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ArribaAbajoLo que me acaesçió en el golfo del mar Oçéano, el qual es de mill leguas desde el dicho puerto de Gomera hasta Sancto Domingo en las Yndias



Navegando mi sentido
por el golfo del cuydado,
llevando em popa el olvido,
por la proa me á envestido
memoria de lo pasado.
Quisiera, viendo el afrenta
no menos en la tormencta,
amaynar mis pensamientos,
mas quien los haze contentos
no consiento que consiencta.

Y aunque de desconfiado
algunas vezes confío,
por lo que ya é conmençado
hallo que será forçado,
darle cabo, o ver el mío.
Que aunque va mi pensamiento
dudoso de salvamento,
esperança me asegura
que ofresçe más la ventura
a quien tiene çufrimiento.



Por dar apetito a los leedores y por tomalle yo para escrevillo, escrivo muchos géneros de cosas en metro y em prosa, aunque el metro será más corto, porque el más del tiempo está leproso e travajoso, y por esso soy más amigo de la prosa, espeçialmente agora en este charco, que á diez días que no vemos tierra, si no es la del fogón del navío, y tendríamos por breve tiempo vella de aquí a veynte días. Vendittos aquellos que con sus açadas sustentan sus vidas y biven contentos, espeçialmente sy con ellas andan cabe alguna fuente, que en verdad ya nos comiençan a dar por medida el agua y todos los que vamos en esta dicha nao desean más bevella que vertella. Y aun creo que ay algunos que holgaran de bolverse a Castilla y aver pagado el flete sin hazer el viaje. Van otras tres naos con nosotros en conserva.

Este mar, aunque algunas vezes con ayres e temporales se enoja y enbraveçe, que yo ví entrar ell agua della por su propia voluntad, -o de Dios, por mejor dezir, syn la qual no se menea la hoja en el árbol,- andando alterada por el borde de la dicha nao que yo yva, aunque no hera pequeña syno muy grande, por la mayor parte es más mansa que otras mares. Dizen algunos que lo causa ser más larga y tener más espaçio donde estenderse y no aver tierra con quien traer pendençia.

Ay peçes que llaman voladores. Buelan veynte pasos poco más o menos. Algunas vezes caen dentro, en los navíos por su propia voluntad. Yo lo ví e lo comí; tienen un sabor a humo, -no sé sy lo hizo el fogón en que se asó,- durillos e desabridos. Son desta manera los que yo ví: tan largos como un palmo, la cola ancha. De cave las agallas, çerca de la cabeça, le salen dos alas, tan largas como un xeme, tan anchas como una pulgada, tela de ala de murçiégalo.




ArribaAbajoEn esta mar y en esta nao me acontesçió esto que se sigue

Como salí desterrado de Sevilla y en desgraçia del Emperador mi señor por lo que a su asystente de la dicha çiudad, que representava su persona real, respondí quando me mandó notificar el destierro, que como creo que dicho tengo. En suma, os quiero dezir que dixe que no obedesçía sus mandamientos porque hera mi enemigo. Determiné de no dar razón ni ocasión para que este enojo se exerçitase en mi perjuyzio e de no hazer verdadero al dicho asistente, que abía escrito al Rey y al Consejo Real que yo hera reboltoso y porque en la verdad él no la dixo, como abía de costumbre, porque era hombre apasionado y apetitoso, y en los tales hombres, nadie se deve de fiar, porque de sí mismos dizen mal, etc. E por lo susodicho e porque, aunque de mi condiçión soy regozijado y bulliçioso y no reboltoso, traýa muy sobre aviso de no paresçello por no padesçello sin causa ni razón, como hasta aquí avía sydo. Y por esto a mí y a los míos quité las armas y abisé de las hablas en la dicha nao y, demás de ser mi gozo y pasatiempo el regozijo, por quitar sospecha, dexé el pasear y el pensar, y andava en corro con los marineros y grumetes y comía con cada qual dellos su pescado salado en sus rodillas e les dava de mi gallina de lo que della vastava al que más se llegava, porque pensé que aprovechaba para que dixesen bien de mí y biesen que bibía pasçíficamente e lo dixesen quando a Sevilla bolviesen, porque bien abría quien se lo preguntase.

Y un día en la mañana que me levanté de mi cama e cámara de popa, devaxo de sota, suví arriba y hallé al piloto, señor de la nao propia suya, sañudo y una espada en la çinta, no abiéndola traydo hasta entonçes, muchos dardos subidos a la gavia e dos o tres hombres. E yo, como cosa nueva y no usada, preguntéle: «Señor capitán,» -y aun quise dezille: «Señor Grand Capitán,»- «¿qué es esso?» Díxome: «Señor, suelen venir de Brasil naos y navíos de françeses y quiero yr yo sobre aviso, porque no me tomen como al puerco». Y yo por le agradar y complazer dixe: «Pues, yo quiero hazer lo mismo. Dame, moços, mi espada y çeñíos las vuestras». Él respondió, muy ayrado: «No á de ser tal cosa, que de vos me guardo yo, porque tengo sospecha que os me queréys alçar con la nao y que andáys agradando a mis marineros y pasageros para ello e haziendôs su ygual y compañero».

Yo le respondí: «Dóos a Dios por testigo de lo que deziros quiero, que está en el çielo, aunque vos más quisiérades que os diera otro en la tierra. Mas como no ay quien sepa ni pueda juzgar las voluntades e yntençiones syno Él, no os puedo dar a otro, porque la mía no á sydo de hazeros otros nublados syno de deshazer los hechos. Reposá vuestro espíritu, que yo os juro por Dios, syn el qual en la tierra ni en la mar nada se puede hazer, y por el ávitto de Santiago, que vos podéis dormir a buen sueño y estar seguro deso que dezís que teméys. Y si soys hombre de razón, quierós meter en ella. ¿Cómo, sy mi ropa y hazienda que yo llevo en vuestra nao es mucha y buena y vale más de tres mill ducados, -e daría parte della por tenella en salvo y fuera de peligro de mar e mal e de quien me la pueda robar, e no sé cómo la pueda guardar y defender, avía de ponerme aora en buscar más y más congoxa? Y no dándome Dios ladrones, ¿abía yo de procurallos que mis mismos compañeros me abían de robar? Por fuerça o por grado, quitáos, capitán, dese cuydado y mirá la seguridad que de mí quisiéredes, sy desto no la tenéys».

Eacute;l se aseguró con estas palabras y me respondió que él me creýa, sino que le abían dicho que quería cortar la triza, que es una maroma con que se tiene la vela mayor, y matallo a él y a con quien él fuese, e a los otros prometelles los bienes del mundo. Yo luego ví que nadie se lo avía dicho y que él lo levantava por justificar su nesçedad y mascarar su miedo. Y quísele yr a abraçar y no osé, pues todo lo que hazía por bien se tomava por mal. E díxele: «Bien creo que os lo an dicho por congraçiarse con vos. Vos creed que ansí fue e que nunca tal pensé». En esto rebuélvese un grand ruydo en la nao; unos dezían que tenía razón, y otros él. Y víme afligido y mucho más que si tubiera culpa, porque como no la tenía ni me avía pasado por pensamiento, no sabía qué me hazer ni quién hera comigo ni quién hera contra mí. Digo a grandes vozes: «Capitán e maestre d e la nao, ¡o remedialdo o remediallo-éyo!» El qual no con poco miedo dixo: «Remédielo Vuestra Merçed,» y bien podía dezir «Señoría», pues la dizen al conde de Xelbes, que yo no sé cómo lo remedie.

Entonçes dí grandes palmadas y no osé sacar espada por no alterar más la cosa. E diziéndoles que me oyesen e que escuchasen, e así ellos haziéndolo, les dixe: «Vosotros tenéys razón de alteraros, por el capitán lo á hordenado, al qual requiero que quite el espada y tome su leme o carta de marear y vosotros entendáys en comer, ques ora, y luego en un corro e çiertos vayles que quiero hazer en otra cosa. Y al que más hablare y entendiere en al, aunque sea con color de apaçiguar, juro por vida del Emperador echallo en la mar». E así nos apaziguamos e comimos e holgamos.

E fuemos nuestro viaje hasta reconosçer las islas, nombres de las quales son: una, el Anguilla; otra, el Sombrero; otra, el Anegada; otra, las Vírgenes. Hasta las quales desde las dichas yslas de Canaria andubimos ochoçientas leguas de mar y mal, sed y hambre, syn ver tierra. En lo qual estubimos veynte e çinco días. Y venimos a portar a estas yslas que son en las Yndias, de gente ynavitable y por ganar de yndios bravos de guerra. Llámanse carivos. Pelean los unos con los otros. En matándose o prendiéndose, se comen. Sy el que prenden está flaco, hazen un hoyo devaxo de tierra y cúbrenlo, de manera que quede hueco, y engórdanlo allí y después lo comen. Y lo que tienen por mejor dél es las manos y los pies. Y esto presentan a quien quieren complazer y servir. Así porque se osan y saben defender con flechas y yerva como porque no es tierra de oro, las han dexado los cristianos en medio por ganar y pasado adelante, do también pasé yo.

Y fué a tomar puerto dentro de dos días, que por aquí pasé a una ysla poblada de cristianos nombrada San Juan de Puerto Rico, la qual es tierra fértil y vaxa, çient leguas. Tiene dos pueblos grandes de cristianos; el uno se llama Puerto Rico y el otro San Jermán. Ay treynta leguas por tierra del uno al otro; por mar se anda desde Puerto Rico a San Jermán en día e medio, e quando más, en dos. Y desde Sant Jermán a Puerto Rico bienen en un mes quando menos, y a las más vezes en dos.

Ay frutas; unas se llaman vatatas y otras ajís y otras piñas y otras pitahayas, otras guanavanas y clacos, y otra ojarva, otra mamaya, otra mamey, y otra guayava, otra coroços, otra plátanos, otra autias, y otros géneros de frutas. De las de Castilla no se á hallado en la tierra sino çidras y naranjas. Y esta fruta ayla mejor que en España. Melones y pepinos y verengenas y rávanos y lechugas y coles y granadas e higos ay todo el año. Trigo no da la tierra porque de fértil no grana.

Ay un pescado que se llama manetí, del tamaño de un buey, de sabor de ternera, y si en algo difiere, es en ser mejor y paresçello más. Y ansí se dessuella para comer. Y sale a paçer de la mar a tierra. En la cara paresçe ternera, syno que los ojos tiene chiquitos, tamaños como de un açor. Son muy gordos. Su comer dellos es en adobo, y asado lo más flaco, y lo gordo cozido con verças. Quien no vee sacar de la mar, no ay quien diga syno que es carne, espeçialmente después de guisado, ni ay ningund buen cristiano que, si no lo conosçe, lo ose comer en día que no es de carne, aunque le çertifiquen que es pescado. Ay otro pescado, tortugas tan grandes como grandes rodelas. Éstos tanbién es el savor de carne y los tasajos dellos no ay quien diga syno que son de vaca.

En esta ysla no ay moxcas ni piojos ni pulgas ni chinches ni lagartijas ni otras malas savandijas syno ratones y lagartos. No ay zorras ni lovos. Ay muchas vacas; danlas a quien las quiere desollar y dar el cuero a su dueño. Ay muchas ovejas y yeguas, y muchas minas de oro. Los yndios son muertos y huydos; no ay syno algunos que los cristianos tienen por esclavos.

Aquí estube honze días. Hallé muchos criados de mis antepasados, hijos dellos, espeçialmentc vasallos del duque de Medina-Çidonia, los quales me hizieron muy grandes honrras, fiestas y plazeres, de toros y juegos de cañas y sortija, y así pasó por el ayunctamiento y regimiento se hiziese. De salud, -a Dios las graçias por todo,- me fué muy bien, porque ya está convertida la tierra en Castilla, que aunque no naçe allí el pan y el vino, vale tan varato como en Castilla y ansimismo todas la otras cosas que de acarreo se traen. Ay muy buen agua; está algo lejos, media legua del pueblo.

Estotro dicho pueblo nombrado San Germán no le é visto, mas dizenme lo mismo dél. En este de Puerto Rico ay una muy buena iglesia y un monasterio de frayles dominicos muy devotos, de piedra y cal y teja. Todas las otras casas, sy no son dos o tres, son las paredes e suelos de los altos de madera e los tejados de teja. Házese una fortaleza muy buena. Son quatroçientos o quinientos vezinos. A las casas del campo, ado tienen sus haziendas, llaman estançias; ay muchas y muy buenas. De aquí partí a la isla Española.




ArribaAbajoLo que aquí me acaesçió

Llegué a la ysla Española, çiudad nombrada Santo Domingo, la qual es fertil e abundante de todas las cosas del mundo, y mucho más de lo que no nasçe ni se haze en ella de lo mejor que se haze en otras partes, espeçialmente los hombres; que no toparéys con ninguno que no dé buena cuenta de sy, porque son hombres osados y espirmentados. Este pueblo es llano; muchas casas y muy buenas de cal y canto y ladrillo; muy buenas salidas; los campos todo el año verdes. Nunca se esquilma la tierra ni se secan los ojas de los árboles, y a esta causa no nasçe pan ni vino. Pero, como digo, de mercançia lo ay sobrado y todas las otras cosas. Y el vino es mejor que donde nasçe porque la mar lo adova y el tiempo lo trasañeja. Lo que la tierra da es en abundançia, y cogido lo uno, luego naçe lo otro. Ansí paren dos vezes cada año las vacas y las yeguas y las ovejas, éstas de dos en dos. Tiene un río caudal esta çiudad por muy çerca della, do las naos y navíos entran, tan hondo que ponen planchas en tierra para descargar las dichas naos y navíos. Y en esto no hago syno aylvanar, por coser bien mis cosas.

Yo me desembarqué en este puerto y llevóme a su posada Diego Cavallero, secretario de la chançillería real que allí reside. El qual no huvo menester testigos para saber mi linaje y condiçión, porque hera de mi tierra y discreto. Y aunque me aposentó y regaló como al condestable de Castilla, no menos gusté, de su buena conversaçión que él de la mía, aunque no menos holgué de holgarme con él que no con el Emperador, porque ése es mí emperador el que es de mi condiçión. Metióme por su compadre, que a la sazón parió su muger. Túbelo en mucho, ansí porque hubiese deudo, pues avía deuda, como porque no tengo por pequeña buenaventura tenelle por amigo, y no por sus averes, aunque son muchos, syno por su persona. Y no quiero deziros más bien dél, pues todo quanto puedo escreviros os digo en confesaros que tengo por buena ventura su amistad, acordandós que lo que en este libro é dicho: que los que yo escojo son muy escogidos.

Y estos señores presidente e oidores desta chançillería real, siendo cometido a Su Magestad del Emperador nuestro señor probeyese de capitán general en la probinçia de Santa Marta, considerando una carcta que traxe de Su Magestad para que me encargasen de cargos y la buena ynformaçión deste secretario, como por la buena condiçión e nobleza del dicho presydente e oidores, -el qual presydente se llama el liçençiado Formayor y los oidores: el uno, el liçençiado Çuaço, de Segovia, y el otro, el dottor Ynfante, de Sevilla, y el otro, el liçençiado Vadillo, de Arévalo,- acordaron de probeerme del dicho cargo de capitán general e ansí me dieron su probisyón real, que es esta que se sygue:

«Don Carlos, etc. Por quanto por algunas causas cumplideras a nuestro serviçio nos tenemos probeýdo y mandado quel dottor Rodrigo Ynfante, oydor de la nuestra audiençia e chançillería que resyde en la ysla Española, vaya a la probinçia de Santa Marcta por juez de residençia a la tomar a Garçía de Lerma, nuestro governador, que á sido y es en la dicha provinçia, e a tener cargo de la administraçión de la justiçia y governaçión de la dicha tierra, hasta que por nos otra cosa se probea, y dello le hemos mandado dar nuestras probisyones; el qual dicho dottor, en cunplimiento dellas, está aprestándose al presente para yr a la dicha tierra.

»Y porque nos consta por muchas relaçiones e ynformaçiones que dello ay, presentadas en el nuestro Consejo de las Yndias, que en Castilla resyde, en la dicha: nuestra audiençia ante los nuestros presydente e oidores della, y que es público y notorio que la dicha tierra está muy alterada e alçados muchos pueblos e caçiques e yndios della, e se an ydo e ausentado mucha de la gente española que en la dicha probinçia abía, en tal manera que está a punto de se perder, para remedio de lo qual conbiene que a la dicha tierra vaya alguna copia de gente para la poblaçión e pasçificaçión della. Lo qual visto por los dichos nuestro presydente y oidores, abiendo sobre ello platicado, se acordó que pues al presente en la dicha isla Española avía algún número de gente que querían yr e pasar a la Tierra Firme en las provinçias del Perú e otras partes, que devían de embiar a la dicha probinçia de Sancta Marcta alguna della, syn sacar ningunos vezinos ni otra persona alguna de los que convenían a la poblaçión de la dicha isla Española e que de la dicha gente fuese por capitán general don Alonso Enrríquez de Guzmán, cavallero de la horden de Santiago, gentilhombre de nuestra casa real que al presente se açertó a estar en la dicha isla Española.

»El qual por nos servir açebtó el dicho cargo e se ofresçió a yr a la dicha tierra con la dicha gente en compañía del dicho nuestro juez de resydençia e de governaçión que a ella va. E para ello, con acuerdo e paresçer del dicho nuestro presidente e oidores e de los nuestros ofiçiales de la dicha isla Española, se le haze socorro e ayuda de çierta cantidad de pesos de oro y mantenimientos en çierta manera, segund con él fué asentado e conçertado. E por ende, acatando la calidad de la persona del dicho don Alonso Enrríquez de Guzmán y los buenos e leales serviçios que nos á hecho e esperamos que en la dicha tierra nos hará, nuestra merçed e voluntad es que sea nuestro capitán general de la dicha gente y armada que asý se embía e va a la dicha tierra e probinçia de Santa Marta con el dicho nuestro juez de residençia y de governaçión della, y que, en ella tenga e huse çerca el dicho cargo por todo el tiempo que nuestra merçed e voluntad fuere e hasta tanto que por nos o por la dicha nuestra audiençia otra cosa en ello se mande e probea.

»Como tal capitán general, entienda en la conquista e paçificaçión e poblaçión de la dicha tierra; lo qual haga con acuerdo y paresçer del dicho dottor Ynfante, juez de resydençia, y así que los otros capitanes, alférez, otros qualesquier ofiçiales que se hubieren de elegir e nombrar para la dicha armada e gente, los nombren el dicho juez de residençia y el dicho don Alonso Enrríquez. Y las personas que ansý por ellos fueren nombradas para los dichos cargos y ofiçios nos, por la presente, les damos poder e facultad para las usar y exerçer. E mandamos que no les sean quitados ni removidos dellos, no haziendo delito o otra cosa por que les devan de ser quitados, o por nos o por la dicha nuestra audiençia.

»Otra cosa se probea, e oy mandamos al nuestro governador e a su theniente, alcaldes, alguaziles e otras qualesquier personas vezinos estén avitantes en la dicha probinçia de SantaMarta, e ansí los que agora son como los que fueren de aquí adelante, que ayan e tengan al dicho don Alonso Enrríquez por tal capitán general de la dicha tierra e probinçias e de la gente de guerra que en ellas tubiere e de aquí adelante fuere, e como tal le ovedezcan e hagan lo que por él les fuere mandado al dicho su ofiçio tocante, so las penas que de nuestra parte le pusieren, las quales nos por la presente ponemos e avemos por puestas e por condegnados en ellas, lo contrario haziendo, syn que en ello ni en parte dello enbargo ni ympedimiento le sea puesto. Antes mandamos al nuestro governador e juez de resydençia e otras nuestras justiçias e personas qualesquier que luego por su parte fueren requeridos le den e hagan dar todo el favor e ayuda que menester oviere e de nuestra parte les pidiere.

»E mandamos que le sean guardadas todas las nuestras graçias, franquezas e ynmunidades que suelen ser guardadas a nuestros capitanes generales. Y por razón del dicho cargo de capitán general el dicho don Alonso aya e llevé de todo el oro e otras qualesquier cosas que se ovieren en la dicha provinçia, de todas las entradas que hizieren durante el tiempo que tubiere el dicho ofiçio, los derechos e parte que han llevado e suelen e acostunbran llevar los otros capitanes generales que an sido en la dicha probinçia, syn que en ello ni en parte dello le sea puesto enbargo ni ynpedimiento alguno. E ansimismo su lugartheniente e alférez e los otros ofiçiales ayan e lleven los derechos e partes que an llevado los otros thenientes y alférez y ofiçiales. Para todo lo susodicho e para qualquier cosa e parte dello damos poder cumplido, segund que de derecho en tal caso se requiere, al dicho don Alonso Enrríquez de Gudmán. E los unos ni los otros no fagades ende al, so pena de la nuestra merçed e quinientos pesos para la nuestra cámara a cada uno que lo contrario hiziere. Dada en Sancto Domingo, a XII de diziembre de mill e quinientos y treynta e quatro años. El liçençiado Çuaço. Rodrigo, Ynfante, doctor. El liçençiado de Vadillo. Yo, Diego Castillo, escrivano».

Dada esta provisión destos juezes, que son el propio Rey, y de mí reçebida y en la isla Española de las Yndias, çiudad de Sancto Domingo, apregonada, e yo por tal capitán general resçebido, tenido y abido e conosçido, y hecho mis ofiçiales, comprados mis cavallos y todas las otras cosas nesçesarias que para semejante caso e jornada e cargo nesçesydad avía, e ya questava para enbarcarme para la dicha probinçia de Santa Marta, llegó una nao d'España, nombrada la de «Hernando Blas», y dixo y çertificónos como el Emperador, Rey nuestro señor, avía probeído de governador e capitán general de la dicha probinçia de Santa Marta a don Pedro de Lugo, adelantado de Canaria, el qual y su hijo, don Alonso Luys de Lugo, con quinientos hombres de guerra y otros adereços venían luego.

E yo, como vi que todo hera lugo, acordé lugo desestirme de la causa. Y estos señores oviéronlo por bien. Y lugo determiné y partíme para el Perú, tierra nueva descuviercta, do diz que, -como adelante, sy bibo, escreviré y veréys,- ay ynfinita cantidad de oro sin quencta ni sin medida, aunque no cuesta varato ni menos que la vida, porque de çient hombres, mueren los ochenta. Mas hágome otra cuenta, que es la del físico del rey de Ynglaterra, que diz que le dixeron que sy lo sanava, le darían una çiudad, y sy no, le ahorcarían. El qual respondió que hera contento, porque con lo uno o con lo otro salía de nesçesidad. Ansí lo soy yo, pues nunca mucho costó poco.

Partido desta isla Española para el Perú, herramos el puerto del Nombre de Dios, Castilla del Oro. Tomamos, el de Cula en la misma tierra e probinçia. E este nombre en yndio quiere dezir «huesos» y porque murió mucha gente, se lo pusieron. Y de seys cavallos que desenbarqué, vendí los tres e los otros tres embié por tierra a Panamá, que es puerto de la mar del Sur, para yr al dicho Perú. E yo con mi hazienda e familia tornéme a embarcar para el dicho puerto del Nombre de Dios, que es del mar Oçéano, para atravesar, como atrabesé, por tierra con ello al dicho puerto de Panamá, do ay diez e ocho leguas.

Las syete se van entre dos syerras muy altas y espesas de breñas, por un río casi seco, que llega el agua a las quartillas de los cavallos, y en cabos a la rodilla, y en cabos a, la çincha, y en cabos a los vastos de las syllas. Y a los que van a pie asymismo es muy travajoso camino. Y las otras honze, por razonable camino, aunque se atraviesan algunos ríos. Ay tres ventas en el camino, la una se llama Capira y la otra, las Juntas, y la otra, la venta de Chagre, porque allí çerca desembarcan de otro río hondo, que se llama Chagre, la ropa que traen en barcos, desde la mar y dicho puerto del Nombre de Dios del mar Oçéano al de Panamá del mar del Sur y donde se embarcan en esta dicha mar, como me embarqué, para la dicha probinçia del Perú.

Agora os quiero dezir lo que hasta agora e visto en esta probinçia de Castilla del Oro y de la gente yndios de la misma tierra; y si bivo, después os diré lo del Perú. La gente yndios se me figura como fuéramos nosotros, sy Adán no pecara. Ellos no pecan ni saben pecar; no tienen envidia ni maliçia; no ay entre ellos moneda ni ofiçiales ni lo an menester. Porque lo que toca al probeymiento del vestuario, andan como su madre los parió, eçebto unas calavaças en sus naturas atadas con unos hilos atrás; y ellas, tapadas sus vergüenças con un paño pequeño de algodón, quanto alcança de un cavo a otro, e por çima de los lomos un hilo atado. Son muy medrosos de todas las cosas del mundo syno de la muerte, porque no saben qué cosa es, que piensan que an de bolver a este mundo e que no ay otro de pena ni de gloria. Son muy leales a sus señores, porque antes se dexarán morir e agorar e atormentar que dezir cosa de que le venga daño a su señor o a su patria.

Ay en esta Tierra Firme, digo del Darién e de allá e del Nombre de Dios e Panamá, que hasta hoy é yo andado, esto que dicho tengo e esto que diré: muchos leones y papagayos, grandes como cuervos, e tigres tantas, las quales son como mulas syn cuernos y el hoçico como puerco y la pata hendida con tres uñas y el ravo corto como çiervo, asý grande como una vaca. Ay tartugas así grandes como grandes adargas. Ay unas que se llaman yguanas, a manera de syerpes, asý grandes como grandes gatos. Son muy buenas de comer, espeçial los huevos que tienen dentro: veynte o treynta. Ay puercos de la propia tierra, monteses, no tan grandes como los de Castilla. Son muy sanos, creo que lo haze no comer manjares gruesos syno yierva. Tienen los hombligos en el espinazo. Preguntado cómo lo sé, es verdad que lo ví. E contra el proverbio que no devo de contar lo casos de admiraçión, digo esto porque ay, e abrá cada día más, muchos que lo an visto, so la palabra de no contar mentira, pues, como dicho tengo, ni me an de dar nada por ello ni tengo de gozar de contallo, pues tengo de dar quenta a Dios quando lo leáys.

No ay pulgas ni piojos ni chinches ni zorras ni lobos ni lagartijas ni otras malas savandijas. Ay lagartos y ratones, y éstos, despues que an traýdo los cristianos heno, donde se crían. Ay murçiégalos que donde alcançan a picar de noche, quando ellos bienen e reynan, al que estubiere desnudo e le toman en descuvierto, házele sangre hasta que se muere, sy no se la detienen.

Es la tierra muy áspera y fértil; creo que es de no esquilmarse ni sembrarse la tierra, de estar holgada, y también porque les visita muchas vezes los aguaceros. Ay siempre muy grand calor e ningund frío de ynvierno ni de verano. Las fruttas que comen som brevas monteses, que ellas se nasçen como en Castilla, medianos, e hubas de palma. El pan es de rayzes; tampoco se pone mucho travajo en sembrallo e cogello, lo qual hazen sin herramientos syno con palos y con las manos, de manera quellos biven con poco travajo, sy los dexásemos.

Navegar por la mar del Sur es como por un río sin tormenta, sin admadiarse. Diziembre y henero y hebrero y março son los tiempos buenos para navegar, porque en este tiempo reyna la bresa para yr desde esta probinçia que se llama Castilla del Oro, donde se embarcan para el Perú. Todos los otros ocho meses del año reynan vendavales que son contrarios para navegar. Yo partí a veynte de março. Embarqué tres cavallos, -costáronme los fletes dellos quatroçientos e çinquenta castellanos, a çiento e çinquenta cada uno,- e quatro criados e dos esclavos e una esclava, -los criados a treynta castellanos y los esclavos a veynte,- mi persona, con la cámara del navío, çien castellanos o pesos de oro, qual más quisyéredes, quatro caxas, cada palmo a quatro castellanos, con muy buen matalotaje.

Dos días antes que me embarcase en este dicho puerto de Panamá, resçeví una carcta de un buen amigo mío en que me aconsejava que me bolviese e me avisava como murmuravan de mí, diziendo que quería más de lo que hera razón, teniendo çiento e çinquenta mill maravedís de renta, e que venía a buscar más. Al qual fué respondido en esta guisa:

«Señor: Resçebí vuestra carcta e consejo e aviso en ella contenido e os agradezco e tengo en merçed el travajo. Lo qual com palabras os quiero satisfazer. Avéys de saber, señor, que yo sé que, sy muero en esta demanda, la dicha murmuraçión de vuestra carcta á de reynar e perseverar. Para lo qual tengo un remedio, que ni lo oyré ni lo sabré ni por ello se me dará un cornado. Con lo qual os quiero concluyr en este caso, aunque bien pudiera alegar que los averes y bienes y hazienda del hombre á de ser conforme a su voluntad e a su costumbre, e no a la agena, e a su apetito, y no al de otro, porque el mío e mi voluntad es de mandar e holgar, ansí en cosas de veras como de burlas.

«Para lo qual no vastava lo que, señor, dezís, porque en la verdad el hombre que vive en su tierra á de tener ofiçio del Rey en ella; y el que torea y juega cañas en ella, para exerçitar este exerçiçio. Porque sy un cañazo o cornada me matava uno de los cavallos, hera menester empeñarse o andarse a pie. Si una pieça de mi casa se me caýa, estar al sol de Dios o morir de hambre. También, señor mío, sé y os hago saber que sy bivo e boy rico, la murmuraçión se á de deshazer como la Sal en el agua y bolver en loor, diziendo: «¡Mirá el que no temió frío, sed ni cansançio, peligro de mar, peligro de tierra, pudiéndose pasar sin ello! ¡Mirá qué hiziera, sy no tubiera nada!,» e otras cosas muchas, que por no ser prolixo, no os digo, syno que os çertifico que lo que Dios me diere á de ser para dar; si no, desde agora le pido que me lo desvíe». Y asý çeso».




ArribaAbajoLo que me acaesçió e ví en la tierra del Perú

No os contaré tanto de lo que ví como de lo que me pasó, porque como dicho tengo, este libro no es syno de mis acaesçimientos. Yo llegué a la vaýa de Sant Matheo, tierra del Perú, postrero del dicho mes de março que dicho tengo partí. Y aquí desembarcamos los cavallos y la gente, los quales y parte de la gente fué por tierra hasta una punta que se llama Sancta Helena. Y después los echamos en Tumbes y fuemos nuestro viaje por tierra de la manera que adelante veréys.

Llegué a un puerto que se llama Puerto Viejo en la dicha mar del Sur, tierra del Perú, hasta donde me ví en muy grandes travajos, y fatigas y peligros, porque, como venía por capitán de gente muy honrrada e de muy buenos hidalgos e cavalleros, fué menester tener grand templança y no menos reguridad. E no menos congoxa me davan el maestre y marineros, porque él me dezía que hera justiçia en su nao y los marineros lo conçedían, de manera que fué menester grand maña e sagazidad, la qual aunque propia mía, no me la dió Dios; con su ayuda y mi mucha yspiriençia tengo alguna. Y husándola lo mejor que pude, desta manera, -porque sepáys lo que hize y lo que avéys de hazer,- traté la gente, -y devéys de tratar, sy fuéredes capitán,- en esta guisa. Asý como quando una casa le quieren mudar los postes que la tienen e meter otros, ajuntan el uno e derríbanlo e pónenlo de nuevo, el qual puesto y fortalesçido y halagado; derriban el otro y ansí el otro y los otros, -sy los derribasen todos juntos, darían con la casa en el suelo,- así deve de hazer qualquier capitán con la gente que tiene a cargo. Sy maltratare uno en dicho o hecho, antes que maltrate otro o otros deve a aquel que derribó tornarlo a hazer de nuevo, encalándolo com palabras e, sy menester fuere, con obras, porque si se derribaren otros, esté aquél alçado, porque de otra manera sería dar con la carga en tierra e tenellos a todos descontentos. Llegué al dicho puerto bien con todos, no dexando de aver hecho justiçia ni dexándose de alavar ninguno que no lo hize bien con cada qual ni que dexé de le castigar. De aquí se os dirá lo que adelante acaesçió.

Este viaje de la mar del Sur es travajoso por la tardança que proçede en los temporales, no de la mar, que como tengo dicho es apazible e sosegada. Desembarqué los cavallos de la nao en tierra y de tierra a la nao tres vezes, por ser los tiempos contrarios y averse de navegar a la volina, que es navegaçión muy travajosa, y muérense los cavallos en ella. Y estas vezes que los metimos de la tierra a la nao fué por pasar unos ríos e braços de mar que entran en la dicha tierra, lo qual fué forçoso por no hazellos rodear mucha tierra. Y la postrera desembarcaçión fué en Túnbez, nue es treynta leguas de Sant Miguel. Do las graçias a Nuestro Señor y Salvador Jesu Cristo: saqué tres cavallos bivos. Y como no avía menester mas del uno dellos para mi persona y el otro para mi paje que me traxese la lança y mochila, acordé de vender el otro a un Alonso Garçés, ofiçial candelero, vezino de Sevilla en la colaçión de Sancta Catalina, por presçio e quantía de mill pesos de oro de quatroçientos e çinquenta maravedís cada uno y setenta marcos de plata fina, hundida e marcada.

Y antes que os quente lo que en esta tierra del Perú más me acaesçió, os quiero dezir lo que ví en la tierra de Nicaragua, que es una mar dulçe entre la mar del Sur e la mar Oçéano, metida en la dicha tierra, de çient leguas de longitud e diez e ocho de latitud, con diez e ocho braças de hondo. En la qual mar ay muchas tormentas y malas navegaçiones. Ay muchas islas de yndios y llámanle el golfo de Sant Lúcar. Va a desaguarse a la mar del Sur. Engéndrase de muchos ríos que bienen a dar a ella con ayuda de Dios, y lo que más la ensoberveçe es lo que Dios save y no otro.

Tornando a mi Perú, al presente por esta carcta que escrivo a los señores míos dom Pedro Enrríquez de Ribera e prior de San Juan e obispo de Córdova, su hermano, e obispo d'Escalas, lo veréys, quel traslado de la qual es este que se sigue. Y después os contaré lo que adelante me susçediere, sy bibiere.

«Partí en la peregrina nao de los abrigados puertos de la oçidental Sevilla y su vezina Sant Lúcar, muy magnífico señor, y contra el solar ocaso endereçé la desenfrenada proa, encomendando el freno de su regimiento a la fidelísima popa, do viene el governario de su endereçada derrota e de mi determinada vía, con hinchadas velas e próspero viento que de mi cabeça sallía, ansí por el enojo quel señor conde don Fernando me causó e procuró con el ayuda de mis vezinos e sus consortes como por mi acostumbrada condiçión, -a lo menos segund él y ellos dizen,- colando las ynquietas hondas con el humilde vientre de la dicha nao e por el maravilloso aviso de la yndiana piedra ymán, que es la que muestra por dónde se an de navegar, e por la syngular yndustria de la marinera carta, no sin el consejo eterio de los planetas, se pone en la confusa y marítima vía, siguiendo quanto ella puede a virtuosa voluntad de su patrón, deseoso de dar a mis ojos nueva noticia de estraños pueblos y olvidar los tormentos dese apasionado dragón con sus dragonzillos, hasta en tanto que Dios o el Rey o el tiempo los amanse o a mí endraguezca para que no me tengan ventaja y de ennoblesçer mi yngenio, estimando más valer por más saber con la espiriençia de estas nuevas parcticas, repartidas en diversas vías.

»Como verdad sea que todos los hombres naturalmente desean saber, e yo, pues, como hijo ovediente a la yngrata natura, aunque con harto peligro, salí fuera del seguro puerto de la çiudad de Sevilla, mi propia naturaleza, con la sobredicha nave, aventurándome, ymponiéndome al peligro de la mar e ynquietas carniçeras leguas que allá quedan, que som peores que pésymas hondas; a la quales para el regimiento de convatirme, no les faltava capitán general en vida del dragón Fernando conde, el qual á sido causa de mis travajos. Y plega a Dios no sea, o sea de los suyos, que no nos desavendremos por esto.

»Con los quales míos é llegado a esta tierra del Perú, do yerro preçian más qué oro; la plata danla de valde. Ya que é dado quenta a Vuestra Señoría de mi salida y llegada, quiero dalle quenta de este Nuevo Mundo y luego en lo segundo, de mí, su viejo y çierto servidor. Acá estoy, devaxo de la línea equinoçial, perdido de norte; no aprovecha más mirar al suelo que al çielo para vello. La gente es bárbara; ay mucha. Es muy temerosa que les hagan mal ni daño. Es muy yngeniosa. Tienen y hazen muchas ropas de diversas maneras. Ay colores hermosas de lanas de ovejas y de pluma y de oro y plata tirada; y deste metal, grandes vaxillas labradas; muchas pieles y aforros galanes y provechosas para el frío, el qual es tan grande que es un frío pintado el de Burgos y aun el de Alemania. Estos aforros son de lana de las dichas ovejas, las quales son grandes e de carga. Dómanlas como allá hazemos. Las bestias llevan quatro arrovas de peso; andan muy llano. Los carneros llevan algo más. Ay tigres y leones y lagartos muy grandes. (Tienen sus hijas en monesterios ençerrados, guardando su virginidad las que no an de ser casadas. No adoran syno al sol.) Ay puercos monteses con el hombligo en el espinazo. Ay venados.

»Oro e plata e piedras preçiosas, espeçialmente turquesas, como tierra. Este thesoro se á de aver desta manera; y lo devo de contar, asý porque así me paresçe cosa encantada y ansý creo se descubrió por voluntad de Dios sin ayuda de vezinos, como porque aunque son honrrados hombres los compañeros governadores Piçarro e Almagro que lo descubrieron, heran dos pobres hombres que con sus bateas sustentavan sus vidas y bivían contentos. E aunque acá sean casi reyes y pueden dar más que todos los del mundo juntos, porque cada día hazen merçed de diez e veynte y quarenta mill vasallos, con otros tantos ducados de renta, ríos e valles, etc., andan como dos pobres compañeros en sustançia y en aparençia. No saben leer ni escrevir ni firmar.

»Y bolviendo a cómo esto quiero e devo contar, los que este gran thesoro an de aver, an de pasar primero por un grand lago, -bravo, largo, peligroso, congoxoso,- el qual es el mar Oçéano. Á de ventir a portar a un puerto que se llama el Nombre de Dios, Castilla del Oro. En este castillo á de hallar un gigante espantable con una maga muy grande e rezia, que ninguno pasa que no mata o espanta. Y de çiento son los muertos los ochencta, por lo menos los sesenta. Llámase este gigante Valentín; es una dolençia que en pocos días los despacha. El que de aquí pasa con esfuerço o maña, primeramente con ayuda de Nuestro Señor Dios, en lo qual á menester poner su bendita mano, entra en Tierra Firme. Atraviesa diez e ocho leguas, ásperas y espesas montañas do ay muchos leones, tigres, lagartos, y murçiélagos que quando lo toman a uno descubierto, le pican e sacan mucha sangre y, sy no se remedian, se dessangran e mueren. Es menester andar por un río do, por el aspereça de la tierra, se á hecho el camino; allega el agua en partes a la rodilla y en partes a la çintura y en partes a la garganta del hombre. Desta manera se an de andar syete leguas de las diez y ocho.

»Llegan a un lugar, puerto asentado que se llama Panamá, a la orilla destotra mar del Sur, do podemos dezir que está un negro fiero con otra maça que se llama Jorgete, que en tres o quatro días esta enfermedad despacha de la vida al que en estotro le á escapado, con muy feroçes calenturas. El que de estas desaventuras á osado e podido pasar, entra en la mar del Sur, como quien entra en salas y en palaçios ricamente guarnidos. Es mar como leche en la navegaçión della en la blandura y sosiego, sin tormenta ni peligro, y apasziblemente allegan a esta dicha tierra del Perú, do está este dicho thesoro. Estálo guardando un viejo ançiano, varbiblanco que á nombre Piçarro. Dalo de buena gana a los que an osado o podido pasar estos peligros y travajos. Su compañero, Almagro, es ydo a entrar la tierra adentro en busca de otro mayor thesoro de que tienen çertidumbre questá en una probinçia que diz que se llama el Quito. Así se llama el señor de la tierra y la misma tierra, el Quito.

»Yo é pasado esto con ayuda de Dios Todopoderoso, a quien ruego me dexe ver a Vuestra Señoría antes que muera. Entonçes daré por bien empleados mis trabajos, aunque an sido muy grandes y espantables y peligrosos. A lo qual digo y gloso la cançión de «Amor manda y hordena», diziendo: «Cobdiçia manda y hordena que tenga por muy buena la triste vida». Tal sería ella, sy gastase lo que queda en vuestro serviçio y conversaçión; con lo qual tengo algund consuelo. E porque en esta vida humana no ay nadie que tenga segura la vida, ansí por los peligros que se an de tornar a pasar el que tubiere ventura de bolver a su casa, como por la condiçión con quien vençimos y la obligaçión que tenemos a nuestra señora la muerte, es menester que Vuestra Señoría ruegue e mande rogar a Dios por mí a quien con devoçión e derecho pueda e deva.

»De mis riquezas no quiero dar cuencta porque soy parte y porque no son tantas quantas querría e me paresçe que merezco, porque es verdad que, considerados los peligros e travajos, qualquier çapatero podría dezir otro tanto, quanto más quien tenía tanto como el conde de Xelbes, señor de Merlín, con una casa en Sevilla e dos en el campo, como él. Yo haré mis diligençias, en hecho como hago en dicho, de bolver dentro de tres años que salí desa çiudad, a servir a Vuestra Señoría. Haga Dios Todopoderoso su virtud. A quien encomiendo a Vuestra Señoría le guarde y acresçiente, e a mí no olvide. Del Perú. Su buen servidor de Vuestra Señoría».

Ya os tengo dicho que de tres cavallos que truxe bivos a la tierra del Perú, vendí el uno en mill castellanos y setenta marcos de plata, porque me vastavan dos, el uno para mi persona y el otro para un paje. Agora os digo que destos dos que me quedaron, se murió el uno e compré otro por mill castellanos. Y aunque compré caro y el que se me murió dí barato, en ser Dios el corredor y el señor, díle e doyle graçias, porque en lo demás me hizo e haze más merçedes que yo merezco, ansí en la salud de mi persona como en la vida de mis criados y esclavos y otras muchas buenas venturas. E a este mal dixe e digo: «Bien vengas, sy bienes solo,» como hasta agora á sido y creo que será, confiando en Nuestro Señor Jesu Cristo Todopoderoso y en su venditta Madre, de quien no é seýdo poco ayudado, segund los travajos y peligros que yo é pasado.

Eacute;os dicho que esta mar del Sur es blanda y asosegada, syn sinsabor e syn peligro, porque ni hombre se marea ni navío se pierde. Así os lo torno a dezir; mas como no quiso Dios que en esta vida oviese risa syn lloro, ay muchas calmas y corrientes en ella, a cuya causa se descaen los navíos y es menester después venir costa a costa, tomando aguajes e cosas nesçesarias de la tierra. E así hize yo, mezquino, que avaxo a una vaýa que se dize Sant Matheos. Allí desembarcamos los cavallos, los quales truximos por tierra y el navío a costa della hasta otra vaýa que se dize la vaýa de los Carraques, ado ay un río grande de una legua en ancho, muy luengo, el qual fué menester pasar los cavallos en el dicho navío y luego desembarcallos y tornallos a tomar en la punta de Santa Helena, que avrá en todo esto ochenta leguas, poco más o menos, do fué menester embarcallos otra vez hasta Túmbez, que es la postrera embarcaçión de la mar y del mal, porque todo lo otro es tortas y pan pintado.

Quierôs dar cuenta de mi salud hasta oy día de la hecha, que es primero día del mes de mayo, año del nasçimiento de Nuestro Salvador Jesu Cristo de mill e quinientos e treynta e çinco años; como el año pasado antes déste, de XXXIIII, salí de Sevilla a resçebir al Emperador que venía de Hitalia. Llegué al reyno de Aragón en un lugar que se llama Monçón, do hallé a Su Magestad començando las Cortes de los reynos de Cataluña y Valençia e Aragón. Yo llegué, de las aguas e mudança de mantenimientos e travajos del camino, hinchadas las piernas. Y después, al pasar de los ríos, me casi pasmé. Y con los ruynes aposentos que ay en el dicho lugar, -donde concurrían los procuradores de Cortes de los dichos tres reynos e otros grandes señores e géneros de personas que asý salían a resçebir a Su Magestad-, e pocos refrigerios que allí tube bolví a la dicha Sevilla, doliente e flaco y entecado e casi pasmado. E por esto, con la ruyn color que desto proçedía e porque me curaron con unçiones, fue pública boz e fama que eran bubas. Las quales no fueron, y si fueron, fueron buenas o bonitas, porque ni truxeron llaga ni dolor ni tolondrón ni cosa que lo paresçiese, ni tanpoco hasta agora, después que de aquélla sané, -aunque é andado en çiénagas e aguas, ayres e fríos, no guardando el cuerpo dello ni la voca de pescados salados y carnes çeçinadas, durmiendo al sereno-, no rne á hecho mal alguno, que suele esta dolençia enojarse con estas cosas, y, -las graçias a Nuestro Señor Dios-, estoy bueno y resçio, syn aver tenido ningund mal desde que salí de Sevilla hasta el día de oy, con no estar en parte, asý en la mar como en la tierra, que no murían las tres partes de la gente, syn averme hecho benefiçio ninguno syno comer un poco de orégano las más noches. Y no es pequeño benefiçio éste ni lo devéis dexar de usar, porque para las cosas siguientes aprovecha:


Quien orégano deshecha
mucho ignora su virtud.
A siete cosas aprovecha
e a otras muchas da salud:
ver, oýr e memorar;
la flema gasta y desiste;
el rostro amarillo y triste
presto haze colorar.
Esta yerva singular
da calor a la cabeça
quando quiere resfriar.



Desde este puerto de Túmbez ay treynta leguas por tierra al de Sant Miguel y por mar quarenta, syno que está metido el lugar, veynte e çinco, leguas adentro de donde surgen las naos. No tienen allí el lugar porque no ay agua ni leña, aunque de leña todo el Perú caresçe.




ArribaAbajoDe lo que me acaesçió en San Miguel

Primero quiero dezir que me é remediado de los grandes travajos con ocuparme en cosas que no sé bien hazer, por tardar más en ellas y ocupar tiempo, por lo que devéys perdonar la trova, sy no fuere tal. La qual pongo aquí, ansí por deziros todo lo que passo y hago como por darme apetito para escrevir ydároslo a vos para leer, la qual es hecha al propósito de mis travajos. Y luego em prosa proseguiremos nuestro viaje e acaesçimientos, ansý lo que en este Sant Miguel me susçediere como de allí para adelante, haziendo primeramente daros, -por fee de escrivano aquí signado en fee y verdadero testimonio de verdad-, algunas cosas que podréys dubdar. Y quanto a lo que toca al metro, es lo syguiente:


«Por tales senderos me guía mi suerte
que sé donde boy y hierro la vía.
La vida es comigo y yo siento la muerte;
tristeza me sobra, publico alegría.
Mill años se pasan, parésçeme un día,
y en medio el reposo, fatigo y afano.
Deseo mi mal, mas no lo querría.
Y sudo en ynvierno y tiemblo en verano.
Yo boi por lo alto y estoy en lo llano;
yo no tengo manos y contino escrivo;
yo sé que me pierdo, yo sé que me gano;
yo sé que soi libre, tanbién soy cabtivo.
Tras otros me boy, de mí soy esquibo
sin lumbre vería, por bien questoy çiego.
Yo propio me mato, yo propio rebivo
y en mí son amigos el agua y el fuego.
Desmayo en un punto y esfuérçome luego.
Hallé a don Juan muerto, mi hermano postrero
destos travajos estoy muy somero.
Con carga pesada me hallo ligero,
y en dos palmos de agua me hundo y anego;
y en medio del mar me boy por do quiero.
Fallésçeme lengua, soi todo parlero;
estoy en prisyón, yo tengo las llaves;
yo siembro en agosto y cojo en henero.
No entiendo las gentes y entiendo las aves;
navego en barquillos, convatto con naves.
Prométenme paz, yo pido la guerra.
Las pesgas de plomo me son menos graves;
no salgo del çielo y estoi en la tierra.
No ay valle más hondo ni más alta syerra;
las nuves exçede mi grand pensamiento».



Yo partí de Sevilla por ynvierno, do digo verdad que pude sudar, y llegué al Perú en verano, do no digo mentira que tiemblo de frío. Subiendo a la gavia de la nao o nabío, queriendo vaxarcon una cuerda como marinero, me desollé las manos, de manera que puedo dezir que no puedo escrevir. Y por no ser más prolixo en esta materia, çeso, rogando a Nuestro Señor, etc.

«Yo, Pedro de Nájera, escrivano de Sus Magestades, doy fee e verdadero testimonio que bí e oy con los testigos ynfraescritos en la isla Española del mar Oçéano dar tres pregones públicos por mandado del señor presydente e oidores de la chançillería real que allí reside, con un pregonero en alta boz e un escrivano de la dicha chançillería, que le dezía que fuese notorio e magnifiesto a todos, por parte de Su Magestad, como el magnífico cavallero don Alonso Enrríquez de Guzmán, gentilhombre de su real casa, hera por ellos elegido y escogido por capitán general de la probinçia de Sancta Martta, Tierra Firme en el mar Oçéano, para que fuese con el dottor Ynfante, oydor en la dicha chançillería, el qual yva a tomar residençia al governador que al presente allí residía, el qual en ella avía de estar treynta días e dexar al dicho don Alonso. E que avía por bien que fuese su lugartheniente Alonso Bueno, e alférez de guión Françisco Maldonado, e que, porque fuese magnifiesto e público, se mandava pregonar. E ansí se dieron tres pregones un día, domingo a veynte de diziembre deste año pasado de MDXXXIIII años. E se dió el um pregón en la plaça prinçipal de la dicha çiudad y el otro en medio de las quatro calles y el otro en la marina cabo las naos.

«Y ansymismo doy fee como el dicho señor don Alonso vino por capitán desde Panamá, que es Castilla del Oro, de muchos cavalleros e hidalgos e personas prinçipales y de la nao grande nombrada 'Sant Andrés' hasta esta probinçia del Perú, do todavía lo es. E ansymismo doy fee que vendió un cavallo por mill castellanos, cada uno de valor de quatroçientos e çinquenta maravedís, e setenta marcos de plata fundida emarcada; e asymismo que se le murió otro. E ansymismo doy fee que, siendo yo el dicho escrivano su criado e ofiçial en este mi ofiçio de escrivano, ví que le acaesçieron muchas cosas en este libro escritas, en lo que toca a estas partes de las Yndias. Ansimismo doy fee que dexó el dicho don Alonso de yr con el dicho cargo a Santa Marcta porque no hubo tanta gente quanta él quisiera para defendella e conquistar la tierra, e que los señores presydente e oydores mostraron que les avía pesado e que quisieran que com poca o mucha gente fuera.

«Todo lo qual yo, el dicho escrivano, doy fee que ví por mis propios ojos y oý por mis propios oýdos, siendo testigos el capitán Juan Muñoz e Cristóval de Mendoça e Juan Gonçález de Noreña. En fee de lo qual hize este mi signo en testimonio de verdad. Fecho en la çiudad de Sant Miguel, último de jullio, año del nasçimiento de Nuestro Salvador Jesu Cristo de MDXXXV años en testimonio de verdad. Pedro de Nájera».

Ya os tengo dada quenta, aunque en este libro no me es obligado a dárosla de más de mí y de lo que me acaesçe, mas como hombre deve ser más agradesçido, haziendo lo que no es obligado, no quiero dexar de tocar en algunas cosas demás y allende, porque me lo agradezcáys, e lo sepáys, aunque por lo susodicho no será más de tocar en las agenas y generales, pues en las mías particulares os doy harto que hazer.

Y como é començado, ya tengo dicho que naturalmente estos yndios son fiebles de fuerças y d'esfuerços y de juyzio, y naturalmente en general amenguados de todo género y manera de abilidad y maña y fuerças y esfuerço. Y en lo que açiertan es por la mucha oçiosydad, porque no se exerçitan en ofiçios ni en arar ni cabar ni estudiar en cosas temporales ni espirituales ni en otras cosas en que nosotros los cristianos nos solemos exerçitar y desvelar. Y así les mengua las fuerças por falta de mantenimientos, porque no comen sino leves viandas de calavaças y una manera de melones y vatatas y otras yervas cozidas con una manera d'espeçia que se llama ají, y esto con todas las cosas. Sy alguna vez, aunque pocas, comen ovejas, que no ay otra carne, es cruda, e ansymismo el pescado. Y la calidad destas ovejas es que se pasan syn beber quinze días, y no tienen yel.

Y aunque, como digo, parte desto os tengo dicho, tórnolo a dezir más largamente por veniros a dezir como caso de admiraçión. Aunque éstos están proyvidos en buena razón que no se cuente, por otra parte veo que si no es el caso admirable, ya no se haze caso dello, segund todos husamos a ver y hollar el mundo, -lo que ser no solía-, y tanbién porque tengo muchos testigos.

Es que Tavalica hizo Dios tan aventajado y prosperado y capaz de todas las cosas de que he puesto dolençia a todos estotros yndios que verdaderamente no le faltava más de ser cristiano para meresçer ser rey dellos, como lo era, y de muchos más, aunque no ay tantas hormigas en toda España como yndios en estas partes. Y á sido propia la comparaçión porque como hormigas son en todo y ansí andan los caminos hechos sogas, dellos como dellas.

El qual Tavalica, quando de los cristianos fué preso y muerto, sería de hedad de veynte e ocho o treynta años, bien dispuesto, de mediana estatura, algo gordo y carirredondo, blanco y gentillhombre. Servíase de mugeres e no de hombres, y los hombres que serbían a las mugeres, capados. Traýa una borla de grana en la frente, a manera de corona de rey. Adoravan en él; ninguno le venía a ver que no lo traýa presente en señas de tributo. Y aunque heran muy grandes señores los que le venían a ver, entravan cargados con el presente ellos mismos. Ninguno entrava donde él estava syno descalço. En mentándole en su ausençia alçavan las manos. Traýanlo en hombros de camino, y de rúa en andas, por los caminos los hombres vaxos y en las villas e lugares, los grandes señores. Teníanle hechos caminos a manos, de quinientas leguas en largo, y en ancho que caben diez de a cavallo, el suelo como la palma de la mano y una pared de una parte y otra de una tapia en alto, y árboles de una parte y otra que quitavan el sol. Y quando caminava, yvan quatro o çinco mill yndios delante, varriendo el camino con las mantas que ellos traen por capas. Y hera tan agudo que en veynte días supo la lengua de los cristianos y jugava al axedrez y al aniquín en los naypes. Hera tan graçioso e cortesano como a la postre veréys, de que os aya contado su prinçipio y os cuente su fin.

Eacute;ste hera hijo de un grand señor, rey de una probinçia que se llamava el Cuzco y otra que se llama el Quito, el qual se llamava Guaynacava en su yndio. Sojuzgava más de mill e quinientas leguas de tierra. Fué temido y amado y servido como su propio Dios y ansí le adoravan, quando bivo, y agora creen, quando muerto. Tubo este hijo Tavalica y otro al qual dió el reyno del Cuzco que era el mejor, y a Tabalica el del Quito. Y después de muerto el padre, rebolviéronse los hijos sobre el señorear; y el Tavalica embió sobre el Cuzco un su capitán con grand moltitud de gente. El qual le dió vatalla y prendió al Cuzco, -que así le llamamos como a su reyno-. Y preso, hízolo saver a Tavalica su señor.

El qual, desque supo que el Cuzco su hermano dezía quel capitán de los cristianos que quería tener por hermano, -que a la sazón avía llegado, aunque no bien lexos dél-, le sacaría de la prisyón mandó luego matallo. Y desque supo que Cuzco su hermano dezía que avía de bever con la cabeça de Tabalica, él mandé traer la suya e asý la hizo, con su cuero en çierta manera enxutto, engastar en oro y bevía con ella. Y así fue rey de la tierra del Cuzco como del su reyno de Quito, y lo fuera de todo lo que pudiera alcançar a ver, si sus días le dieran lugar. Y así yva con grande exérçito pasando y señoreando adelante, sy los cristianos no le hizieran bolver. Y no bolvió a pelear con ellos sino a castigallos por el daño que bienen haziendo en sus reynos. Y así, por tenellos en poco, se cumplió el refrán: «Quien a su enemigo popa...», porque de otra manera no fuera preso o muerto.

Desta manera llegaron los cristianos çerca dél, y a legua y media dél embiáronle a diez de cavallo a le dezir que no querían su oro ni su plata ni hazelle mal a él ni a sus vasallos syno ser amigos y hermanos. Los quales fueron mostrando mucha ferozidad por metelles miedo con los cavallos, que es cosa de que ellos se espantan mucho, espeçialmente de que an corrido y llevan las ventanas de las narizes abiertas. Y así de aquella manera pusyeron las cabeças de los cavallos ençima de la suya, -que estava en el campo y sentado con grand tribunal, con grand moltitud de gente-, tanto quel resuello de los cavallos le hazía menear la borla de la frente de su corona. Y él, de animoso, mostrando que no se espantava, aunque hera cosa que él nunca avía visto ni muchas vezes oído, no quiso algar la cabeça.

Y oyó su embaxada, y respondió que, sy los cristianos querían ser sus hermanos e amigos y no rovallos, que bolviesen todo el oro y plata que en Túmbez y en Piura abían tomado a sus vasallos, y quél sería contento de ser su amigo y quél yría otro día adonde ellos estavan. El qual fué con mucha multitud de gente, después de aver muerto mucha multitud de sus yndios, porque ovieron miedo a los diez de cavallo que dicho tengo, y teniendo em poco los cristianos, se entró en ellos. Y salió un fraile a resçevillos con los mandamientos de la fee cristiana que muchos de nosotros por nuestros pecados no sabemos como devemos. E diziéndóselo, le dió un libro en las manos al Atavalica. El qual lo tomó y lo arrojó en el suelo e dixo: «Ni entiendo ni quiero entender lo que dizes, syno en desagraviar mis vasallos. Buelvan los cristianos, como me an enbiado a dezir, el oro e platta que les an tomado, que a esto vengo, y entonçes yo seré su hermano y amigo, como ellos piden».

Entonçes el malmirado frayle, -creo que podríamos dezir, alborotador-, començó a apellidar, diziendo a grandes vozes: « ¡Vení, cristianos, a vengar la ynjuria que se haze a la fee de Jesu Cristo!» Los quales salieron e syn dexalles entrar en juego mataron muchos de los yndios, y antes que se menease Atavalica, le prendieron en la litera en que venía.

El qual quiso saber las cosas de los cristianos y dentro de dos meses que fueron de su prisyón hasta su muerte dixo y pasó esto y otras cosas muchas que no diré. Espantóse mucho cómo por escrito se hazían saber los cristianos lo que querían. Y desaminólo mejor que otro rey que prendió Hernando Cortés en la Nueva España que diz que rogava a la carta que le dixese lo que dezía a los cristianos, porque creýa que hablava. Éste no lo hizo asý, sino rogó a uno que le escriviese çiertas palabras que él quiso; luego, sin dalle lugar a que lo dixese a nadie, apartó a otro e hizo que él se lo leyese. Y bien desaminado, lo halló por espegial graçia y maravilla.

Preguntó al governador, el capitán Piçarro, sy hera él rey de los cristianos. Respondió que no, syno un mínimo cavallero de muchos sin cuenta que el Emperador tenía. Preguntó que qué gente de guerra podría tener el Emperador en campo. Respondióle el capitán y governador que quinientos mill hombres. Preguntóle que qué tanto los podía sostener. Respondió que cada diez años que ahorrase su renta con mantener su estado, podría sostenerlos uno. Él dixo: «Yo no puedo sustener tantos, pero sostendré dozientos mill toda la vida».

Díxole un día, burlándose con él, el capitán y governador: «Atavalica, gentillhombre heres y bien dispuesto». Respondióle enojado: «Soy tal qual mi madre me parió. Y no me prendieras, sy no te creyera que me querías por hermano y por amigo. Pero ya que lo heziste, darte-é esta pieça, de veynte e çinco pies en ancho y en largo y tres tapias en alto, llena de oro, y suéltame». Respondióle que hera contento. Y tráeselo. Y soltóle el ánima del cuerpo y sentençióle a quemar. El qual dixo que no tenía razón; que sy más oro quería que más le daría, y que si hera ardid de guerra para señorear a sus vasallos, que más seguridad era tenelle preso y bivo, porque bien podía creer que no abían de hazer todos sus vasallos syno lo quél mandase dende la prisyón; y que, estando él preso, podían dormir a sueño suelto y andar seguros los caminos los cristianos; y que quando alguno matasen, lo matasen a él. Y dixo verdad, porque después que hizieron justiçia dél, mataron muchos cristianos y al presente no andan seguros, como en efecto le obedesçían como a su Dios.

Y desque le llevavan a quemar, yban tras él trezientas mugeres que le serbían, llorándolo, entre las quales eran veynte hermanas suyas que su padre, el Cuzco, avía abido en muchas mugeres, las quales, aunque heran hermanas, tenía por mugeres, en quien tenía hijos, lo qual es costumbre de su naçión, tener açeso y exçeso con las hermanas. Dixo este Atavalica, estando preso por los cristianos, al capitán y governador: «Señor, ¿a este hombre chico e corcovado, -por uno desta manera que presente estava-, dáisle parte ygual con los otros hombres de guerra? Porque yo no se la diera, que éste con un vasito de oro y aun de plata le podríades hazer pago».

Las dichas mugeres nunca pudieron apartar de con él, quando lo llevavan a quemar, hasta que él bolvió la cabeça a ellas y con una voz ayrada les dixo: «¡Bolvéos!» Y ansí lo hizieron e se fueron a ahorcar y se ahorcaron veynte dellas. Y a él saltáronsele las lágrimas de los ojos. Y preguntáronle que por qué llorava. Dixo: «Porque me quieren quemar syn hazer por qué. Sy quieren más oro, déxeme, que yo les ynchiré otros dos hoyos como el que ynchí primero». Preguntó el governador que en qué tanto tiempo. Y dixo que en çinquenta días. Paresçióle que era largo el plazo y que lo dezía por alargar la vida. Y efettuó su buena o mala yntengión.

Esto júdguelo Dios, que es el sabidor de lo visible e ynvisible, que yo no puedo contaros syno lo bisible, por mis pecados. Esto aunque no lo ví, podéislo creer, porque llegué al atar de los trapos, aunque Tavalica no los avía menester, que no le degollaron syno diéronle un garrote. Él murió cristiano y pidió y resçibió agua de bautismo, porque en todo fué razonable. Y si no le aprovechó para el cuerpo, aprovechalle-á para el ánima adque en gloria.




ArribaAbajoLo que me acontesçió saliendo de la postrera desembarcaçión del mar de mi navegaçión y entrando la tierra adentro

Llegué a una çiudad poblada de cristianos que se llama Piura. Los quales, como de todas las otras cosas que se pueden saber, porque las procuran por el deseo de la patria, supieron mi desembarcada en el puerto desta çiudad, que es veynte e çinco leguas adentro de la tierra de la mar. Y no asentaron el pueblo a la mar porque es doliente y no ay agua ni leña ni yerva para los cavallos. La justiçia e regidores embiáronme tres leguas del dicho pueblo muchos refrigerios y cosas de comer. E caýdo el sol fué mi entrada, segund por ellos fué hordenada. Y salieron a resçebirme una legua. E así entramos en esta çiudad, donde fuý muy bien aposentado, y estube un mes, restaurándome del travajo de la mar y a mis criados e cavallos. Y por el cavallo que dicho os tengo que se me murió, conpré otro cavallo fiado por seys meses por seysçientos castellanos.

Desde la gran çiudad de Túmbez, que es a la lengua de la mar, poblada de yndios, do no ay más de un cristiano, y está una grand casa del señor de la tierra, labradas las paredes de adobes a manera de ladrillos y con muchas colores muy finas pintadas y barniçadas, que nunca ví cosa más linda, la techumbre de paja también labrada, que no paresçe syno de oro, muy fuerte e muy grande e muy hermosa, hasta la probinçia nombrada el Cuzco ay trezientas leguas de acá, que son quinientas de Castilla. Es un camino derecho syn torçerse a ninguna parte ninguna cosa, muy llano entre muchas grandes y altas sierras peladas syn yerva ni árboles. En muchas dellas, asý en las vaxas como en las altas, ay ynfinita arena que los ayres a ellas suben y llevan, que no paresçen desde lexos syno nevadas. El camino es tan ancho que cabrán seys de cavallo; de una parte e de otra paredes de dos varas de medir en ancho y seys en alto, en algunas partes más y en algunas menos; y de la parte del campo árboles grandes, espesos, de una parte y de otra, que hazen sombra todo el camino. Estos árboles dan un fruto como algarrovas verdaderamente lo son, puestos a manos de dos en dos y tres en tres y quatro en quatro. En quatro leguas, quando más, está una casa quellos llaman tanbos, como en España nosotros venctas, suntuosamente hedificados para quando este señor del Cuzco y de toda esta tierra fuese y viniese de la dicha gran çiudad y casa de Túnbez a la probinçia nombrada el Cuzco. Ya os é dicho que este señor se llamava Guaynacava y hera padre de Atalavica. En este camino está hecha una çiudad, en otra que en lengua de yndios se llamava Chimo, sesenta leguas adelante de Piura, media legua de la mar, poblada de cristianos, nombrada Truxillo en nuestra lengua; y otra, ochenta leguas adelante, poblada de cristianos, que en lengua de yndios se llamava Lima y agora se llama los Reyes, dos leguas de la mar.

Aquí llegué muy fatigado e ynchados los tobillos, dañado el braço. Curóme muy bien una muger casada y honrrada y feea, que es como an de ser las mugeres. Y tomá de mí este consejo, que el que no fuere casado, no pida muger hermosa syno feea, por las siguientes causas: la primera, porque la feea tiene quitado el cuydado de la hermosa, dos ynconvinientes, y los cuydados de los hombres contra ella y puéstolo en su casa e hazienda y el amor en su marido, porque sabe que de solo aquello á de sacar el çumo y sustançia, y á de ser querida por fuerça o por grado. Que la hermosa el primer año lo es para su marido y toda la vida para las otras gentes, las quales muy aýna tienen más parte en ella que su marido en su casa y en su hazienda. Y el discreto marido de las obras más que del gesto se á de enamorar y de agradar de su muger, y no á de tenella para, por prinçipal, holgar syno servir a Dios y multiplicar el mundo y su hazienda.




ArribaAbajoLo que me acaesçió en la çiubad prinçipal de la probinçia llamada el Cuzco, que agora se llama en lengua de cristianos la çiudad de los Reyes, y la primera vista con el señor gobernador

Yo llegué a la çiudad de Lima de lengua de yndios, y de los Reyes en lengua de cristianos. Y así tiene la mejoría en la traça y asiento del lugar, casas y huertas, como en la fee de quando hera de ynfieles. Aunque más verdaderamente los podemos dezir ignoçentes, porque ellos no tienen sus casas syno de setos de cañas, como corrales de gallinas, y asý suçias e desbaratadas, a causa de sello ellos y de causallo los temporales, que ni ay calor ni frío ni aguas, porque nunca llueve. Digo en estos llanos, que en la syerra, aunque está çerca, es otro mundo, porque nieva, yela e llueve. Agora los cristianos, como digo, aquí tienen hechas las casas de tierra, hechas de adoves pintados, y cobertizadas, como en Castilla; y buenas huertas dentro en ellas.

Entré en este lugar, que es el prinçipal de acá. Salióme a resçebir la justiçia e regidores, quel governador no estava aý, que no hera venido de la gran çiudad de Cuzco. Salióme a resçebir toda la gente de cavallo y de bien que a la sazón allí estava, por quencta quarenta e seys de cavallo. Salióme a resçebir el camarero del governador en rica recámara de synnúmero de oro y platta, que por su casero estava en sus grandes casas e palaçios nuevamente hechos. El qual me dixo: «El governador mi señor me tiene escrito vuestra venida a esta çiudad y a mandaros aposente e syrva en ella en sus propias casas». E ansí lo hizo hasta que vino el dicho governador y nos vimos.

Y porque a la sazón entré con grand dolor de muelas y mi yntento para lo que hago este libro es remediaros y avisaros de los hierros, travajos e ygnorançias en que yo é caído, quiero deziros el remedio para este dolor, porque no ay mejor çurujano quel bien acuchillado. Y después os contaré lo que con el governador más me pasó. Con lo que hallé gran remedio fué meterme entre las enzías ají, que en lengua de cristianos llamamos pimienta de las Yndias. Y si esto herrare y vuestra complisyón no me ayudare, tomá una yerva que se llama verros y sacalde el çumo con un lienço y hechad quatro o seys gotas en el oýdo que más çerca de la muela está. Y sy no, sean las dichas gotas de açeyte de açeitunas caliente en el dicho oýdo. Tengo por tan grave y tan común este dolor que no menos me huelgo de daros remedio para él que para la vida o para la honrra.

El governador don Françisco Piçarro, como hombre que ya me conosçía y me hera en cargo, me resçibió muy cortés y amorosamente. Y otro día, para pagar mis fletes y deudas, me embió dos mill castellanos. Y dende em pocos días me dixo: «Señor, yo querría probeeros de algund buen cargo, segund quien soys y meresçéis. De no aver otro mejor que éste me pesa. La tierra adentro ay mucho que conquistar en que Dios y el Rey nuestro señor será servido. Tomá esta empresa». Yo le rendí las graçias y le proferí lo a mí posible, açebtando la merçed que en ello me hizo y confiava, dándome en que poder servir a Dios y aver el thesoro por lo que tantos travajos e aventuras e peligros é pasado de mar e de tierra, de ríos e sierras, de hambre e de sed, etc.

E porque adelante diré lo que me susçedió desta jornada, çeso al presente y entremeto este traslado de una carta que de aquí embié a don Françisco de los Covos, comendador mayor de León, de la horden e religión que yo tengo de Santiago, el qual es secretario y prinçipal parte del Emperador don Carlos, que bive e reyna, mi señor. La qual, por lo menos el prinçipio della, me paresçió ponello aquí, porque no solamente la escrebí para él e holgaré que venga a sus manos, sino a la notiçia de todos. Que es esta que se sigue:

«Illustre e muy magnífico señor: Ya Vuestra Señoría sabe que siempre que me conosçió fué pobre de hazienda y no de juyzio. Antes éste me sobró quanto estotro me faltó, pues ni los aborresçí ni hize perjuyzio a mi cuerpo ni a mi honrra, que no fué poca sagazidad loquear, syn perjuyzio de las dos cosas. Agora que a Dios Todopoderoso á plazido sacarme desta nesçesidad, quiero declarar mi demasiada conversaçión o loquasidad, por mejor dezir, estava convidada de la pobreza, porque con ella me paresçía apagava el fuego del aborresçimiento que la pobreza trae consigo, y con la moneda de mi buena conversaçión se aguava estotro defetto. Agora que yo tengo otra moneda, no quiero usar estotra ni Vuestra Señoría me la tome en quenta ni consyenta usar ni pasar. Y en verdad que no tengo culpa sy á sydo falsa, porque siempre la he gastado y despendido contra mi voluntad, no dexando de conosçer sus quilates tan bien como los que la resçibíades. Y tanpoco quiero dexar de, avisando a Su Magestad y a Vuestra Señoría lo que cumple a su serviçio y a vuestra honrra, de ser ymportuno, pues, como digo, lo he sido en mi provecho. Y así suplico a Vuestra Señoría lo digáis de mi parte a Su Magestad. Y no lo hago por meterme en negoçios e paresçer cuerdo, que demás de creer que tengo satisfecho a Vuestra Señoría, tengo grand confiança en mis obras, ya que estoy libre de quien me lo hazía paresçer y padesçer.




ArribaAbajoCómo partí de esta dicha çiudad de Lima en lengua de yndios, y de cristianos de los Reyes, y bine a esta grand çiudad del Cuzco, la qual es do tiene su corte y asiento real el prínçipe destos reynos, y asimismo la casa del sol que ellos tienen por Dios, como los cristianos la de Jerusalén

Combiene a saber que yo partí desta dicha çiudad para estotra, bien vastescido de cavallos y negros y cosas nesçesarias para la honra y para el provecho. Y dende esta çiudad de Lima a esta otra del Cuzco, questá metida la tierra adentro çiento y treynta leguas, -cada una como dos de Castilla,- por las más ásperas montañas e sierras que aquí pintaros podría. Y la causa desta mi jornada, con tener ya abido en la tierra ocho e aun diez mill castellanos, fué escrevirme otro governador que hera pasado adelante, que se llama don Diego de Almagro, a conquistar una probinçia que se llama Cheriguana, que me quería encargar de todo lo que pudiese y tubiese facultad. Lo qual se dexó de efettuar, como adelante veréys, que se alçó la tierra y obo yndios de guerra en medio della, de aquella probinçia y destotra, y de la una ni de la otra se pudieron socorrer los cristianos.

Y llegué a esta grand çiudad del Cuzco cansado e fatigado del luengo y áspero camino e mal probeýdo, porque hera menester entrar a ranchear dos y tres leguas y, porque mejor lo entendáys, a hurtar a los yndios lo que avíamos de comer. Los quales me mataron un esclavo en la dicha demanda, que me avía costado seysçientos castellanos. Llegué a esta çiudad, la qual está asentada en un valle con muy grandes e altas casas, todas de cantería muy fuerte y hermosamente labradas, y alderredor çercada de muy altas syerras. Y en una destas sierras, tres tiros de vallesta de la çiudad, una muy grande fortaleza y no menos fuerte, toda de cantería. Y un mançevo de veynte años, poco más o menos, por rey y señor, nombrado el Çapayuga, que quiere dezir «solo señor» en nuestra lengua. El qual susçedió después de Atavalica, hijo de Guaynacava, que tubo çient hijos varones e hijas syn cuento.

El qual Çapayuga hera de sus yndios servido y adorado como sy les hubiera salvado los cuerpos y oviera de salvar las ánimas. Y así verdaderamente lo tienen por Dios, porque dizen que es hijo del sol, a quien ellos adoran. E ansí tienen en estatua a Guaynacava su padre y lo adoran. Y tienen este estilo que de quinze años arriva se horadan las orejas y con grand çerimonia, como quando allá dan órdenes. Cada un año los que tienen hedad y bienen a hazer esta çerimonia grande a este Çapayuga, e allí prometen tres cosas: adorar el sol, y servir al Çapayuga, y sembrar maíz, que es el pan.

Y de mi dicha o su desdicha, acordó de alçarse en el tiempo que yo a esta çiudad del Cuzco llegué, o porque lo primitió Dios o nuestros pecados o porque los vezinos señores de sus caçiques e yndios les tratavan tan mal, syrviéndose demasiado dellos, quemándolos y atormentándolos por sacalles oro y plata, que se lo hizieron hazer. Y un día, en achaque de yr el Çapayuga a buscar oro para Hernando Piçarro, hermano del governador, que al presente está aquí por su lugartheniente, nunca bolvió y, como dicho tengo, alçó la tierra contra nosotros y juntó çinquenta mill hombres de guerra, no siendo los cristianos más de dozientos, la mitad coxos y mancos, syn los covardes; y entre ellos abía çient cavallos con coxos y mancos.

Y entraron un día de mañana por siete partes, convatiendo y quemando la çiudad tan resçía y ferozmente que ganaron la mitad y quedó poco por quemar, porque con lo que las casas están cuviertas es paja. Remediónos Dios y algund esfuerço nuestro, porque demás de la ferozidad y multitud dellos, hera tan grande el humo que no nos víamos los unos a los otros, porque açertaron en día de mucho ayre. Y turó el convate dende un día de mañana hasta otro día de mañana. Y con la ayuda de Dios salimos a ellos y retirámoslos y fuemos a la fortaleza, donde estava un capitán del dicho Çapayuga que se llama Villahoma, el qual tienen ellos por papa, que él tiene cargo de la casa del sol. Y asý tienen a éste tanto acatamiento como al Çapayuga. Convatímosla y tomámosla y matamos tres mill ánimas. Matáronnos a nuestro capitán Juan Piçarro, hermano del governador, mançebo de veynte e çinco años e con dozientos mill ducados de caudal, e a un criado suyo. Y en el convate de la çiudad mataron quatro cristianos, syn otros más de treynta que mataron por las estançias y lugares de los caciques, que estavan cobrando los tributtos.

Yo açebté el cargo de maesse de campo, porque fué sobre ello rogado e ymportunado, e ví que avía dello nesçesydad. Y me lo dieron con baras y theniente, el qual es Rodrigo de Pineda, sobrino, -hijo de su hermano,- de Juan de Pineda, escrivano mayor del cabildo de Sevilla, con todo el poder que el governador tiene del Emperador nuestro señor. Por esta causa dexé de seguir la dicha mi jornada y creo que me bolveré desde aquí, mediante la voluntad de Dios y mi buena inteligençia.

Estos yndios andan mejor vestidos que los de todas las otras probinçias, así porque haze muy grand frío en ynbierno y más en verano, como por ser más gruesa la tierra y ser más ricos. Tienen grand temor a los cavallos, pero tienen gran defensa en las syerras. No tienen armas defensyvas, pero tienen muchas ofensyvas, conbiene a saber: lanças y flechas y porras y hachas y alabardas e tiraderas como dardos y otra manera de armas que se llaman ayllos, que son desta manera: tres piedras redondas metidas e cosidas en unos cueros a manera de bolsas, puestas en unos cordeles, con tres ramales, a cada cabo de cordel puesta su piedra, de largor de una braça, todo uno. Y dende los andenes y alvarradas las tiran a los cavallos y átanlos de pies y manos e algunas vezes coge al que va ençima y le ata por el cuerpo y braços. Y son tan sueltos y çiertos en esto que toman un benado en el campo.

Y la prinçipal arma que tienen, que é dexado para la postre, y lo que más usan dende que nasçen, que le ponen una honda en la cabeça por bonete, con la qual arrojan una piedra muy gorda que mata un cavallo e aun algunas vezes al cavallero, aunque le den en un caxquete. En verdad que son poco menos que un arcabuz. Yo é visto de una pedrada con la dicha honda hazer dos pedaços una espada vieja que tenía un hombre en las manos, dende treynta pasos; también que, arremetiendo yo para un yndio, me esperó y tomó la lança con las manos, y sy no viniera otro cavallero a matalle, me viera en travajo, a lo menos de sacársela de las manos. Verdad es que fué ençima de una sierra donde ya llegava mi cavallo muy cansado, que no lo podía menear. Y dándole mi compañero de lançadas, fué menester yo hechar mano a mi espada, la qual no podía quitar de la lança.

Tanbién os hago saber que tenían otro ardid: que hazen grandes e ynfinitos hoyos con estacas hincadas dentro, tapadas com paja e tierra, en que cayesen los cavallos y se matasen en las estacas. Acudían los yndios a matar al cavallero, biéndolo caído del cavallo avaxo, como muchas vezes acontesçía. Y tanbién acaesçía, y más vezes, tapar los hoyos con los mismos yndios que matávamos.

Hallo y puedo çertificaros que es la más cruel guerra y temerosa del mundo y que pintaros pueda, porque la de entre cristianos, tomándose a vida el contrario, halla entre los enemigos amigos y por lo menos proximidad. Y si es entre cristianos, e moros, los unos a los otros tienen alguna piedad e sígueseles ynterés de rescates, por do llevan algund consuelo los que se toman a vida. Pero aquí entre estos yndios e los de qualquier parte de Yndias, ni tienen razón ni amor ni temor a Dios ni al mundo ni ynterese para que, por él, os den vida, porque están llenos de oro e plata y no lo tienen en nada. Y sin dexaros entrar en plática ni aprovecharos cosa ni avellos tratado bien e syn ser su amigo ni seros en cargo, os dan la más cruel muerte que pueden. Después desto, acontesçió muchas cosas, lo qual remito al coronista que sobre ello escriviere.




ArribaAbajoLo que de aquí me acontesçió

En este tiempo y en esta tierra me llegaron carctas de la mía e de mis señores y amigos y parientes, las quales no pongo aquí, porque no pienso poner más cartas en este libro, porque todo el axuar dél no sea cartas. Mas quiero deziros la prinçipal del prinçipal, que yo tengo por verdadero señor, asý en la dicha mi tierra como en todo el mundo, después de Dios, que es el señor don Pero Enrríquez de Ribera, primogénito heredero del muy illustre señor don Fadrique Enrríquez de Ribera, marqués de Tarifa, el qual no tuvo hijos, por lo qual fué éste heredero, hijo primero de su hermano, que fué el muy magnífico señor don Hernando Enrríquez de Ribera, el qual syn lo que esperava de su hermano tenía tres quentos de renta y doze lo que esperaba heredar del dicho señor marqués.

Y del dicho mi señor don Pedro Henrríquez, asý en esta plana como en otras deste libro, resçebí una carta en que mostrava muy gran deseo de me ver. Y aunque las palabras della me lo çertificavan, más me satisfizo conosçer de su voluntad de ser conforme a la mía y de averla conosçido enbuelta en obras, que aunquel deudo que nos avemos no es mucho, la deuda que yo tengo a las cosas de su serviçio es syn conparaçión, porque con amores y favores e dineros y cavallos y preseas siempre me a çevado y favoresçido, y no menos con el espada en la mano, aventurando la vida e la honrra, porque hera tanta la que tenía que en qualquier cosa que se ponía aventurava a perder e no a ganar, porque no podía ser ni aver más de la que tenía, segund fué generoso y general, franco y esforçado y galán y enamorado, y no menos flaco y amarillo que en tal caso requiere.

Por la qual carta y memoria de obras, acordé de dexar esta dicha tierra e yrme a la en que nasçí, a bivir y a morir en serviçio deste señor, con no más de quinze mill castellanos de buen oro. E aunque, si estuviera dos años más, los doblara, considerando lo susodicho y travajos y peligros en ella acaesçidos y hechos, y que a las vezes «quien todo lo quiere, todo lo pierde», y que ansí como cargava hombre de dineros, cargava de hedad, para dexar de gozar la buena vida y no menos por gozar e acatar a mi honrrada muger, determi-né de dexar esta rica e próspera tierra, aunque áspera e seca, e yrme a la mía, tanto y quiçá más por ver y conplazer, servir y seguir con mi prosperidad e riqueza, aunque no es mucha, al dicho mi señor don Pedro Enrríquez que por otra cosa, aunque ay muchos que me obliguen. Al qual llevo un muy preçiado vaso de oro y plata a girones, con unas piedras preçiosas en el brocal, con que veva, y un rico e regozijado plumaje; y ansymismo al señor don Fadrique su hermano, que no menos virtuoso y honrrado es que él, ni menos mi señor ni amor le tengo, un pescado hermoso con un bevedero ençima, todo de plata.

E ya que os he dicho el poco deudo y mucha razón de amistad que ay entre nos, quiero deziros de dó venimos, que es de una çepa de dos hermanos, hijos del rey de Castilla. Y el primero quedó a reynar en ella y el segundo fué a reynar al reyno de Portugal. Y no dexaron ambos de tener unas armas que son castillos y leones, salvo que las trocaron en esta manera: el de Castilla trae un castillo ençima y dos leones devaxo; el de Portugal, un castillo devaxo e dos leones ençima. Y asý los que desçendimos dellos, aunque todos venimos de uno e son unas armas, estos señores bienen del primero que reynó en Castilla y yo vengo del que reynó en Portugal.

Aunque, como aquí os digo, por las razones susodichas es mi determinada voluntad de dexar esta tierra e yrme a la do nasçí, que es en el postrero mes del año de MDXXXVI, no es cumplida la de Dios, que es sobre todas, y dexarse-á de efettuar hasta que sea su voluntad y divina clemençia, porque al presente están çerrados todos los caminos y levantada la tierra toda de guerra. E no contentos estos yndios con tenernos ocho meses ha sin poder saber de nos ni nos de nadie, nos vienen cadaluna a tentar las coraças, quando menos sesenta o setenta mill dellos. Por tanto no se haze luego mi partida. Vaste que tengo liado mi oro y platta y ropa para, en plaziendo a Dios, que se abra el camino. Ni cesaré de escrivir en este libro lo que más me acaesçiere y en esta tierra viere digno de gnotar y de apuntar. Yo tengo aquí dicho y en mí propuesto de no escrevir carta más en este libro y así lo haré. Solamente ésta, por ser breve y digna de saber me devréys de perdonar, que es de adelantado don Françisco Piçarro, governador por el Emperador nuestro señor deste nuevo mundo que en España llamamos el Perú, aunque acá tienen otros nombres. Y luego hablaremos un poco en este honrrado y esforçado cavallero aunque, así como no es poco lo quél ha hecho, sería razón no lo fuese lo que dél se escriviese. Lo qual dexo de hazer, porque abrá muchos que lo hagan y yo no hago sino lo que toca al discurso de mi vida.

La carcta es ésta:

«Magnífico señor: El día de oy llegué de visitar las çiudades de Sant Miguel e Truxillo y llegué a esta de los Reyes, con pensamiento de descansar de los travajos y peligros pasados. Y antes que me apease, me dieron unas cartas de Vuestra Merçed y de mis hermanos en que me hazen saber como se á alçado ese traydor del Yuga. De lo que é resçevido muy grand travajo por el desserviçio del Emperador nuestro señor y peligro de los que allá estáys y desasosiego mío a mi vejez, aunque mucho me consuela estar Vuestra Merçed ay. Yo proveo esto de por acá y acavado, mediante la voluntad de Dios, socorreremos de allá. Y así quedo rogando a Nuestro Señor guarde e acresçiente su magnífica persona. Hecha a quatro de mayo del año de quinientos e treynta e seys. Françisco Piçarro».

Eacute;ste fué un cavallero hijo de otro muy honrrado en Truxillo de Estremadura. Su madre fué de San Lúcar de Alpichín, quatro leguas de Sevilla, do yo soy natural, en el Andaluzía. Y como fué de noble generaçión, travaxó de bivir o, por lo menos, morir prósperamente. Y pasó a estas partes de las Yndias, do travajó tanto que, aunque a la vejez, se efectuó su deseo y con muchos travajos y aventuras vino a ser adelantado y governador desta próspera tierra en graçia y serviçio del Emperador nuestro señor. Al qual la prosperidad ni riquezas ni fabores de Emperador le ensoberveçieron para dexar de ser muy buen cristiano y muy buen compañero, sin vanidades ni ponpas. Fué muy querido y amado de la gente que governó. Fué muy temido de los que sojuzgó, porque hera muy amoroso y afable sin presunción, no dexándose de tener en lo que hera razón, e muy esforçado contra los que conquistó y muy leal a su Rey y señor. Y asý çeso, rogando a Dios le dé gloria y le dé perpettua vida sin fin, como vitoria en este de vida humana. Amén.




ArribaAbajoLo que de aquí subçedió

No quiero que quede en oscuridad lo que Nuestra Señora la Virgen María, Madre de Dios, hizo por nos en su santo y propio día, que cae a ocho del mes de setiembre, alumbrando nuestros entendimientos, esforçando nuestros corazones, que fué desta manera. Después de aver çinco meses que estávamos çercados en esta çiudad del Cuzco de çient mill hombres, poco más o menos, y de avernos muchas vezes convatido y quemado la çiudad, y recogido a la plaça en toldos, y muerto a nuestro capitán general, hermano del governador, y otros muchos cristianos, sin saber del governador, que estava çiento e çinquenta leguas de nosotros en otro pueblo de cristianos. Antes a él y a ellos teníamos por muertos porque nos lo dezían los enemigos. Y por lo uno y por lo otro no nos teníamos a nosotros mismos por bivos ni hazíamos quenta de nos ni dellos. Y como hombres desesperados quisymos devidirnos, y de çiento e çinquenta hombres de pelea quisimos enbiar los cinquenta mejores e los mejores cavallos a saver del governador, sy hera bivo y por qué no nos socorría.

En lo qual hubo mucha división. A unos paresçía mal y a otros bien, porque çierto lo más claro hera en dibidiéndonos perdernos, los unos e los otros çiegos. De lo qual se determinó que se hiziese por la voluntad sola e otro hermano del governador que quedó por general, porque todo el pueblo se lo contradezía y los ofiçiales del Rey por una parte y el cabildo por otra le requirieron que no embiase la dicha gente. Todavía determinó de embiarla otro día siguiente, no faltándole razón y razones, porque hera hombre cuerdo y sabio y pensava que en ello açertava.

Pero mejor açertó la Madre de Dios. Que en el dicho su día, después de misa, antes que se partiesen, dieron muy gran grita en un çerro muchos yndios y salió el mismo capitán, por nombre Hernando Piçarro, en lugartheniente del governador su hermano, y huyéronle los yndios a él y a otros que salieron con él. Y dexáronle en el camino çinco cabeças de cristianos y más de mill cartas, que abían tomado y muerto algunos cristianos que el governador embiava en socorro desta çiudad, los quales fueron resystidos y vençidos de los yndios nuestros enemigos por nuestros pecados. Y traýannos esto para que lo biésemos y supiésemos, para más descorazonarnos. Y fué darnos la vida y animarnos, como quien lo hazía y en su santo día. Por lo qual dexamos de dividirnos e de yr la dicha gente que otro día avía de yr, porque por las dichas cartas supimos lo que queríamos saber, que era bivo el governador y los cristianos, y que tras aquellos que embiava, -que os digo que los yndios mattaron y desvarataron,- enbiaría otros. Y supimos la vitoria quel Emperador hubo en Bervería en la toma de Túnez y vínonos un juvileo muy grande, el mayor que se á visto, que nos embiava la Emperatriz nuestra Señora. También me vineron a mí mis cartas que aquí dicho os tengo de mi tierra y del governador.

Después acá, que á tres meses, no emos savido nada. Mas pues ya Nuestra Señora á encomendado a hazer por nosotros, estamos confiados y esforçados en su vondad, husará su acostumbrada virtud y misericordia y acavará lo que tiene començado, pues lo que suele tomar entre manos por su ynfinita bondad y meresçimiento no sale della syno como quien ella es, no mirando a quién nosotros somos, sino que a su Hijo preçioso le costamos caro y que a ella tenemos por amparo y abogada. La qual sea en nuestra ayuda. Amén.




ArribaAbajoCómo vino el socorro y lo que en ello me acaesçió

Después de aver estado çercados, como dicho tengo, aunque la gente de yndios que nos tenían çercados é dicho que eran çient mill hombres e agora an dicho los contrarios que heran trezientos mill, aunque no dexo de afirmar más los çiento que no los trezientos porque estos yndios mienten mucho, aunque en esto no les dexo de dar algund créditto por ser contra lo que les combiene, porque tanbién tienen sus pundunores como cada otra naçión, aunque más de bever que de otra cosa. Y como dicho tengo, el adelantado don Diego de Almagro, que fué principal parte con su persona e hazienda de la conquista e prinçipio de ganar estos reynos, quiso acavar de ganallos e descubrillos e vellos, aunque no pudiese con más de un ojo, porque en el prinçipio le quebraron el uno con una flecha.

Hera pasado adelante desta ciudad del Cuzco ochocientas y çinquenta leguas con quinientos hombres, -todos hijosdalgo son,- que asý por esto como por la calidad y condición de su persona y esfuerço y liveralidad y a su Rey lealtad y sobre todo, que es lo prinçipal,- a Nuestro Dios amor y temor, lo podemos comparar con el Çid, Ruy Díaz de gloriosa memoria y de famosas haçañas, porque como sabréys de los que dél hablaren y escribieren, ni el dicho Çid ni Salamón ni Alexandre no le an hecho ventaja. Y porque, como dicho tengo en este mi libro muchas vezes, no se haze para contar vidas agenas syno la propia mía, solamente tocando en algunas otras a ella anexas e concernientes que combiene tocar en ellás para más declaración de la mía, por daros más claramente a entender lo que me á acaesçido en esta vida, ansí comigo mismo en casos que el propio mundo manda y hordena y la ventura de su propio mundo dispone, como lo que con los hombres y en sus vidas e condisçiones me acaesçe. Por lo qual no puedo dexar de tocar en vidas agenas, aunque, como digo, en lo bueno y en lo malo dellos no puedo dexar de tocar, pues dello susçeden mis obras.

Y asý el susodicho adelantado don Diego de Almagro con su animoso esfuerço y cresçida gana de servir a Dios Todopoderoso y a su santa fee cathólica y a nuestro Emperador y Rey y su aumentaçión, y no contento con tener tan contentos a los susodichos de su exérçito que cada uno dellos lo tiene por Dios y por emperador y rey, sino a nos, que estávamos afligidos y cercados, bolvió con la dicha su gente, que son quinientos hombres, desde las dichas ochocientas y çinquenta leguas de una probinçia que se llama Chile, mucho adelante de otra que dicho tengo, que se llama Cheriguana. Y vino y entró en esta grand ciudad a cavo de un año y veynte e cinco días que cercados estávamos, dozientos y quarenta hombres, la mitad coxos y mancos, de tanta multitud de yndios como dicho tengo, sin ningund remedio ni esperança sino de Dios y dél.

Y halló aquí por nuestro capitán a un hermano del governador del nuevo reyno de Castilla, que es en el principio de esta tierra, don Françisco Piçarro, del qual os tengo dicho en este libro, el qual capitán se llama Hernando Piçarro. Es un hombre mal cristiano, poco temeroso de Dios y menos del dicho nuestro Rey, -sy menos puede ser,- con sobra de sobervia e de cobdiçia, el qual fué vaxado por promisión divina, segund syempre Dios á mostrado en caso de sobervia. La qual reynava tanto en éste con el poco temor de Dios y del Rey que me quiso hazer matar syn culpa alguna ni ninguna, solamente porque se avía deslenguado, porque es un hombre hablador y panfarrón contra Dios y el Rey y los de su Consejo, haziéndose el fuerte contra ellos y poderoso contra nosotros los que governava; y como yo hera criado del dicho Rey, porque no se lo dixese y Su Alteza e los de su Consejo no le quitasen çient mill castellanos de oro que avía rovado y tomado al rey desta tierra, Mangoypangue, y otros caçiques, amenazándolos y quemándolos y atormentándolos, que fué por lo que se alçó la dicha tierra y el dicho señor Çapayuga, que quiere dezir «solo señor», le huyó desta çiudad.

Y no contento con esto, si alguno quería bolver de paz, de miedo o de amor, no le resçibía a la dicha paz, syn que le diesen e contribuyesen con çierta cantidad de oro o platta, teniendo en más el ynterese y contento de su desaforada cobdiçia quel bien y pro de Dios y del Rey y de nos. Diziendo que con el ávito de Santiago le avía rogado el Rey, y que quando hera pobre, le menospreçiava y agora que avía ydo rico de acá, le avía ydo muchas vezes a regalar y a visitar de su parte Symonete, privado y moço de cámara de Su Alteça; y quel cardenal de Sigüença, presidente del Consejo Real de las Yndias, dixo que porque Mena, -uno que avía ydo desta tierra,- no hablava al dicho Hernando Piçarro, mandava que no le oyesen en el Consejo de Su Alteza, e que ocho mill castellanos quel dicho Mena le pedía, que le avía dado la compaña para que negoçiase con Su Alteza algunas livertades y merçedes qué hazía con el Emperador, como dize que lo hizo, que sin que negoçiase nada, se los diese e consintiese que los llevase; e quel conde de Osorno, sabiendo quel Emperador lo quería mucho, le dixo que, aconsejándose Su Magestad con él para las merçedes que abía de hazer al dicho Hernando Piçarro, le abía dicho el conde: «Más gastará Hernando Piçarro en esta jornada que valen las dozientas mill maravedís de juro de por vida que Vuestra Magestad le haze merçed». Y que después supo el dicho Hernando Piçarro de uno del Consejo, su amigo, que le avía mentido el dicho conde y que otros del Consejo, espeçialmente el dotor Veltrán, le avía pedido dineros para negoçiar sus negoçios so color de prestados.

Por las quales cosas y desacattos procuró de estar mal comigo y rebolverme con el pueblo, dándome grandes causas para que me pasara con los dichos yndios de guerra, por ençenagarme y predestinarme, porque no tubiera lugar de declarar lo susodicho, dando lugar a los vezinos y moradores, estantes y viandantes, se rebolviesen comigo, y a mí, avilanteza, soalçándome para que me rebolviese con ellos, diziendo a ellos que, yo los rebolvía con él, e a mí que ellos me rebolvían con él, para que ellos me matasen e yo matase a alguno, por que su final conclusyón hera que muriese mi cuerpo y mi créditto, porque matándome, moría el cuerpo y matando yo, llevava causa ante el Rey, llevando confiscada mi hazienda y, castigado mi delito, decharme y dezir que lo levantava. Lo qual avía dicho y hecho, que dicho tengo y dexo de dezir por no ocupar este libro en ello.

El qual Hernando Piçarro, husando lo susodicho y tiranías, governando esta gobernaçión, no siendo suya ni de su hermano, como tirano, rovando, matando y apaleando, rebolviendo y haziendo otras cosas que los que governado han antiguamente tiranamente hazían, favoresçiendo contra justiçia a los que les paresçían bien sus maldades, castigando a los que les paresçían mal. Por lo qual acordó de defender el pueblo y conviniente y deseado y provechoso socorro. Y púsose en armas y çercó la çiudad y mostró a los yndios amigos a pelear contra cristianos, defendiendo no entrase el dicho don Diego de Almagro y su gente, el qual no solamente tenía derecho a ella por la venir a redimir, syno por ser suya la governaçión della por las provisyones del Emperador y Rey nuestro señor quel dicho Hernando Piçarro le avía traýdo. Y después juró en su juramento, limitando los límites de la governaçión del dicho su hermano, mostrando ser más lo que avía hecho por tiraniçar que por justiçia ni razón.

Porque si el dicho adelantado don Diego de Almagro avía pasado adelante desta çiudad sin tomar la posesyón, fué por tres cosas: porque no heran llegadas las provisyones de Su Magestad, que las traýa muy despaçio el dicho Hernando Piçarro, aunque eran llegados los traslados autorizados; la segunda, porque el governador del nuevo reyno de Castilla es su compañero; la terçera, porque el dicho don Diego es deseoso y curioso de descubrir las cosas del mundo y ensalçar la fee cathólica y aumentar los reynos al Emperador. El qual, biendo que le defendían su casa y que sobre buen serviçio le dávamos mal galardón, le tovimos tres o quatro días requebrándose con nosotros desde unos andenes, ençenagados él y su gente en lodo como puercos, lloviendo y venteando ençima dellos, que en verdad, sy no fuera por nuestro padre el tirano, nosotros nos diéramos a este requebrado, aunque no fuera razón; segund estava travajado y sus buenas costumbres, aunque estuviéramos vírgenes y perdiéramos casamiento. Al qual, aunque por terçera persona, sabiendo su yntençión e razón, le escreví a su real y le enbié a dezir que io hera suyo, aunque con miedo del dicho mi padre.

Y biendo el adelantado don Diego de Almagro la crueldad deste sobervio y sinrazón y tiranía y la priesa que le dava su gente que se entrase en la çiudad, aviéndole hecho muchos requerimientos y presentado sus provissiones y desseándolo el cavildo y todos nosotros, entró una noche e prendió al dicho Hernando Piçarro. Y con el Te deum laudamus fué reçibido en haz y en paz de la sancta madre yglesia en serviçio del Rey y pro y honrra y contento de todos nosotros. Porque bivimos y dormimos descansados y sim pensar que el poder del Rey y de su justiçia no nos á de hazer mal, a quien servimos y contribuymos con nuestras vidas e haziendas. Y nos hordenó Dios para que nos defendiese e amparase e guardase justiçia, e no nos ofendiese e dañase, desonrrase y apalease, como hazía este tirano, tractándonos la muerte. Las graçias de mi remedio doy a Dios y a su bendicta Madre, porque en verdad, si éste no me biniera, no tenía otro sino irme al Çapayuga, aunque fuera capo.