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A menos que indiquemos algo diferente, todas las citas de las obras de estos autores provienen de dos ediciones. Para Rosas de Oquendo se trata de la edición de Pedro Lasarte (Rosas de Oquendo 1990) y para Valle y Caviedes la de María Leticia Cáceres, Luis Jaime Cisneros y Guillermo Lohmann Villena (Valle y Caviedes 1990). Para el primero de ellos, cuando se trata de una cita del poema, esta se halla modernizada y seguida del número de los versos. En el caso de Valle, la referencia es al número del poema seguido de los números de versos correspondientes.

 

2

Sobre fiestas en el Perú consúltese, entre otros estudios, los de Rafael Ramos Sosa (1992) y Rosa María Acosta de Arias Schereiber (1997). Luis Miguel Glave, recogiendo algunas palabras de Jorge Basadre, nota que «la inauguración del templo de los desamparados, el 2 de febrero de 1672, lúe algo nunca visto, con altares, mantones, tapices, arcos, carros triunfales con diferentes emblemas. En la calle de Mercaderes el pavimento era de barras de plata que valían más de dos millones de ducados. Las fiestas posteriores duraron ocho días, con Autos Sacramentales que apreciaba mucho el Conde de Lemos y con competencias oratorias. Toda la ciudad se movilizó, convirtiendo las calles en un magnífico teatro barroco» (1998: 288).

 

3

Quizás por la escasez, o por el poco conocimiento de material primario, parece que no se les ha prestado suficiente atención a estas academias y justas poéticas. Hay estudios sobre algunas de ellas, como el de Alberto Tauro sobre la Academia Antártica, pero no se sabe cuántas eran ni cuán frecuentemente se llevaban a cabo sus reuniones. Para el caso de Rosas de Oquendo conjeturamos que un poema suyo incluido en el cancionero poético «Ms. Codex 193» de la Universidad de Pensilvania es muestra de su participación en uno de estos encuentros. El encabezamiento del poema, que dice «letra de Trybiño a Oquendo para que glosara el pie de arriba» (f. 10v.), sugiere que estos dos escritores habían participado en alguna academia o concurso, sobre todo porque la glosa de Oquendo no sigue a la petición de Trybiño, sino que aparece en otro lugar, con anterioridad. Conjeturamos, entonces, que el compilador anónimo de ese cancionero tenía a la mano las actas de algún certamen, de las cuales escoge lo que más le interesa. Este certamen podría haberse celebrado en Lima (al respecto véase Lasarte 1999). En el caso de Valle y Caviedes es mucho más evidente que participa en concursos o academias literarias. Hay, por ejemplo, una conocida colaboración para la justa poética celebrada en la Universidad de San Marcos, en 1689, por la llegada a Lima del virrey conde de la Monclova. Se trata de un entretenido diálogo entre «el Portugués» y «Bacán» (Valle y Caviedes 1990: 610-612) sobre las precarias condiciones económicas de Lima y la esperanza de que el nuevo virrey lograra mejorar la situación. El poema se publicó en el volumen jubilar de la justa (Valle y Caviedes 1990: 57). En general sobre academias literarias en el Perú, además del ya mencionado estudio de Tauro, véase también el artículo de Luis Jaime Cisneros (1955) y la interesante descripción hecha en 1632 por el poeta Rodrigo de Carvajal y Flores en su Fiestas de Lima por el nacimiento del Príncipe Baltasar Carlos.

 

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Los conceptos de Maravall de «cultura dirigida» (cap. 2) y «cultura conservadora» (cap. 5) son los que más han hecho escuela en los estudios coloniales.

 

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Lohmann Villena también repara sobre el «malogro de las expectativas cifradas [...] en minas argentíferas, la ruina del sector de San Jacinto en Huancavelica en 1681, con interrupción de sus labores extractivas, el alza inmoderada del precio de las subsistencias y de los artículos de primera necesidad, que triplican sus cotizaciones en una década» (Valle y Caviedes 1990: 10-11).

 

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Aunque no es nuestra intención detenernos en detalles sobre asuntos de historia económica, cabría finalmente mencionar la obra reciente de Margarita Suárez, quien recoge una extensa bibliografía en torno al debate sobre la supuesta crisis (2001: 5, n. 11) y sugiere que se vio «una progresiva pérdida de la capacidad de España y de la hacienda imperial de obtener ingresos del virreinato del Perú» (2001: 5). Añade también que «la economía americana se diversificó y los mercaderes limeños encontraron diversos canales mediante los cuales conectarse con los abastecedores "extranjeros" y participar crecientemente de las ganancias atlánticas» (2001: 6-7); y explica que «los mercaderes de Lima fueron protagonistas de la destrucción del sistema comercial español, lo que, obviamente, no se puede entender sin el fortalecimiento social, político y económico de las élites americanas» (2001: 13). Para Suárez, en la segunda mitad del siglo XVII, los funcionarios estaban ya «vinculados a las élites locales, la corrupción se había extendido, criollos habían obtenido cargos públicos y la administración financiera de estado dependía seriamente del endeudamiento interno» (2001: 394). Concluye, entonces, que en el siglo XVII «el fraude y el comercio directo se convirtieron en la respuesta americana a la imposición de un sistema comercial concebido únicamente en función de intereses metropolitanos» (2001: 389).

 

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No está de más añadir que nuestros poetas Rosas de Oquendo y Valle y Caviedes vivieron los vaivenes económicos que sugiere Andrien, pero como nos muestra la documentación, para el caso de Valle y Caviedes compilada por Lohmann Villena, el poeta no logró participar de los posibles beneficios económicos alcanzados por las élites virreinales. Sospechamos que algo muy semejante ocurrió con Rosas de Oquendo.

 

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El término es de Walter Mignolo (1993: 126).

 

9

Para una discusión relacionada a conceptos de colonia y discurso colonial véanse Mignolo 1993 y Adorno 1993. Otro aporte importante para la comprensión histórico-jurídica del virreinato del Perú es el reciente libro de Fernán Altuve-Febres Lores (2001), cuya aproximación al término «colonia» rescata o historiza (en un sentido literal) las relaciones jurídicas entre España y el virreinato del Perú, relación que según él dista de ser una dependencia de orden colonial en el sentido moderno de la palabra. A nosotros, sin embargo, nos interesa diferenciar la prescripción legal, tal como se construyó en la época, de la realidad vivida que nos deja vislumbrar la obra satírica de estos poetas. Para un desarrollo interesante de este asunto, sobre todo en su relación con las teorías «postcoloniales» de la crítica contemporánea, véase también Mazzotti (en prensa).

 

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De allí las fechas del título de este libro: la obra de Rosas de Oquendo que aquí estudiamos es su Sátira al Perú de 1598, y Valle y Caviedes muere cien años después, en 1698.