le salgan por encima de los hombrillos de cada parte, porque pocos halcones las tienen; que sea bien emplumado en la cola; que tenga gran estropajo de pluma y la pluma dura y cuanto más bravo y más esquivo fuese al comienzo, tanta más confianza ten en él.

También el torzuelo neblí, si lo hallares de buen plumaje, trabaja con él, pues salen muy buenos altaneros.

Son muy buena compañía el torzuelo neblí y el torzuelo borni, porque el neblí torzuelo es muy ligero, y sube muy alto, y el borní síguelo y sube con él, y se sosiega el neblí con el borní, porque el borní no sabe ir a la ralea. Sed ciertos que hacen muy hermosa volería los dos, y yo vi un neblí torzuelo muy buen garcero al Señor de la Ribera, camarero mayor del Rey de Francia.




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Capítulo III

Del halcón baharí y tagarote


Algunos creerán que no es razonable hablar antes del halcón baharí que del halcón gerifalte, por cuanto los gerifaltes son muy grandes halcones, de muy gran parecer y estímanlos mucho los señores: los que salen buenos son muy maravillosos garceros y grueros; pero no es de maravillar, porque según dije en el comienzo de este libro, hablando de los plumajes de los halcones, el halcón baharí es llamado gentil en todas las tierras, salvo en España, según sus condiciones y complexión y manos y dedos y valentía, en todo lo cual se parece al halcón neblí; cosa que no tienen los halcones gerifaltes, porque quien bien mire y considere el halcón gerifalte, hallará que se parece a un gran borní.

Además, según arriba dijimos, es villano por tener las manos gruesas y los dedos cortos; no hay duda de que los gerifaltes, después de educados, son muy buenos halcones, pero al comienzo son difíciles de amaestrar, porque de su naturaleza son cobardes, lo que no ocurre a los baharís, que son valientes y dispuestos por naturaleza; por ello hablaré aquí del halcón baharí.

Habéis de saber que los halcones baharís se crían, los más de ellos, en la Isla de Cerdeña, y son llamados sardos; otros baharís se crían en la Isla de Mallorca, y son mejores; y otros se crían en Romaña, y son halcones granados y muy buenos. Todos éstos son muy buenos halcones para grueros, por cuanto son muy rabiosos y caninos y trabadores.

Los halcones tagarotes, que son contados por baharís, se crían allende la mar, en África.

De todos los halcones baharís, pocos son altaneros, porque por la gran hambre que muestran no se mantienen en lo alto, sino que en cuanto ven las ánades aguadas, luego se posan, y quieren pescar y toda su ligereza es a ras de tierra; sin embargo, algunos salen muy buenos altaneros.

Yo vi al Rey Don Pedro un halcón baharí mallorquín, al que llamaba Doncella, y traíalo un su halconero que decían Alfonso Méndez; era muy buen garcero y en la ribera subía más alto que cualquier neblí de cuantos el rey tenía que eran, cuando yo vi esto, bien cuarenta neblís altaneros, sin contar los garceros, grueros (pues tenía seis lances de neblís y baharís para grullas), y sin contar gerifaltes y sacres.

Los baharís son muy buenos grueros de aventaja.

Vi también un baharí sardo al Rey Don Pedro -traíalo su halconero Ruy González de Illescas, comendador de Santiago- que sin ayuda de otro halcón derribaba grulla, cigüeña negra, ánsar brava y cisne y los retenía hasta que llegaba el galgo.

Los halcones baharís y tagarotes son buenos grueros y ayudantes; yo vi al Rey Don Pedro un tagarote que traía un su halconero que decían Juan Criado, y llamaban al halcón Botafuego y sin ayuda de otro mataba la grulla y no era muy grande.

Además, todos los baharís, así sardos como mallorquines, y de Romaña y tagarotes, son muy buenos perdigueros porque su ligereza se muestra más a poca altura aproximando el pecho al suelo, con estilo muy hermoso, y vuelan, por tanto, bien el alcaraván.

Son los baharís halcones muy seguros, y no van a las raleas como los neblís, y sus plumajes son de esta manera: los baharís sardos son oscuros comúnmente y los mallorquines y de Romaña son más rubios y más granados, de mayores espaldas y más valientes; los tagarotes son muy diferentes en el color y en el talle porque son halcones pequeñísimos, tanto, que no hay otro plumaje que lo tenga semejante, y son amarillentos como dije en el capítulo del neblí.

A todos estos baharís, llámanlos en Francia halcones gentiles: y dicen halcón gentil de Cerdeña, o halcón gentil de Romaña y, por el tagarote, halcón gentil tagarote; y en Aragón llaman a todos halcones baharís, monterís.

Observarás que su factura sea como la del halcón neblí: que tenga derribadas las espaldas, mucha carne, gran cuja, buen zanco y gran mano y los dedos largos y delgados y grandes ventanas nasales.




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Capítulo IV

Del halcón gerifalte


Los gerifaltes son halcones que tienen el cuerpo más grande que ningún otro halcón, y se crían en Noruega y en aquellas partes donde dijimos se crían los halcones neblís y no se hallan en ninguna otra tierra.

Los traen a Flandes cuando traen los neblís. Los gerifaltes son muy duros de educar; además, pocos de ellos escapan de ser gotosos, o ciegos, o de poca vista, o cobardes y de flaco corazón. Se debe tener cuidado con los gerifaltes al comienzo de ponerles el capirote porque son, de todos los halcones, los que peor lo toman y si no se tiene buen tiento en ello al principio, toman tan gran enojo con el capirote, que no lo quieren consentir, y con la porfía del que se lo quiere poner, vienen a asustarse.

Los plumajes de los gerifaltes son éstos:

Unos hay que son llamados blancos, en manera que tienen muy poco de lo gris, y éstos son finos de Noruega; son muy preciados de los grandes señores por su hermosura, y salen muy buenos garceros.

Yo vi un gerifalte que fue regalado al Rey Don Carlos, padre de este Rey Don Carlos que ahora reina en Francia; capturado en la isla de Layron, que está cerca de la Rochela, fue cogido salvaje, que es maravilla, porque yo nunca oí decir que se capture gerifalte zahareño en estas tierras; era este gerifalte tan blanco como una paloma blanca, salvo que tenía unas plumas oscuras al través, en las cujas. Por su grandeza, y cabeza, y manos, y talle se reconoció por gerifalte; y no se preocuparon de que fuese garcero, ni volase presa, salvo tenerlo así, por maravilla, porque el rey lo preciaba mucho.

También hay gerifaltes que son llamados letrados, porque tienen lo blanco muy blanco y el resto muy oscuro, y bien comparado todo; parece como libro escrito de letras gruesas, y por esta comparación los llaman letrados, y salen de ellos muy buenos.

También hay gerifaltes llamados grises, porque lo que tienen negro es como una pequeña grisa; tienen hermoso plumaje, y salen buenos y muy ligeros.

Además hay halcones gerifaltes que son oscuros y son llamados roqueces; son de gran esfuerzo, pero son feos.

De estos así, prietos, vi uno a mosén Bureau, Señor de la Ribera, camarero mayor del rey de Francia; habíaselo enviado como presente el gran maestro de Pruza, que era tan roqués y prieto, que apenas se divisaba lo blanco y era el mejor garcero del mundo.

Debéis saber que el gerifalte que se da bien, mata mucho más ligero y mejor la garza, o grulla, o la presa a que fuere lanzado, que ningún otro halcón: mata la garza muy alta; al subir no hace tantos giros como el neblí, y va más derecho en sus vuelos y, aunque por su corpulencia, arranque pesado, desde que comienza a cabalgar en el aire siempre cobra mejor ligereza.

Debéis hacer que el gerifalte, en el comienzo, mate liebre, porque, por un lado, pierde las cosquillas que tiene en las manos, ya que de su naturaleza son cosquillosos, y, por otro, cobra ligereza y sabe contener el resuello en el trabajar que hace con la liebre, y en el alzar y venir a ella.

Es, también, muy bueno al gerifalte hacerle volar la perdiz, por cuanto ésta vuela largo trecho y saca mucho espacio al halcón y a cualquier ave que la siga.

También es bueno al gerifalte volar la lechuza, porque sube mucho y porfía, y le sirve como traína de garza para en adelante.

Y una vez que a estas cosas hubiere volado el gerifalte algún tiempo y adquirido ligereza, podrás hacerlo garcero dándole sus traínas, o echándolo con otro maestro, cuando la garza se le rinda; algunos hay que son de buen esfuerzo y de buen talante y la matan por su voluntad.

Es bien traer a los gerifaltes siempre en la mano, porque como son pesados, si se caen de la alcándara podrían peligrar; y cada vez que le quitas el capirote quiere ser halagado con el roedero y que se le haga placer.

Cuando quisieres escoger el gerifalte, lo primero que harás será mirarlo por los pies; y si tiene clavos en ellos o los tiene hinchados, que es comienzo de ello; y también obsérvalo por la vista, aunque es difícil de mirar, porque tendrán los ojos claros y son escasos de vista; pero míralo mostrándole el roedero, u otra cosa, por ver si es apercibido de vista; y por las proporciones, cata que sea bien derribado de espaldas, y no sea corcovado, y que sea de buena carne y de buena cuja, y buen zanco, y buenas ventanas, y buenas manos, y los dedos cortos y gruesos, al contrario del neblí, y que no sea cabezuelo. El torzuelo gerifalte es muy bueno, sale buen gracero, y es muy ligero, mas es sañudo, y muy delicado y melancólico, y necesita hombre pacienzudo.




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Capítulo V

Del halcón sacre


Los sacres son halcones grandes de cuerpo; tienen las colas largas, y se crían en Noruega y en aquellos lugares donde dijimos que se crían los neblís y gerifaltes, y con ellos los traen los mercaderes. Hay también halcones sacres que se crían en Romana y son muy buenos.

De los sacres hay los mismos plumajes que en los otros halcones, porque unos son rubios, otros más oscuros y más aún blancos, y de todos salen buenos. Tienen los sacres en su plumaje lo que no tienen otros halcones; que por muchas veces que el halcón sacre mude, se queda tal como era antes y no muda el color de las plumas, como hacen todos los otros halcones; salvo que no queda el plumaje tan brozno como cuando era pollo y hácenseles unas orladuras en derredor de las plumas que bastante poco se divisan.

Pero yo vi un halcón sacre, que era de los de Romaña; fue mío y se lo di a Don Álvar Pérez de Guzmán, y a las cuatro mudas hizo los cuchillos mayores de cada ala, tan blancos todos como una paloma blanca, y todas las plumas en derredor del cuello grandes y pequeñas, y una péñola de la cola; perdióse y creo que, si no se perdiera, y hubiera podido mudar otra vez, habría tenido más plumas blancas, hasta que por el tiempo fuera todo blanco, porque muchas plumas, grandes y pequeñas, tenía ya pintadas de blanco.

Con los sacres ocurre lo que con los neblís; que los que toman bravos por las tierras, que son llamados zahareños, son los mejores, aunque hay en ellos alguna dificultad en educarlos, y salen de ellos muy buenos garceros y grueros y para toda cosa buenos; son, también, buenos perdigueros, y buenos lebreros, pero no entran en la liebre, salvo los que son tomados zahareños, como dicho habemos, y matan bien lechuza y alcaraván; vuelan mejor con viento y prepáranse mejor a él que otros halcones ningunos.

Los torzuelos sacres son también muy buenos y yo vi al Rey Don Pedro uno que fue del Rey Don Alfonso, su padre; traíalo Ruy González de Illescas, comendador, y era muy orgulloso garcero.

Han menester los halcones sacres buen tiento y quieren siempre andar bien alimentados, porque muy de ligero se conturban; y a los halcones sacres no les ponen en la ribera, porque son halcones pesados para remontar; en Brabante y en Francia vuelan con ellos en la ribera, mas no son de altanería, aunque los torzuelos son mejores para ello.

Cuando lo examinares, fíjate en que sea descargado de las espaldas, y de buena carne, y buena cuja, y buen zanco, y los dedos cortos y gruesos, y la cola la más corta que pudiere ser, y las puntas de las alas, largas, y buenas ventanas nasales bien abiertas, y no lo olvides en la alcándara, porque se hacen truhanes y algunos embravecen; la buena mano del cazador es la mejor alcándara que cualquier halcón puede tener.




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Capítulo VI

Del halcón borní


Halcones bornís se crían en muchos lugares: críanse en la alta Alemania y en Noruega, y en aquellos lugares donde se crían los neblís, gerifaltes y sacres; y en todas las tierras, salvo en España, son llamados laneros. Los que traen de Alemania son buenos y seguros y grandes de cuerpos. Otros bornís se crían en tierra de Saboya y de Lyon del Ródano, que está entre el Imperio y Francia, y son muy buenos; otros se crían en Castilla, en Álava, en Guipúzcoa y en Vizcaya; en Losa de Asturias de Santillana y Asturias de Oviedo; en Galicia y en Santiago de Montizón; y de éstos, son muy buenos los de Galicia, que son roqueces.

En Asturias de Santillana hay una muda que llaman tagre, y tienen plumas entre los dedos; de estos tagres vi al Rey Don Pedro un torzuelo que fuera de Garcilaso de la Vega, que llamaban Pristalejo, y era buen altanero, de manera que, sin compañía, mataba dos pares de ánades mayores tan bien como un neblí. Vi también en las Asturias de Oviedo, un halcón borní torzuelo al Obispo de León, Don Diego Ramírez de Guzmán, y diolo al Rey Don Pedro y era buen garcero.

Pero de todos los bornís, los que llaman provinciales en Castilla y en Francia son llamados laneros de Crau, son los mejores; tómanlos de paso, después de San Juan hasta San Miguel, en el Crau de Arlés que está en Provenza; tómanlos también en la playa de Lunel, y en Florencia y en derredor de aquella comarca que está en Languedoc, que es señorío del Rey de Francia, y todos son llamados de Crau; son muy buenos y ligeros y cada año prueban mejor. Son buenos para perdiz, liebre, lechuza, alcaraván, doral, garza.

Los torzuelos que son llamados laneros, précianlos mucho en toda Francia para la ribera, y no se cuidan de otros, salvo que sean de Crau; salen muy buenos altaneros, y hacen muy buena compañía a los neblís, y éstos sosiegan mucho con ellos, porque todo el día andan sobre el agua y no se parten de allí ni van a raleas. Echados primero que los neblís, porque si hay algunas raleas, huyen y ellos no las siguen. También sosiegan a los ánades y cuando el neblí es echado, hallará la ribera limpia y vuela más seguro, porque no hay raleas a las que vaya. Al comienzo son graves y duros de hacer altaneros, porque no es su naturaleza y pronto se posan, pero acostumbrándose cada día con los neblís, edúcanse y quieren andar en buena carne.

Lo primero, debéis obligarlos a que vuelen picazas, porque de allí se acostumbran a andar alto y a sostenerse y atender a su maestro y a la presa; después que algunos días volaren así por las picazas, los echarás con el neblí en la ribera, y aunque se pose, no te enojes, porque usando de cada día a volar con el neblí, él tornará a guardarlo. Cuando fuere hecho altanero, dale siempre a roer ánade, porque se debe alimentar de otra manera que el neblí, ya que el borní es altanero contra su naturaleza y no sabe remontar sin darle a roer como hace el neblí. Has de levantarle a su mejoría y que esté cerca cuando le levantares, porque no puede de lejos alcanzar así como el neblí; quieren traerse en la mano, y cuando son dos hacen buena compañía. En Francia, cualquier señor, aunque tenga muchos, siempre tendrá una copla de estos bornís, que son dos, y toman siempre los más granados. Yo vi en París una copla de ellos, que son dos torzuelos volantes, valer cien francos de oro, y volaban por todas las marismas que hallaban y son muy placenteros.

Los bornís, los hay blancos, rubios y roqueces, y de todos salen buenos; procurarás que sus proporciones sean así:

Bien descargados en las espaldas -y no sean corcovados, ni estrechos de hombros-,y sean de buena carne, y no piernilargos, y tengan buen zanco, buena cuja, gran mano, y los dedos cortos y gruesos; la cabeza llana y el ojo enconado; buen pico, la cola corta, buenas fosas nasales, y buen estropajo de cola. Y aunque dicen que el borní con cualquier vianda pasa, si tú le dieres buena gallina, o buena vianda, se lo verás en el volar. Si son zahareños, valen más y quieren ser traídos en la mano.




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Capítulo VII

Del halcón alfaneque


Los halcones alfaneques comúnmente son blancos y las cabezas rubias; hay algunos más roqueces, otros más como negros. Se crían allende la mar, en África, en el reino de Tremecén y en la isla de Alhabiba y nadie sabe que por acá se críen alfaneques ni tagarotes.

Otros halcones se crían en el reino de Túnez, que son más roqueces, y tienen las colas largas, son llamados tunizos, y son como entre alfaneques y bornís.

Hay otros halcones que son llamados entrecelís, y dicen que son mezcla de tagarote y alfaneque, y aunque son muy buenos, pocas veces aparecen.

Estando yo en Alicante, que es en Aragón, ribera de la mar, llegó allí una nao que venía de la Berbería; traía muchos alfaneques y compré algunos; y el señor maestre de la nao diome uno que decía él que era entrecelí, y, en verdad, el talle, manos, y rostro, eran de tagarote, más las plumas y su color era de alfaneque y túvelo mucho tiempo; no me preocupé de hacer de él otra cosa sino perdiguero y esto se lo hice hacer muy bien, pues era muy ligero.

Los halcones alfaneques son muy placenteros y matan bien y hermosamente la liebre -señaladamente cuando son dos-, y no entran en ella; y la perdiz vuélanla bien, mas pocos la asientan y matan bien; y doral, garzota y cuerva, si son puestos en la ribera, hácenlo bien.

Yo vi en casa del Rey Don Pedro un alfaneque, torzuelo muy pequeño, que llamaban Pica-higo y fuera de Don Enrique Enríquez, que mataba un par de ánades sin compañía, tan bien como un neblí; y mataba cuerva negra, las encapuchadas, un doral viniendo por el cielo y garzota. Todas estas cosas consigue el bueno, porfiado y paciente cazador.

Los alfaneques deben andar delgados y bien señoleros, porque luego que les da un poco de sol se pierden, y dicen que se tornan a Tremecén, de donde vinieron, y creo que pasan allá, ya que nunca oí decir que fuese aquí tomado zahareño, salvo si tomasen a pocos días alguno de los que se perdían así; y son mejores los alfaneques en la tierra fría que en la tierra caliente. Enseguida crían clavos en las manos; cátalos, por su complexión y rostro, lo mismo que al borní.




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Capítulo VIII

Cómo se debe regir y alimentar el halcón neblí y ciertas reglas prácticas para ello


A los cazadores parecerá que estas reglas que yo aquí pondré para gobernar un halcón neblí están de más; porque dirán que no es cazador el que esto no sabe; yo no las pongo para los que así son maestros, pero los hombres, cuando comienzan a cazar, no lo saben todo y tiene necesidad de ver y oír a algunos de los que más vieron y más probaron en este arte de cazar.

Cuando yo comencé a trabajar con el neblí, mucho me pluguiera haber hallado un pequeño escrito tal como éste, por donde me pudiera regir y gobernar, y guardar de hacer algunos yerros que hice en la caza, con lo que dañé muchos halcones, aunque yo era sin culpa, que no sabía más; y cuando me acompañaba con halconeros que sabían el arte, paraba mientes, y por ventura, en un mes aprendía un capítulo, de lo que veía.

Si quisieres todos los capítulos que principalmente cumplen para el regimiento de un neblí, en pequeño espacio, lo verás aquí y cada día te podrás apercibir. En consecuencia, los nuevos cazadores se aprovecharán de ello, y por tanto pondré reglas ciertas para el gobierno del neblí, porque, en verdad, éste es el señor y príncipe de las aves de la caza, y quien bien supiere gobernar y regir el neblí, todo el regimiento de las otras aves puede más ligeramente saber.

Debéis saber que los halcones neblís, según arriba hemos dicho, los traen de Suecia, Noruega y la alta Alemania, donde se crían; tráenlos en las cocas que vienen a Flandes y a Brujas: llegan muy entecados y dolientes de cuerpo, aunque no lo muestran. Esto es así, lo uno, por las malas viandas de que los mercaderes, o los que los traen, los han alimentado; también, porque vienen en el navío mal traídos y quebrantados de la mar y han estado gran tiempo presos sin volar, y sin tener sus plumadas, y sus cuidados; y si aun cuando el dueño los tiene, los piensa y cuida de ellos y vuelan, tiene bastante que hacer para tenerlos sanos, cuanto más con todas estas ocasiones. Por lo cual, si de tales halcones hubieres de comprar a mercaderes que así los tengan, es menester apercibirte, mirar e asegurarte bien de lo que tomas, en lo que de fuera puede parecer, y harás así:

Cuando mirares el halcón, mírale primero las proporciones y el plumaje, según dicho es más arriba, y si todo no lo hallares junto en un halcón, toma lo mejor que pudieres, y si otra cosa no pudieres, a lo menos, lo primero y principal escógelo de buen plumaje, porque tal halcón nunca se puede cambiar si no es a bien; además, mira que el halcón neblí con que hubieres de trabajar, tenga buen cuerpo, porque si es feble y de poca complexión, no es duradero, aunque al comienzo muestre hacer todo bien.

Cuando le hubieres escogido por el plumaje y por el cuerpo, mira la boca si la tiene sana, o si tiene güérmeces o comienzo de ellos, y mírale los ojos si los tiene sanos de nube.

Mírale también si tiene todas sus plumas en las alas y en la cola; que no le falten del todo, pues aunque estén quebradas, puédense injerir, aunque más valdría que estuviesen sanas.

Mira además si tiene alguna pluma como tijera o cuchillo mayor, quebrada por el cañón bajo, de manera que no se pueda injerir, pues más valdría que le faltase del todo, porque nacería, y la péñola quebrada por el cañón bajo, que no se puede injerir, está en peligro; que yo vi algunas veces que el halcón no la mudaba por no poder ayudarse del pico en trabar de ella, pero acaece pocas veces. Asimismo, mírale si tiene clavos en los pies, o comienzo de ellos, y si tiene todas sus uñas.

Después que hubieres escogido y tomado tu halcón, lo primero que harás luego este día es bañarlo con oropimente; que sea una onza, bien molido y muy cernido, y dárselo seco en polvo, echándoselo por todo el flojel, poniéndole en todas sus plumas y guárdale los ojos y las orejas cuanto pudieres. Procura derribarlo dulcemente, cuando este baño hicieres, y sujétalo dulcemente, y ten quien te ayude a ello.

Este tal baño es bueno para el halcón pollo, porque él no tiene tan hermoso plumaje que hayas de tener cuidado de no mancharle las plumas, y el oropimente de cada día hace su obra por el calor y por el olor que en él hay; limpia mucho al halcón del piojo, y es menester este baño largo, porque jamás podrá hacer bien el halcón en cuanto tenga piojo, porque con el piojo que tuviese tendría bastante que contender.

Es bueno que este baño le sea hecho enseguida, antes que se comience a hacer ninguna cosa con él, porque si lo comenzasen a amansar, y hacer conocer la mano, y el señuelo y el rostro del hombre, todo lo perdería y de esto nacería, cuando lo cogieres para bañarlo y lo hicieres, algún sinsabor. Y por tanto, que pase lo primero aquella melancolía y trabajo, y en adelante tratarlo bien y no enojarle. Pero dijimos aquí del baño del oropimente para los halcones pollos; mas después que son mudados, y tienen sus plumas hermosas, si tuviesen piojo es mejor el baño de agua y pimienta, según que adelante diremos.

Después que tu halcón fuese bañado del piojo, guarnécelo de buenas pihuelas, cascabeles y capirote. Las pihuelas que sean de buen cuero delgado y bien adobado, y que no aprieten el zanco; los cascabeles que sean regularmente grandes, según el cuerpo del halcón; y el capirote sea de buen cuero delgado, tieso y bien hecho en guisa que no le toque los ojos; y que sea tal que no lo derribe de la cabeza cuando se sacudiere.

La primera vez que le hubieres de quitar el capirote con que vino de Flandes, y le hubieres de descoser los ojos, si es capturado de Zahara, o los trae cosidos, haz que sea de noche, a la candela, y entonces se tranquilizará más; y ponle el capirote que ha de traer en adelante, y hazlo velar la noche toda. Durante el día siguiente que no caiga de la mano, ni en otros veinte días ni noches, o más, según vieres que se calma, y no lo hagas menos, aunque el velar no tienes por qué hacerlo tan ahincadamente como los primeros diez días. Pero todo esto va cual fuere la voluntad del halcón, y cúidate bien que no lo escarmientes en el poner del capirote y que se lo pongas dulcemente.

Cuando se vaya calmando, trae siempre contigo roedero que le muestres, y sea de buena vianda; y tenga carne de que el halcón tome algunas picaduras y vaya perdiendo esquivez con el comer. Y cuando lo tuvieres de noche a la candela, quítale el capirote y muéstrale el roedero, porque vaya tomando placer, y siempre torna a ponerle el capirote con la mano liviana, y no le hieras ni le des en el rostro, que lo enojarás. Si al comienzo no quisiere comer, no te quejes por ello, porque no lo hace sino por bravura.

El que lo velase toda la noche, tenga la candela en la mano o delante... y no se olvide el vino para el halconero y los que le ayudaren.

Tan pronto vieres que tu halcón comienza a tener hambre y abre la garganta como tragón, dale algunos días vaca, lavada en agua tibia, hecha pedazos pequeños y limpia de grosura y nervios; y después torna a darle una polla o gallina, que no sea muy grande, también hecha pedazos y lavada en el agua tibia; y a la noche dale las plumadas y junturas de huesos del pescuezo de la gallina, o de los nudos de la cuja, y un poco de carne con ellos, y mírale bien por las mañanas, que veas si ha hecho su plumada.

Cuando vieres que tu halcón mira hacia la mano cuando le quitares el capirote, por ver si tienes algo que darle de comer, procura entonces traer contigo, en una pequeña liniavera de lienzo limpio, una pierna de gallina o un ala, y dale de ella algunas picaduras, y dale a desplumar, y cuando él estuviere en mejor sabor de comer, tórnale su capirote dulcemente.

Una vez que vieres que tiene ya hambre verdadera, apártate de él y prueba si querrá subir en la mano, a la lúa, con toda la lonja suelta; y cuando subiere en la mano, dale buena vianda y hazle todo placer. Después que tu halcón, sin duda alguna, salta a la mano, y cada vez que le muestras el roedero no mira por otra cosa sino por comer, entonces encarna bien tu señuelo con un corpanzo de gallina con su cuello, cabeza y cola, en manera que de cada parte esté bien encarnado; toma un cordel bien recio y delgado y ata tu halcón fuera, en el campo, en lugar que sea llano, sin matas y sin piedras, para que no se enrede el cordel, y dale allí de comer en el señuelo, hasta que lo conozca, de la mejor vianda que tuvieres, esto es, el corazón de la gallina, los sainetes y la pierna; dale, entonces grandes voces, andando en derredor de él, dando con la lúa en tierra, para que vaya perdiendo el miedo y aprenda a lo que ha de tornar. Todo esto lo harás con tiento, para que no lo atemorices; y siempre, en la noche, dale un poco de vianda en agua tibia y sus plumas y juntas.

Después que tu halcón conociere bien el señuelo y lo sigue y no lo puedes apartar de él, hazle venir volando al señuelo, aún con el cordel, y procure el que tiene el halcón, tenerlo bien derecho en la mano, de manera que vea bien el señuelo cuando se lo mostrares, y no lo echen de la mano hasta que él de su voluntad salga. No lo señoleen de ojo al sol, porque no verá bien el roedero del señuelo, y podría perderse. Vaya el pico hacia el viento y échalo en lugar limpio, sin matas; el señuelo, que lo vea y se pose luego en él y no lo eches de rostro, sino al través, o a espaldas del que señolea; y cuando el halcón se posare en el señuelo, ve a él muy quedo, hablándole mansamente, y dale allí toda la mejor vianda que tuvieres; luego que hubiere comido, sácalo con un roedero y déjale limpiar su pico, y que se sacuda, y, entonces, ponle su capirote y tráelo muy sosegado en la mano.

En cuanto veas que ya viene muy bien al señuelo, llámalo a la tira sin cordel, alejado de villa y de monte, y dale algunas gallinas a degollar en el señuelo, encubierta la gallina, que no la vea y beba la sangre de ella; todo este afán es para concertar y amansar un neblí en treinta días, para que en adelante vuele en la ribera. Pero todo esto es según la pericia del cazador y plumaje y corazón del halcón.

Cuando hiciere buen día claro y con sol, pruébale el agua en lugar apartado, al sol y en buena gamella, o buena vasija, y estáte cerca de él siempre, apercibido con el roedero en la mano, para que, si vieres que no quiere sosegar, lo tomes, y advierte no lo hagas por fuerza entrar en el agua, que se escarmentaría; antes bien, ten algunos sainetes y muéstraselos en el agua, para que con codicia de ellos salte al agua, y dáselos allí que los coma. Y cuando así le hubieres de hacer probar el agua, haz que tu halcón haya comido primero media pierna de gallina, porque si mucho comiese tendría dos trabajos: de enjugarse y de gastar lo comido, y siempre, en adelante, pruébale el agua a más tardar a los cuatro días, y después que fuese bañado ponlo a la sombra un poco, porque con el sol, si fuese recio, se torcería las plumas, y luego, a poco espacio de tiempo, tórnalo al sol, porque se enjugue y piense de sí, y déjalo bien pensar de sí a toda su voluntad antes que le hagas volar. Si fuese tarde y no tuvo tiempo de enjugarse, ponle delante dos candelas por la noche en una cámara, y pensará de sí; y dale buena alcándara segura, porque toda esa noche pensará de sí y se sacudirá muy recio.

Para vianda de tu halcón es bastante a la mañana un miembro de gallina, pero si fuese gerifalte, o tagarote, a éstos darás a cada uno según el cuerpo que tiene. En la noche dale sus plumadas, juntas y algunas picaduras de buena vianda, y con ello siempre las plumas bañadas en el agua tibia; y guárdate siempre de darle nervios ni carne dura, porque no lo puede moler, y dura siempre mucho en el buche. Tampoco le des grosura, porque le empalaga y le engruesa la tripa que va al buche, y hácele no tener hambre.

Aunque en España no lo usan, en todas las tierras donde cazan con el neblí, o con cualquier otros halcones, señaladamente en Brabante, que está en Alemania, y lo mismo en Francia, Inglaterra e Italia, tienen esta regla: cuando dan de comer a su halcón, si le dan de ave viva, siempre pasan la vianda que le dan por el agua fría, y si la carne que le dan es fría, pásenla por el agua tibia, y es provechoso para tener el halcón sano y sin orgullo, porque la vianda muy caliente enciende el halcón, y la muy fría enfríalo, y, por tanto, es bueno templarlo así todo.

Así lo hacen los brabanzones, que son gentes de Brabante, hoy los mejores halconeros del mundo, y que más saben en esta arte, y tiene razón, porque lo usan más que ningunas otras gentes, pues la tierra de Brabante es una tierra muy llana, y de muchas lagunas, que llaman ellos fluches por lagunas, y hay muchas aves. Cuando vienen las cocas a Flandes, que traen los halcones de Alemania y de Noruega, luego van allí los halconeros de Brabante, porque está muy cerca de allí y compran muchos halcones para educarlos en su tierra, y cuando llega la cuaresma, que los halcones son ya volantes y concertados, van con ellos a París, otros a Inglaterra, otros a Colonia, y al Imperio, a venderlos a los señores; quien quisiere altaneros, quien quisiere garceros, de todo hallará.

Vale un neblí pollo altanero cuarenta francos de oro, y si fuese garcero, sesenta, y si han mudado valen más; porque todo el peligro mayor de los halcones que vienen de aquellas tierras de donde los traen, está en la muda, señaladamente al derribar las tijeras, porque mueren de filandras. Y por esta razón son los brabanzones buenos halconeros, porque lo tienen por oficio, y a mí me acaeció comprarles los halcones en París, y los halconeros de Brabante que me los vendieron venirse conmigo a Castilla, por sus soldadas.

Si tu halcón tuviese pequeñas ventanas nasales, que es gran tacha, señaladamente para el halcón altanero, que necesita venir abajo, y alzarse, y traer el huelgo suelto; si el tal tuviere las ventanas nasales pequeñas, se las labrarás con un cañivete, quitándole un poco de cera, y en cuanto salga sangre ponle allí un poco de algodón y ceraza, y queda el halcón con buena ventana abierta. Guárdate de labrarlo a fuego, aunque algunos lo usan, porque es muy mal modo de labrar, ya que el fuego cada día obra más y muchos halcones pierden los picos por ello.

Procura siempre de dar a tu halcón buena alcándara, gruesa y firme, y que no hayan estado en ella gallinas, y aun, si pudieres excusarlo, no pondrás tu neblí en la alcándara en que sacre ni borní hayan estado, porque el sacre y el borní tienen mucho piojo. La casa esté sin humo, sin sereno y sin polvo, y que no haya en ella cal, porque ciega; debajo de la alcándara esté el suelo limpio, para que veas la plumada cuando la hiciere, o las tulliduras. Procura siempre que nunca des de comer a tu halcón hasta que haga su plumada, y si no la hiciere, harás como se manda en el capítulo de las plumadas viejas, y ponle siempre la lúa debajo de los pies, y un paño de color atado a la vara, porque le es muy sano a los pies.

Cuando tu halcón fuere ya buen señolero, hazle volar picaza en lugar que no haya árboles, porque es muy buena volería: lo uno, enséñale a alzar y bajar y retener el huelgo y atender a su maestro, y cobra gran ligereza; cuando hubiere así un gran rato volado, dale señuelo y de comer, y después que en algunos días hubiere así volado, necesitas buscar otro halcón maestro, y échale con él sobre el agua y ande con él sus giros, y antes que él se quiera bajar, dale señuelo y de comer.

Y después que tu halcón sepa andar ya sus giros, y estuvieres en ribera, deja volar primero el halcón maestro, para que agüe los ánades, y entonces echa tu halcón, y déjalo andar con el maestro. Y así, tan pronto levantares los ánades y siguiere tu halcón al maestro y aguare con él y cobrareis el ánade, dale señuelo y el ánade en el señuelo, y cébalo allí, para que la conozca; y dale la lengua del ánade mascada entre los dientes, el corazón y una pierna, y en esta guisa aliméntalo hasta que derramadamente mate por sí.

Gobernarás en adelante tu halcón en esta guisa: una vez que algunos días haya andado con el maestro, cuando supieres que tienes aves sobre las que tu halcón vuele, y sea en lugar donde lo puedas socorrer y puedas entrar por seco, no sean marismas, ni muy altos juncales entre tremedales, ni haya muchos árboles, así como salcedas, que se lisiaría el halcón; ni haya arroyo muy hondo que no se pueda pasar y socorrer al halcón, mas sean arroyos llanos y lagunas convenientes; y cuando así hallares, ve viento abajo y aléjate de la ribera y haz volar tu halcón y déjalo andar y tomar su altura, porque si de otra guisa lo hicieres y no tomases el viento, los ánades no esperarían tan bien y el halcón tiraría por ellas y podría perderse. Y haciendo esto que te digo, el halcón toma su altura y pasa por encima de los ánades y ellos están tranquilos; los ve el halcón y entonces conoce sobre qué vuela y todavía se pone más alto. No seas codicioso ni deseoso de levantar las ánades hasta que tu halcón tenga su altura, porque si de otra manera lo hicieres, tu halcón tomaría mala costumbre, no se alzaría mucho y tendrías luego que hacerlo levantar. Además, si levantares andando el halcón bajo y los ánades se elevasen, el halcón no tendría altura para alcanzar y golpar; tiraría por el ánade a la tira y sería gran enojo y peligro de perder el halcón. Además, sería un feo volar, pues toda la naturaleza, nobleza y bien del halcón altanero es que sea lo más alto que pudiere.

Cuando vieres que tu halcón está en su altura, levanta, siempre viento arriba y al través, en manera que eches los ánades por seco, pues entonces vendrá mejor tu halcón, porque entiende que puede cobrar. Y si aguare y saliere fuera de la ribera, deja tomar altura a tu halcón y torna a levantarle los ánades; si matare, acude luego, y si cobró, llega quedo a él y quítasela de las manos muy dulcemente y cabalga y corre la ribera hasta que tu halcón se levante; si otros ánades hubiere allí, haz como primero hiciste, y si no los hay, o no quieres más volar, da señuelo a tu halcón y de comer; dale siempre lengua y corazón del ánade y una pierna de gallina, y está quedo con él hasta que se limpie y se sacuda.

Si tu halcón, andando en la ribera sale y sigue alguna ralea, y si el halcón es pollo y está en el comienzo de su volar y está quedo, tú dale voces porque torne, y si no quisiere tornar, muéstrale el señuelo, y si tornare dale señuelo y de comer; no procures hacerle volar más entonces, y sábete que ha hecho bastante, pues tornó a tu mandado. Pero si el halcón es ya volante y sabe lo que ha de hacer, y sale como he dicho y torna, déjalo andar, y si ánades ahí se levantaren, haz como debes.

Procura no hacer volar tu halcón sobre aves menudas y sobre poca agua, porque si cuando el halcón viene a golpar no halla una cerceta suficiente grande, da en tierra y lisiase. Pero si el agua fuere mucha, así como gran laguna, y hubiere allí trullos, cercetas, alzaderas y de tales aves menudas, haz volar tu halcón y levántaselas, porque siempre tornan al agua, y en esto se afeitan mucho los halcones nuevos, en venir abajo y alzar y engolosínanse mucho; cuando un largo tiempo hubieren así volado y acuchillado en ellas, dale señuelo cerca del agua y dale de comer, y no pases cuidado aunque no recobre ninguna de ellas.

Si los ánades estuvieren en seco, no hagas volar tu halcón hasta que entren los ánades en el agua, porque de otra manera se levantarían y el halcón tiraría y perderla su vuelo. Pero si vieres que están orilla del agua, espéralas que entren en el agua; si vieres que no quieren y no hallas otra cosa y tienes borní torzuelo altanero, hazlo volar, y por ventura entrarán entonces en el agua los ánades, y si se fueren, el borní no las seguirá, y así excusarás de no aventurar el neblí; comunalmente esto hacen los ánades en el tiempo de las grandes heladas, porque no pueden romper el agua.

Están los ánades fuera de los arroyos y lagunas cuando ha llovido mucho y hay muchas aguas sobradas, de modo que en los prados están todas las hierbas cubiertas de agua, y los ánades posan y piensan de si; no tienen sino los pies cubiertos de agua, y no entran en los arroyos, por cuanto el agua corre recio por la mucha que traen, y hay peligro; vela entonces al halcón, porque están los ánades tanto como en deseo, y te guardarás de hacer volar a tu halcón en tal lugar.

Pon todo tu saber y toda tu diligencia en que tu halcón revuele y remonte, y en esto afánate cuanto pudieres, porque éste es el caudal del neblí. Procura también, mate o no, llevar señuelo si no está tu halcón volando un poco alto, aunque cuanto más alto estuviere, cuando le dieres el señuelo, será mejor. Y si estuviere posado en tierra, o en árbol, o en casa, espérale hasta que se levante, y cabalga la ribera y dale voces, y cuando se levantare y anduviere un poco sobre el agua, si no hay ánades que le levantes, entonces dale señuelo, de comer y de roer, si quieres ir a cazar otros ánades.

Acaece que los ánades, desde que son golpadas o aguadas, se encierran así en el agua y con el gran miedo del halcón no quieren salir, y hay halcones tan rabiosos y caninos que, cuando las ven así vencidas y rendidas en el agua, se posan en la ribera cerca de ellas, y cuando las ven lánzanse en el agua procurando tomarlas; llaman los cazadores a esto pescar; evítalo con el remedio que se pudiere poner, y no hay otra forma de cobro sino lo más rápido que pudieres, con vara, o con arrejaque o ballesta, cobres el ánade, pues anda muerta. Cabalga y corre la ribera, para que tu halcón se alce, y cuando lo vieres elevado, da señuelo; si se hubiere mojado y estuviere en tierra porque no se pueda levantar a volar, tómalo y no le des entonces de comer, mate o no, y en adelante, si vieres que el halcón a menudo hace esto, antes sufre que se pierda el ánade y da señuelo a tu halcón, antes que venga aquello, que es una cosa que los halcones hacen a menudo desde que a ello se acostumbran, y observa además si lo hace con gran hambre, porque anda flaco; y si esto fuere, súbelo en la carne.

Véngate siempre a las mientes que el día en que nació el neblí para ser tomado por el hombre, y cazar con él, en ese día nació la gallina, y siempre tráela contigo, viva; y aunque tu halcón mate otras presas y les de algunas picaduras de ellas, o el corazón, sin embargo, la gorja házsela siempre de gallina, porque lo conserva siempre templado y sin orgullo, ya que la carne de ánades y aves de ribera, y de otras cualquier presas es mochina y salvaje, enorgullece al halcón y lo hincha de horrura y no obedece al señuelo ni cuida de las raleas.

La gallina que hubieres de dar a tu halcón, no sea muy vieja, y procura que sea sana, pues si fuese doliente, o pepitosa, sería gran daño para tu halcón.

El día que tu halcón no volare en ribera, o a buscar otra presa, no olvides señolearle a la tira, si hiciere buen tiempo, que no llueva o haga gran viento, o niebla, o estuvieres en monte; porque entonces sería peligroso y lo podrías perder; dale entonces señuelo junto a ti, y de comer.

Pero si le señoleares a la tira y tuvieres gallina encubiertamente, dásela a degollar por la boca, y beba la sangre, que es muy sana, y así se lo oí al Vizconde de Illa, de Aragón, que es muy cazador y sabedor del neblí; dice que es muy sana la sangre de gallina en previsión de las lombrices y gusanos, y porque toma el halcón gran creencia en el señuelo.

De todas las aves yo no hallo tan diversas y tantas naturalezas como en las ánades, ya que se cuentan entre ellos: abocastas, ánades reales, ánades gentas, capirotadas, ginetas, trullos, golondrinos, alzaderas, raíllos, negretas, cercetas, y otras muchas. A todas éstas y de tal naturaleza harás volar tu halcón de la misma manera, haciendo volar primero tu halcón, y que tome su altura, y después levantar; pero a todas las otras presas, salvo sisones, así como grulla, garza, averramia, martinete, cuervo, talvo, alcaraván, lechuza, bitor, lo echarás a brazo tornado.

Antes que los halcones pollos entren en la muda, cuando aún son pollos, es bueno, en mayo, hacerles volar sobre los sisones, porque los hacen ligeros y altos, y a éstos harás volar primero tu halcón y después le levantarás los sisones, y si recaudare, quítaselo cortésmente de las manos, cabalga y házselo revolar. Si aún quisieres más, que vuele otros, si los hay, si no, darás señuelo. Es muy bueno, en este tiempo, también volar martinetes.

Cuando quisieres que tu halcón vuele garza averramia, procura que no haga gran viento.

A tu neblí pollo hazlo volar, algunas veces, sobre las perdices, porque los hace la tal volería muy altos y muy redondos, y toman los halcones en ello muy gran golosina y gran sabor, y vuele como te dije que debe volar sobre los sisones; si recaudare, quítasela de las manos, y no le des de roer, y cabalga y revuele, y cuando vieres que asaz ha volado, y está alto, antes que desemballeste para bajar, dale señuelo y de comer. Procura, cuando quisieres que tu halcón vuele así la perdiz, no traer más de un podenco o dos, y bien mandados. Por otra parte, no le hagas volar en lugar que haya muchos árboles, pues se podría lisiar el halcón cuando viene a golpar.

Acaece muchas veces que se toman los halcones zahareños tan tarde que queda poco tiempo hasta la época de la muda, y es breve también el tiempo para educarlo y cazar con él. Para esto conviene que hagas así: durante todo el verano no cuides de ponerlo, ni sosegarlo en la muda, mas por las mañanas y tardes frescas, hazlo volar sisones, alcaravanes y ánade, y no te preocupes de otra cosa salvo de pasar así el tiempo, volando y dando señuelo; también es buen volar el martinete. Cuando vieres que ya derriba mucho, así de las alas como de la cola, tráelo en la mano, y aguanta cuanto pudieres sin ponerlo en la muda; pero cuando vieres que las plumas vienes en sangre, que sería gran peligro, sosiégalo y mételo en la muda.

El día que tu halcón no hubiere de volar, aquel día, en la mañana, ponlo en el prado, en lugar apartado, sobre una piedra, bien atado a su lonja, y allí holgará y pensará de sí; y procura que el lugar donde lo hubieres de poner, sea entre paredes, no sea en el campo abierto, porque vería las aves que atraviesan por el cielo y no sosegaría. Y tú no te apartes de él con el roedero, para que si vieres que no quiere sosegar, lo tomes.

Este poner así en el prado no lo usan los cazadores de Castilla, mas el halconero de Brabante no lo excusaría por cosa del mundo, porque dice que su halcón ha menester de pensar de sí, y tomar placer, y que le es mejor allí que no en la alcándara.

También, como dije primero, guarnece siempre tu halcón de buenos cascabeles, de buenas pihuelas y de buen capirote; porque si el capirote daña o toca los ojos, podría perder la vista o tener nube, y además le escarmienta de tal manera que aborrece el capirote. La mala pihuela, de mal cuero o muy apretada, le hincha los pies, por lo que le recrecen la gota o los clavos. Los cascabeles sean buenos y doblados de milaña, y si tu halcón es bullicioso, y sale a menudo de la ribera, y se va con la ralea, cárgalo y échale cuatro, o si menester fuere seis, según vieres el cuerpo del halcón y su orgullo. Algunos cazadores hay que, cuando cargan su halcón por ser orgulloso y salirse de la ribera, le ponen cascabeles en la cola, y le resulta muy mal y feo; hay otros que le ponen cascabeles llenos de plomo, y esto me parece muy peligroso, pues el halcón podría mancarse muy pronto; por tanto, es mejor cargarle de muchos cascabeles, que más empachan al halcón y lo enojan, y lo harán sosegar por ser muchos, antes que por la pesadura que soporte, en cuanto son cuatro o seis, según cumple; y yo así lo usé y lo querría usar; aunque no sean muy buenos, no importa, en tanto que suenen. Pero cuando tuviere que traer los cascabeles que le cumplen cuando anduviere bien ordenado el halcón, los cascabeles sean agudos y graves, uno prima y otro bordón, pero tan grande el uno como el otro, que hagan buena melodía. Son buenos los cascabeles, lo uno porque el halcón parece bien cuando vuela, y lo otro porque las ánades y aves sobre que volare más se asustarán; pero, además, si perdieres el halcón, hallarás más pronto su rastro porque lo oyen muchos de los que andan por la tierra, y podrás tomar y saber noticia de él.

No se te olvide de traer siempre contigo capirote sobrado, para que si perdieres el capirote que el halcón trae, como acaece a menudo, tengas de qué socorrerte, porque de otra manera te verías en gran enojo, peligro y quebrantamiento del halcón.

Si perdieres tu halcón, serás bien diligente en buscarle, y no te enojes de ello, y lleva contigo gallina viva y tu señuelo bien encarnado. Y si se fue con ralea, busca noticia de la tierra que llevó, y si la alcanzó, y mira bien, porque muchas veces se esconden en cuanto alcanzan la ralea, acallan los cascabeles, no suena ni come hasta que el hombre pasa. Y si otra señal no tienes, mira viento arriba y en las riberas, que allí acudirá, y si lo recuperares y tuviere ralea, quítasela de las manos de manera que entienda que te pesó. Y si alguna noche durmió fuera de tu poder, cárgalo de cascabeles hasta que veas que está seguro, y si, cuando lo buscares, acudiere a ti al señuelo hazle cuanto placer pudieres y dale gallina a degollar en el señuelo.

Procura que tu halcón no traiga gran pico, porque parece mal y le es dañoso; no come como debe, resuella y cárgase de agua; y cuando le crece así mucho, levántansele esquirlas, de que viene a desportillarse y perder el pico. También cuando le hicieres el pico, hazlo con buen tiento, y no saques sangre, ni le llegues al maslo. Las uñas, si es altanero, tájaselas y tráigalas cortas, y si es garcero no se las cortes.

Haz volar a tu halcón por la gran mañana, madrugando mucho con él; esto es buena costumbre y además las raleas y las águilas no aparecen; y aún también lo harás volar a las tardes, porque el neblí dos veces al día debe volar.

Cuando tuvieres neblí que sea aventajado para altanería y redondo en la ribera, por mi consejo en aquello lo mantendrás, y no lo harás garcero porque después que son garceros, dejan mucho la altanería, y el caudal y sutileza del arte del neblí todo es la altanería, y tarde se halla tal halcón para ello como debe ser mientras que garcero pronto se hace el halcón, y los cazadores siempre contaron la garza por ralea.

El halcón duerma en tu cámara, o en la del que tuviere cargo de cuidar de él, y tenga candela toda la noche. En España usan los halconeros dejar sus halcones sueltos, porque si de noche se sueltan de la alcándara, lo que acaece soñando que andan a caza, sería peligroso y algunos hay que se perdieron así. En Francia, y en aquellas tierras, átanlos, porque dicen que el halconero no debe tener su halcón tan alejado de sí que no lo oiga, y si estuviere suelto, podría dar en la pared, o en alguna otra cosa y lisiarse; cada uno pone buena razón por sí. Pero yo siempre lo dejé suelto y cerca de mi cama, si es halcón de que me pagué.

Cuando tu halcón tomare alguna presa, así como garza, u otra de la que le has de dar a comer, no le dejes comer enseguida, hasta que pele, porque el halcón está encendido, y la carne de la presa arde, júntase todo, y hace gran daño al halcón. Y cuando un rato así pelare, dale de comer y guárdale de la sangre, porque no le es buena, ya que, como dije, son presas salvajes, y se enorgullece el halcón con su sangre, y aun con la carne si mucha le das; debes guardarlo de esto, porque el neblí de su naturaleza es bravo por el arrojo y esfuerzo que en él hay, y, por tanto, es menester de gobernarlo templadamente, pero decía Juan Fernández Burriello que al halcón que no descendía derramadamente en la ribera era bueno darle algunas veces a comer el pecho del ánade porque tomaba gran creencia y sabor. Yo no dudo que esto es verdad; pero, a la tira, es más presto el neblí en seguir el ánade, si anteriormente hicieres esto, y podrás perderlo antes. Mas si el halcón es tan duro de educar que no desciende como debe, bien es alguna vez darle así de comer en el ánade, pero sea muy pocas veces.

Cuando tu halcón tomare ralea, así como corneja, sisón, paloma u otra contra tu voluntad, sácasela de las manos en manera que él entienda que te pesó de ello, y no le hagas halago ninguno, sino luego ponle el capirote y no le dejes volar hasta que pase así bastante tiempo.

Es bueno, algunas veces, dar a tu halcón liebre caliente, porque es vianda muy liviana, que remonda y limpia el buche del halcón.

Pero esto sea una vez en el mes, y dale una gorja, mas guárdale de la sangre, porque es muy seca y hace huélfago; cuando el halcón trabaja mucho, es buena vianda, y vi que Ramir Lorenzo, comendador de Calatrava, que arriba hice mención de él entre los cazadores y grandes halconeros, fue buen cazador, y especialmente fue muy buen cetrero, y cuando tenía azor de Noruega y hallaba garza en el Tajo, que es río caudal, y moraba cerca de allí, él hacía guardar la garza, y con los halcones alfaneques que tenía iba a buscar la liebre, y después que la tomaba, cogía entonces su azor, e iba a echar la garza, y su azor la tomaba en guisa que cayese en el agua grande y se mojase. Aquel día dábale el corazón de la garza, y todo el papo de la liebre, porque era vianda buena y liviana. El azor llévaselo luego al buche; y decía que asaz tenía el azor de trabajar en enjugarse y, por tanto, había menester no ser alimentado de vianda sino liviana, como es de liebre.

Cuando quisieres hacer a tu halcón garcero, harás así: si tú vieres que tiene ojo para la garza y llega a ella, mas no pega con ella, bájale un poco la carne, y dale hambre. Si vieres que ni con esto quiere trabar de ella, entonces busca halcón maestro que sea buen garcero. Y cuando vieres que el halcón maestro vuela, y la garza se rinde, entonces quita el capirote a tu halcón, y déjalo volar, que luego se juntará, con el maestro, a lo que ve rendido, y si la garza muere, hazle allí todo el placer que pudieres, y dale en la garza a pelar, que la conozca, y dale el corazón de ella, y tuétanos y una pierna de gallina, y coma algunas picaduras en la tabla de la garza. Mas nunca jamás hartes a tu halcón con carne de garza, porque es muy viscosa, mochina, empalaga mucho, y aborrécenla los halcones muchas veces por ello.

Después que tu halcón haya comido en cinco o seis garzas, y las mata denodadamente sin maestro, en adelante échale garza esquivada; que otro halcón la esquive y la haga remontar, y cuando fuere razonablemente alzada y alta, entonces echarás tu halcón, porque no le debes enseñar a matar garza baja, que es lo que querría él.

Cuando echares tu halcón a garza o a otras raleas, echarás viento arriba, al contrario que haces con las ánades, porque la garza luego toma el viento abajo y halla el halcón en encuentro. No lo eches en río grande o en lugar que no lo puedas socorrer. Cuando hubieres de hacer que tu halcón vuele por garza, procura que no haya estado al sol, y que tenga buena hambre, y si trajese cascabeles grandes, descárgalo, y vuele con cascabeles livianos.

Si alguna vez tuvieres halcón garcero y hallares garza y ánades, todo en uno en la ribera, cerca lo uno de lo otro, entonces harás levantar primero las ánades y echarlas de allí, y cualquier otra ralea si la hay; porque de otra manera si echares el halcón a la garza, y andando con ella se levantasen las ánades el halcón vendría a ellas y dejaría la garza; y si no viste las ánades hasta que tu halcón volaba, procura en cuanto pudieres no levantar las ánades, que ya entonces no hay otro remedio.



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